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martes, 4 de junio de 2024

ANA POPOVICH, REINA DE LA MANADA

Eloy Pérez

Ruta 66, 22/05/2024



Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.

Nombre relevante en el blues de este siglo, Ana Popovic nos visita de nuevo este junio en tres fechas (Barcelona 27, Madrid 28 y Mieres 29 y estará presente en el Blues Cazorla (del 4 al 6 de julio) en las que presentará su último álbum, Power. Un disco en el que vuelve a dar una lección de blues, rock, soul y funk e incluso se atreve por primera vez a incluir ciertos guiños gospel. Un trabajo, además, que marca una especie de renacer -tras la pandemia y haber superado un cáncer de mama-, en el que exige a sus músicos seguir dando lo mejor de sí mismos.

En plena pandemia te diagnosticaron cáncer de mama, así que antes que nada permíteme preguntarte cómo te encuentras.

Me siento genial, gracias por preguntar. El cáncer gracias a Dios quedó atrás y ojalá siga así. Me siento bien en mi piel. Estoy llena de energía, llena de esperanza, entusiasmada por lo que nos depara el futuro, inspirada para hacer más buena música.

Me alegro mucho. Pasemos a hablar de tu último trabajo, pues. En Power hay una canción  titulada «Queen of the Pack» que, en mi opinión, te define perfectamente. ¿Cómo surgió ese tema?

Cuando lideras una gran banda como yo, necesitas poder mantenerla entusiasmada con el proyecto. Hay una delgada línea entre darles libertad para expresarse (lo cual hago mucho en el escenario) y también asegurarme de que sepan quién está a cargo del proyecto. Aquel cuyo nombre sale en el cartel. Fue uno de esos momentos en los que los miembros anteriores de la banda se estaban conformando con menos, dando muchas cosas por sentado, donde necesitaba recordarles quién está a cargo. Al día siguiente, se escribió la canción.

«Rompe ese látigo, eres la reina de la manada, lame tus heridas y nunca mires atrás, establece esas reglas, no las dejes sin tregua, desempeña ese papel de reina de la manada».

Y la canción surgió, con la mente puesta en todas las líderes poderosas (no solo en la música sino en cualquier otro trabajo importante) y por lo que deben pasar para mantener a su equipo unido y a punto.

En el disco también se pueden apreciar ciertos toques gospel, algo inédito en tu música hasta ahora. ¿Cómo llegaste a ello?

Mientras crecía, siempre me encantó el toque gospel en la música, en artistas como Stevie Wonder, Aretha Franklin, Clark Sisters y muchos más. Soy una gran admiradora del sonido de Detroit y siempre quise ir en esa dirección, solo que nunca surgió la oportunidad antes de este disco.

Vámonos al directo. ¿Sigues fiel, cuando estás de gira, a tu Stratocaster del 64? ¿qué te aporta ese instrumento tanto técnica como emocionalmente?

Ese es mi guerrero de la carretera por así decirlo, mi hacha principal. Ha estado conmigo en cada concierto durante dieciséis años, por lo que se puede decir que nos hemos convertido el uno en el otro. Me encanta la consistencia, el hecho de que haga de mí una buena intérprete (solo un gran instrumento puede hacer eso), noche tras noche. Es una guitarra muy «viva», lo que significa que responde a una potencia diferente del rasgueo, según la ataques puede sonar dulce, y puede sonar furiosa. Fue un amor a primera vista cuando la compré en Nashville, y sigue siendo tan emocionante tocarla ahora como lo era entonces.

Fechas de la gira española de la guitarrista Ana Popovic ‹ MetaltripMiremos atrás por un momento. Haciendo una hipótesis, sin la influencia de tu padre y toda esa música que sonaba en tu casa cuando eras apenas una niña, ¿crees que te hubieras dedicado a la música profesionalmente?

Eso es muy difícil de decir. Él fue la razón por la que cogí una guitarra, porque las teníamos en casa, y me introdujo al gran blues, tocando buena música todos los días. ¡Recuerdo que tenía tantas ganas de tocar! En aquel entonces no había muchas mujeres tocando la guitarra y yo veía toda aquella diversión en las sesiones nocturnas improvisadas en casa, ¡yo quería participar! Mi educación sería muy diferente si tuviera un padre al que no le gustara la música, ¡eso es seguro!

Sobre la decisión de ir a Estados Unidos… ¿Qué recuerdas de las primeras veces allí, nada más llegar? ¿Detectaste algún recelo al principio? Ya sabes, una mujer blanca tocando blues…

Siempre fue peculiar y la gente estaba interesada en ver lo que tenía que aportar. Por supuesto, al principio no fue fácil obtener la aprobación de los productores y el apoyo de los colegas masculinos, pero siempre insistí en mi sonido. Fue como ‘les guste o no, lo haré. Voy a tocar mi música a mi manera’. Aterricé en Memphis la primera vez que vine a grabar mi primer disco internacional. Todo era diferente, pero al mismo tiempo, debido a la música que escuchaba desde que tenía dos o tres años, y a que parte de ella venía de Memphis y sabía mucho sobre ella, inmediatamente me sentí como en casa.

En la paleta de géneros presentes en tu música, el blues es la parte central e inamovible. ¿Qué tiene el blues para que te enamoraras de por vida?

La forma en que te mantiene conectado a tierra. Proviene de una época muy difícil en la historia estadounidense, cuando los negros eran pobres y lo único que tenían era su música. Su juke joint y su iglesia dominicales. Para mí, siempre mantiene las cosas en perspectiva. Todos estamos construyendo nuestras casas sobre sus cimientos.

Al mismo tiempo, te da la oportunidad de construir encima de él cualquier castillo maravilloso que quieras, expresarte y rendir homenaje a las personas que construyeron esa base. O acercarlo a cualquier otro género, como hago yo: funk, soul, gospel, jam band, jazz, rock…

No hay reglas excepto hacer buena música y ser tú mismo.

Imaginemos que tengo que recomendar uno de tus discos, sólo uno, a alguien que nunca ha oído hablar de ti, para que pueda conocerte. ¿Cuál me recomendarías que recomendara?

El álbum más diverso, el que muestra mi capacidad para trascender rápidamente a través de diferentes géneros, sería Trilogy, un conjunto de tres CD del que estoy muy orgullosa. Consta de tres volúmenes, Morning (funk y soul), Midday (Blues y rock) y Midnight (jazz). Un disco en el que tocan treinta músicos, veintitrés canciones grabadas en tres de las mecas de la música: Memphis, Nashville y Nueva Orleans.

Ya has visitado nuestro país en otras ocasiones. ¿Cómo percibes la reacción del público español ante tu música?

