domingo, 27 de abril de 2025

EL MISTERIO DE THE RESIDENTS, LA BANDA DE CULTO SIN ROSTROS NI NOMBRES QUE SE BURLÓ DE LOS BEATLES

Jaime Lorite Chinchón

El País, 23/04/2025



‘Doctor Dark’, ópera sobre el suicidio asistido, es el nuevo álbum del hermético grupo que lleva 50 años defendiendo que el verdadero arte solo se puede dar desde el anonimato y del que durante décadas han surgido cientos de teorías que lo acercan a ‘Los Simpson’ y a los Beatles

La teoría de la oscuridad aboga porque el autor de una obra se mantenga en el anonimato, para evitar que el ego del individuo y la ansiedad de reconocimiento adulteren la pureza del hecho artístico. Se dice que la formuló un compositor bávaro de nombre N. Senada, cuya identidad, por supuesto, está en entredicho. Al misterioso N. Senada se le atribuye además la teoría de la organización fonética, principio para construir música yuxtaponiendo sonidos únicos, en lugar de melodías o armonías. Ambas rigen la filosofía de los vanguardistas The Residents, inquietante banda de artistas originaria, según los relatos oficiales, del sur de Estados Unidos (concretamente, de Shreveport, Luisiana) e instalada desde finales de los sesenta en California. Sus primeras actividades se remontan a esa época y el nombre de las personas involucradas se ha mantenido más o menos oculto en las ya casi seis décadas transcurridas.

La suma de álbumes de estudio del grupo, trabajos colaborativos, bandas sonoras de películas nunca realizadas o ficciones sonoras cruza holgadamente la sesentena. Acaban de añadir una nueva pieza al lote, Doctor Dark, disco de 16 cortes entre el thrash metal y la electrónica presentado como “ópera moderna”, cuya historia se inspira en el juicio por los presuntos mensajes subliminales en las canciones de Judas Priest (aquí renombrados The Greasy Weasels, las comadrejas grasientas). El proceso tuvo lugar después de que, en 1985, dos jóvenes de 18 y 20 años fanáticos del grupo heavy pactaran suicidarse y el primero muriera. Fue uno de los episodios más sonados de la fiebre estadounidense conocida como pánico satánico, que llevó a sectores conservadores a fiscalizar música y juegos de rol por miedo a que el diablo encontrase una puerta de entrada en el ocio adolescente.

El personaje del título, el doctor Anastasia Dark, se inspira en otra figura real: Jack Kevorkian, conocido en los medios sensacionalistas como Doctor Muerte, médico defensor de la eutanasia y el suicidio asistido encarcelado en Míchigan entre 1999 y 2007 por ayudar a morir a cerca de 130 enfermos terminales. The Residents, por su carácter impenetrable, no conceden entrevistas, aunque ICON ha hablado por correo electrónico con su portavoz Homer Flynn, de The Cryptic Corporation, organización responsable de las relaciones públicas de la banda. “Uno de [los miembros de] The Residents vio la película Dream Deceivers [1993] poco después de su estreno y describió las entrevistas con James Vance como un choque de trenes del que no podía apartar la vista”, explica Flynn. Dream Deceivers es el documental del caso Judas Priest, mientras que Vance fue el adolescente superviviente del doble suicidio, con el rostro terriblemente desfigurado por el arma de fuego con que intentó matarse. Falleció tres años después.

“Al grupo le pareció fascinante todo el incidente, así como el absurdo juicio, pero no supieron cómo contextualizarlo. No les bastaba con recrear los hechos, así que lo descartaron hasta que [la historia de] el doctor Kevorkian, junto al suicidio asistido de Hardy Fox, les proporcionó la inspiración que buscaban”, explica. Flynn se refiere a la única grieta públicamente aceptada dentro del enigma de The Residents, la de su antiguo miembro Hardy Fox, presidente de The Cryptic Corporation durante varias décadas, que, después de jubilarse, confesó que era el alter ego de uno de los músicos. Aquejado de un tumor cerebral, murió en 2018. “Supongo que se podría considerar que Doctor Dark es un homenaje a Hardy, pero fue tan decisivo a la hora de dar forma al grupo, así como a muchos de sus valores creativos, que nunca podría haber un homenaje definitivo. Su sensibilidad para combinar sonidos y su sentido único de los arreglos marcarán para siempre la obra de The Residents”, dice su colega.

El tercer Reich del rock & roll

Si bien el portavoz de The Residents no ofrece detalles sobre la identidad de los miembros del grupo, sí que cuenta que “en general, no son tipos alegres, lo que no significa que sean excesivamente serios o solemnes”. “Después de 50 años prefieren una actitud de relativa neutralidad, dejando que el tema de un proyecto estimule las emociones que luego amplifican con su trabajo. Siguen teniendo energía”, abunda Homer Flynn.

Desde su emergencia, han circulado rumores sobre quiénes eran las personas que se escondían bajo los ilustres cascos en forma de globos oculares, su famoso distintivo estético. Se especuló con que podía tratarse de un proyecto secreto de George Harrison, una gran broma para desandar por el lado oscuro el legado de su antiguo grupo. La portada de su debut, Meet The Residents (1974), se burlaba directamente de Meet The Beatles (1964), mientras que en otro álbum incluyeron un manifiesto llamado Por qué The Residents odian a The Beatles. También se señaló a otros iconoclastas, los integrantes de Talking Heads, como posibles cerebros del asunto. Quienes han colaborado, como Black Francis (Pixies), Les Claypool (Primus), Andy Partridge (XTC) o el mago Penn Jillette, se han asegurado de no soltar prenda o agigantar la leyenda. “Cené hace 20 años con un tío que decía ser mánager de The Residents y lo único que hizo toda la noche fue presumir de lo grande que tenía el pene”, afirmó Partridge en 2015.

