Jaume Collell
La Vanguardia, 05/01/2018
Vive en Tennessee, asiste todos los sábados a la iglesia y se desplaza en silla de ruedas
La personalidad desbordante de Little Richard creció bajo el gospel de las iglesias baptistas que él desató en los sonidos de su denominado piano salvaje. Así fabricó un estilo de rock and roll del que han bebido todos después. A menudo, la bestia excéntrica abandonaba la música del diablo para dedicarse a vender Biblias y a predicar en el púlpito, desde donde se arrepintió de su pasado homosexual. La confesión buscaba también redimir su adicción a las drogas y los escándalos de juventud. Esta realidad, como es típico en los buenos artistas, deriva de una niñez que no fue nada fácil.
Richard Wayne Penniman nació en 1932 en Macon (Georgia, EE.UU.). Fue el tercer hijo de doce hermanos. El padre era diácono de la iglesia aunque se dedicaba al contrabando de alcohol en su propio night club. El gospel inundaba todos los rincones del suburbio donde vivían como una forma de plegaria para abandonar aquella mísera existencia. De muy joven Richard se mostró hiperactivo y abiertamente gay. Era también flaco, bajito y con una pierna más corta que la otra, lo que le obligaba a andar torcido. Para él estas circunstancias le hicieron crecer. No fue muy buen estudiante, aunque la música captó pronto su atención. Recibió la influencia de artistas consagradas como Mahalia Jackson y Marion Williams. Empezó primero aprendiendo el saxo alto para tocar en la banda de la escuela.
Su padre, que murió poco después en un ajuste de cuentas, le echó de casa a los trece años por el comportamiento abiertamente bisexual de entonces. Richard se relacionaba con una chica que se pasaban todos los amigos del barrio, y actuaba también como chapero. Se unió a un charlatán que iba por las ciudades vendiendo ungüento de la serpiente para todos los males. En 1951 ganó un concurso local y así empezó a grabar discos con la compañía RCA. Billy Wright impulsó su carrera ya con el nombre de Little Richard, aunque él sus composiciones las firmó siempre como Penniman. Tocaba en clubs y espectáculos de circo y vodevil hasta la llegada de su gran éxito Tutti frutti (1955) con el que vendió más de un millón de copias.
La marca distintiva del músico ya estaba conformada, voz contundente, actuación desenfadada, músicos eléctricos. El desenfreno sexual corre en paralelo a los aplausos como artista. Monta orgías antes y después de los conciertos, le gusta ejercer de voyeur y se inventa fantasías sofisticadas. Richard estuvo incluso casado un tiempo con Ernestine Campbell. Fue en 1957 cuando durante una actuación en Australia vio una bola de fuego en el cielo que interpretó como una señal de Dios y abandonó la música de repente para dedicarse a predicar. Aquella decisión le provocó demandas por renuncias a contratos de actuaciones que ya estaban firmados. Después se supo que el resplandor australiano correspondía al lanzamiento del Sputnik desde Kazajistán por parte de los rusos.
Como pastor pentecostal, Richard casó a Bruce Willis y Demi Moore. Volvió a los escenarios en 1964 y a sus aclamadas grabaciones. Después de Tutti frutti vinieron títulos también aplaudidos como Long tall sally, Lucille y Good golly, miss Molly. Little Richard ha supuesto un foco de influencia en todo el rock and roll, incluso entre sus contemporáneos inmediatos, Elvis Presley y Jerry Lee Lewis. Las generaciones de músicos que se han inspirado en sus huellas traspasan todo tipo de género, de James Brown a Otis Redding, de Cliff Richard a Paul McCartney y George Harrison, también en su momento se miraron en su espejo, Mick Jagger y Keith Richards. Y de un modo u otro podríamos hablar de Rod Stewart, David Bowie, Lou Red, Elton John, Fredy Mercuri, Patty Smith, etcétera.
Tras la muerte de Fats Domino en octubre [de 2017], Little Richard es el último músico del siglo pasado que rompió moldes en el rock and roll, un género de los negros que él ha mordido eficazmente con su dentadura blanca. La última actuación en España fue en Gijón, en el 2005. Se retiró en el 2013 porque en una actuación pública en Washington empezó a ahogarse. A pesar de que en los años cincuenta, cuando ya era millonario, se compró una mansión de lujo en Los Ángeles, ahora vive desde hace unos años en Tennessee, completamente apartado de la atención mediática. Ha retornado si no al proselitismo de antaño a la iglesia de sus orígenes. Asiste a las ceremonias todos los sábados y se desplaza en silla de ruedas. Decir Little Richard es decir Auambabaluba Balambambú y el rock camina.