viernes, 26 de julio de 2013

LOS CORONAS: SURF INSTRUMENTAL DE ALTA ESCUELA

Fernando Fernández Rego


Su nombre está tomado de Corona, localidad californiana donde Fender ubicó su fábrica de producción de guitarras hasta el 1991, año en el que la trasladó a Arizona. Y este dato es suficientemente explícito para darnos cuenta de lo que hablamos, rock and roll primitivo, surf music instrumental de alta calidad. Aunque se trate de una escena que muchas veces pasa desapercibida, incluso por los propios medios independientes, lo cierto en que en España hay una escena surf que va creciendo en adeptos, y así hoy podemos hablar de Los Nitros, Chewaccas, The Gaforic Explosion, Brillantina’s, Golden Zombies, Walkynsons… siendo Los Coronas la cabeza visible del movimiento en nuestro país, con un sonido que está al nivel de las grandes bandas americanas de surf.

Los orígenes del grupo se remontan a 1989, cuando Fernando Pardo -Sex Museum- intenta poner en marcha un proyecto rock'n'roll "con mucho reverb y el puro ritmo surfero de Dick Dale". Y esta es la principal influencia de la banda, grupos como el citado Dick Dale, The Ventures, Link Wray o Jerry Cole. En 1991 la formación se consolida, cuando Fernando Pardo se une a David Krahe, miembro de No Wonder, y este dúo, que aún se mantiene en la actualidad, será el alma del grupo. En su web afirman lo siguiente: "elegimos el surf como estilo para doctorarnos en rock n' roll.. Y con un nivel de autoexigencia casi enfermizo -"llevábamos tocando desde el 91 y hasta el 95 no creíamos que estábamos preparados para grabar un disco". "Nuestras aspiraciones siempre han sido muy grandes en lo musical y muy pequeñas en cuestión de éxito".

En 1992 publican “Tormenta” (Animal, 1992), un EP con tres canciones del que no quedaron muy contentos, por lo que pasarían tres años, de trabajo duro y largos ensayos, con el próposito firme de mejorar su sonido, hasta que sale a la luz “Los Coronas” (Tritone, 1995). El disco tiene una muy buena acogida dentro de la escena, y sus temas comienzan a aparecer en recopilatorios de R 'n' R y surf instrumental de los EEUU, Japón, Alemania y Suecia. Incluso Phil Dirt, durante varios años los situó en el top ten de bandas de surf en su web.

Apenas un año después, sale al mercado “Gen-U-Ine Sounds” (Tritone, 1996), su sonido va ganando solvencia y también sus labores compositivas, de hecho, los diez cortes del disco son propios. Es un momento de auge para el surf, debido en gran medida al revival que trajo consigo la banda sonora de “Pulp Fiction” (Quentin Tarantino, 1994), e incluso el grupo participa como teloneros del maestro Dick Dale en su gira española.

La formación sufrió varios cambios a lo largo de su historia. Así pasaron por la batería José Bruno El Niño, su hermano Kiki Tornado y Roberto Lozano -Loza- que es el actual batería de la banda. Por el bajo pasaron Pablo Rodas -Sex Museum-, Javi Polo -The Winnerys- y el actual Javi Vacas -La Vacazul-. Las guitarras siempre estuvieron en las buenas manos de Fernando Pardo y David Krahe.

En el 2003 participan en el Wipe-Out Weekend Festival 2003 de Calellá (Barcelona) y la organizadora del evento, El Toro, decide poner en circulación sus dos primeros discos que se encontraban descatalogados, editándose “The Vivid Sounds of...”(El Toro, 2003). Fueron años en los que el grupo estuvo alejado de un estudio de grabación, pero eso no les impidió hacer largas giras por el país y gran parte del extranjero, convirtiéndose un grupo de culto dentro de la escena del rock instrumental.



Los motores aún estaban calientes tras la gira, y por eso casi inmediatamente lanzan “Caliente Caliente” (Tritone, 2004), su mejor disco sin lugar a dudas, en el cual su sonido alcanza una madurez y una solvencia que los convierte en una de las bandas españolas con mayor proyección internacional. Con la presentación del disco, comienza una gira interminable por la que recorren prácticamente toda la geografía española, siendo el momento culminante su participación en el Festimad '04.

En noviembre del 2005 desembarcan en Méjico, en una gira éxitosa que los acerca a la discográfica Isotonic Records, que decide editar “Surfin' Tenochtitlan” (Isotonic, 2006), disco recopilatorio en el que el grupo regraba en los estudios Heatroom de Madrid sus canciones favoritas, repasando la historia del grupo desde sus orígenes hasta un presente muy dulce para la banda y para todos los amantes de la música surf. El disco será reeditado por Gaztelupeko Hotsak, “Surfin' Tenochtitlan” (Gaztelupeko Hotsak, 2006), en edición de CD y doble LP y manteniendo el diseño realizado por Isotonic.



