sábado, 31 de julio de 2021

KIKE TURMIX, UNA DISPARATADA Y ACELERADA VIDA

 Jon Mujika, 

Deia, 25/07/2021

Adquirió fama en el ambiente garage-rock, 'pinchando' en diversos bares de Malasaña, y como promotor musical

Símbolo del underground madrileño, hizo cameos en películas de culto como 'Átame' (1986) o 'ISI/DISI' (2004)

Kike Tumix con Joe Strummer

NADIE le recordaba ya, cuando se fue, como Enrique Vitoria. Para la eternidad de los recuerdos se ha quedado con el sobrenombre de Kike Turmix. Nacido en Bilbao, ciudad con la que siempre mantuvo fuertes vínculos pese a emigrar, a comienzos de los años ochenta, hacia un Madrid efervescente. En el Botxo formó su primer grupo musical, llamado Dessakato, puerta de entrada al ambiente punk, donde logró irrumpir con fuerza con el grupo Kike Turmix y los Pasapurés. Hombre de culo inquieto, en 1981 pasó a formar parte de otro grupo llamado N-634 de cuya mano se trasladó a Madrid en 1982, tierra en la que N-634 publicó algunos temas en las recopilaciones ¿Punk? ¿Qué Punk? (con las canciones Soy un loco anarquista, soy un loco antifascista y Masacre en Beirut) y Navidades Radioactivas, publicado bajo el sello DRO, con la canción Manzana sobre manzana, que tanto nombre le dio. Su definición resulta compleja por lo poliédrica que fue.

Quizas la revista Dirty Rock, en el aniversario de su muerte, haya sido donde le han descrito con más certeza y con pocos pelos en la lengua. Oigámoslo. "Desordenado total y absolutamente genuino, con marca propia. Vividor, canalla nocturno, gourmet, sablista encantador y pícaro. Fue amado y odiado a partes iguales, dejando siempre su impronta allá por donde iba. Una figura llena de contrastes, sumamente generoso y tremendamente egoísta, según los más cercanos". Es el dardo en la diana, una forma certera de describirle, según quienes vivieron cerca y acabaron, como todos, alejándose de su terrible sombra.

¿Puede decirse que Kike Turmix acabase siendo un don Nadie? No, claro que no, por mucho que acabase solo. O casi. Fue de los grandes agitadores de la vida musical y una de las figuras más emblemáticas del rock de todo el país, además de promotor de conciertos y creador del sello Safety Pin Records. Fundó el grupo Pleasure Fuckers con el que, a lo largo de once años, hizo giras por Gran Bretaña y Estados Unidos con enorme éxito. Eso le valió codearse con músicos como Stiv Bators o Joey Ramone. Hizo cameos en películas de culto como Átame o ISI/DISI, buena prueba de que fue símbolo del underground madrileño.Su pasión por el rock le valió las simpatías de prácticamente todo el ambiente musical de la movida madrileña. Su oronda figura –le conocían como El gordo...–, su tatuaje de Little Richard y su maleta de discos fueron inolvidables.

Se rodó un documental noruego sobre Kike Turmix –haciendo buena la máxima de que "nadie es profeta en su tierra"– que puede verse ahora en Internet. Kike Turmix es una cinta fechada en 2005 (año de su muerte), aunque empezó a rodar en la red a través de redes sociales y círculos musicales tarde. No era fácil verla. Algunos conocidos del músico charlaban en el conocido foro IpunkForos sobre el documental y lo dificultoso de conseguirlo.

En Kike Turmix sale el adoquinado de Malasaña ampliamente representado, entre decenas de anécdotas de Rock and Roll, músicos escandinavos, los Pleaser Fuckers –acaso su grupo más importante– garitos como el Garage Sónico o el Nueva Vision, o la mítica tienda de discos Record Runner, que estuviera durante más de 20 años en la calle de San Bernardo.

