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viernes, 27 de junio de 2025

LA REINA OLVIDADA DEL SOUL

Diego Fischerman

elDiarioAr, 26/06/2025


A los 16 años grabó su primer disco. A los 17, se convirtió en una de las estrellas del sello Motown. Y a los 22, con varios hits como intérprete y un tema propio que llegaría al Top Ten de los Estados Unidos, viajó a Inglaterra, hizo coros en una de las grabaciones más famosas de Joe Cocker y luego se retiró para casarse con un predicador. Tenía una voz extraordinaria y fue una compositora notable. Esta es la historia de Brenda Holloway. Novedades y rescates en la red, entre las redes.

En 1968, un joven gasista de Sheffield grabó un disco simple –de dos temas– que cambiaría varios destinos, empezando por el propio. La canción principal era una composición de The Beatles. Una pieza liviana. La que el grupo reservó para que Ringo Starr la cantara en Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Y allí donde Ringo parecía bromear sobre sí mismo y su voz acaso destemplada (“Que pensarían si desafinara al cantar?...Oh, lo puedo hacer con una pequeña ayuda de mis amigos…”), Joe Cocker construía, con la ayuda de amigos como Jimmy Page, que allí tocaba la guitarra, un ruego desesperado y expresionista. Pero, sobre todo, rendía tributo a una de las tradiciones más extrañas y fructíferas de la música del siglo XX: la fascinación blanca e inglesa con el rhythm & blues negro y estadounidense.

El éxito de esa versión de “With a Little Help from My Frieds”, que se mantuvo durante más de tres meses en los primeros puestos de venta en Inglaterra, derivó, a comienzos del año siguiente, en la grabación de un disco de larga duración. Y en los coros del tema que abría el álbum, “Feeling Alright”, estaban Brenda Holloway y su hermana Patrice (que en los créditos aparecía como “la hermana de Brenda”). La canción, originalmente “Feelin’ Alright”, había sido compuesta por Dave Mason e incluida en el primer disco de Traffic, publicado en el 68. Y Steve Winwood, el organista y cantante de aquel grupo, fue uno de los participantes de la grabación del LP de Cocker. Para él, que en 1965 había registrado “Every Little Bit Hurts” con The Spencer Davis Group, el nombre de Brenda Holloway era el de una leyenda. Ella era la que en 1964, con apenas 17 años, había grabado esa canción para el sello Motown. Ese había sido el principio, o casi. Y éste, la estrella haciendo los coros de una grabación que se convertiría en célebre, era el final. O casi.

Cada pequeño golpe lastima, decía esa pieza que inauguró la relación de Holloway con la marca que patentó un estilo para el soul y que, en realidad, no fue el verdadero comienzo. La cantante ya había grabado la canción, en 1962 y con 16 años recién cumplidos, para un pequeño sello llamado Del-Fi. Motown puso allí una orquesta, un arreglo con su estética, la paseó por la televisión y publicó un primer disco de larga duración que llevó como título el del simple. La canción fue un éxito casi inmediato. En Inglaterra, además del Spencer Davis Group, la registraron Small Faces y Cilla Black, y en los Estados Unidos fue grabada por Aretha Franklin y Gladys Knight entre muchas grandes figuras del soul. Mucho después, en 1980, The Clash realizó una versión para el disco Sandinista! Que finalmente no se incluyó allí y fue editada recién en 1991 dentro de la caja Clash On Broadway.

Entre 1962 y la nueva versión del que se convirtió, con el tiempo, en un clásico del género, y en ese primer álbum consagratorio, Holloway, que había cantado en el coro de la iglesia y tocaba también flauta, violín y piano, continuó sus estudios musicales en el Compton Community College y grabó una serie de simples, incluyendo algunos en colaboración con Hal Davis, uno de los productores de Motown, y el grupo The Carrolls.

No obstante, y más allá de la repercusión de sus grabaciones y del hecho de que ella fuera la única artista a la que Motown le permitió permanecer en Los Angeles, utilizando estudios contratados, en lugar de mudarse a Detroit, la relación entre la cantante y el sello se hizo cada vez más conflictiva. El segundo disco se demoraba y Holloway sentía que el sello ponía mucho más énfasis en las carreras de otros artistas que en la suya.

Finalmente, en 1968, hubo un nuevo simple, esta vez con una canción compuesta por ella y su hermana, con cuya orquestación no estuvo de acuerdo, y un nuevo larga duración, al que titularon The Artistry of Brenda Holloway, donde se incluía esa canción, las grabaciones que debían haberse publicado como Hurtin' & Cryin y algún material antiguo, más una nueva reedición de “Every Little Bit…”, a cuya popularidad el sello se negaba a renunciar (la edición que está en las redes incluye ocho pistas adicionales).

Y ese fue el primer final. O lo fue hasta cierto punto. Porque la canción nueva, “You’ve Made Me So Very Happy”, lo último que ella grabó para Motown, arrancó en el puesto 39 de Billboard Hot 100 y, cuando la grabó el grupo Blood, Sweat & Tears, llegó a estar segunda en esa lista, en abril de 1969. Pero para ese entonces Brenda Holloway, con 22 años, ya se había retirado. Su última canción, entre tanto, fue grabada, en ese mismo año, por Cher y por Liza Minelli, además de otros artistas de Motown, como el dúo de Edwin Starr y Blinky. En 1970, se agregaron otros dos grupos del sello,The Temptations y The Miracles, junto con las grabaciones de Lou Rawls, Nancy Wilson, Sammy Davis Jr. y Matt Monro. Mina, por su parte, la registró en vivo en 1972.

Brenda Holloway, que siempre había sentido una cierta contradicción entre su pasado en el coro parroquial y su presente como reina del soul, volvióa Los Angeles, se casó con un predicador, a quien, como es obvio, la vida artística le parecía pecaminosa, y tuvo cuatro hijos. Pero ese tampoco fue el fin de la historia. A mediados de los 80s se divorció y volvió a cantar. Tenía apenas 40 años y la voz intacta.

Lo que había cambiado era el soul. Pero no en todas partes. En el norte de Inglaterra, un movimiento heredero de los mods y llamado literalmente Northern Soul, conformado por disc jockeys, clubs, coleccionistas y artistas retro, la consideraba una heroína. Sus canciones y su estilo, exacto en la afinación, delineado en sus frases como por un cincel, eran allí como himnos. En 1991 grabó un nuevo disco –hoy inhallable– llamado All It Takes. En 1999 llegó It’s a Woman World y ese mismo año grabó en vivo Together, que se editó el año siguiente. Las actuaciones continuaron y recibió premios como el Pioneer Award, entregdo por la Rhythm & Blues Foundation. Pero esta vez sí podría pensarse que lo más importante había quedado en el pasado. Y en el olvido.

miércoles, 26 de marzo de 2025

DE TOCAR CON INSTRUMENTOS ARTESANALES A SER LOS PRIMEROS ARTISTAS PERUANOS EN TOCAR EN EL FESTIVAL DE COACHELLA 2025: LA HISTORIA DE LOS MIRLOS

Manoel Obando

Infobae, 26/03/2025

En un festival dominado por el pop, el rock y la electrónica, un género nacido en la Amazonía peruana se abre camino. Los Mirlos no solo tocan en Coachella: llevan consigo una cultura entera.

En la selva peruana, donde la música y la naturaleza se entrelazan, nació el sonido de Los Mirlos. Con guitarras eléctricas y ritmos tropicales, esta banda pionera de la cumbia amazónica transformó la escena musical del país.

Lo que comenzó en Moyobamba con instrumentos rudimentarios, pronto trascendió fronteras, llevando su estilo a los más grandes escenarios internacionales. Con más de cinco décadas de trayectoria, su legado sigue vigente, adaptándose a nuevas generaciones.

Ahora, su música vibrará en el prestigioso Festival de Coachella 2025, marcando un nuevo hito para una agrupación que convirtió la selva en melodía universal.

Jorge Rodríguez Grandes nació en Moyobamba, San Martín, en una familia donde la música era parte de la vida cotidiana. Aunque soñaba con convertirse en cineasta, su destino lo llevó por otro camino: la cumbia amazónica. Su padre, un apasionado de la música tradicional, le inculcó desde pequeño el amor por los ritmos selváticos.

En 1968, junto a su hermano menor, fundó la orquesta Los Saetas, inspirados por bandas pioneras como Los Destellos y El Avispón. Desde sus inicios, experimentaron con guitarras eléctricas y sonidos autóctonos, dando forma a un estilo que años más tarde definiría su legado.

Los años 70 no fueron fáciles para los músicos emergentes en el Perú. La falta de recursos limitaba la posibilidad de adquirir instrumentos de calidad, por lo que los jóvenes artistas debían ingeniárselas para producir sus propias herramientas sonoras. Con apenas un amplificador de 20 watts y guitarras artesanales, Los Saetas lograron diferenciarse, creando un sonido inconfundible que poco a poco captó la atención del público local.

El nacimiento de Los Mirlos

En 1972, un giro inesperado marcó el destino de la agrupación. Durante una fiesta patronal en Moyobamba, su hermano mayor, que residía en Lima, los escuchó tocar y reconoció su potencial. Consciente de la falta de oportunidades en la selva, decidió llevarlos a la capital para grabar su primer disco.