En el 2009, y está vez como cuarteto tras la pérdida de Óscar Ybarra -responsable de las trompetas de su último largo-, vuelven a la carga con “El Baile Final…” (Bittersweet, 2009), su particular homenaje al western y al universo musical cinematográfico con vocación surfista. No faltan los guiños a Fernando Fernán Gómez -“Alamerde”- y a Kraftwerk, atreviéndose a realizar una versión customizada del “Radioactivity” de los alemanes, aderezada con el “Ghost riders in the sky” de Stan Jones. Para su presentación, gira multitudinaria por España y participación en el South by Southwest Festival de Austin.

La formación se consolida con la entrada de Yahven Reichkalov a la trompeta y lo celebra lanzando un split en 10" con la banda neoyorquina The Hi-Risers, "Have a Cocktail with... Los Coronas & The Hi-Risers" (Bloody Hotsak, 2009). Los Coronas incluyen dos versiones, "Flamenco" de Los Brincos y "Take Five", un tema célebre del jazz que hizo famoso Dave Brubeck.

En México, Isotonic prepara la edición de "El Baile Final..." con portada nueva a cargo de Jorge Alderete y los dos cortes del split como extras, su lanzamiento  coincide con una gira de dos semanas de la banda por el país azteca.



En el 2010 se asocian con los vallisoletanos Arizona Baby y deciden dar una gira juntos bajo el lema de "Dos Bandas y un Destino". Para conmemorar la reunión, ambas bandas publican en primera instancia el EP "Dos Bandas y un Destino" (Subterfuge, 2010) en vinilo de 7" con doble portada y cuatro de las versiones que ofrecen en sus shows. Cuatro cortes entre los que nos encontramos con las versiones del "Wish you were here" de Pink Floyd, “Too drunk to fuck” de Dead Kennedys, "Runaway" de Del Shannon y "La cárcel de Sing Sing" de Alci Acosta. A continuación lanzan "Dos Bandas y un Destino. El Concierto" (Subterfuge, 2011), CD+DVD que recoge la actuación que ofrecieron el 18 de noviembre del 2010 en la sala Joy Eslava de Madrid.

Poco después las dos bandas se fusionan bajo un mismo nombre, Corizonas, y entregan el largo "The News Today" (Subterfuge, 2011). Un trabajo en el que generan un universo propio en el que tienen cabida grupos de ayer, de hoy y de siempre como The Jayhawks, Fleet Foxes, Wilco o My Morning Jacket.

En el 2013 entregan nuevo LP: "Adiós Sancho" (Tritone, 2013). El título es un homenaje al fallecido actor Sancho Gracia, que dió vida a Curro Jiménez, una serie que les marcó en su infancia.



El disco se lanza en tres formatos (CD+DVD, LP y digital con dos bonus track para iTunes), ha sido producido por Craig Schumacher (productor de Calexico, Depedro, Barbara Manning, Steve Wynn, Giant Sand, Neko Case…) conjuntamente con Los Coronas, grabado por Chris Schultz en WaveLab Studio en Tucson (Arizona) y masterizado por JJ Golden en California. Como invitado especial en el disco aparece el productor y músico Craig Schumacher tocando el órgano Vox Continental en dos de los temas. La grabación la realizan a la vieja usanza, en cinta de dos pulgadas, con el grupo tocando junto en la misma sala, buscando la magia de la primera toma y logrando un sonido único y muy orgánico.

domingo, 21 de julio de 2013

THE JESUS AND MARY CHAIN: BESOS DE ALAMBRE DE ESPINO

Javier Becerra
Ruta 66 nº 211, noviembre 2005




En "Lost In Translation" Sofia Coppola los rescató con una de las más bellas escenas del cine de los últimos años. Ese "Just Like Honey" recordó cómo aquellos insolentes y siniestros muchachos de Glasgow quebararon los 80 a golpes de ruido y miel con el fundamental "Psychocandy", el primer paso de una discografía repleta de joyas. ¡Ojo! que han ganado y mucho con el tiempo.

