Jordi Bianciotto
El Periódico, 19/10/2024
Salió de gira por última vez en 2000, y siete años después lanzó su álbum final, ‘Shine’, confesándose avergonzada de la evolución de la industria de la música. Hay una pureza en la mirada de Joni Mitchell a la creación artística que parece poco compatible con los usos y costumbres del ‘mainstream’ moderno. O así lo considera ella. Pero precisamente por eso, su producción y su aura resultan irresistibles a los ojos de un número creciente de admiradores modernos.
Trovadores folk y narradores pop se confiesan subyugados por el sutil, pero severo arte poético y musical de esta autora-compositora canadiense un día adoptada por la comunidad bohemia-hippie de Laurel Canyon, que este fin de semana hará una doble aparición histórica, a punto de cumplir 81 años (el 7 de noviembre) y repuesta tras algunos reveses de la salud, con sendos conciertos en el Hollywood Bowl, de Los Ángeles. Un libro recién publicado en España, ‘Desde ambas caras’ (Libros del Kultrum, traducción de Elena y Cristina Vilallonga del volumen lanzado en inglés en 2014), brinda un retrato de la artista con muchos relieves, fruto de tres entrevistas realizadas en 1973, 1979 y 2012 por su amiga, creadora polifacética, Malka Marom.
Volver a empezar
Se trata de una franca conversación en la que vemos a Joni Mitchell abierta a la cavilación sobre su obra y discutiendo ciertas ideas sobre su persona y su figura artística. Dispuesta a los juicios duros, tiene clavada la incomprensión percibida por sus álbumes más audaces (cuando se acercó a su manera al jazz, como “un nuevo afluente”) y rechaza el cliché que la presenta como “princesa mágica”. Sobrevivió a la polio a los nueve años y a un aneurisma a los 71 (cuando tuvo que aprender de nuevo a hablar y a andar), y lo último que desea es ser etiquetada como la damisela frágil y vulnerable que canta dulces canciones.
Roberta Joan Anderson, Joni Mitchell, es aquella artista que rechazó un millón de dólares por actuar en Las Vegas, aunque reconoce en el libro que luego se arrepintió. “Esa tontería de querer ser íntegra, como siempre, ¿sabes?”, ríe. La rara avis que dice no fiarse de las multitudes, y que cuando actuó en el festival la isla de Wight (1970) agradeció que fuera de noche, casi a oscuras, porque prefería no ver el paisaje humano. “Un público tan numeroso solo está ahí por el evento; o sea, lo que recibes es un caos, no un público cautivado”.
Contra los elementos
Y en el fondo de su corazón, el gran trauma: una maternidad juvenil que no se vio capaz de gestionar y que derivó en la entrega en adopción de una niña (con la que se encontraría tres décadas después). “Soltera y desamparada”, se recuerda en el libro. “En aquella época, ese hecho era lo mismo que haber matado a alguien. Fue muy, pero que muy difícil. Me encontré con personas realmente crueles, la gente se portó muy mal conmigo”. Tampoco estuvo muy fino su posterior marido, Chuck Mitchell (de quien tomaría el apellido) que, según dice, la llamaba tonta por costumbre (ninguna novedad: para su propia madre, Joni siempre fue una vaga).
Todo ello, en fin, configuró un mapa de heridas emocionales crucial para entender su entrega a las artes, a la pintura y a una noción de la canción a la que aplicó los principios impresionistas, explorando armonías inhabituales y arreglos que rehuían las convenciones y enfurecían a muchos músicos. ‘Both sides, now’, uno de sus clásicos, hablaba de ver la vida desde distintos ángulos. “Surgió de mi corazón roto, después de perder a mi hija”, confiesa a Malka Marom, quien guardó largamente, con gran lealtad, el secreto de aquella temprana maternidad, de la que la prensa se hizo eco en 1993 por un chivatazo (bien remunerado) de un excompañero de habitación de la cantautora.
Los vientos son ahora favorables a Joni Mitchell. Figuras de la escena moderna como Taylor Swift, Lorde, Lana del Rey, Harry Styles o Phoebe Bridgers versionan y/o elogian las canciones de álbumes de cabecera como ‘Blue’ (1971) o ‘Court and spark’ (1974). Los Grammy le rindieron honores hace unos meses, y el cineasta Cameron Crowe anuncia un ‘biopic’ en cuyo guion lleva tres años trabajando codo a codo con ella, y cuyo papel central (en su versión madura) interpretará Meryl Streep. Y ella está dando la sorpresa reapareciendo (con cuentagotas) en los escenarios, arropada por cómplices como la cantante country Brandi Carlile, reponiéndose así de la enfermedad y disponiéndose a cortocircuitar de una vez por todas aquella percepción de Joni Mitchell como frágil poetisa del folk.