Ivar Muñoz Rojas
Rolling Stone, 23/07/2014
Se cumplen 50 años del nacimiento de MC5, el grupo que juntó rock y revolución y sacó al FBI de sus casillas. ‘RS’ habla con Wayne Kramer, guitarra fundador, y con John Sinclair, su polémico mánager.
1. Héroes de clase trabajadora
El verano de 1964, mientras las cosas se ponían feas en Vietnam y los Beatles conquistaban el mundo, Fred ‘Sonic’ Smith y Wayne Kramer lo pasaron rasgando sus guitarras. Estos dos adolescentes querían escapar de las fábricas de coches de Lincoln Parc, la ciudad dormitorio pegada a Detroit donde vivían. Y una banda era la única manera. Al juntarse con Rob Tyner, cantante, nació MC5. “Veníamos de familias trabajadoras puteadas”, explica Kramer (EE UU, 66). John Sinclair (EE UU, 72), el mánager que lanzó al grupo, corrobora: “No eran chicos blancos buenos de suburbios. Estaban curtidos en una ciudad jodida como Detroit”, recalca. La formación clásica la completaron Michael Davis, al bajo, y Dennis Thompson, en los tambores.
2. La culpa fue del jazz
MC5 pronto arrasó en los concursos de bandas locales por su distorsión ensordecedora y disonante. Pero detrás del caos había una intención: “Buscaba una nueva manera de tocar, como los músicos de jazz entonces”, cuenta el guitarrista. El cantante, Rob, estaba tan obsesionado con John Coltrane, que cambió su apellido (Derminer en su DNI) por el segundo de Alfred McCoy Tyner, reconocido pianista que acompañó al legendario saxofonista. “También les influyeron los beatniks, como Ginsberg o Kerouac”, recuerda Sinclair, que se enamoró de la banda, cuando la vio por la primera vez en otoño de 1966.
3. No llevaron flores en el pelo
El verano del amor no llegó a Detroit. O al menos no como a San Francisco: su paisaje industrial poco tenía que ver con la soleada California. El rock de la ciudad del motor no tenía florituras, como se comprueba escuchando los discos de Bob Seger, The Rationals o los Stooges. “Nuestra prioridad no eran los pantalones de campana. Hablábamos el lenguaje de los chavales, que en los 60 estábamos más unidos que ahora. Era más fácil identificar al enemigo”, recalca Wayne. A ello les ayudó Sinclair, entonces un popular activista de extrema izquierda, que vio el filón de estos héroes locales. “No teníamos miedo a nada. Y tampoco pensábamos mucho en el futuro”, recalca quien se convirtió en el sexto miembro de MC5. Influidos por su nuevo mánager, incluyeron discursos incitadores en sus conciertos. ¿Un grito de guerra? “Kick out the jams, motherfuckers” [fuera la puta quincalla]. “Mi visión marxista de la economía es hoy la misma. Los ricos tienen demasiado y el trabajador merece más”, dice el guitarrista.
4. Se curtieron en un antiguo salón de baile
Si los Beatles tuvieron el Cavern Club o los Ramones el CBGB, estos melenudos crecieron en Grande Ballroom, un antiguo salón de baile de Detroit convertido en espacio para conciertos rock. Sobre este escenario, ahora en ruinas, tocaron Led Zeppelin, los Who… “Venían 3.000 fans y hacía un calor tremendo. Éramos jóvenes sudorosos, excitados y fraternizados”, recuerda Kramer para Rolling Stone.
5. Tocaron enchufados a un puesto de perritos
Su discurso de izquierdas no gustó a la policía, siempre merodeando alrededor del grupo. Y nunca tan cerca, como cuando participaron en la célebre y violenta protesta contra la guerra de Vietnam durante la convención del Partido Demócrata de Chicago, en agosto de 1968. Tocaron a ras de suelo y con el equipo enchufado a un puesto de perritos. Pero la unión con el público duró poco. “La policía empezó a disparar bolas y tuvimos que salir por patas”, recuerda Sinclair. El FBI no tardó en ficharles.
