domingo, 21 de septiembre de 2025

CARLOS H. VÁZQUEZ: “GABINETE CALIGARI CANTABAN ALGO MUY ESPAÑOL, MUY CASTIZO, MUY CAÑÍ”

Beatriz Eduarte
Zendra Libros, 16/09/2025


Dice Germán Pose en el Prólogo de Cómo perdimos Madrid (Ed. Sílex), que la historia de Gabinete Caligari representa un viaje de sol y de sombra, aunque también podría decirse que la banda formada por Jaime Urrutia, Fernando “Ferni” Presas y Eduardo “Edi” Clavo responde a una travesía universal, cíclica y existencial. Y es que el libro escrito por el colega y compañero de esta casa, Carlos H. Vázquez, es una suerte de aventura: de carretera, música y giras; de ascenso a los cielos y caída a los infiernos. Un recorrido que nos lleva del nacimiento a la muerte, pasando por una tierna y amable infancia que, como sabemos, no dura eternamente. Tarde o temprano, y antes de alcanzar la madurez, le llega el turno a la adolescencia —la última forma de inocencia— para que, después, todo se desvanezca y desaparezca. De ese modo funciona el ciclo de la vida, donde hay subidas y bajadas, como dice Carlos en un momento dado; donde el movimiento oscila, avanza y nunca para. Porque si paramos, si no provocamos ni nos provocamos, entonces corremos el riesgo de estancarnos. Y esto es algo que un grupo como Gabinete Caligari, tan castizo, tan madrileño, tan nuestro, tenía claro: romper, provocar, hacerse un hueco en el panorama nacional y musical; encontrar una identidad, la suya, y entrar, por la puerta grande, a formar parte de la idiosincrasia no sólo de una ciudad, sino también de un país, siendo fieles a una cultura, una estética y una manera de contar lo que pasaba.

Todo disco, como toda historia personal, tiene su cara A y su cara B. Todo su principio y su final, porque todo lo que vive también muere alguna vez. Por eso, entre un proceso y otro, conviene seguir el consejo que Jaime daba a quienes empezaban: “Chavales, sin miedo. Aprovechad el momento”, porque el tiempo pasa y todo acaba. Y así, cuando nos toque recordar, además de preguntarnos “¿con todo lo que fuimos, cómo hemos llegado hasta aquí?”, también podamos decir “yo lo viví, yo estuve allí”.

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—Me gustaría abrir esta entrevista con una frase que Jaime Urrutia solía decir antes de subirse al escenario y es: “Acabemos con esto cuanto antes”. ¿Por qué crees que empezó a emplearla?

—Porque en el caso de Gabinete (Caligari), Jaime estaba pasando complicaciones con su grupo, como bien sabes. Y claro, supongo que era un dolor tanto para él como para cualquier músico de rock que se va, o cualquier artista que se separa de su banda, o está con alguien muy incómodo, y es que hacer conciertos le resulta un calvario. Pero hay que hacerlo, porque hay contratos y hay conciertos por hacer, y lo primero que te nace es decir: “Acabemos con esto cuanto antes”. Y vas al siguiente y haces lo mismo, y así todo el rato, y es algo que nos pasa a todos. A nosotros, en la vida en general, vamos a un sitio y es un marrón, si es algo de trabajo o no, o si es algo familiar y estás ahí que no quieres estar y dices: “Acabemos con esto cuanto antes”. Como esta frase de “cuanto antes empieces, antes acabas”. Es como: “Tengo que hacerlo, me lo voy a quitar de encima ya, porque sé que después me voy a quedar a gusto”. Y es una cosa que no tienes que dejar pasar, porque si no, se te hace bola y se enquista. En el caso de los Gabinete, pues yo creo que Jaime estaba haciendo un esfuerzo para cumplir lo que tenía que hacer. Pero pasa con muchísimos grupos. Pienso, por ejemplo, en Héroes del Silencio y el tramo final de la gira de Avalancha (el último disco que sacaron). Tuvo que ser complicado porque, joder, cuando hicieron una de las últimas reuniones en Tijuana, discutieron (el famoso momento del decálogo de Enrique Bunbury), y ahí se separó el grupo, ¡pero es que les quedaban 80 conciertos más! 80 conciertos que tienes que hacer por lo que te queda de Latinoamérica y luego por España. Y es mucha convivencia, muchos conciertos, y todo esto en una furgoneta en silencio, del mal rollo que había. En Gabinete pasaría algo muy parecido, porque al final es el ciclo natural de los grupos: el que se separen, que haya mal rollo. Hay mal rollo con tu pareja, con los amigos, ¿cómo no lo va a haber con un grupo de músicos que a lo mejor llevan siendo amigos, como en el caso de los Gabinete, desde que eran adolescentes? Al final hay mucha convivencia, y es normal que cada uno acabe evolucionando hacia una forma de música diferente con el tiempo, pero bueno, es ley de vida en los grupos, ¿no? Esto siempre pasa. Luego está la opción de acabamos para siempre y se disuelve el grupo, o lo dejamos aparcado y lo retomamos en algún momento en el que se nos empiece a reivindicar, o seguimos haciendo discos, y aunque pasemos una travesía en el desierto, pues bueno, seguimos ahí, pero llegará un momento en el que tendremos muchas más tablas, nos reivindicarán y nosotros sabremos que hemos estado haciendo mucho trabajo. Por lo que son tres o cuatro opciones que ya coge cada grupo. Pero es lo más normal todo esto.

—Acerca de “la travesía en el desierto” que comentas… eso es precisamente lo que mencionas en el libro y te dice Enrique (Bunbury). Que él confiaba en ello y veía la posibilidad de que (Gabinete Caligari) pasara por esa travesía para luego renacer con otro éxito, como hicieron en sus primeros años, ¿no? La pena es que no se llegó a ello.