Fue allí donde se encontraron con un obstáculo: en Lima ya existía un grupo con el nombre Los Saetas, por lo que tuvieron que buscar una nueva identidad.

Entonces el nombre Los Mirlos surgió en homenaje a un ave selvática conocida por su capacidad de imitar sonidos. Bajo esta nueva identidad, lanzaron su primer disco con los temas El aguajal y La danza de los mirlos, piezas que marcaron el inicio de su consolidación en la escena musical. Su mayor contribución fue la creación y difusión de la cumbia amazónica, una fusión de ritmos tropicales con los sonidos tradicionales de la Amazonía peruana.

Evolución musical

A lo largo de los años 80 y 90, Los Mirlos enfrentaron grandes desafíos. Con la llegada de nuevos géneros musicales y la crisis económica que afectaba a la industria, el grupo tuvo que reinventarse para mantenerse vigente.

Jorge Rodríguez, líder y fundador, decidió viajar a Estados Unidos para modernizar el sonido del grupo. Allí perfeccionó su dominio de la guitarra y exploró nuevos arreglos con el órgano eléctrico, ampliando el repertorio de la banda sin perder su esencia tropical.

La adaptación fue clave para su permanencia en el tiempo. Además de su evolución sonora, la agrupación aprovechó al máximo las oportunidades de promoción. Su participación en la película Vacaciones de amor, protagonizada por Camilo Sesto, les dio visibilidad internacional y les abrió las puertas a giras por Argentina, Bolivia, Ecuador, Colombia y Estados Unidos. Su presencia en festivales de renombre consolidó su prestigio y les permitió conectar con nuevas audiencias.

Legado y reconocimiento global

El legado de Los Mirlos ha sido preservado por la familia Rodríguez. Actualmente, Luis Rodríguez, hijo de Jorge, es quien lidera la agrupación, mientras que Mónica Rodríguez, contadora pública, se encarga de la administración. Javier Rodríguez, por su parte, coordina las giras internacionales como manager desde hace más de una década.

Bajo esta estructura, la banda ha lanzado 30 discos y ha llevado su música a escenarios de gran prestigio, como el Vive Latino en México y el Ruido Fest en Chicago.

La era digital también ha jugado un papel fundamental en su resurgimiento. A pesar de no sonar con frecuencia en las radios limeñas, Los Mirlos acumulan millones de reproducciones en plataformas como Spotify, YouTube y TikTok. Su legado fue reconocido oficialmente en 2024 por el Ministerio de Cultura del Perú, otorgándoles el título de Personalidad Meritoria de la Cultura.

Ese mismo año, fueron protagonistas del documental La lanza de Los Mirlos, presentado en el Festival de Cine de Lima, una producción que retrata su trayectoria y su impacto en la música latinoamericana.

Hacia Coachella: Un nuevo hito en su carrera

En 2024, la agrupación confirmó su participación en el Festival de Música y Arte de Coachella Valley 2025, convirtiéndose en el primer grupo musical peruano en presentarse en este prestigioso evento.

Considerado uno de los festivales más importantes del mundo, Coachella reunirá a Los Mirlos con artistas de talla internacional (Green Day, Missy Elliott, Post Malone, Travis Scott, entre otros) y les permitirá seguir expandiendo su influencia más allá de América Latina.

Con más de 50 años de trayectoria, Los Mirlos han demostrado que la música no tiene fronteras. Lo que comenzó con instrumentos artesanales en la selva amazónica hoy resuena en los escenarios más importantes del mundo, consolidando su legado como pioneros de la cumbia amazónica.

Características de la cumbia amazónica

La cumbia amazónica es un subgénero de la cumbia peruana. Su característico ritmo pegajoso y bailable se acompaña de instrumentos como el teclado, la guitarra eléctrica, la batería y las percusiones típicas de la Amazonía, como el bombo y el güiro. A lo largo de los años, la cumbia amazónica ha evolucionado incorporando elementos del rock y la música electrónica.

Una de las características distintivas de este subgénero es su capacidad para reflejar las tradiciones y vivencias de los pueblos de la selva. Sus letras suelen abordar temas relacionados con la naturaleza, la vida cotidiana en la Amazonía y las historias de amor o desamor.



viernes, 28 de febrero de 2025

BOB DYLAN, O LA POESÍA COMO ARMA CARGADA DE PASADO

Rebeca García Nieto

Jot Down, febrero 2025



He oído que Bob Dylan ha ganado el Nobel. ¿De qué? De ciencia, creo. ¿De ciencia? Sí, tiene que ser eso. Esa canción, «Mr. Tambourine Man», ¿cómo podría alguien tocar una canción solo con un pandero? Eso no se puede. Es como darle a un tío un bodhrán y esperar que toque «Bohemian Rhapsody». Simplemente no es posible. Pero Dylan lo clavó.

El día que se anunció que Bob Dylan había ganado el Nobel de Literatura muchos pensaron que se trataba de un error, un poco como la vez que los miembros de la Academia se equivocaron y llamaron a un economista para decirle que era el nuevo Nobel de Física o como cuando comunicaron a un señor que se dedicaba a limpiar alfombras que era el flamante ganador del Nobel de Química. Sencillamente, no podía ser. En palabras del escritor Ian Sansom, era como si un caballo de carreras ganara el primer premio en una exposición canina. No es que el caballo no tuviera mérito, es que estaba fuera de lugar.

A mí no me indignó que premiaran a Dylan, pero me sentí tan decepcionada como todos los años: ni Roth ni Pynchon ni Carson habían ganado. No suelo dar demasiada importancia a un galardón que en el pasado ha dejado fuera a escritores como Nabokov o Borges; sin embargo, la polvareda que se levantó en torno a la concesión del premio hizo que prestara más atención al asunto de lo que acostumbro. El premio metía de lleno el dedo en la llaga de qué entendemos por literatura, un concepto que, a juzgar por las airadas reacciones que se desataron entonces, transcurría dentro de unos márgenes más estrechos de lo que había pensado. 

La polémica, lejos de amainar, arreció en las siguientes semanas, y, para mi sorpresa, fue adquiriendo matices cada vez más literarios. Dylan apuró hasta el último momento para enviar oficialmente su discurso de aceptación. En él hablaba de Moby Dick, Sin novedad en el frente o La Odisea. A los pocos días alguien se dio cuenta de que una de las citas que atribuía a Moby Dick no aparecía en la novela y muchos empezaron a sospechar que nos estaba dando gato por liebre. La escritora Andrea Pitzer decidió indagar en el asunto y observó un preocupante parecido entre algunos fragmentos y los contenidos de SparkNotes —web a la que acuden los estudiantes para hacer sus deberes, normalmente para recabar información sobre libros que no han leído—. El hallazgo, como suele pasar con Dylan, dio pie a diversas lecturas. Para algunos no era más que una broma del Jokerman a la altura de la tomadura de pelo que era el premio. Otros pensaron que era un acto de desprecio al establishment representado por la Academia Sueca. También hubo quien vio en el discurso una muestra más de su genialidad: el artista estaba siendo coherente con el resto de su obra, reivindicando así su forma de crear. De ser esto cierto, no se habría visto una maniobra tan ingeniosa y atrevida desde que Laurence Sterne incluyó en su Tristram Shandy una crítica contra el plagio tomando prestados fragmentos de Anatomía de la melancolía de Burton2. 

Sterne, por cierto, también fue acusado en su época de hacer un uso indebido del material ajeno, pero ya entonces hubo escritores que defendieron que sus «préstamos» no eran plagio, pues les daba un nuevo uso literario, dando lugar a una obra completamente distinta, mucho mayor que la suma de sus partes. El caso de Dylan no parece diferente, al menos en lo que respecta a sus canciones (sobre el discurso no me atrevo a pronunciar; no hay forma de saber si había alguna intención detrás o si simplemente fusiló de la web lo que pudo porque andaba muy pillado con el plazo de entrega).

Además de la cuestión de las apropiaciones, estaba la duda de si lo que hacía Dylan podía considerarse literatura. Al hablar de sus canciones es habitual que tengamos que recurrir a otras disciplinas, siendo la más frecuente la literaria. Tom Waits dijo que «Sad-Eyed Lady of the Lowlands» es como Beowulf, el conocido poema épico, y añadió: «es un sueño, un acertijo, una plegaria». Para el profesor Timothy Hampton, las canciones de Dylan son tan sofisticadas como una partida de ajedrez en 3D, para entender cómo funcionan hay que tener en cuenta tres dimensiones: la letra, la música y la interpretación. Cualquier aproximación «unilateral» a Dylan, centrada en uno de esos elementos y obviando los otros dos, es reduccionista. 

El propio Dylan establece un vínculo inseparable entre la música y las letras. En la célebre conferencia de prensa que ofreció en San Francisco en 1965, afirmaba que para él la música y las palabras tenían la misma importancia, para a continuación matizar que no habría música sin las palabras. Aunque, por lo que cuenta en Crónicas, parece que nunca fue un gran lector —admite abiertamente que hasta entonces no le habían entusiasmado los libros ni los escritores—, desde que se instaló en Nueva York y pensó en componer sus propias canciones empezó a leer poesía: «Byron y Shelley y Longfellow y Poe. Memoricé el poema de Poe «The Bells» y busqué un acompañamiento para él con la guitarra». Más tarde, para ampliar su campo de batalla, empezó a atiborrarse «el cerebro de toda suerte de poemas profundos», como el Don Juan de Byron o el Kubla Khan de Coleridge. 

