domingo, 21 de febrero de 2021

SEXO, FOLK Y DROGAS EN LAUREL CANYON: EL CAMINO DEL EXCESO QUE FORJÓ LA LEYENDA DE LOS EAGLES Y EL ROCK SUAVE

David Morán

ABC, 20/02/2021

El libro 'Hotel California' reconstruye la fértil escena musical que aupó las carreras de Joni Mitchell, Jackson Browne y Crosby, Stills, Nash & Young



El lugar es Los Ángeles. Los años, esa década prodigiosa de guitarras cristalinas y mostachos asombrosos que va de 1967 a 1976. Un lapso aparentemente breve que, sin embargó, sirvió para fundar una civilización alternativa en Laurel Canyon, esa suerte de paraíso boscoso a un tiro de piedra de Sunset Strip y Hollywood Boulevard. Un oasis californiano que había servido de refugio para artistas y radicales durante la caza de brujas del macartismo y que, mediados los sesenta, se preparaba para convertirse en privilegiado decorado ante el que un puñado de hippies candorosos y bienintencionados, todo melenas ensortijadas y ambrosía folk, se convertirían en superestrellas de ego desbocado, billeteras a rebosar y adicciones faraónicas. La nueva realeza del rock americano, exprimiendo hasta la última gota del 'California Dreamin'' y dando alas a un «relato épico de canciones y sol, drogas y prendas vaqueras, genio y avaricia». Una historia de cowboys de pega, melodías suaves y millones de dólares facturados en discos nacidos del idealismo y rendidos sin remilgos a los más perversos vicios de la industria.

«En un momento en que las influencias de Crosby, Stills, Nash & Young, Joni Mitchell, James Taylor, Jackson Browne y los Eagles son más omnipresentes que nunca, ha llegado la hora de volver a valorar a este notable grupo de artistas y de hacer, también, otro tanto con los poderosos impulsores y agitadores que forjaron sus carreras», escribe el periodista británico Barney Hoskyns en 'Hotel California. Cantautores y vaqueros cocainómanos en Laurel Canyon' (Contra), fabulosa crónica de aquellos años de sonido dorado, drogas a paletadas y barra libre de promiscuidad. Sobre el papel, un completísimo arco narrativo que va del férreo compromiso de Phil Ochs al pantagruélico solo del 'Hotel California' de los Eagles y en el que cabe, detalla Hoskyns, «el genio veleidoso de Joni Mitchell, de los cambios radicales de Neil Young, el desmoronamiento de David Crosby, Gram Parsons, Judee Sill y otros como consecuencia de las drogas…».

Ambición y números 1

Gente que, se supone, llegó a Laurel Canyon por amor al arte y a los efluvios contraculturales que emanaban de los sesenta y que acabó circulando por Bel Air y Beverly Hills con deslumbrantes limusinas bien surtidas de alcohol y cocaína. «Estás con tal actriz y tal productor y de repente todo se vuelve animado y divertido. Acaba convirtiéndose en la misma dinámica de recochineo de tu estatus de rico de cara a los pobres de la que tanto habías renegado al principio de tu carrera», reconoce el músico Ned Doheny en un capítulo dedicado a la sórdida y decadente resaca que trajeron los primeros setenta.

Para entonces, Gram Parsons ya estaba en la tumba por culpa de una sobredosis y los Eagles, aseados vaqueros recién salidos de la portada de 'Desperado', reinaban en las ondas y las listas de ventas gracias a su depurada fórmula de country-rock amable y blandito. También, o sobre todo, a una ambición sin parangón. «Lo queríamos todo: respeto, números 1 y mucho dinero», asegura Glenn Frey, cabecilla de la banda junto a Don Henley. «Los Eagles fueron creados para vender un millón de discos. Componían con el objetivo de alcanzar un éxito enorme», proclama Elliot Roberts, manager de Neil Young y Joni Mitchell y socio del todopoderoso David Geffen.

