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lunes, 23 de junio de 2025

LA MAGNÍFICA HISTORIA DE LOS RAMONES

Vinilos Blank Generation, 13/06/2025

Los Ramones son una de esas bandas que cambiaron la historia de la música, aunque no siempre hayan tenido la fama y el reconocimiento masivo que merecen. Fueron pioneros del punk rock y definieron un sonido crudo, directo y acelerado que inspiró a miles de bandas después. Su historia es la de un grupo de amigos de Queens, Nueva York, que con poco más que ganas y una estética irreverente, crearon un movimiento que aún hoy sigue vivo.

Orígenes y formación de Ramones

La historia comienza en 1974, cuando cuatro jóvenes de clase trabajadora de Queens —Joey Ramone (Jeffrey Hyman), Johnny Ramone (John Cummings), Dee Dee Ramone (Douglas Colvin) y Tommy Ramone (Thomas Erdelyi)— decidieron formar una banda. Los cuatro venían de contextos diferentes, pero compartían un amor común por el rock clásico y el deseo de romper con la música comercial y sobreproducida que dominaba las radios.

El nombre «Ramones» no era casual: lo tomaron de Paul McCartney, que usaba el pseudónimo «Paul Ramon» cuando viajaba a hoteles para evitar ser reconocido. Joey Ramone encontró la idea divertida y propuso que cada miembro adoptara el apellido «Ramone». Así, esa simple idea de un apellido compartido se convirtió en un símbolo de unidad, hermandad y rebeldía contra el sistema establecido. Era como crear una familia falsa, pero con un objetivo real: cambiar la música y la cultura.

Antes de Ramones, los chicos ya estaban metidos en la escena musical local, tocando en diferentes bandas y experimentando con estilos. Pero ninguno estaba satisfecho con lo que existía: el rock progresivo, el glam, y el hard rock dominaban, pero para ellos era música demasiado larga, complicada y sin la fuerza que necesitaban. Querían volver a lo básico, al rock rápido y honesto, sin florituras ni pretensiones.

Primeros años y debut de Ramones

El primer show oficial de Ramones fue en 1974 en el club Performance, en Nueva York. Allí, sorprendieron a la audiencia con su sonido brutalmente diferente: canciones cortas, casi golpes de adrenalina, riffs veloces y baterías potentes. Sus letras, simples y directas, hablaban de alienación, frustración juvenil y rebeldía, un reflejo de la vida de muchos jóvenes en la ciudad.

En 1976, lanzaron su álbum debut, “Ramones”, que es hoy un clásico indiscutible. Temas como «Blitzkrieg Bop», con su famoso “Hey! Ho! Let’s go!”, “I Wanna Be Your Boyfriend” o “Beat on the Brat” marcaron un antes y un después en la música. El disco fue grabado con bajo presupuesto, con producción sencilla y una energía única. No era perfecto, pero era auténtico, y eso fue lo que cautivó.

Aunque “Ramones” no fue un éxito comercial inmediato, su impacto en la crítica y la escena underground fue enorme. Pronto, su fórmula empezó a ser replicada por bandas de Estados Unidos, Inglaterra y más allá, creando una nueva ola punk que sería imparable.

Ascenso y consolidación de Ramones

Durante la segunda mitad de los 70, los Ramones se consolidaron como la banda principal de la escena punk neoyorquina. Tocaban en clubes como CBGB, el epicentro de la música alternativa, y eran los favoritos de una comunidad joven y rebelde que buscaba algo nuevo.

En 1977, lanzaron “Rocket to Russia”, otro álbum fundamental que mostró un Ramones más maduro sin perder su esencia cruda y veloz. Las canciones seguían siendo cortas, pero con melodías más trabajadas y letras que reflejaban tanto su humor como su ironía. Este disco fue especialmente bien recibido en Europa, donde el punk comenzaba a explotar con fuerza.

El camino no fue fácil: la banda no logró una popularidad masiva, sus discos no vendían lo suficiente y sus giras eran agotadoras y poco lucrativas. Pero su influencia crecía día a día, y bandas como The Clash, The Sex Pistols y The Damned tomaron inspiración directa de ellos.

Cambios en la banda y evolución de Ramones

Con el tiempo, la dinámica interna y las necesidades cambiaron. En 1978, Tommy Ramone dejó la batería para enfocarse en la producción y fue reemplazado por Marky Ramone, quien aportó una energía renovada en los shows y grabaciones.

Dee Dee Ramone, el bajista y principal compositor, se fue en 1989 tras años luchando contra adicciones y problemas personales. Fue sustituido por C.J. Ramone, quien aportó juventud y vigor, además de una nueva visión musical.

A pesar de los cambios, Ramones mantuvo su esencia punk: canciones cortas, energía sin filtros y letras directas. En los 80 lanzaron discos como “Road to Ruin” (1978), que incorporaba algo más de melodía y variedad, y “Too Tough to Die” (1984), un retorno al punk más agresivo.

La banda también empezó a experimentar con videos musicales, televisión y una imagen más comercial, pero sin perder la honestidad que los hizo únicos. La sencillez, la rebeldía y la constancia fueron siempre su sello.

La gira interminable de Ramones

Una de las características más legendarias de los Ramones fue su ética de trabajo incansable. Durante más de dos décadas, giraron por todo el mundo sin descanso, tocando en clubes pequeños, teatros y festivales. Para ellos, la música era un compromiso con los fans y una forma de vida.

Esta constante gira les permitió mantenerse cerca del público underground, aunque también les pasó factura en salud y relaciones personales. Muchos de ellos sufrieron problemas físicos y emocionales debido al ritmo agotador y al estilo de vida.

Pero la perseverancia fue clave para mantener vivo el espíritu punk y la influencia de Ramones. Gracias a esas giras interminables, se convirtieron en un símbolo para miles de bandas que vieron en ellos un ejemplo de autenticidad y resistencia.

Fin de los Ramones y legado

Finalmente, en 1996, tras más de 20 años de carrera, Ramones anunciaron su separación. Su último concierto fue en agosto de ese año en Los Ángeles, un evento emotivo que marcó el fin de una era.

Aunque nunca alcanzaron la fama masiva que merecían, el impacto cultural y musical de Ramones fue inmenso. Fueron los padres del punk rock estadounidense, abrieron caminos para nuevas generaciones y demostraron que con pasión y constancia se puede cambiar el mundo.

Hoy, su música sigue viva en coleccionistas, músicos y fans alrededor del mundo. Sus discos en vinilo, en especial, son tesoros que Fernando y otros amantes de la música física valoran por encima de formatos digitales.

Ramones no solo cambiaron la música, también crearon una forma de ser y una actitud que aún hoy sigue inspirando. Y aunque los tiempos cambien, la energía que dejaron no se apagará jamás.

¿Por qué murieron los Ramones?

La pregunta de por qué murieron los Ramones tiene varias capas, porque no solo hablamos de la banda en sí, sino de sus miembros.

Primero, la banda como entidad musical “murió” o terminó en 1996, pero lo que realmente marcó el fin fue la salud y las circunstancias personales de sus integrantes. Todos los Ramones originales vivieron vidas intensas, muchas veces marcadas por excesos, problemas de salud y luchas personales.

Joey Ramone murió en 2001, víctima de un linfoma no Hodgkin. Su muerte fue una gran pérdida para la música. Joey era el carismático vocalista, con esa voz nasal tan particular y ese aura que transmitía sinceridad y vulnerabilidad, algo poco común en el punk. La enfermedad fue larga y dolorosa, y aunque intentó recuperarse, no pudo.

Dee Dee Ramone murió en 2002, por sobredosis accidental. Su vida estuvo marcada por las drogas y el alcohol, luchas que se reflejaban en sus letras. Dee Dee era el compositor principal y bajista, y su muerte mostró la cara más dura del rock.

Tommy Ramone, el baterista original, falleció en 2014 debido a un cáncer de colón. A pesar de haber dejado la banda en los 70, su contribución fue clave y su muerte fue sentida por muchos.

Johnny Ramone, el guitarrista, murió en 2004 de cáncer de próstata. Johnny era el motor rítmico, conocido por su estilo agresivo y disciplina férrea.

Por tanto, la muerte de los Ramones no fue por un solo motivo o evento, sino por la suma de enfermedades graves, especialmente cáncer, y en el caso de Dee Dee, problemas con las drogas. Son historias de vida complejas y llenas de intensidad, que reflejan el lado oscuro del mundo del rock.

¿Por qué los Ramones se llaman así?

El nombre «Ramones» tiene una historia curiosa que refleja el sentido de unidad y anonimato que querían transmitir.

Antes de que existieran los Ramones, Paul McCartney usaba el pseudónimo «Paul Ramon» en los hoteles para no ser reconocido cuando viajaba con los Beatles. Joey Ramone leyó eso y propuso que cada miembro adoptara un apellido común, «Ramone», para crear una identidad colectiva, una especie de familia ficticia que mostrara unidad y rebeldía.

Así, Jeffrey Hyman se convirtió en Joey Ramone, John Cummings en Johnny Ramone, Douglas Colvin en Dee Dee Ramone y Thomas Erdelyi en Tommy Ramone. Esta estrategia también servía para mantener una distancia personal y proteger su identidad real detrás de la máscara de la banda.

Además, el nombre Ramones tenía un aire punk, sonoro y fácil de recordar, ideal para una banda que buscaba romper con lo tradicional. Es simple, pegadizo y transmite ese rollo callejero y directo que los definía.

En definitiva, «Ramones» fue más que un nombre: fue una declaración de principios, un símbolo de identidad para un grupo que quería cambiar la música y la cultura desde abajo.

¿Qué es el escándalo de Ramones?

Cuando hablamos del «escándalo de Ramones», no existe un único evento concreto con ese nombre, pero sí hay varias polémicas y situaciones controvertidas a lo largo de su historia que han dado mucho que hablar.

