El pasado mes de febrero salió a la luz el último LP de la veterana Kim Lenz, Slowly Speeding. Lenz, relacionada fundamentalmente con el rockabilly y los sonidos rockeros de los 50 ha querido demostrar que tiene tablas suficientes para pasearse como una reina por el blues, el swing, el soul, el country y el psycobilly sin cortarse un pelo. Nada de rockabilly machacón sobre los mismos tres acordes. Kim Lenz realmente tiene clase y estilo para eso y para mucho más.
El álbum no puede empezar mejor: lo abre un tema sombrío con reminiscencias de blues, swing y las "dirges" de Nueva Orleans, el titulado "Bogeyman". La voz demoníaca de Kim se amalgama con una serie de oscuros guitarrazos reverberados y en directo es un espectáculo ver cómo su guitarrista en la gira española (nada menos que el ex-Nu Nile Mario Cobo) va bajando la cuerda sexta hasta llegar a una orgía de sonidos lúgubres.Con razón advertía directo eran un tanto oscuros. También tiene un toque gótico "Pine Me", un temazo que viene acompañado de un excelente vídeo a base de hermosas animaciones.
El psychobilly acelera el pulso del oyente en el siguiente corte, "Guilty". Ritmo vivo, sonido cavernoso y sucios solos de guitarra a lo Cramps. Uno de los temas de este disco que más hace bailar a la audiencia. Y después de esto es donde viene otra sorpresa: el siguiente tema, "Bury Me Deep" se aleja un tanto del rockabilly y se adentra en el rhythm'n'blues de los 60. Y es aquí donde Kim saca su vena más garajera aunque tampoco está muy lejos de su querida Wanda Jackson. Y más variaciones frente a lo previsible: llega el tema que da título al álbum y es una maravillosa pieza de honky tonk country a lo Hank Williams de impecable factura. Es todo un espectáculo ver a Kim con sus botas tejanas y a Mario Cobo desgranando llorosos sonidos de su steel guitar. Gran acierto la apuesta por el country.
Pero como el rockabilly en estado puro no puede faltar en un disco de Kim Lenz ahí está "Wild Oak", un tema que también hace las delicias del público más bailongo en los conciertos si bien persiste ese tono sombrío que impregna todo el disco. Y aquí hay que señalar otro acierto: los back vocals masculinos que dan la réplica en el estribillo a la voz reverberada Kim. Uno de los mejores temas del disco. Y con "I'll Find You" Kim se adentra de nuevo en los años 60 y se vuelve más garajera que nunca. Los guiños a los grupos de surf y rock and roll de los primeros años de esa década son innegables especialmente a Johnny Kydd and the Pirates y su "Shakin' All Over".
Mario Cobo a la steel guitar
"Percolate", sin embargo, es una pieza algo más amable que encaja mejor en el grueso de su discografía previa. Más pop y más bailable, también es quizá lo más radiable del disco. De hecho, ya había salido a finales del año pasado en single como anticipo del LP. Algo más rasposo y embrutecido es "Hourglass", con ese delay que remite al sonido más crudo de Memphis años 50, en especial a BIll Justis y a su "Raunchy". Y para terminar, "Room", un disparo de blues del bueno, negro como la noche negra, desde el alma negra de la pálida faraona del rockabilly moderno.
Los Mambo Jambo han hecho del rock and roll una religión y se dedican con pasión a su labor evangelizadora. Y con un nivel altísimo. Al frente de ellos, un viejo conocido del rock barcelonés: el saxofonista Dani Nel.lo.
Es la cuarta o quinta vez que me enfrento a una entrevista con los Mambo Jambo, un combo que a base de picar piedra se ha convertido en un referente del rock and roll en nuestro país. Y lo hacen a pesar o gracias un proyecto instrumental en el que la energía y la pasión por lo que hacen es la chispa que enciende la mecha. Intentando huir de “otra” entrevista convencional con Dani Nel.lo y Mario Cobo, dos de sus miembros, empiezo de manera justamente opuesta a mis objetivos.
Acabáis de publicar un single para el Record Store Day, ¿cómo se gesta la cosa?
Da ni Nel.lo: Partimos de ‘Safari’, que es una canción de The Treble Tones, bueno, de uno de los muchos grupos llamados así que habían en los sesenta. La pillé en una recopilación rarísima que conseguí en vinilo. A partir de ahí quisimos hacer una especie de single temático y grabamos un tema propio llamado ‘La caza’, que tenía que entrar en “Impacto inminente” y acabó quedando fuera.
¿Qué opináis de ese día? Hay músicos que han criticado que las compañías han acabado convirtiendo una teórica fiesta de las tiendas de discos en otro negocio. Gente como Paul Weller ya ha dicho que no piensa hacer nada más.
Mario Cobo: La culpa es de los Rolling Stones [risas]. Es que aprovechar ese día para que la major de turno saque el enésimo single reeditado de alguien que ya vende muchos discos y lo que hacen es pedirte veinte euros por esa edición no tiene sentido. Es que vas a las ferias de discos y ves a gente que solo compra discos de Queen raros y como ya los tiene todos, se pilla una edición checoslovaca.