El gran sumario de datos inicial sobre The Residents lo escribió el creador de Los Simpson (1989), Matt Groening, bajo el título The True Story Of The Residents, dentro de una guía difundida en 1979 por su club de fans. En ella se explicaba que The Residents obtuvo su nombre a raíz de enviar una maqueta anónima al ejecutivo de Warner que fichó a Captain Beefheart –ídolo para la banda, cuya música consideraban afín– y que este la devolviera a la misma dirección, con “los residentes” como destinatarios. La guía también difundió las primeras imágenes de la película inédita Vileness Fats, fantasía expresionista y surrealista que el grupo pasó años rodando y nunca terminó. De atmósfera enfermiza y pesadillesca, con decorados y vestuarios artesanales, solo 37 minutos de metraje han visto la luz.

En Never Known Questions: Five Decades Of The Residents (2015), del periodista británico Ian Shirley, tal vez el libro más completo sobre el grupo, amigos cercanos ofrecen otra mirada a sus peculiares personalidades en aquellos años fundacionales. El guitarrista Roland Sheehan, que intervino al principio en algunas canciones, les recordaba como gente creativa e impulsiva a la que podía darle por cualquier cosa: “Acompañé una vez a varios de ellos y a sus novias a un bosque. ¡Iban a rodar una peli porno! No era algo profesional, simplemente decidieron ‘qué demonios, vamos a grabar una porno”. Como Vileness Fats, el resultado nunca fue comercialmente distribuido.

Aunque lo más apasionante de esos orígenes fue la velocidad a la que The Residents creó toda una mitología a partir de conceptos. Su segundo álbum oficial, Not Available, cuarto en orden de publicación, se basaba en la no disponibilidad anunciada en el nombre: solo podría publicarse cuando los miembros olvidasen que lo habían grabado (lo hicieron en 1974 y salió en 1978). Antes lanzaron The Third Reich ‘n Roll (1976), versiones enrarecidas de éxitos de los cincuenta y sesenta, desde la premisa de que el rock & roll, igual que Hitler, había “lavado el cerebro de la juventud”. Mezclando la imaginería nazi o del Ku Klux Klan con la de figuras como Elvis, crearon una pieza audiovisual para promocionarlo, hoy considerada antecedente del formato videoclip, que en Estados Unidos se programó en sesiones de cine nocturnas junto a la película de David Lynch Cabeza borradora (1977).

El disco que terminó de ganar para The Residents la devoción de fieles de la contracultura y de la prensa musical alternativa fue el estremecedor Eskimo (1979), repleto de sonidos ambientales, chillidos o voces cavernarias. Tomando el mundo esquimal como referencia, el trabajo en su conjunto, con textos de información etnográfica incluidos en el librillo del disco, satirizaba la ignorancia estadounidense, el colonialismo y el capitalismo (sus letras acababan formando eslóganes publicitarios por proximidad fonética con el lenguaje inuit). La narrativa del grupo fue que su gurú, N. Senada, les llevó al estudio una botella térmica con aire del ártico y pidió que grabaran su aire, así como que compusieran dentro de una cámara frigorífica.

Arte puro, leyenda pura

Para Ian Shirley, autor de Never Known Questions, “el misterio de las identidades de The Residents es como un espejo, puedes mirar en él y ver tu reflejo o algo más”. Inspiradores de otros enmascarados como Daft Punk o los dibujos animados de Gorillaz, Shirley expresa en el libro su preocupación porque el debate en torno a las identidades eclipse el valor e interés de su obra, pero dice a ICON que cree esa oscuridad les ha permitido “ser la fuerza musical más creativa del mundo en muchos aspectos”. “Han hecho lo que han querido cuando han querido y han dejado un legado duradero”, sostiene.

The Residents, pese a todo el secretismo, lleva dando conciertos desde los ochenta, con las caras convenientes tapadas y un número variable de intérpretes. Entre sus filas pueden seguir miembros originales o puede haberse producido un relevo total. Su primer espectáculo mundial, The Mole Show, que pasó por España y se grabó íntegramente en La Edad de Oro, de TVE, se saldó en una ruina por la parafernalia de la puesta en escena o las precauciones exigidas al equipo: todo su equipo tenía que llevar bigotes, narices falsas y otros accesorios de incógnito para que nadie supiera quiénes eran The Residents. El grupo abandonó temporalmente los conciertos e intentó abrir un cine en San Francisco especializado en películas de ciencia ficción para tener otra fuente de ingresos. El proyecto se paralizó cuando la comunidad cristiana local, debido al aura de misterio, se movilizó creyendo que estaban abriendo una sala de porno gay.

De ritmo prolífico, el grupo ha innovado cada vez que un formato les ha dado la oportunidad. En 1995, usaron el CD-ROM para crear una aventura gráfica, mientras que el advenimiento de las redes sociales les permitió retorcer su idea con una aparente salida a la luz de su cantante, que llevó por un tiempo un videoblog de confesiones con una prótesis facial y el nombre ficticio de Randy Rose. Si los grupos en sus biografías se nutren de una adecuada combinación de leyendas y verdades, The Residents han conseguido prescindir del elemento terrenal: solo hay mito. Después de años realizando giras de álbumes nunca presentados en directo, este 2025 se preparan para poner en escena Eskimo. “Un programador de Londres llegó a proponer que se hiciera Eskimo Sobre Hielo, pero obviamente no se llevó a cabo”, cuenta Homer Flynn, que anuncia que el grupo ha encontrado la fórmula para representarlo de manera menos complicada. N. Senada no estará para dar instrucciones: el huidizo gurú murió en 1993. Flynn asegura que nunca lo conoció y que su última aparición pública fue seis años antes, por el funeral del guitarrista y violinista Snakefinger, otro amigo de la banda. “De inmediato, volvió a desaparecer. Personalmente, no estoy seguro de si el del funeral fue el verdadero N. Senada o alguien de The Residents haciéndose pasar por él”.

