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domingo, 27 de noviembre de 2022

ENTREVISTA A CYRIL JORDAN

Maricarmen Moratalla

Tutores del rock, 06/04/2022


Con motivo de la visita de Flamin’ Groovies al Campus Rock Cádiz / Tutores del Rock (Proyecto Atalaya), organizado por el Servicio de Extensión Universitaria del Vicerrectorado de Cultura de la Universidad de Cádiz, el miércoles 20 de abril de 2022, Maricarmen Moratalla entrevista al líder del legendario grupo norteamericano.

Cyril Jordan es sinónimo de guitarras. Un tipo al que no parece afectarle el paso del tiempo. Pionero del powerpop, Jordan sigue al pie del cañón a pesar de todas las vicisitudes que ha encontrado en su larga carrera.

Un artista muy completo. Músico, pintor y escritor que vive al margen de las nuevas tecnologías, aunque no dudó en contestar a mis preguntas amablemente y en las que deja entrever su cercanía.

Tras el inicio de la gira española en Madrid, el próximo 20 de Abril nos visitará con The Flamin´Groovies en el ciclo Campus Rock de la Universidad de Cádiz, donde tendremos la oportunidad de escuchar esos temas de siempre acompañado a la guitarra por Chris Von Schneider, Tony Sales a la batería (sobrino de Hunt Sales quién tocó con Iggy Pop y David Bowie entre otros) y Atom Ellis al bajo (The Tubes) tras el éxito de su última visita en 2019.

El primer concierto que viste fue de The Beach Boys y te impactó mucho. Surfin’ USA fue también uno de los primeros discos que escuchaste. ¿Son tu mayor influencia?

C.J.: No fueron mi mayor influencia, pero sí mi primera gran influencia. Los dos primeros discos que compré fueron Surfin’ USA y «On Top» de Chuck Berry. Debo añadir que los Beach Boys tenían todo el equipo de Fender, y yo estaba enamorado de las guitarras eléctricas, así que eso sumó.  Me di cuenta de que eran similares a Chuck Berry. En aquella época, todos los grupos incorporaban a Chuck Berry, incluidos los Beach Boys. Pude conocerlos y hacerme amigo de ellos cuando tocaron en el Cow Palace en el verano de 1962.

Y, por supuesto, La Invasión Británica también fue muy importante para ti.

C.J.: Ah… ¿Tú qué crees??! (irónicamente y con sonrisa tímida).

De niño te enamoraste del sonido de la guitarra eléctrica. ¿Qué queda de aquel crío que tenía una guitarra de plástico de Mickey Mouse con 4 cuerdas? ¿Alguna vez imaginaste que te convertirías en una leyenda?

R: Bueno, eso no lo sé. Nunca soñé que llegaría al nivel al que llegó, pero sabía que dejaría mi huella. Pero la Invasión Británica me empujó definitivamente al precipicio y al abismo del rock n’ roll. El resto es historia.

Tomaste algunas clases con un profesor de guitarra español pero no te enseñó lo que querías. De hecho, no tenía ni idea cuando le pediste que te enseñara la intro de Johnny Be Good. Fuiste autodidacta tocando con la música a 16 RPM, ¿no es así? ¿Cómo fue ese tipo de aprendizaje para ti?

C.J.: Fue muy difícil aprender de esa manera. Rayé muchos de mis LPs. Me gustaría añadir que en aquella época, descubrí que no había nadie que pudiera enseñarme este tipo de música en la guitarra.

Con tan solo 15 años empezaste a tocar con lo que sería el gérmen de la banda como grupo de versiones, primero llamado The Chosen Few y luego The Lost and Found. Parece ser que tras el último concierto en directo de los Beatles en 1966 (Candlestick Park, San Francisco) os convertisteis en The Flamin’ Groovies. ¿Cómo recuerdas este proceso de empezar a escribir vuestras propias canciones?

C.J.: Bueno, tienes razón en la cronología de los nombres de las bandas. El proceso de escribir nuestras propias canciones se produjo lentamente. Fue Roy Loney quien propuso la primera canción original, llamada «I Belong To Me». Se escribió para una batalla de bandas en el Cow Palace, y esa canción acabó convirtiéndose en la canción «Roadhouse» que aparece en el álbum Flamingo. Y esa fue la primera canción que arreglé, y cómo empecé mi colaboración con Roy como arreglista.

