lunes, 25 de marzo de 2019

LUTHER RUSSELL "MEDIUM COOL" (2019). Última entrega de un genio incomprendido del pop americano


Gracias al programa Islas de Robinson de Radio 3 pude conocer a este maravilloso cantautor poprockero de Los Angeles llamado Luther Russell. Por desgracia Luther no ha tenido la repercusión que se merece a pesar de su carrera junto a los Freewheelers y álbumes en solitario como The Invisible Audience y sobre todo Repair. La historia del genio incomprendido se repite en la figura de este gran músico, qué se le va a hacer.

Pero centrándonos en su última entrega, aparecida el pasado 22 de febrero y de título Medium Cool, Luther Russell rinde homenaje al pop, especialmente al power pop de los 70. Las referencias a the Raspberries, Badfinger y sobre todo, a sus queridos Big Star (Luther mantiene una estrecha relación musical y de amistad con el único miembro de la banda vivo, Jodie Stephens), son innegables. Ya desde el primer tema la influencia de Chilton y Bell es más que evidente; "Deep Feelings" recuerda al primer corte del Radio City. Guitarras crujientes, riffs pegadizos y letras descaradas. Y la voz de Luther que aunque no se parece en el timbre a la de Chilton sí se parece en su actitud cínica y desvergonzada. Un gran comienzo. Todavía más rockera y punzante es "Can't Be Sad", la segunda del disco. Con una guitarra rítmica hipnótica y un estribillo redondo remite a bandas de power pop cercanas a la New Wave como los 20/20. Y los guitarrazos finales (el solo de guitarra está al final del tema) son apoteósicos. Otro bombazo. El tercer corte sin embargo, es capítulo aparte ya que "The Sound of Rock and Roll" es una delicada perla de pop que podría haber estado firmada por los Teenage Fanclub pero está firmada por Luther Russell. Con influencia algo más sesentera (de los Byrds sobre todo) y de, por supuesto, Big Star, es una de las cumbres líricas del disco y una de las mejores canciones pop que he oído en meses. De verdad que pone los pelos de punta.



Con "Corvette Summer" Luther vuelve a hacer guiños a los primeros 70 y se notan las influencias de los Raspberries y del "In the Street" del primer Lp de Big Star. Rock and Roll a la vieja usanza con una guitarras que se sulfuran según avanza la canción. Hay un cambio de ritmo y de textura con "At Your Feet", un tema acústico, pop folk, que recuerda a los momentos más melosos de Elliott Smith, uno de los músicos más admirados e imitados por Luther; de hecho, en la letra hay una referencia al "Rose Parade", el mismo al que canta en una canción homónima Elliott Smith en su obra maestra (¿y qué álbum suyo no lo es?) Either/Or. Pero el rock urbano setentero vuelve con el siguiente tema "Have You Heard" donde retornan los ecos de Chris Bell y el primer disco de los Big Star. Este tema se complementa muy bien con el siguiente, "Sad Lady", rock de corte melódico a lo Badfinger. Dos temas paradigmáticos de lo que era el power pop de los 70.



De entre tanto guiño a los 70 quizá habría que excluir al siguiente tema, "Talking to Myself", también rock melódico pero con un toque más personal e inclasificable, y seguramente otro momento álgido del álbum. También se escapa de los tópicos del power pop setentero "Blue Balloon", un tema más lánguido y atmosférico en donde se nota más que en ningún corte el influjo del mencionado Elliott Smith. Hasta en la voz de Luther hay un guiño consciente al malogrado Smith. Sin embargo, los Beatles y los Beach Boys también están muy presentes. Y por último llegamos a "Can't Turn Away"; acústica de 12 cuerdas y voz para dar una deliciosa despedida a este álbum sin desperdicio. También es muy recomendable la escucha de la cara B del single "The Sound of Rock and Roll", un temazo que es una réplica al gran "September Girls" que Luther ha titulado "Saturday's Child". Y que músicos como Luther Russell sigan pasando desapercibidos... Qué injusto es el mundo de la música. Por cierto, aquí se puede oír y/o adquirir este álbum.

domingo, 24 de marzo de 2019

MUERE EL GUITARRISTA DICK DALE, PIONERO Y REY DE LA MÚSICA SURF, CONOCIDO POR LA PELÍCULA 'PULP FICTION'

Darío Prieto
El Mundo, 18/03/2019



El músico estadounidense, que revolucionó técnica y musicalmente el arte de tocar la guitarra, fallece a los 81 años.