sábado, 26 de abril de 2025

BRIAN BAKER, GUITARRISTA DE BAD RELIGION: “EL PUNK ES DISCREPANCIA Y VIGILANCIA, PERO NO ALEJARSE DE LA EMPATÍA Y DE LAS PREOCUPACIONES DE LOS DÉBILES”

Andrés Portero

Deia, 22/04/2025

La gira de celebración de los 45 años de Bad Religion, pioneros del punk melódico estadounidense, recalará en el BEC el próximo 9 de mayo

Sin canciones frescas, veloces, potentes y contestatarias como American Jesus o Punk Rock Song quizás nunca habrían existido Green Day, NOFX o SUM 41. Las firman los veteranos y pioneros Bad Religion, el grupo de punk melódico liderado por la voz de Greg Graffin y las composiciones de Brett Gurewitz, que se embarcará en mayo en una gira estatal, 45 Years Doing What You Want, con parada en el BEC el día 9.

La velada será “un mini festival” en el que actuarán también Agnostic Front, Strung Out, Belvedere y Crim. “El punk es vigilancia y discrepancia, pero no tiene que ver con alejarse de la empatía y la preocupaciones de los más débiles”, asegura en esta entrevista Brian Baker, uno de sus guitarristas, un melómano tatuado, reflexivo y con pinta de profesor universitario cercano a la jubilación que contesta la video llamada desde casa, en un amplio salón con guitarras colgadas de las paredes. “Sonamos como una bomba nuclear”, advierte.

Nueva gira llamada ‘45 Years Doing What You Want’. Claro ¿verdad?

—Tal cual, es una realidad.

Tienen 13 conciertos, la mitad de ellos en el Estado. Puede que sea la gira más larga que han hecho por aquí, quizás porque su éxito ha ido incrementándose con los años.

—No sé si es la gira más larga, ya que vamos allí desde hace 30 años, pero sí sé que es el mejor sitio al que viajar. Podríamos hablar de la comida y de cómo es un buen sitio para pasar un tiempo de vacaciones (risas). Es un lugar maravilloso y no creo que esta gira tenga que ver con la popularidad, sino con que este año tenemos bastante tiempo para el grupo. Y que la gente quiere que vayamos, claro.

Más que un concierto al uso, podría decirse que es un festival que dura una jornada.

—Sí, están los Agnostic Front de Roger Miret, tan veteranos como nosotros y viejos amigos de Nueva York. Son increíbles y divertidos. ¿Cómo se escribe Crim, como el Cream de Eric Clapton? ¿Son catalanes? No, no los conozco, pero sí a nuestros amigos californianos Strung Out. Giramos mucho con ellos en los 90, pero hace tiempo que no coincidimos. Y descubrí a Belvedere hace años. Es posible que Greg produjera alguno de sus discos o canciones. Sí, tienes razón, será como un mini festival porque, a excepción de los catalanes, hemos tocado muchas veces con el resto de bandas en diferentes escenarios mundiales. Estaremos contentos de presentar nuestras variadas propuestas de punk rock.

Aunque discípulos como Green Day siguen en activo, otros han arrojado la toalla, caso de NOFX y Sum 41. ¿Qué les hace seguir adelante cuatro décadas y media después? ¿Tienen algún secreto?

—Se resume en dos cosas: somos buenos amigos y componemos grandes canciones. Tenemos la suerte de tener a Brett y a Greg, que han escrito multitud de ellas y todavía perviven, aguantan el paso de los años y son relevantes desde un punto de vista político y humano en 2025. Así que vamos a continuar todo lo que podamos ofreciendo este mensaje porque somos afortunados de querernos tanto. Somos muy buenos amigos y lo pasamos muy bien no solo tocando, sino el resto del día. Esta es la historia del grupo: charla amigable y conseguir un buen café. Podría ser un buen título para un disco (risas).

¿Cómo es salir de gira a los 60 años? ¿Se guarda esa comunión suicida que surge cuando eres joven y coges una furgoneta para ir a tocar?

—Pienso que es más divertido ahora. Creo que es porque siento que soy afortunado de seguir tocando. De joven no sabes apreciar lo bonito que es ir de una ciudad a otra, ni te das cuenta de lo precioso que es el tiempo. Antes ibas dos semana de gira y te parecía muy duro porque echabas de menos a tu novia, no veías la ciudad ni conocías gente. Ahora que somos más mayores, cada día es un regalo y disfruto mucho más que en los últimos 30 años. Siento que pertenezco a este oficio y que aprendo algo cada día. No lo doy por sentado y quizás por eso me siento tan bien. Tengo ya lugares y ciudades favoritas, y hemos hecho amigos en ellos. Ir de gira es como unas vacaciones molonas; y puedo tocar la guitarra (risas).

Varios tienen aventuras paralelas. ¿Ayuda a la continuidad del grupo?

—Totalmente. Tocar con otra gente es parte del viaje, algo interesante. De hecho, yo toco en un par de proyectos y Greg publica en solitario. Si sigues intentando aprender constantemente necesitas tener tantas influencias como puedas, así que cada vez que toco con un músico nuevo aparece algo novedoso. Es algo que contribuye a mejorar a Bad Religion.

Hace más de un lustro que editaron ‘The Age of Unreason’, su último disco. ¿Hay ya esbozos del futuro?

—Tenemos varias canciones listas que serán parte de un nuevo disco que grabaremos este año. Y sí, es muy importante seguir haciendo música y canciones porque el fin es seguir sintiéndonos curiosos. Somos estudiantes de lo que sucede en el mundo y en una banda como la nuestra siempre está sucediendo algo nuevo en él que merece algún comentario y tiene nuestro interés. No puedo imaginar no componer, es algo natural y parte de la experiencia global del grupo. Espero tener siempre algo que decir.

¿Brett sigue comprometido y colaborando en la composición?

