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miércoles, 31 de enero de 2024

NEGRO, HOMOSEXUAL Y “EL VERDADERO REY DEL ROCK”: ASÍ ESCRIBIÓ LITTLE RICHARD LA HISTORIA DE LA MÚSICA POPULAR

Jaime Lorite

El País, 29/01/ 2024

Se estrena en cines ‘Little Richard: I Am Everything’, documental consagrado a uno de los pioneros del género, que tuvo a Elvis, los Beatles o los Rolling Stones entre sus alumnos, pero nunca se sintió suficientemente reconocido



Mick Jagger durmió en el suelo de su habitación, Paul McCartney recibió clases para imitar su característico grito y Elvis Presley le reconoció como “el verdadero rey del rock”. Sin embargo, Little Richard (Macon, Georgia, EE UU, 1932 – Tullahoma, Tennessee, 2020) siempre estuvo lejos de tener la inmensa entidad comercial y popular de sus más célebres alumnos. “Deberíais estar todos peleando por grabarme un disco. Los más grandes han estado conmigo, Jimi Hendrix, James Brown, los Beatles, Mick Jagger… ¿Mick, te acuerdas?”, dijo, en tono de broma pero muy en serio, ante la plana mayor de la industria en 1989, con motivo de la inclusión de Otis Redding en el Salón de la Fama del Rock and Roll.

Su legado lo homenajea ahora la película Little Richard: I Am Everything, estrenada en cines de España el pasado viernes 26 de enero, un documental que repasa la biografía del cantante, sus decisivas contribuciones musicales y el carácter rompedor de su figura. Que el rock se entendiese como un sinónimo de rebeldía, desde luego, tuvo mucho que ver con que uno de sus arquitectos fuera un hombre negro y notoriamente homosexual que actuaba en el racista y homófobo sur de Estados Unidos en plenos años cincuenta.

“En la historia del rock, durante mucho tiempo, se ha querido dejar fuera a figuras como Little Richard o Esquerita”, dice por videollamada a ICON Lisa Cortés, la directora de Little Richard: I Am Everything. “A menudo es difícil poder contar las historias de la población negra y queer, porque suelen contradecir la narrativa oficial. En este caso, sucede con Little Richard y el relato de que Elvis fue el padre del rock”. Un segmento del documental es dedicado a narrar cómo los éxitos de Little Richard eran inmediatamente versionados por artistas blancos como Pat Boone, quien basó su carrera en adaptar canciones de músicos negros, como Tutti Frutti, y restarles toda mordiente para ajustarlas a lo socialmente aceptable en la era de la segregación racial. Y también para llevárselo crudo: Boone amasó una fortuna (solo Elvis Presley vendió más que él en su época), mientras Richard apenas cobraba derechos por las versiones. El ritmo frenético de temas como Long Tall Sally respondía a una estrategia de Little Richard para boicotear a Boone, que no era capaz de cantar a esa velocidad.

Nacido y crecido en una ciudad del sur estadounidense, Macon, que había sido depósito de suministros del ejército confederado en la Guerra de Secesión y donde los linchamientos a las personas negras estaban a la orden del día, Richard Wayne Pennyman, como realmente se llamaba, fue el tercero de 12 hermanos (siete varones y cinco mujeres) y tuvo una dura relación con su padre, debido a su homosexualidad y a su gusto por el maquillaje y las prendas femeninas. La canción con la que alcanzó la fama, Tutti Frutti, tenía una letra sobre sexo anal, convenientemente reescrita en la versión de estudio después de que el productor Bumps Blackwell le escuchase interpretarla en directo y la identificase al instante como un bombazo. El grito de guerra con el que se inicia (castellanizado, “¡Aumbabuluba balambambú!”), que imita fonéticamente el sonido de una batería, y el aporreo salvaje del piano de Richard se convirtieron en historia de la música. Y la canción generó aún más historia, puesto que estableció el estándar rítmico del rock.

“Lo que hizo a Little Richard un genio fue su don para mezclar en su música aspectos del blues, del góspel y otros distintos medios de expresión, que se combinaban con su faceta queer. Que alguien en 1955 fuera capaz de elaborar una receta así de única es algo impresionante”, reflexiona Lisa Cortés. El artista, que encontró en la música de iglesia una escuela y que subió por primera vez a un escenario invitado por la cantante y guitarrista evangélica Sister Rosetta Tharpe (ídolo para él y considerada precursora del rock), dio algunas de sus primeras actuaciones vestido de mujer, con el apodo de Princess LaVonne. En una entrevista de archivo recogida en el documental, Richard sostiene que exageraba la pluma y el amaneramiento para que los hombres blancos no le viesen como una amenaza para sus mujeres y pudiese actuar en sus locales. “Él ciertamente lo creía así. Pero no tiene mucho sentido”, opina la directora. “Esos ambientes eran también muy homófobos y alguna vez le arrestaron porque consideraban su conducta indecente”.