¡Me encanta tocar para el público español! Siempre es una visita fabulosa y no puedo esperar a volver. ¡Estoy muy feliz de poder tocar en España este año!

¿Y qué puede esperar ese público de esos próximos conciertos en junio?

Será una mezcla de las canciones de Power y nuestro álbum en directo Live for Live, más algunas de las viejas canciones del pasado. Es un espectáculo poderoso y extremadamente entretenido, sin un solo momento aburrido, y un poco para todos: baile, voces sensuales, guitarra, blues, funk, soul…

lunes, 30 de diciembre de 2019

LITTLE BARRIE. "DEATH EXPRESS" (2017). Garage y blues rock desde el espacio exterior



Ya hacía tiempo que el rock saturado de guitarras sucias no me levantaba del asiento. Y es que hay tanta abundancia de rock kalimochero barato y de sermoneante punk/hardcore vegetariano que cuando quería ponerme hasta arriba de distorsión y desparpajo me veía obligado a acudir a viejos discos de The Damnned o The Stooges. Pero fue oír los escasos segundos de sintonía de la estupenda serie Better Call Saul (un spin-off de la popular Breaking Bad) y ponerme a buscar como loco a la banda que perpetra esos irresistibles riffs hendrixianos. Y entonces descubro a estos trogloditas sónicos del norte Inglaterra llamados Lillte Barrie, me hago con su último LP, Death Express (contundente título), de 2017, y me quedo completamente cautivado.

Aunque se les suele aplicar la etiqueta de blues rock los Little Barrie solo encajan parcialmente en ella. Y es que la baraja de punzantes estilos rockeros que manejan los británicos es bastante amplia (blues, progresivo, soul, surf, psicodelia, hard, garage, avant-garde, etc.) siempre con el denominador común de un sonido descarnado y primitivo. También hay que tener en cuenta que son un trío, lo cual pone freno al exceso de florituras y artificiosidad.

El disco, como dije más arriba, se va a mover entre un surtido puñado de patrones musicales. Uno muy claro es el blues o, mejor dicho, el blues rock en la onda de Jimmy Hendrix o, por poner un ejemplos más cercanos, de los Jon Spencer Blues Explosion o los Clawhammner. De este lote destacan temas como "Golden Age", "(Nothing Will) Eliminate", "Produkt", "Molotov Cop" o la incisiva "New Disease", donde la influencia de Cream y del progresivo británico es más que evidente (el hoy difunto batería de la banda era hijo de Steve Howe, de Yes). Por no mencionar "Better Call Saul", que sirve de sintonía al mencionado spin-off de Breaking Bad y que tiene clara influencia de Hendrix.



Por otra parte hay una serie de temas influenciados por el surf rock. Las guitarras reverberadas, los trémolos, el reiterado uso de la palanca de vibrato y el predominio de lo instrumental sobre lo vocal lo demuestran. En este grupo destaca, el primer corte, "Rejection", de poco más de 20 segundos de duración, "Bill$ House", un instrumental que recrea una atmósfera alucinada y "Sonic Lodge", que parece una continuación del primer corte y que como éste es muy breve.

También hay importantes guiños al hard rock, en especial al Detroit rock de Iggy y los Stooges. Empezando por el ritmo demoledor de "You Won't Stop Us", que recuerda al "No Fun" de The Stooges, pasando por "Count to Ten", con ese ritmo a lo Bob Diddley y esas wah-wahs que nos remite al "Little Doll", también del primer disco de los de Detroit, y terminado con el penúltimo tema "Shoulders Up Eyes Down", lleno de distorsión y mala uva. 



Otra influencia notable es el garage, sobre todo el último rock de garage teñido de psicodelia e incluso de aromas progresivos y hard. Aquí habría que citar temas como "Love or Love", que suena como el "Pushin' Too Hard" de los Seeds tocado por una banda de ángeles del infierno puestos de meta. O el instrumental "The Dodge", que hace un cierto guiño al himno motero "Blues Theme" de Davie Allan & the Arrows.



Y buena parte del resto de los cortes se mueve entre la psicodelia oscura y el avant-garde más ruidista. Aquí podemos temas con impresionantes efectos de sonido como "L5CA", "Vulture Swarm" o el que da título al disco, con un potente ritmo funky y evidentes referencias al krautrock setentero. Y es aquí donde Little Barry se acercan a las bandas coetáneas como The Liars u Oneida, con los que coinciden en un uso muy lo-fi de la electrónica. También hay algún eco de la psicodelia electrónica de los Silver Apples en temas como "'Copter".



En definitiva, un disco de 22 temas (¡una hora y 4 minutos!) rezumante de experimentación blues-rockera que huye de la zafiedad y la rutina en que ha caído el rock más guitarrero en los últimos tiempos. 
Little Barrie son como un grupo de alienígenas tocando blues en un garage. Si quieres un disco que te ponga las pilas, esto es lo que buscas.



sábado, 23 de noviembre de 2019

VETIVER. "UP ON HIGH" (2019). La experiencia es un grado


Parece que fue ayer (pero ya han pasado casi 20 años) cuando la prensa musical más indie pregonaba a los cuatro vientos la aparición de una nueva generación de grupos folk. El neo folk venía precedido de su buque insignia, Devendra Banhart, un artista que para mi gusto tenía más de bluff que de otra cosa. Sin embargo, ha habido bandas que a la sombra del mencionado barbudo buenrrollista han ido creciendo hasta sacarle unas cuantas cabezas de ventaja al bueno de Banhart. Tal es el caso de Vetiver, una banda capitaneada por un geniecillo del folk y del pop americano llamado Andy Cabic.


Al igual que el buen vino, el sonido de Vetiver ha ido mejorando con el tiempo hasta llegar a este Up on High, aparecido el pasado 1 de noviembre, que a mi juicio roza la perfección. El disco, se mire por donde se mire suena con una coherencia y un equilibrio admirables. El LP se abre con "The Living End", que empieza como una tonada folkie pero que va ganando toques poprockeros especialmente en el estribillo, gracias a la discreta pero efectiva ayuda de la guitarra eléctrica. Y con gusto agridulce (mezcla de melancolía y luminosidad) en el paladar, el oyente se asoma al segundo corte, "To Who Knows Where", un tema cálido y delicioso en el que Cabic me recuerda a otro genio olvidado del pop-folk americano, Devin Hill. Los toques country de la pedal steel hace que la canción se ponga literalmente a punto de caramelo. Uno de los mejores cortes del disco. Y después de tanta melosidad, Cabic y los suyos imprimen ritmo al álbum con "Swaying", un tema que nos transporta a los primeros discos de REM, Murmur y sobre todo, Reckoning, cuando los de Athens sonaban más frescos y campestres que nunca. El arpegiado del tema le da a la canción un embrujo indescriptible. Y entonces vuelvo a pensar en Peter Buck e incluso en el mismísimo Roger McGuinn, y todas esas guitarras que suenan como campanillas. Otro punto álgido de este grandioso LP. También muy rítmico y juguetón es el siguiente corte, "All We Could Want", donde la banda se acerca al power pop de los 70 con esos contagiosos riff de guitarra eléctrica.