Una de las más comentadas tiene que ver con la relación entre Johnny Ramone y Joey Ramone, dos pilares de la banda, que tenían una relación personal bastante conflictiva. Johnny era conservador y muy rígido, mientras que Joey era más abierto y relajado. Su enemistad llevó a tensiones internas muy fuertes, afectando la dinámica de la banda, pero nunca rompieron del todo, porque la música era más fuerte.

Otro «escándalo» fue la dura crítica que recibieron por parte de la prensa y el público mainstream, que inicialmente los tachó de “demasiado ruidosos”, “sin talento” o “demasiado simples”. Sin embargo, con el tiempo, esos ataques se convirtieron en elogios, y la polémica ayudó a consolidar su mito.

También hubo problemas con drogas y alcohol, especialmente con Dee Dee Ramone, que en algún momento estuvo al borde de destruir la banda. Esto generó episodios turbulentos en giras y grabaciones.

Por último, una curiosidad que algunos llaman “escándalo” es la acusación que Johnny Ramone hizo en su biografía sobre haber despedido a Dee Dee por problemas con drogas y su relación con Joey, generando controversia entre fans y exmiembros.

En resumen, el «escándalo» de Ramones no es un solo hecho, sino la suma de conflictos personales, problemas con sustancias y la polémica pública que generaron al romper esquemas.

¿Cuántos Ramones siguen vivos?

De los miembros originales de la banda, ninguno sigue vivo. Los cuatro miembros clásicos fallecieron entre 2001 y 2014. Pero la historia no termina ahí, porque la banda tuvo otros integrantes que también llevan el apellido Ramone.

Joey Ramone (Jeffrey Hyman) murió en 2001.

Johnny Ramone (John Cummings) murió en 2004.

Dee Dee Ramone (Douglas Colvin) murió en 2002.

Tommy Ramone (Thomas Erdelyi) murió en 2014.

Pero después de la salida de Tommy en 1978, y luego de Dee Dee en 1989, entraron otros Ramones que participaron hasta la disolución en 1996, como Marky Ramone (Marc Bell), Richie Ramone (Richard Reinhardt) y C.J. Ramone (Christopher Joseph Ward).

De ellos, Marky y C.J. siguen vivos y activos en diferentes proyectos musicales y apariciones públicas, manteniendo vivo el legado de la banda. Marky es conocido por ser el baterista de larga duración que mantuvo el ritmo constante y feroz, mientras que C.J. aportó una nueva energía desde el bajo.

Por lo tanto, aunque los miembros fundadores ya no estén, el apellido Ramone sigue presente en la música gracias a quienes siguieron y a la influencia que la banda dejó.

viernes, 25 de abril de 2025

JOE STRUMMER: LA LEYENDA QUE TRANSFORMÓ EL PUNK, ESTABA OBSESIONADO CON LA CUMBIA

Celín Cebrián | @celincebrianvaliente

Nueva Tribuna, 11/04/2025


Tras su muerte, llegó a las tiendas Streecore, un disco formado por muchas primeras tomas, por la maravillosa versión de Bob Marley, más el tema que ofreció sin respuesta a Johnny Cash.

El que fuera líder de la mítica banda británica The Clash, este mes cumpliría 73 años. Murió a los 50 años, de un ataque al corazón. El 22 de diciembre del 2002, Joe Strummer salió a pasear con su perro Bloomfield y cuando regresó a su casa tuvo un fallo cardiaco, fruto de una enfermedad congénita no diagnosticada. Tras su muerte, llegó a las tiendas Streecore, un disco formado por muchas primeras tomas, por la maravillosa versión de Bob Marley, más el tema que ofreció sin respuesta a Johnny Cash, incluso por un tema instrumental que sus compañeros completaron usando trozos de voz de Joe…. No es un álbum imprescindible de Joe Strummer, pero es un buen disco. Es… su testamento. 

Como asegura Ángel Mora Ródenas en su libreta de notas, dos temas de su primer disco en solitario (Tropic of Pico y Filibustero) éste último que lo había hecho para la banda sonora de Walker (1987), pues esos dos discos, además de no tener desperdicio alguno, sobre todo Tropic, nos dan a entender que Strummer fue otro de los héroes de la música, con un legado tan fecundo que su semilla sigue dando sus frutos en las bandas venideras. Un músico imprescindible para todo lo que vino después, ya que éste abrió el camino, desde Mano Negra hasta todo aquello que acabó llamándose “Música étnica o de raíz”. Y por incidir en el tema, vayamos, por ejemplo, a un par de canciones de su disco (Ride your donkey y Sleepwalk), así como a alguna que otra de su último disco, “Mondo Bongo” o, por qué no, a esa joya que grabó con Johnny Cash, Redemption Song, del que Bob Marley hizo una versión, que terminaría siendo su testamento y que cada vez que lo escuchamos, como diría nuestro referente y amigo, Ángel Mora, “se nos ponen los pelos como una mata de aliaga”.

Fue miembro fundador de The Clahs en el que hacían canciones con letras muy nihilistas, cegados por los efectos de las drogas, pero con una crítica social dura y contundente, que en más de una ocasión fueron acalladas por el establishment. Sin embargo, la fama se la llevaban los Sex Pistols o Los Ramones. Pero, aun así, ellos no dejaron de buscar, de nadar, de bucear en todos los ritmos mestizos posibles. Y aunque solo fueron reconocidos por temas tan populares como London Calling, hay que decir que su música abrió el camino a otros grupos para que triunfaran. Valga la pena citar a The Cure o a Red Hot Chili Peppers. 

Pero no nos adelantamos y volvamos al hilo conductor, volvamos a la historia y a la música de Strummer. John Graham Mellor, nació en Ankara (Turquía). Hijo de una escocesa y un hindú de ascendencia británica, que a su vez eran hijos de armenios y judíos alemanes. Durante esos años, Strummer vio poco a sus padres. A los 9 años, junto a su hermano David, comenzó a asistir a la escuela City de London Freemen´s School de Surrey. A pesar de no haber tenido una relación muy estrecha con su hermano, el suicidio de éste cambió de una manera brutal su forma de ver la vida. Por el trabajo que tenía su padre, fue ingresado en un internado. Y sería en aquel internado elitista donde descubriría la música de Little Richard o The Beach Boys, un grupo, este último, que, a la postre, fue el verdadero amor de Strummer. Tras graduarse, se matriculó en la Escuela de Arte y Diseño de Londres con la idea de hacerse dibujante, al mismo tiempo que también se hacía vegano y comenzaba a interesarse por la música y la política. A principio de los 70 empezó a tocar con The Vulture, donde cumplió con el rol de cantante y segundo guitarrista. A la vez, por circunstancias, tuvo que trabajar de sepulturero para solventar gastos. En 1974 el grupo se separó y Strummer regresó a Londres donde se encontró con Tymon Dogg. Fue entonces cuando ambos comenzaron a actuar como músicos callejeros. Después, formaron The 101ers, una banda de rockabilly cuyo nombre tenía que ver con la calle en la que había vivido de okupa (Waterton Road 101, en Maida Hill), con la que que tocaban covers de canciones populares de blues norteamericanos en distintos pubs de Londres. Fue cuando decidió cambiarse el Mellor por Strummer, más artístico, si cabe, sobre todo porque este apodo tenía mucho más que ver con su forma de tocar, que era rasgueando, con mucho estilo rítmico, además de ser el momento en el que comenzó a escribir temas originales, siendo el primero de ellos uno inspirado en su novia de entonces, la baterista española del grupo The Slits Palmolive. Al resto de los miembros les gustó la canción, que se titulaba Keys to You Heart, y la eligieron primer sencillo. Corría 1975 y el grupo iba cogiendo cierto peso en el circuito de la capital inglesa, compartiendo escenario con los Sex Pistols, con los que actuaron un 3 de abril de 1976. Tras aquel concierto, aparece en escena un personaje fundamental en la vida del músico y en el panorama de la cultura punk, y ése no es otro que Bernard Rhodes, que consiguió una audición de John Lydon para los Pistols, además de cruzar los caminos un año más tarde de Joe Strummer, Mick Jones y Paul Simenon, que junto a Keith Levene y Terry Chimes, fundaron The Cash, ayudando a definir la sonoridad del punk e impulsando el género a nivel internacional. Textualmente, estos se acercaron a Strummer y le dijeron: ―”Eres bueno, pero tu grupo es una mierda”. 

El nuevo grupo supo entender la evolución del punk, que despertó a toda una generación, y supo señalar los pecados de aquella sociedad, rompiendo las costuras de la moral reinante. Pronto empezaron a añadir otros ecos como el reggae, ska, rhythm and blues, jazz, funk y dub, que dieron como fruto discos muy notables. El 25 de enero de 1977 la banda firmó un contrato con CBS Records. The Clash pasó a ser la banda, musicalmente hablando, más diversa de la primera ola del rock, también la más politizada, con discos como The Cash (1977), Give ´Em Enough Rope (1978), London Calling (1979), Sandinista (1980) o Combat Rock (1982), una aventura que terminaría en 1986. Luego llegarían The Mescaleros y The Latino Rockbilly War. Pero fue su tercer álbum de estudio junto a The Cash, London Callling, el que vino a definir su carrera y orientar sus pasos hacia la evolución del género. Antes se burlaban de ellos, pero en aquel 1979, a su regreso de la primera gira por los EE.UU, les compraron más de cien mil copias .Fue allí donde la banda descubrió sus raíces y el futuro de su sonido, creando un disco de apertura de estilos como el blues, el rockabilly…, sin renunciar a su raíz y a su rabia. The Cash fue todo un símbolo de la época con su poca fe en la sociedad, aquel sonido de garaje, sus rabiosas letras y su imagen oscura. Una banda activa desde 1976 a 1986 que destacó por su versatilidad musical, las letras de sus canciones, coescritas por Mick Jones y Strummer, muy críticos con la decadencia social, el desempleo, el racismo, y la represión política. Un Joe Strummer que participó en campañas antinazis, cuyo impacto en la música y su cultura es innegable, además de su voz, que sigue siendo una de las más poderosas y más recordadas de la historia del punk. Sentía gran empatía por las personas. Estaba muy preocupado por la raza humana. Su grupo fue uno de los creadores de la personal banda sonora que inundó la Inglaterra de Thatcher.