En 1984 Duran Duran y Spandau Ballet no solo encarnaban el horterismo musical y estético en grado sumo, sino que viajaban en limusina neo-romántica por las carreteras de las listas de éxitos y el estrellato.  ¿El punk?, bien gracias, bonito recuerdo constatando que todo volvía a estar igual de mal. O peor. Era como para volver a enfadarse... y así fue. Unos cuantos metros bajo tierra Alan McGee, el jefe del mítico sello Creation, obnubilado ante el descubrimiento de unos mozalbetes llamados The Jesus And Mary Chain, decidió editar su particular bomba-lapa. "Upside down", devastador primer single que supuso el primer paso de un grupo con una misión: ponerlo todo patas arriba sin remisión. Tras aquella polémica momenclatura de reminiscencias religiosas, el cantante Jim Reid, su hermano William a la guitarra, el bajista Douglas Hart y el jovencísimo Bobby Gillespie (actual líder de Primal Scream) aporreando la batería empujaban a Suicide y Stooges dentro de los barrotes del "White Light/White Heat" y los empapaban de melodías surf. El mensaje, inserto dentro de un chorro de feedback, era claro: "con cada sonido que oigo me vuelvo loco/no me importa". Y el efecto, devastador. Nihilismo provocación y (auto)destrucción, o lo que es lo mismo, aprehender el espíritu primigenio del rock'n'roll, envuelto en actitud punk y tamizado por la oscura violencia de Joy Division. 


Con "Upside Down" el himen del rock se volvía a romper. Había que celebrarlo y unos Jesus ciegos de estridente autosuficiencia, optaron por alzar el volumen lo más posible. La prensa especializada se deshace en elogios con ellos: fichan por la subsidiaria de WEA, Blanco y Negro, y, tras una programada serie de singles posteriormente recogidos en el álbum, alumbran el estratosférico "Psychocandy" (Blanco y Negro, 1985). La polaridad se repite: Stooges y Velvet Underground por un lado, Phil Spector y Brian Wilson por el otro. Ambos sintetizados en catorce cápsulas anfetamínicas que expulsan toda la gama de pulsiones que recorre el cuerpo durante esa conflictiva adolescencia en la que uno quiere gritar, provocar, romper cristales, esconderse... Pero no sabe muy bien por qué, más allá de la angustia, el vacío y hastío que se anidan en el interior. TJ&MC, absorbiendo la esencia de esos entrecruzados sentimientos y mediante una exquisita cultura musical, buscaron la vía de escape más pop y ruidosa posible, volcándola en un disco en el que confluyen el azúcar y el papel de lija a partes iguales. Unas veces observando primorosas melodías desde una borrosa lente rayada ("Just Like Honey", "Taste Like Cindy"), otras apelando directamente al nervio, la orgía de acoples y la virulencia ("The Living End", "Never Understand", "My Little Underground"), "Psychocandy" se revela como una obra maestra indiscutible y el grupo, con una serie de caóticos e incendiarios conciertos (en los que tocaban de espaldas y apenas rebasaban los veinte minutos) no hacen más que alimentar la leyenda convirtiéndose en el grupo de culto por excelencia de las islas. Desde "Never Mind The Bollocks" nada con estribillos y melodías había sonado con tanto peligro, violencia y perversión y, al tiempo, tan vulnerable y cercano.


Dos años después aparece "Darklands" (Blanco y Negro, 1987) y con él un giro radical en la carrera del grupo. Si muchos vieron en "Psychocandy" el "White Light/White Heat" de los 80, ahora las comparaciones apuntan directamente al tercer disco de Velvet Underground, al tiempo que se alude inevitablemente a Joy Division y The Cure. Ya desde las primeras líneas de la inaugural "Darklands" ("Voy hacia las tierras oscuras / a hablar en verso con mi alma caótica") queda claro que el romanticismo, la introspección y la oscuridad dominará este cambio de rumbo. Desechando casi por completo la rabia predecesora (apenas visible en "Fall" y "Down On Me" ), "Darklands" nos presenta a unos Jesus resacosos del estruendo y colmando de belleza oscura y melancólica la homónima "Darklands", "Cherry Came Too" o la preciosa "About You". De igual modo ofrecen hits de la talla de "Happy When It Rains" o "April Skies", aparte de los mejores textos de toda su carrera lleno de impactantes imágenes como la que titula este artículo. Escrito desde un dolorido y deprimido corazón, que se debate entre el amor y la muerte, que buscando el cielo llega al infierno y se deja empapar de gotas de lluvia, "Darklands" es uno de esos discos que en la adolescencia musican temores e inseguridades con el pestillo puesto para, luego, acompañarle a uno toda la vida.