Al final no fue solo un millón, sino unos cuantos más -su 'Their Greatest Hits 1971-1975' es, oficialmente, el disco más vendido de la historia-, lo que convirtió el ya de por sí excesivo camino al estrellato en un auténtico desmadre. En el menú, sexo, alcohol y drogas como platos del día. ¿Suficiente? Para nada. Henley y Frey cultivaron con denuedo todos los vicios del libro de estilo de la estrella de rock, jets privados y lujuriosas bacanales incluidas, hasta que la banda saltó por los aires en 1980 fruto de una letal combinación de juergas interminables y egos incontrolables. En noviembre de ese mismo año, Henley fue arrestado después de que personal paramédico atendiese en su casa a una chica desnuda de 16 años de una intoxicación por narcóticos. El batería y compositor de 'Hotel California' fue acusado de posesión ilícita de marihuana, cocaína y Quaaludes, así como de contribuir a la delincuencia de una menor.

Drogas para matar el alma

El caso de los Eagles, claro, no fue algo aislado: James Taylor estuvo enganchado a la heroína durante años y David Crosby no sólo se agujereó el tabique nasal de tanto esnifar, sino que se arruinó por culpa de las drogas y dio con sus huesos en la cárcel por posesión de cocaína. En 1973, después de acompañar como telonera a Neil Young en la gira de presentación de 'Times Fade Away', a Linda Ronstadttuvieron que cauterizarle el tabique nasal hasta en dos ocasiones. «La cocaína pasó a ser el acompañamiento imprescindible del nuevo glamour del rock de los setenta», constata Hoskyns. «Yo componía canciones cuando iba enfarlopada porque al principio puede ser un catalizador de la creatividad. Al final te deja frito, te mata el corazón. Mata el alma y te da delirios de grandeza al paralizar tu núcleo emocional. Es la droga perfecta para un sicario, pero no lo es tanto para un músico», señala en el libro Joni Mitchell.

Antes de tan abrupto final, sin embargo, el oasis sonoro de Laurel Canyon acogió un big bang de folk, country-rock y pop con chaquetas de flecos que, a la larga, acabaría sentando las bases de lo que conocemos como rock americano. The Byrds, con sus gloriosas Rickenbackers de 12 cuerdas y la constante lucha de egos entre Roger McGuinn y David Crosby -a Gene Clark hay que darle de comer aparte-, marcaron el camino a seguir. También pasaron por ahí Buffalo Springfield, germen de lo que acabaría siendo Crosby, Stills, Nash & Young;The Mamas And The Papas; y The Flying Burrito Brothers, auténticos inventores del country-rock con pedigrí, pero si algo logró exportar la californiana de aquella época fue el concepto de cantautor hipersensible e idealista.

En el libro, pasen y lean, los hay a patadas: la Joni Mitchell de 'Ladies Of The Canyon'; Jackson Browne como voluntarioso Pepito Grillo al que no le quedó otra que acabar bajando los brazos; la sensacional Carole King y el siempre mullido y confortable James Taylor; la voz de Linda Ronstadt como catalizador necesario; un Neil Young sabiamente emancipado; Warren Zevon y Randy Newman como brillantes excepciones a la regla… A muchos de ellos, por no decir a la mayoría, les echó el lazo David Geffen, un astuto empresario y representante artístico «de temible reputación» que levantó todo un imperio sobre Asylum Records, sello que llevó el sonido de Laurel Canyon a todos los rincones del mundo.

He aquí el sueño californiano, servido por artistas llegados de otros estados y ejecutado por un aprendiz de magnate neoyorquino que, con los años, acabaría fichando, tanto monta, a Cher, Nirvana y Guns N'Roses. Para entonces, el mito de Laurel Canyon ya se había desmoronado, sepultado bajo montañas de billetes y cocaína. A la vuelta de la esquina esperaban las cuadrillas del punk y el AOR para ensañarse con los cascotes y echar sal sobre la tierra arrasada. Atrás quedaba, encerrada en un puñado de discos gloriosos, esta historia de «narcisistas enfundados en prendas vaqueras y unos millonarios que lucían muselina en los cañones de Los Ángeles», como zanja Hoskyns.

sábado, 20 de febrero de 2021

LOS HERMANOS CUBERO, UNA JOYA ENTRE EL ROMANCE Y EL COUNTRY

La Razón,19/02/2021

El dúo publica un doble disco excepcional en el que recuperan la figura de Toribio del Olmo y en el que invitan a diez artistas de toda la Península a celebrar la lírica popular