Siempre hay que poner en cuarentena lo que dice Dylan, pero parece claro que desde el principio tenía algún tipo de aspiración literaria. En el documental de Scorsese, No Direction Home, Joan Baez cuenta que siempre estaba delante de la máquina de escribir, no guitarra en mano como cabría esperar. En esa época, escribía las notas de sus discos y algunas piezas en prosa (algunas acabarían incluidas en Tarántula, un libro bastante prescindible que accedió a publicar a regañadientes después de que durante años circularan copias sin su permiso). Poco a poco fue canalizando estas aspiraciones a través de las letras de sus canciones, algunas, como «Only a Pawn in Their Game» y, sobre todo, «The Lonesome Death of Hattie Carroll», ambas de 1964, ejemplos muy notables de economía y maestría narrativa. La canción que, al parecer, lo cambió todo fue «Like a Rolling Stone». Al escribirla Dylan se dio cuenta de que eso era exactamente lo que quería hacer. No obstante, es en canciones como «Chimes of Freedom» o «Visions of Johanna» donde alcanza las cotas poéticas más altas. Las letras de estas canciones destacan por su carácter «sinestésico». Al apelar a distintos sentidos sigue la senda emprendida por Rimbaud, que se vanagloriaba de haber inventado un lenguaje poético que algún día sería accesible a todos los sentidos3. 

Lo que Dylan buscaba en aquellos primeros años era un molde que lo abarcara todo, y parece que lo encontró en el collage, un formato que le permitía entablar un diálogo tanto con el presente (con los escritores de la generación beat) como con el pasado (con la tradición folk norteamericana o el modernismo literario). El poeta Robert Polito definió algunas de sus canciones como collages modernistas, género al que pertenecen algunos de los poemas más conocidos del siglo XX, como los Cantos, de Ezra Pound, y La tierra baldía, de T. S. Eliot. Si Eliot se sirvió de recortes de periódicos, las Upanishads, la Biblia o Dante para levantar su poema, en las canciones del álbum Love & Theft pueden encontrarse trazas de Memorias de un yakuza, La Eneida, Huckleberry Finn o poemas de Henry Timrod, entre otros. Hay varias referencias directas a La tierra baldía en «Desolation Row»4. Además, Eliot y Pound son mencionados de forma explícita en la letra: 


Praise be to Nero’s Neptune;

The Titanic sails at dawn;

Everybody’s shouting,

«Which side are you on?»

And Ezra Pound and T. S. Eliot

Fighting in the captain’s tower 

While calypso singers laugh at them (…)


Alabado sea el Neptuno de Nerón;

el Titanic zarpa al amanecer;

todo el mundo grita:

¿de qué lado estás?

Y Ezra Pound y T. S. Eliot

se pelean en la torre de mando 

mientras cantantes de calipso se ríen de ellos (…)


Aunque puede haber otras interpretaciones (Dylan podría estar aludiendo aquí al antisemitismo)5, no hay que olvidar que Pound se encargó de la edición de La tierra baldía, un proceso arduo plagado de cortes y revisiones. A aquellos rifirrafes entre poeta y editor podría referirse a la pelea en la torre de mando. El escritor Ryan Ruby apuntaba también que la letra estaría señalando un cambio de guardia; el modernismo, representado por Eliot y Pound, hace aguas para dar paso a su heredero: Bob Dylan.

Por supuesto, el hecho de que Dylan nombre a estos gigantes literarios o incluya citas de libros no convierte sus letras en literatura. Sin embargo, detrás de estos guiños suele haber algo más de lo que parece a simple vista. Cuando en «Tangled Up in Blue» alude a un poeta italiano del siglo XIII —que puede ser Dante o, como defiende Timothy Hampton, más probablemente, Petrarca—, Dylan está llamando la atención sobre la forma. Dante y Petrarca son maestros del soneto y la letra de esa canción se adapta a ese tipo de composición poética. Otro ejemplo lo encontramos en la cita de El gran Gatsby incluida en «Summer Days»:


She says, «You can’t repeat the past,» I say, «You can’t?

What do you mean you can’t? Of course you can!»

Ella dice: «No se puede repetir el pasado». Y yo: «¿Que no? 

¿Cómo que no? ¡Por supuesto que se puede!».


A partir de esta cita, y de la posibilidad de repetir o no el pasado, Dylan cuenta, tal vez, una historia distinta a la de la novela de Fitzgerald. En «Diamonds and Rust», Joan Baez vino a decir que Dylan es un maestro de las palabras y de la ambigüedad, y tenía razón. Sus letras son tan deliberadamente ambiguas que a veces no podemos siquiera saber si el «yo», el «él» o el «ella» de un verso es el mismo del de un verso anterior o ha cambiado. En el caso de «Summer Days» no podemos saber si está hablando de una o de dos bodas, en cuyo caso la historia del narrador de la canción y la chica sería distinta a la de Jay Gatsby y Daisy Buchanan en la novela6. 

Que las letras de Dylan puedan considerarse poesía está, en mi opinión, fuera de toda duda. Otra cuestión es que, como afirma el crítico sir Christopher Ricks, estén al mismo nivel que Tennyson, Milton, Donne, Wordsworth o Shakespeare —para él, el más «dylaniano» de los escritores—. En Dylan poeta. Visiones del pecado, Ricks disecciona sus canciones como si fueran obras literarias. Sus hallazgos son con frecuencia fascinantes, pero en ocasiones los paralelismos que establece con poemas clásicos parecen un poco traídos por los pelos. Dicho esto, coincido con él cuando afirma que Dylan es un maestro de la lengua inglesa. A lo largo de su carrera ha ido desarrollando un inglés idiosincrásico, muy rico, contemporáneo pero con ciertas resonancias del pasado.

Por otro lado, reivindicar a Dylan como poeta tampoco debería parecernos tan sorprendente. Bardos, trovadores y juglares fueron parte de la tradición poética de países como el nuestro. La figura del bardo viene al caso también en otro sentido. Contaba Ruby en su artículo que desde los inicios de la poesía, al menos en Occidente, un poema entraba en el inconsciente colectivo de una cultura y permanecía allí a base de ser citado por otros. Por esta vía, los bardos de la Grecia clásica como Homero (también llamados aedos) fueron clave para la supervivencia de la poesía. T. S. Eliot siguió esta tradición insertando fragmentos de Shakespeare, Baudelaire o Dante en La tierra baldía. Desde su muerte, la poesía ha tomado otros derroteros, salvo en el caso de Dylan, que para Ruby ha tomado el relevo de Eliot.

Sabíamos desde Gabriel Celaya que la poesía es un arma cargada de futuro, pero también podemos decir que es un arma cargada de pasado. Me gusta pensar en esos restos de poemas que van pasando de generación en generación y sobreviven en los poemas de otros. El poeta Jorge Fernández Granados defendía en un artículo que lo que trasciende no es el poeta sino la poesía, y esta trasciende cuando un poema sobrevive y circula entre los hablantes de un idioma —«y no tienen que ser millones», matizaba, «basta con unos cuantos pero que no falten en cada generación»7—. Desde este punto de vista, creo que Dylan o Cohen tienen más probabilidades de trascender que otros poetas. 

En dicho artículo, Fernández Granados culpaba a los debates internos de la crisis de la poesía. De un tiempo a esa parte, había que decir de qué lado estabas: ¿poesía como conocimiento o poesía como comunicación?, ¿poesía social o poesía pura? Estas falsas disyuntivas revelaban, a su modo de ver, el lugar, cada vez más pequeño, que ocupa la poesía en la sociedad: «[la poesía] se hunde en su propio lastre de contradicciones y aparece ante el público —el poco que queda— muchas veces como un galimatías, una interminable discusión de modos (…). Porque, honestamente, ¿no son hoy en día quizá las canciones de la radio los verdaderos poemas populares?», se preguntaba. Podemos seguir en la torre de mando enzarzados en luchas inútiles, debatiendo qué es o qué no es la verdadera poesía, pero ya sabemos cómo acabará esa historia —el Titanic ya ha zarpado, lo hizo al amanecer—. Una concepción elitista de la poesía, que excluya la poesía popular, corre un serio riesgo de hundirse por completo en las aguas de su propia irrelevancia.

Notas

(1) Este fragmento es una modificación de un post de Facebook del escritor Roddy Doyle a propósito del Nobel a Dylan. Se ha acortado por razones de espacio. Al final dice que Dylan merece el Nobel de Literatura. Un bodhrán, por cierto, es un tipo de tambor irlandés.

(2) Ya en 2006 el poeta Robert Polito comparaba a Dylan y Sterne en un artículo sobre el plagio. Este paralelismo parece más pertinente que nunca en el caso del discurso del Nobel.

(3) Sobre la influencia de Rimbaud en Dylan se extiende Timothy Hampton en «Absolutely Modern: Dylan, Rimbaud, and Visionary Song». Representations 2015; 132(1): 1-29.

