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domingo, 12 de noviembre de 2017

EL SINDICATO BAILA: LAS PRIMERAS GRABACIONES DE LOS LOBOS

Daniel Salgado
Jot Down, noviembre 2017



Más o menos hacia 1987, el mundo descubrió el rock chicano. Toda la primera cara de la banda sonora de La Bamba, biopic sobre la corta vida del rocker Ritchie Valens, venía firmada por Los Lobos. La canción homónima sonó por doquier y se convirtió en carne de recopilatorio y festejos varios, tan socorrida como, por caso, «Come on Eileen» de Dexy’s Midnight Runners. Apenas otra banda del este de Los Ángeles —así titularon su segundo elepé en 1978—, en realidad Los Lobos eran un secreto a voces. How the wolf will survive? (1984) los había situado en el centro de la geografía del discutido nuevo rock americano. Y los más enterados habían advertido la potente singularidad de su propuesta: folclore mexicano americano electrificado, rock & roll mestizo, The Band se va por corridos, soul latino, música migrante. Su prehistoria, acústica, militante y orgullosa, sirve para trazar esa línea que viene del pasado y va al futuro de la que los músicos hablaban en el imprescindible documento audiovisual Los Lobos del Este de Los Ángeles.

Sí Se Puede! se llama el rastro fonográfico más antiguo del grupo de César Rosas, David Hidalgo, Louie Pérez y Conrad Lozano. Registrado en septiembre de 1976 y publicado al año siguiente, fue una grabación a beneficio del sindicato United Farm Workers of America (Campesinos Unidos de América). «Una antología de canciones originales compuestas por miembros reales de la UFW y por otros que han apoyado su lucha por la justicia y la dignidad en los campos agrícolas de América», rezan las notas del disco. En el que Los Lobos hicieron de banda de acompañamiento para las voces de Carmen Moreno, Ramón Tiguere Rodríguez, Gerre González, Raul Brambila, el coro infantil de la escuela Santa Isabel de Los Ángeles, la niña Diana Cruz o los hermanos Salas del grupo Tierra. El resultado, una obra de agitación y propaganda que utiliza los géneros populares de la música mexicana para informar a los obreros del campo sobre cómo resistir la opresión. La CNN de los chicanos, por parafrasear la definición del rap ofrecida en su día por Chuck D.

«Este álbum refleja el espíritu y la vitalidad que han sostenido a los campesinos en los buenos y en los malos tiempos», escribe en la carpeta César Chávez, legendario líder de la UFW, «celebra el amor y la solidaridad que compartimos y que siempre serán apreciadas dentro de nuestro movimiento». A ritmo de corrido, bolero o son jarocho, Los Lobos impulsan letras que llaman a la huelga, condenan a los esquiroles, ensalzan el papel de las mujeres en el campesinado organizado, recuerdan la resistencia indígena como antecedente de la lucha en curso o desafían a la patronal mediante la no violencia. «Viva la revolución / viva nuestra asociación / viva huelga en general // Viva la huelga en el fi / viva la causa en la historia / la raza llena de gloria / la victoria va a cumplir», expone el contagioso estribillo de «Huelga en general», cuya letra escribió Luis Valdez. Quien, por cierto, había creado El Teatro Campesino, componía para los cantantes del movimiento agrario y años después sería el cineasta encargado de guionizar y dirigir La Bamba.

Pero era 1976 y los campesinos migrantes e hijos de migrantes peleaban por sus derechos contra los propietarios de la tierra y la agroindustria en California. La United Farm Workers of America había sido fundada diez años antes como resultado de la fusión de dos sindicatos. César Chávez y Dolores Huerta encabezaron la nueva organización. «El sesenta y dos / se asoció con César Chávez / Y entre él y la Dolores / formularon una unión / que llegó a cambiar les leyes», dice el corrido que lleva su nombre, obra de Carmen Moreno, que continúa: «Y un dia en Arizona / la gente decía / “Ay Dolores, no se puede!” / La Dolores les contesta / “Esto sera nuestro grito / ¡Sí se puede! ¡Sí se puede!”». Canciones crónica que Los Lobos, con los que todavía formaba su misterioso fundador Frank Gonzáles, transportaban con energía de guitarrones, requintos, charangos, mandolinas, jarochos y vihuelas.

