lunes, 31 de octubre de 2022

BLUES EN LA ENCRUCIJADA: LOS ORÍGENES DE ROBERT JOHNSON I, «SWEET HOME CHICAGO»

Ruta 66,  26/10/2022


Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.

La teoría más acertada al respecto del éxito comercial de Robert Johnson parte de la base de que el blues es un constructo cultural blanco y anglosajón. La idea de blues que tenemos brota de los textos que infinidad de autores de clase media o alta han publicado desde la década de los 60. Esto quiere decir que la imagen que tenemos de Johnson no tiene nada que ver con la realidad, de hecho, ha sido diseñada para que tengamos un mito que lo explique todo. Un icono con el que describir todo lo que ocurrió antes de 1959. Un solo artista al que escuchar para poder decir que te gusta el blues, si es que crees que asegurar tal cosa en público te convierte en alguien intelectualmente respetable en lo tocante a la música popular del Siglo XX. Robert resume lo que cualquiera que no tenga la menor idea sobre el género cree que es el blues. El arquetipo perfecto de afroamericano pobre del sur de Estados Unidos, el rambler[1] por antonomasia, el artista torturado, el músico que vendió su alma al diablo en el cruce de caminos, el alcohólico, el mujeriego descarado que dio con la muerte en una botella de licor de maíz envenenada por un marido celoso a la conveniente edad de 27 años, inaugurando un club de jóvenes artistas malditos y malditas. No cabe duda de que la realidad nos otorga en ocasiones historias tan buenas que parecen ficción y no lo son, ¿Es el caso de Robert Johnson? El presente texto es el primero de una serie de artículos en los que espero deconstruir la leyenda del bluesmen más misterioso de todos los tiempos.

Sweet Home Chicago / Walkin' Blues by Robert Johnson (Single, Delta Blues):  Reviews, Ratings, Credits, Song list - Rate Your MusicLo primero que quiero decir al respecto es que nadie sabe si murió a la edad de 27 años. Nadie sabe la fecha exacta en que Robert Johnson llegó al mundo. El estado de Mississippi no registraba los nacimientos antes de 1912, tampoco lo hicieron en el condado Copiah County o en la ciudad de Hazlehurst, en la que nació el artista. Los datos oficiales extraídos de registros escolares y matrimoniales, así como su certificado de defunción, indican que pudo haber nacido en 1908, 1909, 1910 y 1912. Se ha llegado al consenso de que nació el 8 de mayo de 1911, así podemos presentarle como fundador del famoso “Club de los 27”. Lo cierto es que tampoco podemos estar seguros de que naciera en Hazlehurst, puesto que la única fuente de esto es su madre, Julia Ann Majors Dodds, de cuya memoria nos podemos fiar hasta cierto punto, ya que no llegó a confirmar una fecha. Del padre, Noah Johnson, solo sabemos el nombre. Tampoco sabemos cómo y cuándo murió. Existe un certificado de defunción, hallado por el escritor e historiador Gayle Dean Wardlow en 1973. Por desgracia, lo que nos dice el documento es que Robert Johnson no recibió atención médica alguna ni se realizó una autopsia para determinar la causa de su fallecimiento. Establece una fecha y una localización: el martes 16 de agosto de 1938 a las afueras de Greenwood, Mississippi. Años más tarde se consultó por segunda vez el certificado de defunción, en esa ocasión se revisó el documento original, descubriendo que en el dorso había unas anotaciones manuscritas, según las cuales el dueño de la propiedad donde Johnson había muerto, la plantación “Star Of The West”, era un tal Luther Wade. En estas líneas constaba una causa de muerte, la sífilis, dando carpetazo a una posible investigación por asesinato. Aquí acaba todo lo contrastable sobre la vida y la muerte de Robert Leroy Johnson, la persona, el resto está basado en testimonios cuya veracidad es imposible de medir, por lo que no voy a entrar en ellos. En consecuencia, la única certeza sobre él son sus grabaciones y eso es lo que pretendo abordar aquí.

Vamos a empezar por su gran clásico, “Sweet Home Chicago”. Antes de empezar les ruego que detengan la lectura y escuchen tres canciones: una de 1928, el “Kokomo Blues” de Francis Hillman ‘Scrapper’ Blackwell, otra de 1934, el “Old Original Kokomo Blues” de James ‘Kokomo’ Arnold y, por último, “Sweet Home Chicago”, de Robert Johnson, que fue grabada en 1936 y lanzada en 1937 con muy poco éxito. Una vez hayan hecho esto se preguntaran si Johnson plagió su gran obra maestra. Con el prisma actual es evidente que sí, no obstante, en los años 20 y 30 del siglo pasado no existía un concepto de autoría como el que manejamos hoy, especialmente entre los y las artistas de blues que eran exclusivamente afroamericanos y afroamericanas. El primer caso de plagio ganado por un artista negro fue el de Chuck Berry y su “Sweet Little Sixteen” de 1958 contra los Beach Boys y su «Surfin’ U.S.A.” de 1963. Hubo litigios con anterioridad, algunos de ellos sustentados por canciones de blues, género exclusivamente negro durante años, de ahí que originalmente fueran race recdords, o música con raza. Lo que quiero decir con esto es que tanto Blackwell como Arnold grababan canciones folclóricas, con progresiones de acordes y letras estandarizadas a base de usarlas para atraer audiencias ocasionales a lo largo y ancho del sur de Estados Unidos. Nadie se consideraba el creador de nada y todos estaban de acuerdo en el hecho de que si algo funcionaba comercialmente y eras capaz de darle tu estilo, debías hacerlo. La alternativa a eso no era un juicio millonario por el cual obtener un millonario acuerdo extra judicial. Eventualmente se producían escaramuzas legales entre disqueras. Sweet Home Chicago by Robert Johnson - Full Score Guitar Pro Tab |  mySongBook.comPor ejemplo, Victor Recrods acusó a OKeh Records de que su éxito “Stop and Listen Blues”, de los Mississippi Sheiks, era un plagio del “Big Road Blues” de Tommy Johnson (sin relación con Robert, al menos familiar). Esto era tan absurdo como que Tommy desarrolló su repertorio exclusivamente para poder grabar tras ser recomendado por el bluesman Ishman Bracey al cazatalentos H. C. Speir. Fue el propio Bracey el que le ayudó a reelaborar varias piezas populares con el fin de alcanzar el mínimo de cortes necesarios para conseguir un contrato discográfica exigían en aquel momento, ni más ni menos que cuatro. ¿Por qué cuatro? Porque eso permitía a las compañías editar dos sencillos, con una canción en cada cara, y rentabilizar el coste de la grabación y el salario de los y las artistas, a los que se les hacía firmar una cesión de derechos. Esto funcionaba así, por lo tanto, era completamente absurdo hablar de plagios, no es que se copiasen, es que era la metodología de trabajo establecida en la industria. Robert Johnson hizo lo que un cantante y guitarrista de folk rural del Delta del Mississippi hacía para ganarse la vida: actuar constantemente y grabar siempre que estuviera remunerado de forma adecuada. Cuando digo remunerado de forma adecuada, me refiero a una cifra a la que un vagabundo negro podía aspirar en aquel momento y aquel lugar. Johnson no pensaba en el dinero que podía generar “Sweet Home Chicago”, bastante tenía con evitar que lo mataran por el color de su piel.