6. De puertas adentro eran “unos cerdos sexistas”
La banda montó una comuna en Ann Arbor, ciudad apaciguada 80 kilómetros al oeste de Detroit. En una casa con decenas de habitaciones, compartían techo con sus novias, la banda The UP, su mánager y cualquiera que simpatizase con los White Panthers Party, el colectivo anti racista, de extrema izquierda y armado formado por este último. Con lo que sacaba MC5, tocando había comida y canutos para todos. De puertas adentro la realidad era más estancada que sus proclamas revolucionarias: “Éramos unos cerdos sexistas. Las mujeres hacían todo el trabajo del hogar”, confiesa Wayne. Esto incluía coserles camisas con grandes cuellos que, junto a greñas y banderas estadounidenses, marcaron su estética.
Wayne Kramer (derecha), junto a John Sinclair (en el centro), mánager de MC5 y fundador del partido White Panters junto a Pun Plamondon (a la izquierda) y Leni Sinclair, que tomó esta foto.
7. Un universitario les hizo famosos
La mezcla de rock y radicalismo político de MC5 pronto hizo eco en todo EE UU. “Con los cinco en el escenario, nunca se puede prever lo que va a ocurrir”, escribió el conocido periodista Eric Ehrmann, entonces universitario, en un reportaje para Rolling Stone, publicado en enero de 1969. El grupo fue portada del gran medio de la contracultura sin haber sacado su primer álbum aún.
8. Cobraron 20.000 dólares por inventar el punk
Elektra fichó a MC5 por 20.000 dólares. Este sello con gusto por el folk había perdido el miedo a los rockeros asilvestrados, tras forrarse con los Doors. Contra toda norma no escrita en la música, su primer álbum fue un ruidoso directo, Kick out the jams, publicado en febrero de 1969. No pasó de lo más bajo de las listas pero es clave en la historia del rock. “Dicen que fuimos la primera banda punk”, recalca Wayne. Sinclair, en cambio, no está de acuerdo: “Eso del punk es una chorrada. Simplemente era una gran banda de rock and roll salvaje”, sentencia.
9. Los radicales sabotearon su carrera
Iba a ser su peaje al estrellato pero fue su gran batacazo. Su discográfica había organizado un concierto en el Fillmore East neoyorquino, donde solía congregarse la flor y nata del undeground de izquierdas. El grupo del pueblo iba a tocar gratis, al día siguiente de la Navidad del 68. Pero la maniobra de marketing no pudo empezar peor: la banda llegó en limusina y los abucheos fueron ensordecedores. Durante el concierto hubo peleas entre el público, que acabó destrozando el escenario. Kramer reflexiona, no sin cierto resentimiento: “La izquierda más extrema nos criticó mucho, como hace con las Pussy Riot ahora. En el momento me hizo daño porque era joven”. Fue el principio del fin: se corrió la voz y muchos promotores no quisieron contratarles.
10. Mordieron la mano que les dio de comer
Cuando una tienda se negó a vender su incendiario primer álbum, el propio grupo puso un anuncio en un periódico underground, atacando al comercio con el lema Fuck Hudson’s [que jodan a Hudson’s]. Este respondió retirando todas las referencias de la discográfica de la banda, a la que tampoco le tembló el pulso y puso a la banda de patitas en la calle. Lección: no muerdas la mano que te da de comer.