Con "Hold Tight", el combo hace un pequeño receso en el LP. Aquí hay un cambio de tercio y la melancolía folkie da paso a un tema jazzy, e incluso, podríamos decir funky, siendo este corte el más singular de un disco, por lo demás muy compacto estilísticamente hablando. Pero con "Wanted, Never Asked", Vetiver vuelve al pop más jangly y es cuando suenan más al Reckoning de los REM que nunca. Otro temazo. Mucho más folkie, más íntimo y más delicado es "A Door Shuts Quick", que es el tema más acústico del disco. También tiene ciertas texturas beatleianas pues recoge especialmente la influencia de George Harrison con su "Here Comes the Sun" a la cabeza. Una delicia.


Vuelve el ritmo rockero con "Filigree", una de las canciones que más me gusta del disco porque lo tiene todo. Garra, delicadeza, melodía y buenas guitarras. Aquí Vetiver se vuelve a inspirar en los sonidos más luminosos de los 80, los de bandas como Felt. Otra cima del LP. Por su parte, el tema que da título añade más melancolía folk al conjunto. A destacar la  reverb de la guitarra que da al corte cierta textura bluesy. Y para terminar, con "Lost in Your Eyes", Vetiver vuelve a hacer otro guiño a los 80, sobre todo a Jesus And Mary Chain (los del segundo LP) o los Yo la Tengo más acústicos.

En definitiva, un disco equilibrado al que no le falta de nada y al que es difícil ponerle un pero. Y es que la experiencia es un grado. Ahí están Vetiver para corroborarlo. 

viernes, 18 de octubre de 2019

WILCO: PORTENTOSO Y LIBERADOR TWEEDY

Laura Fernández 
El País, 16/10/2019

El nuevo álbum de la banda recibe una calificación de 9 sobre 10



Parece Jeff Tweedy con Wilco empeñado en extraerle a la tristeza hasta la última gota de belleza, una belleza de poderosa de americana casi siempre delicadamente rock, un alt country, o art rock, que aquí, en su disco número 11, suena equilibradamente desnudo, conciso y portentosamente liberador. Se abre, Ode to Joy, con un percusivo corte, Bright Leaves, queno solo es un intento de algún tipo de redención sino una manera de adentrarse en el universo de un álbum en el que cada canción se construye, en todas direcciones, desde un centro marcado por, sí, algún tipo de mantra (la suplicante Before Us explora la épica de aquel que lo ha perdido todo), que a veces son amenazantes sacudidas (Quiet Amplifier se abre a una digresión muy Being There, lejano pero esencial segundo álbum de la banda, y es, para Tweedy, el más “perfecto” experimento del álbum) y a veces explota en solos reconfortantemente musculosos (previo palmeo) como el que sitúa en el corazón de, por ejemplo, la perfecta pieza de cámara Hold Me Anyway o intenta grabarte a fuego en una juguetona, Citizens. 




Como en un western apocalíptico, el sonido se vicia y se condensa hasta estallar en el diálogo jam de We Were Lucky, el corte que da paso al luminoso (y ya nuevo clásico de la banda) Love Is Everywhere (Beware), con un saturado y preciosista riff tan altamente disfrutable como el pop excelentemente dibujado de Everyone Hides. Se diría que los de Chicago caminan siempre por tierra firme y que exploran, tímidamente, a cada nueva entrega, los límites de un sonido – un marcadísimo estilo, cada vez menos progresivo – al que van incorporando cada nuevo hallazgo como si de un pequeño tesoro se tratase. Aquí, lo incorporado, lo explorado, es la percusión, en todas sus variantes, y el resultado es, decíamos, un álbum, en cierto sentido, mántrico, contundente, árido, en el que la voz, aterciopeladamente rota de Tweedy, juega a expandir hacia una fragilidad, por momentos mantenida y a ratos derribada por los numerosos elementos de que se nutre cada canción, contenedores, todas ellas, de ideas – pianos encontrándose, coros alzándose – brillantes. Tweedy dice estar especialmente orgulloso de este disco, y no le falta razón.


Un álbum, aseguran, protesta, pero de una protesta íntima, como todo lo que, se diría, firma el de Chicago, y uno, en este caso, que crece a cada escucha pero que se sitúa, desde la primera, cercano a la cima más alta alcanzada por la banda hasta la fecha.


martes, 30 de abril de 2019

THE LONG RYDERS. "PSYCHEDELIC COUNTRY SOUL" (2019). Treinta y tres años no son nada


Hace más de 30 años se disolvía uno de las bandas de rock que más me influyeron a la hora de empezar a tocar la guitarra: The Long Ryders. En una época de predominio de electrónica chabacana para discotecas bandas como la de Sid Griffin o los Dream Syndicate eran como un oasis en el desierto. Creo que fue Pete Townshend quien dijo que antes de que acabara el siglo XX la guitarra terminaría siendo sustituida por los sintetizadores. Obviamente se equivocó. Con el final del milenio, de hecho, hubo un resurgir de este instrumento (incluso en su versión más primitiva, la guitarra acústica) y eso fue porque grupos como los del Paisley Underground empezaron a dar la vuelta a la situación allá por los años 80. Los Long Ryders fueron, por tanto, unos auténticos pioneros. Y ahora resulta que vuelven, después de tanto tiempo con un LP publicado el pasado mes de febrero que, si nos olvidamos del hecho de que las técnicas de grabación son ahora obviamente más sofisticadas, suena como si estuviéramos en aquel 1987 en el que se separaron.



