viernes, 29 de mayo de 2020

STEVE EARLE AND THE DUKES. "WEST VIRGINIA GHOSTS" (2020). Homenaje al bluegrass minero de los Apalaches



West Virginia es un estado del este de EE.UU., que está ubicado en el corazón de los Montes Apalaches. West Virginia es 100% Appalachia. Casi todo es bosque montaña y... minas de carbón. Los que lo han visitado o han vivido allí (como el que esto escribe) recuerdan ese paisaje ondulado salpicado por antiguas minas. Y digo antiguas porque Virginia Occidental ya no es lo que solía ser. El Mountain State un día estuvo lleno de levantiscos mineros, que en las primeras décadas del siglo XX, animados por prominentes figuras del movimiento obrero como Mother Jones, formaron un ejército proletario de hasta 20,000 mineros para enfrentarse al orden imperante. Sin embargo, el proceso desindustrializador vivido en el mundo desarrollado en los últimos años del siglo pasado cerró las minas y dejó la zona en una situación muy precaria. Y para colmo con el siglo XXI vino el fracking, que apenas creó puestos de trabajo pero que machacó ese paraíso natural que son los Apalaches ("Almost Heaven", solía ser la divisa del estado.) Pues bien, ahora  (el disco salió al mercado el pasado día 22) Steve Earle, un veterano de la Americana Music y una auténtica institución en el género, ha querido rendir homenaje a tan maltratada tierra que, recordemos, contribuyó como pocas a la Revolución Americana durante la Guerra de la Independencia, con esas guerrillas de "overmountain men" de los que descienden los actuales "rednecks". Toma así Earle el relevo de destacados músicos de West Virginia que cantaron a los mineros como Hazel Dickens o Carl Rutherford, quien trabajó como minero toda su vida y murió de silicosis..





El disco abre de una manera típica para un disco de orientación folky: con un gospel ejecutado "a capella". Esto me recuerda a ese "Mining for Gold", que abría el maravilloso The Triniry Sessions de los canadienses Cowboy Junkies y que también tenía temática minera. Solo que este gospel, "Heaven Ain't Going Nowhere", es un gospel descreído que supuestamente canta un minero harto del embrutecedor trabajo. El siguiente tema ya recupera la cuerda acústica, típica del bluegass, con la guitarra, el fiddle y la voz de tipo duro de Steve Earle. Y si en el primer tema la protagonista era la guitarra, en el segundo es el banjo, probablemente con una de esas oscuras afinaciones usadas por gente como 16 Horsepower o Woven Hand, pues el tema culpa al diablo de poner el carbón sobre la faz de la tierra ("Devil Put the Coal on the Ground").



Más luminoso, el siguiente tema ("John Henry Was a Steel-Driving") rinde homenaje al "folk hero" afroamericano John Henry, una especie de superhombre que taladraba con su martillo más rápido que cualquier máquina y quien, según dice la leyenda, murió en un túnel en West Virginia, cuando se estaba introduciendo la vía férrea en el estado. El corte, en realidad, es un remake de un viejo tema de bluegrass que ya tocaban los Stanley Brothers en los 50 y que Earle contribuye a poner al día.

Con "Time Is Never on Our Side" el disco toma un aire más Springsteeniano, más propio de la mezcla de rock y folk que hace habitualmente Steve Earle. También el tono de la grabación se torna más meloso y sentimental. El disco redunda en su faceta rockera con "It's About Blood", donde domina la guitarra eléctrica y la voz de recitador más que de cantante de Earle. Y con "If I Could See Your Face Again" volvemos al country meloso, esta vez cantando por la delicada voz de Eleanor Whitmore, cantante y violinista del dúo de alt-country The Mastersons, con los cuales colabora en ocasiones Steve Earle.

Pero "Black Lung" (o sea, "silicosis") nos devuelve al bluegrass añejo y a las cuitas de los mineros de los Apalaches. A destacar la estupenda mandolina y la voz curtida por el moonshine de Earle. Para mí, éste, junto con el tercer corte, es uno de los mejores temas del disco.Y, como no podía faltar el rock and roll, Steve nos obsequia un impecable "Fastest Man Alive", que le hace guiños tanto a la Creedence como a los Flying Burrito Brothers. Y para terminar, qué mejor tema que uno dedicado a la mina, "The Mine". Sentimental y meloso, y con una voz rota que, más que a Springsteen (con quien a menudo se le compara), recuerda a Tom Waits.