Formó parte de una estirpe de personajes excesivos fuera de cualquier límite. Músico, DJ, promotor y embajador del malasañismo más rockero durante distintas décadas; en locales míticos como el Ágapo, La Vía Láctea o La Vaca Austera. Turmix fue uno de los principales culpables de que Malasaña sonara a punk y garage. Sus cenizas fueron esparcidas a caballo entre su tierra natal y la Plaza del Dos de Mayo de Madrid.

martes, 13 de julio de 2021

EL DOCUMENTAL DE THE VELVET UNDERGROUND HIPNOTIZA A CANNES

Noelia Murillo

Los 40, 09/07/2021

Fue presentado fuera de concurso antes de su estreno en Apple TV


Hay grupos que, de no ser por su icónica imagen, algunos no sabrían poner nombre, aunque sí canción. Aunque no les pongamos cara, nuestra retina sí es capaz de retener la portada de uno de sus discos que, aunque no lo hayamos escuchado nunca, sí nos trae algunos recuerdos. Este podría ser el caso de The Velvet Underground, la banda liderada por Lou Reed que, a pesar de no saborear el éxito en su momento, con el tiempo se ha configurado como una de las formaciones imprescindibles de la década de los 60.

Con el fin de acabar con ese desconocimiento y presentar con mayor profundidad quiénes fueron los creadores de The Velvet Underground & Nico o Loaded, el cineasta Todd Haynes ha dirigido un documental titulado con el nombre de esta formación. Lo ha presentado fuera de concurso en el Festival de cine de Cannes, que arrancó su 74ª edición este martes, donde ha dejado con muy buen sabor de boca a los espectadores.

El documental, que se estrenará en Apple TV el próximo 15 de octubre, ha tenido una recibida extraordinaria en el festival debido al detalle con el que el director de Carol ha compuesto un paisaje esquemático para conocer más a fondo al grupo de John Cale. Repleto de imágenes inéditas, entrevistas de alto nivel (entre los que se sinceran frente a cámara están Jonas Mekas, La Monte Young e, incluso, Allen Ginsberg) y diferentes juegos audiovisuales, en los que se incluyen pantallas partidas, se trata de una de las obras más interesantes que se han proyectado hasta ahora en esta cita francesa.

Porque en este rockumental no solo tienen presencia las canciones, sino que se extiende más allá del contexto puramente musical y arrastra su influencia hacia el contexto social en que se desarrolló The Velvet Underground. "Queríamos representar la vida cultural de Nueva York de forma íntegra y compleja, porque la época era compleja", comentó el realizador en una rueda de prensa tras la proyección de la cinta.

Para el director de I’m Not There era necesario contar cómo a pesar de haber publicado solo cinco álbumes, grabados entre 1967 y 1973, y contar con varios cambios de formación en su haber, The Velvet Underground se ha convertido en un icono de culto con el paso de los años. Tanto que, de no ser por ellos, es muy probable que no existieran bandas como Sonic Youth.

Su trabajo no solo influenció a formaciones más art-rock, como podría ser Blondie, sino que su sonido llegó a artistas como Marc Bolan y otros artistas del glam rock, como David Bowie. Es precisamente el cantante de Starman quien forma parte del reparto de entrevistados, donde no faltan otros artistas como Jackson Browne y Laurie Anderson, viuda de Lou Reed.

Para poder crear un documental lo suficientemente extenso como para entender el significado del grupo pero condensado para que no se convirtiera en una serie documental, Haynes y su equipo seleccionaron material en más de 600 horas de imágenes. La primera versión alcanzó las 12 horas, pero el resultado final lo podremos ver en tan solo 110 minutos de duración.

lunes, 5 de julio de 2021

EL MISTERIOSO FINAL DE JIM MORRISON: LA TRAGEDIA GRIEGA DEL ROCK

Ulises Fuente

La Razón, 01/07/2021

El líder de The Doors, de cuya muerte se cumplen 50 años, fue, antes que una estrella de la música, un gran escritor: un libro le rinde justicia poética.

