Héctor G. Barnes
Ruta 66, nº 318 de septiembre del 2014
Cuando parecía que su carrera se encaminaba a una fecunda madurez sin sobresaltos, el antiguo líder de Hüsker Dü y Sugar publica el sorprendente «Beauty & Ruin» (2014), el disco más salvaje de su trayectoria en solitario.
Desde que en 2008 editase District Line (Anti), su retorno al redil después de los devaneos electrónicos de Modulate (Granary Music, 2002) y el más guitarrero Body of Song (Yep Rock, 2005), el recibimiento de todos los nuevos discos de Bob Mould es muy semejante: sí, algunas de esas canciones recuerdan a los buenos tiempos de Sugar, el sonido encaja y casi nadie pondría pegas a discos como Life & Times (Anti, 2009) o, especialmente, Silver Age (Merge, 2012).
Pero se trataba de una provechosa madurez sin sobresaltos, tan suculenta para sus seguidores como incapaz de sacudir los cimientos del hombre que cambió el rostro del rock alternativo en los años ochenta. La mejor salida posible a esa situación es Beauty & Ruin (Merge-Everlasting), un trabajo que devuelve al oyente a los tiempos de Candy Apple Grey (Warner, 1987).
Podría haber sido mera imitación, pero las escuchas repetidas confirman que temas como la pegajosa «I Don’t Know You Anymore», «The War» o «Fire in the City» se encuentran a la altura de su leyenda. Reconciliado con su pasado y mirando al futuro, Mould nos atiende esperando poder pasar pronto por España y orgulloso con su nueva cosecha. No es para menos: a sus 53 años ha publicado uno de los discos más avasalladores que escucharemos este año.
Has dicho a propósito de este álbum que fue gestado, como escribió Dickens, en “el mejor de los tiempos, el peor de los tiempos”. ¿Cómo se concibió?
La escritura comenzó a finales de 2012. Apenas un mes después de comenzar la gira de Silver Age por Estados Unidos, mi padre murió. Al final de su vida pasamos mucho tiempo juntos, y eso me dio muchas ideas. Ese fue el nacimiento del disco, pensar en la pérdida, reflexionar sobre las cosas, aceptar lo que ocurre, mirar al futuro y volver al trabajo pensando en ello. Es la historia que intento contar en el disco. No es conceptual, pero trata de cuatro cosas básicas: pérdida, reflexión, aceptación y futuro, en ese orden.
Una vez dijiste que la primera canción y la última de un disco lo definen. Así que ¿cuál era la intención de comenzar un álbum así con una canción lenta como «Low Season»?
Si te fijas en el diseño del disco, todo es gris y amarillo. El comienzo del disco es gris, muy frío, oscuro y lento. A medida que avanza, es cada vez más brillante y soleado, cálido, mucho más positivo. Esta es la canción más oscura.
Es curioso que sea el primer disco de toda tu carrera en el que tu cara aparece en la portada.
Sí, ¡y la puse dos veces! (Risas) En serio, he trabajado con muchas ideas para el concepto visual de este disco, desde noviembre pasado. Durante ese tiempo me encontré con una pintura digital de un artista japonés de unos 17 o 18 años que parecía haber sido golpeado. Era una imagen triste pero bella. Me puse en contacto con él para intentar que hiciese algo parecido para mí, pero nunca me respondió, así que pensé “a ver si puedo juntar algunas fotografías mías de diferentes períodos y hacer algo con ellas”. Encontré una foto de cuando tenía 19 años y otra reciente que tenía a mano, así que simplemente las junté en Photoshop, poniendo una encima de otra, y el resultado era lo más extraño que jamás he visto. Tuve otras ideas, así que cuando se las mandé a la directora de arte de Merge Records, pensó que esta era la imagen más poderosa pero que había que darle una vuelta, así que separó las fotografías y, de repente, todo cobró sentido. Además, tiene mucho que ver con el título del disco, Beauty & Ruin. Fue un accidente feliz surgido de una necesidad.
En una reciente entrevista decías que no te veías tocando rock eléctrico en 10 años, pero acabas de publicar uno de los discos más enérgicos de tu carrera en solitario… ¿Era ahora o nunca?
No, para mí sólo existe el ahora. Es el disco que tenemos ahora mismo, cuando digo cosas así es porque no sé dónde estaré dentro de 10 años o si seguiré aquí. Espero que sí, pero tengo que ser realista en este punto de mi vida y por ahora puedo seguir tocando a ese ritmo. He estado tocando con Jason [Narducy, N.del R.] y Jon [Wurster] durante seis años, y este disco es la mejor demostración de cómo sonamos cuando estamos juntos. Tenía a los tres en mente cuando lo escribía. Me refiero a la música, claro, las letras son historias personales. No doy por hecho lo que tenemos ahora, todo cambia y cualquier cosa puede ocurrir, por lo que intento disfrutar lo que hemos creado.
