jueves, 23 de octubre de 2025

ANA CURRA Y LOS 13 APÓSTOLES DE PARÁLISIS PERMANENTE

Ulises Fuente

La Razón, 19/10/2025

La artista se suma a bandas jóvenes para versionar los clásicos del grupo: «Me educaron para estar a la sombra de otros y mucha gente piensa que Eduardo hacia las canciones de Parálisis, pero era yo quien llevaba la batuta»

«Me encuentro bien, tío, estoy muy bien. Yo no soy una persona nostálgica, sino del aquí y el ahora. Me gusta estrujar la vida», dice Ana Curra sobre un momento de su vida en el que, lejos de pararse, acelera. Ana Isabel Fernández (San Lorenzo de El Escorial, 1958) revela tres proyectos a la vez: la reedición en vinilo de su clásico «Volver a las andadas», que estaba descatalogado, un tema nuevo de aire punk («Activista de la idiotez») del que será su nuevo trabajo y un proyecto muy ilusionante.

Se trata de «Ana Curra y los 13 apóstoles. La última cena de Parálisis Permanente», una revisión del legendario disco de Parálisis Permanente «El acto», en colaboración con hasta 13 artistas jóvenes que versionan los temas de un álbum que se ha convertido en un clásico en el que se ven reflejadas bandas cuatro décadas después. Bandas como Camellos, VVV Trippin’you o La Plata, que, desde una nueva manera de hacer post punk se identifican con aquel trabajo. Trece colaboraciones que se presentarán en directo el 23 de enero en el Teatro Eslava.

«Son gente joven consolidada en la pandemia que llegan después de darnos cuenta de que vivimos en un tiempo de absoluta fragilidad y donde la cabeza plantea una analogía con mi momento de post-punk, en la España de los ochenta. Creo hay cantidad de jóvenes que toman decisiones con gran inquietud e incertidumbre debido a muchas cuestiones como fue la pandemia pero, claro, también la precariedad, la vivienda o la imposibilidad de emanciparse. Y ellos eligen el post punk para expresarse como individuos de futuro improbable. Hay una analogía con mis tiempos», dice Ana Curra de un pasado marcado por la incertidumbre política, de una Transición que vivió un tenebroso golpe de estado. «Exactamente. Sin ser los mismos acontecimientos, porque estamos en otro momento de la historia y otro contexto, hay analogías. Se da la coincidencia: la mayoría de los chavales que salen en el disco empiezan en un grupo punk y reivindican la rebeldía de los tres acordes, pero evolucionan y desarrollan su personalidad. Lo mismo que nos pasó a nosotros».

Prueba del tiempo superada

La mirada de los grupos jóvenes sobre el disco entusiasma a Ana Curra. «La gente que se aleja de los jóvenes tiene problemas de adaptación. Lo más importante es estar cerca y escucharlos. Te contagian el entusiasmo por la vida. Es muy saludable. Además, son generaciones que se han apegado al trabajo de Parálisis Permanente», cuenta Ana Curra de una trayectoria brevísima, que se cerró con el fallecimiento de Eduardo Benavente en un accidente de tráfico junto a su compañera artística y pareja sentimental. «Creo que el disco ha pasado la prueba del tiempo. En su momento no fue apreciado, pero luego se ha puesto en su sitio en cuanto a valoración en la historia de la música de España. Es un disco relevante y respetado».

Fueron, como decíamos antes, tiempos difíciles. Especialmente para las mujeres. «Era una España casposa en ese sentido. Las mujeres que salíamos a la escena buscábamos un sueño, pero veníamos con una carga de educación machista. En mi caso, me encantaba estar de segundona en Alaska y los Pegamoides. Incluso en Parálisis Permanente. Hasta qué la vida me pone por narices delante y tengo que salir a defender las cosas yo sola. Pero estaba tan agustito de segundo plano», cuenta la artista sobre una educación «para estar ‘‘a la sombra de’’. Lo he reflexionado mucho con el tiempo. Era la forma en que te trataban: ‘‘qué mona, qué mona eres’’, pero nadie te preguntaba cómo has compuesto esta canción. En mi caso, todo el mundo daba por sentado que componía Eduardo, pero todas las letras son mías y la gente se piensa que era él quien escribía en Parálisis Permanente».

Ana Curra tenía estudios musicales de conservatorio. «Claro, las músicas también lo eran. Pero a nivel concepto, el disco, fui yo quien llevó la batuta y sin embargo he cargado toda la vida con que era la segunda. Bueno, era una manera en la que todos mirábamos a la mujer. Yo solo era la novia de Eduardo». Había sido educada en un colegio femenino de monjas. «Venía con esa educación castrante a cuestas y fue difícil, pero te vas despejando y buscándote a ti misma. Esto no es de un día para otro. Por suerte, hoy ninguna se plantea no estudiar o no seguir su sueño. Pero entonces estábamos supeditadas a los hombres».