Entre medias de toda esta etapa, hay una anécdota curiosa a destacar. En el año 1983, John era un desaparecido de la banda, nadie sabía su paradero, excepto su amigo el fotógrafo Steve Rapport, que lo inmortalizó corriendo en la Maratón de Londres. Por aquel entonces, el fotógrafo vivía en Clapham, al suroeste de Londres y de repente recibió una llamada de la revista Rolling Stone en la que le decían: ”Joe Strummer está en Londres y el domingo va a correr la maratón. ¿Podrías conseguir una buena foto”. Pero esto que bien pudiera parecer una broma, solo es el principio. Lloviznaba. El fotógrafo cogió su coche fue desde Clapham a Brackheath. Había congregadas más de 20.000 personas. Fue salir del coche y… ¡Ohh.! Allí estaba Strummer. Todo el mundo iba con chubasquero menos él, que iba en pantalón corto y con una camiseta de manga corta también. Pero toda esta historia, se remonta a cuando Joe desapareció del mapa un tiempo por orden del mánager. Así lo cuenta Rick Pearson. Corría 1982 y el fotógrafo y periodista se desplazó hasta Los Ángele, donde había quedado con el crítico musical Johnny Waller, enviado por la revista Sounds,para hacer un reportaje sobre el grupo Bow Wow Wow, la banda británica de new wave que estaba terminando su gira. Se alojaban en el hotel Sunset Marquee de Hollywood, donde se respiraba aire roncabolero, ya que sus habitaciones habían sido escogidas por The Cash, por lo que, uno de esos días, pudo conocer a Joe Strummer. Incluso una noche salió con él a tomar unas copas. Fueron a un local llamado Barney´s Beanery y se desafiaron a un concurso que trataba de ver quién sabía cuál era el primer álbum que habíamos comprado. Y ambos coincidieron en que había sido Evety Picture Tells a Story, de Rod Stewart. Cuando estaba apunto de largarse del local, vio a Joe avanzando con las piernas combadas. Y sacó unas fotos. Algo le daba en la nariz de que meses después correría la maratón. Así lo cuenta. Y así sucedió.

Como decíamos, líneas atrás, a pesar de su gran acogida, tras el fatídico último álbum, en 1986 llegaba el principio del fin de THe Cash. Fue tal el impacto que el fundador se pasó diez años sin componer nada, tras la disolución de la banda. Y es que el grupo había dejado de ser un grupo hacía mucho tiempo. Por un lado estaban Strummer y Simonon y en otro Mick Jones, que se quejaba por todo: por las giras, por los horarios, por lo que duraba un disco. Joe decía que “Mick era intolerante para poder trabajar con él en ese momento. Nunca aparecía. Cuando lo hacía, era como Elizabeth Taylor de mal humor. Tuvimos que cambiar el equipo porque había una atmósfera terrible. Teníamos mucho trabajo y no podíamos pasarnos el día rogándole a Mick que hiciera el maldito favor de tocar la guitarra”. La disolución fue un duro golpe para Strummer, que, de pronto, se encontró perdido. Así se pasó una década, hasta que encontró la inspiración escuchando a Tonny Bennet en casetes: ”Tenía 47 años y empecé a darme cuenta de que quería tener un cierto ambiente en mi equipo de alta fidelidad y que necesitaba ese ambiente tranquilo que creaba Tonny para seguir tocando, por él se situaba dentro del ritmo. Y así lo planeé”.

Hay un tema que no hemos tocado aún, Y creo que ahora ha llegado el momento de hacerlo. En el año 2013 nos despertábamos con la noticia de que, por fin, Joe Strummer tendría una calle en Granada. De la noticia se hizo eco el diario británico The Thelegraph. Y es que la vida del cantante de The Clash estuvo íntimamente ligada a ella, desde 1979 en el que se publicaron uno de los pilares de la historia del Rock, o sea, London Callling, en el que se puede escuchar la canción Spanish Bombs, en la que el grupo canta a Andalucía, a Granada y a Federico García Lorca. Hasta tal punto que quería tener una ferretería en Andalucía y siempre llevaba en su coche un casete de Manolo Escobar. Joe Strummer era así. Su relación con Granada viene de lejos, ya que se fue a vivir a esa ciudad a mediados de los ochenta, haciendo amigos entre la mítica banda 091, a los que les llegó a producir el disco Más de cien lobos. Atendiendo al libro escrito por Rosario Luna, tal vez la pasión que el guitarrista tenía por esta tierra se debiera a que sus compañeras de piso entre 1976 y 1978 eran dos malagueñas, una de ellas granadina de adopción, que atendía al nombre de Paloma Romero, nombre que fue cambiado por los componentes de la banda por el de Palm Olive. Hay multitud de historias que se cuentan sobre el paso por las tierras granaínas de Joe. Unas serán verdad y otras se quedarán en leyendas. Quién sabe… Cuenta José Ignacio Lapido que, cuando se conocieron el grupo 091 y el británico, recuerda ver a un tipo medio borracho y mal encarado acercándose a ellos con una libreta en la mano con un castellano anárquico para enseñarles unas canciones que tenía escritas. El batería y Lapido no hicieron caso y el guiri, borracho, les siguió, insistiendo una y otra vez que él era Joe Strummer. Pero no creyeron a aquel tipo jipioso. En eso que el camarero puso una canción de los Clash y ambos se pusieron a cantarla. A partir de ahí nació una amistad que unió a 091 y a Joe. Días después quedaron, pero el británico no apareció. Unos meses después, en pleno proceso de grabación de Más de Cien Lobos, Strummer apareció por el estudio y se puso a trabajar con ellos. Así se las gastaba. Otra anécdota es la del vagabundo que estaba tocando el acordeón en una calle de Granada. El guitarrista se quedó alucinado al ver cómo manejaba aquel trotamundos su instrumento, que venía a ser un acordeón. Y se acercó para felicitarlo. El músico callejero le contestó que tocar a Chaikovski no era lo difícil, lo difícil era tocar canciones de Los Ramones o los Clash. Entonces, Joe le dijo que él era el cantante. Aquella misma tarde, ambos terminaron tocando Jimmy Jazz junto al bar de la esquina. Strummer se fue a Granada, tras aquel fracaso rotundo, como un verdadero Washington Irving punk. Le gustaba pasear por el Sacromonte y llenarse de fantasía. Prometió que volvería a ese lugar y dijo: ―Traeremos guitarras acústicas. Compondremos una canción llamada Lorca que hablará de esta tarde, de este silencio, de esta puesta de sol, del grito de los muertos, de este olivo. De ahora mismo. Tú escribe la música y yo la letra. No quiero que esta tarde se me olvide”

En los premios Grammy de febrero del 2003, London Calling fue interpretada por Elvis Costello, Bruce Springsteen, Steeven vanm Zhant, Dave Grohl, Pete Thomas y Tony Kanal. El Sello BMG lanzó “Joe Strummer 002, The Mescalero Years”, una impresionante caja de siete vinilos en donde se recogen, con un sonido impecable, sus tres álbumes de estudio y un buen puñado de rarezas. 

Hoy Lucinda Tait es su viuda y representa para el punk algo similar a lo que Priscila Presley significó para el rock and roll. Strummer fue sin duda el punk rocker más intelectual, político y vanguardista de todos los que asomaron con furia por aquel 1976. De esta experiencia va el documental Dodgel, dirigido por Nick Hall.

lunes, 10 de marzo de 2025

EL PUNK ANTES DEL PUNK

Juan Ignacio Provéndola

Página 12, 10/03/2025



“No creí que fuera a durar más de cinco minutos: Pensé que tipos como Rick Wakeman iban a volver a pegarla de nuevo después de un par de semanas... y que el punk iba a terminarse”, dijo en el documental “Don't You Wish That We Were Dead” el señor Raymond Burns, quien en abril cumplirá 71 años y se define como “un punk de la tercera edad”. Londres fue el epicentro de ese fenómeno artístico y musical que catalizó ira, frustración y el sentimiento compartido de que, efectivamente, no había futuro. Acaso como profecía autocumplida, todas sus bandas iniciales fueron desapareciendo. Salvo una: la de Burns. 

La historia lo conoce mejor como Captain Sensible, carismático guitarrista y elemento fundamental de The Damned, la última gran leyenda del punk 77’, que este sábado tocará en el Teatro Flores con su formación más emblemática y como forma de despedida. La completan el frenético baterista fundador Rat Scabies, el sobrio bajista Paul Gray y su estandarte performático, el enigmático cantante Dave Vanian. Cuatro personalidades completamente opuestas entre sí configuraron la música de su generación con un sonido propio del garage rock, impronta pop, atmósferas oscuras y auténticos himnos punks.

Recesión, huelgas, desempleo y el crecimiento de espacios reaccionarios marcaban el escenario social y político del Reino Unido a mediados de los 70’. Pero el rock progresivo, tan instalado y reputado entre los consumos de ese estilo, no reflejaba lo que estaba pasando en las calles de la capital del Imperio Británico. La música por excelencia de las juventudes occidentales --y especialmente del eje anglosajón-- parecía alejarse de las sensibilidades generacionales de la época. El punk londinés, entonces, fue un emergente de todo eso: canciones de dos minutos a gran velocidad, sin florituras y con discursos encendidos. No importa lo que sabías tocar: importa lo que tenías para decir. 

