lunes, 7 de junio de 2021

NEIL YOUNG, LA ÚLTIMA ESTRELLA (ACTIVA) DEL ROCK: "VA DIEZ PASOS POR DELANTE DE CUALQUIERA"

Enrique Rey

El Confidencial, 07/06/2021


Desde 2016 ha sacado 13 discos entre los que hay novedades junto a tres bandas distintas, directos de cuatro etapas diferentes, una banda sonora y hasta un disco de estudio

Neil Young es una figura incuestionable. Como otros grandes mitos de la música popular en activo —Bob Dylan, Paul McCartney, los Rolling Stones—, en su momento de mayor éxito lanzó discos —‘Everybody Knows this is Nowhere’, ‘Harvest’, sus trabajos junto a Crosby, Stills and Nash— y canciones —‘Helpless’, ‘Heart of Gold’, ‘Old Man’— que se convirtieron en clásicos: imprescindibles para los interesados en su estilo, el folk, o la música de su gran década, los setenta; disfrutables y reconocibles por cualquiera en cualquier momento. Pero, a diferencia de sus compañeros de generación, Young nunca ha encendido el piloto automático. Así, a principios de los noventa, cuando el tiempo corría más deprisa para la industria musical y en un lustro cabía un universo estético entero, el canadiense volvió a convertirse en referencia para los músicos más jóvenes gracias a su peculiar —atronadora, ruidosa— forma de tocar la guitarra, considerada una de las bases del sonido “grunge” (Pearl Jam, Nirvana…). Desde entonces y hasta hoy, ha mantenido un ritmo vertiginoso, movido por pasiones (y obsesiones) cambiantes, sacando adelante decenas de proyectos y naufragando en otros, siempre centrado en ofrecer a su público una experiencia honesta y original. Mientras otras leyendas se esfuerzan para no resultar decepcionantes (o no se esfuerzan), Neil Young, despreocupado de su irregularidad, sigue trabajando incansable para producir varios lanzamientos sorprendentes o geniales por año, como si fueran cosechas. Neil Young, despreocupado de su irregularidad, sigue trabajando incansable para producir varios lanzamientos sorprendentes o geniales por año Una de las señas de identidad del festival Primavera Sound es la simultaneidad de sus actuaciones. Los asistentes siempre pueden elegir entre dos o tres conciertos y planificar su ruta en función de sus intereses. En 2009, sin embargo, y de manera excepcional, todos los escenarios salvo el principal quedaron en silencio. El concierto de Neil concentró, durante un par de horas, a todo el público. Al principio, hubo quien se quejó; tras la actuación, hasta los más escépticos (“por qué voy a tener que aguantar solos de guitarra de quince minutos”) estaban hipnotizados. Aquella noche las crónicas se llenaron de hipérboles: “El ruido y la furia vital, los punteos, la rítmica repetición de las cosas que nunca mueren”, escribió Iker Seisdedos; “Qué concretos, qué rotundos se oyeron sus guitarrazos en el limpio anochecer”, afirmó Pablo Gil. Y no solo entonces: algo parecido ha ocurrido cada vez que Neil ha pisado España. Su última visita tuvo lugar durante el Mad Cool de 2016, y en aquella ocasión Víctor Lenore aseguró que el mito canadiense “sonó majestuoso”, mientras que Fernando Navarro tituló: “El fuego inconmensurable de Neil Young”.

Es evidente: Neil ha convencido al público y a la crítica durante más de cincuenta años; pero no todos sus movimientos resultan tan elocuentes como el sonido de “Old Black”, su vieja Gibson Les Paul. El de Young ha sido siempre un universo hermético y difícil de abarcar.