La épica de Chávez y Huerta fue contribuir a armar la UFW puerta a puerta, desde abajo. Autoorganización campesina. Y con esa herramienta, enfrentar el capitalismo estadounidense realmente existente: violencia patronal extrema, asesinato habitual de piquetes, inexistencia de derechos laborales. Eran los años setenta, cuando se edita Sí Se Puede!, y la virulencia reinaba en las calles. Pese a la represión, el sindicato adoptó oficialmente métodos de no violencia «inspirados en Gandhi y Martin Luther King Jr». «Apuntaron a la Huerta / César Chávez les decía / Vamos a ganar / esta huelga sin violencia / la revolución social / hay que ganarla con la paz / derramar sangre no es ciencia», explica el «Corrido de Dolores Huerta #39». No son solo periodismo los cortes de este elepé, sino manual de instrucciones, refuerzo ideológico, el baile al servicio de la comprensión de la realidad y la búsqueda de salidas a una situación inaceptable.

Sí Se Puede!, cuya grabación en los estudios de A&M Records facilitó el capo  —y músico de easy listening — Herb Albert, también contiene desvíos líricos de melodías populares. El son jarocho tradicional «Telingo Lingo» se convierte, en boca de César Rosas, en una advertencia solidaria: «Como estamos en huelga / no se puede comer uva / ni tampoco ensalada / por la huelga de lechuga / Telingo lingo lingo / telingo lingo la / qué bonitas las chicanas por acá». Y al «De colores» que abre el disco, cantado por los niños de la escuela Santa Isabel, se le integra una arenga sindicalista a cargo de Alfonso Tafoya. Aquellos Lobos del este de Los Ángeles, como eran conocidos desde su puesta en marcha hacia el año 1972, combinaban la militancia procampesina y migrante con bodas, banquetes, bautizos, asambleas estudiantiles, fiestas de jardín o restaurantes. Músicos de clase obrera, imbuidos del folclore de la raza, su siguiente elepé —Los Lobos del Este de Los Angeles o Just Antother Band from East L.A., de 1978— abandonaría el tono explícitamente político pero no el orgullo chicano ni las raíces acústicas.

Los Lobos también se habían educado en los sonidos del rock & roll. Y, hacia el cambio de década, inician su propio proceso de electrificación. Lo relata Carlos Rego en su monografía Nuevo Rock Americano, años 80. Luces y sombras de un espejismo. En 1980, abrieron un concierto para PIL, «la abrasiva banda que había puesto en pie Johnny Rotten tras el descalabro de los Sex Pistols», a propuesta de su amigo punk chicano Tito Larriva de The Plugz. El respetable, claro, no se lo tomó muy bien. Como aquellos legendarios 23 minutes over Brussels de Suicide como teloneros de Elvis Costello, a Los Lobos les costó aguantar los escupitajos. «Cuando los proyectiles comenzaron a ser sólidos, literalmente huyeron corriendo», expone Rego. Aquellos diez minutos resultaron decisivos. «En los camerinos nuestras familias no dejaban de llorar, pero nosotros teníamos una extraña risa tonta en la cara», recuerda Louie Pérez, «como si todos pensáramos “venga, hagámoslo otra vez, maldita sea”». Y optaron por recuperar las guitarras eléctricas que habían aparcado tras sus primeros devaneos musicales adolescentes. El minielepé …And a time to dance (1983) fue el brillante primer paso eléctrico de los del este de Los Ángeles. Solo La pistola y el corazón, publicado en 1988, recuperaría momentáneamente el eco de aquellos maravillos años folclóricos.