DN: Nosotros lo hacemos porque somos consumidores habituales de música y cualquier cosa que se haga para fomentar eso hay que apoyarla. Tampoco seamos pejigueros. Mira, yo he ido a festivales y me he gastado casi todo lo que había ganado comprándome discos después. Me da rabia llamarme coleccionista, pero llevo años acumulando discos, de eso no hay duda.
Esto no es habitual, aunque choque. Muchos músicos suelen decir que no escuchan música.
DN: Esto es un poco esnobismo, tío, pero es su problema, la verdad. Ellos se lo pierden. Cada uno tiene sus cosas. Yo, por ejemplo, colecciono discos de saxofonistas de la era dorada del saxo tenor. Cualquier cosa que encuentre me lo compro.
Pero es que eso forma parte de ser músico, ¿no?
DN: Pues no lo sé. Supongo. Al final, ser músico es un oficio en el que tienes la suerte de hacer feliz a la gente.
MC: No deja de ser cumplir ese sueño que tienes de pequeño. Cuando te planteas querer ser músico es una fantasía. Mirar atrás y ver que lo has conseguido es algo bastante sorprendente.
No hay más que mirar a los dos músicos a la cara para darse cuenta de que creen en lo que dicen. De que la banda que forman junto a Ivan Kovacevic y Anton Jarl parece satisfacer todas sus necesidades. Porque son Nel.lo y Cobo dos músicos de largo recorrido. De esos que llevan años y años al pie del cañón para conseguir el estatus que ahora tienen y, además, hacerlo con la música en la que creen: el rock and roll. Algunos les acusarán de prepotencia, de pose, algo que sucede en este país a todo aquel que apuesta por su trabajo con una profesionalidad llevada al extremo, aunque no hay más que charlar con ellos un rato para que cambie tu opinión. Porque son tan cercanos como su música y sus palabras desprenden la misma pasión que las notas que surgen de sus instrumentos.
DN: Es que es un placer comprar música. Mario, por ejemplo, compra discos de guitarristas, igual que yo de saxofonistas.
MC: Eso era muy típico en los años cincuenta y sesenta, discos de género. Incluso recopilatorios de esos que se llamaban “Guitarras de Nashville” y encontrabas auténticas joyas dentro. La temática del disco es la guitarra.
DN: Eso es un fenómeno un poco irrecuperable, el de instrumentistas vendedores de discos a lo Chet Atkins o King Curtis. Ese hueco del instrumentista que no está en el jazz y sin embargo vende.
Pero ahí es donde encajáis vosotros…
DN: Quizá sí. Sería interesante. Creo que es a lo que aspiramos individualmente.
MC: Nosotros creemos en la fuerza del instrumento. Quizá hacemos que la canción pierda sentido respecto al instrumento pero es nuestra apuesta.
Aunque sois unos viejunos, siempre habláis de cosas muy antiguas…
DN: No es cierto, tío. Una cosa es oír novedades de la radio comercial y otra cosa es no prestar atención a lo que te rodea. Yo soy mucho de comprar. A mí me flipan las producciones que ha hecho Joe Henry, por ejemplo y son contemporáneas. The Black Keys, por ejemplo, me encantan. O Nick Waterhouse, que no me emocionó mucho pero lo he escuchado. El otro día estaba en una tienda en Toulousse y sonaba ese disco, y aunque no me emocionaba pensaba que prefiero que me pongan eso de música de fondo que no otras cosas.
Pero varias veces os he oído decir que se usa la palabra rock and roll muy desacomplejadamente y eso suena algo carca ¿no?
DN: No, es una realidad [risas]. Nosotros somos una banda de rock and roll instrumental ¿por qué? Porque sí.
MC: Los elementos que barajamos son típicos del rock and roll.
DN: Yo entiendo ese uso desacomplejado de la palabra rock and roll pero lo veo lógico. Le ha pasado al country o al folk, o incluso al jazz.
MC: Yo creo que pasa porque son raíces de género.
DN: El término rock and roll se utiliza así por una cuestión de actitud. Representa esa rebeldía, ese aquí estoy yo. Y a partir de ahí se ha tomado como sinónimo de eso. Cuando tú gritas “rock and roll” te tienen que entender que estás gritando “actitud”. El otro día veía una película porno de una cinta VHS y uno de los protagonistas gritaba “venga chicos, rock and roll” [risas]. A eso me refiero. Es como decir que algo es muy kafkiana ¿qué significa eso? ¿Todo el que lo utiliza ha leído a Kafka? Por eso al final optamos por decir que hacemos sonido jambofónico, pero realmente hacemos rock and roll porque es lo que nos salió cuando nos juntamos. No hay que darle más vueltas.
Igual el problema es usar los términos rock y rock and roll como si fueran sinónimos.
DN: Pues no sé. Yo diferencio el rock and roll del rock a partir del año sesenta y algo cuando el rock and roll deja de ser algo esencialmente bailable a convertirse en algo más megalítico, más ético, más eléctrico. No sabría definírtelo muy bien. Cuando lo escucho sé que T.Rex o AC/DC es rock pero no sé definir muy bien por qué.