Retirado desde muy joven en su enorme rancho californiano, lleva décadas mostrando un carácter reservado, en general, o maniático y susceptible cuando trata con la prensa o con sus propios colaboradores. Concede pocas entrevistas y en ellas suele responder con monosílabos o indisponerse (el periodista neoyorquino Zach Schonfeld recuerda con humor cómo Neil le colgó a mitad de una pregunta; otros han terminado más ofendidos o disgustados). Quienes han logrado acceder a su intimidad, como su biógrafo Jimmy McDonough, o el también legendario David Crosby (con ambos mantuvo una larga amistad que terminó por estallar), lo describen como un genio irascible y disperso, e insisten en que siempre está rodeado por una corte de tipos raros (ingenieros disparatados, músicos de talento variable y gurús trasnochados) que alientan y ponen en marcha cada una de sus ocurrencias. Su última entrevista en profundidad, concedida al 'New York Times' en 2019, dibuja a un anciano cascarrabias con tres frentes abiertos, tres batallas en las que lucha con tesón de activista y megalomanía de millonario. Gran aficionado a los coches clásicos, dedicó una enorme cantidad de recursos a convertir, a modo de demostración ecologista, un Lincoln Continental de 1959 en un vehículo híbrido que funciona con biodiesel y electricidad. A la vez, se embarcó en el desarrollo de un reproductor de audio digital de alta fidelidad, convencido de que, primero los iPod (son conocidas sus discusiones con su vecino Steve Jobs) y más tarde la música en streaming están arruinando la calidad del sonido que llega al consumidor. Su dispositivo, el Pono, fue un fracaso comercial. Por último, y más recientemente, ha iniciado una campaña contra la multinacional Monsanto y sus semillas transgénicas que le ha llevado a producir sus propias semillas, no modificadas genéticamente, y repartirlas en sus conciertos.

Elliott Roberts, fallecido en 2019 y mánager del canadiense durante prácticamente toda su carrera, declaró que “si Neil ve un reportaje sobre Bosnia en la CNN, cinco minutos más tarde estará preparando un álbum y una gira sobre el tema”. En cualquier caso, si algunos de sus empeños parecen caprichos extravagantes, con otros proyectos ha alcanzado sus objetivos: cada año organiza el Bridge School Festival, un concierto en beneficio de una organización que asiste a niños con discapacidades graves por el que han pasado amigos como Elton John, Bob Dylan o Elvis Costello; y, para ayudar a su hijo Ben Young, tetrapléjico, ha desarrollado interfaces electrónicas que facilitan la comunicación a personas con su enfermedad. En cuanto a su música, existen pocos artistas tan comprometidos con la difusión y la conservación de su legado, algo que no le impide seguir lanzando novedades con una frecuencia extraordinaria. De esta forma, el seguidor de Neil Young asiste en la actualidad al despliegue concurrente de un presente hiperactivo y de un amplísimo pasado, lleno de tesoros todavía inéditos que poco a poco van saliendo a la luz. Para abordar la producción reciente de Young es necesario marcar una fecha. Por ejemplo, aquel 2016 en que le vimos por última vez. Es necesario, también, enfocarla cuantitativamente: desde 2016 Neil Young ha sacado 13 discos, entre los que hay novedades junto a tres bandas distintas, directos de cuatro etapas diferentes, una banda sonora y hasta un disco de estudio rescatado de sus años de plenitud: ‘Homegrown’, grabado en 1974 y oculto hasta el verano de 2020. Las canciones completamente inéditas —que pueden ser contemporáneas o estar compuestas en los setenta— suman cincuenta y seis. Además, ha puesto a la venta la segunda parte de sus ‘Archivos’ (cajas que recopilan el trabajo de una década e incluyen la remasterización de lo ya conocido junto a rarezas de estreno) y, por si fuera poco, ha desarrollado una monumental página web (habría invertido en ella más de un millón y medio de dólares de su fortuna personal) en la que está disponible, bajo suscripción, toda su obra, organizada a lo largo de una línea de tiempo muy útil para orientarse entre tanto material. Desde 2016 Neil Young ha sacado 13 discos junto a tres bandas distintas, directos de cuatro etapas diferentes, una banda sonora y un disco de estudio Los álbumes de estudio compuestos y grabados durante los últimos años son ‘Peace Trail’, junto a dos músicos de estudio, ‘The Visitor’, con Promise of the Real, la banda que lo acompañó durante su última gira, y ‘Colorado’, el más interesante porque supone un nuevo capítulo de su relación con los Crazy Horse. ‘Colorado’ es un cuadragésimo álbum previsible pero más que digno en el que destacan, como de costumbre, los pasajes de guitarra, las armonías vocales de los coros, casi dulces entre tanta aspereza y la percusión vigorosa —la metáfora obvia es el galope de un caballo desbocado— del batería Ralph Molina. Entre los directos recién editados, sobresalen ‘Way Down in the Road’ y ‘Young Shakespeare’, catas —cada una de un registro— tomadas en el mejor momento. En el primero, grabado en 1990, vuelven a intervenir los Crazy Horse, con sus largos desarrollos instrumentales y su energía psicodélica. El segundo recoge un concierto en solitario de 1971, y es una muestra de la emotividad que alcanzaba el joven Neil en entornos más íntimos, valiéndose de su voz y de una guitarra acústica o de un piano. Pero, sin duda, la publicación de ‘Homegrown’ ha sido la maniobra más inesperada de este último período. Con un estilo cercano al de su mayor éxito, ‘Harvest’, este disco fue grabado en 1974, poco antes de ‘On the beach’ y ‘Tonight’s the night’. Si estos últimos fueron oscuros ejercicios de blues, deliberadamente imperfectos y estridentes, ‘Homegrown’, inmediatamente anterior, queda todavía cerca del country y presenta un sonido más limpio. No era un secreto: en una entrevista concedida a Cameron Crowe en 1975, Neil habló de “un disco con bonitas armonías en las que colabora Emmylou Harris, como una cara oculta de ‘Harvest’, que es justo lo que mucha gente está esperando”. Pero también avisó de que aquellas canciones le parecían “demasiado privadas y pesimistas” y de que probablemente nunca se editarían. Así fue hasta junio de 2020. “Suele ir diez pasos por delante de cualquiera. Si quiere tu opinión te la pedirá, pero si no, es temerario decirle nada” Noel Gallagher ha dicho en más de una ocasión que sueña con grabar un tema junto a Neil y sus Crazy Horse, los Chromatics, un grupo de pop de sintetizador, abrieron su disco ‘Kill for Love’ con una versión de ‘Hey, Hey, My, My’, Saint Étienne hizo lo propio con ‘Only Love Can Break your Heart’ y la convirtió en un “hit” bailable. En España, la música de Neil ha pasado de padres a hijos y, a diferencia de la de figuras cuyo sonido se congeló hace años, es reivindicada por prácticamente cualquier banda joven. Por ejemplo, Álex López, de Kokoshca, está al tanto de todos sus lanzamientos: “Hablamos mucho en Kokoshca sobre las carreras musicales, lo extenuante de la novedad constante y todo eso. Me fliparía que nosotros tuviéramos una carrera de 50 años y sacáramos grabaciones viejas como hace Neil ahora.”