Frente a los clichés, más allá del poderío sexual o de la esotérica imagen del Rey Lagarto, hay un Jim Morrison auténtico y profundo, más real. Detrás de esa apariencia o máscara existe un literato, un poeta de alta graduación que fue engullido por el personaje público y por la maldición de los suicidas. Porque una muerte sobrevenida a los 27 años es un baldón tan oscuro como quitarse la vida, y a Morrison, de cuyo final se cumplen 50 años, se le adeuda un reconocimiento como autor de algunas de las letras -y versos, aunque encuadernados como poesía- más destacadas de la literatura americana de la segunda mitad del pasado siglo. Su altura literaria y sus ideas sobre la dimensión escénica de la música popular quizá no hayan sido reconocidas convenientemente, pero las llevó tan hasta las últimas consecuencias que Morrison creía que el rock era deudor de la tragedia griega y convirtió su propia vida en la encarnación de Dioniso. ¿Y qué mayor vena literaria cabe que dejar una muerte tan incierta? “Muchos años más tarde, la gente todavía se pregunta: ¿está realmente muerto Jim Morrison? Y ¿cómo murió?”, se cuestiona a su vez Alberto Manzano, poeta, traductor de canciones y autor de “Jim Morrison. Cuando la música acabe apaga las luces” (Libros Cúpula), un libro que trata de hacerle justicia, poética al menos, a un artista total. “Poca gente se interesa por saber lo que dicen los grandes poetas del rock en su obra”.

Creció leyendo y odiando a su padre, militar, por sus ausencias. Cuando tenía cuatro años, presencian un accidente de tráfico de una camioneta cargada de indios obreros. Toda la carretera está llena de indios moribundos esparcidos. Cuando el coche se aleja, el pequeño siente cómo de uno de aquellos cadáveres salta un espíritu y entra en su cuerpo y le posee, o, al menos, así lo contará después. Morrison tiene un gran sueño, que es ser poeta, escritor o, en su defecto, director de cine. Compartió clase con Francis Ford Coppola, en la UCLA, en el año 1964, donde conoce a sus compañeros de banda con los que diserta sobre cuestiones filosóficas y literarias. Compiten para ver quién sabe más de Nietsche. Hasta que un día, su amigo Ray Manzarek le pide ayuda. Él y su grupo van a tocar a una fiesta y uno de sus músicos no puede asistir. Si no son cinco, no cobran. Así que le pide que vaya y que toque una guitarra desenchufada. Esa noche, Jim descubre dos cosas: es el dinero más fácil que ha ganado en su vida y también una de sus mejores experiencias sobrio.

Ascetas vs. dionisíacos

El poeta universitario era un verdadero “vagabundo del dharma”, en palabras de Kerouac. “Dormía poco y comía menos, salvo para engullir ácido”, escribe Manzano. Influido por “Las puertas de la percepción” de Aldous Huxley, “tragaba tabletas de ácido como si fueran cacahuetes, terrones de LSD y bolsas de hierba procedentes de México”. Jim consume también amobarbital, un barbitúrico de propiedades hipnótico-sedantes que distorsiona la percepción sensorial. Y el nombre de su nuevo grupo está escrito en ácido: The Doors alude a la percepción y lo desconocido, es el puro “zeitgeist” de la época. Sin embargo, el fin último de Morrison como poeta y rockero era liberar a la gente que escuchase sus letras. Pero nunca desde la ingenuidad “flower power” del hippismo más fatuo, sino como una invitación a presenciar el lado oscuro y la negrura para escapar de ella. Frente al interés de su amigo Manzarek por la meditación trascendental y las prácticas espirituales, él “creía que la verdadera senda eran las drogas y el chamanismo. Uno era un asceta practicante y el otro se revolvía en lo dionisíaco”. Escribía conjuros que sonaban a canciones. “Es una poesía esotérica, con cierto ocultismo, y conviene que seas una persona iniciada antes que nada -dice Manzano en conversación telefónica-. Es muy hábil escondiendo cosas en las palabras y conectando la belleza con una verdad recóndita.