Antes de grabar el siguiente álbum, TJ&MC recopilan singles, caras B y rarezas en el imprescindible "Barbed Wire Kisses" (Blanco y Negro, 1988). Más allá el fetiche completista esta recopilación se revela como un brillantísimo catálogo de un grupo en estado de gracia total, que igual se radicaliza (aún) más allá del noise ("Head", "Hit"), como se embriaga en la facilidad indie-pop ("Psychocandy", "Don't Ever Change") o sorprende con particularísimas e irreverentes versiones ("Surfin' USA", "Who Do You Love?"). En él se incluye un tema nuevo, "Sidewalking", instantáneamente convertido en clásico de la banda y delator adelanto de un futuro inmediato que se plasmaría en "Automatic" (Blanco y Negro, 1989), su tercer elepé. 


En "Automatic"surgen unos renovados Jesus regodeándose y explotando muchos de los hallazgos de "Sidewalking". La dicción chulesca y desafiante de Jim Reid se empasta con riffs infalibles mientras el uso de las programaciones varia sustancialmente la estética del grupo, mostrándose más sintéticos, luminosos y accesibles que nunca, gracias a la intervención del ingeniero de sonido Alan Moulder. Lastrado por cierta monotonía y sensación de autoplagio, "Automatic", aun así, se preseta como un notable e influyente trabajo, posiblemente el que más acentúa el lado "roll" de toda la trayectoria del grupo. Un espíritu que, sin desdeñar el arrojo melódico de "Here Comes Alice", el clima esquizoide de "Gimme Hell" o la plácida "Crazy",  descansa fundamentalmente en temas como "Blues For A Gun", "Coast To Coast" o "Head On" mezcla perfecta de aceite guitarrero y rudas bases electrónicas dando vía libre para que el rock'n'roll se infiltre en la pista de baile. 



Continuando la senda de las programaciones, TJ&MC perfeccionan la alianza con Moulder, mediante el magnífico single "Rollercoaster", y dos años después regresan pletóricos con el soberbio "Honey's Dead" (Blanco y Negro, 1992). Las polémicas alusiones del single "Reverence" ("quiero morir como Jesucristo / quiero morir como JFK") los sitúan otra vez en el punto de mira de los guardianes de la moral y el orden, pero más allá de la provocación (¿infantil?, ¿gratuita? ¿vacía?) inherente al grupo desde sus inicios, "Reverence" es todo un latigazo de electricidad que remite al espíritu agresivo, oscuro y redentor de los Stooges y, sin duda, una de sus composiciones más memorables. Es la entrada de un capítulo que, lejos de suponer un salto evolutivo, parece sintetizar todo el pasado de la banda. El noise-pop de "Psychocandy", la belleza abatida de "Darklands" y el vigor electro-rock de "Automatic" se conjugan en un híbrido, denso e hipnótico, que contiene incontestables cumbres como "Cathfire", "Far Gone And Out" o "I Can't Get Enough". Con él visitan por primera vez nuestro país y las crónicas lo sitúan entre los mejores conciertos del año, mientras el adolescente autor de estas líneas lo flipa en la retransmisión que de sus conciertos en Madrid ofreciera Radio 3 en su día.




Tras lanzar un nuevo recopilatorio ("The Sound Of Speed", la continuación de "Barbed Wire Kisses", aunque con un resultado bastante más discreto) nos situamos ya en 1994, annus horribilis parra la vacas sagradas del pop británico. Si puntales como Primal Scream, Ride o Stone Roses ofrecían entregas muy por debajo de su media y el relevo en el star-system se servía a la baja mediante el sobre-inflado globo del brit-pop, TJ&MC en sintonía coyuntural editan el endeble "Stoned And Dethroned" (Blanco y Negro, 1994). Inicialmente planteado en formato acústico y con colaboraciones de relumbrón, al final se queda en semi-acústico y el cameo más esperado, Bod Dylan, rechaza la invitación. Sí aceptan la pérfida Hope Sandoval (Mazzy Star) para la preciosa "Sometimes Always", posiblemente el mejor corte del disco, y Shane MacGowan (The Pogues) en "God Help Me". Del mismo modo que sucedió con los fiascos de las bandas antes citadas, "Stoned And Dethroned" es el típico caso de "disco que no estaría mal si fuera de cualquier otro grupo", pero dentro de la trayectoria de TJ&MC aun hoy suena adocenado, insulso y falto de inspiración. Y lo peor: su defensa sobre los escenarios españoles (en 1996, dentro de los primerizos Festimad y FIB respectivamente, donde muchos los veíamos por primera vez) empezaba a destilar un ligero olor de grupo dinosaurio, a años luz de la portentosa comparecencia del 92 y las grabaciones piratas que sus fans guardábamos como oro en paño.