Si las cosas eran tan prosaicas, ¿Por qué ha sobrevivido una canción y las otras dos no? La respuesta no es científica, pero sí evidente: Porque la grabó Robert Johnson, nuestro icono del blues. No solo ha prevalecido, la inmensa mayoría cree que fue un pionero. Es abrumadora la cantidad de gente que está convencida de la importancia pivotal de Robert Johnson en el nacimiento y el desarrollo del blues. No fue así y “Sweet home Chicago” es un buen ejemplo de ello. Aunque nos resulte difícil de creer, no fue un éxito en 1937 y ni siquiera fue incluida en el lanzamiento de “King Of The Delta Blues Singers” por Columbia Records en 1961. El recopilatorio tuvo un impacto radical en Bob Dylan, Jimi Hendrix o Keith Richards, dio alas al nacimiento del rock como movimiento cultural y artístico. Dado que estaba orientado a la audiencia blanca, intelectual, folclorista e incipiente, que lideraban Dylan y Dave Van Ronk, los responsables del álbum dejaron fuera las piezas que, en su opinión, mostraban a un bluesman tradicional (algo completamente pasado de moda en EE. UU.), seleccionando aquellas con las que pudieran construir un mito. La leyenda del maldito, perseguido por demonios, obsesionado con las mujeres, el diablo y las carreteras. Fue Magic Sam el que popularizó en cierta medida “Sweet Home Chicago” al incluir una versión en su “West Side Soul”. De hecho, cuando al final de la película de 1980 “The Blues Brothers”, dirigida por John Landis y protagonizada por Dan Aykroyd y John Belushi, interpretan la canción de Robert Johnson, Belushi se acerca al micro y pronuncia las siguientes palabras: “This is dedicated to the late, great Magic Sam”, lo que en español quiere decir que se la dedican al difunto y gran Magic Sam.

Con todo esto no intento desprestigiar en absoluto a Robert Johnson. Todo lo contrario, piensen detenidamente en ello. Vamos a tomar como referencia a Kokomo Arnold, que sin duda inspiró “Sweet Home Chicago”. Arnold tomó una canción de Blackwell y la convirtió en su seña de identidad, incluso adoptó el título como apodo. Obtuvo un gran éxito dentro de sus posibilidades y llegó a ser un bluesman muy reconocido, mucho más que Johnson. De hecho, el bluesman Honeyboy Edwards cuenta que conoció a Robert mientras este actuaba en un callejón de Greenwood, Mississippi, mas al escucharle dio por hecho que se trataba de Kokomo. Puede que esto fuera así hace noventa años, pero hoy en día la estrella del rock es Robert Johnson y no es casualidad. La primera biografía de Robert apareció en 1959, a modo de capítulo del libro Samuel Charters The Country Blues. En ella se hace referencia a Robert Johnson como un absoluto don nadie. Charters asegura que Robert Johnson no fue más que uno de tantos nombres impresos en viejos discos de 78 RPM, olvidados y cubiertos de polvo. El hecho de que Columbia decidiera publicar un LP con una selección de sus canciones fue crucial, pero lo más importante es que su obra seguía vigente. Interpelaba directamente a la vanguardia cultural del momento en Nueva York, y eso es mérito exclusivo de Robert Johnson. se sigue pinchando y tocando hoy en día, sin la necesidad de variar un solo acorde. Logró trascender a su género, marcando el rumbo a muchos, al punto de convertirse en un producto susceptible de ser vendido a cualquier tipo de público. Constituyó además una excelsa maniobra de marketing por parte de Robert Johnson: colocó a Chicago como la tierra prometida más de diez años antes de que alguien pudiera ver claro que la ciudad del viento acabaría siendo conocida como el hogar del blues.

Come on

Baby, don’t you wanna go home

Come on

Baby, don’t you wanna go home

Back from the land of California

To my sweet home Chicago 

Vamos

Nena, ¿no quieres ir a casa?

Vamos

Nena, ¿no quieres ir a casa?

De regreso de la tierra de California

A mi dulce hogar Chicago

Aunque con la premisa de que todo es relativo podríamos cuestionar también este punto. ¿Por qué? Porque no sabemos si esto lo robó de alguna otra parte, tampoco qué pretendía decir Johnson en caso de que fueran sus palabras. Podría no tener ningún significado o, dado el retorcido sentido del humor que encontramos en la lírica del Delta, puede que estuviera siendo sarcástico con lo de “Chicago, dulce hogar”. Al fin y al cabo, Johnson estuvo en Chicago y también en Nueva York, pudo quedarse y convertirse en artista discográfico, pero se volvió a Mississippi. Tampoco sabemos por qué, podemos asumir que era su hogar y por ende su contexto; una tierra en la que sabía moverse y le encontraba un sentido a su existencia. Pero, ¡qué demonios! Demos por bueno que fue un visionario. Que el éxito de su estilo parte de la autoconciencia, de la convicción personal que le empujaba a cuidar su obra con el fin de que trascendiera. Lo que es evidente es que de la diferencia entre “Kokomo Blues” y “Sweet Home Chicago” obtenemos una medida exacta de la grandeza de Johnson. Escúchenlas y saquen sus propias conclusiones.

Continuará…

[1] Término vernáculo para referirse a un músico ambulante.

domingo, 30 de octubre de 2022

MUERE JERRY LEE LEWIS, LA ÚLTIMA LEYENDA DE LA EDAD DORADA DEL ROCK AND ROLL

Fernando Neira

El País, 28/10/2022

[Se nos ha ido el último de los pioneros.]

El músico ha fallecido a los 87 años en su casa de Memphis


Jerry Lee Lewis, la última leyenda de la edad dorada del rock and roll, ha muerto este viernes a los 87 años en su casa de Memphis (Tennessee). Algunos portales llevaban un par de días rumoreando sobre su fallecimiento, pero la triste noticia llegó al final este viernes. A Jerry Lee Lewis le apodaban elocuentemente The Killer (El Asesino), por su temperamento colérico y fiereza interpretativa, se convirtió en pionero e icono del rock and roll, rivalizó en la década de los cincuenta con toda aquella gloriosa avanzadilla de la nueva música del diablo –Elvis Presley, Chuck Berry, Little Richard, Carl Perkins–, los sobrevivió a todos y siguió impartiendo lecciones de furia hasta bien entrado en la condición de octogenario. Pero su ya maltrecha salud le dio la espalda definitivamente a los 87 años. Deja una vida de película (en todos los sentidos, también el literal: Great Balls of Fire triunfó en la gran pantalla en 1989), momentos trágicos y truculentos y, sobre todo, dos de las canciones más importantes de la década de los cincuenta: Whole Lotta Shakin’ Going on y, claro está, esas celebérrimas “Grandes bolas de fuego”.

Había nacido en Ferriday (Louisiana) en 1935, en el seno de una familia paupérrima que supo barruntar su descomunal talento artístico y se endeudó para comprarle un piano de pared de tercera mano que le enseñaron a tocar desde los 10 años dos de sus primos. Encarnaba el perfil más temible y afilado de aquella nueva música excitante que supo canalizar las ansias de liberación juvenil tras el trauma de la guerra. Elvis podía mostrarse también como un chico tierno y adorable, pero Lewis –pelo largo y rubio, fuerte acento sureño, actitud desafiante y libidinosa– era el yerno que ningún padre desearía encontrarse en casa. Y todo ello pese a haber sido educado en una iglesia evangélica, un aspecto que siempre le produciría contradicciones internas, porque agudizaba el contraste con su temperamento alocado, sicalíptico y propenso a las adicciones.