Los Damned publicaron su primer disco (“Damned, Damned, Damned”) en febrero de 1977, incluso antes que The Clash y Sex Pistols, principales referencias de ese año fundacional para la historia de la cultura punk. “¡Eso pasó el país donde Haendel compuso ‘El Mesías’!”, decía completamente indignado un conocido presentador de la TV inglesa de la época. Seis meses después entraron a grabar “Music por Pleasure”, el segundo long play. Su productor, el baterista Nick Mason, confesó: “Grabamos las pistas en el tiempo que lleva acomodar el sonido de batería de Pink Floyd”. Era working class music hecha por working class people.

Brian James, su fundador y primer compositor, decide hacia 1978 desarmar la banda para encarar otros rumbos. El punk parecía estar comiéndose a sí mismo. Sin embargo, Sensible, Vanian y Scabies se toman un tiempito y rearman Damned con otros nombres y algunas sorpresas (como el breve paso de Lemmy Kilmister, líder eterno de Motörhead). Hasta que recala Gray y, así, graban a inicios de los 80’ dos de sus discos más influyentes: “The Black Album” y “Strawberries”, eje sobre el que estribará el repertorio que ofrecerán en esta gira sudamericana y que también fungirá de homenaje a James, fallecido el jueves pasado.

Esos dos LPs confirmaron a Damned como una banda vanguardista que salía por arriba del brete generado tras el ocaso del punk: tan solo “Curtain Call”, lado B del “Álbum Negro”, dura 17 minutos, motivo suficiente para que la crítica musical los bastardeara. Su música parecía un lisérgico vodevil de rock gótico y experimental que no se interesaba demasiado por convertir sus letras en libelos políticos, acaso el principal motivo por el cual no quedaron a la vanguardia del recuerdo del punk inicial frente al inveterado trinomio Clash-Pistols-Ramones. Una banda excitante y desaforada que también buscaba divertirse mientras Dave Vanian se pintaba la cara de blanco y ojeras, mientras Captain Sensible vestía tutús o se disfrazaba de canario. Por ello, la prensa hegemónica de la época los ninguneaba.

“Nunca sermoneamos”, reconoce Vanian, una mezcla de Casanova y Drácula con una voz estilizada y envidiable, acaso de lo mejor que jamás ofreció el punk rock de todas las latitudes. “Pero creo que el verdadero hecho de haber estado realmente ahí fue algo político”, apunta con convicción. A diferencia de otras bandas pioneras del género, el talento musical no era mala palabra para ellos: quizás por eso fue que se permitieron experimentar distintas texturas y sonidos sin miedos y prejuicios, al punto de ser también iniciadores del rock gótico, etiqueta de la que --para variar-- también se desentienden.

“Lo nuestro fue político gracias a nuestras acciones y a lo que hicimos, lo cual creo que fue mucho más poderoso que tener que declarar cosas obvias”, se planta Vanian. “Todos estábamos buscando algo en esas épocas y creo que también se necesitaban bandas que pudieran, de alguna forma, ser el escape para que la gente olvidase la monotonía que se vivía en Inglaterra a fines de los 70’. Pero, más allá de eso, también había cosas en las canciones: mensajes, o lo que fuese. No es que le aporreábamos la cabeza a la gente con un martillo”.

Quizás el que explicó a The Damned mejor que nadie fue Dave Grahan, legendario cantante de Depeche Mode: “Los Damned simplemente nos demostraron que hacer música era accesible y realizable”.

sábado, 8 de marzo de 2025

MUERE EL GUITARRISTA BRIAN JAMES, LEYENDA DEL PUNK INGLÉS DE LOS SETENTA Y OCHENTA

ElDiario.es, 07/03/2025

[Rest in peace.]



James fue pieza clave de dos bandas tan importantes como The Damned y The Lords Of The New Church

Ha muerto Brian James, una personalidad importante para comprender la emergente escena punk inglesa de mediados de los 70, cuando bandas como los Sex Pistols, los Chelsea, The Vibrators, The Clash, Joy Division o The Damned, grupo que él mismo contribuyó a fundar, sacudieron la música popular con sus composiciones aceleradas, groseras y mal tocadas, pero llenas de una energía y un frescor adolescente que no tenía el por entonces imperante y soporífero rock progresivo.

James fue además de miembro fundador, guitarrista de The Damned, donde compartió escenario con otros grandes nombres de aquel movimiento, como Raymond Burns, más conocido por Captain Sensible, quien ha anunciado hoy el fallecimiento de su excompañero y amigo en la red social X.

“Estamos en shock tras saber que lamentablemente nuestro gran amigo Brian James se fue”, ha dicho Burns, quien ha descrito a James como “un tipo encantador que tuve la suerte de conocer hace tantos años y que, por alguna razón, me eligió para ayudarlo en su búsqueda de la revolución musical que se conocería como punk”.

Pero además de contribuir al auge el movimientos punk de los 70, James también supo sacudir la new wave de los 80 con su banda The Lords Of The New Church, que fundó junto a otras leyendas como Steve Bators –quién antes había contribuido a la escena punk estadounidense como fundador de los también legendarios, y seminales, Dead Boys– o Nick Turner, que provenía de los reyes del punk garajero, The Barracudas.

James se va a la tumba con los deberes hechos, ya que compuso el primer sencillo punk del Reino Unido, New Rose, cuando el movimiento estaba todavía reducido a los circuitos alternativos. Como líder de The Damned, además de New Rose, también compuso el primer LP de la banda, Damned Damned Damned, que se lanzó en febrero de 1977. No fue hasta ocho meses después, en octubre, cuando los Sex Pistols se llevaron toda la fama mediática con Never Mind The Bollocks. Pero la lana la cardó Brian James.


jueves, 6 de marzo de 2025

LA BANDA QUE REVOLUCIONÓ EL PUNK: “LO QUE VELVET UNDERGROUND NUNCA FUE Y LO QUE DYLAN NO PUDO SER, ESO ES TELEVISION”

Mirko Racovsky

Infobae, 06/03/2025



Aunque Marquee Moon marcó un hito en la música, el grupo de Tom Verlaine no logró el reconocimiento en su país, enfrentando indiferencia, tensiones internas y fracasos comerciales, recuerda Mojo

En 1977, cuando Television lanzó Marquee Moon, el impacto fue inmediato en la escena musical británica, pero en su país natal, Estados Unidos, el recibimiento fue mucho más frío.

La banda, liderada por el enigmático Tom Verlaine, redefinió el sonido del punk y la nueva ola con un virtuosismo inusual para la época.

Sin embargo, como menciona Mojo, su trayectoria estuvo marcada por tensiones internas, fracasos comerciales y el inquebrantable perfeccionismo de Verlaine, un hombre con una visión artística que iba más allá del rock convencional.

A pesar de haber grabado solo tres discos de estudio y un cuarto álbum inédito, Television dejó una huella imborrable en la música.

Su historia es una de talento descomunal, ambiciones truncadas y una lucha constante contra la industria.

Los comienzos de Television y la escena neoyorquina

A inicios de los años 70, Tom Verlaine y Richard Hell, amigos desde la adolescencia, llegaron a Nueva York con la intención de formar una banda que desafiara los estándares del rock.

Junto a Billy Ficca en la batería y Richard Lloyd en la guitarra, fundaron Television en 1973. Su punto de partida fue CBGB, el legendario club donde también surgieron The Ramones, Patti Smith y Talking Heads.

David Bowie y Alan Betrock, críticos e influyentes figuras de la época, reconocieron a Television como una banda revolucionaria. “Lo que The Velvet Underground nunca fue y lo que Dylan no pudo ser, eso es Television”, escribió Betrock.

Sin embargo, las tensiones entre Verlaine y Hell por el control creativo llevaron a la salida de este último en 1975, dejando la banda con una estructura más definida bajo el liderazgo de Verlaine.

El impacto de Marquee Moon

Después de años de ensayos y presentaciones en vivo, Television grabó Marquee Moon en 1976 con el ingeniero Andy Johns, conocido por su trabajo con Led Zeppelin y The Rolling Stones.

El disco se grabó prácticamente en vivo, reflejando la intensidad de la banda sobre el escenario. La canción que da título al álbum, una pieza de diez minutos con solos de guitarra hipnóticos, se convirtió en un emblema del rock de vanguardia.

Sin embargo, el público estadounidense no supo qué hacer con Television. Durante su primera gira por Estados Unidos en 1977, abriendo para Peter Gabriel, fueron recibidos con indiferencia e incluso hostilidad. En Texas, un DJ de radio se negó a poner su música, desestimándola como “mierda neoyorquina”.

En contraste, en el Reino Unido la banda fue recibida como la gran promesa del rock experimental. La prensa los comparó con The Velvet Underground y John Coltrane por su enfoque innovador de la guitarra.

La caída y la disolución de la banda

En 1978, Television lanzó su segundo disco, Adventure. Si bien contenía grandes canciones como Ain’t That Nothin’ y Foxhole, no logró capturar la magia de Marquee Moon.

Durante una gira en el Reino Unido, la banda escuchó el álbum debut de The Cars, un grupo con un sonido más accesible y comercial.

“Pensamos: ‘Ahí está el Television que venderá discos y que sonará en la radio’. Fue desmoralizante”, recordó Lloyd.

Las tensiones internas aumentaron. Verlaine, frustrado con la industria y con la rutina de giras, decidió que era momento de terminar con la banda.

En julio de 1978, después de un show en Nueva York, acordó con Lloyd separarse. Así, Television dejó de existir en su primera encarnación.

El regreso en los años 90 y la lucha contra la industria

Mientras Verlaine iniciaba una carrera solista caracterizada por su experimentación sonora, la industria musical redescubría a Television. En 1992, el grupo volvió a reunirse para grabar un tercer disco homónimo.