(4) Véase «Dig it Up Again. A Century of The Waste Land», de Ryan Ruby, publicado en la web de Poetry Foundation en diciembre de 2022.

(5) Tanto Pound como Eliot fueron tachados de antisemitas. Se cree que la canción señala cierta similitud entre la discriminación racial en Estados Unidos y el antisemitismo en Europa.

(6) En un blog sobre las canciones de Dylan, David Weir plantea la posibilidad de que Dylan esté hablando en realidad de dos bodas con frases prácticamente idénticas.

(7) Fernández Granados J. «¿Está en crisis la poesía?». Letras Libres, 31 de diciembre de 2004.

miércoles, 29 de enero de 2025

FRANK ZAPPA, UN MÚSICO INFINITO INSPIRADO POR LA LITERATURA DE ALFRED JARRY Y RABELAIS

Marta Moreira

Valencia Plaza, 9/01/2025



El investigador y profesor universitario Manuel de la Fuente reúne por primera vez la obra lírica completa del músico y compositor estadounidense. Este ambicioso volumen, publicado por Libros del Kultrum, incluye notas explicativas y la traducción al castellano de más de 400 canciones compuestas entre los años sesenta y los noventa

Es difícil saber adónde habrían llegado los derroteros experimentales de Frank Zappa (1940-1993) si hubiese llegado con vida a nuestros días. Qué nuevo género se habría inventado; qué tipo de músicos le acompañarían en esta etapa crepuscular. Lo que sí podemos presuponer es que el artista norteamericano encontraría en los desastres del siglo XXI una cantera inagotable de versos para practicar su deporte favorito: denunciar la estupidez humana con enormes dosis de sarcasmo. “Cuando Zappa escribía, no hacía prisioneros: tenía todo a tiro y no le temblaba el pulso”, sostiene Julián Hernández, cantante y fundador de Siniestro Total, en el prólogo del imponente libro en el que el investigador y profesor universitario Manuel de la Fuente reúne por primera vez toda la obra lírica de Zappa, tanto en su versión original en inglés como en castellano.

Este volumen de más de 600 páginas, que ha visto la luz a través de la editorial española Libros del Kultrum, supone todo un hito a nivel internacional. No solo por la gigantesca cantidad de obra lírica producida por el músico y compositor estadounidense a lo largo de su vida -su discografía cuenta con más de sesenta títulos-, sino porque estas letras estaban diseminadas en un sinfín de fuentes dispersas y además muchas de ellas nunca antes se habían plasmado en papel. 

Este trabajo viene acompañado de numerosos textos y notas explicativas que ayudan a contextualizar las circunstancias que rodearon al proceso de composición y a desgranar las múltiples referencias culturales y políticas embutidas en los versos. Lejos de ser una mera recopilación de canciones, este libro se puede entender como un ensayo que descubre la faceta de Zappa como letrista ágil, concienzudo e hilarante, y lo hace además de forma cronológica y ordenada, desde su debut discográfico en la escena californiana de los años sesenta hasta los trabajos que dejó preparados antes de fallecer a principios de los noventa.

Censura “atroz”

Manuel de la Fuente reconoce que la faceta de Zappa como letrista se ha obviado notablemente en comparación con la musical. “Esto se debe principalmente a que sus letras eran muy incómodas para mucha gente, porque eran muy provocadoras, estaban llenas de palabrotas y descripciones de depravaciones sexuales, y eso dificultó su distribución. Zappa fue objeto de la censura más atroz que puede sufrir una artista. No solo le tacharon versos, sino que invisibilizaron sus canciones al no pinchancharlas en las emisoras de radio comerciales o en no darle espacio en la televisión”. Por otra parte -añade-, en el mercado europeo no se ha prestado tanta atención a su obra lírica por la barrera idiomática y por el hecho de que son letras mucho más complejas que las de la mayoría de grupos de pop y rock. Son textos muy meticulosos y que corresponden a estilos literarios muy diferentes; algunos están muy basados en la realidad, y tienen referencias muy específicas de la cultura y la política estadounidense, y otros son muy surrealistas”. 

Ejes temáticos

“Los principales ejes temáticos de Zappa eran, por un lado, historias fantasiosas protagonizadas por personajes grotescos. Se nota la gran influencia de la obra de Rabelais en el empleo de neologismos, juegos de palabras, lenguaje procaz, etcétera”, afirma Manuel de la Fuente, autor de otros ensayos esenciales sobre el músico norteamericano como Frank Zappa en el infierno. El rock como movilización para la disidencia política (2006) y La música se resiste a morir. Frank Zappa: Biografía no autorizada (2021), así como traductor de las memorias del músico (La verdadera historia de Frank Zappa, 2014) y de su secretaria Pauline Butcher (¡Alucina! Mi vida con Frank Zappa, 2016)-. Además del autor de Gargantúa y Pantagruel, Zappa encontró también en Alfred Jarry (inventor del humor patafísico y creador de la obra Ubú Rey) una de sus principales fuentes de inspiración literaria.

El segundo eje temático que encontramos en la obra lírica de Zappa es la ridiculización de la sociedad y la política estadounidense. “A través de sus letras, él interviene directamente en el debate político de su tiempo -explica Manuel de la Fuente-. Comenta noticias, denunciar la hipocresía de los fundamentalistas cristintos, de los republicanos, de la clase empresarial…”. Era, en suma, un enemigo radical de la corrección política; razón de más para intuir que no se habría sentido demasiado cómodo en el primer cuarto del siglo XXI.

“Otra de las cosas que aparecen de forma recurrente en sus canciones es la voluntad de ofrecer una crónica alternativa del rock, alejada de la canónica que podrían representar por Beatles. De ahí, por ejemplo, su interés en otorgar protagonismo a la figura de la groupie en muchas canciones”.

Traducción literaria, no literal

Cuando las letras de una canción hablan de pasarlo bien en la playa, de enamorarse o de correr muy rápido por la carretera, el desafío de la traducción es relativo. Pero en el caso de las canciones de Zappa -llenas de referencias culturales locales, argot, juegos de palabras y dobles sentidos-, una traducción palabra por palabra puede generar malentendidos. Esta es la razón por la que Manuel de la Fuente se ha decantado por una traducción literaria, que no literal. “Le hemos dado prioridad a mantener el sentido original de las canciones. Por ejemplo, si traducimos directamente los conceptos de “Valley Girl” o de “Jewish Princess”, que eran estereotipos de pijas muy comunes en Estados Unidos en los ochenta, por “chica del valle” o “princesa judía”, en castellano no se entiende”. 

“El arte más relevante es aquel que parte de un contexto específico para erigirse en un retrato de la condición humana en su conjunto. Por ejemplo, el Guernica de Picasso se considera un símbolo que trasciende el contexto de la guerra civil española, y El Quijote de Cervantes tiene una condición universal más allá del contexto de la Castilla del siglo XVII”. Del mismo modo, razona Manuel de la Fuente, el cancionero punzante y de espíritu crítico de Zappa ha soportado muy bien el paso del tiempo y se presta a una interpretación sociológica que va mucho más allá de la realidad estadounidense de las décadas de los sesenta, setenta y ochenta.

Canciones clave para entender a Zappa

Pedimos al autor del libro que seleccione algunas de las canciones esenciales para aproximarnos a la obra lírica de Frank Zappa.

“Trouble Every Day” (1966) 

Frank Zappa debuta al frente del grupo The Mothers of Invention con Freak Out!, un disco doble aparecido en 1966 en el que ridiculiza las canciones de amor y arremete contra el agitado clima social de Estados Unidos. Uno de los temas destacados es “Trouble Every Day”, canción protesta sobre los disturbios de Watts. Iniciados el 11 de agosto de 1965 a raíz de la detención de un joven afroamericano por conducir ebrio, los disturbios raciales en el barrio de Watts, en Los Ángeles, constituyeron una batalla campal entre los vecinos y la policía, que duró seis días y dejó treinta y cuatro muertos, más de un millar de heridos y cuatro mil detenidos. Al contrario de las canciones protesta convencionales, Zappa denuncia el racismo sin posicionarse del lado de los manifestantes.

“The Idiot Bastard Son” (1968)

Tema aparecido en We’re Only in It for the Money, álbum que parodia el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de los Beatles. Zappa consideraba a los hippies un movimiento compuesto por niños de papá que acudían a las protestas para drogarse y tener sexo hasta que se acababa el dinero y regresaban a casa. 

“I’m the Slime” (1973)

Aparecida en el disco Over-Nite Sensation, la canción supone una crítica a la banalización de los medios y el uso de la televisión con fines políticos. El lamento por el control social que ejerce la televisión es recurrente en la obra de Zappa.  

“Don’t Eat the Yellow Snow” (1974)

Perteneciente a Apostrophe (’), el único disco de Zappa que llegó al top ten en Estados Unidos, la comicidad se basa aquí en historias disparatadas protagonizadas por personajes grotescos: el protagonista es un niño esquimal que recibe un consejo de su madre: “Fíjate por dónde han pasado los huskies y no te comas la nieve amarilla”. Su autor explicaba que la canción surgió de una conversación con una profesora de lengua en Kansas sobre la función del lenguaje y el hecho de que las sociedades destacan ciertas palabras según su relevancia. Mencionó el caso de la lengua esquimal que, según ella, tiene veinte palabras distintas para la nieve, y añadió en broma que quizás tuvieran algún dicho para advertir a los niños que no comieran nieve amarilla. 