—Gabinete, casi al final de su carrera —aunque aún les quedaban unos años—, volvieron a hacer esto de Sombras Negras, que era un concierto, como dirían los cursis, back to basics, como vuelta a los inicios, vestidos de negro, que es como iban al principio. Y eso estaba guay, porque de alguna manera yo creo que les hizo ver cuál era la razón por la que hicieron todo eso. Pero bueno, si hubieran aguantado, igual hubieran hecho muchos discos muy buenos. El primer disco en solitario de Jaime Urrutia, Patente de Corso, tiene canciones de la época de Gabinete Caligari, como “Castillos en el aire”, por ejemplo, aunque hay algunas más, y ese disco es buenísimo. Para mí y para mucha gente a la que le preguntes, consideran que es uno de los mejores discos del rock nacional, y había canciones de Gabinete. Quiero decir que Jaime Urrutia al final es la voz de Gabinete, y la música que hace es como la de Gabinete: rock and roll, con algún toque diferente, pero básicamente rock and roll, y podrían haber encajado. Entonces, ¿cómo hubiera sido Gabinete Caligari en el 2000, haciendo un disco como Patente de Corso, por ejemplo? Pues hubiera sido la bomba. Hubiese sido un discazo tremendo. De haber seguido juntos, pues igual hubieran estado un tiempo de travesía por el desierto, y luego hubieran pegado un pelotazo en el momento en el que el rock era muy necesario, porque de repente estaba Operación Triunfo, empezaban las radiofórmulas a pegar más fuerte, y empezaba a entrar la música pachanguera y latina. Y ese momento en los 2000 (que es maravilloso) es en el que Calamaro está con Alta sociedad y Honestidad brutal; el “Loco” (Loquillo) con Cuero español, y luego con Feo, fuerte y formal; Bunbury con Flamingos; Jaime con Patente de Corso… Se habían juntado muchas cosas ahí para reivindicar el rock nacional, y que músicos como Germán Vilella, el batería de Los Rodríguez, tocara con Jaime, o estuviera Guille Martín de guitarra —un clásico del rock nacional que ha tocado con todo el mundo—… Yo que sé, hay mucha magia en esa época, y me hubiese gustado que los Gabinete hubieran participado en esa magia, vaya.

—Mencionas en la Introducción del libro, En privado hacia casa, que la primera vez que entrevistaste a Jaime Urrutia fue en julio del 2011, y ya han pasado catorce años. ¿Cómo definirías tu relación con Jaime, cómo ha evolucionado a lo largo de estos años?

—Pues hombre, en confianza, evidentemente, ha evolucionado mucho más. En formas, Jaime siempre así, es Jaime. Me acuerdo del primer día que quedamos, en el Vips que hay enfrente de Las ventas. Me citó a una hora rara, por la tarde, creo que era como a las seis o las siete de la tarde, no recuerdo bien. Lo que sí sé es que era a en punto, y yo era y sigo siendo muy fan de Gabinete Caligari. Por entonces yo estaba “empezando”, ya llevaba un tiempo haciendo entrevistas, pero no a ese nivel. Entonces claro, hacer a Jaime Urrutia… Te puedes imaginar: me había preparado muy bien la entrevista, quedó súper larga y tal, y bueno, el caso es que fui allí, puntual, y justo aparece Jaime con sus gafas de sol y se señala el reloj y dice (imita la voz de Jaime Urrutia): “Muy bien, muy puntual”. Aunque he de decir que antes hubo un encuentro previo haciendo un documental de Bunbury. El docu salió en 2011, pero se hizo en 2009-2010, y en ese documental se hicieron varias entrevistas, una de ellas a Jaime Urrutia. Ésta no la hice yo, sino un compañero, Juan Carlos, pero yo estaba por ahí porque venía de hacer más entrevistas con ellos, y me quedé. El caso es que me encargué de ir a buscar a Jaime Urrutia en taxi cuando llegó, y ese fue mi primer encuentro más “personal” con Jaime. El segundo sería el que te he contado del Vips, una entrevista que le gustó porque quedó muy guay, yo me la había currado mucho, mucho dato, era muy fan, como digo, y estuvo muy bien. Desde ahí, empezamos a hacer una entrevista cada año, año y medio o así, y luego ya se convirtió en algo que consistía en quedar para comer (aunque realmente íbamos a hacer una entrevista: lo de comer era la excusa, porque así la entrevista quedaba más distendida). Me acuerdo también de un día que Jaime me llamó para hablar de música porque tenía unas dudas de no sé qué disco porque estaba leyendo no sé qué libro, y quedamos para comer. Otras veces he estado en un medio y le he invitado a venir para hacer una entrevista. No sé, siempre hemos tenido este trato habitual y ahora, actualmente, pues ya quedamos directamente para comer, sin excusa, porque vivimos muy cerca. Antes vivíamos cerca, pero ahora está a nada, a diez minutos de mi casa. Y respondiendo a tu pregunta, pues podría resumirse en que nuestra relación ha evolucionado en eso, hasta el punto de ser casi vecinos.

—Llamarlo relación paterno-filial sería demasiado, ¿no?

—Igual es demasiado, pero bueno, hay una relación de persona joven que admira a un señor que lleva haciendo rock and roll desde mucho antes de que él naciera. Entonces… un padre musical sí, eso desde luego.

—Vamos a dar un salto en el tiempo. Concretamente a La noche de los cuchillos largos, como la titulas en el libro, y aquel 23 de julio de 1981, el primer concierto de Gabinete en el Rock-Ola, donde Jaime presentó al grupo diciendo: “Somos Gabinete Caligari y somos fascistas”. Narras muy bien el impacto que supuso esa frase e incluso la estética militar, nazi, un poco agresiva, controvertida, un poco punk. ¿Cómo hubieses reaccionado tú de haber estado presente ese día? Porque alguno entre el público no dudó en decir: “Como pille a este tío le parto la cara”.

—A ver, la respuesta corta, para empezar, es que me habría encantado estar ahí y no me hubiese importado lo que dijera, porque hubiese entendido por qué lo decía. Pero claro, tendría que haber vivido la dictadura, y luego la Movida, para saber el significado real que tendría esa frase dicha en ese momento. Ahora, con el tiempo, esa frase… Bueno, también te digo, di tú ahora esa frase. Si la dices ahora, sin que se hubiera dicho en aquel entonces, es decir, que el momento del Rock-Ola fuera ahora, con todo lo que hay… Imagínate la que les podría caer. Pero a mí, ya te digo, no me hubiera importado. Hubiese dicho: “Guay, el punk”. Porque yo, siendo como soy, y me conozco, sé que en esa época hubiera pensado así. Pero insisto, habría que tener en cuenta lo que has vivido antes. De haber vivido la dictadura, a lo mejor esa frase te resulta, más que ofensiva, doliente. Pero personalmente hubiese dicho: “Pues ole tus huevos”. Esto es el punk. Esto lo vienen haciendo en Inglaterra, y es una forma de provocar y de llamar la atención, y en el libro lo cuentan varias personas. Era el punk, y se hacía así. Ramoncín salía a provocar también con el ojo pintado cantando “Marica de terciopelo”, o dedicándole la actuación aquella en Dos por dos a los presos que estaban en las cárceles (a los presos políticos, quiero decir). Pues es que eso es el punk, amigo, y si no estás dispuesto a ello, pues igual acuéstate, pero eso era provocación. De lo contrario ¿cómo llamabas la atención? Ahora, por ejemplo, se hace diferente, ahora se provoca de otras maneras, pero en aquel entonces la manera de provocar era política, porque los jóvenes tenían algo que decir.