Presumía de haber debutado en público a los 14 años con un concierto en un concesionario de automóviles, desarrolló un estilo bombástico y muy teatral (siempre de pie, siempre deslizando los dedos en virulentos glissandos sobre las teclas) y terminó resultando inevitable que Sam Phillips, el plenipotenciario fundador de Sun Records, supiera de sus andanzas y le fichara para sus estudios de Memphis, primero como músico acompañante y enseguida ya como jefe de filas. Allí coincidió en 1956 con Elvis Presley, Carl Perkins y Johnny Cash, con los que integraría el llamado Million Dollar Quartet. Fue solo la antesala de sus dos temas superlativos, que estrenaría en 1957 en el televisivo The Steve Allen Show y que le catapultaron a una fama incontrolable de costa a costa.

El éxito parecía no conocer cenit, pero el mundo tampoco tardaría en descubrir el lado más turbio y controvertido de nuestro personaje. En mayo de 1958, inmerso en una gira por el Reino Unido que debía erigirle como ídolo también al otro lado del Atlántico, un reportero descubrió que su tercera mujer, su prima Myra Gale Brown, tenía tan solo 13 años cuando contrajeron matrimonio. El escándalo fue mayúsculo, Lewis fue acusado de pederastia y tuvo que suspender todo el calendario de actuaciones cuando solo llevaba tres conciertos sobre suelo inglés. Nunca se recuperaría del todo de aquel episodio: las radios estadounidenses le censuraron de inmediato y ninguna de sus cientos de composiciones posteriores alcanzaría el Top 20 en las listas.

Su legado discográfico incluye cerca de 40 elepés, notables incluso en la última década: se despidió de los estudios de grabación en 2014 con el hermoso Rock and Roll Time, pero cuatro años antes se había dado el gustazo de manufacturar un álbum de duetos, Mean Old Man, con una nómina impagable de admiradores y amigos, desde Mick Jagger a Eric Clapton, Willie Nelson o Sheryl Crow. Pese a todo, nunca logró que su nombre no estuviese más vinculado a las páginas de sucesos que a las de espectáculos. Perdió a su cuarta y quinta esposa en circunstancias nada claras (Jaren Pate se ahogó, sobre Shawn Stephens siempre pesó la sospecha de que sufría violencia machista), vio también morir a dos de sus hijos (Steve Allen Lewis se cayó a una piscina con tres años; Jerry Lee Lewis Jr., que despuntaba como batería, falleció en accidente de tráfico a los 19) y protagonizó algunos episodios terribles por su afición a las armas de fuego. Sobre todo, cuando disparó de manera fortuita a uno de los miembros de su banda o cuando en 1976 la policía le arrestó borracho en las inmediaciones de Graceland, la mansión de Presley, y descubrió que en la guantera del coche escondía un revólver cargado.

Tampoco contribuyó a paliar su aureola de chico malo el célebre incidente en la gira compartida con Chuck Berry, al que los promotores colocaron como cabeza de cartel y, en consecuencia, responsable del último concierto de la noche. Preso de los celos y de la ira, Lewis acabaría rociando el piano con gasolina y prendiéndole fuego mientras interpretaba la versión más flamígera, indudablemente, que jamás haya conocido su Great Balls of Fire.

Achantado por la mala fama y la pujanza incontestable de Beatles, Rolling Stones y demás aristocracia rockera de los años sesenta, Jerry Lee se reconvirtió a finales de aquella década como artista de country y supo mantener una trayectoria musical bastante más coherente que la vital. La versión del clásico Chantilly Lace, por ejemplo, fue muy celebrada. Pero la sucesión de peripecias extremas en su currículo era demasiado golosa como para no dar pie a obras muy relevantes en torno a su figura. En 1982, siete años antes del largometraje protagonizado por Dennis Quaid, Nick Tosches ya había dado forma a una biografía apabullante, Fuego eterno: la historia de Jerry Lee Lewis. La editorial Contra publicó la versión en castellano hace relativamente poco, en 2016.

Aquel texto no llegó a reflejar otros momentos de una vida que nunca llegó a ser del todo apacible. En 1984, por ejemplo, tuvo que someterse a una delicada cirugía para extraerle un tercio del estómago, ulcerado por los severos abusos en la ingesta de drogas. Mucho más agradable fue que en 1986 su nombre figurase, junto a Elvis, Chuck Berry, Ray Charles, Sam Cooke, James Browne, Buddy Holly o los Everly Brothers, entre los 16 primeros inscritos en el Rock and Roll Hall of Fame.

La ya maltrecha salud de estas últimas semanas le impidió asistir, el pasado 16 de octubre, a su inclusión en otro Hall of Fame, en este caso el de la música country. La muerte le visitó finalmente en el condado de Desoto (Misisipi), donde residía junto a la séptima de sus esposas, Judith Coghlan. Le sobreviven también cuatro de sus hijos. Tras la pérdida de Little Richard, en 2020, el rock and roll pierde al último de sus padres fundadores y se queda huérfano ya para siempre.

miércoles, 26 de octubre de 2022

EDUARDO BENAVENTE: EL ÁNGEL CAÍDO DE LA MOVIDA

Ulises Fuente

La Razón, 26/10/2022

Ha quedado como el gran mito de la Movida y no solo por su muerte prematura, con 20 años: de su talento, actitud y universo creativo dejó una impronta en Alaska y los Pegamoides y en Parálisis Permanente.

De él ya se ha dicho muchas veces que fue una supernova, alguien que nació estrella del rock. Eduardo Benavente podría haber sido el Bowie español y la prueba es que lleva ya más tiempo muerto del que pudo vivir y no son pocos los que siguen recordando su aura, su impronta y su inteligencia. De su universo creativo, fecundo y particular, dejó una muestra indeleble en Alaska y los Pegamoides y en “El Acto”, el disco de Parálisis Permanente que apenas pudo tocar 4 veces en directo antes de fallecer prematuramente con 20 años. La desgracia le convirtió en mito y el infortunio nos privó de un enorme talento y de una actitud incomparable. En solo tres años se convirtió en uno de los símbolos de la Movida y el próximo domingo 30 de octubre, cuando habría cumplido 60, se le rinde un homenaje en la Sala El Sol de Madrid, donde se presentará también una biografía escrita por Pedro Munster y Aníbal J. Clar. Un libro («Eduardo Benavente. El genio detrás de la cortina», Dos Calaveras) que recoge detalles biográficos desconocidos.