Pero, desgraciadamente, en este sentido las cosas siempre podrían empeorar y dos años después, de nuevo en el escenario del FIB, TJ&MC escenificaron su defunción pública de una manera francamente bochornosa. Para el recuerdo de mis pesadillas particulares quedará aquel William Reid completamente borracho provocando una de las mayores dosis de vergüenza ajena que uno como fan tuvo que padecer en su vida. El motivo del mencionado esperpento era la presentación del discreto "Munki" (Sub Pop, 1998), agarrándose al deja vu por un lado y buscando fallidas vías de madurez por otro, para finalmente descender considerablemente su nivel hasta evaporar casi por cierto. Aun así dejan en su legado singles tan respetables como la pareja "I Love Rock'n'Roll" y "I Hate Rock'n'Roll" o ese revolcón por la oscuridad del rock'n'roll clásico de "Cracking Up", junto a homenajes y bromas como "Moe Tucker" o "Supertramp" y torpes intentos de enlazar la épica a su sonido como "Man On The Moon". Afortunadamente tardaron poco en disolverse.


Finiquitada su historia, ya en la década presente, se han editado varios discos de especial interés. Para no iniciados es más que recomendable la "21 Singles 1984-1998" (Warner, 2002), idílica para hacerse una panorámica global del grupo y constatar que, aparte de aventajados e imaginativos arquitectos sonoros, fueron unos de los mejores surtidores de canciones del último rock británico. Por otro lado la sensacional "The Complete John Peele Sessions" (Strange Fruit, 2000) -un impresionante documento que recoge vibrantes tomas en directo del repertorio de sus primeros trabajos- como "Live In Concert" (Strange Fruit, 2003)-ídem de la segunda etapa, inferior pero igualmente interesante- deberían de figurar en la discografía del fan que quiera ver y sentir las aristas de una banda esencial en cualquier lectura de la historia del rock. Esencial. Hmmm... dichosa palabra. Decía sobre el pop el periodista Nick Cohn en el mitifico libro "Awopbopaloomopalopbamboom" que "ha hecho caricaturas gigantes de la ambición, de la violencia, del amor y del inconformismo que han resultado ser las ficciones más poderosas y más precisas de este tiempo". Palabras éstas referidas a los estandartes de su momento de redacción (Stones, Kinks, The Who...), pero perfectamente aplicables a la percepción que de los protagonistas de estas líneas tenemos algunos de estos jovenzuelos que preferimos a Primal Screm sobre Zen Guerrilla. Y es que los Jesus And Mary Chain han significado, sí, "eso": el "joder, qué subidón", el "joder, qué bajón", el "joderos todos" y el "qué jodido estoy" comprimidos en rutilantes espejos musicales en los que mirarse de continuo, cuando las hormonas se hallan en óptimo punto de cocción. Espejos que el paso del tiempo no ha hecho sino situarlos en la misma lista de los Suicide, Who, Joy Division, Sex Pistols, Stones, Soinic Youth, etc., ese lugar donde no se discute si Pleasure Beach son mejores que White Stripes, porque un simple acorde de PJ Harvey los empequeñece hasta lo invisible e irrelevante. Sí, allá donde Jesus & Mary Chain ocupan ya plaza segura, y en el que Zen Guerrilla, pese a unas virtudes que nadie pone en duda, mucho me temo que nunca estarán. Lo siento, la tenía en la recámara de mi (cada vez más devaluada) arrogancia juvenil.

martes, 16 de julio de 2013

MAZZY STAR HAN VUELTO CON UN NUEVO ÁLBUM (Y EL TEMA "CALIFORNIA")

Pablo Porcar
Binaural, 16/07/2013



Este 2013 está siendo el año de las sorpresas. Cada mes o mes y medio ha acabado anunciándose algo que nos ha dejado con la boca abierta. Y especialmente nos ha dejado sin habla el retorno de viejas glorias, caso, por poner un ejemplo, de un David Bowie omnipresente y eterno. Si en su día el señor Ziggy Stardust nos dejó perplejos con vuelta al ruedo, ahora hacen lo suyo Mazzy Star al anunciar bajo COS que estrenarán nuevo álbum próximamente.

Más concretamente será el 24 de septiembre el día en que se pondrá a la venta “Seasons Of Your Day”, primer álbum que la banda ha engendrado desde el momento, hace 17 años, que los MS estrenaron “Among My Swan” (1996). Este LP ha sido compuesto en California por el dúo mágico formado por David Roback y Hope Sandoval. Colm Ó Cíosóig (My Bloody Valentine) y Bert Jansch son, de entrada, dos de los músicos que han colaborado en el álbum lanzado por Rhymes Of An Hour Records.

Para ir saboreando lo que se avecina ya es posible disfrutar de ‘California’, un ensoñador, oscuro y retorcido tema acústico que hará las delicias de los fans más puristas de la formación. Jamás lo perturbador ha sonado de forma tan elegante.