Tuviste una especie de poliomielitis (poliomielitis bulbar) cuando eras muy pequeño que te impedía mover el cuello y pasaste mucho tiempo postrado en la cama. Eso te llevó a dibujar y te convertiste en un gran ilustrador. ¿Fue un periodo duro?

C.J.: Me dediqué a leer mucho y a hacer muchos garabatos mientras me recuperaba, duró unos tres años.

Sin embargo, esto te llevó a ser dibujante de cómics para Disney en los años 80 haciendo portadas de cómics de Mickey Mouse durante un año aproximadamente. Parece que este personaje tiene mucho peso en tu vida (risas). ¿Qué recuerdas de aquella época?

C.J.: Bueno, la idea de Disneylandia surgió el día en que nací yo. Los dibujos animados de Disney fueron una parte importante de mi vida antes de la poliomielitis. Mientras trabajaba para Disney también grababa «Rock Juice», así que estaba bastante ocupado.

Después del éxito de Shake Some Action en la película Clueless en los años 90. ¿Cuál consideras más rentable, la industria del cine o la de la música?

C.J.: En aquel entonces la industria musical era más rentable.

A pesar de escribir canciones brillantes como You Tore Me Down, tardaron mucho en ser grabadas y te costó mucho que alguien se interesara por ellas. ¿Por qué crees que ocurrió eso?

C.J.: Porque el rock n’ roll de guitarras estaba siendo relegado a un segundo plano, y eso afectó no sólo a los Groovies, sino también a los MC5 y a los Stooges (a los que yo consideraba en aquella época la vanguardia del rock americano).

La gira con la banda australiana Hoodoo Gurus (una de mis favoritas) hizo que volvierais a la carretera ya que ellos eran muy fans de los Flamin’ Groovies y os querían en su gira. ¿Qué le debes a tus fans?

C.J.: Lo que le debo a mis fans es mucho amor.

Otra de tus facetas es la de escritor de columnas musicales como The San Francisco Beat. ¿Sigues haciéndolo actualmente?

C.J.: Sí, todavía tengo mi columna «The San Francisco Beat» en Ugly Things. Mi última columna saldrá a mediados de abril.

Eres un artista muy completo ya que pintas sobre lienzo, ¿verdad? ¿También eres autodidacta?

C.J.: Sí, pinto sobre lienzo y sí, soy autodidacta. Y aún sigo aprendiendo.

No te interesan en absoluto las nuevas tecnologías. ¿Cómo te las arreglas para estar al día?

C.J.: Con un poco de ayuda de mis amigos. Mis amigos infinitamente pacientes.

A lo largo de los años, la banda ha tenido varias formaciones. ¿Cuál es tu favorita?

C.J.: Mi formación favorita es siempre la actual. Pero también considero la formación de Roy Loney y la de Chris Wilson como favoritas especiales, por las grabaciones que hicimos juntos.

Una de las desventajas de hacerse mayor es que se pierden amigos por el camino. ¿Echas de menos a Roy?

C.J.: Por supuesto que echo de menos a Roy. Echo de menos a todos los que han fallecido, muchísimo.

Hablando en términos generales y como músico con una dilatada carrera. ¿Qué opinas de la escena musical actual? ¿Sigues a las nuevas bandas?

C.J.: Sólo sigo bandas en el underground. Todo lo que está en la superficie es basura barata.

Vuestro último disco salió en 2017. ¿Tenéis pensado grabar algún material nuevo?

C.J.: No hay planes por el momento.

Actualmente, con la pandemia. ¿Cómo es vuestra experiencia en las giras?

C.J.: Sin experiencia. No ha habido ninguna experiencia aún.

Drogas, comida basura, todo tipo de excesos, no parecen hacer estragos en ti. ¿Cuál es tu secreto?

C.J.: Todo lo que puedo decir es que sigue siendo un secreto.  Pero hay un retrato mío, en el desván. No tiene muy buena pinta…  (guiño).

¿Queda Cyril Jordan para largo? Espero que sí.

C.J.: ¿Quedamos alguno de nosotros para largo? Nadie sabe la forma en que vendrán las cosas. Pero esperemos lo mejor. Es todo lo que podemos hacer.

Muchísimas gracias y hasta el próximo 20 de abril.

C.J.: He disfrutado de la entrevista.

Un placer.

martes, 17 de diciembre de 2019

MUERE EL LÍDER DE LOS FLAMIN' GROOVIES, ROY LONEY, A LOS 73 AÑOS

ABC, 16/12/2019

[D.E.P., Roy. Gracias por los buenos momentos que nos has hecho pasar con los Flamin' Groovies y los Phantom Movers.]