La discografía de Neil es tan enorme y ha sido tan analizada que, preguntado por sus preferencias, Álex prefiere destacar “un camino bastante escondido. Tras el country, el folk, la psicodelia… surgen de vez en cuando migajas, por ejemplo, de funk. Me imagino el día en que un atrevido dj se lance a pinchar ‘Revolution Blues’ en mitad de un “set digger”. Y me flipa pensar que el proto-techno kraftwerkiano del ‘Trans’ es contemporáneo a todo lo que estaba sucediendo en Detroit en 1983. O que en medio ‘Landing on water’ no se terminó de atrever a hacer el disco dub que se intuye”. Neil Young es quizá la última estrella del rock que lo ha hecho todo y continúa actuando con total libertad. En palabras de John Hanlon, uno de sus ingenieros de sonido: “Suele ir diez pasos por delante de cualquiera. Si quiere tu opinión te la pedirá, pero si no, es temerario decirle nada”. Así queremos que sean los rockeros y así es Neil, que exige a su público tanta atención como satisfacciones ofrece. En cuanto a sus cruzadas contra Silicon Valley, contra los transgénicos o contra el audio digital (“soy el único que ve que todo está yéndose a la mierda”, suele decir); bueno, al menos él escucha sus grabaciones tras el volante de un silencioso Lincoln eléctrico con un equipo de sonido que, dicen sus amigos, impresiona a cualquiera. Keep on rockin’.