“Bobby Brown” (1979)

Epítome del estilo zappiano, este tema del disco Sheik Yerbouti resume una de las características principales de su cancionero: el conflicto entre texto y música. Por contraste con una estructura rítmica y melódica típica de la canción pop, la letra, de una procacidad absoluta que elude todo principio de corrección política, actúa como antítesis y cuestiona la construcción de la música como instrumento de consumo. El protagonista de la letra encarna al triunfador del American way of life que, sin embargo, se cuestiona su sexualidad tras un encuentro con un travesti y, desde ese momento, experimenta con todo tipo de perversiones.  

“Joe’s Garage” (1979)

Ópera rock distópica que sitúa la historia en unos Estados Unidos donde la música está prohibida, Joe’ Garage constituye uno de los álbumes más conocidos de Zappa. El protagonista del relato, un joven llamado Joe, experimenta todo tipo de calamidades únicamente por su inclinación hacia el oficio musical. El tema que titula el disco ironiza con las fórmulas de éxito que impone la industria a los artistas y grupos emergentes.

“When the Lie’s So Big” (1988)

En 1988, Zappa realiza su última gira, alarmado por la institucionalización de la mentira en el discurso político estadounidense. Son los años de Ronald Reagan, el presidente que entonces llega al fin de su mandato con la amenaza de que su sucesor prosiga con una agenda que, según el músico, puede derivar en la conversión de su país en una “teocracia fascista”. Zappa detecta que el Partido Republicano ha iniciado una nueva época en la que la política se ha sometido a los intereses particulares de los gobernantes. En las canciones de Broadway the Hard Way, álbum que recoge parte de ese tour, se puede contemplar el humor del músico para retratar a la clase dirigente, con unos versos que permanecen más vigentes que nunca.

lunes, 13 de enero de 2025

SAM MOORE, DEL DÚO SAM & DAVE, MUERE A LOS 89 AÑOS

 Los Angeles Times, 11/01/2025

CORAL GABLES, Florida, EE.UU. (AP) — Sam Moore, la mitad sobreviviente y voz más aguda del dúo de los años 60 Sam & Dave, conocido por éxitos que definieron una época como “Soul Man” y “Hold On, I’m Comin’”, ha fallecido. Tenía 89 años.

El publicista Jeremy Westby dijo que Moore murió el viernes por la mañana en Coral Gables, Florida, por complicaciones mientras se recuperaba de una cirugía. Hasta el momento no se dispone de más detalles.

Moore, cuyos admiradores iban desde Al Green hasta Bruce Springsteen, fue incluido, junto a Dave Prater, en el Salón de la Fama del Rock and Roll en 1992.

En Stax Records, con sede en Memphis, Tennessee, Moore y Prater solo eran superados por Otis Redding como las mayores estrellas de la discográfica. Transformaron el “llamado y respuesta” de la música góspel en un frenético espectáculo escénico y grabaron algunos de los éxitos más perdurables de la música soul, entre los que también están “You Don’t Know Like I Know”, “When Something is Wrong With My Baby” y “I Thank You”.

La mayoría de sus éxitos fueron escritos y producidos por el equipo de Isaac Hayes y David Porter, y contaron con la banda de la casa de Stax, Booker T. & the MGs, cuyo guitarrista, Steve Cropper, recibió uno de los gritos más famosos de la música cuando Sam & Dave dijeron “Play it, Steve” a mitad de “Soul Man”.

Como muchos actos de soul de los años 60, Sam & Dave se desvanecieron después de esa década. Pero “Soul Man” volvió a las listas de popularidad a finales de los años 70 cuando los “Blues Brothers”, John Belushi y Dan Aykroyd, la grabaron con muchos de los mismos músicos. Moore tenía sentimientos encontrados sobre el éxito asociado con las estrellas de “Saturday Night Live”, recordando cómo los jóvenes creían que la canción era original de los Blues Brothers.

En 2008, la película “Soul Men” retrató a un par de cantantes envejecidos y distanciados que guardaban más que un ligero parecido con Sam & Dave. Moore perdió una demanda alegando que el parecido era demasiado cercano. También pasó años demandando a Prater después de que éste contratara a un sustituto y realizara giras como los Nuevos Sam & Dave. Prater murió en un accidente automovilístico en 1988 en Georgia.

En 1993, Moore fue uno de los numerosos artistas que presentaron reclamaciones legales alegando que la industria discográfica les había engañado en cuanto a sus beneficios de jubilación. Moore y otros artistas demandaron a varias compañías discográficas y a la Federación Americana de Artistas de Televisión y Radio.

Moore le dijo a The Associated Press en 1994 que se unió al esfuerzo legal tras descubrir que, a pesar de las ventas millonarias de sus discos, su pensión ascendía a solo 2.285 dólares, que podía recibir en un pago único o en pagos mensuales de 73 dólares.

“¿Dos mil dólares por mi vida?” dijo Moore en ese entonces. “Si obtienes beneficios de mí, dame algo también. No me des pan de maíz diciéndome que es un pastel.”

Moore también participó en política. Escribió la canción “Dole Man”, basada en “Soul Man”, para la campaña presidencial del republicano Bob Dole en 1996. En 2017, fue uno de los pocos artistas que actuaron en las festividades de la toma de posesión del presidente republicano Donald Trump. Ocho años antes, Moore protestó cuando el equipo de campaña del candidato presidencial demócrata Barack Obama usó “Hold On, I’m Comin’”.

Moore nació el 12 de octubre de 1935 en Miami y comenzó a cantar en la iglesia. Él y Prater actuaron en clubes de soul y R&B en los años 50, pero no se conocieron hasta 1961 en Miami. Moore ayudó a Prater con la letra de una canción y rápidamente se convirtieron en un dúo local popular. En 1965, después de firmar con Atlantic Records, el productor Jerry Wexler los envió a Stax, la subsidiaria de la discográfica en Memphis.

Moore y Prater discutían a menudo y Moore le dijo a la AP en 2006 que un hábito de drogas, que dejó en 1981, tuvo un papel en los problemas de la banda y más tarde hizo que los ejecutivos del entretenimiento dudaran en darle una nueva oportunidad. El dúo se separó en 1970 y ninguno tuvo otro gran éxito, aunque Moore trabajó a menudo con Springsteen, a quien llamaba uno de sus amigos más cercanos. Actuaron juntos en el escenario y cada uno cantó en álbumes del otro, incluyendo en el enérgico dueto “Real World”.

“DEP Sam Moore”, publicó en X Steve Van Zandt, compañero de banda de Springsteen. “Uno de los últimos grandes hombres del soul. Él y Dave Prater fueron la inspiración para que Johnny y yo formáramos Southside Johnny and the Asbury Jukes. Un hombre importante y maravilloso.”

Se casó con su esposa, Joyce, en 1982, y ella lo ayudó a recibir tratamiento para su adicción que, de acuerdo con él, le salvó vida. “Trabajé en muchos cruceros, hice muchos espectáculos de canciones antiguas”, durante esas luchas, dijo, y agregó que una vez abrió para un grupo de imitadores de Elvis.

“Es gracioso pensar en ello ahora. E hice muchos espectáculos donde si participaba en un show de canciones antiguas, tenía que audicionar”, dijo. “Pero sabes qué? Mantienes la boca cerrada y subes allí y cantas y actúas con todas tus fuerzas, y tomas el poco dinero y sigues con tus asuntos e intentas pagar tus facturas. Me río de ello ahora, pero en ese momento, hombre, era realmente serio.”

Moore siguió grabando y cantando. Fue un intérprete frecuente en los Kennedy Center Honors y cantó para Obama, entre otros presidentes. Le sobreviven su esposa, Joyce, su hija, Michell, y dos nietos.

martes, 7 de enero de 2025

ROCK BOTTOM: EL VIAJE LISÉRGICO DEL CINE ESPAÑOL

Luis Martínez

El Mundo, 14/12/2024



La película animada de María Trénor se inspira en la vida y la obra del mítico músico Robert Wyatt para reflexionar sobre el poder de la creación, la fascinación por las drogas, las relaciones autodestructivas y la necesidad de libertad

La animación, toda ella, mantiene un particular y algo extraño compromiso con la realidad. Apreciamos la calidad de una película animada por su competencia no tanto para reproducir simplemente lo real como para recrear un mundo propio, dueño de sus reglas y hasta su propia alma, que, en último caso, nos ayude a descifrar el mismo mundo, el de todos. Pero eso, en verdad, vale para cualquier creación artística.