Pero vosotros entendéis el rock and roll como un término muy amplio, porque incluís ahí literatura, cómic…
MC: Claro, son elementos que forman parte de la misma cultura. Es que solo te has de meter en ese mundo y te das cuenta que al final estás hablando un lenguaje común.
DN: Yo ahora estoy colaborando en alguna cosa con Carlos Zanón y creo que su última novela, “Yo fui Johnny Thunders”, demuestra ese lenguaje común. Si has vivido la Barcelona de los ochenta te sientes dolorosamente en casa. Y es normal que luego, cuando haces una canción, eso te influya o incluso sea la base.
Ahora que hablas de Zanón, os imagino muy de novela negra.
DN: Claro, tío, yo incluso me obligo a leer cosas que no lo son porque me pongo muy pesado.
Y de cine ¿qué me decís?
MC: Yo es que veo muchas cosas, pero pocas contemporáneas. Además tengo una memoria de pez. Me gustó “La gran estafa americana”.
DN: Yo acabo de ver “Her”. Lo que plantea de fondo es muy posible y eso la hace atractiva. También soy mucho de hacerme ciclos. Me acabo de hacer un ciclo Alain Delon y lo he disfrutado mucho. Vi una peli que se llamaba “Muerte de un corrupto” que parece que habla de hoy en día y todos esos politiqueos extraños.
¿Y series veis?
MC: Yo estoy con “True detective”, que es espectacular. Los actores se salen, el ambiente, todo es flipante.
DN: Yo he visto mucha cosa inglesa. Recuerdo haber visto hace poco” Luther” y “Caída y auge de Reginald Perrin”. La verdad es que el consumo audiovisual privado es una de las cosas buenas que tiene la tecnología. Incluso para ir de bolo es algo muy sano para aislarte de vivir con tanta gente varios días seguidos.
Voy a dar un giro raro para preguntaros algo que siempre he querido hablar con vosotros ¿quién es el rey del rock and roll? Porque hay quien defiende que el título se lo merece más gente como Chuck Berry o Little Richard.
MC: ¡Elvis, tío!
DN: Elvis, sin duda. “On tour” es la Biblia. De los primeros discos que me compré fue “Elvis in concert”, del 77 y me lo sabía de memoria. Al principio se oían los comentarios de los fans, incluso. Es el que abrió la puerta.
MC: Elvis lo cambió todo.
DN: Rompió la última barrera que quedaba por romper racialmente. Ya había ese caldo de cultivo de la gente oyendo música negra pero quien lo hizo a nivel mainstream, fue Elvis.
MC: Además si te lees biografías de rockeros que salieron en esa época, la mayoría concluyen con un “vino Elvis a mi pueblo, lo vi y me cambió la vida. Quise hacer eso”. Y eso fue algo masivo.
DN: Quien capitalizó todo fue Elvis. Podía haber sido otro, pero fue él.
MC: Y evidentemente, por la época, tenía que ser un blanco. Por no hablar de la magia que tenía.
DN: Además como impacto a nivel global, no hay duda. Si eras un inglés cockney, no podías pretender ser Little Richard, querías ser Elvis.
MC: Y tenía más registros, porque Chuck Berry a mí me encanta pero se resumía en un registro, igual que Richard.
DN: Es el gran intérprete del rock and roll. Si hablas del hombre rockabilly, pues es Carl Perkins. El compositor del rock and roll negro, Little Richard. El compositor amable, Fats Domino. El killer, Jerry Lee Lewis. Hacer esa especie de santoral es muy divertido pero lo que mola es consumirlo.
MC: Y si el título lo tuviera Little Richard, la gente te preguntarían por qué no Elvis.
¿Hay algún tótem del rock and roll que no os acabe de llenar o que podáis criticar?
MC: A mí me encanta Chuck Berry. Aunque entiendo que es un tío que se dejó enseguida. Se centró en la pasta y ya está. Aunque las cosas que son más raras me encantan.
DN: Muy de acuerdo. Luego está Bill Haley, que es un poco fórmula. Lo fue buscando de manera consciente, lo que pasa es que consiguió una fórmula impresionante. Y aunque cambiara de músicos siempre sonaba igual. Lo veías y era muy bueno, aunque no fuera innato.
¿Y algún músico en el que os gustaría haber profundizado más?
DN: Suele pasar mucho, eso. Yo tengo muchos. Hay gente que me gusta palparlos pero no sumergirme: Neil Young o Bob Dylan, por ejemplo. Me cuesta por ejemplo entender todas las letras de Dylan y son una de sus grandes bazas. Reconozco su papel en la historia pero no me he sumergido. Y Neil Young, igual.
¿Habéis oído el disco de rockabilly que grabó?
DN: Lo tengo, y no está mal. Afina más de lo normal [risas]. ¿Sabes qué disco es cojonudo fuera del rock and roll? “The fantastic expedition of Dillard & Clark”, para mí el mejor disco de country rock de la historia. Para que luego no digas que solo escuchamos música de un estilo.