En primer lugar, el libro proporciona valiosa información sobre su la infancia de Eduardo, un muchacho inquieto y con una capacidad lectora superior a sus compañeros. Se pasaba el día distraído y sacaba peores notas de las que podría. En 1974, con 11 años, se compra su primer disco, “Ger Yer Ya-Ya’s Out”, de los Rolling Stones. Poco a poco se le va cambiando el carácter. Es un poco más arisco y peleón. Comienzan las malas notas y la música le interesa cada vez más, hasta que repite curso y se mete en una pelea. El colegio amenaza con su expulsión y su madre le ingresa en un centro interno en El Escorial. El colegio está en el propio edificio del Monasterio y no hay más que visitarlo en invierno para sentir mil cuentos de terror. Ahí comienza a forjarse la querencia del joven Eduardo por lo siniestro. La biografía revela otro dato muy interesante, una lectura que le marcará para siempre y que un compañero no se atrevía a terminar. Le entrega a él “Otra vuelta de tuerca”, de Henry James, una historia que va más allá del un libro de fantasmas y de presencias sobrenaturales en un ambiente cerrado y angustioso. Es una narración psicológica con la sexualidad reprimida detrás de la cortina. Elementos todos estos que florecerán muchos años después, con Parálisis Permanente.

Los Benavente eran una familia de clase media, pero con posición desahogada. Vivían en Arturo Soria, en Madrid, una zona residencial. «No soy exactamente un chico de barrio y no me puedo poner a reivindicar lo que no soy, sin embargo un cincuenta por ciento de mis amigos sí lo son y tienen que buscarse la vida, pero para entenderme con ellos no necesito hablar ‘‘cheli’'», dirá el joven aspirante a cantante. El padre de Eduardo era chófer de vehículos de lujo o gran turismo, como se les conocía, y pasaba mucho tiempo fuera de casa. Era un hombre bueno con el que Eduardo siempre mantuvo una excelente relación. “Le llamaba cada mañana cuando salían de una ciudad para otra a dar un concierto: ‘’Papi, el concierto de anoche fue genial. Estamos aquí y salimos para allá’’. Nunca dejaba de llamarle”, dice Pedro Munster, autor del libro y quien tuvo la oportunidad de conocer a Eduardo una noche que estaba esperando, como el mayor fan de Alaska y los Pegamoides, a ver el segundo concierto que daban en el mismo día el grupo donde, en aquel momento, militaba Eduardo.

Eduardo se tomó muy mal que su madre le matriculase en el internado. Allí se concentra plenamente en la música y desarrolla aún más su capacidad de observar y captar las cosas para digerirlo hacia su mundo interior. El centro se anunciaba con “una línea de disciplina austera. El colegio no es un cuartel, sino un espacio de disciplina humanizada”, decían como autodescripción. Bueno, ya saben lo que se dice: excusatio non petita... En todo caso, los métodos educativos de hace medio siglo le pondrían los pelos de punta al AMPA más disciplinado de 2022. Así que aquello fue una “mili” para Eduardo, le curtió. “Su inteligencia simplemente capturaba y analizaba lo que podía ser interesante para su propio provecho y obviaba lo demás. Y eso fue siempre así en su vida. Él se ponía una meta y la conseguía, y luego otra, y otra más. Dejaba a un lado lo que no pudiera valerle para conseguir su objetivo. Ese le hizo ser selectivo y muy voraz con todo aquello que le podía hacer crecer intelectualmente y ser más fuerte”, dicen sus biógrafos en el libro, que ha recurrido a testimonios nunca antes recogidos.

Internado en el colegio, no podía dejar de pensar en la música. Poco antes de ser enviado allí había empezado a trastear con unos amigos, en un local que alquilaban por 500 pesetas con los instrumentos incluidos. Eduardo cantaba; su amigo Toti tocaba la guitarra; Luis Bolín, la batería; y otro muchacho, de nombre Nacho Cano, la guitarra. Se llamaban Prisma y nunca actuaron de cara al público, salvo una vez: en la primera fiesta del PCE, el 15 de octubre de 1977 en la Casa de Campo de Madrid. Con 15 años, terminado octavo de EGB, no piensa seguir estudiando. Es 1978 y Eduardo asegura que “se ha codeado con todos los pijos de Madrid” y por eso se zambulle en la escena musical local. Va a conciertos solo. De Burning, Coz, Tequila, Ramoncín...

Ya sin nacho Cano pero sí con Toti a la batería, Rafa Gutiérrez a la guitarra, Carlos Sabrafén también guitarra y Emilio Estecha al bajo, forman Plástico. Hicieron tres maquetas y unos pocos conciertos sin demasiada suerte. Una de aquellas grabaciones, con 13 cortes, fue fantásticamente rescatada por Subterfuge en 2014, aunque ahora está descatalogada. El caso es que hemos llegado a 1978 y Madrid arde. Lugares como el mítico Drugstore de la calle Fuencarral, 101. Un amplísimo espacio de comercios, tiendas de discos, librerías, boutiques y pastelerías que en algunos casos abrían 24 horas y por donde pasaron desde Iván Zulueta a Paco Umbral. Burning le dedicó una canción, “Las chicas del drugstore” y Eduardo lo visitaba como epicentro de una Malasaña en el filo de volverse mítica. La vida bullía frenética y en cada esquina estaba sucediendo algo. Nos asomamos a ocho años frenéticos de la vida de Eduardo y de una ciudad. Unos años que marcan su auge y decadencia y que son, casualidad o no, los de la vida de Eduardo Benavente. Una de esas cosas que pasaron rápido en el Madrid de la Movida fue Kaka de Luxe, que se convirtieron en Alaska y los Pegamoides con el tiempo suficiente de convertirse en míticos y en referencia del espíritu de la época. Pero, de nuevo, dan paso a Alaska y Los Pegamoides, donde, poco antes de grabar su primer EP, Eduardo Benavente asalta el puesto vacante de batería. Había aprendido a tocar el instrumento en una par de tardes que le robó a su gran amigo Toti, al que ocultó las razones de ese súbito aprendizaje. Todo iba rápido e incluso el romance entre Eduardo y Alaska duró lo que tarda en pasar una Semana Santa.

Rápida, muy rápida fue también la pelea de Eduardo y Ramoncín. Según sus biógrafos, una noche Alaska y los Pegamoides actúan en El Sol y, al cantar la canción de Paraíso (donde Alaska y Carlos Berlanga había militado) “Se Una Chica De Hoy”, cantan el verso “Sid Vicious ha muerto y a Ramoncín ya lo van a disecar” y, en ese momento, el cantante de Vallecas, que se encontraba entre el público, arroja un vaso contra el grupo yendo a dar en plena batería. “Eduardo se lanza sobre él como si tuviera muelles en los zapatos y comienza una pelea y un barullo de personas. Alaska y Ana Curra se enganchan con la novia de Ramoncín, Diana Polakov, y llegan a las manos. En medio de todo aquel estropicio de golpes y gritos, Ramoncín y Eduardo se van a los servicios y pasados tan solo unos pocos segundos salen tan amigos y charlando tranquilamente. Alaska y Ana se quedan perplejas, pero eso refleja también la personalidad de Eduardo, capaz de embarcar a uno en una aventura para después cambiar de opinión de repente y dejarte con un palmo de narices”, recogen en el libro.