Mantenía Foucault en Las palabras y las cosas que el propio Quijote no es tanto carne enjuta sobre hueso largo, como solo signo. «Todo su ser no es otra cosa que lenguaje, texto, hojas impresas, historia ya transcrita. Está hecho de palabras entrecruzadas; pertenece a la escritura errante por el mundo», se lee. Y, a su modo, la película animada Rock Bottom, de María Trénor, no puede estar más de acuerdo. La suya también es la historia de un Quijote, la del músico Robert Wyatt, y, por la propia naturaleza de su arte, todo en su producción no son más que trazos, colores y, también, palabras entrecruzadas. Siempre es así en la animación, pero en su caso, más. Un paso más allá y desde la forzosa abstracción de la música, lo que cuenta es la construcción de un universo autónomo, completamente libre y, por ello, puro signo, símbolo perfecto.

Cuenta que hace tiempo («Calculo que hará 15 años»), uno de los productores le introdujo a la creación emblemática que Wyatt editó en 1974. Y, desde entonces, se quedó a vivir ahí. «Me fascinó. En verdad, mis gustos y mi formación son más clásicas. Me siento más familiarizada con la música del renacimiento por ejemplo. Digamos que llegué a Rock Bottom no desde la consciencia de un fan de su creador y del género, sino desde la extrañeza, que también fue fascinación. No soy experta en la materia, pero el rock progresivo mezclado con las texturas de electroacústico y mil elementos más me parecieron de lo más sugerente. Y, sobre todo, me facilitaban una completa libertad para abordar el proyecto», recuerda para ilustrar el origen de todo.

La historia es conocida y ya mito. Durante la preparación del álbum que da título a la cinta, una noche de principios del verano de 1973, Wyatt tuvo un accidente. Con el equilibrio algo afectado por el alcohol y quién sabe por cuántas sustancias más, el músico se cayó desde la ventana del baño de un cuarto piso y quedó paralizado de cintura para abajo. Desde entonces se vio obligado a contemplar el mundo desde una silla de ruedas. Todo cambió necesariamente. Y lo hizo, por fuerza, a peor. O no del todo. El propio Wyatt llamó al incidente el comienzo de su madurez creativa.

Lo cierto es que, seis meses después del fatídico vuelo al vacío, siguió trabajando hasta completar un disco a la vez desgarrador, irónico, profundo y, cuando quiere, felizmente liviano. La mayor parte de lo grabado, como el propio Wyatt reconoció, estaba ya compuesto con anterioridad, pero es imposible renunciar al poder catártico de un mito y éste nos dice que toda obra maestra bien merece un instante, por muy brutal que sea, de revelación.

«En realidad», precisa la directora, «mi idea fue ir hacia atrás. Mi interés estaba más en retratar una generación, la del fin de la era del amor, la de la agonía del sueño hippy... Y más cuando me enteré que desde la adolescencia, Wyatt había pasado largas temporadas en Mallorca, en Deià, al lado de Robert Graves».

Cuenta Trénor, y lo hace con detalle y gusto, que la madre del músico era amiga del autor de Yo, Claudio que fundó su particular Olimpo en el pueblo citado. Cuenta eso y cuenta que fue el viaje que obligó a hacer a su hijo hasta allí lo que le convirtió en el que finalmente fue. «Por lo visto, la única condición que ponía Graves a los muchos huéspedes que se alojaron en su casa era que fueran capaces de producir algo artístico y que lo exhibiera ahí. Un yerno del escritor por lo visto tocaba en un club de jazz y fue de ese modo que acabó por aprender a tocar la batería». Y la creemos.

En verdad, en Rock Bottom, la película, Deià y Mallorca funciona como un personaje más. Gusta el detalle con que está reproducido cada elemento de época con una precisión arqueológica muy cerca de la obsesión. Y mientras, la música dicta el pulso de las imágenes y sobre ellas se compone una especie de viaje obligadamente lisérgico al fondo de las cosas con fondo. Se diría que el aroma de la portada original del disco empapa toda la cinta. Quizá ese mar dibujado a lápiz por la propia Alfreda Benge desde la orilla de una playa idílica sea una reproducción consciente o inconsciente del propio espíritu de aquella isla que jugaba a ser libre en mitad de la dictadura de Franco. «No deja de ser irónico que los que buscaban la libertad en California y por ahí, la acabaran encontrando en una isla del Mediterráneo y mitad del franquismo. Imagino que esa contradicción alimenta también el drama. Y no deja de ser cómico», comenta Trénor.

La película acaba por convertirse en muchas cosas. Deudora (deuda que la propia autora reconoce) del arte de artistas como Pierre et Gilles por las escenografía barrocas y vibrantes y también de los impagables y siempre procaces retratos del underground a cargo del también animador Ralph Bakshi, Rock Buttom se transforma ante la mirada del espectador como lo haría un caleidoscopio infinito. «Me atrae mucho el arte del temática homosexual del siglo XX. En una película anterior, en ¿Con qué la lavaré?, utilizaba una pieza del renacimiento valenciano y sobre ella hacía un homenaje a los artistas homosexuales de finales de los años 70, justo después de la dictadura franquista. Esta película, pese a las distancias de las músicas, se parece mucho a ése que fue mi primer cortometraje en 2003», confiesa.

Pero, con todo, Rock Bottom no es ni quiere ser una pieza abstracta, por mucho que algunas de sus apresuradas descripciones periodísticas induzcan a pensar eso. Bob y Alif (las encarnaciones de Robert y Alfreda que, en verdad, no son ellos enteramente) viven un torbellino creativo en el que el talento y las drogas componen un ritual a la vez angustioso, febril, liberador y funesto. Todo junto. Por momentos, la pareja crece junta; a ratos la angustia de una mujer harta de los caprichos de un hombre toma la palabra; y al final se impone el rigor de un amor profundamente destructivo y exageradamente autodestructivo. Todo eso cuenta una película que acierta a componer su propio mundo tan lejos del mundo como cosido a él. Símbolo perfecto. «Me cuesta precisar el motivo de todo. Pero quiero creer que se trata de una reivindicación de la libertad, del poder del arte como acto de liberación», concluye Trénor.

- Por cierto, ¿su estudio está en Valencia? ¿Cómo vivió la riada?

- No. En verdad, yo también trabajo en un sitio aislado, en un pueblo al norte de Sagunto, Canet de Berenguer. Pero tengo que decir que todo lo que ha pasado en la riada tiene muchas resonancias en mi familia. Mi abuelo, Tomás Trénor Azcárraga, era alcalde de Valencia durante la riada de 1957. Y le cesaron cuando protestó ante Franco porque las ayudas prometidas se quedaron por el camino y no llegaron nunca.

Queda dicho.

Robert Wyatt y MaríaTrénor

viernes, 27 de diciembre de 2024

LOS SÍREX, EL GRUPO ESPAÑOL MÁS LONGEVO QUE LOS ROLLING STONES: "NOS HAN PEDIDO MIL VECES HACER GIRA DE DESPEDIDA"

Diario de Navarra, 16/12/2024


En 2025 darán dos conciertos especiales para celebrar su 65 aniversario

Primeros moldeadores del rocanrol español y artífices de canciones emblemáticas como 'Si yo tuviera una escoba' o 'Que se mueran los feos', los Sírex se preparan para celebrar 65 años (cifra que no han alcanzado aún ni The Rolling Stones) pese a las constantes ofertas para "precipitar" su marcha y hacer caja.

"Nos han venido mil veces promotores que saben más que nadie para decirnos: 'Vamos a hacer gira anunciando que os vais'. Hay gente que lo ha hecho y lleva ahí 5 años, que no se van nunca, actuando más ahora que antes", comenta con humor el vocalista y letrista del grupo, Antoni Miquel, alias Leslie.

Ellos prefieren ir de frente y celebrar con dos conciertos especiales en 2025 los 65 años transcurridos desde la fundación en Barcelona de los Sírex, cuando eran "cuatro bandidos de barrio con 15 añitos que se compraron una guitarra de caja para jugar".

Aquello coincidió con el momento en el que la flota americana "invadió" la ciudad condal y, con ellos, su música: Eddie Cochran, Chuch Berry, Elvis o el 'The Train Kept a Rollin'' de Johnny Burnette, disco por el que le ofreció 50 pesetas a un militar.

"Me miró así de reojo y, cuando se giró, se lo mangué. Con él hicimos la primera canción puntera de nuestra vida, 'El tren de la costa'", rememora Leslie, hijo de un pescador que siempre encontró comprensión en su familia en unos sueños tan lejanos.

Actuando en un garaje con esas canciones americanas los descubrió el productor de la película 'Superespectáculos del mundo' (1963), José Solá, que les dijo: "Quiero esto, pero en castellano", de lo que surgió otro de sus éxitos, 'Muchacha bonita', coescrita por Augusto Algueró.

"Éramos una puerta de aire fresco que se abría en una España un poco gris", afirma Leslie, antes de recordar cómo, siendo aún menores, les pedían todos los días el permiso paterno necesario para poder actuar. "Nos denunciaban los de las orquestas, porque para ellos éramos los melenudos que invadíamos la música", rememora.

En su carrera comenzaron a alternar los temas más apegados al roncarol con "pachangadas más populares" que les pedían desde la compañía, como la citada 'Si yo tuviera una escoba', un tema que inicialmente se alejaba mucho de su estilo por sus formas flamencas.

"Cuando escuché lo de 'Cuántas cosas barrería', pensé: 'Esta frase es muy buena'", cuenta sobre la razón por la que aceptaron llevársela a su terreno con versos como "Barrería yo el dinero, que es la causa y el motivo de tanto desespero".