A pesar de haberse criado en diferentes estados del país, el líder de los Doors se considera angelino y lo es genuinamente. Su obra literaria tiene más sentido si se vive en una ciudad de centenares de kilómetros cuadrados en la que se extienden las mismas calles, esquinas, gasolineras, McDonald’s, aceras bajo el implacable sol, indistinguibles unas de otras, tan escasamente humana. Una ciudad en el límite de la realidad y de la habitabilidad. Perfecta para concebir esas canciones preñadas de visiones de muerte y locura, de sexo y vísceras. “Para Morrison, a un nivel metafórico, Los Ángeles era una película sin final en la que todos los actores son también espectadores, en la que cualquier realidad es también un artificio (…). Una película que le fascinaba con horror”, escribe Manzano.

La formación de Jim, Ray Manzarek, John Densmore y Robby Krieger se va haciendo sólida. Se abren camino en el Whiskey a Go Go, con su lenguaje obsceno y los movimientos aún más provocadores del cantante, que pronto convoca una legión femenina de culto a su personalidad. Todo el mundo dice que está loco. “En su perfecta representación de Dioniso (…), Morrison seducía físicamente mientras rapsodiaba, pero su encanto estaba articulado a una vena intelectual, enigmática, imprevisible, que dejaba al público patidifuso. Era puro teatro musical, teatro poético del bueno”. El otro gran ídolo del músico era Antonin Artaud y su teatro de la crueldad.

Un chamán en escena

Declamaba, salmodiaba, improvisaba y manejaba a las audiencias como un chamán, alternando los gritos demenciales con un silencio absoluto hasta casi hacer perder los nervios a sus seguidores, para ver hasta cuánto son capaces de aguantar. Hasta cuatro minutos llegó a estar callado en una ocasión, con los músicos quietos y el público escuchando sus latidos a punto del ataque de nervios. Morrison lo hacía para jugar con ellos, para sacarles de quicio, para negarles lo que querían, el éxtasis, el espectáculo. Así lo describía el Rey Lagarto: “Es el mismo rito que celebraban los antiguos. Los Doors respondemos a la misma necesidad humana que la tragedia griega. A veces me gusta considerar la historia del rock & roll exactamente igual al origen del drama griego que comenzó en la época de la trilla y que, originalmente, no eran más que un grupo de adoradores que cantaban”. Él fue la línea que unía a Nietzsche y la tragedia con el teatro rock de Artaud. La poesía, el teatro y la música unidos en ofrenda a Dioniso. Ah, y el sexo, claro. La presencia de un adán demoníaco de un magnetismo absoluto.

Tanto era de excesivo que les echaron del Whiskey por sus blasfemias. Y eso que, cuando no estaban los Doors, el local no debía parecerse a una parroquia de jesuitas precisamente. Sin embargo, escuchar el “father, I want to kill you / mother, I want to fuck you” de “The End” antes de que se hiciera famosa debía parecerle obra de un desviado incluso a los más crápulas nocturnos. En esa canción, influida por el psicoanálisis freudiano, daba rienda suelta a su resentimiento infantil con el almirante Morrison, su padre. Lo que no sabía el dueño del bar es que tres días antes de darles la patada en el culo, The Doors habían firmado su primer contrato con Elektra. En ese momento despegó a carrera de la banda, que pasó al estrellato absoluto con el primer disco. Cobraban 35.000 dólares por tocar y no admitían aforos inferiores a 10.000 personas. Sin embargo, las grandes exigencias de la industria, los contratos, las giras y el acoso policial que sufre el grupo, conocido por su público con tendencia al motín, les desgastan. Morrison prefiere sus poemarios, está harto de todo.