Poco a poco, Eduardo va ganando protagonismo interno en un grupo que ya tiene dos cabezas con muchas ideas, las de Carlos Berlanga y Nacho Canut, a los que hay que sumar a la jovencísima Alaska, en plena formación musical pero cada vez con más ideas. El giro del sonido hacia lo oscuro lo propicia el recién llegado, que ha estado en Inglaterra tras una breve relación con una de las Mo-Dettes, June Miles-Kingston, de la que se enamora en Madrid y quien le regalaría una muñequera de Sid Vicious de la que no se separó nunca. Berlanga se va viendo cada vez más en minoría frente a las nuevas ideas de Eduardo, que seducen a Nacho y a Alaska. Y, entonces, el azar quiere que todo vuelva a cambiar de golpe. El 26 de septiembre de 1980, en un concierto histórico, el de los Ramones en la Plaza De Toros de Vistalegre, Nacho se rompe una pierna durante una carga policial. Su hermano tiene que llevarle a la universidad en coche, pero, en lugar de ir a clase, Nacho insiste en ir a pasar las mañanas a los locales de Tablada donde coinciden con Eduardo. Esas jornadas serán el embrión de Parálisis Permanente.

La crisis en Alaska y los Pegamoides se acrecienta tras un incidente en la sede de Hispavox, cuando Nacho y Eduardo se niegan a dar la mano al director de la compañía e intercambian palabras subidas de tono. Carlos Berlanga se enfada mucho con ellos por su actitud y por suponer una amenaza para el grupo y pone como condición para continuar que se expulse a Eduardo Benavente. Según revelan sus biógrafos “de hecho, Hispavox renovará el contrato sólo de Alaska, Carlos y Ana, quedando Nacho y Eduardo como músicos de sesión”.

La crisis en los Pegamoides hace aflorar el miedo a la disolución y Nacho Canut bromea con sus estado de escayola perpetua en la pierna. ¿Se va a quedar paralítico? “Con parálisis permanente”, ríe Canut. El nuevo grupo se pone en marcha y hasta dan algún concierto de rodaje, mientras en los Pegamoides las cosas se arreglan. Firman la paz y Carlos acepta a Eduardo. Sin embargo, algo ha cambiado: el rosa da paso al negro para siempre. El giro del sonido hacia lo oscuro lo ha propiciado Benavente, que solía pasearse con una gorra de plato como la que vestían los nazis y que en pocos años acabaría subvertida del todo formando parte del vestuario gay. En el año 81, para promocionar un EP, el grupo se realiza una sesión fotográfica a cargo de Gorka Dúo en el Cementerio De La Almudena, en varias localizaciones dentro del recinto y en una en especial: las tumbas de los aviadores de la Legión Cóndor, unidad militar de la Alemania Nazi que combatió en la Guerra Civil Española. Ya en aquel momento, Eduardo Benavente solía ir con una gorra de plato al estilo Tercer Reich, aunque Pedro Munster precisa que es “por provocar, como hicieron también Gabinete Caligari, por ejemplo... en absoluto por convencimiento ideológico, nada más lejos”.

En Parálisis, que ya ha debutado formalmente, Eduardo asume el papel de vocalista porque su hermano se va a la mili. Primero de forma timorata, pero poco a poco se convierte en un verdadero “frontman”. En el grupo encuentra una vía para expresarse plenamente y llevar más allá las ideas que ya ha introducido en los Pegamoides. Sufrieron constantes agresiones: los heavies lanzaron una lata de cerveza llena de arena a Carlos Berlanga que le alcanzó en la cabeza; a Eduardo, además del incidente con Ramoncín, los punkis le arrojaron una tarta con una clara acusación de “pastelosos”. También insultaban a Alaska y a Ana Curra por sus atuendos con el insulto menos imaginativo concebible, por no hablar de monedazos e increpaciones cada vez que (sin ofender) visitaban lugares ajenos a esa estética de la modernidad.

Es en Parálisis donde desarrolla todo su potencial como compositor y cantante. En el grupo encuentra una vía para expresarse plenamente y llevar más allá las ideas que ya ha introducido en los Pegamoides. Es 1982 y los de Alaska arrasan con «Bailando». Giran sin descanso. El desgaste les llevará a disolverse en el año de su mayor éxito y transformarse en Dinarama. Mientras, Eduardo graba el primer disco de Parálisis Permanente, sin Nacho Canut. Le llaman para hacer la mili y Eduardo va, pero ya conoce la estrategia de los tiempos del internado en El Escorial. “Dejó de comer y pasaba mucho tiempo sentado sin hacer nada. Los mandos se dieron cuenta rápidamente del deterioro que estaba experimentando y terminaron por enviarle a la planta de psiquiatría del Hospital Militar Gómez Ulla. Allí él siguió el plan que tenía en la cabeza a rajatabla. Trató de hacerse pasar por loco. Comía poco, tenía la mirada perdida, pasaba las jornadas sin hacer nada. Los médicos le daban su medicación, pero él se las arreglaba para no tragársela y cuando no le veía nadie se deshacía de las pastilla. Le terminaron por dar provisionalmente inútil para el servicio”, cuentan los biógrafos. Y entonces se publica «El acto», que condensa su universo creativo, gótico y sexual, con el que ha pasado a la historia. Como casi todo lo que pasó durante la Movida, las cosas suceden rápido y sin sentido: cuando Parálisis Permanente acaba de despegar, un accidente de coche en 1983 acabó con la vida de Eduardo. Tenía solo 20 años.

Una pelea rápida con Ramoncín

Las cosas pasaban muy rápidamente en la Movida. Incluso las peleas. Según sus biógrafos, una noche Alaska y los Pegamoides actúan en El Sol y, al cantar la canción de Paraíso (donde Alaska y Carlos Berlanga había militado) «Sé Una Chica De Hoy», dicen el verso «Sid Vicious ha muerto y a Ramoncín ya lo van a disecar» y, en ese momento, el cantante de Vallecas, que se encontraba entre el público, arroja un vaso contra el grupo que impacta en el batería. «Eduardo se lanza sobre él como si tuviera muelles en los zapatos y comienza una pelea y un barullo de personas. Alaska y Ana Curra se enganchan con la novia de Ramoncín, Diana Polakov, y llegan a las manos. En medio de todo aquel estropicio de golpes y gritos, Ramoncín y Eduardo se van a los servicios y pasados tan solo unos pocos segundos salen tan amigos y charlando tranquilamente». Para el grupo era muy frecuente: los heavies les lanzaban de todo. Los punkis, también: una vez, uno coló una tarta y se la estrelló en la cara a Eduardo. Ellos siempre contestaban haciendo lo suyo como si nada pasara.


sábado, 22 de octubre de 2022

10 CANCIONES DEL POP/ROCK ESPAÑOL CON REGUSTO A CAVIAR Y VODKA

 



En España, un país en el que venció el fascismo en 1939, Rusia, primera patria del socialismo, siempre ha sido vista como un ente poco menos que diabólico. Pero, como es sabido, lo demoniaco siempre ha ejercido una irresistible fascinación sobre los artistas. De ahí que en la escena musical de finales delos 70 e inicios de los 80, época transgresora donde las haya, un buen número de bandas de pop y de rock empezaran a desafiar al establishment con referencias e incluso loas a Rusia y a la URSS. Empecemos el viaje hacia el este... давай!

10. "Octubre rojo" de Estación Victoria. Esta efímera banda de synth pop madrileña contaba con letras que eran auténticas lecciones de historia. En este caso la ingenua voz de Casilda Fernández (antes en Los modelos) narra cómo se gestó la Revolución de Rusa de octubre con sus alusiones a Lenin, la guerra con Alemania, los soviets, los bolcheviques... Todo muy didáctico. La canción no hace apología del bolchevismo pero de todas formas ponía nerviosa a la sociedad conservadora de la época. También grabaron un tema sobre la guerra de Indochina: "Contacto en Saigón".