Más contenido y atmosférico que sus predecesores, Television exploraba nuevas texturas, pero llegó en un mal momento comercial. Capitol Records, más interesada en artistas multiplatino como Garth Brooks, no le dio el apoyo necesario.

Las giras se volvieron esporádicas y el grupo, aunque nunca anunció su disolución, dejó de ser una banda activa. En 2007, Lloyd dejó el grupo y fue reemplazado por Jimmy Rip.

Television siguió tocando en vivo de manera intermitente hasta 2020, cuando la pandemia detuvo sus actividades.

Tom Verlaine y su obsesión por la perfección

Verlaine nunca dejó de crear. Su vida estuvo dedicada a la música, pero sin compromisos comerciales. Rechazó entrevistas, evitó la promoción y acumuló un archivo inmenso de grabaciones inéditas, guitarras y libros.

Tras su muerte en 2023, se descubrieron cinco depósitos llenos de material, incluyendo cuadernos con letras sin terminar y más de 7.000 válvulas de amplificadores, cada una etiquetada con notas sobre su sonido.

En su último año de vida, su colaborador Patrick Derivaz le preguntó por qué nunca había lanzado muchas de sus canciones. La respuesta de Verlaine fue simple: “Quizás podría hacer cuatro compases mejor”.

El legado de Television

A pesar de su breve existencia y sus limitados lanzamientos, Television sigue siendo una referencia obligada en la historia del rock.

Su influencia se extiende a bandas como Sonic Youth, Radiohead y The Strokes, quienes adoptaron su enfoque de guitarras entrelazadas y su rechazo a las convenciones.

Hoy, con la reedición de sus álbumes y el descubrimiento de material inédito, la figura de Verlaine sigue creciendo.

Su muerte no ha sido el final de su historia: su legado sigue resonando en cada nueva generación de músicos que descubre la magia de Marquee Moon.

miércoles, 29 de enero de 2025

FRANK ZAPPA, UN MÚSICO INFINITO INSPIRADO POR LA LITERATURA DE ALFRED JARRY Y RABELAIS

Marta Moreira

Valencia Plaza, 9/01/2025



El investigador y profesor universitario Manuel de la Fuente reúne por primera vez la obra lírica completa del músico y compositor estadounidense. Este ambicioso volumen, publicado por Libros del Kultrum, incluye notas explicativas y la traducción al castellano de más de 400 canciones compuestas entre los años sesenta y los noventa

Es difícil saber adónde habrían llegado los derroteros experimentales de Frank Zappa (1940-1993) si hubiese llegado con vida a nuestros días. Qué nuevo género se habría inventado; qué tipo de músicos le acompañarían en esta etapa crepuscular. Lo que sí podemos presuponer es que el artista norteamericano encontraría en los desastres del siglo XXI una cantera inagotable de versos para practicar su deporte favorito: denunciar la estupidez humana con enormes dosis de sarcasmo. “Cuando Zappa escribía, no hacía prisioneros: tenía todo a tiro y no le temblaba el pulso”, sostiene Julián Hernández, cantante y fundador de Siniestro Total, en el prólogo del imponente libro en el que el investigador y profesor universitario Manuel de la Fuente reúne por primera vez toda la obra lírica de Zappa, tanto en su versión original en inglés como en castellano.

Este volumen de más de 600 páginas, que ha visto la luz a través de la editorial española Libros del Kultrum, supone todo un hito a nivel internacional. No solo por la gigantesca cantidad de obra lírica producida por el músico y compositor estadounidense a lo largo de su vida -su discografía cuenta con más de sesenta títulos-, sino porque estas letras estaban diseminadas en un sinfín de fuentes dispersas y además muchas de ellas nunca antes se habían plasmado en papel. 

Este trabajo viene acompañado de numerosos textos y notas explicativas que ayudan a contextualizar las circunstancias que rodearon al proceso de composición y a desgranar las múltiples referencias culturales y políticas embutidas en los versos. Lejos de ser una mera recopilación de canciones, este libro se puede entender como un ensayo que descubre la faceta de Zappa como letrista ágil, concienzudo e hilarante, y lo hace además de forma cronológica y ordenada, desde su debut discográfico en la escena californiana de los años sesenta hasta los trabajos que dejó preparados antes de fallecer a principios de los noventa.

Censura “atroz”

Manuel de la Fuente reconoce que la faceta de Zappa como letrista se ha obviado notablemente en comparación con la musical. “Esto se debe principalmente a que sus letras eran muy incómodas para mucha gente, porque eran muy provocadoras, estaban llenas de palabrotas y descripciones de depravaciones sexuales, y eso dificultó su distribución. Zappa fue objeto de la censura más atroz que puede sufrir una artista. No solo le tacharon versos, sino que invisibilizaron sus canciones al no pinchancharlas en las emisoras de radio comerciales o en no darle espacio en la televisión”. Por otra parte -añade-, en el mercado europeo no se ha prestado tanta atención a su obra lírica por la barrera idiomática y por el hecho de que son letras mucho más complejas que las de la mayoría de grupos de pop y rock. Son textos muy meticulosos y que corresponden a estilos literarios muy diferentes; algunos están muy basados en la realidad, y tienen referencias muy específicas de la cultura y la política estadounidense, y otros son muy surrealistas”. 

Ejes temáticos

“Los principales ejes temáticos de Zappa eran, por un lado, historias fantasiosas protagonizadas por personajes grotescos. Se nota la gran influencia de la obra de Rabelais en el empleo de neologismos, juegos de palabras, lenguaje procaz, etcétera”, afirma Manuel de la Fuente, autor de otros ensayos esenciales sobre el músico norteamericano como Frank Zappa en el infierno. El rock como movilización para la disidencia política (2006) y La música se resiste a morir. Frank Zappa: Biografía no autorizada (2021), así como traductor de las memorias del músico (La verdadera historia de Frank Zappa, 2014) y de su secretaria Pauline Butcher (¡Alucina! Mi vida con Frank Zappa, 2016)-. Además del autor de Gargantúa y Pantagruel, Zappa encontró también en Alfred Jarry (inventor del humor patafísico y creador de la obra Ubú Rey) una de sus principales fuentes de inspiración literaria.

El segundo eje temático que encontramos en la obra lírica de Zappa es la ridiculización de la sociedad y la política estadounidense. “A través de sus letras, él interviene directamente en el debate político de su tiempo -explica Manuel de la Fuente-. Comenta noticias, denunciar la hipocresía de los fundamentalistas cristintos, de los republicanos, de la clase empresarial…”. Era, en suma, un enemigo radical de la corrección política; razón de más para intuir que no se habría sentido demasiado cómodo en el primer cuarto del siglo XXI.

“Otra de las cosas que aparecen de forma recurrente en sus canciones es la voluntad de ofrecer una crónica alternativa del rock, alejada de la canónica que podrían representar por Beatles. De ahí, por ejemplo, su interés en otorgar protagonismo a la figura de la groupie en muchas canciones”.

Traducción literaria, no literal

Cuando las letras de una canción hablan de pasarlo bien en la playa, de enamorarse o de correr muy rápido por la carretera, el desafío de la traducción es relativo. Pero en el caso de las canciones de Zappa -llenas de referencias culturales locales, argot, juegos de palabras y dobles sentidos-, una traducción palabra por palabra puede generar malentendidos. Esta es la razón por la que Manuel de la Fuente se ha decantado por una traducción literaria, que no literal. “Le hemos dado prioridad a mantener el sentido original de las canciones. Por ejemplo, si traducimos directamente los conceptos de “Valley Girl” o de “Jewish Princess”, que eran estereotipos de pijas muy comunes en Estados Unidos en los ochenta, por “chica del valle” o “princesa judía”, en castellano no se entiende”. 

“El arte más relevante es aquel que parte de un contexto específico para erigirse en un retrato de la condición humana en su conjunto. Por ejemplo, el Guernica de Picasso se considera un símbolo que trasciende el contexto de la guerra civil española, y El Quijote de Cervantes tiene una condición universal más allá del contexto de la Castilla del siglo XVII”. Del mismo modo, razona Manuel de la Fuente, el cancionero punzante y de espíritu crítico de Zappa ha soportado muy bien el paso del tiempo y se presta a una interpretación sociológica que va mucho más allá de la realidad estadounidense de las décadas de los sesenta, setenta y ochenta.

Canciones clave para entender a Zappa

Pedimos al autor del libro que seleccione algunas de las canciones esenciales para aproximarnos a la obra lírica de Frank Zappa.

“Trouble Every Day” (1966) 

Frank Zappa debuta al frente del grupo The Mothers of Invention con Freak Out!, un disco doble aparecido en 1966 en el que ridiculiza las canciones de amor y arremete contra el agitado clima social de Estados Unidos. Uno de los temas destacados es “Trouble Every Day”, canción protesta sobre los disturbios de Watts. Iniciados el 11 de agosto de 1965 a raíz de la detención de un joven afroamericano por conducir ebrio, los disturbios raciales en el barrio de Watts, en Los Ángeles, constituyeron una batalla campal entre los vecinos y la policía, que duró seis días y dejó treinta y cuatro muertos, más de un millar de heridos y cuatro mil detenidos. Al contrario de las canciones protesta convencionales, Zappa denuncia el racismo sin posicionarse del lado de los manifestantes.

“The Idiot Bastard Son” (1968)

Tema aparecido en We’re Only in It for the Money, álbum que parodia el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de los Beatles. Zappa consideraba a los hippies un movimiento compuesto por niños de papá que acudían a las protestas para drogarse y tener sexo hasta que se acababa el dinero y regresaban a casa. 

“I’m the Slime” (1973)

Aparecida en el disco Over-Nite Sensation, la canción supone una crítica a la banalización de los medios y el uso de la televisión con fines políticos. El lamento por el control social que ejerce la televisión es recurrente en la obra de Zappa.  