[Ésta es al parecer la lista de cortes del nuevo álbum:
01 “In the Kingdom”
02 “California”
03 “I’ve Gotta Stop”
04 “Does Someone Have Your Baby Now”
05 “Common Burn”
06 “Seasons of Your Day”
07 “Flying Low”
08 “Sparrow”
09 “Spoon”
10 “Lay Myself Down”

lunes, 15 de julio de 2013

THE FEELIES, NERVIO PERPETUO

Ricardo Aldarondo y Quim Casas

Los Feelies reaparecieron discográficamente con “Here Before”(2011), otro disco que se suma a su corta pero intensa producción a lo largo de más de tres décadas. El sonido Feelies es vibrante y contagioso, la pura esencia del rock sin aditivos ni colorantes. Son una institución respetada por diversas generaciones de músicos y apasionados fans de la música. En esta Revisión previa a su regreso, publicada en 2008, cuando los Feelies habían vuelto a tocar en directo después de casi dos décadas desaparecidos, Ricardo Aldarondo y Quim Casas repasaron los valores inmarchitables del grupo de New Jesey, que siguen siendo los mismos de siempre: simples pero directos.

Dave Weckerman, Stanley Demeski, 
Bill Million, Brenda Sauter y Glenn Mercer.

The Feelies se dieron a conocer con “Crazy Rhythms” (Stiff, 1980) como una bendita anomalía: en el cruce de oleadas que se sucedían a codazos (el punk, la new wave, el tecno incipiente, el post-punk industrial, el pop frívolo y colorista), la banda que comandaban Glenn Mercer y Bill Million desde hacía cuatro años (después de haber coincidido por primera vez en Outkids) resultaba tan novedosa como retroactiva. Su sonido nervioso y de urbano sabor neoyorquino, aunque con la marginalidad de quien ha nacido en Haledon (Nueva Jersey), atraía por su primitivismo, pero también por la sabia asunción de las enseñanzas de The Velvet Underground y The Modern Lovers y por sus destellos de refinamiento guitarrero a lo Television. El perfecto diálogo de las cuerdas de Mercer y Million remitía a muy distintas influencias sin casarse con ninguna tendencia. Esos elementos, más las baterías frenéticas de Anton Fier y el ímpetu percusivo aportado espontáneamente por el resto de miembros de la banda, dieron al debut de The Feelies una luminosidad que aún perdura.

Veintiocho años después, la dislocada y muy inconstante trayectoria de The Feelies –nombre extraído de las películas que prefiguran una realidad virtual en la novela de Aldous Huxley “Un mundo feliz” (1932)– ha renacido con el anuncio de su vuelta a los escenarios este verano, que ha reunido al núcleo de la banda, el que funcionó a partir de 1983 y se consolidó públicamente en 1986. Porque tras una primera etapa con Anton Fier a la batería y Keith de Nunzio al bajo, The Feelies se reinventaron a mediados de los ochenta con menos fiereza juvenil y una constatable madurez, recuperando como percusionista a Dave Wackerman, batería primigenio de la banda, y con la incorporación del batería Stanley Demeski y la bajista Brenda Sauter. Si el regreso del quinteto es uno de los más justificados de 2008 es porque ellos siempre mantuvieron una actitud casi amateur, con largos lapsos entre un disco y otro, y con solo cuatro álbumes en una década: “Crazy Rhythms”, “The Good Earth” (Coyote, 1986), “Only Life” (A&M, 1988) y “Time For A Witness” (A&M, 1991). Ese es todo el legado de The Feelies, aunque ha sido ampliamente multiplicado por proyectos paralelos. Así que este tiempo muerto de quince años puede tomarse como algo natural en su intermitente recorrido. De momento no anuncian nuevo disco.

Feelies en la época de "Only Life". Foto: Todd Eberle

Desde el comienzo, la banda fue el paradigma de grupo de culto que hoy sigue siendo: el guitarrista de R.E.M. Peter Buck les produjo el segundo álbum; el director Jonathan Demme los incluyó en 1986 en su película “Algo salvaje”; o nombres de la vanguardia que aparecían en los agradecimientos del primer disco, como Carla Bley y Michael Mantler, certificaban la exquisitez de una propuesta que aparecía natural, desprejuiciada y simple. Tan modesta como la voz siempre en segundo plano de Glenn Mercer. Ellos, a su vez, gozaban reconociendo y recomendando sus influencias. En directo y en las caras B de los singles proliferaron las elocuentes versiones de The Beatles, The Rolling Stones, The Velvet Underground, Neil Young, The Monkees y Jonathan Richman.