Llámeme reverendo

El sentimiento de culpa de Little Richard con respecto a su sexualidad condicionó en gran medida su vida. En lo más alto del éxito, cuando vendía millones de copias y llenaba recintos por todo el país, el cantante decidió abandonar el rock para estudiar teología, se casó con una mujer y pidió a todo su entorno que se refiriese a él con el nombre de reverendo Richard. En aquella época, publicó discos puramente góspel, como los dos volúmenes de Pray Along With Little Richard (Reza con Little Richard, 1960), y se negó a interpretar en directo las canciones por las que era famoso, como Lucille, Keep A-Knockin, Good Golly, Miss Molly o las anteriormente citadas, al estar el rock, explicaba, “alejado de lo divino”.

Su carácter competitivo, sin embargo, le llevó en 1962 a regresar a sus canciones de siempre durante una gira en Europa con Sam Cooke, dados los celos que sentía por el recibimiento enfervorecido del público a su compañero de cartel. A continuación, tuvo lugar su, a posteriori, sonada alianza con los entonces primerizos Beatles, a quienes, agradecido porque le admirasen, aleccionó, aconsejó y apadrinó. Con ellos compartió la temporada musical en Hamburgo que terminó de forjar a la banda británica.

Divorciado de su mujer, Richard volvió a admitir su homosexualidad, aunque, lejos de normalizarla, en múltiples ocasiones dejó claro que sus inclinaciones le parecían impuras. En 1982, en una entrevista en Late Night With David Letterman, renegó otra vez de su orientación y proclamó que “Dios creó a Adán para que estuviera con Eva, no con Esteban”. También reconoció en público su adicción a las drogas, bromeando con que, en ocasiones, se le debería haber llamado Little Cocaine. En el libro La extraordinaria vida de Little Richard, de Mark Ribowsky, editado en España el pasado 2023 por Libros Cúpula, otras sombras del personaje son señaladas, como su tóxica relación laboral con Jimi Hendrix, que por un tiempo fue su guitarrista y a quien, de acuerdo con la entonces novia del malogrado músico, Richard hostigó sexualmente. “Me pagaba mal, vivía mal y me quemaba”, resumió Hendrix al final de su colaboración. Según el libro, la estrella era tiránica con los miembros de su banda, a quienes, entre otras directrices, prohibía sonreír en el escenario.

Redescubierto por una nueva generación en la era de la psicodelia y, más tarde, reconvertido en una figura simpática que aparecía con frecuencia en galas, programas de televisión y películas, Richard mantuvo en los ochenta y noventa posturas contradictorias y cambiantes. El cineasta John Waters, que aparece en el documental y asegura que se dejó su distintivo fino bigote en homenaje a Little Richard, le entrevistó en 1987 para Playboy y provocó la ira del cantante por tomarse a risa su supuesto renacimiento como heterosexual; no obstante, dada su necesidad de atención, Richard se sintió halagado cuando se publicó el texto. También recorrió emocionado diversas entregas de premios en los años noventa, cuando recibió de golpe todos los homenajes que, como a tantos intérpretes negros, le habían escatimado a lo largo de su trayectoria.

“Hay muchas contradicciones en la figura de Little Richard. Pero es que toda su vida consistió en navegar esa zona gris, a través de la cultura popular y de la transgresión”, explica Lisa Cortés. Ringo Starr, Brian Wilson o Keith Richards le rindieron homenaje públicamente a su muerte en 2020, y la película Elvis (2021), de Baz Luhrmann, le representaba y situaba en el lugar que merecía en la historia de Presley, sin esconder la huella del cantante afroamericano sobre su música. Por sus polémicas apariciones finales en medios cristianos ultraconservadores, Waters, por su parte, lamentó que Richard muriera “completamente homófobo, diciendo cosas terribles sobre los gais y las personas trans”. Sobre si el cantante logró hacer las paces consigo mismo, Cortés cree que “solo se puede elucubrar”. “De lo que no cabe duda es de que, en esos últimos días, su relación más importante era con Dios. Él sentía que no tenía a nadie más”, cuenta. Al margen de creencias religiosas, el estreno del documental en cines de todo el mundo prueba que Little Richard, de una forma o de otra, ha logrado trascender con creces.

sábado, 9 de mayo de 2020

¡A-LOP-BAM-BOO!: MUERE LITTLE RICHARD

Sergio Heredia
La Vanguardia, 09/05/2020

[Triste noticia. Ya solo nos queda Jerry Lee Lewis de esa generación.]



