Ruta 66 nº 294 de junio del 2012
Fueron uno de los miembros de ese espejismo llamado Nuevo Rock Americano que permitieron que, para muchos, cuando se habla de los horribles ochenta, no sepamos qué diablos se está diciendo. ¿Los ochenta malos? ¿En serio? Periódicamente se ha repasado su carrera en estas páginas. Vamos a volver a hacerlo, están avisados…
No fueron malos tiempos para quienes se dedicaron a fundirse los tímpanos a base de discos que recuperaban las esencias de la mejor música norteamericana. Denostado con el tiempo, el NRA salvó días y noches, y agenciarse un plástico con la marca Slash impresa era garantía de diversión y subida de adrenalina. Lo certifica un libro que no debe dejarse pasar por alto, firmado hace un par de años por el compañero Carlos Rego y editado por Milenio. En él, junto a Long Ryders, Dream Syndicate, Green on Red, Blasters, R.E.M, los enormes Rain Parade, Los Lobos, Giant Sand, Jason & The Scorchers, Violent Femmes o Del- Lords, están Del Fuegos. ¿Por qué no está su nombre en portada? El motivo, por el que el autor, docto en la materia como pocos, les situó en segundo plano, radica posiblemente en su corta cosecha discográfica, en su irregularidad y en que no fueron precisamente unos precursores. Pero, cuando hablamos de prestancia en concierto, en capacidad sobre las tablas para hacer enloquecer a la audiencia, la cosa cambia.
Fue una generación curtida en clubs, que en muchos casos no superó el status de banda de culto, incluso en su país. Pero algo no se les podía negar: sabían darlo todo cuando se apagaban las luces y encendían los focos. Ver a Green on Red nadando en alcohol era como encontrarte una orgia en el comedor de tu casa, involucrarse en un concierto de Dream Syndicate era una experiencia casi mística. Pero enfrentarse a una velada protagonizada por Blasters o Del Fuegos podía dejar secuelas. Y las dejaron en muchos cerebrines ruteros. La muestra: Dan Zanes es uno de los tipos más entrevistados en la historia de esta revista, posiblemente. Y merecidamente.
Demos las gracias a Dave (Alvin)
Aplausos: el Blaster mayor, además de grabar discos inconmensurables, merece pasar a la historia del género por su papel de mediador entre Del Fuegos y la industria discográfica. De su boca surgieron las palabras mágicas que les permitió firmar su primer contrato, el que condujo a The Longest Day. Ya se habían salido con la suya, y su traslado desde su natal New Hampshire a Boston, Massachussets, se había saldado con pleno al quince: ya estaban en el catalogo de Slash. Estamos hablando de 1984, el año del Native Sons de los Ryders, del Medicine Show de Steve Wynn y los suyos, del Long Gone Dead de Alejandro Escovedo y sus Rank and File, el año en que Country Dick Montana y sus Beat Farmers calentaban motores para llegar a Tales of the New West.
R.E.M llevaban unos meses siendo aplaudidos por Murmur, Dan Stuart y Green on Red habían publicado Gravity Talks y estaban componiendo las canciones de Gas Food Lodging, los veteranos hermanos Alvin preparaban su quinto álbum tras sentar cátedra con esos dos pelotazos titulados American Music y The Blasters, y parecía que Dan Zanes, su hermano Warren, el bajista Tom Lloyd y el batería Woody Giessmann eran candidatos a disputar la cabecera del movimiento. “Eran tiempos de punk – rock y new wave, pero nosotros nos sentíamos una extensión de Buddy Holly & The Crickets o de Sam and Dave. Tocábamos un puñado de canciones de Elvis y estábamos obsesionados por la música americana, el r&b y el rockabilly. Nuestro objetivo era hacer bailar al público, aunque como no éramos demasiado hábiles tocando nuestros instrumentos y acostumbrábamos a estar fuera de control nos consideraban un especie de banda punk”. Palabras de Dan cuando le interrogué sobre sus inicios, hace unos años.
Cuando se encierran en el estudio, poco más tarde, se alejan un paso de sus influencias iniciales. No, no abandonan el rock, pero apuestan por el nervio, por una base rítmica sin fisuras, unas guitarras estratosféricas, por melodías pegadizas y por una serie de temas que pueden arrasar en las ondas radiofónicas. De hecho, lo hacen. En su país son, de la noche a la mañana, enormes. Son jóvenes, conocen su potencial y están dispuestos a exprimir sus posibilidades. <<I Still Want You>> es la mayor de ellas. Un sencillo que incluso se hace un hueco en MTV y que conquista a un amplio sector de la audiencia, a personajes que jamás se acercarían a los champiñones que peinaban los Long Ryders, y que huirían despavoridos ante el aspecto de banda callejera de Los Lobos. Como siempre, poco dura la alegría en la casa del pobre. Más dura será la caída, cantaban Gabinete Caligari. La suya fue morrocotuda: se publica su tercer disco, Stand Up (1987) y relucen las navajas. Uno de los grandes misterios de la época: colabora Tom Petty (canta <<Can’t Take This Place>> con ellos), toca la guitarra el maestro James Burton (sí, el de Elvis), hace coros Mary Clayton (Stones, Lynyrd Skynyrd, Joe Cocker), posan rebosando glamour… y les llueven palos por doquier.