Hastiado, puede, pero su final no estaba en el guión. Fue en París, en extrañas circunstancias. “Yo tengo mi opinión, claro -dice Manzano-. Si te paras a pensar seriamente en el misterio de que solo Pamela vio el cadáver junto con el médico que firmó el acta de defunción, con graves errores, por cierto, crea cierta duda o intriga. De hecho, al médico nadie le ha podido localizar después para hablar con él. Según el acta muere de un paro cardiaco, pero eso le pasa a todo el mundo que se muere. Lo normal es que haya algo que lo provoque, que es lo que no está claro. Pamela llama a la oficina 24 horas después y le entierran cuatro gatos en París. ¿Qué vergüenza había para hacerlo así si supuestamente era una sobredosis cuando hacía poco había pasado con Janis Joplin y Jimi Hendrix? ¿qué vergüenza había? Además, Morrison no era heroinómano, su compañera Pamela, sí. Pero él tenía pánico a las agujas”, explica Manzano, que tira de fantasía: “Yo siempre he creído porque me encanta jugar con la imaginación, que fue una película que se montó. Que quiso desaparecer del mundo. Estaba harto de los Doors, del mainstream, del negocio. De las obligaciones contractuales. Era demasiada presión. Y creo que vive en un pueblo pesquero, en una costa de África escribiendo sus poemas de forma anónima y que está de puta madre. Lejos del mundanal ruido. Pero ¿quién lo sabe? Me gusta especular, sobre todo cuando hay tanta base en torno a la gran duda”. Sería el mayor montaje de la historia, algo que encaja perfectamente con su personalidad. Manzano ríe. “¿Verdad? Pocas personas como él hubiesen sido capaces de semejante circo”.

domingo, 4 de julio de 2021

THE DELFUEGOS, ESTRELLA DE PLATA, CORAZÓN DE ORO

Ruta 66 nº 294 de junio del 2012


Fueron uno de los miembros de ese espejismo llamado Nuevo Rock Americano que permitieron que, para muchos, cuando se habla de los horribles ochenta, no sepamos qué diablos se está diciendo. ¿Los ochenta malos? ¿En serio? Periódicamente se ha repasado su carrera en estas páginas. Vamos a volver a hacerlo, están avisados…

No fueron malos tiempos para quienes se dedicaron a fundirse los tímpanos a base de discos que recuperaban las esencias de la mejor música norteamericana. Denostado con el tiempo, el NRA salvó días y noches, y agenciarse un plástico con la marca Slash impresa era garantía de diversión y subida de adrenalina. Lo certifica un libro que no debe dejarse pasar por alto, firmado hace un par de años por el compañero Carlos Rego y editado por Milenio. En él, junto a Long Ryders, Dream Syndicate, Green on Red, Blasters, R.E.M, los enormes Rain Parade, Los Lobos, Giant Sand, Jason & The Scorchers, Violent Femmes o Del- Lords, están Del Fuegos. ¿Por qué no está su nombre en portada? El motivo, por el que el autor, docto en la materia como pocos, les situó en segundo plano, radica posiblemente en su corta cosecha discográfica, en su irregularidad y en que no fueron precisamente unos precursores. Pero, cuando hablamos de prestancia en concierto, en capacidad sobre las tablas para hacer enloquecer a la audiencia, la cosa cambia.

Fue una generación curtida en clubs, que en muchos casos no superó el status de banda de culto, incluso en su país. Pero algo no se les podía negar: sabían darlo todo cuando se apagaban las luces y encendían los focos. Ver a Green on Red nadando en alcohol era como encontrarte una orgia en el comedor de tu casa, involucrarse en un concierto de Dream Syndicate era una experiencia casi mística. Pero enfrentarse a una velada protagonizada por Blasters o Del Fuegos podía dejar secuelas. Y las dejaron en muchos cerebrines ruteros. La muestra: Dan Zanes es uno de los tipos más entrevistados en la historia de esta revista, posiblemente. Y merecidamente.