Cuando empieza a sonar el primer corte del LP, "Greenville" (el título me recuerda a aquel añejo "Rockville" del Reckoning de REM), uno no puede más que sentirse retrotraído a la segunda mitad de los 80 cuando aún no había móviles ni Internet. Es el sonido de las cosas hechas a la antigua usanza, sin artificio, solo con sentimiento y auténtica veneración a la música. Guitarras cristalinas, estribillos pegadizos, coros evocadores. El tipo de canción para ponerla en tu coche y hacerte cientos de kilómetros. Algo más folky que rockero (más próximo a los Coal Porters, combo de bluegrass en el que ha militado Griffin durante años) es el segundo corte, "Fly Away". La influencia de los Byrds del Sweetheart of the Rodeo es patente y en él podemos apreciar en primer plano la mandolina de Sid Griffin, instrumento que tocaba con los Coal Porters. En cambio, "Molly Sometimes", nos lleva a esos temas atmosféricos y psicodélicos que solo los Long Ryders eran (y son) capaces de hacer; temas como "Ivory Tower" del Native Songs o Two Kinds of Love del State of Our Union. La misma atmósfera mágica, como si el tiempo no hubiera pasado. También debe mucho al folk-rock ácido "All Aboard", un tema con un sonido arquetípico del Nuevo Rock Americano de los 80: ecos western, ambientes psicodélicos y guitarras chirriantes al estilo cow punk. Equilibrado, incluso diría que perfecto en la proporción en la que usa los distintos ingredientes. "Gonna Make it Real", en cambio se inscribe en la faceta más pop de la banda algo más cercano a combos históricos del pop rock americano de raíces de los 70 como NRBQ o la Nitty Gritty Dirt Band. Es un tema muy radiable y de hecho Manolo Fernández lo ha puesto con insistencia en el programa de Radio 3 Toma Uno.



Pero la golosina pop del disco es "If You Wanna See Me Cry". Una balada folk pop deliciosa, totalmente acústica en la que Sid Griffin exprime de manera exquisita su pena. Uno de los momento más tiernos del disco. Y después de tanto lirismo doliente, los de Griffin colocan estratégicamente un trallazo de rock and roll, "What the Eagle See", tan enérgico como aquel histórico "Looking for Lewis and Clark". Y para los amantes de su faceta más country, heredada directamente de los Flying Burrito Bothers y Gram Parsons, el disco ofrece "California State Line", una de esas canciones de carretera y manta que narra un viaje desde Texas a California pasando por las vastas zonas desérticas del sur de los EE.UU. Toda una lección de geografía evocativa. Y, para recuperar el ánimo, a este tema le sucede una luminosa pieza de pop sesentero a lo Byrds/Buffalo Springfield llamada "The Sound". Y qué título más apropiado: el sonido es verdaderamente inmaculado lleno de guitarras de 12 cuerdas, steel pedals, armónicas, etc. Armonía preciosista en estado puro. Más sonido a lo Byrds lo encontramos en "Walls", otra canción pegadiza y 100% radiable. En definitiva, otra joya pop.



El penúltimo corte del disco, es ocupado por un tema que todo un homenaje a The Band y al country rock de los 70. Los guiños a ese eterno "I Shall Be Relased" son más que evidentes y nos recuerda a otro de las grandes bandas que han influenciado a Griffin y a su banda. Y para terminar (no se podría haber cerrado el disco mejor), la canción que da título al LP, "Psychedelic Country Soul", una orgía de sonidos de folk, blues y psicodelia orientalizante sobre un ritmo bailable que es un perfecto resumen de la síntesis de estilos que ha sido la música de Long Ryders, una música que he resistido perfectamente el paso del tiempo. Y es que treinta y tres años, para una banda de este calibre, no son nada.


miércoles, 10 de abril de 2019

KIM LENZ. "SLOWLY SPEEDING" (2019). Piel blanca, alma negra


El pasado mes de febrero salió a la luz el último LP de la veterana Kim Lenz, Slowly Speeding. Lenz, relacionada fundamentalmente con el rockabilly y los sonidos rockeros de los 50 ha querido demostrar que tiene tablas suficientes para pasearse como una reina por el blues, el swing, el soul, el country y el psycobilly sin cortarse un pelo. Nada de rockabilly machacón sobre los mismos tres acordes. Kim Lenz realmente tiene clase y estilo para eso y para mucho más.



El álbum no puede empezar mejor: lo abre un tema sombrío con reminiscencias de blues, swing y las "dirges" de Nueva Orleans, el titulado "Bogeyman". La voz demoníaca de Kim se amalgama con una serie de oscuros guitarrazos reverberados y en directo es un espectáculo ver cómo su guitarrista en la gira española (nada menos que el ex-Nu Nile Mario Cobo) va bajando la cuerda sexta hasta llegar a una orgía de sonidos lúgubres.Con razón advertía directo eran un tanto oscuros. También tiene un toque gótico "Pine Me", un temazo que viene acompañado de un excelente vídeo a base de hermosas animaciones.



El psychobilly acelera el pulso del oyente en el siguiente corte, "Guilty". Ritmo vivo, sonido cavernoso y sucios solos de guitarra a lo Cramps. Uno de los temas de este disco que más hace bailar a la audiencia. Y después de esto es donde viene otra sorpresa: el siguiente tema, "Bury Me Deep" se aleja un tanto del rockabilly y se adentra en el rhythm'n'blues de los 60. Y es aquí donde Kim saca su vena más garajera aunque tampoco está muy lejos de su querida Wanda Jackson. Y más variaciones frente a lo previsible: llega el tema que da título al álbum y es una maravillosa pieza de honky tonk country a lo Hank Williams de impecable factura. Es todo un espectáculo ver a Kim con sus botas tejanas y a Mario Cobo desgranando llorosos sonidos de su steel guitar. Gran acierto la apuesta por el country.



Pero como el rockabilly en estado puro no puede faltar en un disco de Kim Lenz ahí está "Wild Oak", un tema que también hace las delicias del público más bailongo en los conciertos si bien persiste ese tono sombrío que impregna todo el disco. Y aquí hay que señalar otro acierto: los back vocals masculinos que dan la réplica en el estribillo a la voz reverberada Kim. Uno de los mejores temas del disco. Y con "I'll Find You" Kim se adentra de nuevo en los años 60 y se vuelve más garajera que nunca. Los guiños a los grupos de surf y rock and roll de los primeros años de esa década son innegables especialmente a Johnny Kydd and the Pirates y su "Shakin' All Over".


Mario Cobo a la steel guitar

"Percolate", sin embargo, es una pieza algo más amable que encaja mejor en el grueso de su discografía previa. Más pop y más bailable, también es quizá lo más radiable del disco. De hecho, ya había salido a finales del año pasado en single como anticipo del LP. Algo más rasposo y embrutecido es "Hourglass", con ese delay que remite al sonido más crudo de Memphis años 50, en especial a BIll Justis y a su "Raunchy". Y para terminar, "Room", un disparo de blues del bueno, negro como la noche negra, desde el alma negra de la pálida faraona del rockabilly moderno.