“Don’t Eat the Yellow Snow” (1974)

Perteneciente a Apostrophe (’), el único disco de Zappa que llegó al top ten en Estados Unidos, la comicidad se basa aquí en historias disparatadas protagonizadas por personajes grotescos: el protagonista es un niño esquimal que recibe un consejo de su madre: “Fíjate por dónde han pasado los huskies y no te comas la nieve amarilla”. Su autor explicaba que la canción surgió de una conversación con una profesora de lengua en Kansas sobre la función del lenguaje y el hecho de que las sociedades destacan ciertas palabras según su relevancia. Mencionó el caso de la lengua esquimal que, según ella, tiene veinte palabras distintas para la nieve, y añadió en broma que quizás tuvieran algún dicho para advertir a los niños que no comieran nieve amarilla. 

“Bobby Brown” (1979)

Epítome del estilo zappiano, este tema del disco Sheik Yerbouti resume una de las características principales de su cancionero: el conflicto entre texto y música. Por contraste con una estructura rítmica y melódica típica de la canción pop, la letra, de una procacidad absoluta que elude todo principio de corrección política, actúa como antítesis y cuestiona la construcción de la música como instrumento de consumo. El protagonista de la letra encarna al triunfador del American way of life que, sin embargo, se cuestiona su sexualidad tras un encuentro con un travesti y, desde ese momento, experimenta con todo tipo de perversiones.  

“Joe’s Garage” (1979)

Ópera rock distópica que sitúa la historia en unos Estados Unidos donde la música está prohibida, Joe’ Garage constituye uno de los álbumes más conocidos de Zappa. El protagonista del relato, un joven llamado Joe, experimenta todo tipo de calamidades únicamente por su inclinación hacia el oficio musical. El tema que titula el disco ironiza con las fórmulas de éxito que impone la industria a los artistas y grupos emergentes.

“When the Lie’s So Big” (1988)

En 1988, Zappa realiza su última gira, alarmado por la institucionalización de la mentira en el discurso político estadounidense. Son los años de Ronald Reagan, el presidente que entonces llega al fin de su mandato con la amenaza de que su sucesor prosiga con una agenda que, según el músico, puede derivar en la conversión de su país en una “teocracia fascista”. Zappa detecta que el Partido Republicano ha iniciado una nueva época en la que la política se ha sometido a los intereses particulares de los gobernantes. En las canciones de Broadway the Hard Way, álbum que recoge parte de ese tour, se puede contemplar el humor del músico para retratar a la clase dirigente, con unos versos que permanecen más vigentes que nunca.

miércoles, 25 de diciembre de 2024

MANOLO CAMPOAMOR, GURÚ DE LA MOVIDA MADRILEÑA: "KAKA DE LUXE MURIÓ AL IRNOS A LA MILI Y DISTANCIARNOS. LUEGO MONTAMOS ALASKA Y LOS PEGAMOIDES, DONDE TENÍA QUE CANTAR ELLA"

Iñaki Domínguez

El Mundo, 22/12/2024


Manolo Campoamor fue el primer cantante de Kaka de Luxe, grupo que dio el pistoletazo de salida a la Movida Madrileña. Hoy es pintor, también un buen conocedor de la intrahistoria capitalina. Campoamor nació en la zona de Estrecho, en 1958: "Viví los primeros 10 años de mi vida en la calle Tenerife. Iba al colegio Zumalacárregui, hoy día se llama Jaime Vera. Está en Bravo Murillo, 162. Es un edificio neomudéjar, un colegio precioso. Recuerdo que íbamos con un amigo y su abuelo y parábamos en una tienda que ya no existe a comprar caramelos por unidad. Con las pocas monedas que teníamos nos daba para tres o cuatro e íbamos todo el camino hasta el cole contentos".

Continúa: "En esa época, en el colegio nos daban una botella pequeña de leche y una valenciana. Qué bien te cuidaban en aquella época... Eso sí, los profesores manoseaban a los alumnos. Yo he vivido abusos sexuales tanto de profesores laicos como de religiosos. Yo solo sabía que eran unos pesados: '¿Qué coño quieren de mí? ¿Por qué me están metiendo mano?'. Yo siempre me escapaba. De hecho, suspendí Geografía porque era el profesor más tocón. No iba ni a clase porque no quería pasar por eso. No tenía miedo, sentía como asco. De esa época solo tengo buenos recuerdos. De los malos, sólo me acuerdo una vez, que fuimos a jugar a la Dehesa de la Villa y vimos a unos matando a un gato. Le ataron una cuerda al cuello y pusieron al otro extremo un ladrillo. Y tiraron el ladrillo a tomar por saco...".

Por entonces, Bravo Murillo estaba poblada de cines. "Todos las salas guapas estaban allí. Había uno que era el Cine Montija [en Bravo Murillo 121, inaugurado en 1934], que eran de esos antiguos que entrabas por detrás de la pantalla. Ahí pasábamos horas y horas de novillos. Comprabas pipas y estabas horas viendo un western y una de Tarzán, por ejemplo. Las veíamos de seguido. También recuerdo haber visto en uno de esos cine 2001: Una odisea del espacio (1968)".

"Mi padre fue campeón del peso Gallo de boxeo en los años 30", continúa Manolo. "Se llamaba Ángel Campoamor Romero. Iba tatuado ya en el año 35 o 36. Nació en 1916. Llevaba tatuado un puñal y un corazón, y una banda al lado en la que ponía 'María', mi abuela. ¡También tenía a Betty Boop y a Mickey Mouse! Era algo modernísimo para la época. Yo siempre tuve una gran relación con él. Tras morir mi madre, nos mudamos a Hortaleza, que era mucho más macarra. En el Instituto San Isidro teníamos unos enemigos con los que hacíamos batallas de piedras [las llamadas dreas]. En esa casa recuerdo el Blah, Blah, Blah (1986), un LP de Iggy Pop producido por Bowie, que mi padre y yo poníamos mientras encerábamos el suelo juntos. Yo ponía Iggy Pop a todo trapo y mi padre y yo bailábamos esas canciones sacándole brillo al suelo. Hortaleza en esos años era un descampado. Recuerdo un arroyo donde había ratas. Nos encantaba bajar y perseguir a las ratas. Era como vivir en la selva".

A finales de los 70, Manolo conoció a Alaska: "Conocí a Olvido en un concierto, porque éramos los dos únicos punks que había. Sería 1977. Curiosamente, antes de ser punkis, nos gustaba el glam. Recuerdo que llevábamos una chapa de Kiss, hecha como con brillantes. Y eso te diferenciaba del resto de gente de tu edad, que eran todos progres. Alaska y yo ligamos y, al volver de vacaciones, me llamó y me dijo que estaban buscando un cantante, que si quería ser yo. Yo acababa de ver a los Damned de teloneros de los Clash, en Zurich. Dije que sí a Alaska y montamos Kaka de Luxe en 1978. Aunque éramos muy malos, nos lo tomábamos muy en serio".

Kaka de Luxe ensayaban en el Ateneo: "Era un edificio que estaba en Prosperidad y era medio okupa. En la parte de abajo había una galería de arte [el Saco], donde también expuse, porque a mí siempre me ha interesado el arte. Eso era un antiguo colegio y arriba había aulas, que era donde ensayábamos. Pero había muy poca seguridad y nos robaron el equipo. En una de las antiguas aulas dormía Poch cuando vino de Bilbao. Entró como batería de los Pegamoides y dormía ahí porque no tenía casa en Madrid. Ponía unos cartones debajo de la batería. Creo que cocinaba ahí y todo".

Kaka de Luxe murió por falta de éxito: "Empezamos a ir a la mili, nos distanciamos un poco y cambiamos de nombres para ver si enfocábamos el asunto de otra manera y empezamos a llamarnos Alaska y los Pegamoides. Tenía que cantar ella. Los pegamoides eran unas pegatinas (como las etiquetas de los precios) que se utilizaban en los buzones y nosotros los llamábamos 'pegamoides'. Eso a veces lo cogíamos y lo pegábamos en la cazadora. Alaska tenía conciencia de lo que quería hacer, quería ser una estrella mediática. Al ponerse a cantar, hizo que el grupo recibiese mucha más atención, porque ella tenía mucha imagen. En la época de Kaka de Luxe nos paraban los turistas por la Plaza de España, que era donde vivía Olvido, para preguntarnos si éramos famosos porque nuestro aspecto no era el de la gente común. Hoy día nos seguimos viendo, sobre todo en los entierros de los amigos".


martes, 10 de diciembre de 2024

GANG OF FOUR, EL ÚLTIMO BAILE CONTRA LA NOSTALGIA DE LA BANDA QUE REDEFINIÓ EL POST-PUNK

Alejandro Santos Cid

El País, 09/12/2024


Kurt Cobain los imitó, R.E.M. los teloneó, los Red Hot Chili Peppers nunca habrían existido sin ellos. El grupo más indefinible de la escena inglesa de los setenta dice adiós: “Nunca fuimos comerciales. Nunca participamos en ese gran espectáculo”

Jon King aterriza en Nueva York en 1976 y en el aeropuerto alguien le da un papel con una calavera y una alerta: no entres en Manhattan. Estudiante de Bellas Artes en la Universidad de Leeds, King está en la ciudad porque ha ganado una beca para escribir su trabajo final: un artículo en profundidad sobre el gran artista estadounidense Jasper Johns. Su amigo Andy Gill, de un curso inferior, decide sumarse al viaje. Allí conocerán a Mary Harron, que será su guía nativa. Con los años, Harron dirigirá películas de culto como American Psycho o Yo disparé a Andy Warhol, pero a finales de los setenta todavía es una joven periodista que escribe para la recién nacida Punk Magazine, una revista que cubre antes que nadie los sonidos vanguardistas que salen del Lower East Side. Tiene tiempo para enseñarles esas calles con mala fama porque acaba de romper con su ex, el batería de una banda rara, mezcla de rock y poesía, liderada por una tal Patti Smith.