11. Despidieron a su mentor
Hartos de discursos políticos, MC5 despidió a John Sinclair. “No me lo esperaba para nada, estuve muy jodido. Hicieron caso a malos consejeros y la cagaron: querían ser como Led Zeppelin, pero traicionaron a muchos que les apoyaron por su discurso político”, explica a Rolling Stone cuatro décadas después. Vinieron vacas flacas para el revolucionario mánager: a la vez le condenaron a diez años por llevar dos porros encima. Cuando la comunidad rockera (incluido John Lennon) se juntó para protestar en un concierto, no quiso que sus ex protegidos participasen. Quedó libre (“Lennon me salvó”, dice ahora) pero hubo rencor. Ahora, sin embargo, no queda. “Hablo con Sinclair cada semana. Es uno de mis mejores amigos”, revela Kramer. “Es difícil perdonar a quien ha deseado tu muerte en público, pero soy una persona feliz y no guardo malos sentimientos”, dice Sinclair, sobre el guitarrista con el que se reconcilió a principios de los 90.
12. Odiaron a su productor
Su segundo álbum, Back in the USA (1970), lo produjo Jon Landau, conocido periodista de Rolling Stone entonces (y futuro mánager de Springsteen). El grupo sudó tinta hasta conseguir el sonido pulcro que quería. Nada que ver con el ruidoso debut: suena a rock and roll de los 50 acelerado. John Sinclair no se corta un pelo: “Parecen los putos Monkees en ese disco. Lo grabó ese tipo que después apadrinó a Bruce Springsteen. Me descojono, como si eso fuese rock and roll”, dice riendo. No fue el único descontento: muchos periodistas lo pusieron a parir y no fue considerado de culto hasta muchos años después.
13. La heroína les destrozó
Como a tantos otros músicos en los primeros 70, la heroína desgastó a estos rockeros. “Eso vino después de que el grupo me despidiera. Mientras yo estaba con ellos, sólo había porros y ácidos”, recuerda Sinclair. Cuando MC5 sacó su sólido tercer disco, High time (1971), ya habían perdido el rumbo y la disciplina. En su concierto de despedida en Detroit, en la Nochevieja de 1972, Kramer se fue del escenario a la mitad y salió escopetado a pillar caballo. A mediados de aquella década, ingresó dos años en prisión por traficar con ella. El guitarrista habla sin filtros de la adicción que superó: “Muchos experimentan con la heroína y no van a más. Pero hay quien vive con dolor emocional y esto lo mata. Sabíamos que era mala: la gente la toma por sus efectos, no por leer a Burroughs. Te desordena y recuperarse es muy jodido. No pienso en ella pero es algo que siempre está ahí”.
14. Quedó algún resquemor
Rob Tyner murió por un ataque al corazón, a los 46, en 1991. Tres años después pereció por el mismo motivo Fred ‘Sonic ‘ Smith (esposo de Patti Smith), con 45. “Les echo de menos, es raro que no estén en este mundo”, dice el único fundador vivo de MC5, sobre sus ex compinches. Algún resquemor queda: “Me duele que Rob con los años se desvinculara de lo político, después de haber incitado a la acción tantas noches”, añade.
15. “Skrillex es el equivalente a MC5 ahora”
“Skrillex es el equivalente a MC5 ahora. Rompe con lo de antes”, suelta Kramer. Su razonamiento escocerá a algún purista. Incluso al propio Sinclair: “No hay nada equiparable a ellos ahora”, espeta. El otrora mánager sacó a principios de año Mohawk, álbum con recitales sobre improvisaciones jazzeras. “Soy pobre pero mi vida es ideal”, bromea este barbudo, que encadena un porro con otro durante la entrevista. El guitarrista, por su parte, también le da al jazz, pero más eléctrico, en Lexington, su nuevo disco, que se llama como la cárcel en la que estuvo de joven. Kramer visita muchas prisiones con Jail Guitar Doors, la organización que lleva con Billy Bragg y con la que regala guitarras a encarcelados. También compone música para anuncios y documentales. Aunque la prioridad de este señor de 66 años, calvo, pausado y sonriente es otra: su primer hijo. “Le encanta cuando toco y canto”, cuenta sobre su bebé de nueve meses. Cuando enseña a través de Skype la impresionante colección de instrumentos en su pequeño estudio en Los Ángeles, hace la aclaración más reveladora. “No guardo ninguna guitarra de mis años con MC5. Soy retrofóbico”.