La mejor amiga de Kim.

lunes, 25 de marzo de 2019

LUTHER RUSSELL "MEDIUM COOL" (2019). Última entrega de un genio incomprendido del pop americano


Gracias al programa Islas de Robinson de Radio 3 pude conocer a este maravilloso cantautor poprockero de Los Angeles llamado Luther Russell. Por desgracia Luther no ha tenido la repercusión que se merece a pesar de su carrera junto a los Freewheelers y álbumes en solitario como The Invisible Audience y sobre todo Repair. La historia del genio incomprendido se repite en la figura de este gran músico, qué se le va a hacer.

Pero centrándonos en su última entrega, aparecida el pasado 22 de febrero y de título Medium Cool, Luther Russell rinde homenaje al pop, especialmente al power pop de los 70. Las referencias a the Raspberries, Badfinger y sobre todo, a sus queridos Big Star (Luther mantiene una estrecha relación musical y de amistad con el único miembro de la banda vivo, Jodie Stephens), son innegables. Ya desde el primer tema la influencia de Chilton y Bell es más que evidente; "Deep Feelings" recuerda al primer corte del Radio City. Guitarras crujientes, riffs pegadizos y letras descaradas. Y la voz de Luther que aunque no se parece en el timbre a la de Chilton sí se parece en su actitud cínica y desvergonzada. Un gran comienzo. Todavía más rockera y punzante es "Can't Be Sad", la segunda del disco. Con una guitarra rítmica hipnótica y un estribillo redondo remite a bandas de power pop cercanas a la New Wave como los 20/20. Y los guitarrazos finales (el solo de guitarra está al final del tema) son apoteósicos. Otro bombazo. El tercer corte sin embargo, es capítulo aparte ya que "The Sound of Rock and Roll" es una delicada perla de pop que podría haber estado firmada por los Teenage Fanclub pero está firmada por Luther Russell. Con influencia algo más sesentera (de los Byrds sobre todo) y de, por supuesto, Big Star, es una de las cumbres líricas del disco y una de las mejores canciones pop que he oído en meses. De verdad que pone los pelos de punta.



Con "Corvette Summer" Luther vuelve a hacer guiños a los primeros 70 y se notan las influencias de los Raspberries y del "In the Street" del primer Lp de Big Star. Rock and Roll a la vieja usanza con una guitarras que se sulfuran según avanza la canción. Hay un cambio de ritmo y de textura con "At Your Feet", un tema acústico, pop folk, que recuerda a los momentos más melosos de Elliott Smith, uno de los músicos más admirados e imitados por Luther; de hecho, en la letra hay una referencia al "Rose Parade", el mismo al que canta en una canción homónima Elliott Smith en su obra maestra (¿y qué álbum suyo no lo es?) Either/Or. Pero el rock urbano setentero vuelve con el siguiente tema "Have You Heard" donde retornan los ecos de Chris Bell y el primer disco de los Big Star. Este tema se complementa muy bien con el siguiente, "Sad Lady", rock de corte melódico a lo Badfinger. Dos temas paradigmáticos de lo que era el power pop de los 70.



De entre tanto guiño a los 70 quizá habría que excluir al siguiente tema, "Talking to Myself", también rock melódico pero con un toque más personal e inclasificable, y seguramente otro momento álgido del álbum. También se escapa de los tópicos del power pop setentero "Blue Balloon", un tema más lánguido y atmosférico en donde se nota más que en ningún corte el influjo del mencionado Elliott Smith. Hasta en la voz de Luther hay un guiño consciente al malogrado Smith. Sin embargo, los Beatles y los Beach Boys también están muy presentes. Y por último llegamos a "Can't Turn Away"; acústica de 12 cuerdas y voz para dar una deliciosa despedida a este álbum sin desperdicio. También es muy recomendable la escucha de la cara B del single "The Sound of Rock and Roll", un temazo que es una réplica al gran "September Girls" que Luther ha titulado "Saturday's Child". Y que músicos como Luther Russell sigan pasando desapercibidos... Qué injusto es el mundo de la música. Por cierto, aquí se puede oír y/o adquirir este álbum.

jueves, 27 de diciembre de 2018

MANDOLIN ORANGE. "SUCH JUBILEE" (2015). Bluegrass intimista


Conocí a esta maravillosa pareja músicos radicados en Chapel Hill, North Carolina, viendo un vídeo en You Tube que patrocinaba mi cerveza favorita, Sierra Nevada, y desde entonces no he parado de buscar material suyo. Por suerte, éste se encuentra disponible en bandcamp. Muy en la línea del bluegrass renovado de Nickel Creek, Mandolin Orange aguantan perfectamente la comparación con dichos colosos del género. Y es que Emily Franz (guitarra, violín, voz) y Andrew Martin (mandolina, guitarra, banjo, voz) no son  precisamente mancos.



Uno de los álbumes de Mandolin Orange que más me gusta por intimista, evocativo y tierno, es Such Jubilee, su segundo LP, de 2015. Muy acertadamente el LP se abre con el tema "Old Ties and Companions" que es un tema bastante representativo del dúo e incluso sería una canción radiable si las emisoras comerciales no pusieran tanta música de baile hecha en serie. Alegre con un punto de melancolía, en el tema oímos un maravilloso diálogo guitarra-mandolina de los que hacen historia. Y el trabajo vocal de Andrew también es excelente. El siguiente, corte "Settle Down", tiene un punto más bluesy pero gasta de la misma maravillosa melancolía. Ahora Emily, se pasa al violín y a los coros y Andrew toca la acústica y canta. También se ha añadido unos arreglos de guitarra eléctrica que le dan un toque más roquero. Le sigue "Little Worlds", otro de los himnos folkies del disco. Aquí Emily y Andrew cantan a dúo y éste último se luce con el banjo tocado al estilo clawhammer (sin púas). 



Con "Rounder" el disco se hunde nuevamente en la melancolía con una balada folk aderezada por las cálidas armonías vocales chico-chica de Emily y Andrew. En cambio, el siguiente corte, en el que Emily lleva la voz cantante, se aleja un tanto del folk al introducírsele ligeros toques de jazz y pop, un teclado y percusión ligera. Original y con un cálido y cuidado sonido. La voz de Emily, sobresaliente, igual que la mandolina de Andrew.  Más folky y más desnudo, "Jump Mountain Blues", el violín de Emily agrega patetismo al conjunto del tema y contribuye a ese intimismo que impregna todo el LP. Además, los coros de Emily Franz al final del tema cantando una melodía distinta de la principal son todo un acierto. "That Wrecking Ball", el siguiente corte, está más en la línea del bluegrass tradicional y es que se nota de dónde son esta pareja de músicos y el amor que sienten por sus raíces.