La música, cuando se toca, ya no tiene edad ni antigüedad. Es del presente, está vi
va y no importan los instrumentos ni el estilo. Tampoco es de ningún lugar. Eso es lo que dice el trabajo de Quique y Roberto, los Hermanos Cubero, que se publica hoy. Un hermoso y valiosísimo disco doble, «Errantes telúricos / Proyecto Toribio» (Primavera Labels), que ofrece dos perspectivas sobre la tradición. Por un lado, la recuperación de una figura, Toribio del Olmo, que no era folclorista ni estudioso, sino que simplemente cumplía su oficio, el de músico, con toda su humildad y su grandeza. Por otro lado, una maravilla para los amantes del folk: «Errantes telúricos» son diez temas en las que los Cubero hacen magia. Por ejemplo, invitan a Manu Ferrón y Jota de Grupo de Expertos, y adaptan un tema country de Tom T. Hall a la Sierra de Granada. O llaman a Christina Rosenvinge a sumarse a una canción tradicional y a Rodrigo Cuevas a darle un aire norteño a un tema propio de los Cubero. Y así con diez artistas que aportan su raíz para hacer una deliciosa mezcla con alma de romancero.

Música de ronda

Consciente de que el disco de colaboraciones tiene más tirón comercial, Quique pide que le prestemos atención al trabajo sobre Del Olmo «porque tiene tanta importancia para nosotros como el otro; en realidad, son complementarios». «Este hombre era un músico de la ronda del pueblo, de los bailes en Algora (Guadalajara) y alrededores. Así que nunca trascendió más allá de la comarca misma, aunque hizo una canción, el Foxtrot de Algora, que fue grabada después por Carlos Beceiro y Diego Galaz, creo, que son folcloristas y le dieron difusión. Pero este hombre trabajaba en el campo y era un músico aficionado y tocaba por los pueblos, porque a principios del Siglo XX, claro, no había ni equipos de sonido ni nada. Él era el baile», explica Quique, nacido como su hermano en la Alcarria (Guadalajara) aunque viven en Barcelona desde hace ya casi tres décadas.

Del Olmo era autodidacta y tocaba el violín. «No era estudioso o etnógrafo ni nada. Su afán no era recuperar la tradición, simplemente tocar para que la gente bailara. Tocaba un repertorio que incluía rancheras, canciones populares o de autor. Y nos enseñaron una grabación de tres horas que le hicieron cuando ya era mayor y le pidieron que recordase las canciones que tocaba por los pueblos. Roberto, mi hermano, fue cribando y elegimos lo más alejado de lo comercial, digamos, rescatando lo folclórico. Hay jotas, pero también un pericón, una mazurca...», explica Quique. El resultado son diez piezas puras y bellas, dos de ellas tocadas a guitarra y mandolina por los Cubero, y, para el resto, llamaron a ocho violinistas de acompañamiento. «El violín era el rey del baile de la época y muy importante en Guadalajara. Lo que pasa que hubo una recuperación muy potente de la dulzaina, que era más segoviana, y se perdió. Así que queríamos poner en valor todo coincidiendo con que ahora hay muchos nuevos violinistas haciendo cosas muy interesantes».

Louvin Brothers de la Alcarria

El trabajo, incluso para el que pueda resultar ajeno a esa tierra, es muy emocionante. «Para nosotros lo es, pero entendemos que no se aprecie en otros contextos. Pero sabiendo que el disco de colaboraciones es más comercial, o todo lo comercial que puede ser un disco nuestro, queríamos que constase». Los Hermanos Cubero llevan años «haciendo lo mismo», como dice Quique: mezclando el folclore de la tierra castellana con el «country» o el «bluegrass» americano, como si los Louvin Brothers hubieran tenido descendencia en la Alcarria. «Poco a poco parece que la gente lo entiende y vamos sumando público y repercusión. Pero claro, la instrumentación y la puesta en escena son muy limitadas», explica. Lo que no es limitado es su creatividad. «Errantes Telúricos» demuestra hasta qué punto su conocimiento de ambos lenguajes les permite hacer una mezcla única.

