jueves, 24 de junio de 2021

SMALL FACES, TODO Y NADA

Sergio Martos

Ruta 66 nº 296 de septiembre del 2012



No es un secreto que la mayoría de bandas británicas aparecidas en la década de los sesenta emanaban de un pasado notorio marcado por el desarrollo de una guerra, de un país en reconstrucción. No sé si por esa lacra en la economía que todavía estaba por resurgir, o por los apuros para establecer una vida sencilla y obrera, pero todo estos factores emergieron en una explosión artística que se expandió por toda Inglaterra y arrastró a cientos de jóvenes a dejarse estimular y afrontar la existencia sin aprensión y renovando el pasado. Los Beatles encabezaron la primera revuelta, seguidos por los Stones; nuestros protagonistas, junto a los Who, llegaron en la segunda tanda. Small Faces cayeron justo en el momento oportuno, justo cuando un grupo de jóvenes modernos, coloristas e individualistas, que se hacían llamar Mods, estaban necesitados de héroes locales. De ello decía Steve Marriott que “Mod es la expresión del individuo por ser único, pero tan pronto como se convierte en una expresión masiva, deja de ser único y desaparece”. Exactamente eso es lo que sucedió con The Who, la banda protegida por el movimiento contra cultural que se expandió, sobre todo, en el sur de Inglaterra: se hicieron enormes. Por el contrario, los Small Faces, fueron famosos, pero no tanto como para que sus seguidores se sintiesen heridos al escuchar sus canciones por la radio. El estilo iconoclasta de lucir sus trajes a lo dandi de estos pequeñísimos cuatro músicos, ha perdurado en la memoria de los últimos afiliados, y por lo tanto, siguen siendo el estandarte de una época determinada de la Inglaterra de los sesenta.

Al fin y al cabo, esta era una actitud –desmarcarse del individuo medio, vestir con elegancia, escuchar buena música, tomar anfetas– con la que el propio Marriott podía llegar a identificarse: “Empecé a ser un Mod cuando todavía estaba en mi hogar paterno, intentando ser original y escandalizando a mi padre por parecerme a ‘un maricón’. Era también muy diferente a mi madre, y me comportaba de forma tan descarada como podía. Pero me encantaba la idea de ser único y de expresarme como quisiera, me hacía sentir seguro”. Kenney Jones, con quien contactamos expresamente a raíz de la re-edición de la obra del cuarteto, nos da su visión: “Para ser honesto, como todos en esa época, crecimos sin un penique. Procedíamos de familias pobres, fuimos los primeros adolescentes después de la guerra y nos sentíamos liberados; entiéndeme, yo crecí en blanco y negro, como mucha otra gente en Inglaterra, incluso los que vivían en el centro de Londres.

Pero decidimos vestirnos con colores y ver el mundo desde otra perspectiva, y creo que eso forma parte del movimiento original de los Mods. Los Small Faces, sin saberlo, formábamos parte de un movimiento cultural y ‘fashion’; como músico, aquello era increíble. Nuestro concierto en el King Mojo Club… ese fue un importante evento. Todas las bandas de comienzos de los sesenta seguían una rutina habitual, cargaban sus furgonetas y tocaban por toda la zona, pero tenían un lugar de peregrinación especial, y ese era el nuestro. Algunos tocaban en el Marquee, aunque todos querían tocar en ese área, cerca del Soho. El Mojo era especial, era una zona importante para el movimiento Mod”.

Si lo fueron, si lo son, importantes para todos los partidistas Mods, es algo irrelevante, en cierto modo, para mí y para muchos otros. Lo que hizo de los Small Faces un ente único fue la fuerza universal que unió a cuatro tipos de tan corta estatura, pero tanta envergadura musical, que en cuestión de cuatro años (de principios de enero del 65 al 8 de marzo del 69, fecha en la que ofrecen su última actuación), dio al mundo algunas de las canciones solemnemente mejor construidas de todas las épocas: «Tin Soldier», «Lazy Sunday», «All Or Nothing», «(Tell Me) Have You Ever Seen Me», «Itchycoo Park»… Y sigue contando. Es especial el hecho de que esas canciones, tan diferentes a cualquier otra cosa surgida en el momento, procedieran de una época donde las gemas Pop brotaban como las flores en primavera; a montones.