—Y eso no te hubiese condicionado para ser fan o no fan de Gabinete.

—No, pero por la actitud que tenían, y no porque diga: “Ah, pues si ellos dicen que son fascistas, yo me lo voy a creer y yo voy a ser fascista”. No. Es que yo creo que la gente se lo lleva a su terreno. O sea, no lo entienden ni irónicamente ni para provocar, sino que se lo toman al pie de la letra. Y no. El provocar tiene ese punto de picar, de llamar la atención, pero no de ofender tanto. La gente se lo toma todo como una ofensa ahora mismo. Y en el caso de los Gabinete, es verdad que fue un sambenito para ellos durante mucho tiempo. Pero bueno, es que lo hacían ellos como lo hacían otros en España, y muchos otros en Inglaterra. Ilegales rompía las guitarras, y luego Jorge (de Ilegales) te podía pegar una hostia si le caías un poco torcido. Así era como se vivía el punk y como se vivía el rock de entonces. A veces nos creemos que la Movida Madrileña era todo… a parte de la heroína y todo eso, que afectó a mucha gente, pero la Movida no era sólo Movida. Se daba mucha música en otras partes de España e incluso en zonas “más rurales”. En zonas del extrarradio había mucho rock y heavy e influencias que venían de Inglaterra, que a lo mejor eran oscuras, pero venían del heavy o del rock más pesado, del hard rock, o de Led Zeppelin o de Black Sabbath. Había tanta influencia del rock que todos, de alguna manera, tenían que llamar la atención. Unos lo hacían en contra del sistema, otros lo hacían en contra de las nucleares, otros en contra de la guerra, y otros eran irónicos y otros eran más provocadores. Pues bienvenido sea, es que si no… Si no provocamos no avanzamos, y creo que actualmente es difícil decirlo, porque te cae la del pulpo y ya veremos si te cae alguna demanda. Pero si hay un grupo que lo dice de forma irónica, para provocar, pues ole tus huevos. Y si encima conozco a esos grupos, por ejemplo en el caso de los tres Gabinete, que conozco a los tres personalmente, ¡es que no son fascistas! Lo que pasa también con la palabra “fascista”, que ya es otro tema, es que tiene muchas connotaciones ahora mismo. Pero el provocar, hay que seguir provocando, porque si no, nos quedamos aplatanados, y en esa época había que sobrevivir y provocar, y eran tiempos duros.

—¿Puede ser que la provocación sea entonces, si no sinónimo, al menos sí alimento de la buena estrella que, como decía Alberto Urrutia, tenían tanto Jaime como su padre? Quiero decir, Alberto afirma que a pesar de todo lo que pasó Gabinete, Jaime siempre ha tenido buena estrella, e hilándolo con lo que comentabas respecto a la provocación, ¿podría darse en algunos casos que dicha provocación sirviera para mantener esa buena estrella con la que ya se nace?

—Hombre, pero porque hay un talento ahí, y si hay talento hay buena estrella. Toda persona que se dedica a crear algo tiene un talento, y es verdad que la gente que compone, que escribe, rueda una película, un guión, toda la gente que crea algo desde cero, creo que tiene una sensibilidad muy especial de alguna manera. Unos más que otros. Jaime, en su caso, es que tiene una sensibilidad especial y es una persona muy sensible. Por eso creo que se defendía con su rictus, con su forma de ser dura, como los otros Gabinete, que tienen esa imagen de duros. Jaime en el libro lo dice: “Me creí la imagen de chicos duros que queríamos transmitir”. Y es que eran duros, pero también sensibles. Aute, por ejemplo, solía referirse a Jaime como “el hermano pequeño de Lou Reed”. Pito (Cubillas) lo define muy bien también, una vez que Jaime estaba un poco depre porque estaban poniendo en la radio un tema del momento y no ponían tantos temas de Gabinete, y le decía Pito: “Ya, pero bueno, el vuestro también está sonando y está funcionando muy bien”. Pero nada, seguía alicaído. Por eso Pito dice que Jaime es de esas personas a las que hay que levantar.

—“Levantar el ego”, concretamente. Lo tenía aquí apuntado. Según Pito, Jaime “es una persona que necesita muchísimo a alguien que le empuje hacia arriba, que le levante el ego”. Más adelante quería preguntarte acerca del ego de los artistas, pero ya que lo sacas, Pito lo menciona en la última etapa del grupo, en el capítulo de Gabinetissimo, cuando ya la relación con Edi (Eduardo Clavo) y Ferni (Fernando Presas) estaba cada vez más fría y Jaime más desencantado.