Fue cofundador de la influyente banda de culto garagera



Roy Loney, líder fundador de la influyente banda de garage Flamin 'Groovies, ha muerto a los 73 años. La banda anunció la noticia en Facebook, declarándose «profundamente tristes y aturdidos».

Su novia le contó al «San Francisco Chronicle» que murió de insuficiencia orgánica en el California Pacific Medical Center de la ciudad. «Roy nació el viernes 13 y murió el viernes 13», dijo. «Eso es algo muy emocionante».

La legendaria banda californiana formada en los años sesenta en San Francisco encaja como pocas en el guante de «banda de culto». Responsables de un repertorio plagado de extraordinarias canciones, en cierto sentido pioneros del punk, el power-pop o la nueva ola, hábiles alquimistas que combinan la energía e inmediatez del mejor y más genuino rock & roll con la sensibilidad y la consistencia melódica del pop más exquisito.

Loney dejó la banda en 1971. Luego grabó material en solitario mientras los Flamin 'Groovies continuaron con Chris Wilson como líder, grabando éxitos de power-pop como Shake Some Action. Loney volvió al grupo en alguna ocasión, por ejemplo en 2016 donde el resto del grupo explicó así como ellos y Loney eran diferentes: «No nos costó nada convencerle de que tocara con nosotros porque hemos crecido juntos y siempre hemos seguido siendo amigos. No somos como otras bandas».

domingo, 29 de diciembre de 2013

FLAMIN' GROOVIES: LA MEJOR BANDA DE ROCK AND ROLL

Más truenos, 02/02/2013


“Los Groovies son la mejor banda
de rockandroll de todas las mejores
bandas de rockandroll”

Jaime Gonzalo, ex-director de Ruta 66

Si esto lo decía a propósito de “Way over my head”, pieza de pop incandescente pero menor y ya de su última y menos satisfactoria etapa, qué hubiera dicho de comentar alguno de sus temas mas logrados y flamígeros.

Es verdad que esto es una afirmación maximalista, realizada por un fan enfebrecido al toparse con un nuevo artefacto groovico, pero qué sería del rock sin alabanzas desmedidas como éstas, sin esos egos más consistentes que la ciudad de Petra, ¡¡si hasta Liam Gallager, el payaso de los Oasis se autoproclamaba a la altura de Lennon y Elvis!

Como siempre, como en todo estas manifestaciones epopéyicas alimentadas por la subjetividad más recalcitrante habrá que considerarlas a medias y acompañadas de una sonrisa de complicidad; ponderadas según el criterio y las sensaciones de cada cual, habremos de asentir el aserto que ya nos regalara nuestro antiguo profesor de Química de segundo de BUP, Don Manuel Serrano, de que “nada es verdad ni mentira, sino que todo depende del color del cristal con que se mira”.

Sí es cierto que los Groovies fueron (lo que queda ya sólo es un remedo insignificante de su grandeza pretérita) una banda ejemplar en las actitudes, talentosa y exquisita a la hora de la revisitación y memorable en la composición. Consiguieron como pocos conjugar la eterna y determinante dualidad Stones-Beatles con una clase inigualable, respetaron la tradición y fomentaron una devoción desmedida por el rock and roll clásico cuando todo empezaba a fenecer en pos de un sinfonismo inane, fueron vehementes en la interpretación en directo, donde alcanzaron su verdadero potencial y se autoexcluyeron de la dictadura de las modas de las cuales siempre renegaron. Ante todo fueron fans que hicieron de pasión virtud, que tocaban música para divertirse y poder escapar de la rutina que atenaza la vida de la mayor parte de los mortales; fueron festivos y hedonistas y buena parte de su mundo se reducía al aspecto lúdico de una existencia en la que no dudaban en perseguir cabezas adolescentes alocadas con canallas como Kim Fowley o proclamar en brillantes canciones que era frenética acción lo que necesitaban para estar eternamente felices y dichosos.