Algo menos tradicional, aunque manteniendo las líneas maestras del country/blues, es "Blue Ruin". La adición de unos arreglos de guitarra eléctrica le confiere un matiz más poppy,  más atmosférico y soñador, y hacen del tema otra de las cimas del álbum. Algo más pop / rock es el siguiente corte, "Daylight", que tiene un teclado muy jazzy y discreta percusión. Y el disco lo cierra una monumental y emotiva balada folk titulada "Of Which There Is No Like" y deja al oyente satisfecho y con ganas de más.


Mandolin Orange son una pareja de músicos a tener muy en cuenta. Especialmente recomendables para quienes sientan debilidad (como es el caso  del que esto escribe) por los sonidos acústicos. Y es que este "Such Jubille" se ha ganado un sitio entre los mejores discos de Nickel Creek, Shiny and the Spoon o Pharis and Jason Romero.

jueves, 29 de noviembre de 2018

MORGAN: LA BANDA

F. Navarro
El País, 14/03/2018



Empiezan a sumarse más latas de cerveza sobre la mesa entre carcajadas y humo de cigarros cuando Carolina de Juan se pone de pie y coge la primera maqueta que “no se encuentra ni en Ebay” y que grabaron en agosto del 2012 cuando ni siquiera existía Morgan, la banda madrileña que, con su amor incondicional a la música de raíz norteamericana, se ha convertido en el último fenómeno musical en España. “Mira, la portada y todo lo hice yo a mano. Es un desastre total”, sostiene con una sonrisa cándida la cantante y compositora de Morgan, más conocida como Nina. En ese disco se incluía Be a Man, la primera canción que registró con el guitarrista Paco López y baterista Ekain Elorza y que ahora, con su desgarro soul al más puro estilo Amy Winehouse, forma parte de Air, el segundo álbum del grupo que se publica este viernes.

La gata Zilla –“su nombre viene de Godzilla”, explica Elorza, su dueño- se pasea por el salón de una casa del madrileño barrio de Anton Martín donde los miembros de Morgan, incluidos el teclista David Schulthess y el bajista Alejandro Ovejero, charlan con entusiasmo sobre la salida de un álbum que es un derroche de virtudes sonoras. Como ya hicieron en 2016 en su primer y alabado disco, North, la banda combina el folk-rock trepidante bajo las premisas primarias de The Band, estiradas con gracia hacia unos Wilco efusivos, con el soul, el góspel y el funk de alta cilindrada. Es una fascinante combinación de estilos originales pero, tras un año y medio de rodaje imparable de este grupo con la salida de su primer álbum de larga duración, guarda un sello personal. “Está bien que toquemos lo que toquemos sonemos a una banda, a nosotros”, dice López. “Desde un principio nos entendemos muy bien sin tener que decirnos nada. No hay nada forzado”, añade Nina.

Grabado entre octubre de 2017 y febrero de 2018 en los estudios Black Betty con la producción de José Nortes, que trabajó con Miguel Ríos, Ariel Rot o Quique González, Air supone la consolidación de Morgan como un grupo “más integrado”, según sus miembros, y con un abanico más colorido con la incorporación de Schulthess, que a las teclas recrea la alegría de Stevie Wonder en Another Road (Gettin’ Ready) o Flying Peacefully o se sumerge en un estilo más sureño en The Child o Marry You. “Creo que hay tanto cariño entre nosotros y a la música que se nota en las canciones”, confiesa Schulthess. “En este disco estaba algo más feliz. Tampoco es una fiesta pero es algo más optimista”, apunta Nina, quien lleva las canciones al estudio compuestas al piano y luego se tocan en directo mientras el resto incorpora ideas hasta quedarse con la toma con “más onda”.


Onda, precisamente, es lo que transmite Morgan, tanto entre ellos como en sus canciones, llevadas al directo con un ímpetu embriagador. Lo han demostrado en festivales como el Sonorama Ribera o el Mad Cool, donde tocaron en su primera edición como grupo emergente y volverán hacerlo este año, como en O Son do Camiño de Santiago de Compostela, en uno de los escenarios grandes como banda consolidada. También lo han hecho en salas de toda España, sumando ofertas de todas las discográficas españolas por contratarles y un público más numeroso y encantado con su propuesta diferente en la escena española, sujeta al indie. “Nos sorprende toda la gente que no deja de decirnos tras los conciertos que somos distintos a lo demás”, reconoce Nina con timidez.

Una buena prueba sucedió el pasado sábado de 10 de marzo en la sala El Sol de Madrid. El grupo ofreció un concierto privado para presentar Air. El jolgorio instrumental de la banda funcionaba bajo el impulso extraordinario de la voz de Nina, que muchos empezaron a conocerla por acompañar a Quique González en la canción Charo. González quedó tan prendado de ella que la pidió unirse a su banda y terminó por darla más protagonismo en su gira dejándola cantar De haberlo sabido, entre otras. Entendida como un instrumento más del acople sonoro del conjunto de Morgan, la garganta de esta chica de 27 años, hija de padres músicos que tocaba el piano ya de niña en casa, es un prodigio. Tal vez sea la voz más transcendental de la música española en el último cuarto de siglo. Esconde una luz cegadora cuando se desgarra en las alturas. Es una fuerza física, que empuja al oyente a sentirse vivo en su celebración o lamento. Sobre el escenario, Nina mueve las manos sin parar cuando canta y no toca el teclado. Se las frota nerviosa como intentando sacar más brillo a su canto en ascenso. O con ellas sostiene el aire, como a punto de explotar, tal que midiese el peso de las emociones que canta sin filtros. “Un concierto es una experiencia muy intensa. Para mí es un milagro que lo que tú sientas con la música pueda ser compartido con gente que no te conoce y te está escuchando. No hay palabras para definir lo que es esa conexión. Qué movida”, explica la cantante. Sus referentes son muchos, como Aretha Franklin y Etta James, a las que busca instintivamente en el lado más soul del grupo, pero también a Fiona Apple o Cat Power, a las que remite en su profunda ternura rota cuando canta en español Volver o Sargento de hierro, escuchadas por parte del público con lágrimas.