Así se cerraban los coros de Tutti frutti. Y todos contorsionaban las caderas y movían los tobillos.

Cantaba Little Richard y el auditorio, blanco en su mayoría en esos años cincuenta, escuchaba a uno de los artífices del rock’n’roll. O así se definía él mismo, Little Richard: “Soy el artífice del rock’n’roll”.

Porque al fin y al cabo, en algún momento de su vida, cualquiera ha bailado el Tutti Frutti. O el Long Tall Sally, muy similar, más acelerado.

“Aceleré el Long Tall Sally para que los blancos no pudieran copiarme”, confesaba Little Richard a Rolling Stones años más tarde, el día en que descubrió que el remake de Tutti Frutti interpretado por Pat Boone figuraba doce puestos por delante de su propia versión, la original, en las listas musicales.

La presencia de Little Richard se diluyó ayer, a los 87 años, y muchos se preguntarán: ‘¿Pero aún estaba entre nosotros?’.

La pregunta es legítima. Porque, curiosamente, la trilogía fundacional del rock’n’roll –Little Richard, Chuck Berry y Jerry Lee Lewis– ha disfrutado de largas existencias pese a sus excesos y sus desvaríos (de hecho, Jerry Lee Lewis aún vive).

Little Richard vivió como Tutti Frutti: de forma acelerada.

Fue gay y luego bisexual e incluso “omnisexual” y al final predicador, tras sobrevivir a la avería en el motor de un avión “porque los ángeles vinieron en mi ayuda”. Se casó con Ernestine Campbell (el matrimonio duró seis años, hasta 1957 y 1963), se vio detenido cuando espiaba a otros hombres en el servicio de una estación de trenes en Long Beach y acabó en una silla de ruedas, cantando para la audiencia a principios de década, en un epílogo caricaturesco.

No se habían revelado las circunstancias de su muerte al cierre de esta edición, un misterio más en la lista de misterios de aquel hombre que un día, en 1989, se volvía hacia la cámara mientras decía: “Prince, tú eres el Little Richard de tu generación. ¡Yo me ponía purpurina mucho antes de que tú lo hicieras!”.

Podemos leerlo en la desaparecida Rockdelux: “Prince decía que le gustaría dar una imagen a medio camino entre Jesucristo, Diana Ross, la Patrulla-X y Little Richard”.

El A-wop-bop-a-loo-bop de Little Richard inspiró a leyendas como Elvis Presley o Elton John. “Fue escuchar a Little Richard y pensar: ‘Ya lo tengo, yo quiero ser como él’”, dijo Elton John en 1973.

Sí, Little Richard fue inspirador.

Y, cierto, un misterio. A eso jugaba con su sobrenombre. Dicen que fue un cantarín pequeñajo. Sin embargo, él se justificaba a su manera: “Lo que me disgusta es mi apellido, Penniman”, decía: Penniman sonaba como Penni-man, pesetero.

Richard Penniman era el tercero de los doce hijos de un diácono de Macon (Georgia) que vendía alcohol de contrabando y regentaba un club nocturno (¿caben más contradicciones?). La madre sí, la madre pertenecía a la iglesia baptista.

Little Richard creció de forma desordenada. Tuvo encuentros sexuales con hombres y mujeres en su adolescencia, algo que encabritó a su padre. Se fue de casa a los 13 años. Parte de esa rebelión juvenil apareció reflejada en la ardiente Tutti Frutti (1956: la compuso a los 24 años): un tutti-frutti era un gay.

La historia aparece en su biografía de 1984, The Life and Times of Little Richard, aunque él pasó media vida guardando el secreto. Lo que no pudo ocultar son sus duros orígenes como músico, un cantante negro que se estiraba los rizos y vestía traje y corbata para sentirse apreciado por la audiencia blanca.

Cantaba y tocaba el piano y le acompañaba una sección de viento, músicos negros que sonreían mostrando una dentadura blanca.