Aunque uno no sea fan del bluegrass ni sepa situar West Virginia en el mapa éste es un disco del que puede disfrutar porque hace que suene actual esa música ancestral, una de las fuentes de las que manó el rock, que llamamos hoy día bluegrass. Tiene además mucha cohesión interna (está hecho para ser escuchado de un tirón) ya que es un disco concepto sobre un tema que es abordado por Earle y su banda de manera muy respetuosa, dignificando a esos galeotes de la sociedad industrial que son los mineros. Lo único malo que puedo decir de él es que se hace corto, porque de hecho lo es (29:50). ¡Steve, nos has dejado con ganas de más!



lunes, 18 de mayo de 2020

ADIÓS A PHIL MAY DE LOS PRETTY THINGS

Dirty Rock Magazine, 15/05/2020

[Esta primevera está resultando ser de lo más cruel. Primero muere Little Richard y ahora Phil May de los Pretty. También murió la semana pasada Moon Martin y la anterior Florian Schneider-Esleben de Kraftwerk y Dave Greenfiled, teclista de The Stranglers, por culpa de la maldita pandemia de Coronavirus. DEP todos ellos. ]


Malas noticias: nos ha dejado hoy Phil May, frontman de los Pretty Things a los 75 años de edad. Después de superar una dura enfermedad ha sido una caída de bicicleta la que ha acabado con él, tras complicaciones surgidas en su operación de cadera. Del blues rock a la psicodelia, la banda siempre tendrá su hueco en la historia del rock gracias a su álbum de 1968 «SF Sorrow», obra maestra considerada el primer álbum de ópera rock.

A pesar de que su lanzamiento fue un fracaso, más tarde se convirtió en un álbum de culto. Desde esta casa fueron muchísimas las veces que nunca faltamos a cada una de sus giras incendiarias por nuestro país. Su gira de despedida en 2018 paso por nuestro país, donde deja muchos amigos.

Seis jóvenes ingleses en 1963 deciden hacer un grupo con el nombre de una canción de Willie Dixon, «Pretty Thning», interpretada por Bo Diddley en 1955, pero que llegaría a las listas inglesas en 1963 el mismo año de comienzo de The Pretty Things.

Dick Taylor, futuro bajista de The Pretty Things, después de estar en la escuela de arte londinense Sidecup Art College junto con sus amigos Keith Richards y Mick Jagger, decide en 1962 unirse a la banda Little Boy Blue and Blue Boys, embrión de lo que sería los futuros The Rolling Stones con Brian Jones y Ian Stewart en sus primeros inicios.

Al cabo de unos meses abandona el grupo y conoce a Phil May (cantante y armonicísta) , uno de los músicos de culto más importantes del Reino Unido, Van Morrison llegó a decir que “David Bowie copiaba a Phil May, pero con ropa diferente”.

Phil May y Dick Taylor forman The Pretty Things en 1963, una banda con un sonido Rhythm Blues más crudo y sucio que The Rollings Stones o The Animals, fueron los pioneros del garage Rock y Beat británico.

Phil May era bisexual, llevaba el pelo largo y se distinguía como una figura contracultural. May también lanzó un álbum de blues-rock en solitario como Phil May & the Fallen Angels en 1976, que tuvo una gestación tensa: la mitad del álbum fue escrito e interpretado con miembros de la banda de Fleetwood Mac y Humble Pie, quienes luego renunciaron, dejando que May terminara con una nueva banda.

En 2014, le diagnosticaron enfermedad pulmonar obstructiva crónica y enfisema, y ​​se tomó un descanso de las giras. Se recuperó, y al año siguiente la banda lanzó su álbum más reciente, «The Sweet Pretty Things (Are in Bed Now, of course …)» en 2015. Un álbum de material nuevo de Pretty Things está programado para ser lanzado este año.  Descansa en paz, Phil.


sábado, 9 de mayo de 2020

¡A-LOP-BAM-BOO!: MUERE LITTLE RICHARD

Sergio Heredia
La Vanguardia, 09/05/2020

[Triste noticia. Ya solo nos queda Jerry Lee Lewis de esa generación.]