“Si no hubiese sido por Paco y Ekain, yo no estaría cantando. Ellos me dieron la confianza. Más importante que eso hay pocas cosas”, recuerda Nina. Paco también rememora cuando le enseñó a Ekain la primera canción que grabó Nina. Ambos se miraron y dijeron: “Hay que hacerle un disco a Nina”. Amigos de años atrás antes de formar el grupo, los dos la convencieron para que no se fuera a vivir a Holanda y formaran una banda a partir de esa maqueta de Be a Man. “Somos una banda”, sentencia Nina. “Lo único que queremos es que la música que nos salga nos flipe”, añade. El flipe se percibe.

sábado, 29 de septiembre de 2018

LA EXQUISITEZ DEL PLATO RECALENTADO

Ignacio Julià
El País, 17/07/2018



Quienes conozcan la saga Fargo se harán una idea de lo que significa la expresión ‘’Minnesota nice’’, la mezcla de inefable afabilidad y elocuente simpleza con que se comportan los ciudadanos del estado norteño del que proviene la banda liderada por Gary Louris. Desde 1985, en una de esas alianzas artísticas que tan fructíferas resultan en un contexto pop —compleja y volátil en el caso de Louris y el desterrado Mark Olson—, The Jayhawks contribuyeron a la activación de un nuevo revivalismo de las raíces que contradecía el furor del grunge. Concibieron elepés grandiosos, Hollywood town hall (1992) y Tomorrow the green grass (1995), inagotables para quienes gustan del cruce entre esencias campestres y melodías a varias voces, un sonido orgánico donde guitarras, teclados y voces se funden en deleitosa ambrosía. Tras la baja de Olson, que regresará al grupo ocasionalmente, el proyecto queda en manos de Louris en obras que, como Sound of lies (1997) o Smile (2000), amplían el horizonte de una formación especializada en brochazos de melancolía aliviados por gráciles armonías. Una fórmula perfeccionada hasta sedimentar la ampulosa elegancia que animó a Ray Davies a contratarles para su díptico Americana.

No son The Jayhawks músicos dados a las emociones fuertes; de hecho, pueden resultar empalagosos. Su fortaleza se trama en la suavidad de fibras que al enhebrarse producen prendas cómodas más que vistosas. Lo reafirma su décimo álbum, asalto al frigorífico en el que Louris, al parecer improductivo en su rol compositor, recurre a nueve antiguos manjares firmados a medias con otros artistas —algunos publicados, otros inéditos— y añade dos recientes temas propios. Reformular estas canciones con la banda, en solo dos jornadas de reconcentradas sesiones, aporta prestancia al material y les devuelve a su senda tras pasados experimentos con tonalidades más artificiosas. Desbarata asimismo la cuestión de si Louris compondrá en distinta tesitura para Jayhawks a cuando trabajaba con las tejanas Dixie Chicks, de las que se incluyen las sensacionales Everybody knows y Bitter end. Es precisamente la perspectiva consensuada del encargo, más que la espontánea creación, lo que paradójicamente engrandece esta selección de platos recalentados. Y el gesto democrático del jefe, que deja cantar a la teclista Karen Grotberg en la cimbreante Cryin’ to me o en Eldorado, y al batería Tim O’Regan en otras dos tonadas.

Entre tanta miel sobre hojuelas, exhiben gravedad dramática y poso emocional en las sustanciosas Gonna be a darkness, compuesta junto a Jakob Dylan para la serie True blood, o Bird never flies, maravilla escrita junto al neoyorquino Ari Hest. Finalmente, la suma de narrativas sentimentales y erosionados paisajes hace de Back roads and abandoned motels —título ilustrado en portada por una crepuscular fotografía de Wim Wenders— algo más que otro ejercicio de esmerada profesionalidad. Al contrario que en Fargo, no hay truculencia en estas once grabaciones: les puede el proverbial y gentil recato de Minnesota. A cambio, rebosan la refinada artesanía de una dignísima maquinaria de rock suave y balsámicos lamentos. Ahora toca volver a la carretera.

viernes, 28 de septiembre de 2018

VÍDEO: JEFF TWEEDY PRESENTA UNA CANCIÓN DE SU NUEVO DISCO

Efe Eme, 26/09/2018 

Jeff Tweedy, líder de Wilco, anuncia un nuevo disco en solitario, “Warm”, que será publicado el 30 de noviembre. Lo ha grabado en su estudio de Chicago junto a su hijo Spencer, Glenn Kotche y Tom Schick. El primer single es ‘Some Birds’, cuyo vídeo podemos ver a continuación.

martes, 14 de agosto de 2018

BABE RAINBOW. "DOUBLE RAINBOW" (2018). Psicodelia en alta de definición.


Solo hay que fijarse en la decoración del fondo de este blog, en el título y el subtítulo, para darse cuenta de que la psicodelia es uno de los estilos favoritos de la casa. Y partiendo de esta premisa, no pude más que quitarme el sombrero ante este LP, publicado el mes pasado y enseguida difundido al completo por youTube (¡gracias!). Se trata del segundo álbum de un joven grupo australiano que contribuye a revitalizar el género. Y de una manera que sorprende, por la frescura y la redondez de sus temas.

La canción que abre el disco, de título bastante gráfico, es un guiño no solo a ese mago de la psicodelia británica que fue Syd Barrett sino también al sonido Canterbury en concreto a Caravan (sobre todo los del primer álbum, algo más psicodélico que progresivo). Lo más hipnótico del tema a parte de los vistosos trémolos y glissandos de los teclados es ese bajo que bombea magia a lo largo de todo el tema y que es lo que más me recuerda al sonido Canterbury. Impresionante. Pero si eso no ha sobrecogido al oyente ahí está el segundo tema "Supermoon" (hermoso nombre) un pildorazo psicodélico que rezuma cornezuelo de centeno por todos los poros. El vídeo, por cierto, que acompaña al tema tiene una fotografía y una puesta en escena magnífica y es un prodigio visual de luz color y movimiento. Las referencias a la contracultura de los 60 son evidentes.


El álbum prosigue con un tema, "Gladly", algo más bluesy y hendrixiano aunque suavizado por la voz de Angus Dowling y los coros de sus compinches. También tiene tintes de blues ácido "Darby And Joan", donde la voz de Dowling suena más aguda y melosa. Pero es con el siguiente corte "Eureka" cuando el Lp vuelve a alcanzar otro punto álgido. Con la adición de un sitar, percusión exótica y una flauta travesera y arreglos de funky setentero con pedales wah-wah, los Babe Rainbow lo bordan. Y para seguir rindiendo homenaje a ese hipnótico instrumento de cuerda indio se incluye un corte de solo de sitar llamado "Alan Chadwick's Garden" que suena de lo más enigmático.