Los descubrí a propósito de “One night stand”, un refrito de antiguos éxitos, producido desde Australia por un fan, Meter Noble, que les dio la penúltima oportunidad donde resarcirse de un pasado reciente drogota y de expolio en los derechos de autor. En “One night stand” estaban confinadas perlas del calibre de “Shake some action”, “Slow Death” y algunas, magníficas, versiones de héroes como los Hoodo Gurus, The Who o Paul Revere and the Raiders. Informado de que en la banda sólo había dos componentes originales, Jordan y Alexander, y de que el guitarra y el batería eran dos mercenarios jóvenes a sueldo que estaban en las antípodas estilísticas de antiguos groovies, me dispuse a zambullirme en el universo de los de San Francisco sin dudarlo ni un instante. Si con esos mimbres “One night stand “ era un engendro altamente elocuente y disfrutable, me chupaba los dedos de sólo pensar lo que me podría encontrar accediendo a sus referencias míticas, aquellas acompañadas del semiactor Roy Loney o con el armonioso Wilson en su fecunda etapa británica al cobijo del gran Dave Edmund .



A partir de entonces me convertí en un fanático de los Flamin’ Groovies, adoptando en su nombre mi pseudónimo de guerra en cuestiones rockandrolleras, persiguiendo cualquier disco, reseña literaria, noticia en la que se descifrara los porqués del mito que les acompaña como leyenda de culto. Incluso durante años lucí orgulloso camiseta serigrafiada, vía fotocopiadora chapucera, con el frontal de esa obra maestra 5 estrellas, ese alegato guitarrero con más cool que la discografía completa de Miles Davis, que atiende por Now.

Me hubiera gustado extenderme más, contar algunas anécdotas que me ocurrieron en su nombre, mis problemas con una casa de discos de Madrid donde me hice con el Supersnazz o cómo gastarse los pocos dineros que se tienen de estudiante en importar discos desde Australia a más de 12 euros de los de 1988, pero el tiempo apremia.

Acompañaré no obstante toda la discografía oficial de los geniales…FLAMIN’ GROOVIES!!!!



Sneakers (1968)

Extended Play grabado en 1968, primera referencia groovie después de dejar atrás el nombre de Lost and found. La influencia del frontman Roy Loney, célula rockandrollera del grupo y artista diletante, se deja notar. Siete temas que divergen estilísticamente entre el country rock (“Golden clouds“) hasta el ragga ( “My yada“) pasando por el r&b psychedélico west coast (“The slide“) o el beat irresistible ( “I’ m drowning”). Los Groovies todavía parecían más una orquesta de salón capaz de poder con cualquier cosa que una banda que decididamente ha encontrado su rumbo.

Aún así debe considerarse un frugal y sabroso entremés.

Supersnazz (1969)


Si alguien ha comprado alguna vez en la tienda de Madrid Escridiscos le sonará la portada ya que es utilizada como bolsa de compra. Su mejor carátula y la más definitoria de la idiosincrasia groovie: 5 muñecos con sonrisas de oreja a oreja asiendo botellas de gas, cubos ardientes y cartuchos de dinamita a modo de baquetas. Ese espíritu festivo e incendiario que he comentado antes te lo encontrarás a espuertas en este magnífico decálogo de rock and roll mueve pistas ideal para poner patas a arriba cualquier fiesta mortecina y crepuscular. Sigue mandando Loney (no hay pega si firma temazos como “Love have mercy” o “The first one free“) dejando a Jordan algunas cositas de menor relevancia (“A part from that“,”Brushfire“). Entre tanto, el sándwich se complementa con algunas correctas versiones de clásicos americanos y con una excelente muestra de su poderío en las baladas (“Laure did it“).Los cimientos empiezan a ser firmes y el grupo se encuentra preparado y excelentemente engrasado para abordar empresas de mayor calado: los extraordinarios Flamingo y Teenage Head.

Flamingo (1970)

Abandonada la estancia en Epic la banda es acogida por el label Kama Sutra, cuyo primer trabajo es este fantástico Flamingo. Uno de los pilares de la leyenda Groovie, rellenito de potentes rockandrolles al modo Loney (“Gonna rock tonite“, “Second Cousin“), elocuentes y salvajes muestras de lo que una banda en plenitud de facultades puede llegar a conseguir con dos guitarras (vaya duelo entre Tim Lynch y Ciryl Jordan), bajo y batería y de cómo el punk comienza a tomar forma bastantes años antes de que Rotten y cía escupan por primera vez al público (“Headin for the Texas border“, “Road house“). Estos tíos son unas monstruos y le pegan por igual a los estandars littlerichardianos (“Keep a knockin“) que al rockandroll, que definiendo el protopunk, como de forma inopinada e insospechada se atreven y bordan una suite psychedélica a mayor gloria del sonido Canterbury.