La “autenticidad” estaba de moda a mediados de los ochenta en el entorno del entonces llamado rock americano. Pero The Feelies, a veces cercanos a esa etiqueta, carecían de la pomposidad que acompañó a esa corriente guitarrera, R.E.M. incluidos. Las guitarras de sonido sostenido y elegantemente distorsionado de Million hacían maravillas sobre los intensos y veloces riffs de Mercer, como en el tema “Deep Fascination”, incluido en “Only Life”, un tercer álbum que encontró el equilibrio perfecto entre la espontaneidad del primero y la sofisticación con raíces del segundo.

Si bien The Feelies habían debutado en disco sorpresivamente en un sello británico y nuevaolero, Stiff, luego intentaron la conquista de su propio país con una amplia gira para presentar “The Good Earth”, publicado por un pequeño sello estadounidense, Coyote, y dando después el salto a la multinacional A&M con “Only Life”, que los llevó a Europa en 1989. Aquel año demostraron que su profesionalidad y precisión no estaban reñidas con el más espontáneo y sincero disfrute: en su concierto en el Bataclan de París, por ejemplo, dedicaron cuatro bises a versiones ajenas hasta conceder finalmente su mítico “Fa Cé-La”. Algo parecido pasó en un concierto de Filadelfia en agosto de 1988, en la que fue otra buena oportunidad para cazarlos en directo.

Como suele pasar, irse a una multinacional no les dio mayor difusión internacional. Tampoco la ayuda de su amigo Jonathan Demme. “Nuestra participación en 'Algo salvaje' no apareció en el disco de la banda sonora porque no le interesábamos nada a la compañía”, recordaba Mercer. Sin embargo, Demme continuó llamándolos para sus soundtracks: “Too Far Gone” (del tercer álbum) y “Slow Down” (del segundo) fueron incluidas en los discos de “Casada con todos” (1988) y “La verdad sobre Charlie” (2000), respectivamente. A pesar de ello, y de empujones como el que les dio Rick Moody al dedicarles un bellísimo recuerdo en el prólogo que escribió en 1996 para su novela “Días en Garden Gate”, The Feelies continuaron y continúan siendo un placer para minorías.





TRES DISCOS RECOMENDADOS


“Crazy Rhythms” (Stiff, 1980)



“The Boy With The Perpetual Nervousness” era un comienzo tan definitorio como insólito: unas percusiones apenas audibles que dan paso a un frenesí rítmico impulsado por timbales a la carrera con la urgencia psicótica de los primeros Talking Heads o Devo. La coreable “Fa Cé-La” y la más veloz “Forces At Work” certificaban que la electricidad de The Velvet Underground alumbraba una nueva fábrica de pop inconformista. Punteos enganchados en pocas notas, estribillos entre la gravedad de “Original Love” y el descaro a lo Lou Reed de “Crazy Rhythms”, y una versión de “Everybody’s Got Something To Hide (Except Me And My Monkey)” de The Beatles (complemento del “Satisfaction” stoniano perpetrado por Devo) conforman un disco único que  empieza y termina en sí mismo. La edición en CD incluye un cover de la stoniana “Paint It Black”.


“The Good Earth” (Coyote, 1986)



El regreso del grupo, esperado, fue lírico, pero sin dejar para nada de lado la especificidad eléctrica y rítmica de la formación (aunque hicieron menos ruido que con “Crazy Rhythms”). Se trata de un álbum con unas raíces más folk, también más cercano a la americana, con una ajustada coproducción de Peter Buck. La batería de Demeski suena obligatoriamente distinta a la de Fier, más seca, pero ahí están el lirismo característico de las guitarras en “The High Road”, la remodelación del género country en “The Last Roundup”, ese ritmo primitivo que lo envuelve todo en los pasajes iniciales de “Two Rooms” y en la parte final de “Slipping (Into Something)”, la voz siempre como un susurro de Mercer –que canta bajo y se graba igual–, contrastada con los coros abiertamente pop, y las mesuradas aportaciones de la bajista Brenda Sauter con el violín.


“Only Life” (A&M, 1988)



El bajo de Brenda Sauter, dentro de su sencillez, toma un protagonismo melódico notable en unas canciones más claras, directas e inspiradas. El título del tema inicial, “It’s Only Life”, parece resumir una identidad carente de poses, artificios o pretensiones, más allá de hacer buenas y convincentes canciones. En este tercer trabajo las hay, una tras otra. Extrayendo mil matices de la composición hecha con tres acordes, y con una guitarra solista de Bill Million cada vez más refinada y certera, desfilan por su tracklist la melódica (y algo deudora de R.E.M., o viceversa, según se mire) “Higher Ground”, una dulce “For Awhile” con un fabuloso acelerón en la parte final, las veloces “The Undertow” y “Too Far Gone” y una versión de “What Goes On” de The Velvet Underground que no necesita ninguna justificación. Con estos elementos, debería haber sido su disco comercial.