Así se cerraban los coros de Tutti frutti. Y todos contorsionaban las caderas y movían los tobillos.

Cantaba Little Richard y el auditorio, blanco en su mayoría en esos años cincuenta, escuchaba a uno de los artífices del rock’n’roll. O así se definía él mismo, Little Richard: “Soy el artífice del rock’n’roll”.

Porque al fin y al cabo, en algún momento de su vida, cualquiera ha bailado el Tutti Frutti. O el Long Tall Sally, muy similar, más acelerado.

“Aceleré el Long Tall Sally para que los blancos no pudieran copiarme”, confesaba Little Richard a Rolling Stones años más tarde, el día en que descubrió que el remake de Tutti Frutti interpretado por Pat Boone figuraba doce puestos por delante de su propia versión, la original, en las listas musicales.

La presencia de Little Richard se diluyó ayer, a los 87 años, y muchos se preguntarán: ‘¿Pero aún estaba entre nosotros?’.

La pregunta es legítima. Porque, curiosamente, la trilogía fundacional del rock’n’roll –Little Richard, Chuck Berry y Jerry Lee Lewis– ha disfrutado de largas existencias pese a sus excesos y sus desvaríos (de hecho, Jerry Lee Lewis aún vive).

Little Richard vivió como Tutti Frutti: de forma acelerada.

Fue gay y luego bisexual e incluso “omnisexual” y al final predicador, tras sobrevivir a la avería en el motor de un avión “porque los ángeles vinieron en mi ayuda”. Se casó con Ernestine Campbell (el matrimonio duró seis años, hasta 1957 y 1963), se vio detenido cuando espiaba a otros hombres en el servicio de una estación de trenes en Long Beach y acabó en una silla de ruedas, cantando para la audiencia a principios de década, en un epílogo caricaturesco.

No se habían revelado las circunstancias de su muerte al cierre de esta edición, un misterio más en la lista de misterios de aquel hombre que un día, en 1989, se volvía hacia la cámara mientras decía: “Prince, tú eres el Little Richard de tu generación. ¡Yo me ponía purpurina mucho antes de que tú lo hicieras!”.

Podemos leerlo en la desaparecida Rockdelux: “Prince decía que le gustaría dar una imagen a medio camino entre Jesucristo, Diana Ross, la Patrulla-X y Little Richard”.

El A-wop-bop-a-loo-bop de Little Richard inspiró a leyendas como Elvis Presley o Elton John. “Fue escuchar a Little Richard y pensar: ‘Ya lo tengo, yo quiero ser como él’”, dijo Elton John en 1973.

Sí, Little Richard fue inspirador.

Y, cierto, un misterio. A eso jugaba con su sobrenombre. Dicen que fue un cantarín pequeñajo. Sin embargo, él se justificaba a su manera: “Lo que me disgusta es mi apellido, Penniman”, decía: Penniman sonaba como Penni-man, pesetero.

Richard Penniman era el tercero de los doce hijos de un diácono de Macon (Georgia) que vendía alcohol de contrabando y regentaba un club nocturno (¿caben más contradicciones?). La madre sí, la madre pertenecía a la iglesia baptista.

Little Richard creció de forma desordenada. Tuvo encuentros sexuales con hombres y mujeres en su adolescencia, algo que encabritó a su padre. Se fue de casa a los 13 años. Parte de esa rebelión juvenil apareció reflejada en la ardiente Tutti Frutti (1956: la compuso a los 24 años): un tutti-frutti era un gay.

La historia aparece en su biografía de 1984, The Life and Times of Little Richard, aunque él pasó media vida guardando el secreto. Lo que no pudo ocultar son sus duros orígenes como músico, un cantante negro que se estiraba los rizos y vestía traje y corbata para sentirse apreciado por la audiencia blanca.

Cantaba y tocaba el piano y le acompañaba una sección de viento, músicos negros que sonreían mostrando una dentadura blanca.

Lo que nunca hizo fue renegar de su color de piel. “Fuimos nosotros, la gente negra, los que creamos el rock’n’roll. Elvis era increíble, pero él no fue un creador”, contaba en 2005.