—Claro, es que para una persona tan sensible que percibe la realidad de una manera más intensa, tiene que ser muy duro. En general para la gente lo es. El pasar de estar viviendo aquí (arriba) a vivir aquí (abajo) es duro, en general, para todos. Pero claro, Gabinete tiene una carrera ascendente desde que empieza hasta que llega a su culmen de popularidad, que es con Privado, en el 89-90, y el éxito comercial total con “La culpa fue del chachachá”, la imitación de Martes y Trece… Todo eso hace que Gabinete esté en un punto tan máximo de popularidad en España, que, claro, ¿luego qué vas a hacer? Porque la gente espera otra culpa fue del chachachá, comercialmente hablando. Pero tú eres artista, tienes una sensibilidad y te gusta escribir tus canciones y evolucionar, y ahí empiezan un poco las cosas de: “Bueno, vamos a tirar por aquí musicalmente, vamos a tirar por allá…”. Y sucede lo que siempre sucede al final, que los caminos se van distanciando porque no quieres repetir ese éxito. El “morir de éxito”, a veces lo llaman, ¿no? Pasa con todos los grupos. Algunos salen mejores que otros, otros salen sin despeinarse, y otros se estrellan estrepitosamente. Pero Gabinete continuó con Cien mil vueltas, grabado en Londres con Phil Manzanera, y eso era como decir: “Ha funcionado muy bien Privado, pues con el siguiente vamos a poner toda la carne en el asador”. Pero el disco bajó en ventas y, a partir de ahí, vino el descenso del grupo. Es que es lógico. Vamos, creo que es lógico. Con Jaime pasó algo parecido cuando publicó Patente de Corso. El disco es tan bueno, tan bueno, tan bueno, que lo que viniera después iba a ser complicado de superar. Complicado, eh, no imposible. Pero claro, con los Gabinete en ese punto tan alto de su carrera, en el que todo el mundo los conocía porque sólo había una tele… Joder, al final, ¿qué haces después? Y si a la sensibilidad que tienes, le sumas que vas viendo que los escenarios cada vez son menores, que tienes menos ventas, que la gente sólo te recuerda por la caricatura de Martes y Trece, que te reconocen por eso y no tanto por tu música, que sólo se acuerdan de ti por una canción… Que te digan “¿qué haces, que no estás haciendo nada?”, cuando en realidad has sacado discos pero la gente no te sigue tanto porque has decidido hacer carrera en solitario, que las cosas técnicas son peores, que dejas de viajar, dejas de estar en hoteles de cinco estrellas y pasas a estar en hoteles de tres, tienes menos ingresos, etc. Joder, pues si para cualquiera de los mortales eso es un dolor, imagínate para alguien que es más sensible que la media.

—Pero ahí también depende de cómo consideres o concibas el éxito, ¿no? Es decir, hay gente que prefiere sacar un buen tema o un buen libro, tener un gran éxito y ya, que ir encadenando poco a poco, no grandes éxitos, pero sí proyectos más pequeños. En el caso de Jaime, él no sólo tiene sensibilidad, sino que es compositor, es letrista. Componer para él es algo innato, ¿no? Y luego, que también tiene mucha ambición. A lo mejor cualquier otro en su lugar hubiese dicho: “Oye, como hemos tenido tanto éxito con “La culpa fue del chachachá”, pues estiremos un poco más el chicle. Sigamos por esta línea, con este estilo”. Pero Jaime, queda evidente en el libro, no es de esos, y el éxito para él significaba otra cosa.

—El éxito es que es un poco mentiroso porque, en general, tú lo percibes de una manera diferente a como lo percibe la gente. Porque claro, el éxito, entiendo que la gente lo relaciona con tener dinero, vivir muy bien, ser millonario, que todo el mundo te conozca, pero una cosa es ser famoso y otra cosa es ser popular. En el caso de Gabinete son populares. En la época de Privado eran famosos porque estaban en todos lados, pero Gabinete al fin y al cabo son populares, porque los conoce todo dios, pero sin que sea una caricatura como cuando son famosos. No sé si me explico. Pasa con grupos que, como dices, cogen esa fórmula. Les funciona una canción y en el siguiente disco meten una parecida, o meten la misma pero a dúo con no sé quién (ya estas son cosas del mercado discográfico). Sin embargo, me alegro de que Gabinete no siguieran estirando el chicle con “La culpa fue del chachachá” ni que siguieran ese camino, a pesar de que comercialmente no iba a ser igual. Es que, a lo que voy, cuando te va bien con una cosa y has pegado el pelotazo, dices: “¡Hostia!, si lo estiro, ¿hasta dónde lo estiro?”. Porque puede estar muy bien, pero yo creo que es pan para hoy y hambre para mañana. O puedes hacer lo contrario, seguir con tu camino —que te va bien—, porque has llegado hasta aquí gracias a lo que has hecho anteriormente y no ha sido de la noche a la mañana. Así que sigues haciendo tu movida. Pero también te digo que habrá momentos, como pasa con todo, en el que estés abajo, luego estés otra vez arriba, luego abajo, y es normal, es lógico. Porque además las modas vienen y van, sobre todo en la música, y en general la vida, pero más en la música, y lo que hoy mola pues mañana no, hasta que lo revindica alguien y mola otra vez. Si sigues tu camino, pues habrá gente a la que le dejes de gustar, y gente nueva a la que quizás le gustes, y vas renovando generaciones, que también está muy bien. Pero ya te digo, también depende de cómo concibas el éxito. Jaime yo creo que lo concibe de una manera que le permita vivir tranquilo de sus canciones. Eso ahora. Habría que ver cómo era antes, y cómo concebía el éxito cuando tenía treinta años, o veinte.

—Cuando estaba en la cresta casi.

—Claro, es que estás viviendo una cosa que sí, que te reconocen todos, pero, pichichi, estás ganando un pastizal tremendo, estás siendo una estrella, haces unos conciertos de la hostia, entonces, ¿ese es el éxito para ti? Pues hombre, a lo mejor el éxito que tienes hoy es un poco diferente al que vas a tener mañana. Es que depende de muchos factores, y yo no soy músico, no puedo sentirlo así, pero puedo percibirlo con algunos músicos con los que he tratado a lo largo de todo este tiempo y sé que el éxito, tu forma de entenderlo y de percibirlo, cambia con el tiempo.

—Continuando un poco con el carácter y la personalidad de Jaime, ¿crees que la educación que recibió en casa, de corte más tradicional, más conservadora, acabó influyendo en la presentación transgresora de Gabinete? Sobre todo a la hora de identificarse y de presentarse como artista.

—Sí, como también influyó la época porque, a ver, en su casa no había artistas, aunque es verdad que su madre tocaba el piano y demás, pero había mucho ambiente taurino. Jaime es que es un chaval muy pequeño, muy pequeño, cuando él descubre a los Rolling Stones y cuando llegan los primeros discos a casa gracias a su hermano mayor. Todo eso hace que, claro, como decíamos antes, veníamos de una época en que la Semana Santa era la ley. No podías hacer ruido ni poner música. Entonces, claro, vives eso, y tampoco lo quieres para ti, porque eres un chaval y quieres un poco de [chasquea los dedos], pues divertirte, evidentemente, y lo antiguo te parece, aunque tengas una educación tan tradicional, un aburrimiento, porque eres un crío y, naturalmente, por mucha educación que tengas, tú lo que quieres en Semana Santa, que tienes vacaciones, es jugar, no que tu abuela te diga: “Shh, ¡niños! Shh, ¡que está el Señor de cuerpo presente!”. Pues no. Pero aun así recibes una educación que te sirve para otras cosas. Entonces, sí, claro, por supuesto que influye esa educación de Jaime en cómo es él. La educación, y lo que vino después gracias a su padre y la forma de ser de éste, el que fuera crítico taurino, que Jaime le mecanografiaba las crónicas, que le gustara escribir y traducir desde pequeño las letras de Dylan, o se matriculara en filología semítica, todo eso viene también porque Jaime tiene una curiosidad y una inquietud que no la tiene todo el mundo. Y si además tienes un talento, y tienes oído y gusto por tocar, pues al final te acabas convirtiendo en un artista, claro que sí. En un músico. En el caso de Jaime yo creo que se le juntaron muchas educaciones: la que recibió por los Haro Ibars, la que recibió por su padre, por las amistades, por el ambiente en España… Se juntaron varios factores, como digo, y la suma de aquello lo convirtió en lo que fue y sigue siendo.