“Es increíble, pero trabajamos a un gran ritmo”, rememora Jones. “Cada vez que volvíamos de gira, nos encontrábamos trabajando en el estudio. Especialmente en los años de Immediate (Records), utilizamos tanto el estudio como nos fue posible. En esa época tuvimos la suerte de encontrarnos con un ingeniero fantástico: Glyn Johns”. Hay guitarristas que tienen el tono, hay cantantes que tienen la actitud, los Small Faces lo tenían casi todo. Descontando al guitarrista/ organista Jimmy Winston de la formación original, que fue despedido por intentar competir con las habilidades de Marriott, los cuatro integrantes de la banda tenían una química especial que les hizo destacar en una era de gigantes: “Creo que todos en los Small Faces éramos, individualmente, únicos. Y juntos formábamos un buen equipo; teníamos una telepatía musical que era maravillosa. Nunca nos decíamos el uno al otro qué tocar, se percibía en la mirada”.

Esa telepatía y la pluralidad de carácter salta a la palestra desde un primer instante: “Oí hablar de Ronnie por primera vez cuando estaba aprendiendo por mi cuenta a tocar la batería. Había una banda de Jazz en un pub cerca de mi casa, al este de Londres, así que fui allí porque tenían a un batería joven y quería que me enseñase un par o tres de trucos. Al final pude tocar con ellos y fue una sensación increíble. El camarero se me acercó y me dijo: “Eso ha estado muy bien. ¿Eres parte de la banda?”. Le contesté: “No, quiero formar parte de mi propia banda”. “Mi hermano está aprendiendo a tocar la guitarra, te lo presentaré”. Y la semana siguiente apareció con su hermano, y era Ronnie Lane. Tocaba la guitarra en una banda llamada The Outcasts, pero realmente no quería tocar la guitarra, quería ser bajista, lo cual era llamativo porque todo el mundo prefería la guitarra. Ya estábamos Ronnie y yo; un día fuimos a una tienda de instrumentos musicales llamada J 60, nos sentamos a tocar, él al bajo y yo a la guitarra, y poco después, el joven dependiente empezó a tocar la guitarra con nosotros. Fue una experiencia ruidosa para el propietario de la tienda, con el que empezamos a discutir y a buscar problemas. El tipo que se sentó con nosotros era Steve Marriott, que trabajaba allí para conseguir algo de dinero extra. Teníamos un bolo en un pub y le invitamos a que se uniese a cantar; cuando lo hizo fue alucinante, todo el pub se volvió loco. Steve estuvo tocando el piano y rompió algunas teclas por accidente, pero el tipo del pub le perdonó porque también alucinó con la voz del hombre. El resto de la banda se disgustó muchísimo, se levantaron y se despidieron, y nos quedamos solo Ronnie, Steve y yo. Ese fue el comienzo de los Small Faces”.

Volviendo a la química, para empezar, tenían un baterista que perpetuaba unos patrones muy diferentes a los que marcaban sus compañeros de generación, exceptuando, cómo no, a Keith Moon: “Estaba Bobby Elliott, el tipo de los Hollies, Ringo Starr, Charlie Watts… Había muchísimos grandes bateristas en la época y me dije que no podía copiar a ninguno de ellos, o adoptar sus personalidades, tenía que poseer mi propia identidad. No podía obtener ninguna clase de dinero para recibir clases, tenía que ser autodidacta. Por eso mismo aprendí a encontrar mi propia voz, porque empecé a hacer las cosas de forma diferente. Afortunadamente, me encanta poner swing en todo lo que hago porque aprendí escuchando discos de Jazz; es divertido el hecho de que Charlie Watts encontrase fama tocando con una banda de Rock, porque él, como yo, es un gran fan del Jazz.

Luego tenías a (Keith) Mooney, que era el jefe de su propia técnica, de su propia creación; creo que Pete Townshend le definía perfectamente cuando comentaba que Moon pasaba por todas las partes posibles de la batería pero siempre volvía al tempo y acababa en el lugar adecuado”. También estaba Ian McLagan, uno de los teclistas con mayor intuición del negocio. Y por supuesto, el tándem Steve Marriott /Ronnie Lane. Formaron un binomio de composición totalmente equilibrado, los Lennon y McCartney de la banda. El primero tenía esa capacidad de arriesgar, de insuflar incluso comedia en sus interpretaciones, volátil como él solo, siempre imitando descaradamente un acento ‘cockney’ y callejero en esas fases… y Lane era mucho más estable, acorde con su personalidad, relajado, y quizás, premeditado en sus compases. En cualquier caso, no es cierto, como dicen las malas lenguas, que Marriott compuso los éxitos de la banda en solitario.

