Fernando Navarro
El País, 01/02 2021
Barry Gibb, único integrante vivo del grupo, acaba de publicar un interesante disco repleto de colaboradores del género vaquero como Dolly Parton, Brandi Carlile, Jason Isbell y Gilliam Welch
Para el pop, la música de los Bee Gees es imperecedera, pero este 2021 nos ha traído una agradable sorpresa: ahora también puede tener una buena lectura country. Son de esas cosas que pueden echar para atrás, pero conviene saltarse barreras de prejuicios, tanto para aquellos que los tienen con las canciones de los hermanos Gibb como para los que los guardan para el género vaquero.
Barry Gibb, único integrante vivo de los Bee Gees, acaba de publicar un buen disco con el cancionero de la banda en clave country. Se llama Greenfields: The Gibb Brothers’ Songbook Vol. 1. Un volumen en el que se rodea de un puñado de francotiradores del género, tanto de antes como de ahora. Por ahí cantan viejos pesos pesados como Dolly Parton, Keith Urban o Sheryl Crow. Pero lo que llama la atención es la participación de tan grandes talentos del country contemporáneo. Gente como Jason Isbell, Brandi Carlile, Gilliam Welch o Allison Krauss. Todo un ejército de colaboradores que confeccionan un disco raro, que vuela con las distintas personalidades que participan, pero también con la identidad sonora de su hacedor.
Bee Gees, en clave country… y funciona
Barry Gibb ha pasado a la historia del pop por su famoso falsete, esa voz penetrante y agudísima tan reconocible, ese “chillido afinado” al que se referían los suyos. Ahora, reviviendo fuera de la pista de baile y el pop de relumbrón, se adapta a las estampas country. Es chocante, pero no por ello tiene su punto, incluso su justo punto hortera. Al principio, parece como fuera de lugar, pero hay algo tan sentimental, tan a tumba abierta, en su interpretación que encaja en ese espíritu que tiene el country de llorar las penas como pocos géneros. Un buen ejemplo es Run to Me junto a Brandi Carlile. Auspiciada por el timbre colosal de Carlile, se eleva con ambos rompiéndose en un crescendo folk-country que hace justicia a la original. No sucede este logro con todas las canciones incluidas en el disco, pero el conjunto termina por funcionar.
Esta locura de álbum, lleno de voces, demuestra que el cancionero de los hermanos Gibb es inmenso. La primera época del grupo está cargada de píldoras pop con tintes psicodélicos de enorme peso (poned en vuestro reproductor álbumes como Bee Gees 1st, Horizontal y Odessa), pero, a raíz de su salto a la música disco, Bee Gees moldearon un sonido definitivo que influyó a toda la cultura popular. Es decir, el grupo de los Gibb creó una música apta para el baile, que llegaba al club como a la emisora, que mezclaba el soul blanco con el R&B, en un ramalazo fascinante de pop. Una historia muy conocida y tan bien contada en el documental How Can You Mend a Broken Heart, estrenado el año pasado.
Dice Barry Gibb que su lugar está ya de aquí en adelante en el country. Se siente un cantante country, aunque sea conocido por la historia como la gran voz de la música disco. También cuenta en las entrevistas a la prensa estadounidense que no esperaba una respuesta tan buena de Nashville a este proyecto. La grandeza de Bee Gees es sabida por todos, pero este viaje de los himnos de la disco music llevados al sonido raíz podría haber sufrido un severo rechazo. No ha sido así. Una suerte. Locuras de estas se agradecen en tiempos en los que cada vez se rompen más corsés estilísticos.