9. "Mujeres rusas" de Alaska y Dinarama. Aunque hoy resulte difícil de creer, Alaska tuvo una época en la que era subversiva y todo. Claro que necesitaba para ello de la genialidad de Carlos Berlanga en las letras. En esta canción Carlos satiriza contra EEUU, que es atacado sin piedad por las fuerzas aerospaciales rusas comandadas por belicosas hembras, entre ellas Valentina Tereshkova y Laika "en caída libre a Disneyworld". Una burla de la Guerra Fría divertida y transgresora pues la realidad se ve, para variar, desde el lado ruso. Un tema muy cercano a "No hay", también ambientado en la Guerra Fría, en el que hay menciones a la Universidad de Berlín oriental donde hay "retratos de Lenin" pero no "grandes almacenes". De lo mejor de Pegamoides/Dinarama.



8. "Camarada Bakunin" de Aviador Dro. El Aviador Dro y sus obreros especializados hicieron un homenaje al filósofo ruso padre del anarquismo, Mijail Bakunin. La letra es una explosiva proclama anarcofuturista sobre un fondo musical tecnopunk al estilo de los neoyorquinos Suicide. Todo un ejemplo de esa "anarquía científica" que predicaba el Aviador.


7. "Voy a ver a Leónidas" de Siniestro Total. En el álbum de El Regreso II, el de la portada de Bob Hope sosteniendo un vaso de leche, los vigueses incluyeron esta coña marinera trufada de rimas desternillantes y emblemáticos elementos de la nación rusa ("Yo navego hacia el kremlin / En el acorazado potemkin / En el jané, por las escaleras / Cae el niño con paperas"). Leónidas, por supuesto es Leónidas Brevnev, presidente de la Unión Soviética desde 1964 hasta 1982. Retranca gallega de la buena.


6. "Soy ruso, señor" de El niño gusano. Uno de los grupos indie más originales de los años 90, El niño gusano, incluyó el tema "Soy ruso, señor" en su álbum El escarabajo más grande de Europa. La letra no va realmente sobre Rusia así que si alguien espera oír algo a favor o en contra del gigante euroasiático que espere sentado. La alusión a Rusia no es más que para despistar al oyente. Y es que la banda del malogrado Sergio Algora gastaba un humor absolutamente absurdo y surrealista.


5. "Iván" de La Polla Records. Este tema en cambio sí tiene intencionalidad política. Y es que Evaristo y sus compinches no se cortaban un pelo. Ritmo de ska y toques épicos para narrar la adhesión de un campesino ruso explotado a la revolución socialista. слава ссср!



4. "Ataque preventivo de la URSS" de Polansky y el Ardor. Haciendo mofa de la paranoia anticomunista típica de los años 80, Polansky y el Ardor, efímero grupo pop-punk, lanzó, cual misil, uno de los temas más emblemáticos de la movida madrileña. En él se despachan a gusto tanto contra la OTAN como contra el Pacto de Varsovia. Digamos que fueron precursores de los actuales "ninis" (Ni OTAN Ni Milosevic, ni OTAN ni Gadafi, ni OTAN ni Putin, etc.)


3. "Treblinka" de KGB. Estos tampoco se cortaban mucho. En la portada del single las siglas del demonizado servicio secreto soviético tanto en alfabeto romano como en cirílico y un oficial soviético con una "ushanka" (el gorro de piel típico de Rusia.) Esta banda de la escena granadina (colegas de TNT, 091 o Lagartija Nick) facturó un certero cañonazo de punk rock acompañado de una letra protestona en la que se equipara la sociedad moderna con el campo de exterminio nazi de Treblinka (por cierto, liberado por el Ejército Rojo). Un par de temas de esta banda fueron incluidos en el histórico recopilatorio de punk rock del sello DRO Punk Qué? Punk.


2. "Héroes de la Unión Soviética" de Gabinete Caligari. He aquí una de las canciones menos conocidas de Gabinete Caligari y una de los más explícitos homenajes a la Unión Soviética. Seguramente Urrutia y los suyos solo lo hicieron para escandalizar... Y les salió rematadamente bien. Un gran himno del afterpunk más oscuro y provocador. Posteriormente, en los años 90, quisieron dar la vuelta a la cosa con "Queridos camaradas", con una letra totalmente a favor de la perestroika, pero ya no tenía gracia pues ya no iba contracorriente y el grupo estaba en horas bajas.


1. "Moscú está helado" de Esplendor Geométrico. Y llegamos al número uno con esta perla del tecno industrial facturada por los iconoclastas Esplendor Geométrico. El sonido heredado de los experimentos sonoros de los futuristas italianos como Luigi Russolo (no en vano el nombre de la banda está tomado de un escrito de Marinetti) se amalgama perfectamente con una letra que es un auténtico  poema de vanguardia que podía haber sido firmado por el propio Mayakovsy ("Sopla el viento en los motores / Del gran tren Transiberiano / Solo un agente de guardia / Solo en la sala de máquinas".) Y además el tema empieza con un sampleado de la voz del mismísimo Lenin. Una obra maestra y una rara joya de la escena musical patria.




viernes, 21 de octubre de 2022

LOS RAMONES Y LA HISTORIA DEL LOGO MÁS FAMOSO DEL ROCK AND ROLL

Esquire, 15/04/2022

No siempre son los músicos los que consiguen que su grupo ocupe lugar en la historia. Que una banda mítica como fueron los Ramones siga presente en camisetas de cualquier parte del mundo más de 20 años después de su disolución, es culpa tanto de un hombre llamado Arturo Vega como de Joey, Johnny, Dee Dee y Tommy (y de CJ, Richie y Marky).

Vega, que falleció en 2013 a los 65 años, fue por derecho propio el quinto Ramone. No solo fue su director creativo y biógrafo, también su amigo, su confidente, la persona que les proporcionó su primer espacio para ensayar (su loft) y sobre todo, la persona que diseñó su legendario logo, basado en el sello presidencial de los EE.UU. Un logo que, he dicho en el titular, es el más famoso del rock. Y soy consciente de que la lengua de los Rolling Stones es un duro competidor. Pero si hay que decretar un ganador por su visibilidad hoy en día por la calle, incluso vestido por gente que no tiene ni pajolera idea de quiénes eran los Ramones, el de la banda neoyorquina es claro ganador.

“Pensé que el sello del presidente de los Estados Unidos era perfecto para los Ramones”, le dijó Vega, nacido en México, al escritor Jim Bessman en una entrevista. “Con el águila sujetando las flechas para simbolizar la fuerza y la agresividad contra el que quisiera atacarnos, y una rama de olivo, para ofrecer a los que quisieran la paz. Pero decidí hacer unos cambios. En vez de la rama de olivo dibujé una de manzano, porque los Ramones eran tan americanos como la tarta de manzana. Y como Johnny era un fanático del béisbol, puse un bate en vez de las flechas”. Cabe señalar que al principio la rama de manzano tenía dibujadas sus manzanitas y todo, pero Joey decidió quitarlas porque le parecían tomates.