«A través de su carrera es posible ver Los Lobos de dos manera diferentes», acertaba a resumir un agudo bloguero que firma como Sgt. Tanuki, «como una banda mexicano americana tradicional que abraza el rock, o como una pandilla de rockers que abrazan la tradición mexicano americana. Ambas cosas son ciertas». Sí se puede! y su sindicalismo bailable permanecieron fuera de catálogo hasta 2014. Y, por supuesto, el rock chicano ya existía antes (Santana, Malo, Cannibal & the Headhunters, Sapo) de que Los Lobos grabasen su versión de «La Bamba» para el biopic de Ritchie Valens dirigido por Louis Valdez.

martes, 8 de diciembre de 2015

LOS LOBOS: LICÁNTROPOS DEVORADORES DE RAÍCES

Miquel Botella


Los Lobos, una de las propuestas más coherentes del rock. Su evolución, desde el tex-mex y el folclore mexicano, los ha llevado a sonidos más influidos por el blues y el soul y los ha convertido en una de las bandas más transversalmente interesantes del rico acervo de la gran música americana. Recuperamos una entrevista con el grupo hecha por Miquel Botella en la época de “This Time” (1999); con discografía comentada hasta entonces. Los Lobos: orgullo fronterizo en el este de Los Ángeles, sonidos de ida y vuelta entre México y el Gran Hermano del Norte, dos mundos en uno.

Abraham Quintanilla no lo tuvo fácil. Eso del sueño americano le sonaba a cuento chino: aunque había creado un grupo de rock’n’roll, Los Dinos, no conseguía sacarlo a flote. Si actuaban ante un público mejicano, los abucheaban por cantar en inglés y les exigían una tanda de rancheras; y al revés, el color oscuro de su piel los delataba y el racismo WASP les impedía actuar en escenarios anglos. Años después, Quintanilla comprobó por fin que el sueño americano sí existía cuando su hija Selena se convirtió en la reina de la tejano music.

Con el tiempo, ese conflicto entre dos lenguas y dos culturas se ha minimizado, y de la confrontación se ha pasado a la convivencia. En ese proceso normalizador, el papel de un grupo como Los Lobos ha sido determinante. La última vez que los angelinos visitaron Barcelona fue en 1987; ahora han vuelto para presentar su nuevo trabajo “This Time” (Hollywood-Edel, 1999). El primero en aparecer es César Rosas: le pregunto si habla español, y me replica que mejicano. Poco después se une a nosotros Louie Pérez.

1973. Rosas y Pérez, junto a Conrad Lozano y David Hidalgo, crearon Los Lobos del Este de Los Ángeles. “Comenzamos como rockeros, en inglés. Cuando formamos Los Lobos para tocar música tradicional, cambiamos las guitarras eléctricas por instrumentos tradicionales de México: la jarana, el guitarrón, el violín y todo eso. Después de ocho o nueve años, entramos en el rock otra vez, pero por la puerta del punk. Es como una novela”, recuerda Louie con una sonrisa. César añade que “nos criamos en el este de Los Ángeles, y vivimos dos mundos: el rock, que nos influyó tremendamente, y luego el folclore, la música de nuestras raíces. No diferenciamos entre una cosa y la otra: te puedo cantar una canción en español, ahorita, o una de Chuck Berry...”.


Saco a colación la anécdota del padre de Selena. ”En Norteamérica hay muchos racistas, y siempre es una lucha para los mejicano-norteamericanos”, reconoce César. “Pero como Los Lobos, hemos sido siempre muy afortunados”, se apresura a precisar Louie. Como una variante sutil de la discriminación racial, está el encasillamiento, el mismo que hizo que durante muchas décadas los afroamericanos solo pudieran tocar soul, blues y jazz. “¿Te refieres a si nos quieren tener en grupos, decir: ‘Ustedes son nomás latinos y quédense ahí con su música’?”, pregunta César. “Somos un ejemplo de que eso no ocurre, y no debería ocurrir. El pensamiento de Los Lobos siempre ha sido más abierto. Hay veces que sí hemos tenido nuestros problemitas: por ejemplo, el proyecto de ‘La Bamba’ fue algo que, como se hizo un gran éxito, mucha gente nos veía así como un grupito nomás: ‘Los latinos esos del sabor de la semana, que ahorita es un éxito y... ay, qué chistosito’. Por eso tratamos que el mundo no nos viera así, porque teníamos mucho más talento y otra música que descubrir”.