Demos las gracias a Dave (Alvin)

Aplausos: el Blaster mayor, además de grabar discos inconmensurables, merece pasar a la historia del género por su papel de mediador entre Del Fuegos y la industria discográfica. De su boca surgieron las palabras mágicas que les permitió firmar su primer contrato, el que condujo a The Longest Day. Ya se habían salido con la suya, y su traslado desde su natal New Hampshire a Boston, Massachussets, se había saldado con pleno al quince: ya estaban en el catalogo de Slash. Estamos hablando de 1984, el año del Native Sons de los Ryders, del Medicine Show de Steve Wynn y los suyos, del Long Gone Dead de Alejandro Escovedo y sus Rank and File, el año en que Country Dick Montana y sus Beat Farmers calentaban motores para llegar a Tales of the New West.

R.E.M llevaban unos meses siendo aplaudidos por Murmur, Dan Stuart y Green on Red habían publicado Gravity Talks y estaban componiendo las canciones de Gas Food Lodging, los veteranos hermanos Alvin preparaban su quinto álbum tras sentar cátedra con esos dos pelotazos titulados American Music y The Blasters, y parecía que Dan Zanes, su hermano Warren, el bajista Tom Lloyd y el batería Woody Giessmann eran candidatos a disputar la cabecera del movimiento. “Eran tiempos de punk – rock y new wave, pero nosotros nos sentíamos una extensión de Buddy Holly & The Crickets o de Sam and Dave. Tocábamos un puñado de canciones de Elvis y estábamos obsesionados por la música americana, el r&b y el rockabilly. Nuestro objetivo era hacer bailar al público, aunque como no éramos demasiado hábiles tocando nuestros instrumentos y acostumbrábamos a estar fuera de control nos consideraban un especie de banda punk”. Palabras de Dan cuando le interrogué sobre sus inicios, hace unos años.

Cuando se encierran en el estudio, poco más tarde, se alejan un paso de sus influencias iniciales. No, no abandonan el rock, pero apuestan por el nervio, por una base rítmica sin fisuras, unas guitarras estratosféricas, por melodías pegadizas y por una serie de temas que pueden arrasar en las ondas radiofónicas. De hecho, lo hacen. En su país son, de la noche a la mañana, enormes. Son jóvenes, conocen su potencial y están dispuestos a exprimir sus posibilidades. <<I Still Want You>> es la mayor de ellas. Un sencillo que incluso se hace un hueco en MTV y que conquista a un amplio sector de la audiencia, a personajes que jamás se acercarían a los champiñones que peinaban los Long Ryders, y que huirían despavoridos ante el aspecto de banda callejera de Los Lobos. Como siempre, poco dura la alegría en la casa del pobre. Más dura será la caída, cantaban Gabinete Caligari. La suya fue morrocotuda: se publica su tercer disco, Stand Up (1987) y relucen las navajas. Uno de los grandes misterios de la época: colabora Tom Petty (canta <<Can’t Take This Place>> con ellos), toca la guitarra el maestro James Burton (sí, el de Elvis), hace coros Mary Clayton (Stones, Lynyrd Skynyrd, Joe Cocker), posan rebosando glamour… y les llueven palos por doquier.

Su acercamiento a un soul amable pudo molestar (qué cojones: molestó), pero escuchado el disco ahora hay que reconocer que no está tan mal. “Queríamos ser una banda cool, pero todo eso se nos fue de las manos, nos fue grande. Empezamos a tener problemas internos y a preocuparnos más por nuestro estilo de vida que de crear música”, me confesó en la misma entrevista. Estilo de vida que empezó a conducirles a hacer equilibrios por el filo del abismo, emocional y físico. Cuando dos años más tarde aparece Smoking In The Fields (BMG, 1989), muchas cosas han cambiado en su mundo: la mayoría de bandas de la escena en las que se les incluyó (y de la que siempre intentaron desmarcarse) se habían separado o malvivían olvidadas, Slash les había expulsado de su seno y Warren Zanes y Woody habían saltado por la borda, retomando sus estudios. Dan y su fiel amigo Tom grabaron, ironías de la vida, su disco más cercano al rock americano tradicional junto a Adam Roth y Joe Donnelly. Disco que habitó a las pocas semanas de su salida en el cajón de los saldos. Poco importó que Rick Danko de The Band se pasara por ahí para hacer armonías vocales, o que la harmónica la sople el gran Magic Dick (¡¡J. Geils Band, damas y caballeros!!).