Y SU MEJOR CANCIÓN: “Fa Cé-La” (1979)



De las ocho estrofas que contiene esta canción, incluida en “Crazy Rhythms” (1980), la mitad consisten en repetir “everything is alright”. Un mensaje escueto, intrascendente, algo dadaísta, expresado en dos minutos y cero segundos: “Fa Cé-La”, sin más significados. Un “aquí estamos” telegráfico que se apoya en una batería reducida a bombo y caja multiplicada, con percusiones que amplifican el frenesí de la guitarra y el nerviosismo tan característico de los ritmos implantados por The Feelies. Glenn Mercer muestra la rabia propia de un tímido entre guitarras ululantes que sobrevuelan la canción y llevan la inmediatez (y la insensatez) del pop a su expresión más esencial, con autoproducción maquetera. Un microhimno vitamínico y feliciano que puede verse como una influencia directa para los temas más breves e iconoclastas de los Pixies.

miércoles, 10 de julio de 2013

ANGEL CORPUS CHRISTI. "I LOVE NEW YORK" (1984). Ignoto homenaje al rock de la Gran Manzana.

Portada de la edición original del sello Criminal Damage (1984)

Angel Corpus Christi es el celestial nombre artístico de la acordeonista Andrea Ross, oriunda de Flint, Michigan (sí, la ciudad del cineasta Michael Moore), pero establecida en San Francisco. Angel Corpus Christi es además responsable de uno de los más entrañables y desconocidos tributos al rock neoyorquino. Amiga de figuras capitales del rock de la costa este como Alan Vega (Suicide) y Dean Wareham (Galaxie 500, Luna), Angel, acordeón en ristre, perpetró en 1984 un artefacto de fabricación casera en el que se rendía homenaje con minimalista pasión a las catacumbas sonoras de la Gran Manzana. Pequeña joya ignota del indie de los 80, el disco sería reeditado por el sello bilbaíno Munster en 1999.

La grabación, bastante corta en minutaje (algo menos de media hora), arranca con una versión del "Cheree" de Suicide donde Angel hace dúo con el mismísimo Alan Vega. A destacar la tensión sexual entre la cándida voz de Angel y la del pajarraco de Alan vega (esa voz de Elvis de pega). No será el único tema de los Suicide incluido por esta acordeonista en el álbum: también versionea el "Dream Baby Dream" (donde también acompaña a Angel Vega a la voz.... ¿o es un sampleado?), uno de los cortes más luminosos del primer disco del primer LP del dúo electrónico neoyorquino.


Redundando en el culto a personajes oscuros, esta chica se marca una arriesgada versión del padrino del punk Richard Hell y su banda de fantasmas suburbanos, los Voidoids. Y acierta teniendo en cuenta lo personal e intransferible de cualquier tema en el que suena la guitarra endiablada de Robert Quine. Mucho más cerca de la original está el emblemático "Redondo Beach" del primer y legendario LP de Patti Smith, Horses. De hecho, Angel pone tanto empeño en imitar la voz de Patti que se diría que es la misma Lady Stiletto (como llamaba Eliot Murphy a la Smith) quien canta.

Un ángel flanqueado por demonios: Angel Corpus Christi con Dean Wareham y Alan Vega.

No podían faltar las referencias a figuras tan ilustres del rock de NYC como The Velvet Underground/Lou Reed y Los Ramones. De The Velvet Undreground, Angel Corpus Christi escoge "Femme Fatale" para hacer una  de las mejores versiones que se hayan escuchado de este clásico (tan buena como la legendaria versión idel tercer LP de Big Star), dándole cierto toque dream pop (esos efectos de chorus de la guitarra), y de Lou Reed en solitario versionea "The Day John Kennedy Died" de una manera personalísima, tanto que cuesta reconocer que es la misma canción que el ex Velvet incluyó en su celebrado LP The Blue Mask. De los Ramones, en cambio, selecciona un tema poco conocido de su repertorio "Here Today, Gone Tomorrow" del  Rocket To Russia y lo convierte en una canción más punk que la original de los Ramones. 

Portada de la reedición del disco 
por el sello Munster en 1999

Y de regalo el tema de la película Taxi Driver con el esquizofrénico monólogo de Robert De Niro (el mítico "Are You Talking To Me?"). Si el "New York, New York" del mafiosillo de Frank Sinatra es el mejor homenaje al mainstream neoyorquino, el I Love New York de Angel Corpus Christi es el mejor retrato del underground musical de esta ciudad universal.