1978. Tras patearse el vecindario en fiestas y banquetes de boda, Los Lobos del Este utilizaron su repertorio de canciones tradicionales en castellano para editar “Just Another Band From East L.A.” (New Vista Records, 1978). Pero el barrio les quedaba pequeño, y pronto tuvieron una oportunidad cuando en 1980 Tito Larriva (líder de The Plugz) los metió de teloneros de Public Image Ltd. “Comenzamos cuando el punk aún estaba medio fuerte, tocando en Los Ángeles, en el área de Hollywood, en los únicos clubes donde los artistas podían hacer ‘showcases’ para presentar su música. Andábamos con todos esos grupos: X, Circle Jerks, The Blasters... Fue una experiencia francamente muy bonita, porque todo lo que decía la gente, que los punks eran muy brutos... Agarramos otro sentido, que esas personas eran como nosotros, nomás tenían los ‘mohawks’ colorados, pero eran muy buena gente, tenían el mismo sentido musical que nosotros”, evoca César. Aunque al principio el público punk se mostró algo reticente, pronto los encumbró. En esa ruta hacia el éxito fue decisiva la intervención de The Blasters, cuyo saxofonista, Steve Berlin, se convertiría en el quinto lobo oficial.



1982. Contrato con Slash Records. Un año después publicaban “... And A Time To Dance”, al que seguirían “How Will The Wolf Survive” (1984), y “By The Light Of The Moon” (1987). El grupo saltó a la fama internacional cuando en 1987 consiguió un éxito sin precedentes con la banda sonora de “La Bamba”, una película biográfica sobre Ritchie Valens. En lugar de apoltronarse, Los Lobos reaccionaron y dieron otra vuelta de tuerca: primero, con un disco de folclore mejicano puro y duro, “La pistola y el corazón” (1988), y con su regreso al rock, “The Neighborhood” (1990). Y del sonido inicial basado en el rock’n’roll y el tex-mex, pasaron a otro más inclasificable. “Los primeros discos tenían estilos muy distintos: tocábamos tex-mex, rock clásico y blues por separado. Pero en los últimos, el sonido es más nuestro, todas las influencias forman una lengua propia”, explica Louie. “Llegamos a un lugar en que la música de Los Lobos ya tiene un sonido distinto, se ha desarrollado. Muchos nos preguntan: ‘¿Qué tipo de música tocan ustedes?’, y ya comenzamos a decirles que es lobo music”, añade César.




En el arranque de esta nueva etapa hay un momento clave: el inicio de su colaboración con Mitchell Froom y Tchad Blake. Con su arsenal de efectos y elaboradas técnicas de producción, Los Lobos pasaron del roots rock al art rock. El álbum “Kiko” (Slash, 1992) fue el detonante, como reconoce Louie: “Sí, fue como empezar otra vida: salimos de un ‘cocoon’ y comenzamos otra carretera, con muchas posibilidades”.

Los Lobos han estado muy ocupados en los últimos años, con sus aportaciones a los discos del pionero rockabilly Paul Burlison, de Ozomatli y de Elíades Ochoa. Pero una de sus actividades más usuales ha sido el cine, con la inclusión de canciones en “The Mambo Kings” o “The End Of Violence”, o como compositores de score instrumental en “Desperado”, “The Wrong Man” o “Feeling Minnesota”. “Nos gusta mucho hacer ‘scores’, nos conviene porque podemos trabajar y quedarnos en nuestros hogares. Al mismo tiempo, es tremendo, es difícil y también es ‘challenging’”, apunta César.