Con la muerte de Eduardo, Ana Curra entró en un profundo duelo que nunca se permitió expresar o curar. «Estaba hundida, pero seguía, porque quería hacer música. Continué con Seres Vacíos yo sola. Hice un esfuerzo sobrehumano por superarme, pero ahí estaba la tristeza. Solo hacía canciones melancólicas», cuenta. Pero le llegó la propuesta de Hispavox para hacer un disco en solitario, «Volviendo a las andadas». «El objetivo era darle un color, un ímpetu, algo más de fuerza y la producción de Sergio Castillo ayudaba a salir de la cueva. Pero después de ese disco tuve que parar porque no podía más». Aquel trabajo, más luminoso, era una crónica de 1986. «España está de moda, pero las mañanas son de resaca», cantaba en su homenaje a Edith Piaf. «Veíamos lo que nos llegaba, Europa, la Otan, y había cosas que eran muy modernas pero que no nos convencían del todo».

También la llegada del Sida, clavo final en el ataúd de la Movida. «La gente tenía mucho miedo, porque no había información de protección ni campañas. A nuestro alrededor enfermaba todo el mundo, por la droga y el sexo. El sida fue otra pandemia y nos tocaba muy de cerca». Se acababa un periodo fértil y vibrante. «Esos que tratan de ridiculizar o menospreciar la Movida se equivocan. Fue una etapa floreciente en todas las artes y eso es indudable, es objetivo. Ahí está Radio Futura, Pedro Almodóvar, Pablo Pérez Mínguez, Alberto García Alix.... artistas que se lo ganaron a pulso». Se la acusa de frívola y de niños de papá. «En el tema de los ricos, ni entro, porque, aunque pueda haber casos que lo fueran, hay un montón que puedo poner que no lo eran en absoluto. Pero es que, si eran acomodados, ¿qué culpa tenían? ¿Eso les invalida a algo? Estar en una familia bien posicionada es lo de menos. En cuanto a la frivolidad, claro que la había. Éramos jóvenes y no vives las cosas con la amargura y la crispación que de adulto. Pero era una frivolidad irónica».

Eso es algo que Ana Curra acaba de redescubrir: «Si te relacionas con gente joven te das cuenta de que vuelven a vivirlo con más superficialidad, porque, si no, no se puede avanzar. No tienen la rabia, no hay esa visceralidad». Quizá ese sea el problema de analizar un movimiento juvenil como fue la Movida desde las amarguras de la madurez: que todo te parece mal. «Yo también echo de menos la juventud, claro. Pero no soy nostálgica. Soy de aquí y ahora». Y de lo que viene.

miércoles, 22 de octubre de 2025

VUELVO AL BOSQUE: JOHN FOGERTY ACABA DE PUBLICAR "LEGACY", UN DISCO EN EL QUE RECUPERA EL REPERTORIO DE CREEDENCE CLEARWATER REVIVAL

Por Martín E. Graziano

Página 12, 21/09/2025



Mientras muchos de sus contemporáneos venden su catálogo al mejor postor, Fogerty hizo la gran Taylor Swift y regrabó sus temas más clasicos. A los 80 años, cierra así una legendaria disputa con la discográfica original del grupo, que accedió a devolverle los derechos sobre sus propias canciones

Una deuda no se salda por uno: se salda por todos. En algún punto de los noventa, John Fogerty hizo un par de viajes por el río Mississippi. Canciones como “Proud Mary”, que no tocaba desde hacía décadas, le cantaban a la vida en los pantanos y los vapores. El tipo, sin embargo, jamás se había metido realmente en el Sur Profundo. Ahora necesitaba un ancla. Una tarde de muchísimo calor, inclinado frente a la tumba de Robert Johnson, se preguntó por las veintinueve canciones del mito. “Se apareció en mi cabeza la imagen de un abogado fumando un gran cigarro, sentado dentro de un edificio construido con el dinero del trabajo del muerto”, dice Fogerty. “Tuve una epifanía. Esa conversación silenciosa describía exactamente mi situación. Antes de yacer bajo la tierra como Robert, tenía que volver a tocar mis canciones”.

Finalmente, después de una dolorosa, absurda y larguísima batalla jurídica, Fogerty acaba de publicar Legacy: una suerte de álbum doble o triple donde el héroe de la clase trabajadora, con ochenta años y un pañuelo rojo anudado al cuello, recupera el repertorio de Creedence Clearwater Revival con la ayuda de sus hijos y su esposa. Parece un asunto estrictamente familiar. Sin embargo, apenas empiezan a sonar las versiones de temas como “Born on the Bayou”, el disco adquiere una trascendencia espiritual y colectiva y –sobre todo– ética. Así, en el preciso momento en el que buena parte de sus cófrades (Bob Dylan, Neil Young, etc.) venden su catálogo, Fogerty escala una gigantesca montaña de perjurios administrativos para clavar la bandera de la soberanía con su veterano rugido de puma.

