Eduardo Bravo
GQ, 02/01/2024
Se cumplen 95 años del nacimiento de Bo Diddley, uno de los pioneros del rock and roll que inventó un riff que ha dado lugar a decenas de canciones propias y ajenas que son ya historia de la música popular del siglo XX.
¿Qué tienen en común canciones tan diferentes como Not Fade Away de Buddy Holly, Hateful de The Clash, Cuban Slide de The Pretenders, Faith de George Michael, Desire de U2, How Soon Is Now? de The Smiths, She’s the One de Bruce Springsteen ó 1969 de The Stooges? ¿Se rinde? Ahí va la solución: todas ellas están basadas en el reconocible riff sincopado creado en la década de los 50 del siglo pasado por Bo Diddley. Ese que suena algo así como: ”Ta-ta-ta / [silencio] / ta-ta / ta-ta-ta/ [silencio] / ta-ta”.
Con ese sencillo pero pegadizo ritmo, inspirado por músicos de blues como John Lee Hooker, Muddy Waters y sonidos afrocubanos de moda en los años 40 del siglo XX, Bo Diddley sentó las bases del rock and roll y creó clásicos del género como I’m a Man, Bo Diddley, Hey Bo Diddley, Roadrunner o Pretty Thing.
Nacido en una granja algodonera de Misisipi el 30 de diciembre de 1928, Bo Diddley — cuyo nombre real fue Ellas Otha Bates, primero, y Ellas McDaniel después de que su madre se volviera a casar— creció en Chicago, ciudad en la que se familiarizó con el mundo de la música tocando el violín y la guitarra.
Aunque en 1951 comenzó a actuar en el mercado al aire libre de Maxwell Street junto a un grupo de amigos, la música no era todavía una actividad suficientemente rentable, por lo que el artista tuvo que compaginarla con otras actividades. Por ejemplo, dependiente en una tienda de comestibles, ascensorista, trabajador en una empresa de carne, empleado en una fábrica de marcos para cuadros y operario una empresa de asfaltado. Todo cambiaría en 1954, cuando unas maquetas con los temas I’m A Man y Bo Diddley llegaron a manos de los responsables del sello Chess, que le propusieron regrabarlas para ser lanzadas en uno de sus sellos subsidiarios. Aparecido en Chacker en 1955, I’m a Man llegó a colocarse en el número uno de la lista Billboard de Rhythm & Blues, por lo que Ed Sullivan decidió invitarlo a actuar en su programa de televisión sin imaginar la que se le venía encima tanto al presentador como al artista.
Cuando Bo Diddley fue contratado, Sullivan insistió en que el tema que debía interpretar en el programa era Sixteen Tons, el éxito de Tennessee Ernie Ford. Sin embargo, cuando llegó el momento de actuar, sin encomendarse a dios ni al diablo, el músico cambió el repertorio e interpretó Bo Diddley. El enfado del poderoso presentador fue tan grande, que, además de algún que otro insulto racista, removió cielo y tierra hasta conseguir que Diddley no volviera a actuar en esa cadena de televisión en los siguientes diez años.
A pesar de ese veto, a Bo Diddley no le faltó trabajo. Era uno de los pioneros del rock & roll junto a Chuck Berry, Little Richard o Jerry Lee Lewis, por lo que siguió grabando y dando unos conciertos especialmente salvajes, con letras tórridas de doble sentido y en los que tocaba una peculiar guitarra que había construido él mismo, utilizando el mástil de una Grestch a la que sumó un cuerpo rectangular, algo totalmente inaudito en un momento en el que la mayoría de los instrumentos tenían formas sinuosas. Incluso cuando ya en la década de los 60 la audiencia estadounidense empezó a perder interés en sus discos, Bo Diddley tuvo un golpe de suerte del que no disfrutaron algunos de sus colegas: la aparición de The Beatles, The Rolling Stones, The Pretty Things, Them y otros grupos ingleses que le reivindicaron como una de sus principales influencias.
Con todo, en la década de los 70 las cosas volvieron a torcerse. El rock and roll había pasado de moda y Bob Diddley tuvo que retomar esos trabajos alimenticios del pasado. En esta ocasión se mudó a Nuevo México y se convirtió en ayudante del sheriff en la ciudad de Los Lunas, hasta que una nueva generación de músicos lo redescubrió y reivindicó. En esta ocasión fue el punk y bandas como The Clash, que lo contrataron como telonero de su gira estadounidense.
En los años 90, cuando el rock no era ya un género subversivo sino música AOR para cuarentones, Bo Diddley ya era una estrella a escala internacional que hacía giras por todo el mundo y cuya imagen resultaba tan icónica, que no pasó desapercibida para marcas comerciales y publicitarios. En 1997, la empresa R. J. Reynolds Tobacco Company lanzó un anuncio en el que se veía a un músico que, sin ser Diddley, se le parecía mucho tanto por aspecto físico como por sus accesorios: un sombrero de sheriff y una guitarra rectangular. Molesto, Diddley (que era un fervoroso cristiano y enemigo de las drogas) instó a sus abogados a que reclamasen judicialmente, logrando así que se retirase la campaña no solo por vulneración de derechos de imagen, sino por vincular su persona al consumo de tabaco.
A pesar de ser una estrella indiscutible de la música popular, de entrar en el rock and roll Hall of Fame, en el Rockabilly Hall of Fame, en la Rhythm and Blues Foundation y recibir Grammys honoríficos, Bo Diddley siempre pensó que no había sido suficientemente reconocido, al menos en comparación con la influencia que había supuesto para muchos artistas. De hecho, una de sus quejas siempre fue que todos esos músicos mencionados al principio de este artículo y otros muchos que no se citan pero también se fijaron en su obra para componer, no le abonasen nunca nada en conceptos de derechos de autor. “Le abrí la puerta a mucha gente, y ellos simplemente entraron corriendo y me dejaron sosteniendo el pomo”, se quejaba a The New York Times en 2003 el artista que, cinco años después, fallecía en Florida a consecuencia de las secuelas de varios ataques al corazón que le habían dejado muy debilitado.