El propio Jones lo confirma: “Lo hicieron juntos, y lo sé porque pasaban juntos la mayor parte del tiempo. Nadie más estuvo involucrado. De entre todos los singles, creo que Steve llegó con el Riff de «All Or Nothing», es lo que recuerdo, pero el resto de canciones las escribieron juntos, al cincuenta por ciento”. Es necesario aclarar esto, ya que hay quien dice que el recelo que tuvo Ronnie a los cantantes solistas, procede de los días que compartió con Steve. Es cierto que él estuvo en contra, ya en los Faces, de la incorporación de Rod Stewart, y acabó marchándose de esa banda por los devaneos de divismo de Rod. Pero su verdadero enfado con Marriott se debió a la espantada del segundo de la banda, propiciando la finalización de la misma –el cantante se sentía frustrado por no poder llevar a los escenarios del modo que hubiese deseado, una obra tan compleja como Ogdens’ Nut Gone Flake–.

No había problema alguno en que Steve fuese el centro de atención, a fin de cuentas nadie en Small Faces podía, vocalmente, hacerle sombra. De ese modo nos preguntamos, ¿hubo contrariedades personales entre uno y otro? Parece que no. “Durante los cuatro años que estuvimos juntos mantuvieron una relación fantástica. Formaban una relación de trabajo muy creativa. Ronnie escribía canciones muy pasionales, porque él era muy pasional, y Steve, por su pasado teatral, ya que fue a una escuela de arte, era muy bueno contando historias. Entre los dos formaban un gran equipo. Creo que cuando todo fue mal, fue cuando, después de los Faces, decidimos reunir a la banda, y ojalá nunca lo hubiésemos hecho, es lo peor que podíamos haber hecho. En fin, Ronnie y Steve tuvieron una discusión el primer día, y Ronnie se marchó y nunca volvió. Deberíamos haber parado y dejarlo ahí, porque no puedes recrear el pasado (la reunificada banda con Rick Wills en sustitución de Lane, grabó un par de trabajos, Playmates en el 77 y 78 In The Shade al año siguiente, que son mejor olvidar. NdA).

Creo que ese es mi único lamento, haber reunido a la banda. Hubo muchas fricciones; creo que Steve se convirtió en una especie de Punk, era mucho más agresivo y vociferante, no se quién era realmente en esa época, pero no era el tipo que yo conocía. Era otra persona. A Ronnie Lane no le gustaba eso, porque él seguía siendo Ronnie Lane, ¿sabes? Esa fue la única cosa, pero no es mucho para haber pasado tanto tiempo juntos”. Aún y todo, parece que Steve dejó a Lane fuera de la casa de campo (Beehive Cottage) que ambos compraron con el dinero que avanzó Immediate por los derechos de autor pertenecientes a los sencillos de éxito. El que fuera compañero de banda con Marriott en Humble Pie, Jerry Shirley, así lo contaba: “Ronnie abandonó Beehive Cottage cuando se separó la banda, y cuando intentó obtener algo de compensación por ella, Steve se giró y dijo: “No vas a tener nada, esto se ha comprado con el dinero de los éxitos que yo he escrito, y no tú”. Jones, de nuevo ejerce de apagafuegos y desestima las palabras de Jerry: “Nunca escuché que Steve le despidiese de la casa; le compró su parte”.

El tema de liquidez monetaria fue otro problema a lo largo de la corta carrera del cuarteto. De Immediate, para quienes registraron Small Faces (68) y el colosal Ogdens’ Nut Gone Flake (68), obtuvieron el dinero para comprar la casa rural, instrumentos de gama alta y poco más. Con la anterior disquera para la que trabajaron, Decca –estos adquirieron Small Faces (66) y From The Beggining (67), que se editó a espaldas de la banda– obtuvieron aún menos. En esos años tuvieron, inclusive, el ‘placer’ de trabajar para Don Arden, un tipo famoso por sus malas artes y sus tratos ilegales con los músicos a los que representó. Cuando Steve firmó un contrato por el derecho de royalties de sus canciones (dejando a un lado a Lane), se olvidó de algo muy importante: reclamando ese derecho, demandaba a Arden, pero este no iba a dejarse querellar fácilmente.