Es una historia antigua. Con mucho pasillo e inocencia y avivadas. Promediando los sesenta, Creedence firmó contrato con Fantasy Records y salió al ruedo con el simple “Susie Q”. La jugada de Saul Zaentz, el dueño del sello, fue audaz: en términos contraculturales, la banda iba en la dirección contraria a su generación. En el preciso momento en que los Beatles sacaban “Revolution 9” y Pink Floyd descubría el espacio exterior, Fogerty componía rocanroles de dos minutos y medio sobre trabajar en barcos de curso fluvial. La apuesta salió redonda. En dos años y medio, sacaron seis discos geniales que se vendían como pan caliente. Hasta ahí todo más o menos bien.

Tras la disolución de la banda, Fogerty se metió rápidamente en los estudios para grabar una serie de clásicos del cancionero country. The Blue Ridge Rangers salió a las pistas sin su nombre en la portada y Fogerty no sólo acusó al sello de hacer un mal trabajo de difusión (lo que se dice, cajonearlo) sino que pidió la recisión del contrato. Zaentz se negó. Fogerty, que ya tenía entre manos un acuerdo con Geffen, renunció al publishing de todas las canciones compuestas bajo los contratos anteriores y escapó de Fantasy por la ventana.

“Me hubiera gustado ser mejor aconsejado cuando era joven”, dijo Fogerty, en una entrevista reciente con Alan Paul. “Cuando me di cuenta en lo que me había metido, era demasiado tarde. A veces miro hacia atrás y creo que, a la larga, ellos fueron increíblemente cortos de vista y hasta estúpidos: tenían a alguien con tanto talento y productividad bajo su ala y lo alienaron de tal manera que nunca más entraría en esa empresa, perdiéndose un montón de música para los siguientes treinta o cuarenta años. Básicamente, destruyeron el producto”.

Sobrevinieron tiempos aciagos. El debut recibió críticas buenas pero vendió poco y nada. Su sucesor, Hoodoo, directamente no se publicó. El tipo dejó de tocar el material de Creedence y acumuló un montón de resentimiento hasta que, a mediados de los ochenta, publicó Centerfield y volvió a sintonizar con el público. Reagan en la Casa Blanca. El alba del videoclip. En el repertorio, además, había dos dardos dirigidos al dueño de Fantasy: “Mr. Greed” y “Zanz Kant Danz”. La letra no era precisamente ambigua: “Zanz no puede bailar/ pero puede robarte todo el dinero/ Tené cuidado, amigo”.

El contrataque fue a dos bandas. Zaentz inició una demanda de 144 millones de dólares por difamación y planificó un maquiavélico juicio por plagio. Los abogados de Fantasy señalaron que “The Old Man Down The Road”, el tema que abría Centerfield, era copia de una canción propiedad del sello: “Run Through The Jungle”. “Pará pará pará”, diría Fantino. “¿Me estás diciendo que el sello lo acusó de plagiarse a sí mismo?” La escena de Fogerty tocando ambas canciones frente al jurado ha de ser una de las secuencias más dadaístas de la historia de la música popular. Será cuestión de esperar la biopic.

Unos años después, Fogerty se cruzó con Dylan en un festival. “Ey John”, le dijo Dylan, “si no tocás estas canciones el mundo va a pensar que ‘Proud Mary’ es de Tina Turner”. Lo dejó zumbando. “Fueron palabras muy provocativas”, recuerda. “Me metió la abeja en el bonete, por decirlo así”. Luego vino la epifanía sobre la tumba de Johnson y, en el 2004, Concord Records compró el sello Fantasy. Fogerty comenzó a recibir mejores regalías y, poco a poco, quedó en una posición financiera y estratégica más propicia para comprar su propio catálogo. Su viejo enemigo ya no estaba detrás del escritorio.

“Dadas las circunstancias únicas que rodean la relación de John con Fantasy, estamos más que encantados de llegar a un acuerdo”, escribió Bob Valentine, el presidente de Concord. Así, en enero de 2023, Fogerty adquirió los derechos mayoritarios de la obra de Creedence y abrió la botella de champagne. Llamó a su hija Kelsy (batería), llamó a sus hijos Shane y Tyler (guitarras, bajos, teclados y producción) y sacó del estuche su largamente perdida y recuperada guitarra Acme Rickenbacker. “Julia, mi esposa, tuvo una visión llena de goce y dicha”, dice. “En esa visión, yo volvía a grabar algunas de aquellas viejas canciones”. Y ahora, ¿quién podrá juzgarlo?