—¿Y cómo definirías tú personalmente que es la mejor manera de aunar la tradición con el rock and roll?

—La mejor manera es como lo define Antonio Bartrina, de Malevaje, cuando compara el rock-toreo, con el tango y el rock, pero porque había roquetas, gente con tupé, rockabilly y tal, rockers, que se interesaban por el tango, y eso a veces choca. Pero es que si te fijas en ellas, las letras del tango son duras. Yo he entrevistado a muchos tangueros y me dicen eso, que las letras del tango son duras. O sea, que si la transformas en rock and roll, se convierte en rock and roll o en rock duro, porque las letras de la época hablaban de amores muy apasionados. Entendidos en otra época pueden ser incluso machistas, y no digo que los tangos sean machistas, ojo, aunque hay gente que lo percibe así y dice: “Hostias, son muy duras contra la mujer”. Pero bueno, el caso es que son letras duras. Y Antonio Bartrina explica muy bien cómo se van adaptando unas corrientes musicales a otras. Gabinete Caligari lo hizo primero con las castañuelas, y luego con el saxo de Santiago Ulises Montero, añadiéndole ese rollo taurino de pasodoble. Entonces, claro, reivindicar lo antiguo, que estaba siendo un poco denostado en la Movida, por los modernos precisamente, porque olía a rancio, olía a dictadura, y aplicarlo a lo que estaba de moda y ya de paso reivindicar tu raíz, requería bemoles. Porque al final, por mucho que estuviéramos escuchando a The Cure, a Siouxsie and the Banshees y demás, ¡tío, eres de Ventas! Eres del barrio de Ventas. Que guay, que sí, que traes discos de Londres y escuchas lo que suena en el Rock-Ola, pero eres de Ventas. Y a mí me molan muchos grupos auténticos que no tienen complejo en revindicar lo que es suyo. No en hacer patria del país, ¿eh? No es un término político. Es un término artístico que a veces está denostado porque se hace cierta reivindicación de la cultura popular. Pero bueno, claro, la cultura popular nuestra es que, aunque no te guste, también son los toros y el fútbol, como la “Canción del pollino” que cantan Gabinete Caligari. Es que somos así. Somos un poco Torrente, un poco Chencho, a veces somos un poco Benito Lopera y otras un poco Ortega y Gasset. Los españoles somos muchos y tenemos todos nuestra idiosincrasia. Nos quedamos con lo bueno y nos quedamos con lo malo; exageramos una cosa, exageramos la otra, pero es nuestra cultura, y eso Gabinete yo creo que lo hizo muy bien, y Antonio lo explica todavía mejor.

—Pero fíjate que es curioso cómo al final ese tipo de evolución de nuevas corrientes, o nuevas músicas, que van incorporando algunos artistas en su carrera, siempre funciona cuando conectan con las raíces. Cuanto más ahondan en lo arraigado de nuestra cultura, cuanto más remueven las entrañas, es cuando han sacado, si no los mejores discos, al menos sí de los mejores porque ha llegado al público y éste ha respondido llenando estadios y comprando los discos. Musicalmente pienso en lo que han podido hacer Sílvia Pérez Cruz, Rosalía o C. Tangana, por ejemplo. Que en su momento supieron buscar y rebuscar en esas raíces para después incorporarlo a su propio estilo, más moderno, adaptándose a los tiempos y a su tiempo.

—Y tuvieron polémicas. Es que claro, como la raíz es algo considerado tan puro, porque es el germen, de ahí nace todo, te vas a encontrar con mucha gente talibana, fundamentalista, que dice que si no puede modificarse el Génesis, que si…

—Le pasó a Enrique Morente con Omega, sin ir más lejos…

—Le pasó a Enrique Morente, como le pasó también a Camarón con La leyenda del tiempo, o a Dylan cuando se electrificó. Es que ha pasado siempre. Entonces, ser un flamenco como Camarón, que venía haciendo flamenco puro y de repente hacer un disco con bajo eléctrico, con un sitar, con poemas de Lorca… ¡Mal! Un músico que nunca ha tocado blues y de repente se interesa un poco por el blues… ¡Mal! Mal, porque al final tocas la raíz. En el caso de Camarón, cuando le preguntaban sobre eso, él decía que la pureza siempre la llevaba dentro. Que él podía hacer una cosa u otra, pero la pureza estaba dentro. Y es así, es lo que yo creo. Cuando se toca la raíz, y en la música, en el rock sobre todo, siempre pasa. Por ejemplo, te hablo del rock and roll básico de los años 50. Ese rock pecaba un poco de alejar a la gente, de ser un poco snob, que es a lo que voy. Y respondiendo a tu pregunta, eso hizo también que mucha gente no tuviera interés por ciertas corrientes musicales porque no formaban parte de su círculo o de su gremio más estrecho, y decían: “Tú no puedes formar parte de esto, porque no lo vas a entender”. Y pasa con el arte, pasa con el teatro, que hay quien lo ve refinado, o lo ven muy lejano… Y claro, ¿qué pasa? Que en el contexto de Gabinete ya se daban esas situaciones cuando llega la Movida Madrileña, y hay grupos que no son considerados tan Movida. Entonces, sí, escandalizar a los padres molaba porque era una forma de escandalizar a la autoridad, pero llegar a ellos, llegar a la abuela (a la que quieres un poco más, a veces), pues te reconcilia un poco con tus raíces, ¿no? Así que yo creo que, en ese sentido, los Gabinete pensaron: “Vamos a acercar todo esto”. De hecho, empezaron a adquirir ese sonido cuando fueron a la mili y vieron que allí lo que se escuchaba no era lo del Rock-Ola.