Todo surgió a raíz de una posible colaboración con Amaia, que fue creciendo en estilos y en territorio. Andaluces del pop como Grupo de Expertos, y del flamenco, como Rocío Márquez. Josele Santiago y Christina Rosenvinge, del rock de Madrid; Nacho Vegas, cantautor asturiano, como Rodrigo Cuevas, agitador folclórico. Y también Carmen París, Ara Malikian, Hendrik Röver y Los Míticos GT’s desde la tradición, la clásica y el blues y cada uno con su bagaje. «Iba a ser un tema, luego un EP de dos y luego de cuatro... y la bola se fue haciendo. Grupo de Expertos propusieron ellos la canción, que es de Tom T. Hall, que nos gusta muchísimo. Había canciones ya compuestas de antemano, como “Llama encendida”, que es nuestra y se la enseñaos a Rodrigo Cuevas pensando que podía aportar mucho, y otros son temas tradicionales como “La Rama”, que elegimos pensando en Christina Rosenvinge. Las cosas fueron surgiendo», explica. Sucedían al calor de una actitud compartida y, escuchado el trabajo, es difícil elegir una de las diez canciones, todas magníficas. «La actitud es exactamente lo que define el disco. El título de ’'Errantes telúricos’' va por ahí. Ellos nos motivan porque interpretan la música de forma parecida a nosotros. Son gente que anda errando y buscando debajo de las piedras dónde sale una canción. Es ese concepto. Esas fuerzas telúricas».

Una idiosincrasia, una tierra

En «G.U.A.D.A.L.A.J.A.R.A.», los Hermanos Cubero y Henrik Röver y los Míticos GT’s, cantan, a ritmo de “country” que es «Guadalajara es cielo espectacular y tierra en ruina total. Solo quedan abuelos que van resistiendo desaparecer». «Mantenemos esa reivindicación de la tierra, aunque vamos menos de lo que me gustaría. La verdad es que hemos perdido un poco la raigambre», reconoce Quique. «El problema de Guadalajara es que está a un tiro de piedra de Madrid y por eso allí hay pocas cosas, porque precisamente están en Madrid. Se ha quedado como un satélite”, lamenta Quique. ¿Está mejor o peor que hace años? “No te sabría decir, la verdad. Con los años, ni una cosa ni la otra. Casi va con la idiosincrasia del alcarreño en general. Somos gente de espíritu castellano, que mira adentro, un poco adustos. Es nuestro carácter».

lunes, 8 de febrero de 2021

EL ÚLTIMO VIAJE DE ÁCIDO DE SYD BARRETT

Vozpópuli, 08/20/2021

Setenta y cinco aniversario de la estrella maldita de Pink Floyd


Existen pocas leyendas más extrañas en la mitología del rock que la de Syd Barret (1946-2006). Hablamos del geniecillo arty que marcó los comienzos de Pink Floyd y que terminó con el cerebro hecho pulpa por un psique frágil combinada con el abuso de drogas. Las historias sobre él son infinitas, por ejemplo que una vez se fue a dar una vuelta en coche al atardecer en Cambridge y que terminó en Ibiza. O que a veces se plantaba en casa de Richard Wright, teclista de los Floyd, y se pasaba horas sentado sin hablar. O que las sugerencias de Syd llegaron a ser tan delirantes (hacer miembro de los Floyd a un amigo que tocaba el banjo) que le sugirieron hacer como Brian Wilson y ser miembro del grupo, pero sin participar en las giras.

En realidad, era lo mejor, ya que tenía gestos tan excéntricos como resistirse a ir al mítico programa de televisión Tops Of The Pops a promocionar ‘See Emily Play’ (1967) porque John Lennon había decidido no promocionar sus singles allí. A esos alturas, Lennon no lo necesitaba, pero Pink Floyd sí. En 2021 se celebra el 75 aniversario de su nacimiento.

En una ocasión, según cuenta el legendario periodista Nick Kent, Barrett le presentó a la banda una canción titulada Have you got it yet?, traducible como ‘¿Lo habéis pillado ya?’ La pieza consistía en Barrett cantando la pregunta, a la que el grupo tenía que responder exclamando “!No¡” Se pusieron a ensayarla y cuando llevaban tres horas el resto de miembros se dieron cuenta de que les estaba tomando el pelo.

Demasiadas drogas

Kent explica que «era la forma de Barrett de decirles que era unos estúpidos pajeros burgueses». Acabaron echándole del grupo en 1968, por su informalidad en las giras, pero años después le dedicaron el himno Wish You Where Here y el ciclo Shine On, You Crazy Diamond (ambos de 1975). Barrett no era tan bohemio y desinteresado como le pintan sus defensores. Según Peter Barnes, que llevaba la gestión de los derechos de autor del grupo, «siempre se estaba quejando de que John Lennon tenía una casa y él solamente un piso». Taladrado por las drogas, pero no tonto. Y un poquito obsesionado con John Lennon. Cuentan que Barrett visitó a Pink Floyd en el estudio en 1975 mientras grababan Wish you were here y a sus excompañeros les costó reconocerle.