Hay pocos discos tan directos como este en 2014, a diferencia de cuando empezaste en los años ochenta: suena más bruto que la mayor parte de discos de bandas más jóvenes. ¿Crees que se ha perdido parte de la excitación del punk primigenio?
La razón por la que esta música es tan energética es que al girar tanto con Jason y Jon hemos tocado muchas canciones de diferentes períodos de mi carrera, y cuando estoy sobre el escenario puedo ver lo que el público disfruta más. No es que haya escrito este disco para hacer feliz a la gente, pero sí soy muy consciente de qué es a lo que mejor responde. Es curioso, hay gente que dirá que lo hago por agradar, pero cuando hago algo que la gente disfruta, me gusta volver a hacerlo. De hecho, quiero enfatizar lo sencillo que es todo: nosotros nos divertimos al tocarlo y la gente al observarlo, así que todo el mundo es feliz. Es el camino más fácil en este momento.
Sobre lo que dices de las bandas jóvenes, lo tomo como un gran cumplido. Estoy de acuerdo, pero el nuevo disco de White Lung está muy bien, el de Fucked Up es bueno y hay bandas interesantes como Cloud Nothings. Todavía se hace buena música de guitarras, aunque es muy diferente de cuando empecé, la gente graba en casa, toca instrumentos sintéticos y el tono de la música ha cambiado. ¡Hay toneladas de reverb en las voces de esos grupos! (Risas) Todos los cantantes suenan como si estuviesen en el otro extremo de una playa.
En los últimos años has reeditado tus discos en solitario, así como los álbumes que grabaste al frente de Sugar y has publicado tu autobiografía, See a Little Light… ¿Por qué era ese el momento adecuado? Si no me equivoco, hace 10 años te ofrecieron publicar tus memorias…
Sí, pero no pensaba que el fuese momento. Había muchas cosas cambiando en mi vida, y no quería tener que sentarme a hacer todo ese trabajo. En 2008 vi la oportunidad de descansar por un tiempo de la carretera para hacer algo distinto, y escribir el libro me llevó mucho trabajo pero también me permitió reflexionar. Quedó bastante bien, y revisitar el catálogo de Sugar y discos como Workbook me ha hecho entender mi trabajo un poco mejor, porque nunca había mirado hacia atrás hasta entonces. De alguna manera, tuvo un efecto en lo que hago con mi vida que quizá no pueda expresar con palabras, pero que me ha cambiado.
Workbook era muy peculiar, un disco influido por Richard Thompson o el folk de los Apalaches en el momento en que bandas como Sonic Youth o REM daban visibilidad al rock alternativo. ¿No te has sentido siempre como si nadases contra la corriente?
No creo que vaya contra la corriente, más bien sigo mi inspiración. Creo que el ejemplo más claro de ir a la contra sería el disco Modulate de 2002. Workbook era una ruptura con Hüsker Dü, su sonido y la forma en que escribía canciones. Pasé mucho tiempo buscando otra manera de contar historias que encajase conmigo. No se trataba de llevar la contraria, sino de encontrar un nuevo camino. El éxito de Sugar, sin embargo, se produjo en el momento apropiado, el mismo año del Nevermind de Nirvana, cuando de repente todo el mundo era receptivo a esa música. Su éxito nos hizo más fácil encontrar un gran público. Pero simplemente hago mi trabajo, ¡el resto de cosas simplemente ocurren! A medida que me hago mayor, me gusta no comerme demasiado la cabeza.
Este año, Zen Guerrilla de Hüsker Dü cumple 30 años. Hoy en día todo el mundo está de acuerdo en que es uno de los grandes discos de la historia, ¿pero alguna vez tuviste la sensación de estar haciendo algo que se convertiría en un hito?
No, no realmente. En 1983, cuando escribimos y grabamos Zen Arcade, Hüsker Dü era una banda muy buena. Había grandes grupos, pero el material que estábamos escribiendo y grabando no se parecía en nada a lo que hacían otros. Fue muy inspirador, pero en lo que a la banda se refiere, Flip Your Wig fue el mejor momento, simplemente porque fue con el que más nos divertimos, el último en el que todos los miembros de la banda se llevaban bien y se encontraban en la misma sintonía. Creo que cuando grabamos Flip Your Wig nos dimos cuenta de que estábamos haciendo algo grande. El Village Voice de Nueva York era una referencia a nivel musical, y mostró un gran apoyo a Hüsker Dü, lo que hizo que consiguiésemos la atención de la gente.
¿Algo de lo que te arrepientas?
¡Ójala hubiese descubierto la manera de haberme vendido! (Risas) Me habría gustado encontrarme en esa situación en la que me hubiesen dicho, “hey, tienes un millón de dólares para comprar un gran museo de arte” o algo así. Pero no hay grandes remordimientos. Estoy bastante contento con todo lo que he hecho.