—Sí, claro. Hace la mitad de las canciones y forma parte de la banda de una u otra manera. Eso sí, no le apetece viajar sino quedarse en casa con sus hijos. No hay problema. Brett escribió Better Off Dead, una de nuestras mejores canciones, así que puede quedarse en casa. Y se ocupa del sello discográfico, lo que le ocupa mucho tiempo. No creo que Epithaph se hubiera convertido en ese gran sello independiente sin su gran trabajo.

A la espera del disco nuevo, ¿el repertorio es el mismo de la gira anterior? Con más de 200 canciones para elegir, ¿se mueve el ‘setlist’?

—Cambiamos de canciones dependiendo de la noche, todo el tiempo. Vamos a hacer un grupo de canciones que no hemos tocado allí hace tiempo. Nos gusta desafiarnos para divertirnos, así que tocamos canciones nuevas después de cinco años sin hacerlo, por ejemplo; y tenemos media hora para decidir cómo hacerlo (risas). Hemos hecho muchas giras y tenemos la habilidad de recordar si hicimos tal canción en España o no; la película debe ser distinta, una experiencia nueva. Los fans lo aprecian.

Las obligadas no faltarán, de ‘Punk Rock Song’ a ‘Fuck You’, ‘You’, ‘American Jesus’…

—No estamos locos, claro, las tocaremos porque son los temas favoritos de la gente. No nos cansamos de tocarlas, como sucederá también con Digital Boy, por ejemplo, que nos dio a conocer entre tanta gente. Cuando los fanas las oyen rememoran la primera vez que lo hicieron, es como un viaje en el tiempo; y como esto va de hacer a la gente feliz, nunca minusvaloraremos los éxitos (risas).

¿Cómo está de salud la banda? ¿Suena, como se oía en su canción ‘Generator’, como “una bomba atómica”?

—Sonamos mejor que nunca y la voz de Greg resulta perfecta, pero otros miembros como Jay y yo mismo hemos mejorado. Hace 30 años lo hacíamos horrible (risas). No, ya en serio, el grupo está mejor que nunca y suena impresionante; como una bomba nuclear, sí.

Los Ángeles se quemó hace unos meses, literalmente, como en su canción homónima, y metafóricamente lo hace también el mundo. “It´s going insane”, cantaban.

—A nadie le gusta Nostradamus, pero podemos comprobar cómo la historia nos enseña que algunas predicciones no resultan desacertadas. L. A. siempre ha estado al borde del desastre y resultó terrible verlo, pero es fruto de un gran experimento en el diseño urbano que no debería existir en el siglo XXI. Creo que no tocaremos esa canción en la gira, puede que cuando pase un tiempo sí lo hagamos.

Podrían componer varias canciones con los desmanes de Trump al frente de la Casa Blanca.

—Seguro que sí, pero no queremos desperdiciar nuestro poder con él. Quizás sí escribir sobre el verdadero presidente en la sombra, Elon Musk, aunque no sé si tendrá relevancia durante mucho tiempo. Sus decisiones cambian cada noche. El caos y la falta de preocupación por la Humanidad de quienes dirigen en estos momentos Estados Unidos resultan descorazonadores. No quiero pensar en eso a la hora de componer música porque lo importante es que la gente necesita mantener la esperanza y entender que estas cosas las hemos vivido infinidad de veces a lo largo de la historia… y aquí seguimos.

Trump busca un cambio de alianzas y Putin sale ganando de él. ¿Cómo están de preocupados ustedes y los estadounidenses?

—Estamos horrorizados también, como todo el mundo (duda). Lo que vemos aquí es que existe indignación entre los estadounidenses y que la Administración está ahí porque la mitad del país no está capacitado para gobernarse a sí mismo. Veremos qué sucede, son tiempos difíciles. La cosa es que los estadounidenses tienen que entender que no son especiales y que este pensamiento autoritario está envenenando a muchos países. Es equivocado pensar que somos diferentes, lo he visto al viajar tanto.

Redes sociales, mass media, desinformación… El grupo lo advertía en ‘21st Century (Digital Boy)’.

—Tal cual, y ahora ya es realidad.

Algunos piensan que la ultraderecha actual mola, que es el punk del siglo XXI. El enfrentamiento con el sistema del punk verdadero defendía otros valores.

—No hay nada punk en alejarse de la empatía y de las preocupaciones de la comunidad y de la gente que es más débil que tú. Y ese uno de los componentes principales del mensaje terrorífico de la extrema derecha. El punk no es buscar el éxito y conseguir el número uno. Si tuviera una solución fácil sería el primero en ponerla sobre la mesa, pero creo que la vigilancia y la discrepancia siempre han alimentado al punk.

¿Hasta cuándo estará la banda en carretera? ¿Se ve como los bluesmen tocando con 80 tacos?

—Me encanta esto y tocaré hasta que sea capaz de hacerlo con la dignidad suficiente. Resulta un privilegio y un milagro hacerlo todavía a este nivel.

¿Un buen epitafio para Bad Religion debería incluir palabras como libertad, pensamiento crítico, energía, velocidad y buenas melodías?

—¡Eso suena tremendo! Muchas gracias, de verdad. Me gustaría ser recordado con esa frase. Es perfecta, gracias por hacer el trabajo por mí (risas). Yo no habría podido definirlo mejor.


viernes, 25 de abril de 2025

JOE STRUMMER: LA LEYENDA QUE TRANSFORMÓ EL PUNK, ESTABA OBSESIONADO CON LA CUMBIA

Celín Cebrián | @celincebrianvaliente

Nueva Tribuna, 11/04/2025


Tras su muerte, llegó a las tiendas Streecore, un disco formado por muchas primeras tomas, por la maravillosa versión de Bob Marley, más el tema que ofreció sin respuesta a Johnny Cash.