—Eran Los Chunguitos, Los Chichos…

—Claro, pero porque allí había gente que no era de Madrid, sino que era de provincias y de pueblos muy pequeños, y tienes un choque de realidad y te das cuenta de lo que hay. Entonces mezclas tus influencias oscuras, que a lo mejor te habían alejado de esta gente que escuchaba a Los Chunguitos o a Los Chichos, con lo “nuevo” que estás oyendo y descubriendo, y el resultado es un batiburrillo maravilloso en el que estás juntando lo mejor de dos mundos, pero sin dejar de ser tú. Sin perder tu identidad.

—Como hicieron en “Sangre española”, ¿no? Y como dice Alberto (Urrutia) en el capítulo Que Dios reparta suerte, que esa canción le indicó a Gabinete el camino a seguir como grupo; que, gracias a ella, “fueron hacia las raíces”. A “encontrar la identidad propia en lugar de asimilar la ajena”.

—Y no siendo un tipo británico, no imitando un símbolo. O sea, no siendo un Robert Smith hablando de toros con música taurina. No, porque no es lo mismo. Entonces, hay que aprovechar eso. Y Jaime y los tres Gabinetes, por la estética que tenían, esa estética de las patillas de hacha, las camisas de chorreras, las camisas con el cuello subido, los lunares, la forma tan chulesca que tenían de ser… Tío, qué guay, ¿cómo no te vas a identificar con esa gente? Es que es el casticismo puro. Uno de Madrid Madrid, de estos chulapos chulapos, pues hombre, claro que sí. O sea, si entonas chotis, o pasodobles, o te gusta la Zarzuela de alguna manera, Gabinete Caligari o te encantan o te espantan. Pero es que son nuestro cartel de Mahou. No iba a decir marca, pero bueno, son nuestra cerveza. Y la cosa es que ellos lo dicen. Jaime lo canta en “Tócala, Uli”: “una caña de Mahou y una de rabo de toro”. Es que esa estética, esa forma de ser tan de verdad, era lo que hacía que Gabinete Caligari fueran tuyos. Y pasaba lo mismo con “Al calor del amor en un bar” también. Ellos cantaban algo muy español, muy castizo, muy cañí. Y ahora que se está reivindicando un poco la taberna antigua y la estética esta, pues es la cosa que los Gabinete hubieran reivindicando si hubiesen seguido tocando. Esa cosa es lo que ahora te recuerda porque formas parte del recuerdo de la gente. Al final es cultura popular, que es por lo que tú cantabas.

—Como dice Bunbury en el libro respecto a la música y la estética, porque “la música es lo importante”, “la estética tiene que apoyarla y no al revés”. Gabinete Caligari, en ese sentido, siempre fue fiel a sí mismo, ¿no?

—Porque en el caso de Gabinete vino la música antes que la estética. Y porque, volviendo a lo de antes, la ropa era una forma de identificarte y de expresarte. Lo que escuchas te influye. Cuando eres joven eres una esponja, y claro, ves que de repente uno tiene fotos en el estudio de su tío que son de temática militar, otro puede conseguir ropa militar, y estamos escuchando a estos otros que tienen este rollo… Gabinete lo que hizo es lo que dice Enrique: la estética se apoyó en su música, no era impostada. Porque te los crees. Tú ves a Edi con la camisa de chorreras abiertas, enseñando el pecho, un pecho lobo, las gafas Ray-Ban, las patillas, la forma de hablar… Te lo crees, no es impostado. Otra cosa es que vengas aquí de Keith Richards y vengas tocando como él, y acabes diciendo “ya, pero no”. Tú lo que eres es un imitador de Keith Richards. Es una estética impostada, es postureo. Gabinete no. Con Gabinete tú ves el videoclip de “La culpa fue del chachachá” y te los crees. Por eso llegó a tanta gente, porque te los creías. Porque es que son así. Y como diría Zabala de la Serna “se torea como se es” y la estética, en el caso de Gabinete, es totalmente lo que dice Enrique, apoyaba la música que hacían. La estética, si acabó evolucionando, lo hizo con ellos.

—¿Consideras que Jaime, Edi y Ferni estaban destinados a estar juntos? Porque la manera en la que se conocieron, por medio de un tablón de anuncios en la facultad de filología por la que pululaban los tres, separados pero juntos a la vez, parecía indicar eso mismo, que estos tres puntos iban, tarde o temprano, a confluir.

—Sí, pero porque también estaban en un entorno que era propicio. Muchos músicos, el Loco, Ramoncín, etcétera, etcétera, llegaron a otros músicos a través de tablones de anuncios, porque no existían las redes sociales y porque las redes sociales eran eso. Cuando te mueves en ese ambiente, hombre, no sé si destinado a estar con esas personas, pero seguro, seguro, que con alguien del entorno iban a hacer algo, porque todos tenían curiosidad. Todos querían hacer cosas. Al final lo que es curioso es la sucesión de acontecimientos vista con el tiempo. Por ejemplo, cuando le venden el bajo a Nacho Canut , pero no sabían quién era Nacho Canut porque esa noche debutaba en el M&M. Pues son cosas que van sucediendo porque, claro, lo ves ahora, y dices: “Ah, hostia, que este grupo se estaba fundando en este momento, o aquel estaba haciendo esto otro con ese otro”. Y en caso de Gabinete, a ver, el tablón, la cafetería… pues al final se juntan estas cosas misteriosas que da la química entre dos personas, o tres, o cuatro, y forman un grupo y funciona. Magia.


—Respecto a la época que estamos hablando, tanto el entorno como el contexto fueron propicios a su manera, porque de ahí, sin ir más lejos, salió la Movida y salió también la Nueva Ola. Unos eran de una corriente, otros de otra, pero todos estaban entremezclados a la hora de contar cosas; de crear un nuevo estilo o una nueva forma de hacer música, ¿verdad?