"Viniendo de un barrio tieso, qué íbamos a decir. Hay quien dijo que fue la primera canción protesta, pero nosotros no estábamos en política ni molestábamos", apunta Leslie antes de rememorar que se les devolvió una palabra tachada por la censura, "altos mundos", y por eso la canción quedó: "Barrería bien profundo todas cuantas cosas sucias se ven por los bajos mundos".

Llegaron a ser los elegidos para telonear a los Beatles en el concierto que la banda británica ofreció en 1965 en Barcelona y cuenta Leslie que tuvo incluso un pequeño encuentro entre bambalinas con Paul McCartney. "Fue una noche mágica, la prensa nos trató fenomenal, lástima que no pudimos ver todo el concierto porque nosotros teníamos doblete y actuábamos en Cornellá", recuerda.

En 1971, tras haber conocido un gran éxito, Leslie decidió abandonar el grupo, que entró en un paréntesis. "Noté un cambio generacional, donde los solistas como Julio Iglesias o Camilo Sesto subían y los grupos bajaban. Era el momento de dejarlo antes de que nos echaran y creo que acerté, porque los que intentaron seguir se estrellaron", reflexiona.

Fue su único parón. En 1978 el promotor Gay Mercader los convenció para aprovechar el gusto por el "revival" musical y organizó dos conciertos suyos junto a otras bandas como los Relámpagos, los Pekenikes o los Bravos que fueron "un éxito", iniciando así su segunda etapa, ininterrumpida hasta nuestros días.

Aclara que no lo hacen por el dinero. "La música siempre ha sido para mí un hobby", apunta, antes de precisar: "Lo que tenía lo he repartido ya entre mis hijas; yo me he quedado con 40 duros para poder invitar a un gin tonic y soy el tío más feliz del mundo, porque a mi edad ya no necesitas nada".

"Lo de seguir es cuestión de la ilusión que tengas. Yo el día que no me salga la voz o que vaya a actuar y no haya gente, sé que tengo que dejar el micro y no volver más", sentencia, con la mirada puesta ya en su concierto especial el 10 de enero de 2025 en la sala Apolo de Barcelona y el 7 de marzo en la But de Madrid.

jueves, 24 de octubre de 2024

JONI MITCHELL SALE DE LAS SOMBRAS: DE ‘PRINCESA MÁGICA’ A TÓTEM CULTURAL

Jordi Bianciotto

El Periódico, 19/10/2024

Salió de gira por última vez en 2000, y siete años después lanzó su álbum final, ‘Shine’, confesándose avergonzada de la evolución de la industria de la música. Hay una pureza en la mirada de Joni Mitchell a la creación artística que parece poco compatible con los usos y costumbres del ‘mainstream’ moderno. O así lo considera ella. Pero precisamente por eso, su producción y su aura resultan irresistibles a los ojos de un número creciente de admiradores modernos. 

Trovadores folk y narradores pop se confiesan subyugados por el sutil, pero severo arte poético y musical de esta autora-compositora canadiense un día adoptada por la comunidad bohemia-hippie de Laurel Canyon, que este fin de semana hará una doble aparición histórica, a punto de cumplir 81 años (el 7 de noviembre) y repuesta tras algunos reveses de la salud, con sendos conciertos en el Hollywood Bowl, de Los Ángeles. Un libro recién publicado en España, ‘Desde ambas caras’ (Libros del Kultrum, traducción de Elena y Cristina Vilallonga del volumen lanzado en inglés en 2014), brinda un retrato de la artista con muchos relieves, fruto de tres entrevistas realizadas en 1973, 1979 y 2012 por su amiga, creadora polifacética, Malka Marom. 

Volver a empezar

Se trata de una franca conversación en la que vemos a Joni Mitchell abierta a la cavilación sobre su obra y discutiendo ciertas ideas sobre su persona y su figura artística. Dispuesta a los juicios duros, tiene clavada la incomprensión percibida por sus álbumes más audaces (cuando se acercó a su manera al jazz, como “un nuevo afluente”) y rechaza el cliché que la presenta como “princesa mágica”. Sobrevivió a la polio a los nueve años y a un aneurisma a los 71 (cuando tuvo que aprender de nuevo a hablar y a andar), y lo último que desea es ser etiquetada como la damisela frágil y vulnerable que canta dulces canciones.

Roberta Joan Anderson, Joni Mitchell, es aquella artista que rechazó un millón de dólares por actuar en Las Vegas, aunque reconoce en el libro que luego se arrepintió. “Esa tontería de querer ser íntegra, como siempre, ¿sabes?”, ríe. La rara avis que dice no fiarse de las multitudes, y que cuando actuó en el festival la isla de Wight (1970) agradeció que fuera de noche, casi a oscuras, porque prefería no ver el paisaje humano. “Un público tan numeroso solo está ahí por el evento; o sea, lo que recibes es un caos, no un público cautivado”. 

Contra los elementos

Y en el fondo de su corazón, el gran trauma: una maternidad juvenil que no se vio capaz de gestionar y que derivó en la entrega en adopción de una niña (con la que se encontraría tres décadas después). “Soltera y desamparada”, se recuerda en el libro. “En aquella época, ese hecho era lo mismo que haber matado a alguien. Fue muy, pero que muy difícil. Me encontré con personas realmente crueles, la gente se portó muy mal conmigo”. Tampoco estuvo muy fino su posterior marido, Chuck Mitchell (de quien tomaría el apellido) que, según dice, la llamaba tonta por costumbre (ninguna novedad: para su propia madre, Joni siempre fue una vaga). 

Todo ello, en fin, configuró un mapa de heridas emocionales crucial para entender su entrega a las artes, a la pintura y a una noción de la canción a la que aplicó los principios impresionistas, explorando armonías inhabituales y arreglos que rehuían las convenciones y enfurecían a muchos músicos. ‘Both sides, now’, uno de sus clásicos, hablaba de ver la vida desde distintos ángulos. “Surgió de mi corazón roto, después de perder a mi hija”, confiesa a Malka Marom, quien guardó largamente, con gran lealtad, el secreto de aquella temprana maternidad, de la que la prensa se hizo eco en 1993 por un chivatazo (bien remunerado) de un excompañero de habitación de la cantautora. 

Los vientos son ahora favorables a Joni Mitchell. Figuras de la escena moderna como Taylor Swift, Lorde, Lana del Rey, Harry Styles o Phoebe Bridgers versionan y/o elogian las canciones de álbumes de cabecera como ‘Blue’ (1971) o ‘Court and spark’ (1974). Los Grammy le rindieron honores hace unos meses, y el cineasta Cameron Crowe anuncia un ‘biopic’ en cuyo guion lleva tres años trabajando codo a codo con ella, y cuyo papel central (en su versión madura) interpretará Meryl Streep. Y ella está dando la sorpresa reapareciendo (con cuentagotas) en los escenarios, arropada por cómplices como la cantante country Brandi Carlile, reponiéndose así de la enfermedad y disponiéndose a cortocircuitar de una vez por todas aquella percepción de Joni Mitchell como frágil poetisa del folk.

domingo, 15 de septiembre de 2024

LOS SONICS:¿QUÉ ES ESE POLVO BLANCO QUE ECHAS EN MI COMIDA?

Octavio Gómez Milián

20 minutos, 11/09/2024



Un recuerdo amantes del garage, la guitarra baja y las gargantas desgañitadas de los perturbados. Los Sonics están en la ciudad: Licántropos sonoros que llevan en el rock desde siempre, arando las venas de la escena americana de los sesenta a base de guitarras fuzz y salvajismo. Ellos abrieron las puertas del sanatorio para toda una pléyade de descartes sociales. El "Iwanna" de Los Ramones, las baterías de los primeros Nirvana, las cuchillas sobre el pecho de Johnny Thunders. Allí está todo.

Una obra maestra: Here are the sonics, del año 1965 y cincuenta años después This is the sonics. Cinco décadas de protopunk y hammond humeantes nos contemplan. Son clásicos, son canon, sus el aroma del pantano, la brillantina en el pelo, son la pistola de Jerry Lee Lewis, son el Flamin y son el Groovie. Son los que vuelven hambrientos de madrugada. No digáis que no os lo advertimos.

Recetario básico:

Cinderella: Las historias hermosas nunca suceden después de las doce. Cuando ella se mueve parece transparente como el cristal y si te acercas demasiado la pincharás con tu aguja. A veces pienso que me confundo de cuento.

Psycho: Nena, tú me vuelves loco cada día. Estoy loco por ti. Demencia incontenida, pérdida de razón, aullidos a la luna, punteos de guitarra. Nena, ya no me reconozco frente al espejo, en realidad he reventado el espejo con mis palillos. Solo soy un psicópata.

Dirty Robber: Colección de favoritas de Lux Interior y Poison Ivy. Versión de The Wailers pasada por el túrmix sonoro de Los Sonics. No hay original si la tuya sabe mejor.

Hard way: Una gema escondida entre las grabaciones de Los Kinks a finales de los setenta. Los chicos de la escuela han caído en desgracia y es momento de levantarse y aullar. Seguro que esta nunca se la has oído tocar en directo.