El que fuera líder de la mítica banda británica The Clash, este mes cumpliría 73 años. Murió a los 50 años, de un ataque al corazón. El 22 de diciembre del 2002, Joe Strummer salió a pasear con su perro Bloomfield y cuando regresó a su casa tuvo un fallo cardiaco, fruto de una enfermedad congénita no diagnosticada. Tras su muerte, llegó a las tiendas Streecore, un disco formado por muchas primeras tomas, por la maravillosa versión de Bob Marley, más el tema que ofreció sin respuesta a Johnny Cash, incluso por un tema instrumental que sus compañeros completaron usando trozos de voz de Joe…. No es un álbum imprescindible de Joe Strummer, pero es un buen disco. Es… su testamento. 

Como asegura Ángel Mora Ródenas en su libreta de notas, dos temas de su primer disco en solitario (Tropic of Pico y Filibustero) éste último que lo había hecho para la banda sonora de Walker (1987), pues esos dos discos, además de no tener desperdicio alguno, sobre todo Tropic, nos dan a entender que Strummer fue otro de los héroes de la música, con un legado tan fecundo que su semilla sigue dando sus frutos en las bandas venideras. Un músico imprescindible para todo lo que vino después, ya que éste abrió el camino, desde Mano Negra hasta todo aquello que acabó llamándose “Música étnica o de raíz”. Y por incidir en el tema, vayamos, por ejemplo, a un par de canciones de su disco (Ride your donkey y Sleepwalk), así como a alguna que otra de su último disco, “Mondo Bongo” o, por qué no, a esa joya que grabó con Johnny Cash, Redemption Song, del que Bob Marley hizo una versión, que terminaría siendo su testamento y que cada vez que lo escuchamos, como diría nuestro referente y amigo, Ángel Mora, “se nos ponen los pelos como una mata de aliaga”.

Fue miembro fundador de The Clahs en el que hacían canciones con letras muy nihilistas, cegados por los efectos de las drogas, pero con una crítica social dura y contundente, que en más de una ocasión fueron acalladas por el establishment. Sin embargo, la fama se la llevaban los Sex Pistols o Los Ramones. Pero, aun así, ellos no dejaron de buscar, de nadar, de bucear en todos los ritmos mestizos posibles. Y aunque solo fueron reconocidos por temas tan populares como London Calling, hay que decir que su música abrió el camino a otros grupos para que triunfaran. Valga la pena citar a The Cure o a Red Hot Chili Peppers. 

Pero no nos adelantamos y volvamos al hilo conductor, volvamos a la historia y a la música de Strummer. John Graham Mellor, nació en Ankara (Turquía). Hijo de una escocesa y un hindú de ascendencia británica, que a su vez eran hijos de armenios y judíos alemanes. Durante esos años, Strummer vio poco a sus padres. A los 9 años, junto a su hermano David, comenzó a asistir a la escuela City de London Freemen´s School de Surrey. A pesar de no haber tenido una relación muy estrecha con su hermano, el suicidio de éste cambió de una manera brutal su forma de ver la vida. Por el trabajo que tenía su padre, fue ingresado en un internado. Y sería en aquel internado elitista donde descubriría la música de Little Richard o The Beach Boys, un grupo, este último, que, a la postre, fue el verdadero amor de Strummer. Tras graduarse, se matriculó en la Escuela de Arte y Diseño de Londres con la idea de hacerse dibujante, al mismo tiempo que también se hacía vegano y comenzaba a interesarse por la música y la política. A principio de los 70 empezó a tocar con The Vulture, donde cumplió con el rol de cantante y segundo guitarrista. A la vez, por circunstancias, tuvo que trabajar de sepulturero para solventar gastos. En 1974 el grupo se separó y Strummer regresó a Londres donde se encontró con Tymon Dogg. Fue entonces cuando ambos comenzaron a actuar como músicos callejeros. Después, formaron The 101ers, una banda de rockabilly cuyo nombre tenía que ver con la calle en la que había vivido de okupa (Waterton Road 101, en Maida Hill), con la que que tocaban covers de canciones populares de blues norteamericanos en distintos pubs de Londres. Fue cuando decidió cambiarse el Mellor por Strummer, más artístico, si cabe, sobre todo porque este apodo tenía mucho más que ver con su forma de tocar, que era rasgueando, con mucho estilo rítmico, además de ser el momento en el que comenzó a escribir temas originales, siendo el primero de ellos uno inspirado en su novia de entonces, la baterista española del grupo The Slits Palmolive. Al resto de los miembros les gustó la canción, que se titulaba Keys to You Heart, y la eligieron primer sencillo. Corría 1975 y el grupo iba cogiendo cierto peso en el circuito de la capital inglesa, compartiendo escenario con los Sex Pistols, con los que actuaron un 3 de abril de 1976. Tras aquel concierto, aparece en escena un personaje fundamental en la vida del músico y en el panorama de la cultura punk, y ése no es otro que Bernard Rhodes, que consiguió una audición de John Lydon para los Pistols, además de cruzar los caminos un año más tarde de Joe Strummer, Mick Jones y Paul Simenon, que junto a Keith Levene y Terry Chimes, fundaron The Cash, ayudando a definir la sonoridad del punk e impulsando el género a nivel internacional. Textualmente, estos se acercaron a Strummer y le dijeron: ―”Eres bueno, pero tu grupo es una mierda”. 