Están en la cima de su poderío y todos nos hemos dado cuenta.



Teenage Head (1971)

Considerada por muchos la obra capital de los Groovies etapa Loney (después de este trabajo se larga con los Phantom Movers para seguir pergeñando rockandrolles chisposos y rutilantes y renacer su etapa teatral con viejos conocidos como el actor de la película Cabaret). Sea así o no Teenage Head es tan obligatorio como Flamingo y Supersnazz y tan bueno como cualquier excelente disco que puedas llegar a recordar. Quizá sea su disco más homogéneo estilísticamente hablando, el mejor secuenciado y el más claramente stoniano, lo que pueda haberle convertido en el más apreciado y valorado. Razones, como siempre, no faltan. Desde la slides de “High Fying Baby” hasta la sentida y exilemainstreetiana “Whiskey woman” todo encaja con perfecta sincronización. Teenage es rock setentero americano , ése que macera con certera combinación country, blues y garage, ése que llega a las entrañas y te hace seguir estremeciendo y disparando las glándulas sudoríparas y adrenalínicas. Mi debilidad: “Have you seen my baby?” Irresistible y espídico cover del genio Randy Newman. Un 10. A archivar junto al Sticky Finger, el Sailing Shoes de Little Feat y el Second Helping de Lynryd Skynryd.


Shake Some Action (1976)

Primera entrega de su etapa Beat británica producida por Dave Edmunds y su disco más conocido y valorado. Si hacemos caso a lo que se publica por ahí estamos ante el mejor disco concebido por la Invasión Británcia desde 1964, una leyenda del rock and roll desde el mismo momento de su publicación, 1976; una joya atemporal como pocas y el mejor tributo posible a los Fab4 de Liverpool.

Recapitulemos. La marcha de Loney tras Teenage Head, la detención por tráfico de cocaína de Tim Lynch y el abandono del batería Danny Mihm coloca a los Groovies al borde de la desaparición. Pero Jordan es un tipo duro de pelar que no abandona así como así y recluta para sustituirles a Chris Wilson (luego en Fortunate Son y Barracudas), James Ferrell y David Wright. El resultado es más que sorprendente por satisfactorio. Sin la perspectiva impuesta por Loney haciéndole sombra, Jordan se dedica a lo suyo, a componer en compañía de Wilson preciosas canciones pop con magníficas voces en la mejor tradición Everly Brothers, Beach Boys y Beatles de menos de 3 minutos (“Sometimes“, “You tore me down“, “I can’t t hide“) que atrapan toda la magia compositiva de Lennon/McCartney sin perder un ápice de personalidad groovica.

Como he mencionado antes las canciones sintonía beat se imponen, pero queda espacio para certeros disparos rockeros ( “St .Louis Blues” y “Dont’t you lie to me“), recuerdos nada nostálgicos de un pasado feroz. Mención especial merece la canción que titula al disco, una de sus mejores canciones de siempre que es como decir una de las mejores de la historia, la perfecta canción pop, insuperable carta de presentación de un disco espléndido a pesar de excluir uno de sus temas más alabados en ese periodo, “Slow Death“. Totem pop que sin embargo, a mi parecer, se verá superado con la publicación de su posterior trabajo.



Now (1978)

Si Shake es su disco Beatles, este es su insuperada colección Byrds. No albergo dudas, este es el mejor disco de los Groovies junto con Teenage Head, superior a Shake some action y uno de los mejores discos de rockandroll de todos los tiempos. Así, con dos cojones y un palito. Reconforta comprobar como lo atestigua también la Guía esencial del Punk y la Nueva Ola publicada por Rock Indiana.. Si esplendorosa es la versión Byrd de “Feel a whole lot better” cojonuda es “Move it“, si evocadora es “Take me back” impresionante es “Reminiscing“, si impecable es la versión Stones (“Paint it black“) mágica acontece “Dont’t put me on“. Luego están la saltarina y roquera “House of the blue light” y, en fin, para qué seguir. Todo aquí es sublime, perfecto, impecable.¿Y las guitarras?,¡Dios, qué guitarras!, ¡cómo suenan las de “Don’t put me on” y las de “Feel a whole“!. Y es que ésto no es un disco, es un homenaje a mayor gloria de la guitarra en todas sus modalidades.

Si no me crees, si piensa que exagero, deleítate con la foto de contraportada y hazte con este disco cuando vayas a comprarte el próximo. Lo dicho, un 11.