El drama: Arden estuvo presionando y extorsionando al cantante durante gran parte de la década siguiente. Kenney sigue ejerciendo de bombero, quizás porque su relación con el ‘Al Capone del Pop’ quedó finiquitada una vez la banda abandonó Decca: “A principios de los sesenta teníamos a toda esta gente que imitaba a las estrellas americanas de las películas de gánsteres; les gustaba sentirse asociados a la mafia americana, aunque fuese de forma ficticia. Todos los que tenían una posición en el negocio aparentaban que eran ese tipo de personas. Don nunca fue realmente un tipo duro, pero le gustaba proyectar esa imagen. Se ganó la reputación de ser un tipo duro, pero era un Teddy Bear enorme, eso es lo único que era. Amenazó a varios tipos, pero era solo fachada. Al final de la jornada, él fue quien nos puso en el mapa y el que tenía los contactos”. Ni problemas económicos, ni fuga de egos; si los Small Faces hubiesen logrado triunfar en América, es incluso probable que la banda nunca se hubiese desintegrado.

Esa era la llave de la longevidad y la buena vida para todas las grandes bandas de la época. “Nuestro problema: América no dejaba pasar a Ian Mclagan, ya que en su expediente había una detención por drogas. Podíamos haber contratado a otro músico, pero nadie en la banda quería hacer algo así. Nunca tocamos en América, lo más cercano que estuvimos fue cuando… Los Who y Small Faces solíamos tocar juntos todo el tiempo, y fuimos a Nueva Zelanda y a Australia, creo que en el 66, y a la vuelta del tour, el avión hizo una parada en San Francisco volviendo de Australia y tuvimos que pasar la noche allí. El autobús nos trasportó hasta un Holiday Inn que estaba, tan solo, a seis millas del aeropuerto, y eso fue todo. No tuvimos que pasar ningún control de pasaporte o aduanas de inmigración, nada. Así que aterrizamos todos, incluyendo a Mac. Fuimos y encendimos la tele, y lo primero que vimos es como le pegaban un tiro a un tipo que había intentado robar en una tienda de antigüedades; esa fue mi primera impresión de América.

Pero eso fue todo lo cerca que estuvimos de América. Pienso que si la banda hubiese podido establecerse en América, hubiese estado unida, hubiese crecido, y hubiese sido tan grande como los Who o cualquier otra banda. Es gracioso, fuimos a América de forma individual. Y como nosotros nos hicimos famosos con los Faces, y Steve con Humble Pie, la gente empezó a darse cuenta de que todos veníamos de una banda llamada Small Faces, y entonces empezaron a venderse discos de la banda allí. En cierto modo, a partir de entonces, en América se formó un culto entorno a la banda”. Un culto que ha alcanzado el presente, al haber sido los Small Faces inducidos en el elitista Rock And Roll Hall Of Fame, evento que ha propiciado la re edición de sus cuatros trabajos en formato deluxe, editados por Universal y revisados por Jones y McLagan. Lo importante es seguir disfrutando de todas esas enormes canciones, de la cohesión de la banda, y de la garganta del que fuera uno de los mejores cantantes de todos los tiempos.

Que le pregunten a Robert Plant. “Jimmy Page era un músico de sesión en esa época y cuando tenía un descanso, se pasaba por nuestras grabaciones porque le encantaba ver cómo trabajaban los Small Faces. Robert Plant, por otra parte, era un gran fan nuestro y de Steve, y tomó muchos de sus trucos para su formación como cantante. Me enorgullece decir que éramos una de las bandas favoritas de Led Zeppelin; vieron cómo agarrábamos la música negra y la combinábamos con las raíces inglesas. Si escuchas nuestro primer álbum, verás de lo que hablo. La primera versión de «Whole Lotta Love», era «You Need Loving». Pero al menos nosotros decíamos de dónde procedía la inspiración.

Nosotros éramos fans hambrientos, y esa época era hermosa para conocer nuevos y viejos artistas. Por eso no me extraña que nosotros también hayamos tenido fans y hayamos influenciado a otras bandas. Mi hija, que tiene catorce años, sabe con quién he tocado y aunque yo me negase a hablar de ello, solo ha de mirarlo en Internet. Pero nunca tuvo una opinión muy definida de los Small Faces hasta que vio a una de sus bandas favoritas hacer una de nuestras canciones; se volvió fan instantáneamente. Creo que éramos unos adelantados a nuestro tiempo, y fuimos afortunados de conocernos, de conectar los cuatro músicos que formábamos la banda, eso es lo genial del asunto. Creo que es una pena que nos separásemos después de haber hecho un disco como Flake, porque teníamos un potencial enorme”.