La historia, como era de esperar, termina mal, con una reclusión de Barrett en el sótano de la casa de su madre. La familia tenaz que quería protegerle de la prensa porque tenía un carácter ingenuo que le hacía dejarse entrevistar por cualquiera que se lo pidiese con amabilidad, aunque las intenciones fueran alimentar el morbo de su lamentable estado físico. Sus grabaciones en solitario, especialmente The madcap laughs (1970), siempre tuvieron estatus de culto. Entre sus muchos admiradores destacan Robyn Hitchcock, Graham Coxon (Blur) y Dan Treacey (Televisión Personalities), que le dedicó la canción I know where Syd Barrett lives (“Sé donde vive Syd Barrett”).



Morbo decadente

La revista musical británica Uncut publica este mes la última entrevista de Barrett con Melody Maker, recién expulsado de Pink Floyd. Habla con menosprecio de sus antiguos compañeros de banda por ser dos años mayores y estudiantes de arquitectura, en vez de cursar arte como él. Cuando le preguntan por la ruptura del grupo, responde que “no recuerdo que hubiera mucho conflicto, excepto que quizá no tan impactante como podría haber sido. A ver, lo hacíamos todo muy bien, pero no muy excitante. Pienso en todo ello como en un sueño”, explicó al periodista Michael Watts.

Uncut también publica una breve entrevista con Jack Monck, bajista de la última banda de Barrett, que llevó el nombre de Stars. El músico explica que aquel proyecto fue destrozado por la incompatibilidad entre el empanamiento químico del ex miembro de Pink Floyd y las enormes expectativas de la industria musical, que seguía considerándole una estrella. Antes de estar preparados, ya eran cabezas de cartel de un recinto de tamaño considerable, donde les telonearon los feroces MC5. “Ellos estaban totalmente ardiendo y nosotros comenzando como grupo. Mi amplificador explotó en ese concierto, Barrett rompió una cuerda y desparecidos del escenario de manera algo caótica”. Monck también recuerda que Barrett pasaba horas enteras sin abrir la boca cuando estaba con el grupo. El próximo 18 de febrero la editorial Omnibus Press publicará un volumen con las letras completas de Syd Barrett.

 

domingo, 7 de febrero de 2021

BEE GEES, EN CLAVE COUNTRY… Y FUNCIONA

Fernando Navarro

El País, 01/02 2021



Barry Gibb, único integrante vivo del grupo, acaba de publicar un interesante disco repleto de colaboradores del género vaquero como Dolly Parton, Brandi Carlile, Jason Isbell y Gilliam Welch

Para el pop, la música de los Bee Gees es imperecedera, pero este 2021 nos ha traído una agradable sorpresa: ahora también puede tener una buena lectura country. Son de esas cosas que pueden echar para atrás, pero conviene saltarse barreras de prejuicios, tanto para aquellos que los tienen con las canciones de los hermanos Gibb como para los que los guardan para el género vaquero.

Barry Gibb, único integrante vivo de los Bee Gees, acaba de publicar un buen disco con el cancionero de la banda en clave country. Se llama Greenfields: The Gibb Brothers’ Songbook Vol. 1. Un volumen en el que se rodea de un puñado de francotiradores del género, tanto de antes como de ahora. Por ahí cantan viejos pesos pesados como Dolly Parton, Keith Urban o Sheryl Crow. Pero lo que llama la atención es la participación de tan grandes talentos del country contemporáneo. Gente como Jason Isbell, Brandi Carlile, Gilliam Welch o Allison Krauss. Todo un ejército de colaboradores que confeccionan un disco raro, que vuela con las distintas personalidades que participan, pero también con la identidad sonora de su hacedor.

Bee Gees, en clave country… y funciona

Barry Gibb ha pasado a la historia del pop por su famoso falsete, esa voz penetrante y agudísima tan reconocible, ese “chillido afinado” al que se referían los suyos. Ahora, reviviendo fuera de la pista de baile y el pop de relumbrón, se adapta a las estampas country. Es chocante, pero no por ello tiene su punto, incluso su justo punto hortera. Al principio, parece como fuera de lugar, pero hay algo tan sentimental, tan a tumba abierta, en su interpretación que encaja en ese espíritu que tiene el country de llorar las penas como pocos géneros. Un buen ejemplo es Run to Me junto a Brandi Carlile. Auspiciada por el timbre colosal de Carlile, se eleva con ambos rompiéndose en un crescendo folk-country que hace justicia a la original. No sucede este logro con todas las canciones incluidas en el disco, pero el conjunto termina por funcionar.