Lo que nunca hizo fue renegar de su color de piel. “Fuimos nosotros, la gente negra, los que creamos el rock’n’roll. Elvis era increíble, pero él no fue un creador”, contaba en 2005.

lunes, 3 de junio de 2019

LITTLE RICHARD, ENTRE EL ROCK Y LA BIBLIA

Jaume Collell
La Vanguardia, 05/01/2018

Vive en Tennessee, asiste todos los sábados a la iglesia y se desplaza en silla de ruedas


La personalidad desbordante de Little Richard creció bajo el gospel de las iglesias baptistas que él desató en los sonidos de su denominado piano salvaje. Así fabricó un estilo de rock and roll del que han bebido todos después. A menudo, la bestia excéntrica abandonaba la música del diablo para dedicarse a vender Biblias y a predicar en el púlpito, desde donde se arrepintió de su pasado homosexual. La confesión buscaba también redimir su adicción a las drogas y los escándalos de juventud. Esta realidad, como es típico en los buenos artistas, deriva de una niñez que no fue nada fácil.

Richard Wayne Penniman nació en 1932 en Macon (Georgia, EE.UU.). Fue el tercer hijo de doce hermanos. El padre era diácono de la iglesia aunque se dedicaba al contrabando de alcohol en su propio night club. El gospel inundaba todos los rincones del suburbio donde vivían como una forma de plegaria para abandonar aquella mísera existencia. De muy joven Richard se mostró hiperactivo y abiertamente gay. Era también flaco, bajito y con una pierna más corta que la otra, lo que le obligaba a andar torcido. Para él estas circunstancias le hicieron crecer. No fue muy buen estudiante, aunque la música captó pronto su atención. Recibió la influencia de artistas consagradas como Mahalia Jackson y Marion Williams. Empezó primero aprendiendo el saxo alto para tocar en la banda de la escuela.

Su padre, que murió poco después en un ajuste de cuentas, le echó de casa a los trece años por el comportamiento abiertamente bisexual de entonces. Richard se relacionaba con una chica que se pasaban todos los amigos del barrio, y actuaba también como chapero. Se unió a un charlatán que iba por las ciudades vendiendo ungüento de la serpiente para todos los males. En 1951 ganó un concurso local y así empezó a grabar discos con la compañía RCA. Billy Wright impulsó su carrera ya con el nombre de Little Richard, aunque él sus composiciones las firmó siempre como Penniman. Tocaba en clubs y espectáculos de circo y vodevil hasta la llegada de su gran éxito Tutti frutti (1955) con el que vendió más de un millón de copias.


La marca distintiva del músico ya estaba conformada, voz contundente, actuación desenfadada, músicos eléctricos. El desenfreno sexual corre en paralelo a los aplausos como artista. Monta orgías antes y después de los conciertos, le gusta ejercer de voyeur y se inventa fantasías sofisticadas. Richard estuvo incluso casado un tiempo con Ernestine Campbell. Fue en 1957 cuando durante una actuación en Australia vio una bola de fuego en el cielo que interpretó como una señal de Dios y abandonó la música de repente para dedicarse a predicar. Aquella decisión le provocó demandas por renuncias a contratos de actuaciones que ya estaban firmados. Después se supo que el resplandor australiano correspondía al lanzamiento del Sputnik desde Kazajistán por parte de los rusos.


Como pastor pentecostal, Richard casó a Bruce Willis y Demi Moore. Volvió a los escenarios en 1964 y a sus aclamadas grabaciones. Después de Tutti frutti vinieron títulos también aplaudidos como Long tall sally, Lucille y Good golly, miss Molly. Little Richard ha supuesto un foco de influencia en todo el rock and roll, incluso entre sus contemporáneos inmediatos, Elvis Presley y Jerry Lee Lewis. Las generaciones de músicos que se han inspirado en sus huellas traspasan todo tipo de género, de James Brown a Otis Redding, de Cliff Richard a Paul McCartney y George Harrison, también en su momento se miraron en su espejo, Mick Jagger y Keith Richards. Y de un modo u otro podríamos hablar de Rod Stewart, David Bowie, Lou Red, Elton John, Fredy Mercuri, Patty Smith, etcétera.

Tras la muerte de Fats Domino en octubre [de 2017], Little Richard es el último músico del siglo pasado que rompió moldes en el rock and roll, un género de los negros que él ha mordido eficazmente con su dentadura blanca. La última actuación en España fue en Gijón, en el 2005. Se retiró en el 2013 porque en una actuación pública en Washington empezó a ahogarse. A pesar de que en los años cincuenta, cuando ya era millonario, se compró una mansión de lujo en Los Ángeles, ahora vive desde hace unos años en Tennessee, completamente apartado de la atención mediática. Ha retornado si no al proselitismo de antaño a la iglesia de sus orígenes. Asiste a las ceremonias todos los sábados y se desplaza en silla de ruedas. Decir Little Richard es decir Auambabaluba Balambambú y el rock camina.