Y lejos de los soundtracks, los componentes del grupo también han iniciado diversos proyectos paralelos. El primero en nacer fue LATIN PLAYBOYS, con Pérez, Hidalgo, Froom y Blake, ya con dos álbumes, “Latin Playboys” (Slash, 1994) y “Dose” (Atlantic, 1999). “Tras ‘Kiko’, continuamos grabando en casa de David, en un aparato casero. Vimos que esas ‘tapes’ tenían posibilidades. De ahí surgió la idea de un grupo como Latin Playboys. Es un sonido lo-fi, algo muy libre, casi cósmico”, explica Louie.

El segundo grupo paralelo es SUPER SEVEN, una superbanda integrada por Hidalgo, Rosas, Freddie Fender, Flaco Jiménez, Joe Ely, Rick Treviño y Rubén Ramos, una réplica chicana al “Buena Vista Social Club”. “Sí, son los tejanos versus cubanos; les vamos a ganar (carcajada). Nosotros nomás grabamos ‘Los Super Seven’ (RCA, 1998), ha salido y... Fíjate que parece que hay interés en hacer otro disco”, avanza César. Rosas también ha debutado en solitario con “Soul Disguise” (Rykodisc, 1999).

Por su parte, David Hidalgo ha creado el grupo de blues HOUNDOG, junto al ex Canned Heat Mike Halby, con un LP homónimo (Sony, 1999), y también ha editado un disco de world beat, “Kambara Music In Native Tongue” (Waterlily Acoustics, 1998), junto a Martin Simpson, Viji Krishnan y Puvalur Srinivasan.

La frenética actividad de Los Lobos ya tiene nuevos retos. Hidalgo y Pérez componen música para una obra del Mark Taper Theatre. “Se llama ‘La canción de Orfeo’, y se basa en el mito de Orfeo y Eurídice”, confirma Louie. También hay en cartera un disco de Navidad de Los Lobos, y su creciente colaboración con la web LosLobos.org, creada por uno de sus fans. “Krazyfish comenzó una web no oficial él solo. Leímos lo que escribía, después me puse en contacto con él, y ya somos buenos amigos. Lleva unos siete meses trabajando con nosotros, y le damos más ideas”, declara pícaramente César. Gracias a la red, el grupo pudo avisar a sus seguidores de una serie de conciertos en diversas ciudades norteamericanas. “Cada noche nos presentábamos como una sorpresa: cuando entraba la gente al show, entonces veía que éramos Los Lobos. No era secreto, pero fuera del lugar no se podía hacer publicidad con nuestro nombre. Con Krazyfish pensamos que era una buena idea mandar unas cartitas a nuestros amigos lobofans para decirles que íbamos a estar en ese lugar y este lugar”.

En esos conciertos, Los Lobos hicieron gala de algo que quedó claro en sus shows españoles: la ausencia de un repertorio preparado. “Cada noche es improvisada, totalmente. Muchas veces sale muy bien, y otras noches es ‘too much confused’, se pone bien loco –reconoce César–. No llevamos lista de canciones: nomás arriba en el ‘stage’, si tengo una idea y quiero cantar una canción, lo digo a los muchachos: ‘Así, canciones, canciones’” (chasquea los dedos).

Llegados a este punto, la pregunta trascendente: ¿se consideran hijos de Ritchie Valens, o padres de Blazers, Iguanas e incluso Morphine? “Para nosotros la música es muy complicada pero muy básica. A veces nos sentimos parte del sonido de Valens, porque tenemos un gran respeto por el éxito de ‘La Bamba’; pero ahora todo ha cambiado. En cada disco pensamos diferente. Lo que trato de decir es que nos sentimos iguales, aunque ahora más modernos, intentando componer música nueva”, resuelve César.

Y ya puestos, a ellos, que han participado en discos de tributo a Grateful Dead, Buddy Holly, Doc Pomus, Jimi Hendrix e incluso Walt Disney, ¿qué artistas les apetecería que tocaran en un futuro homenaje a Los Lobos? “Todos los que nos gustarían ya están muertos” (gran carcajada de César). “‘Let’s see’: Circle Jerks, Germs, X...”, enumera Louie. “Ahorita no sé. Dame un ratito... “, concluye César con otra risotada.”