Arturo Vega, diseñador del logo

Conseguir la imagen perfecta de tu negocio –y una banda es un negocio como otro cualquiera– es crucial para el éxito. Y los artífices del “hey ho let's go!” lo lograron de sobra. Igual que el logo gótico de AC/DC, inspirado en una fuente usada en la Biblia de Gutenberg, fue clave también en el éxito de los australianos.

Esta es sin duda una pieza fundamental en la iconografía de la música moderna, y no solo por haberse estampado en camisetas hasta la saciedad. Cuando la pancarta con el logo aparecía en escena en los conciertos de la banda, el público se volvía loco, antes incluso de que los Ramones salieran a tocar.

El mexicano siguió controlando muchos años después de que el grupo se rompiera en 1996 la licencia de la marca Ramones desde su casa en Manhattan, muy consciente de que el rock y la moda iban de la mano. En su momento afirmó que había rechazado poner el famoso logo en ropa para perros, gorros de cowboy y una línea de vaqueros de diseño. “Los Ramones llevaban vaqueros normales, no de diseño. No estaría bien”, aseguró.

jueves, 20 de octubre de 2022

NICO, DEMASIADO GUAPA PARA SER ARTISTA

Ulises Fuente

La Razón, 15/10/2022


La vida de la actriz, modelo y cantante se ha explicado siempre como la musa, grupi o amante, pero nunca como creadora: una biografía desmonta el tópico.

Su vida fue una auténtica película. Nico, nacida Christa Päffgen (1938 -1988), huyó del fantasma de la Alemania nazi para convertirse en modelo, actriz, músico y testigo directo de varias décadas del arte del siglo XX. Actuó en «La dolce vita» a las órdenes de Fellini, fue modelo en París, participó de la Factory con Andy Warhol, fue vocalista en The Velvet Underground y desarrolló una carrera musical vanguardista y bizarra durante casi dos décadas. Sin embargo, la alemana ha pasado a la historia como sujeto pasivo, como «musa de» y «compañera sentimental» más que como una identidad propia o una creadora con universo propio. Jim Morrison le animó a escribir, fue cortejada por Leonard Cohen, con Bob Dylan mantuvo un romance corto y una larga amistad y tuvo un hijo con Alain Delon del que jamás se ocupó el actor francés. Su apabullante belleza y su misteriosa personalidad, convertida en oscuro objeto de deseo, desencadenaron todo tipo de clichés, leyendas urbanas y retratos superficiales que una exhaustiva biografía escrita por Jennifer Otter Bickerdike («You Are Beautiful and you Are Alone», Contra) trata de desmantelar.

El primero de esos clichés y el que más irrita a Otter Bickerdike es el de grupi: «Si tienes la oportunidad de tener amistad o de acostarte con gente guapa e inteligente porque eres atractiva, por supuesto que lo harás. Lo haría cualquiera en este mundo, hombre o mujer. Todos queremos conocer gente interesante, rica o atractiva y no ves a nadie llamando por ello a Mick Jagger el mayor grupi de la historia porque se acostó con no se cuántas mujeres y accedió a la alta sociedad británica. Pero a Nico se lo reprochan porque es mujer y eso me enfada mucho, porque tendría que ser una heroína o un mito, pero su vida la han contado solo los hombres desde el punto de vista de los hombres», dice en entrevista telefónica la biógrafa, que comenzó el libro sin tener la menor referencia de la vida de Nico. «Lo que más valora la gente es tu apariencia. En el caso de una mujer, es todavía más su capital económico». Ella lo utilizó para salir de la Alemania en la que todavía había cadáveres pudriéndose en las calles y donde, según se cuenta en su biografía, ella misma sufrió una violación a manos de un soldado del ejército estadounidense, algo que, según otro mito inexacto, la condujo a posiciones racistas y antisemitas el resto de su vida. «Es completamente falso. Tuvo decenas de amigos judíos en Nueva York y cuando tuvo un incidente, en el que aparentemente la lanzó un vaso a una mujer negra, no se trataba de un ataque a su color de piel, sino precisamente a que estaba lanzando un alegato sobre la opresión y ella, que se consideraba tan víctima como cualquier afroamericano, le contestó. No está claro que le arrojase nada», explica su biógrafa.

Con el pasaporte de su belleza, llegó a París en 1956, un ciudad inundada de jazz y de moda. Se empapa de música de Chet Baker o de Bessie Smith mientras trabaja para Coco Chanel (o eso dijo, aunque no hay un registro claro), y mantiene (esto sí está probado) una aventura con Jeanne Moreau y también con Ernest Hemingway. Gana muchísimo dinero, padece la insoportable presión sobre su físico y su timidez causa las primeras confusiones con la altanería. Mucha gente empieza a considerarla fría e insustancial. Sin embargo, Nico mira y aprende en segundo plano.

Tras aparecer casi por casualidad en «La dolce vita» (1960) de Fellini, trata de hacer carrera en el cine con poco éxito. La moda le resulta aburrida e insustancial pero paga las facturas. Conoce a Alain Delon y se queda embarazada, pero el actor niega que Ari, el niño que guarda un enorme parecido con él, sea su hijo. Nunca se hará cargo de él ni de otros tantos que tuvo y no reconoció. Nico ya ha decidido que quiere ser artista, pero con el dinero de la moda compra una casita en Ibiza para su madre, lejos de la fría y cruel Alemania. Sin embargo, nunca logra adaptarse, desarrolla una manía persecutoria, una paranoia que destroza sus nervios y que ella empeora con grandes cantidades de alcohol.

Nico conoce a los Rolling Stones y mantiene una turbulenta relación con Brian Jones, como no podían ser las cosas de otra manera con alguien que podría ser un buen músico, pero un perfecto energúmeno como ser humano. En Nueva York actúa en bares pequeños con sus propias canciones, medio susurradas medio recitadas, anunciada como «La chica de la dolce vita» pero su apariencia deja congelado a Paul Morrisey, socio de Andy Warhol, que por esa época reniega de las artes plásticas y está pensando en el videoarte. También necesita una banda de música para un local que piensa abrir en Chelsea y quiere que Nico sea quien la lidere. Warhol piensa que ese grupo, The Velvet Underground, pueden servirle de acompañamiento. «La Velvet no habría existido sin Nico –dice Otter–. Yo eso no lo sabía hasta que hice la investigación del libro. Ella era la estrella, Warhol la quería a ella. Y Lou Reed quería ser tomado en serio y convertirse en una estrella, así que la trató horriblemente. Hay unos celos de evidentes. La trató muy muy mal y lo más triste es que él ha quedado como el héroe del rock y ella como si fuera basura. Cuando publiqué el libro pensé que los fans de la Velvet harían cola en la puerta de mi casa con antorchas», bromea la escritora. Para complicar aún más la situación, entre ellos hubo una relación amorosa. «Muy fuerte, además, lo que lo hacía peor todavía. Se tenían admiración mutua y se amaban, pero él la trató tan mal... Todo para ser una estrella. Había muchos elementos en esa situación: la presión del dinero, las drogas, el éxito, la fama y el amor... es humano». Aparentemente, ella se cansó y le dijo que «ya no podía acostarse más con judíos», comentario que alimentó las brasas de su supuesto antisemitismo, al que que la biógrafa descarta de un plumazo: «solo estaba siendo un poco malvada, un poco perra. Es la manera en que se relacionaban en la Factory. Es una maldad entre amigos». Tras aquello, Reed no paró hasta aislarla del grupo y boicotear su carrera en solitario.