The witch: Como en una banda sonora de la Hammer, el pantano se ha quedado a medio montar, la luna llena cuelga del techo con un hilo finísimo, el fuego hace borbotear la marmita ¿Habrá bebedizo para todos? Pregúntale a la bruja, está a punto de llegar.

Have love, will travel: Ricardo estaba enamorado de Luisita. Todas las noches, al volver del trabajo, paraba bajo su ventana y gritaba: Louie, Louie. Y los chicos de Los Sonics querían saber más sobre aquella historia de amor. Jim Belushi subido a una banqueta hace una versión empapada de bourbon. Echa de menos a su hermano.

Keep a knockin: 93 segundos y un saxofón. Cuentan que Little Richards tenía que subirse sobre el piano para dar la entrada a los metales. Estaba Enrique Guzmán, estaban los Teen Tops, a este lado del Ebro los Vibrants... y todos crecimos fervientes y devotos de esta religión que busca continuamente puertas a las que golpear. 93 segundos y un saxofón. Aunque toques no te dejo entrar.

Strychnine: ¿Qué se puede decir de una canción que han versioneado The Cramps, Flaming Lips y The Fall? Que es venenosa y que además le puso nombre al mejor fanzine de este país, Estricnina. Rafa Cervera y Ana Curra ¿Te acuerdas qué cantaba Eduardo Benavente? ¿Qué es ese polvo blanco que echas en mi comida?

Si fuiste de los que te gastaste 10 pavos en comprarte por correo la camiseta del Boom de Los Sonics en Munster Records tu momento ha llegado. Búscala en el fondo del cajón o pregúntale a tu mujer que ha hecho con ella. Si no la ha convertido en trapos comprueba a ver si te entra. Si solo quedan retazos es momento de usar las tijeras... y el pegamento.

miércoles, 24 de abril de 2024

ROKY ERICKSON: EL ROCK PSICODÉLICO LO INVENTÓ ÉL

Rafa Cervera

Culturplaza, 21/04/2024


El invento del rock psicodélico se le suele atribuir a Roky Erickson, músico tejano que falleció hace casi cinco años, por causas que su familia nunca aclaró. Erickson es también uno de los genuinos artistas de culto del siglo xx, alguien tan singular que podemos calificarlo de legendario sin riesgo de sonar ridículos. Su trayectoria artística halló una dirección definitiva en 1965, cuando conoció al estudiante de psicología Tommy Hall, cuyo objetivo era crear una música que ayudara a expandir los límites de la mente. Montaron el quinteto llamado 13th Floor Elevators y se dedicaron a perseguir esa meta bebiendo, ellos y su música, de la fuente mágica del LSD, por entonces una sustancia todavía legal. El sonido del grupo nació empapado de aquel compuesto químico; rock primitivo y alucinógeno, pero con canciones tan arrebatadoras como “You’re Gonna Miss Me”. The Psychedelic Sounds Of The 13th Floor Elevators, aparecido en 1966, fue el primer álbum que hizo referencia a la psicodelia en el título. En la funda interior del disco el grupo firmaba un alegato a favor del consumo de LSD para favorecer “una nueva manera de relacionarse con la vida y sus problemas de una forma más cuerda”.  Los Elevators tuvieron éxito en su ciudad natal, Austin, estado de Texas y también en San Francisco, donde los hippies desarrollarían a conciencia las posibilidades del ácido. El mánager de Jimi Hendrix quiso que los Elevators lo telonearan en una gira, pero quedarse en casa les facilitaba ponerse ciegos, por lo que declinaron la oferta. Hubo pocos conciertos en los que el grupo no saliera a escena colocado de ácido. Sacaron dos álbumes más, Easter Everywhere (1967) y Bull Out Of The Woods (1968) antes de implosionar. Cuando eso ocurrió, Erickson ya estaba internado en un penal de máxima seguridad para criminales con problemas mentales.

Roger Eynard Erickson nació el 15 de julio de 1947 en Austin y fue el hijo mayor de cinco hermanos. Su padre era un arquitecto alcohólico que maltrató a su madre y, posiblemente, también a sus hijos. Roky comenzó a tocar el piano a los cuatro años. Creció leyendo tebeos, viendo películas de terror y escuchando rock & roll, especialmente el del también tejano Buddy Holly. La música le permitió exorcizar sus miedos y luchar contra los demonios a los que había estado enfrentándose desde niño. Unos meses antes de graduarse abandonó la universidad para tocar rock & roll con The Spades. En 1965 tuvieron un éxito local con “We Sell Soul” y luego Erikson se fue con Hall para montar los Elevators. La reputación drogadicta de la banda hizo que estuvieran constantemente en el radar de la policía de Texas. En 1968, Erikson fue víctima de un ataque nervioso durante un concierto. Fue internado y sometido a terapia electroconvulsiva. Poco después la policía lo detuvo. Le encontraron un porro y fue juzgado por posesión de drogas. Lo condenaron a diez años de prisión. Su abogado le recomendó que alegara locura para evitar la cárcel y cumplió la pena en un centro psiquiátrico del cual intentó escapar varias veces. Acabó recluido en la unidad de máxima seguridad del Hospital Rusk de Texas. Allí estuvo confinado con asesinos y violadores, y también tuvo la oportunidad de conocer a un admirador de los Elevators que había asesinado a su familia bajo los efectos de un colocón de pegamento. Hasta que recobró la libertad en 1972, estuvo sometido a tratamientos experimentales y a más sesiones de electrochoque.

En 1975 se declaró, por medio de un documento legal, como un ser de otro planeta. La ciencia ficción y el terror se convirtieron en inspiración para sus letras y para todo en general, porque bautizó a su nuevo grupo de acompañamiento como The Aliens.  Fue otro tejano ilustre, Doug Sahm, uno de los primeros colegas en acudir a su rescate. Produjo el primer disco de Erikson en solitario, un sencillo con dos de sus temas clásicos, “Two Headed Dog” y “Starry Night”, que publicó en su propio sello, Mars Records. A lo largo de los años venideros y hasta su muerte, Erikson obtuvo el apoyo de otros músicos que le ayudaron a seguir trabajando o le ayudaron económicamente. Stu Cook, de Creedence Ckearwater Revival le produjo un disco. Henry Rollins le pagó una dentadura nueva y le publicó el libro de letras Openers II. The Black Angels fueron su grupo cuando volvió a los escenarios en 2007 y Okkervil River le acompañaron en el que fue su último disco, True Love Cast Out All Evil (2010). En 1990 se organizó un disco de homenaje que buscaba recaudar fondos para ayudarlo y también dar a conocer su obra a nuevas generaciones. Primal Scream, Julian Cope, REM, The Jesus & Mary Chain, sus paisanos y fans ZZ Top y The Butthole Surfers participaron en el disco. Su título era Where The Pyramid Meets The Eye, donde el ojo se encuentra con la pirámide, la frase con la cual Erikson solía contestar si le preguntaban qué era la psicodelia. Los años en los que estuvo bajo la tutela legal de su madre era fácil verlo caminar sin rumbo por los aledaños de su casa. La gente lo tomaba por un vagabundo, pero su espíritu errante supo cómo transformar todo aquel caos interior en canciones arrebatadoras o en soberbias piezas de rock & roll: “You Don’t Love Me Yet”, “Burn The Flames”, “I Walked With A Zombie”, “Don’t Slander Me”...



En 2001 su hermano Sumner puso orden en el caos legal que había impedido que a Roky le llegara dinero de sus discos; a continuación, le cedió el control sobre todo ello. En un reportaje aparecido en 2009 en la revista Uncut, Sumner declaró: “Roky tiene mucha paciencia con el mundo que le rodea. No cae en la trampa de intentar explicarse a sí mismo. Es como si estuviera dispuesto a esperar a que llegue el día en que será comprendido porque sabe que ese día llegará”. En aquel mismo artículo, Jaan Uhelzski contaba que el Volvo de Erikson lucía una pegatina donde podía leerse: “No todos los que deambulan quieren ser encontrados”. En aquel momento, su regreso a los escenarios parecía garantizado. Había hecho una gira que lo había llevado a tocar en Coachella y  Londres, donde había sido invitado a participar en el Meltdown Festival que se año organizaba Jarvis Cocker. Su leyenda empezaba a dejar paso a la realidad. Era cierto que Erikson dormía con varias televisiones y una radio conectadas para intentar acallar las voces que oía en su cabeza. Pero también era cierto que el tópico del músico enajenado por las drogas no se ajustaba a su caso. En aquellos tiempos se tendía a meter a Erikson, Syd Barrett, Peter Green o Skip Spence en el compartimento de los genios que un día se fueron de viaje psicodélico y no pudieron encontrar el camino de regreso a casa. Su problema era una esquizofrenia que seguramente se fraguó al filo de las experiencias traumáticas de su infancia. Las canciones que surgieron como causa de aquel conflicto han inspirado a varias generaciones de músicos. Una de las más conmovedoras dice esto: “Ya no caen rayos, pero no puedo hacer que llueva / porque eso sólo me causaría dolor / porque todavía no me amas”. Eso hace tiempo que cambió. Hoy somos muchos los que amamos a Roky Erickson.