Otro punto culminante del disco es el maravilloso "Cool Cat Vibe", en el que los australianos con una letra minimalista ("Cool Cat Vibe / Yeah yeah yeah") se trabajan un tema espléndido, tan mágico como pegadizo, que a un servidor le recuerda a Strawberry Alarm Clock. También es bastante lacónico en cuanto a letra el siguiente tema "Bella Luna", sin embargo la mezcla de soul y psicodélica hace que, cuando se acaba, sepa a poco. A destacar los certeros arreglos de flauta travesera que recuerdan algún tema de Love. Por su parte "2nd of April" es un instrumental de guitarra acústica que suena a ratos a psicodelia, a ratos a folk y a country/blues e incluso, en ciertos fragmentos, a flamenco. Una muestra de lo variado de las influencias de la banda. También resulta deliciosa "Running Back", donde remiten a la manera de concebir el folk ácido de mis queridos Beachwood Sparks. Y finalmente el LP se cierra con la soleada tonada entre el rag y el swing (a mí me recuerda al inmortal "Daydream" de los Lovin' Spoonful) que deja la mente del oyente inundada de sunshine pop del bueno. Una delicia de álbum que ayuda a combatir el aburrimiento y la soledad si te toca, como al que esto escribe, pasar el mes de agosto en la ciudad.

viernes, 29 de junio de 2018

MAZZY STAR. "STILL" (EP, 2018). El retorno de la magia de lo etéreo



Este mes de junio pasará a la historia para los fans de Mazzy Star (el que esto escribe es uno de ellos) por la vuelta a la escena musical de la venerada pareja de músicos de indie/dream pop. Hope Sandoval y David Robak tan solo habían sacado un solitario single, "I'm Less Here", desde aquel ya algo lejano "Seasons of your Day" de 2013. Pero por fin, el 1 de junio del presente mes han decidido poner fin a su silencio y obsequiarnos con este EP, Still, que quizá anuncie un próximo LP (esperemos que sí).

El trabajo se abre con un tema evocativo y nostágico en el que predomina el piano y la voz de Hope parece más extraviada en el éter que nunca, para que la guitarra de Roback remate el tema con unos arreglos de slide, marca inequívoca de la casa. Entrañables y soñadores, como siempre, esta pareja. Pero el trabajo despega de verdad con el delicioso "That Way Again", que nos ofrece a unos Mazzy Star en estado de gracia. La voz aniñada de Hope Sandoval, los cálidos punteros de Roback hacen de este tema un buen candidato para mi canción del verano 2018. Soberbio.

Por el contrario la canción que da título al trabajo representa la faceta más oscura y experimental del dúo y demuestra que Mazzy Star aún no se han vendido a la música disco sino que hacen guiños a los Velvet Underground de la época John Cale o a los Pentangle más psicotrópicos. Y ahondando en esa vena oscura y para rematar el trabajo, tenemos una ultrapsicodélica y descacharrante versión de su "Tonight You Might See" que ellos llaman "Ascension Version". En definitiva: ardo en deseos que esto sea el preludio de un nuevo LP.


martes, 26 de junio de 2018

CALEXICO "THE THREAD THAT KEEPS US" (2018).Otro prodigio de mestizaje sin complejos



Calexico es una de esas bandas a las que les queda poco que decir y demostrar, como Teenage Fanclub o Wilco. Han hecho magníficos discos, uno tras otro, que han sido devorados, no solo por el sector más alternativo del público sino también por el mainstream, y han sido los principales responsables de dar a conocer el mestizaje musical que se ha producido a lo largo de décadas en la frontera sur de EE.UU., algo que se ha venido catalogando bajo la etiqueta tex-mex pero que va mucho más allá de ésta. Sin embargo, distan mucho de estar acabados, y prueba de ello es que este The Thread That Keeps Us, que salió a la luz el día 26 del pasado mes de enero es otra magistral muestra de mestizaje musical.

Se abre con espectacularidad épica con un tema, "End of the World With You" que a algunos les ha recordado a U2 (yo creo que es algo casual) y que es 100% radiable: bonito, luminoso, optimista... easy listening de impecable factura. Mucho más denso y áspero es el segundo tema, "Voices in the Field", una mezcla de guitarras pantanosas y de ritmos latinos. El disco sigue por parajes más bien oscuros con "Brigde to Nowhere", un tema nervioso e incisivo, con unos momentos de climax muy melodramáticos. Y puesto que ya tardaba en aparecer una pausa instrumental de corte post-rock, ahí está "Spinball", el cuarto tema, que devuelve a Calexico a esos orígenes con discos con muchos cortes instrumentales.



El instrumental sirve perfectamente al propósito de cambiar de tercio y nos adentramos en la faceta más bailable y latina de Calexico, con un tema llamado "Under the Wheels" que aúna el funk, el reggae y la cumbia. Y tras él uno de los temas más hermosos del disco, "The Town & Miss Lorraine", que tiene algo de western ajeño, pop y folk de los 60 ,con una sección rítmica de lujo y esa voz de Joey Burns que suena más tierna que nunca. Y en poco más de 2 minutos y medio este disco sube a la más alta cima de la exquisitez sonora. Y explorando la veta latina, pasamos a "Flores y Tamales", cantada espléndidamente por Jairo Zavala (el guitarrista madrileño que se ha unido a la banda en los últimos tiempos). Para cerrar este bloque bailongo y latino tenemos el funk interétnico y futurista de "Another Space".



Y cambiando a terrenos más folkies y evocativos, nos encontramos el maravilloso instrumental "Unconditional Waltz", que yo diría que, a pesar de ser instrumental y de corto minutaje (apenas minuto y medio), es otro de los momentos álgidos del LP. Le sigue la tórrida balada folk, "Girl in the Forrest", con la voz de Joey Burns otra vez a punto de caramelo. Y con "Eyes Wide Awake", el disco alcanza otro clímax, emocional al menos, porque el corte nos devuelve al sonido grunge/noise de los 90 más épico. Uno de los mejores temas del disco.

Con "Death in the Water", Burns, Convertino y compañía, ya que habían pisado el pedal de distorsión en el tema anterior se ponen garajeros y corrosivos. La sección rítmica con esas maracas a lo Chocolate Watchband, por cierto, es magistral. Y tras esta estampida llega otra muestra instrumental, esta vez de jazz cósmico ("Shortborad") para cambiar de nuevamente de tercio y introducirnos en la oscura introspección de "Thrown to the Wild" y rematar el LP con el folk heroico de "Music Box", en el que el trabajo al bajo (no sé si lo toca propio Burns) es excelente.



Quien adquiera el disco por i-tunes ha de saber que hay una edición de lujo que añade cinco temas más, uno de ellos un maravilloso instrumental western llamado "Luna Roja", que, como el LP, no tiene desperdicio alguno. Otra gran muestra de mestizaje musical a cargo de los de Arizona.