Nico se enganchó a la heroína y en los setenta se relacionó con Philippe Garrel, un cineasta con el título de maldito con quien rodó “La cicatriz interior” y consumía droga con la disciplina de una yonqui. Fue una época oscura. Su madre había fallecido y ella sentía la frustración de hacer un tipo de música casi imposible de comercializar de los que “Chelsea Girl” o “The Marble Index” son los dos ejemplos más notables pero que componen una obra de canciones “bizarras, extrañas, frikis, locas pero que resultaban más innovadoras y vanguardistas que nada que se estuviera haciendo en ese momento ni años después”, dice la biógrafa. Para Otter, “las mismas costumbres, en el caso de John Cale y Lou Reed les convirtió en poetas y referentes de una generación. En verdaderos artistas jugándose la vida”. La contribución de Nico a la Velvet Underground ha sido, es cierto, minimizada, y tampoco contribuyó a cambiar esa mirada su obra posterior, que la propia Otter describe como “música para suicidarse”. En los ochenta, previo paso por varios psiquiátricos, la oscuridad fue bajando la intensidad. Nico tuvo el olfato de instalarse en la nueva meca cultural, Manchester, y consiguió dejar la heroína. se traslada a vivir a Ibiza. Una mala caída de la bicicleta en 1988 le costó la vida por una hemorragia cerebral. Tres hospitales le negaron el ingreso por su aspecto y las marcas de los pinchazos en los brazos. Ella, que hablaba siete idiomas, no podía comunicarse por el golpe en la cabeza.

Una herencia y un fantasma

Una de las realidades más terribles de la vida de Nico es que pasó la maldición de la heroína a su hijo Ari. No de una forma metafórica, sino que realmente le indujo al consumo, le proporcionó la droga y la jeringuilla, como el joven reconoció en una entrevista posteriormente. Ari fue criado por su abuela (la madre de Alain Delon) por quien fue adoptado legalmente y se reencontró con su madre cuando tenía 19 años. Nico jamás fue capaz de dejar atrás al fantasma de Alain Delon. Estando con ella, su hijo sufrió episodios de sobredosis e ingresos por colapso nervioso. “Para mí fue una madre muy buena. Me lo dio todo, hasta las drogas. Lo viví con ella si que fuera un problema. Al final, compartíamos la droga, la jeringuilla. Era una forma de estar juntos”. Lo primero que hizo Ari con el dinero de los derechos de su madre, tras fallecer, fue comprar un gramo. Después de varios ingresos, dejó las drogas. Hoy tiene una familia.

miércoles, 19 de octubre de 2022

FALLECE ROBERT GORDON, HÉROE DEL ROCK AND ROLL REVIVAL

Jesús Sanz Morales

Plásticos y decibelios, 19/10/2022

[Otro de los grandes que se va.]


Robert Gordon, cantante que se hizo famoso a finales de los 70 y primeros años 80 como uno de los principales abanderados del revival del rock and roll original y el rockabilly, falleció ayer martes a los 75 años. Los buenos aficionados le recordarán siempre por su buena percha, gran tupé y sensacional voz de barítono.

La noticia la confirmó su sello discográfico, Cleopatra Records. La familia de Gordon había creado una página de GoFundMe el mes pasado, señalando que el cantante había estado en el hospital durante seis semanas mientras luchaba contra una forma de leucemia mieloide aguda.

“La increíble voz de Robert y su música no solo volvieron a poner al rockabilly en el mapa, sino que crearon recuerdos para todos nosotros. Una voz como la suya, junto con la autenticidad que aporta a la música, es inolvidable y no aparece muy a menudo”.

El vicepresidente del sello de Gordon, Matt Green, ha dicho en un comunicado:

“Cleopatra Records quisiera ofrecer nuestro más sentido pésame a su familia y amigos. Nos gustó trabajar con Robert, y extrañaremos su poderosa voz de barítono, así como su dedicación enfocada a su música”.

Nacido en Bethesda, Maryland, Robert Gordon se interesó en la música desde una edad temprana, citando la mítica y mágica “Heartbreak Hotel” de Elvis Presley como una de las principales inspiraciones para iniciar una carrera musical. A esa influencia se añadieron las de otros viejos rockers como Gene Vincent, Billy Lee Riley y Eddie Cochran.

A lo largo de los años sesenta, se interesó más en artistas de R&B como James Brown y Otis Redding que en las bandas de la Invasión Británica. Gordon hizo su debut discográfico a los 17 años en la banda The Confidentials.

A mediados de los 70s se mudó a Nueva York y se unió a los Tuff Darts, banda de punk- power pop habitual del CBGB. En 1976, la banda grabó las canciones “All for the Love of Rock and Roll”, “Head Over Heels” y “Slash”, para el recordado álbum recopilatorio “Live at CBGB’s” que incluía varias bandas locales, entre otras a unos primerísimos Mink Deville.

Mientras Gordon todavía estaba en los Tuff Darts, el productor Richard Gottehrer, quien también ayudó a lanzar las carreras de Blondie y Ramones, sugirió que el cantante intentara trabajar en música de estilo rockabilly con el guitarrista y pionero del rock instrumental (y unos de los padres del garaje) Link Wray.

Su primer álbum juntos, “Robert Gordon With Link Wray” de 1977, fue lanzado con poco bombo por el sello Private Stock, pero comenzó a llamar la atención después de la muerte de Elvis ese mismo año. Gordon y Wray luego hicieron un segundo LP “Fresh Fish Special” de 1978, que incluía la versión de “Fire” de Bruce Springsteen, que también grabaron por entonces las Pointer Sisters.

En 1978 Gordon firmó con RCA Records, el sello de Presley, y se convirtió en un revivalista de lujo del rock and roll con sus brillantes y convincentes interpretaciones del viejo rock and roll. Pero no solo salía airoso haciendo a los clásicos de los 50, tenía buen ojo, voz, y grupo, para salir bien parado en sus versiones de contemporáneos como Marshall Crenshaw o el propio Boss.

Llegó al Hot 100 de Billboard en un par de ocasiones: primero con una versión de “Red Hot” interpretada con Wray (No. 83 en 1977) y con su fantástica versión de “Someday, Someway” de Crenshaw en 1981 (No. 76).

Billy “The Kid” Emerson publicó el original de “Red Hot” en Sun Records en 1955, pero realmente lo que versionaron tanto Robert Gordon como los Beatles punk de Hamburgo no fue el original, sino la versión de Billy Lee Riley.

Lanzó tres álbumes para RCA: “Rock Billy Boogie” en 1979, “Bad Boy” en 1980 y “Are You Gonna Be the One” en 1981, discos en los que participaron grandes músicos como Chris Spedding, Danny Gatton, Lance Quinn o Tony Garnier, sin embargo, a partir de ese momento su carrera comenzó a decaer.

Entre 1994 y 2020, dispersamente, lanzó seis discos más basados ​​en el rockabilly y el blues, y siguió realizando giras por todo el mundo, compartiendo cartel con Glen Matlock de Sex Pistols, Kiss y Bob Dylan, entre muchos otros.

Su último álbum “Hellafied”, verá la luz el próximo 25 de noviembre, desgraciadamente ya a título póstumo.