—Mira, en Andalucía, por ejemplo, en los 60-70, se dio un fenómeno muy interesante, que fue la explosión del rock andaluz y del rock en general debido a las bases americanas que traían discos. Piensa incluso que era una época todavía franquista, tardofranquista, cuando los grupos andaluces como Smash, luego Triana, por ejemplo, antes de formarse, coincidían en locales y tocaban unos con otros. Estaba el grupo Gong, y estaban por ahí ya los García-Pelayo y se estaba formando un caldo de cultivo maravilloso para que luego saliera Triana, Smash o, con el tiempo, Medina Azahara. Estaba Tabletom por ahí también, estaba el rock progresivo… Se estaba juntando un poco de todo y la gente quería contar lo suyo, a su estilo, porque venían de una época de opresión, o de miseria y habían vivido cosas, que es lo importante cuando escribes, y cada uno quiso hacerlo a su manera. En Madrid, con la Movida, empezaron a formarse grupos porque la gente tenía esa necesidad de componer y de expresar. Pero es que en Galicia pasó tres cuartos de lo mismo, y en Cataluña en general, en Barcelona, pasó igual, sólo que con una mirada más cosmopolita, más europea, considero. En Zaragoza también. En todos lados había gente diciendo cosas. Otra cuestión es dónde se focalizara más o menos, porque es cierto que somos un país muy centralizado en Madrid, y un poco en Barcelona, pero en España ya se habían dado descubrimientos explosivos de querer contar y probar desde mucho antes de la Movida. La Movida es un movimiento, sí, pero movimiento hubo en todos lados. Y a veces, en algunos casos, resultaba una ensalada de hostias, pero estaba bien porque se acababan mezclando, de un modo u otro, diferentes culturas. A mí, personalmente, esa me parece una época maravillosa en el contexto de que todos tenían algo que decir.

—En Profesional a su servicio mencionas el papel de Paco Bragado, a quien Jaime consideraba su “abrigo de visón”, porque gracias a él salía protegido al escenario, rodeado de luces. En el capítulo destaca la pasión y el compromiso para con el oficio, y en el caso de Paco, ese estudiar los escenarios o el revisar los vídeos después de una gala para corregir lo que fallaba en las siguientes. Quiero pensar que el papel de los técnicos o diseñadores de luces no se ha devaluado, ni mucho menos, pero a veces falta, en esta época, esa profesionalidad tan arraigada que, entre otros, tenía Paco.

—Yo creo eso, pero también hay que decir que profesionales buenos ha habido siempre. Lo malo es que en aquel entonces no había tantos medios técnicos. Requerían mucho desembolso, el presupuesto era alto y las condiciones del sitio donde ibas a tocar también influían. Luego es verdad que la implicación de las bandas con el equipo de luces no era tan estrecha como la que podía haber con el de sonido. A lo mejor muchas bandas con que tuvieran luces les valía, pero con el sonido no. Con el sonido tenía que estar todo bien, perfecto. Paco Bragado en el libro cuenta eso, que cuando entró en la gira previa a la de Camino Soria (creo que era), según dónde iban a tocar, se estudiaba el escenario y también cómo montaba las ilusiones visuales de la gira de Privado: las cortinas, el momento en el que aparecían tocando… Ese momento es… ¡Me hubiera encantado vivir eso! Yo lo he vivido con muchos artistas, pero con Gabinete me hubiese encantado estar en ese concierto de Cartagena que menciono en el libro, y ver ahí a Edi girando con la batería aunque al final no pudiera ser. Porque toda esa puesta en escena hacía que tu show tuviera un valor añadido. Ya no era sólo lo estético, o lo musical; ya no era ir a ver al grupo, sino que era todo lo que se movía detrás. Porque ese gran grupo que estabas viendo en la tele, en el caso de Gabinete en la época de Privado, la época cumbre (comercialmente hablando), era en la que más gente iba a verles. Tocaban en sitios más grandes, en pabellones, y el escenario por tanto tenía que estar a la altura. Tú ibas a ver a los Gabinete Caligari porque los habías visto en la tele con “La culpa fue del chachachá” y querías ver un escenario de la hostia. Y eso mola. Y eso requiere que inviertas en profesionales que están creciendo a la vez que un mercado y una industria que se está adaptando a los nuevos tiempos. Y creo que, aunque actualmente se le da mucha importancia a los músicos y a los técnicos en los conciertos, este es un mundo que debería conocerse más. Porque hay mucha gente detrás que está trabajando de manera minuciosa desde la noche anterior para que todo esté perfecto al día siguiente. Y pasa otra cosa: en el directo es donde se muestra cómo es un grupo. La pena con Gabinete es que nunca llegaron a grabar un gran disco en directo, y yo creo que con eso hubieran demostrado cómo eran, cómo sonaban, e igual les hubiera hecho justicia para paliar un poco el daño que estaba haciendo “La culpa fue del chachachá”, así como la imitación de Martes y Trece.

—Pero ¿por qué les afectó aquella imitación de Millán? ¿Por qué Edi considera en el libro que aquello fue el comienzo del fin de Gabinete?

—Pues porque después de eso, lo que te decía al principio, llegas a un punto en el que ya te están caricaturizando. Y vale, tienes tanta personalidad que eres imitable. No eres indiferente, eso está muy bien, pero también en España tenemos esta cosa de alzar a alguien mucho y luego bajarlo, lo vemos constantemente en la prensa deportiva. A los Gabinete les pasó que llegó un momento en que se llevaban hostia tras hostia. Y como eran así, muy suyos, también había gente que estaba deseando que cayeran.

—¿Qué final crees que se merecía Gabinete?

—Creo que Gabinete se merecía, más que un final, un mejor reconocimiento. Sé que en Warner están tratando muy bien su material y su legado. Y yo creo que eso le va a hacer justicia a Gabinete porque, si te das cuenta en el libro, casi al final de su carrera ya las discográficas pasaban un poco de ellos por el cambio de música, de modas y por las nuevas generaciones, que estaban también a otra vaina. En esa época, las bandas que se formaron en los 70-80 empezaron a separarse porque ya habían cumplido un ciclo, o porque estaban hasta los huevos los unos de los otros… y todo eso al final estaba influyendo en que las discográficas buscasen nuevos artistas desechando lo anterior, que esto también es algo que hacemos mucho. Parece que somos incapaces de vivir con lo anterior. Tenemos que eliminarlo y continuar con lo nuevo. Pues no, porque con lo anterior no vas a evitar que cometas errores, pero te enseñará varias cosas. Y a lo que voy, es que muchas bandas fueron denostadas no sólo por parte de las discográficas, sino también por parte de la prensa, incluso del público, y es una pena, porque dieron tanto que el hecho de acabar así fue muy injusto (aparte de las razones personales que hubiera entre ellos).

—¿Y cuál dirías que es la cara A y la cara B tanto de Jaime Urrutia como de Gabinete Caligari?