-¡Todo el mundo quieto, esto es un atraco!

-¡Y como algún jodido capullo se mueva, me cago en la leche, me pienso cargar hasta el último de vosotros!

Dos frases, armas, amenazas, palabras malsonantes y una música que empieza a toda pastilla entre alaridos. La película que marcó el primer centenario de existencia del cine, 'Pulp Fiction', arrancaba con una melodía salvaje y extraña, una mezcla de rock, música árabe y mariachis. Era 'Misirlou', el paradigma de la música 'surf', el gran éxito postergado de Dick Dale. Su autor ha muerto en la madrugada de este domingo al lunes en California a los 81 años, según han confirmado varios medios estadounidenses.

Nacido como Richard Monsour en Boston (EE.UU.) en 1937, Dick Dale era descendiente de inmigrantes eslavos y libaneses. Precisamente sus orígenes orientales influyó decisivamente en la estructura del sonido surf que contribuyó a configurar, sobre todo en el uso de escalas. 'Misirlou' (publicada originalmente como 'Miserlou') es una canción tradicional griega que se popularizó primero como 'rebetiko'.

Pero fue la llegada a California, siendo adolescente, lo que marcó su carrera musical. Esa ecuación de sol, chicas, playa y tablas era lo que necesitaba el incipiente rock 'n' roll para ampliar su radio de acción, desde el Sur segregado de EEUU hasta nuevos territorios.

Sus primeros discos con la banda Del-Tones le granjearon fama en el circuito californiano gracias a canciones como 'Let's Go Trippin' (1961), y discos como 'Surfer's Choice' (1962). En su ascenso, tuvo una importancia crucial la marca Fender, que adaptó sus guitarras y amplificadores para que Dale pudiese alcanzar el volumen y la velocidad necesarias con sus temas instrumentales.




Esto no sólo influyó a los artífices del rock más salvaje de la época, como Jimi Hendrix (quienes, a su vez, acabarían generando una estirpe de grupos de 'garaje', punk e híbridos, como The Cramps), sino a otros más alejados de su velocidad y ruidismo, como los Beach Boys.

El propio Brian Wilson quiso rendirle homenaje: "Lamento escuchar el fallecimiento de Dick Dale. Su estilo como guitarrista fue una gran influencia para todos nosotros. Versionamos 'Misirlou' en nuestro álbum 'Surfin U.S.A' de 1963", ha escrito Wilson en Twitter, donde también envió "amor y misericordia" para la familia de Dale, unas palabras que, en español, son el título de la canción 'Love and Mercy' del miembro fundador de The Beach Boys.


domingo, 10 de marzo de 2019

LA MADRE QUE PARIÓ AL PUNK: VIVIENNE WESTWOOD

Álvaro González
Valencia Plaza9/03/2019

En el momento justo en el sitio apropiado, una mujer que vendía ropa de segunda mano alcanzó tal celebridad gracias a la moda del punk que creó un dress code que todavía se sigue venerando. Vivienne Westwood fue la madre del punk en un sentido estético, que no musical, que permanece. Un documental de Lora Tucker recuerda su obra y es curioso ver cómo se diluye el punk en un mundo de modistos ofendidos, irascibles y arrogantes que solo trabajan para las clases adineradas. 



El punk fue una moda como cualquier otra. Se pueden encontrar muchas características del movimiento antes de que saltase a los medios, sobre todo en el Nueva York de los New York Dolls o en el Londres de Hollywood Brats. Hay dos libros que lo cuentan. La primera escena está retratada por sus protagonistas en la llamada biblia del punk, Por favor mátame, y la segunda en un libro que editó hace dos años en España la editorial Contra, Te potaría encima.

Como es sabido y ha sido ampliamente narrado, el momento clave de todo este movimiento que tanto ha trascendido fue cuando llamaron la atención de los medios las actividades de unos jóvenes británicos descolocados. A un regreso al rock and roll de los 50 y 60, un revival en su vertiente más cruda, unos chavales que vendían ropa de segunda mano le añadieron sin comerlo ni beberlo un dress code y esa pequeña pulsión quedó para siempre como todo lo que conocemos como punk.