Esta locura de álbum, lleno de voces, demuestra que el cancionero de los hermanos Gibb es inmenso. La primera época del grupo está cargada de píldoras pop con tintes psicodélicos de enorme peso (poned en vuestro reproductor álbumes como Bee Gees 1st, Horizontal y Odessa), pero, a raíz de su salto a la música disco, Bee Gees moldearon un sonido definitivo que influyó a toda la cultura popular. Es decir, el grupo de los Gibb creó una música apta para el baile, que llegaba al club como a la emisora, que mezclaba el soul blanco con el R&B, en un ramalazo fascinante de pop. Una historia muy conocida y tan bien contada en el documental How Can You Mend a Broken Heart, estrenado el año pasado.

Dice Barry Gibb que su lugar está ya de aquí en adelante en el country. Se siente un cantante country, aunque sea conocido por la historia como la gran voz de la música disco. También cuenta en las entrevistas a la prensa estadounidense que no esperaba una respuesta tan buena de Nashville a este proyecto. La grandeza de Bee Gees es sabida por todos, pero este viaje de los himnos de la disco music llevados al sonido raíz podría haber sufrido un severo rechazo. No ha sido así. Una suerte. Locuras de estas se agradecen en tiempos en los que cada vez se rompen más corsés estilísticos.


lunes, 1 de febrero de 2021

MUERE HILTON VALENTINE, GUITARRISTA DE THE ANIMALS Y CREADOR DEL MEMORABLE ARPEGIO DE «THE HOUSE OF THE RISING SUN»

Nacho Serrano

ABC, 01/02/2021

Ha muerto a los 77 años sin que hayan trascendido las causas




El guitarrista fundador de The Animals, Hilton Valentine, autor del memorable arpegio de apertura de la versión que el grupo hizo del clásico «The House of the Rising Sun», ha fallecido este viernes a los 77 años, sin que hayan trascendido las causas. Lo ha confirmado su antigua compañía discográfica, Abkco, a través de un comunicado: «Nosotros, junto con todo el mundo de la música, lamentamos la pérdida hoy de Hilton Valentine, miembro fundador de The Animals. Valentine fue un guitarrista pionero que influyó en el sonido del rock and roll durante las próximas décadas. En Abkco hemos tenido el privilegio de servir como administradores del catálogo de The Animals, y su fallecimiento se siente de una manera verdaderamente profunda en toda la familia Abkco».

Valentine nació en North Shields (Inglaterra), y comenzó a tocar la guitarra a los trece años. Cuando se quedó huérfano, tres años después, formó parte del grupo de skiffle The Heppers, después rebautizados The Wildcats, con los que Valentine se hizo famoso por su estilo salvaje: fue de los primeros guitarristas que se tiraban al suelo y se retorcían como animales.

Fue precisamente eso lo que llamó la atención de Chas Chandler, Alan Price y Eric Burdon, quienes lo reclutaron para unirse a su nuevo grupo en 1963. Con la incorporación final de John Steel, se convertirían en The Animals. Alcanzaron el número uno en 1964 en el Reino Unido, Estados Unidos y Canadá con «The House of the Rising Sun», canción que había sido grabada en los años cuarenta por artistas como Woody Guthrie o Lead Belly (más tarde por Dylan, en 1962), y que figura entre las mejores de todos los tiempos según la revista Rolling Stone. Valentine también dejó su firma en otros grandes hits animales, como «Don't Let Me Be Misunderstood», «It's My Life» o «We Gotta Get Out of This Place».

Valentine dejó el grupo en 1966, y lanzó un álbum en solitario en 1969 titulado «All in Your Head» para Capitol Records. Se reunió con The Animals tres veces, una de las cuales fructificó en el álbum «Before We Were So Rudely Interrupted» (1977). En mayo de 2001, el grupo fue incluido en el Paseo de la Fama del Rock de Hollywood y celebró dos conciertos de reunión en el El Rey Theatre de Los Ángeles.

Poco después realizó una gira y grabó dos discos con la banda Skiffledog, y en 2007 y 2008 se unió a Eric Burdon para una serie de conciertos.