—Pues mira, empezando por el final de tu pregunta, de Gabinete Caligari lo hemos comentado a lo largo de la entrevista, si Camino Soria fue la máxima expresión del éxito de Gabinete, Privado fue el otro lado, la cara B de una banda que empezaba a descarrilar. Empieza la decadencia, lo vulnerable, y se empieza a ver esa cosa que decía Pito cuando Jaime parecía más deprimido. En la historia de Jaime la cara A diría que es el principio, cuando hablo del padre, de Julio de Urrutia Echániz y de los inicios de Jaime. Y la cara B sería el capítulo de Amor de madre, donde voy a lo universal, a lo que nos conecta a todos: la madre. Me parecía que el tono tenía que ser un poco diferente, porque además habíamos hablado del padre de Jaime, que era un tipo duro, y más adelante llegamos ahí, a la madre, a Carmen, y quería darle un poco más de ternura pero sin recrearme. Me gustó mucho escribirlo, aunque lo sentí muy doloroso también por todo lo que pasó Carmen, y pasan muchas madres, que al final vives las circunstancias como te llegan y después de todas las penurias que has pasado, de repente, llegas al final de tu vida y tienes que lidiar con un cáncer mientras ves a tu hijo triunfar en la tele, con que tu marido tiene Alzheimer, con que empiezas a ser más dependiente, con que no quieres que tus hijos (los que quedan en casa) se vayan, y les dejas 500 pesetas y un paquete de tabaco encima de la mesa de noche para que retrasen su marcha, pero aun así comprendes que, en algún momento, tienen que irse… y entonces, claro, esa parte final marca la vida y la muerte. La vida y la muerte en general, pero también marca cómo la época musical de Gabinete va decayendo. Y me parecía muy bonito escribirlo de esa manera: el cantar y dedicarle una canción a tu madre, como es “Amor de madre”, después de haber sido el tipo chulo, con una estética dura… Ahí se le ve toda la vulnerabilidad a Jaime. A partir de ahí, viene otra época de Gabinete Caligari y, sobre todo, de Jaime Urrutia.

—Ya acabando, como nos estamos centrando en el final de Gabinete, en el libro no queda muy claro cuál es el motivo exacto de la separación.

—Es que al final se juntaron muchas cosas. Jaime ya estaba pensando en que quería hacer una carrera en solitario, los gustos musicales de cada uno ya eran diferentes, se juntaron muchos factores y el detonante de todo fue, sobre todo, el cansancio. Hay un día que llega y es la gota que colma el vaso, y hasta aquí hemos llegado. Porque lo piensas en frío, lo piensas en caliente y el final siempre es lo mismo: dejarlo. Hay gente que lo razona y dice “ya veremos”, y otra gente que dice “hasta aquí”.

—A lo largo del libro los tres miembros (Jaime, Ferni y Edi) reconocen varias veces que siempre han sido una banda muy autocrítica, personal y profesionalmente, aun cuando el grupo estaba ya roto y cada uno tirara por su camino. Y es bonito comprobar cómo los tres coinciden en esa autocrítica pese los problemas, pese a la separación y pese al tiempo transcurrido.

—Es que es una cosa muy interesante lo que has dicho… Yo entrevisté tanto a Ferni y a Edi juntos, y a Jaime aparte, como luego a cada uno por separado, y al final hay cosas en las que coinciden siempre. Una de ellas era la autocrítica. Claro, ellos eran una banda muy seria. Muy rígida, muy hermética. ¿Cómo no van a ser autocríticos si eran tan serios y recelosos con lo suyo? Y lo cuenta Pito, que tenían una forma de ser muy diferente. Al final todos tenían una vida muy asentada, o más o menos asentada. Jaime por eso estaba un poco más desencantado y desilusionado, y porque cuando eres mayor no te pasan las mismas cosas que te pasaban con treinta ni con veinte. Ya no vas a escribir las mismas letras que escribías antes, por eso quieres probar algo diferente. Y mira, hay una cosa que me contó una vez Josele Santiago en una entrevista: “Te metes a los quince en una furgoneta, y sales a los cincuenta sin saber qué coño ha pasado”. Es el mejor ejemplo para resumir todo esto. Acabar una carrera…Evidentemente, entre los tres Gabinetes hay coincidencias, y más en algo tan básico como la autocrítica, que eso te da esperanzas de que, bueno, hay una base que todavía sigue latente. Pero es eso, es lo que dice Josele: O sea, al final, vas con tu base, con tus normas, tus líneas rojas, tu música…vas por ahí cuando eres un chaval, sales a los cincuenta sin saber qué coño ha pasado, pero te llevas mal con estos tíos; has hecho este dinero, pero ahora sales peor de salud… No sabes qué ha pasado. Y todo eso termina. Termina una banda que habías formado con los colegas de la universidad, y llega un momento en el que Esteso es tu telonero. Te pones a pensar y dices, ¿qué coño ha pasado para llegar aquí? Con todo lo que hemos hecho, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Y hostia, ¡claro que haces autocrítica de eso! ¿Cómo hemos llegado hasta aquí, cómo perdimos Madrid, que es el contexto? Eso es lo que vemos ahora cuando vas por la calle, cómo hemos perdido Madrid, que se parece a cualquier ciudad europea. Y cualquier ciudad europea se parece a otra ciudad europea. Todas se parecen mucho, en ciertos rasgos, porque todo está unificándose, entonces claro, al final, sales de la furgoneta y te preguntas: ¿cómo hemos perdido esto?

—Y cómo lo hemos perdido cuando hemos intentado no perder la identidad, que es lo que intenta Gabinete, que nunca la perdió y la intentó mantener a toda costa. Con buenas canciones, con malas canciones, con mejores arreglos, con peores arreglos, pero se mantuvieron.

—Sí, en su caso, pues lo enlazo con el principio: tenían que haberse esperado un poco, porque hubieran hecho grandes cosas después y me hubiese gustado escuchar un disco de ellos al nivel de Patente de Corso.

—¿Podemos decir que nunca es tarde para que eso suceda?

—Nunca es tarde, no. Y aunque no graben, porque entiendo que es un proceso doloroso volverte a encontrar, a ensayar y todo eso, Jaime Urrutia merece un último disco muy grande. Muy grande. Muy a la altura de la que es su figura y de la de Gabinete Caligari, y hombre, si se juntan y cantan algo, pues ya es la hostia. Pero poquito a poco, y que aún queda ese disco de Jaime Urrutia que ojalá, espero, salga pronto.