El nuevo grupo supo entender la evolución del punk, que despertó a toda una generación, y supo señalar los pecados de aquella sociedad, rompiendo las costuras de la moral reinante. Pronto empezaron a añadir otros ecos como el reggae, ska, rhythm and blues, jazz, funk y dub, que dieron como fruto discos muy notables. El 25 de enero de 1977 la banda firmó un contrato con CBS Records. The Clash pasó a ser la banda, musicalmente hablando, más diversa de la primera ola del rock, también la más politizada, con discos como The Cash (1977), Give ´Em Enough Rope (1978), London Calling (1979), Sandinista (1980) o Combat Rock (1982), una aventura que terminaría en 1986. Luego llegarían The Mescaleros y The Latino Rockbilly War. Pero fue su tercer álbum de estudio junto a The Cash, London Callling, el que vino a definir su carrera y orientar sus pasos hacia la evolución del género. Antes se burlaban de ellos, pero en aquel 1979, a su regreso de la primera gira por los EE.UU, les compraron más de cien mil copias .Fue allí donde la banda descubrió sus raíces y el futuro de su sonido, creando un disco de apertura de estilos como el blues, el rockabilly…, sin renunciar a su raíz y a su rabia. The Cash fue todo un símbolo de la época con su poca fe en la sociedad, aquel sonido de garaje, sus rabiosas letras y su imagen oscura. Una banda activa desde 1976 a 1986 que destacó por su versatilidad musical, las letras de sus canciones, coescritas por Mick Jones y Strummer, muy críticos con la decadencia social, el desempleo, el racismo, y la represión política. Un Joe Strummer que participó en campañas antinazis, cuyo impacto en la música y su cultura es innegable, además de su voz, que sigue siendo una de las más poderosas y más recordadas de la historia del punk. Sentía gran empatía por las personas. Estaba muy preocupado por la raza humana. Su grupo fue uno de los creadores de la personal banda sonora que inundó la Inglaterra de Thatcher.

Entre medias de toda esta etapa, hay una anécdota curiosa a destacar. En el año 1983, John era un desaparecido de la banda, nadie sabía su paradero, excepto su amigo el fotógrafo Steve Rapport, que lo inmortalizó corriendo en la Maratón de Londres. Por aquel entonces, el fotógrafo vivía en Clapham, al suroeste de Londres y de repente recibió una llamada de la revista Rolling Stone en la que le decían: ”Joe Strummer está en Londres y el domingo va a correr la maratón. ¿Podrías conseguir una buena foto”. Pero esto que bien pudiera parecer una broma, solo es el principio. Lloviznaba. El fotógrafo cogió su coche fue desde Clapham a Brackheath. Había congregadas más de 20.000 personas. Fue salir del coche y… ¡Ohh.! Allí estaba Strummer. Todo el mundo iba con chubasquero menos él, que iba en pantalón corto y con una camiseta de manga corta también. Pero toda esta historia, se remonta a cuando Joe desapareció del mapa un tiempo por orden del mánager. Así lo cuenta Rick Pearson. Corría 1982 y el fotógrafo y periodista se desplazó hasta Los Ángele, donde había quedado con el crítico musical Johnny Waller, enviado por la revista Sounds,para hacer un reportaje sobre el grupo Bow Wow Wow, la banda británica de new wave que estaba terminando su gira. Se alojaban en el hotel Sunset Marquee de Hollywood, donde se respiraba aire roncabolero, ya que sus habitaciones habían sido escogidas por The Cash, por lo que, uno de esos días, pudo conocer a Joe Strummer. Incluso una noche salió con él a tomar unas copas. Fueron a un local llamado Barney´s Beanery y se desafiaron a un concurso que trataba de ver quién sabía cuál era el primer álbum que habíamos comprado. Y ambos coincidieron en que había sido Evety Picture Tells a Story, de Rod Stewart. Cuando estaba apunto de largarse del local, vio a Joe avanzando con las piernas combadas. Y sacó unas fotos. Algo le daba en la nariz de que meses después correría la maratón. Así lo cuenta. Y así sucedió.

Como decíamos, líneas atrás, a pesar de su gran acogida, tras el fatídico último álbum, en 1986 llegaba el principio del fin de THe Cash. Fue tal el impacto que el fundador se pasó diez años sin componer nada, tras la disolución de la banda. Y es que el grupo había dejado de ser un grupo hacía mucho tiempo. Por un lado estaban Strummer y Simonon y en otro Mick Jones, que se quejaba por todo: por las giras, por los horarios, por lo que duraba un disco. Joe decía que “Mick era intolerante para poder trabajar con él en ese momento. Nunca aparecía. Cuando lo hacía, era como Elizabeth Taylor de mal humor. Tuvimos que cambiar el equipo porque había una atmósfera terrible. Teníamos mucho trabajo y no podíamos pasarnos el día rogándole a Mick que hiciera el maldito favor de tocar la guitarra”. La disolución fue un duro golpe para Strummer, que, de pronto, se encontró perdido. Así se pasó una década, hasta que encontró la inspiración escuchando a Tonny Bennet en casetes: ”Tenía 47 años y empecé a darme cuenta de que quería tener un cierto ambiente en mi equipo de alta fidelidad y que necesitaba ese ambiente tranquilo que creaba Tonny para seguir tocando, por él se situaba dentro del ritmo. Y así lo planeé”.