A principios de 1992, en una de sus frecuentes escalas en nuestro país, Zanes declaró a Álex Fdez. de Castro, cuando se le inquirió sobre qué significaba para él el rock and roll: “Lo significa todo, me gustaría encontrar una respuesta divertida para contestar a eso, pero no puedo, me lo tomo completamente en serio, más en serio que la mayoría de músicos… Siempre supe que el rock and roll haría que me sintiera como la persona que quería ser”: ¿Más explicaciones? Aunque parezca mentira, el mundo siguió girando sin percibir que temas como <<Down in Allen’s Mills>> o <<Stand By You>> estaban ahí, esperando que alguien les prestara atención. Negativo. Apaga y vámonos.

Ruta 66, de la mano de Juan Lizcano, localizó a Dan en un pequeño club neoyorquino donde, allá por 1998, actuaba cada martes. Le confesó “creo que tuvimos mucha suerte de no hacernos más grandes de lo que llegamos a ser ya que eso nos habría matado. Si hubiese tendido más dinero para gastarme en bebidas o drogas, y hubiera habido mucha más gente adulándome, quizás no habría sobrevivido”. Lo de la bebida podía ser un serio problema (una noche en la barra de un bar con él era sinónimo de resaca de campeonato, afirmo), lo de la adulación de las masas algo más discutible: sus últimos conciertos en España, una de sus plazas fuertes, se realizaron en salas de mediano aforo prácticamente vacías, clubs a los que se enfrentaban como si estuvieran en el Madison Square Garden, eso sí.

No parecía un hombre de extremos, pero radical fue el cambio de rumbo que imprimió a su carrera Dan, tras arrancar carrera en solitario analizada en bloque adjunto. Quizás por eso, y porque declaró a esta tu revista que, refiriéndose a su faceta de músico familiar, que ““no siento la necesidad de hacer otro disco para adultos porque mi música es para adultos pensada para ser escuchado junto a sus hijos. Y esta es una experiencia mucho más satisfactoria para mí. Siento la misma excitación que cuando empecé con The Del Fuegos. Ahora soy totalmente independiente, me levanto con una idea y por la noche ya la he grabado. Puse en marcha mi propia compañía discográfica y dependo absolutamente de mí mismo”, la llamada de aviso que recibí hace unas semanas provocó una reacción en cadena basada tanto en la sorpresa como en el cumplimiento, o no, de expectativas.

The DelFuegos se han reunido, me soplan, y me imagino a su cabeza visible rodeado de amigos o esforzados intérpretes, desempolvando puntualmente su guitarrra Fender y parte de su cancionero. Negativo, me confirman: es una reunión en toda regla. Formación original y disco nuevo. Inevitable cosquilleo de impaciencia y esa sombra de temor que avisa que quizás no es necesario añadir nuevo capítulo a una historia que tuvo excelente final con Smoking In The Fields. Ustedes lo saben, abundan los casos en los que por cuestiones monetarias se han truncado buenos recuerdos. El motivo inicial, como mínimo, es loable. Se han juntado de nuevo para participar en un acto benéfico, organizado por Woody, que pertenece a una asociación que recoge fondos destinados a ayudar a músicos con problemas de adicción. Un cuarto de siglo después de difuminarse, de desaparecer prácticamente sin decir adiós, se montan su particular verbena de San Juan en el Paradise Rock Club de Boston, Mass.