“Harron tenía una casa en, posiblemente, la calle más de moda de todo el mundo entonces, Saint Marks Place”, recuerda King. La rubia que encarna la idea de lo cool, Debbie Harry, cantante de Blondie, vive a dos bloques. El escritor beat William Burroughs, feminicida pero reverenciado por la contracultura, reside calle abajo. Joey Ramone, el pelo de fregona con chupa de cuero más famoso del rock, enfrente. King, Gill y Harron pasan las mañanas recorriendo galerías de arte para su artículo y las tardes en los primeros conciertos de Talking Heads, Dead Boys o Richard Hell en el CBGB. Todo el mundo que conocen toca en algún grupo y asume que ellos también. Ellos les dejan asumir. “Más o menos todos en aquella habitación se hicieron famosos”. Cuando regresan a Inglaterra, King, Gill y su amigo Hugo Burnham, también estudiante de arte, deciden hacer realidad el farol. Leeds no es Nueva York, pero una joven escena musical despunta alrededor de su universidad. Así nace Gang of Four.

Medio siglo de vida después, con sus rupturas y reconciliaciones, Gang of Four se prepara para decir adiós convertido en un grupo de culto. Kurt Cobain dijo una vez que Nirvana empezó como una copia suya —aunque es verdad que dijo lo mismo de los Pixies y Scratch Acid—, sin ellos los Red Hot Chili Peppers nunca habrían existido —“estábamos tocando en un gran concierto en Pasadena en 1981, un tipo desnudo saltó de entre la multitud y me agarró: era Flea [bajista de RHCP]”—y R.E.M., que comenzó teloneándolos, los cita como una de sus grandes influencias. Su legado es incuantificable a pesar de que nunca disfrutaron de éxito comercial. La gran despedida incluirá 28 conciertos en Estados Unidos y un puñado más repartidos por el resto del mundo. De momento, ya han pasado por Ciudad de México por primera y última vez para quitarse la espina de tocar en el viejo DF, en el festival Hipnosis.

¿Por qué el adiós ahora? “Me gusta la idea de bajar las persianas y decir: eso es todo. Creo que es el momento de dejarlo”, dice prosaico King, cantante. No es porque se sientan viejos, a pesar de que ya rocen los 70. “Todos los músicos son dueños de tocar el tiempo que quieran. Los músicos de blues que veneramos, el blues de Chicago de los años 50, tocan hasta los 90 años si quieren”. Es, más bien, porque es la hora de parar. Aquello de mejor quemarse que apagarse lentamente, que escribió Jeff Blackburn, popularizó Neil Young y martirizó Cobain al incluirlo en su nota de suicidio.

Es también una especie de declaración de principios: una guerra contra la nostalgia que consume estos días la industria de la música, contra esas giras de bandas que regresan después de años separadas para tocar sus viejos éxitos y tratar de rozar una última vez la relevancia. “No somos una banda nostálgica porque somos una banda outsider. Nunca fuimos comerciales. Nunca participamos en ese gran espectáculo”, sentencia King. “Hay giras nostálgicas que recorren Estados Unidos cada año y en las que solo actúan artistas de los años setenta u ochenta, todos ellos con al menos un éxito. Tocan tres o cuatro canciones y es divertido, pero nunca nos pedirían que formáramos parte de ellas porque nunca hemos tenido un éxito”, coincide Burnham, batería.

Sin éxitos e inclasificables

Quizá su falta de éxitos se debe a su estilo: ritmos golpeados, con mucha influencia del reggae y el funk, pero con la potencia y la suciedad del punk que dominaba la escena alternativa de la época en Inglaterra. Guitarras como serruchos oxidados y voces enérgicas, canciones anti-fórmula pop de digestión lenta. Ni siquiera las letras casaban con el resto de los grupos de entonces y sus masticadas consignas sociales. Ellos mantenían la radicalidad y la crítica política, pero desde el enfoque más sutil de un grupo de estudiantes de arte, influidos también por aquel viaje originario a Nueva York, Television, la Velvet Underground, David Bowie... Por clasificar lo inclasificable, la crítica los metió bajo el paraguas del post-punk.

King pontifica: “El post-punk es una categoría inventada. Nuestra música solo suena a sí misma y por eso se puede oír nuestra influencia en todo tipo de músicos, por supuesto nosotros mismos estábamos influidos por otros artistas. Creo que la razón por la que Entertainment! [su primer y gran disco] sigue sonando ahora es porque no suena como nada más. Había mucha gente joven en el concierto en México y la música significaba algo para ellos porque no está hueca: es muy divertida, muy ruidosa, muy agresiva y muy bailable, pero trata de cosas en las que todo el mundo piensa”.

Y se lanza a una diatriba contra el punk tradicional: “Si escuchas un disco de Sex Pistols, la verdad es que no es muy interesante. Las letras son bastante buenas, pero la música es un poco como Black Sabbath, suenan como una banda de pub. No empuja ningún límite musical. No es como escuchar a Miles Davis o Jimi Hendrix”.

—¿Gang of Four lo es?

—Exactamente.

Toma el relevo Burnham: “En ese momento, Sex Pistols eran increíblemente emocionantes, eran parte del espíritu de ese tiempo, su política, el cambio musical. Pero escucharlo ahora es nostalgia. Es divertido, pero ya no es lo mismo. Gang of Four no es de una época específica, no es una cuestión de nostalgia”.

Los tiempos han cambiado, la vida sigue igual

¿Un ejemplo de esa atemporalidad que tanto defienden? Esta entrevista se realizó por videollamada el 5 de noviembre. King y Burnham estaban en Estados Unidos y el mundo todavía no sabía que Donald Trump volvía a tener acceso al botón nuclear. “Aquí estamos Hugo y yo, con estas elecciones, con la gran angustia de que gane un fascista. Las cosas sobre las que cantamos siguen siendo relevantes: el militarismo, la opresión, el ataque a los derechos de las mujeres”.

Cuando Gang of Four daba sus primeros pasos, Margaret Thatcher llegó al poder en Reino Unido y arrasó con todo. “Gran Bretaña era un desastre”, resume King. Fueron años de tensión social y racial, apuros económicos, huelgas mineras aplastadas con represión, desempleo masivo, batallas contra la policía en las calles, auge de la extrema derecha. “Existía la amenaza muy real de una guerra nuclear contra la Unión Soviética, había guerras en África y en Oriente Medio. A todos los hogares británicos se les enviaba un panfleto sobre cómo sobrevivir a la inevitable guerra nuclear”, evoca King. Más o menos, como ahora. “Eso es lo que realmente nos inspiró a juntarnos y hacer algo que fuera radical. Obviamente, fracasamos miserablemente, pero queríamos cambiar el mundo para mejor”.

King sigue viviendo en Inglaterra, tiene otros proyectos y está escribiendo sus memorias, centradas sobre todo en los primeros años de la banda. Burnham se mudó a Estados Unidos en 1988 y, después de Los Ángeles y Nueva York, ahora vive en Boston y trabaja en el departamento de artes escénicas de una universidad. Gill, guitarrista, murió en 2020. Lo sustituyó David Pajo. El puesto de bajista ha sido el que más se ha movido a lo largo de los años.

Los tiempos han cambiado, la vida sigue igual. Las guitarras ya no son populares. Los grupos no cantan sobre política. La industria musical es conservadora y la mayoría de los últimos dinosaurios que quedan subidos a un escenario son aburridos. “El rock ha decaído porque hay muchas menos bandas que hablen de la realidad y la gente quiere canciones que signifiquen algo”, opina King. “Cuando empezamos, pensábamos que estábamos viviendo el final de los días y queríamos escribir canciones sobre eso. Ahora las cosas también tienen un sabor a fin del mundo. Quizá siempre sea así. Pero no creo que haya muchas canciones actuales que tengan esa cualidad del fin de los tiempos”.



martes, 17 de septiembre de 2024

“¿QUIERES TOCAR COMO ÉL? TE ROMPERÁS UNA MANO”: 20 AÑOS DE LA MUERTE DE JOHNNY RAMONE, EL GUITARRISTA QUE CAMBIÓ EL ROCK  

Jaime Lorite

El País, 15/09/2024



Célebre por su actitud malencarada o la mala relación con el cantante, al que quitó la novia, el músico fue el tercero de los Ramones en desaparecer en tres años. Aunque apenas firmó canciones, dirigió al grupo con mano de hierro

La segunda leyenda más extendida sobre el guitarrista Johnny Ramone (de nombre real John William Cummings, Nueva York, fallecido en 2004 a los 55 años) es que el Ku Klux Klan lo simbolizaba a él en una de las grandes canciones de su banda, The KKK Took My Baby Away. La tesis, que propagó el manager de los Ramones en el documental End Of The Century (2003), giraba en torno al terremoto vivido en el seno del grupo a principios de los ochenta, cuando Linda Daniele dejó a su novio, el vocalista Joey, para casarse con Johnny. Aunque las relaciones nunca se recondujeron, el conflicto no acabó con los Ramones. Johnny temía una espantada del cantante, pero, supuestamente, el agraviado se cobró su venganza por otra vía, mediante la letra de una canción donde se burlaba de la ideología derechista de su compañero –otro punto de fricción– y relataba la abducción de su amada por el grupo supremacista blanco.

La anécdota sigue repitiéndose, a pesar de que el batería Marky Ramone y el hermano de Joey, Mickey Leigh, la han desmentido. El triángulo sucedió, si bien, según ellos, en esa canción Joey hablaba de otra decepción previa: su romance frustrado con una mujer afroamericana cuyo paradero desconocía. Pero el mito que más persiguió y enervó durante toda su vida a Johnny Ramone fue el de la pobreza de la propuesta musical de los Ramones. “Bien pronto, algunos críticos que no sabían cómo denigrarnos nos etiquetaron como la banda de los tres acordes. Pero muchas de nuestras canciones, incluso de la última época, tienen más de tres acordes”, se defendía en su autobiografía póstuma, Commando (2012). Fallecido hace 20 años de un cáncer de próstata, Johnny fue el tercer miembro en morir en un corto período (Joey lo hizo en 2001 y Dee Dee, el bajista, en 2002) y apenas empezó a ver la fiebre de las camisetas y la increíble popularidad tardía de la banda, que entre 1974 y 1996 no fue comercialmente importante en EE UU.