Hay un tema que no hemos tocado aún, Y creo que ahora ha llegado el momento de hacerlo. En el año 2013 nos despertábamos con la noticia de que, por fin, Joe Strummer tendría una calle en Granada. De la noticia se hizo eco el diario británico The Thelegraph. Y es que la vida del cantante de The Clash estuvo íntimamente ligada a ella, desde 1979 en el que se publicaron uno de los pilares de la historia del Rock, o sea, London Callling, en el que se puede escuchar la canción Spanish Bombs, en la que el grupo canta a Andalucía, a Granada y a Federico García Lorca. Hasta tal punto que quería tener una ferretería en Andalucía y siempre llevaba en su coche un casete de Manolo Escobar. Joe Strummer era así. Su relación con Granada viene de lejos, ya que se fue a vivir a esa ciudad a mediados de los ochenta, haciendo amigos entre la mítica banda 091, a los que les llegó a producir el disco Más de cien lobos. Atendiendo al libro escrito por Rosario Luna, tal vez la pasión que el guitarrista tenía por esta tierra se debiera a que sus compañeras de piso entre 1976 y 1978 eran dos malagueñas, una de ellas granadina de adopción, que atendía al nombre de Paloma Romero, nombre que fue cambiado por los componentes de la banda por el de Palm Olive. Hay multitud de historias que se cuentan sobre el paso por las tierras granaínas de Joe. Unas serán verdad y otras se quedarán en leyendas. Quién sabe… Cuenta José Ignacio Lapido que, cuando se conocieron el grupo 091 y el británico, recuerda ver a un tipo medio borracho y mal encarado acercándose a ellos con una libreta en la mano con un castellano anárquico para enseñarles unas canciones que tenía escritas. El batería y Lapido no hicieron caso y el guiri, borracho, les siguió, insistiendo una y otra vez que él era Joe Strummer. Pero no creyeron a aquel tipo jipioso. En eso que el camarero puso una canción de los Clash y ambos se pusieron a cantarla. A partir de ahí nació una amistad que unió a 091 y a Joe. Días después quedaron, pero el británico no apareció. Unos meses después, en pleno proceso de grabación de Más de Cien Lobos, Strummer apareció por el estudio y se puso a trabajar con ellos. Así se las gastaba. Otra anécdota es la del vagabundo que estaba tocando el acordeón en una calle de Granada. El guitarrista se quedó alucinado al ver cómo manejaba aquel trotamundos su instrumento, que venía a ser un acordeón. Y se acercó para felicitarlo. El músico callejero le contestó que tocar a Chaikovski no era lo difícil, lo difícil era tocar canciones de Los Ramones o los Clash. Entonces, Joe le dijo que él era el cantante. Aquella misma tarde, ambos terminaron tocando Jimmy Jazz junto al bar de la esquina. Strummer se fue a Granada, tras aquel fracaso rotundo, como un verdadero Washington Irving punk. Le gustaba pasear por el Sacromonte y llenarse de fantasía. Prometió que volvería a ese lugar y dijo: ―Traeremos guitarras acústicas. Compondremos una canción llamada Lorca que hablará de esta tarde, de este silencio, de esta puesta de sol, del grito de los muertos, de este olivo. De ahora mismo. Tú escribe la música y yo la letra. No quiero que esta tarde se me olvide”

En los premios Grammy de febrero del 2003, London Calling fue interpretada por Elvis Costello, Bruce Springsteen, Steeven vanm Zhant, Dave Grohl, Pete Thomas y Tony Kanal. El Sello BMG lanzó “Joe Strummer 002, The Mescalero Years”, una impresionante caja de siete vinilos en donde se recogen, con un sonido impecable, sus tres álbumes de estudio y un buen puñado de rarezas. 

Hoy Lucinda Tait es su viuda y representa para el punk algo similar a lo que Priscila Presley significó para el rock and roll. Strummer fue sin duda el punk rocker más intelectual, político y vanguardista de todos los que asomaron con furia por aquel 1976. De esta experiencia va el documental Dodgel, dirigido por Nick Hall.

jueves, 24 de abril de 2025

EL LIBRO QUE INTENTA DESCUBRIR A FAMILY, EL GRAN MISTERIO DEL POP ESPAÑOL

Rafa Cervera

El diario, 29/03/2025



El ensayo firmado por César Prieto busca aportar información acerca de una de las bandas más idolatradas y desconocidas de la música en castellano, autores de uno de los discos de culto más 

A diferencia de lo que ocurre en la música de otros países, la música pop española está llena de historias no contadas y artistas por explicar o reivindicar. Quizá el caso más popular, por su proximidad en el tiempo y, por lo tanto, a la era de la información digital, sea el de Family. Un dúo cuya historia es breve en todos los sentidos.

Apenas seis años de actividad, un único álbum, una colaboración y varias maquetas, de las cuales tan solo una ha llegado a ver la luz. Apenas concedieron entrevistas. Apenas dieron conciertos. Las fotos son muy escasas. Treinta años después de que se publicara el álbum Un soplo en el corazón, ve la luz un libro sobre el mismo, que es también una aproximación a un grupo que eligió ser, en su vida y tras su desaparición, un misterio.

“He roto un tabú”, asegura su autor, el filólogo y periodista musical y literario César Prieto, responsable también de la pequeña independiente Discos de Paseo, centrada en la edición de grupos subterráneos del presente y del pasado. “Family es una parte oculta de nuestra música, algo que no se enseña. Se habla del disco y de la influencia que ha tenido en otros artistas, pero nunca del grupo”. El misterio de Family, publicado por Efe Eme, intenta enmendar eso

Javier Aramburu e Iñaki Gametxogoikoetxea, eligieron desde el principio ser una ausencia en el pop español. En 1994 sacaron Un soplo en el corazón y después se separaron sin explicaciones ni despedidas. La leyenda sustituyó la falta de datos. El libro de Prieto aporta toda la documentación posible dadas las circunstancias. Aramburu es uno de los grandes bartlebys de este país. Dedicado al diseño gráfico y, sobre todo a la pintura, ni siquiera ha estado presente en sus propias inauguraciones. Pretender que participara en el libro era una utopía.

Gametxogoikoetxea, menos esquivo, tampoco quiso involucrarse. “Es fácil verlo por Donosti —cuenta Prieto—, suele ir a conciertos, no se esconde. Pero con mucha educación declinó participar alegando que estas son cosas del pasado, sin demasiado interés en la actualidad”. Las personas cercanas al dúo también están comprometidas en preservar el misterio. Ni los responsables de Elefant, la discográfica que editó su música, ni músicos amigos como Ibon Errazkin, que estuvo en la banda donostiarra Le Mans, que coexistió con Family quieren contar nada acerca de Family.

“No es esto sea la ley del silencio. El grupo lo quiere así, y si ellos no hablan, no vamos a hacerlo los demás”, contó Errazkin en noviembre de 2024, cuando le entrevisté a cuenta del disco Claros del bosque. “Me parece admirable que ya siendo tan jóvenes decidieran que no iban a hablar con la prensa y que hayan mantenido esa postura desde entonces. Está muy bien que sigamos sin saber mucho de ellos. Creo que vale la pena preservar ese misterio”, añadió.