Su acercamiento a un soul amable pudo molestar (qué cojones: molestó), pero escuchado el disco ahora hay que reconocer que no está tan mal. “Queríamos ser una banda cool, pero todo eso se nos fue de las manos, nos fue grande. Empezamos a tener problemas internos y a preocuparnos más por nuestro estilo de vida que de crear música”, me confesó en la misma entrevista. Estilo de vida que empezó a conducirles a hacer equilibrios por el filo del abismo, emocional y físico. Cuando dos años más tarde aparece Smoking In The Fields (BMG, 1989), muchas cosas han cambiado en su mundo: la mayoría de bandas de la escena en las que se les incluyó (y de la que siempre intentaron desmarcarse) se habían separado o malvivían olvidadas, Slash les había expulsado de su seno y Warren Zanes y Woody habían saltado por la borda, retomando sus estudios. Dan y su fiel amigo Tom grabaron, ironías de la vida, su disco más cercano al rock americano tradicional junto a Adam Roth y Joe Donnelly. Disco que habitó a las pocas semanas de su salida en el cajón de los saldos. Poco importó que Rick Danko de The Band se pasara por ahí para hacer armonías vocales, o que la harmónica la sople el gran Magic Dick (¡¡J. Geils Band, damas y caballeros!!).
A principios de 1992, en una de sus frecuentes escalas en nuestro país, Zanes declaró a Álex Fdez. de Castro, cuando se le inquirió sobre qué significaba para él el rock and roll: “Lo significa todo, me gustaría encontrar una respuesta divertida para contestar a eso, pero no puedo, me lo tomo completamente en serio, más en serio que la mayoría de músicos… Siempre supe que el rock and roll haría que me sintiera como la persona que quería ser”: ¿Más explicaciones? Aunque parezca mentira, el mundo siguió girando sin percibir que temas como <<Down in Allen’s Mills>> o <<Stand By You>> estaban ahí, esperando que alguien les prestara atención. Negativo. Apaga y vámonos.
Ruta 66, de la mano de Juan Lizcano, localizó a Dan en un pequeño club neoyorquino donde, allá por 1998, actuaba cada martes. Le confesó “creo que tuvimos mucha suerte de no hacernos más grandes de lo que llegamos a ser ya que eso nos habría matado. Si hubiese tendido más dinero para gastarme en bebidas o drogas, y hubiera habido mucha más gente adulándome, quizás no habría sobrevivido”. Lo de la bebida podía ser un serio problema (una noche en la barra de un bar con él era sinónimo de resaca de campeonato, afirmo), lo de la adulación de las masas algo más discutible: sus últimos conciertos en España, una de sus plazas fuertes, se realizaron en salas de mediano aforo prácticamente vacías, clubs a los que se enfrentaban como si estuvieran en el Madison Square Garden, eso sí.
No parecía un hombre de extremos, pero radical fue el cambio de rumbo que imprimió a su carrera Dan, tras arrancar carrera en solitario analizada en bloque adjunto. Quizás por eso, y porque declaró a esta tu revista que, refiriéndose a su faceta de músico familiar, que ““no siento la necesidad de hacer otro disco para adultos porque mi música es para adultos pensada para ser escuchado junto a sus hijos. Y esta es una experiencia mucho más satisfactoria para mí. Siento la misma excitación que cuando empecé con The Del Fuegos. Ahora soy totalmente independiente, me levanto con una idea y por la noche ya la he grabado. Puse en marcha mi propia compañía discográfica y dependo absolutamente de mí mismo”, la llamada de aviso que recibí hace unas semanas provocó una reacción en cadena basada tanto en la sorpresa como en el cumplimiento, o no, de expectativas.
The DelFuegos se han reunido, me soplan, y me imagino a su cabeza visible rodeado de amigos o esforzados intérpretes, desempolvando puntualmente su guitarrra Fender y parte de su cancionero. Negativo, me confirman: es una reunión en toda regla. Formación original y disco nuevo. Inevitable cosquilleo de impaciencia y esa sombra de temor que avisa que quizás no es necesario añadir nuevo capítulo a una historia que tuvo excelente final con Smoking In The Fields. Ustedes lo saben, abundan los casos en los que por cuestiones monetarias se han truncado buenos recuerdos. El motivo inicial, como mínimo, es loable. Se han juntado de nuevo para participar en un acto benéfico, organizado por Woody, que pertenece a una asociación que recoge fondos destinados a ayudar a músicos con problemas de adicción. Un cuarto de siglo después de difuminarse, de desaparecer prácticamente sin decir adiós, se montan su particular verbena de San Juan en el Paradise Rock Club de Boston, Mass.