Jumpin’ In The Night (1979)

”Estoy escuchando este álbum después de 20 años, pero cada nota, armonía, guitarra de 12 cuerdas está prendida en mi memoria. Vi a los Groovies una docena de veces en 1980 y en cada show me golpeaba contra las vallas. Recuerdo a los músicos tocar guitarras de 12 cuerdas y bajos de 8. Eso era poder. Eso era pop, pero no power pop, era el Apocalipsis a base de jangle, garage, Beatles, Byrds y Stones. Por aquéllos entonces los Groovies tenían mucho más que ver con The Clash (siempre, afirmo yo. Nda) que con The Knack”. Quien habla así de este disco y de los shows que acompañaron a su publicación no es cualquiera. Es Steve Wynn, responsable de uno de los mejores discos de 80’s, “Days of wine and roses” con su banda “The Dream Syndicate” y un excelente conocedor de la Historia del Rockandroll.

Último trabajo de la trilogía inglesa, Jumpin´ supone un bajón respecto a sus impresionantes precedentes. Como ya dije una vez, no se puede estar firmando obras maestras cada año. Aun así el resultado es más que apreciable. Siguen en sus trece con las versiones de Beatles y Byrds (ahora también acompañan una de Dylan, “Absolute sweet Mary” y otra de Warren Zevon, “Warewolves of London“) y los temas propios son estupendos (“Jumpin’ in the Night”, “First plane home“) aunque no fantásticos. Lo que no ha cambiado son las guitarras que vuelven a ser fantásticas y despegan a la atmósfera tan rápido como el ozono. Jumpin’ supone el punto final a la edad aristocrática y dorada de su existencia. A partir de este momento las deserciones, las drogas y los múltiples problemas con las discográficas harán mella definitiva en la banda. Han sido años de rockandroll, de honestidad y sacrificio, de amoríos por una forma de vida que nunca les juzgó acertadamente y siempre les negó los logros que ellos merecieron. Pero nada de eso importa a los que como yo les seguimos adorando, fieles escuderos de su andanzas, porque ellos representaron mejor que nadie la honradez y la pasión del que ama el rockandroll por encima de todas las cosas. A modo de corolario, de síntesis subjetiva, “no fueron los más grandes pero sí los mejores”.



One Night Stand (1987)

De este disco ya he hablado en la introducción. Finiquitada la productiva y provechosa etapa británica, Jordan se encuentra una vez más solo en compañía de su fiel Alexander. Será otra vez un fan, Peter Noble, el que le rescate del olvido, esta vez desde Australia. One nigth stand es, como no podría ser de otra manera, una trabajo que huele a recalentado, consistente en poner al día las célebre canciones que le otorgaron prestigio y reconocimiento. Ayudados por un guitarrista más cercano al hard que al rock y el beat sesentero y por un eficiente batería, van desgranando éxitos imperecederos (“Shake some action” y “Slow death) conjugados con efectivas versiones de amigos (“Bittersweet“, de Hoodo Gurus) e ídolos de juventud (“Kicks” de Paul Rever and the Raiders) y “Call me Lightning” (Pete Townsed, The Who) aparte de un espídico “Money” y un sensacional “Tallahassie Lassie“. El resultado lejos de defraudar nos vuelva a congraciar con una banda que ha perdido definitivamente la brillantez pero que todavía e capaz de dar coletazos de buen rockandrol y hacernos pasar un rato extraordinario. Pongánle que quien tuvo, retuvo.



Step Up (1991)

Último trabajo original conocido (bueno hay otro por ahí de título Rock Juice que es Step Up modificado) y segunda referencia tras su regeneración australina. Algo más consistente que One night stand pero menos convincente por la ausencia de joyas del calibre etapa Sire. Todavía hay trallazos (“Way over my head“, “She’s got a hold on me“, “Can’t stay away from you“) que harían palidecer toda la discografía de epígonos como Fortunate Son y Barracudas, mas hace tiempo que el duende creativo de enjundia les dejó de visitar. Norma es acompañar la producción propia con excelsas versiones. En este caso los homenajeados, bien es cierto que con poco brillo, son Dave Edmund (“Land of the few“) y una enésima y anodina recreación del “Milcow Blues“. Si en todos sus discos hay alguna sorpresa, las de este son un sentido homenaje a Lennon con título elocuente y parco: “Thanks John” ; y un agradecido tributo a la tierra que les acogió recientemente y les brindó su cariño, “Way down Under“.