Vivienne Westwood fue la mujer detrás de ese estilismo. Tanto fue así, que en un alarde de fidelidad a los principios, acabó hace pocos años prendiéndole fuego en una barcaza en el Támesis a todos los valiosos vestigios que conservaba de aquel momento tan importante para la cultura popular. El valor de lo quemado era, se dijo, de cinco millones de libras esterlinas. La mujer quiso protestar contra la comercialización a la que había llegado la moda que creó en el año 1977 en el momento de eclosión de los Sex Pistols.

Un documental de Lora Tucker del año pasado, Westwood: Punk, Icon, Activist, entrevistó a la protagonista para valorar el citado fenómeno y su carrera posterior en el mundo de la moda. La prestancia está presente desde el primer minuto. Westwood aparece impacientada, suspirando, aburrida de tener que contar siempre la misma historia.



El interés reside en cómo fue la vida de la persona cuyas ideas han dado forma a una estética que se sigue replicando. Desde los grupos de música más comprometidos políticamente a los más frívolos modernos, todos han pasado por el aro de los complementos que se le ocurrieron a ella. Es así.

Comenzó a hacerse su propia ropa con 11 o 12 años. Entró en la escuela de arte a los 17, aunque fue una víctima de la cultura imperante en aquel tiempo que conducía a las mujeres a la búsqueda del hombre soñado. Su destino tenía que ser formar una familia ideal, algo contra lo que se rebeló. Se casó a los 21 años y se divorció al poco tiempo.

Conoció entonces a Malcolm McLaren, un representante de grupos de rock que gustaba de mangonear a los músicos para que vistieran y representasen conceptos rompedores. Puro marketing. En un principio, como se puede leer en los libros mencionados, lo único que logró fue arruinar la carrera de New York Dolls haciéndoles vestir de rojo y con banderas comunistas pensando que esa puesta en escena iba a romper en Estados Unidos. No hubo ni escandalillos por ello. Por el contrario, con Sex Pistols conquistó el mundo y la eternidad.

Junto a Westwood, McLaren montó una tienda en la que él vendía elepés antiguos y ella ropa vieja. Es ahí donde empezó a crear modelos y conjuntos. Cuando él cogió a los Pistols, que reventaron la escena musical británica, los estilismos que ella había creado cobraron relevancia. Hubo muchos detalles, mezcla de sadomaso y amor por la basura que lo distinguieron, pero el marketing tenía otro punto fuerte: llevar esvásticas.

En el documental, ropas de la época aparecen mostradas por la encargada de un museo. Las trata como lienzos de Velázquez en el Prado. La esvástica significaba que no aceptabas los valores de la generación anterior, cuenta ella, pero la postura rápidamente fue asumida por el sistema. No con los símbolos nazis, sino con los peinados. En Vogue no tardaron en aparecer diseccionadas todas sus ideas.

La revolución, devorada por el mercado, se convirtió en una distracción más del sistema. Ella lo tiene claro. Sin embargo, cuando el mundo de la moda reclamó más creaciones de Westwood -Armani estuvo interesado- McLaren boicoteó sus nuevos contratos. Una cuestión de celos personales y profesionales. El punk se pasó de moda, ella se quedó sin nada y tuvo que pedir prestado dinero a su abuela.

A partir de ahí, la película cuenta cómo ella volvió a empezar. Una historia de superación con arrogancia británica. Sus nuevas ideas eran ridiculizadas en programas de televisión, pero volvió a tener éxito. Todo lo que sigue es el comportamiento típico del mundo de la moda. Genios irascibles que venden sus colecciones con actitud ciertamente prepotente. Escenas de desencuentros creativos que se ven aliviadas por los premios que va ganando y los reconocimientos como diseñadora del año.

En épocas más cercanas, la destrucción del planeta se convierte en su nueva gran preocupación. La vemos viajar al polo a ver cómo se derrite el hielo. En consecuencia, protagoniza diferentes manifestaciones y postureos varios que no han trascendido en modo alguno como lo hizo el punk.

En su día, no faltaron voces ni grupos, como los del hardcore de los 80, que fueron conscientes  de esto, de que el punk que llegó a los medios no fue más que una moda puramente estética. Unos códigos vacíos de significado a los que se les rindió y se les rinde culto. Ese es realmente el valor de este documental. Ver cómo algo tan supuestamente importante se diluye en discusiones de modistos ofendidos. En un negocio que solo asiste a las clases más adineradas y se desenvuelve en los segmentos más elitistas de la población.

Un documental que enseña a desconfiar de lo que se entiende por punk y representa como punk si uno es realmente punk.