El 23 de junio de 2011, fecha marcada en su calendario en rojo. Al parecer (aunque sea un tópico) las vibraciones son buenas, y las rencillas entre los hermanos Zanes parecen olvidadas (“mi hermano y yo tuvimos serias peleas, esas broncas que tienen habitualmente los hermanos que tocan juntos. Llegamos a encontrarnos en la peor de las situaciones…”). Se ponen brutos y organizan una gira de retorno en condiciones, diez fechas entre febrero y marzo de este mismo año que hacen echar chispas a los foros. De ahí a dedicarle unas horas al disco, un paso. Silver Star es, definitivamente, el álbum de la madurez, del reencuentro. Los años no han pasado en vano, las guitarras han domesticado su furia primigenia y se imponen los medios tiempos. Pero no falta el preciosista tratamiento de las voces, ese don para juntar notas y construir melodías invencibles, canciones que no desmerecen sus viejas hermanas. ¿Pruebas? Me remito a ellas: <<Better Let Me>>, <<Trough Your Eyes>> o <<Don’t Go Down In The Hole>> son de lo mejorcito que han grabado nunca, a pesar de la falta de velocidad que les imprimen, la inicial <<Time Slips Away>> es una acústica digna heredera de las virtudes de su segundo álbum, <<What You Do>> reincide en el soul descafeinado que tantos problemas les trajo, y en <<The Midnight Train>> reafirman su amor por el rock’n’roll 50’s que hizo que el mismo Sam Phillips flipara con ellos. Lo peor del disco, su corta duración, ocho temas que pasan volando. Lo mejor, que han salvado dignamente el difícil trago del retorno. Que tomen nota muchos de sus compañeros de promoción.
Texto: Alfred Crespo
Hogueras en solitario
No se puede decir que la carrera de los miembros de los DelFuegos en solitario sea de esas prolíficas en las que los discos y proyectos paralelos no paran de caer. De hecho, como no podía ser de otra manera, la principal actividad se concentra en los hermanos Zanes. Y ahí es donde se encuentra lo más curioso del tema, porque ninguno de los dos ha optado por una forma más o menos convencional de enfocar su carrera. Dan, el más activo en lo musical de los dos, inicia sus pasos alejado de la banda ardiente con Cool Down Time en 1994. Un disco de debut simplemente respetable y que sigue, de alguna manera, la línea marcada por su banda madre. Cuatro años después de la desaparición de los DelFuegos, Dan Zanes sigue pareciendo hacer discos para el grupo y el sonido de este trabajo lo confirma. Aunque es en su siguiente paso donde se produce la verdadera ruptura.
Tras seis años alejado de la música, con Dan como recién estrenado papá y viviendo en Nueva York, su carrera va a tomar un camino inesperado. Zanes mata su tiempo tocando junto a otros padres del West Village para los niños de las escuelas del barrio. Así que decide grabar en su casa unas cintas para los chavales y la cosa acabará dando lugar a 9 discos ¡exclusivos para niños! y que lo trajo por nuestros lares en una de las ediciones del Blues i Ritmes de Badalona. Un proyecto en el que irá incorporando a amigos como Sheryl Crow o Suzanne Vega y que acabará convirtiéndose en su actividad principal.
Lo de Warren es otra cosa, mucho más introvertido y menos jovial que su hermano, decide hacer de la pintura su actividad principal. Eso hará que la música quede en un sorprendente segundo plano dando lugar, únicamente, a la grabación de tres discos desde la separación de los DelFuegos. 12 años se tira Warren sin grabar hasta que en 2002 edita Memory Girls, un disco eminentemente acústico, de canciones de juventud, en el que con la ayuda de gente como Emmylou Harris o Patty Griffin recupera su querencia por el pop más clásico. Con una producción lo-fi las melodías, siempre excelentes, de Zanes transitan por una especie de Paul McCartney inspirado y acústico con buenas dosis de folk. Su segundo paso es People That I’m Wrong For, en 2006. Un disco de canciones elaboradas que sorprendentemente fue grabado en apenas cinco días y en el que destaca un trabajo al bajo excelente de Brad Jones. El tercero llega en 2011, mientras compagina con la pintura su trabajo como director ejecutivo de la Steve Van Zandt’s Rock and Roll Forever Foundation. I Want to Move Out In the Daylight! es según Tom Petty “el mejor disco de 2011” con lo cual, poco más se puede añadir. O Quizá sí, que tenga continuidad.
Texto: Eduardo Izquierdo