Una de las grandes aportaciones del libro de Prieto es la voz del productor, ignorado hasta ahora en prácticamente todo lo que se ha escrito sobre Family y su álbum. Rodrigo Silva Ramos venía de producir a Le Mans y también de trabajar con un grupo del sello de Fernando Arbex, en cuyos estudios comenzó a gestarse la grabación de Un soplo en el corazón. Hace mucho que la música es algo secundario en su vida, pero Prieto logró dar con él.

“Vive en Francia, en una finca en el campo. Fue uno de los primeros en invertir en telecomunicación digital, en la época en la que la única empresa que operaba en el mercado era Motorola. Supo gestionar las ganancias y obtuvo mucho dinero. Rodrigo es consciente de que participó en algo que es muy importante, pero está algo dolido porque la prensa jamás le ha tenido en cuenta a la hora de contar la historia de Family”, explica Prieto. El autor añade que su labor se centró en dar forma a las ideas del dúo sin intentar imponer nada. Después de Family trabajó en discos de La Fura dels Baus y Emilio Aragón. Luego dejó casi por completo la música. Su currículo es breve y, sobre todo, carece del brillo chic que suele atraer a la prensa musical. Es como si hasta ahora su nombre hubiese pasado desapercibido en los créditos de Un soplo en el corazón.

De la música de Family se ha hablado a menudo, siempre desde la perspectiva del fan arrebatado. En muchos de los textos sobre el dúo abundan frases que intentan emular la lírica del grupo —y la de comunicadores inigualables como Juan de Pablos— y que a duras penas le hacen justicia a su estilo. “Esto ocurre porque, ante la ausencia de datos, se habla desde las emociones, cuando lo que hay que hacer es lo contrario”, dice César Prieto.

El estilo de Family es otro de los factores que se analiza aquí. Una música melancólica que el crítico musical Ricardo Aldarondo definió con mucho tino como “New Order casados con Vainica Doble”. Canciones letraheridas que contienen en sus cromosomas la identidad que hizo únicas a otras formaciones del llamado sonido Donosti como La Buena Vida o Le Mans. “La Buena vida eran más costumbristas; Le Mans, más intimistas, y Family más emotivos”, señala Prieto. “Aramburu siempre dijo que quería hacer un tecno más íntimo, nada deslumbrante. Nunca se planteó hacer un disco grandioso. Es algo estudiadísimo, de ahí que se comprara un teclado Roland viejo para el cual ya no existían piezas de recambio. Querían ese sonido absolutamente pasado”.

La poeta Elena Medel, que en 2007 se inspiró en la música del dúo para un poemario titulado igual que su álbum, dice en el libro: “Me gustan —hablo en presente porque los escucho a menudo— las letras tan delicadas, el trabajo finísimo con la emoción y la ingenuidad, al mismo tiempo su tensión con la hondura, la voluntad de decir... Y luego la música, claro, hermosa e hipnótica”. Para Prieto, que es profesor de literatura, el secreto del magnetismo de Family reside en que letras y música conjugan muy bien. “Decía Eliot que la poesía genuina es la que transmite algo antes de haber sido comprendida. En las letras de Aramburu ves imágenes incomprensibles que tu sensibilidad capta enseguida. Son letras que no se entienden ni a la primera ni a la segunda, pero no son absurdas porque sí”.

El encanto de Family también sedujo de inmediato a Fangoria, otra banda con la que mantuvieron una estrecha relación. Alaska y Nacho Canut los tuvieron de teloneros, los acogieron en su estudio para que grabaran su álbum e incluso registraron un tema conjunto para un disco del club de fans de Fangoria. “En ese momento, un dúo tecno con bajista, cantando en castellano, con letras preciosas y melodías perfectas era algo muy especial”, recuerda Nacho Canut. “Era la época del grunge y ellos iban vestidos discretamente elegantes, a lo Carlos Berlanga. Para nuestra sorpresa, cuando les pedimos hacer un dueto aceptaron y eligieron una canción de Décima Víctima, uno de nuestros grupos favoritos. Los diseños de Javier Aramburu eran perfectos y empezó a trabajar en la imagen de nuestros discos y productos del Club Fan Fatal. En fin, que fue un flechazo y nos hizo sentirnos más acompañados en aquellos años”.

Fangoria fue uno de los grupos que participaron en Un soplo en el corazón, el disco homenaje organizado por Rockdelux y publicado por Elefant Records en 2003, que poco después publicaría también una de las primeras maquetas del dúo. Alaska y Canut convirtieron Carlos baila, en un homenaje a Berlanga, fallecido un año antes. Poco después la mezclaron con Otra dimensión en la cara B de uno de sus singles. “Exactamente —afirma Canut— Carlos baila en otra dimensión. Que es lo que seguramente está haciendo Carlos ahora mismo. Siempre me pareció que esa letra hablaba de él. A Carlos le gustaba mucho Family y todos los grupos de lo que se llamaba sonido Donosti. Y admiraba mucho a Aramburu como diseñador, que diseñó las portadas de sus dos últimos discos”.

Family dejaron de existir con la misma discreción con la que existieron. No existe una versión oficial de su separación. “Rodrigo dice que Aramburu siempre vio la música como un pasatiempo”, afirma Prieto. “El arte le llenaba más. Y las expectativas que generó el álbum fueron muy grandes y quizá tuvieron miedo de no estar a la altura. Desde el principio, en alguna entrevista que llegaron a dar en fanzines, dejaban claro que el mundo de la música no les interesaba”. En Stamp, uno de esos fanzines que ya eran devotos de Family cuando solamente tenían maquetas, los definieron a través de doce secretos. El último de ellos era: “El secreto de ser invisible cuando hay que ser invisible”. He ahí su misterio.