Citado con frecuencia en listas de mejores guitarristas de la historia, para pasmo de los devotos del virtuosismo, Johnny Ramone desarrolló un estilo simple pero imbatible, basado en acordes con cejilla rasgados a velocidad frenética hacia abajo. A duras penas podía completar un solo, pero los más avezados antebrazos derechos también podrían verse en apuros siguiendo su técnica en directo. “No creo que hubiera un precedente. A los que creían que cualquier guitarrista decente podía tocar como Johnny, recuerdo que una vez un periodista les respondió: ‘¿Ah, sí? Inténtalo tú'. La mayoría se romperían una mano”, afirma, preguntado por ICON, el escritor y presentador de radio Carl Cafarelli, autor de Gabba Gabba Hey! A Conversation With The Ramones (2023), donde recopila una serie de entrevistas que realizó con el grupo en 1994, por su vigésimo aniversario. “Apuesto a que Eddie Van Halen no podría tocar así. ¡No durante una hora!”, ratificó el ingeniero de sonido Ed Stasium al periodista Jim Bessman en Ramones: An American Band (1993).

Cafarelli pone el ejemplo de Clem Burke, percusionista de Blondie, que entró en la banda en los ochenta y duró dos conciertos, aunque fuera, para el periodista musical, “un excelente batería”. “Una vez Johnny o Dee Dee dijeron que los Ramones tocaban al nivel de habilidad que tenían. Resulta que no era tan fácil”.

Nacido en una familia de inmigrantes en Estados Unidos en 1948 (su padre era irlandés y su madre, de origen polaco-ucraniano), Johnny Ramone es recordado, más allá de sus tensiones con Joey o sus posiciones ultraconservadoras, por haber forjado el sonido que marcó el punk estadounidense posterior, así como el rock alternativo, el noise o el thrash metal. También por la disciplina militar que impuso al grupo, cuya contundente puesta en escena diseñó junto al batería original, Tommy, analizando horas de grabaciones. Los avasalladores directos de la banda, que podía desplegar una treintena de canciones en poco más de 40 minutos, eran rigurosamente cronometrados, como confirmó Joe Strummer, líder de The Clash, en el documental de 2003, donde contaba que el guitarrista le iba actualizando sobre los descensos en su minutero.

“Una de las lecciones que aprendí de ellos es que debes darle tu siguiente canción al público y dársela ahora. ¡La gente está ocupada!”, decía Strummer. “Johnny tenía una visión despiadada de cómo hacer las cosas. Apuesto a que era un jefe brutal, que gritaba en los ensayos. Era espectáculo en el mejor sentido y todo tenía que estar bien. Nos enseñaron a no hacer el tonto en el escenario”. En su autobiografía, Johnny Ramone confesaba que el motivo de que enlazaran una canción y otra a gran velocidad era más pedestre: en sus primeros conciertos, se peleaban discutiendo cuál querían tocar después, así que de corrido no había espacio para debates.

El amigo estupendo

El periodista argentino Marcelo Gobello coincide en el papel esencial de Johnny para que los Ramones existiesen tal y como los conocemos. “Fue quien manejó el destino de la banda, sobre todo tras la marcha de Tommy. Todos eran bastante difíciles de manejar, Joey con su trastorno obsesivo compulsivo, Dee Dee con las drogas, Marky con su alcoholismo… Con su mirada organizativa, fijó esa disciplina férrea y mantuvo a la banda fiel a sus principios”, explica a ICON. Gobello se ganó en la última década del grupo la confianza de sus miembros y fue quien recibió, tras un concierto en Mar del Plata en 1994, la exclusiva mundial de su disolución en boca de Johnny, historia que recoge en el libro Los Ramones: Demasiado duros para morir (2007, reeditado por BoyJah Publishing en 2023): “Me disponía a conversar con Marky cuando Johnny se acercó a mí, me saludó, y me dijo que estaba listo para una entrevista. Yo no salía de mi asombro, ya que Johnny era bastante reacio a ellas”.

“Él me buscó y me dijo: ‘te quiero contar algo’, ya lo tenía pensado de antes”, rememora Gobello. “Y me dijo que iba a ser su último año, que quería parar antes de dejar de ser buenos y no poder brindar a la gente todo lo que le estaban brindando. Quería retirarse como los boxeadores, en un momento alto, en vez de terminar en una decadencia. Me quedé triste, anonadado, pero fue un orgullo que me eligiera”. ¿Por qué cree que lo eligió? “Me manifestó que yo veía y entendía el sustrato de los Ramones, mucho más que una banda de tres acordes. Fueron más interesantes de lo que se piensa. En ellos estaban los sesenta, los Stooges, los Yardbirds… No se suele conectar a los Ramones con Led Zeppelin, pero Johnny sacó el célebre sonido de su Mosrite [guitarra vinculada a la música surf] imitando el riff de Jimmy Page en Communication Breakdown”.

Antes de su reconocimiento en Estados Unidos, Ramones vivió su momento Beatles en Argentina. “Se desató una locura, llenaban estadios varias noches seguidas”, dice Gobello. “Es más de estudio sociológico, pero aquí los rockeros aprecian mucho la autenticidad. La gente conectó porque veían que eran como ellos. Todo el mundo adoraba a los Ramones”.

Aunque el escritor latinoamericano tenía, en ese momento, más amistad con Joey que con Johnny, el cine de serie B fue clave para el deshielo. “Le gustaban las películas más cutres que te puedas imaginar. Yo le recomendé una llamada Sangre en el faro [1960], le encantó y conectamos a partir de ahí”. Tras retirarse, el guitarrista planeó dirigir películas de terror de bajo presupuesto, aunque nunca lo materializó, y trabó amistad con personajes como Rob Zombie o Nicolas Cage, que hizo finalizar el chiflado remake de The Wicker Man de 2006 con la dedicatoria “Para Johnny Ramone”.

Su libro Commando incluyó un apéndice titulado “Lo mejor de todos los tiempos según Johnny Ramone”, donde, además de listas de las películas de terror y ciencia ficción preferidas del músico, aparecían ordenados sus miembros del Partido Republicano favoritos (Ronald Reagan, al que describe como “mejor presidente de mi vida”, es el primero), jugadores de béisbol o libros de consulta sobre Elvis. En otra sección, evaluaba cada álbum de los Ramones: no ponía suspensos y, de 14, cinco le parecían sobresalientes.

Carl Cafarelli, que este año ha publicado The Greatest Record Ever Made! (Vol. 1), libro sobre las mejores canciones de la historia donde incluye Sheena Is A Punk Rocker y Blitzkrieg Bop, recuerda: “Se quedó impactado cuando le dije que me gustaba Something To Believe In [una rareza lenta de la banda]. Su respuesta fue: ‘¡¿Que te gusta qué?!’. Parecía alguien muy curioso y sorprendentemente agradable. Fue simpático conmigo. He oído relatos creíbles de lo difícil e irritable (o peor) que podía ser, pero no se corresponden con mi experiencia”. El periodista confirma que la hostilidad entre el músico y Joey era evidente, mientras Gobello, en las crónicas entre bastidores de su libro, describe que tenían camerinos distintos. Las tiranteces duraron hasta el final: en su última entrevista, para Rolling Stone, Johnny contó que no acudió al funeral de Joey pensando en que, a la inversa, tampoco querría que él fuese al suyo.

“Todas estas cosas me pesaban por nuestros fans, a los que imaginaba que no les haría gracia saber que los de su banda favorita se despreciaban”, lamentaba el guitarrista en su libro póstumo. Gobello contrapone: “Me pareció muy conmovedor cuando Johnny, ya con Joey enfermo, dijo que nunca volvería a subirse a un escenario con el nombre Ramones. Más allá de los problemas que tuvieran, Joey era su cantante. Y ambos amaban a los Ramones sobre todas las cosas”. Los dos fueron los únicos miembros constantes del grupo, desde su fundación en 1974, de la que ahora se cumple medio siglo, hasta su último concierto en 1996.

En un acceso amargo, Johnny Ramone le contó al periodista Charles M. Young en aquella charla final, publicada un mes después de su fallecimiento, que nunca disfrutó del proyecto de su vida: “Debería haber sido muy divertido. Pero no sé cuándo lo fue. No nos decíamos nada antes de los conciertos. Nos sentábamos y, cuando llegaba la hora, salíamos al escenario. Si todo iba como tenía que ir, me sentía bien. Si no, me molestaba. Sabía que algunos de nuestros discos no eran muy allá y eso me ponía enfermo. En nuestra última gira dudaba de que nos fueran a echar de menos. Creí que nos olvidarían”.

20 años después, la viuda de Johnny y el hermano de Joey han recogido las rencillas de sus difuntos y pelean en los tribunales por la marca Ramones. Marky, el superviviente de mayor duración (aunque no miembro original), continúa paseando su repertorio y cosechando polémicas, como la cancelación de un concierto en Italia por la presencia de una bandera de Palestina. Como una esencia a la que se regresa cuando se duda, Blink-182 se han disfrazado de ellos para su disco de reunión, Sum 41 ha contado con CJ Ramone (bajista de 1989 a 1996) para un videoclip de su despedida y grupos decanos como The Offspring rescatan versiones en sus giras actuales. La desaparición física de sus miembros y la perdurabilidad de su música prueba que los Ramones siempre fueron mucho más que su factor humano.