El 23 de junio de 2011, fecha marcada en su calendario en rojo. Al parecer (aunque sea un tópico) las vibraciones son buenas, y las rencillas entre los hermanos Zanes parecen olvidadas (“mi hermano y yo tuvimos serias peleas, esas broncas que tienen habitualmente los hermanos que tocan juntos. Llegamos a encontrarnos en la peor de las situaciones…”). Se ponen brutos y organizan una gira de retorno en condiciones, diez fechas entre febrero y marzo de este mismo año que hacen echar chispas a los foros. De ahí a dedicarle unas horas al disco, un paso. Silver Star es, definitivamente, el álbum de la madurez, del reencuentro. Los años no han pasado en vano, las guitarras han domesticado su furia primigenia y se imponen los medios tiempos. Pero no falta el preciosista tratamiento de las voces, ese don para juntar notas y construir melodías invencibles, canciones que no desmerecen sus viejas hermanas. ¿Pruebas? Me remito a ellas: <<Better Let Me>>, <<Trough Your Eyes>> o <<Don’t Go Down In The Hole>> son de lo mejorcito que han grabado nunca, a pesar de la falta de velocidad que les imprimen, la inicial <<Time Slips Away>> es una acústica digna heredera de las virtudes de su segundo álbum, <<What You Do>> reincide en el soul descafeinado que tantos problemas les trajo, y en <<The Midnight Train>> reafirman su amor por el rock’n’roll 50’s que hizo que el mismo Sam Phillips flipara con ellos. Lo peor del disco, su corta duración, ocho temas que pasan volando. Lo mejor, que han salvado dignamente el difícil trago del retorno. Que tomen nota muchos de sus compañeros de promoción.

Texto: Alfred Crespo


Dan Zanes

Hogueras en solitario

No se puede decir que la carrera de los miembros de los DelFuegos en solitario sea de esas prolíficas en las que los discos y proyectos paralelos no paran de caer. De hecho, como no podía ser de otra manera, la principal actividad se concentra en los hermanos Zanes. Y ahí es donde se encuentra lo más curioso del tema, porque ninguno de los dos ha optado por una forma más o menos convencional de enfocar su carrera. Dan, el más activo en lo musical de los dos, inicia sus pasos alejado de la banda ardiente con Cool Down Time en 1994. Un disco de debut simplemente respetable y que sigue, de alguna manera, la línea marcada por su banda madre. Cuatro años después de la desaparición de los DelFuegos, Dan Zanes sigue pareciendo hacer discos para el grupo y el sonido de este trabajo lo confirma. Aunque es en su siguiente paso donde se produce la verdadera ruptura.

Tras seis años alejado de la música, con Dan como recién estrenado papá y viviendo en Nueva York, su carrera va a tomar un camino inesperado. Zanes mata su tiempo tocando junto a otros padres del West Village para los niños de las escuelas del barrio. Así que decide grabar en su casa unas cintas para los chavales y la cosa acabará dando lugar a 9 discos ¡exclusivos para niños! y que lo trajo por nuestros lares en una de las ediciones del Blues i Ritmes de Badalona. Un proyecto en el que irá incorporando a amigos como Sheryl Crow o Suzanne Vega y que acabará convirtiéndose en su actividad principal.

Lo de Warren es otra cosa, mucho más introvertido y menos jovial que su hermano, decide hacer de la pintura su actividad principal. Eso hará que la música quede en un sorprendente segundo plano dando lugar, únicamente, a la grabación de tres discos desde la separación de los DelFuegos. 12 años se tira Warren sin grabar hasta que en 2002 edita Memory Girls, un disco eminentemente acústico, de canciones de juventud, en el que con la ayuda de gente como Emmylou Harris o Patty Griffin recupera su querencia por el pop más clásico. Con una producción lo-fi las melodías, siempre excelentes, de Zanes transitan por una especie de Paul McCartney inspirado y acústico con buenas dosis de folk. Su segundo paso es People That I’m Wrong For, en 2006. Un disco de canciones elaboradas que sorprendentemente fue grabado en apenas cinco días y en el que destaca un trabajo al bajo excelente de Brad Jones. El tercero llega en 2011, mientras compagina con la pintura su trabajo como director ejecutivo de la Steve Van Zandt’s Rock and Roll Forever Foundation. I Want to Move Out In the Daylight! es según Tom Petty “el mejor disco de 2011” con lo cual, poco más se puede añadir. O Quizá sí, que tenga continuidad.

Texto: Eduardo Izquierdo