martes, 24 de diciembre de 2024

DE MENOS A MÁS: PORCUPINE TREE

Jordi Planas

Ruta 66,  06/12/2024



“Buena parte del tiempo no somos felices. Desgraciadamente tenemos que enfrentarnos a cosas como la muerte, pérdidas o remordimientos. Y pienso que es algo hermoso que podamos compartir esa carga a través de canciones, a través del arte, creando algo que la gente pueda escuchar o ver o leer o lo que sea y entender luego que no son las únicas personas que sienten eso ni a las que les pasa eso”. (Steven Wilson, 2020).

¿Han sido Porcupine Tree los nuevos Pink Floyd? Algo de eso hay, ya que desde los orígenes de la banda encontramos elementos psicodélicos, atmósferas espectrales, guitarras líquidas y melodías etéreas. Pero en el sonido del grupo también se aprecian influencias de bandas como los anglo-germanos Nektar (que mezclaban psicodelia con riffs duros), Gong, Ozric Tentacles, Hawkwind o incluso los primeros Tangerine Dream. Pero Steven Wilson, líder de PT, ha absorbido estilos tan diversos que la música que ha hecho, tanto en PT como en solitario y en otros proyectos, tiene ramificaciones estilísticas múltiples.

Así, catalogar a PT como rock progresivo es quedarse corto, ya que poco tiene que ver su música con los popes de los 70’s (léase Genesis, Yes, Jethro Tull o EL&P), exceptuando King Crimson, con quienes comparten riffs contundentes y una tendencia a crear momentos tensos y oscuros. Por otro lado, el común denominador de muchas composiciones de Wilson es un poso de melancolía.

Porcupine Tree empezó con Wilson solo haciendo grabaciones caseras entre 1987 y 1991 con un claro acento psicodélico. Pero al publicarse una recopilación de las mismas en el sello Delerium, Wilson tuvo que buscar personal para posibles conciertos. Reclutó al teclista Richard Barbieri (de la banda de culto Japan), un músico en la estela de Rick Wright (Pink Floyd), en el que a menudo menos es más, en las antípodas de correcaminos como Rick Wakeman, Keith Emerson o Jordan Rudess. Como base rítmica contó con Colin Edwin (bajo) y Chris Maitland (batería y coros), y así en diciembre de 1993 tuvo lugar el debut en vivo del grupo. Wilson empezó entonces a ampliar la paleta sonora con menos psicodelia y más rock progresivo, pop y kraut-rock, algo apreciable en The Sky Moves Sideways o Stupid Dream.

Ya en el año 2002, con la entrada del portentoso batería Gavin Harrison (alabado por el mismísimo Neil Peart, de Rush), el sonido del grupo absorbió virutas metálicas, ficharon con una multinacional y la fama del grupo creció con In Absentia. Pero el muy inquieto Wilson, tras la gira de presentación de The Incident, se centró en el año 2011 en su carrera en solitario con la publicación de su segundo disco, Grace for Drowning, al que siguieron varios trabajos con los que amplió aún más su base de seguidores. A partir de ahí, se especulaba si Wilson había bajado definitivamente la persiana de Porcupine Tree, ya que no parecía necesitar más a sus ex compañeros.

Sin embargo, en el año 2022 Wilson sacaba por sorpresa nuevo álbum de PT, Closure/Continuation. Pero, ay, sin el bajista Edwin: todavía está estupefacto por cómo Wilson le mandó un simple mail diciendo que estaba excluido del último disco porque el propio Wilson ya se había encargado de los bajos… pero es que tampoco lo llamó para la gira posterior. Un poquito feo que no contaran con él, pero ya se sabe que en el seno de muchas bandas no impera casi nunca la democracia.

Al margen de PT, los músicos que han pasado por la banda han hecho proyectos muy interesantes, a menudo fuera de los márgenes de la música comercial. Por ejemplo, Chris Maitland participó en bandas paralelas de Wilson: No-Man, I.E.M. y Blackfield. También estuvo en el grupo Kino, con quienes grabó el muy estimable Picture (2005), y ha tocado además con los italianos Nosound. Colin Edwin tiene cuatro discos en solitario, colaboraciones con Jon Durant o Tim Bowness, el proyecto experimental Ex-Wise Heads junto a Geoff Leigh (Henry Cow) y es además miembro de la banda O.R.k, junto al ex batería de King Crimson Pat Mastelotto. Por su parte, Gavin Harrison tiene un dilatado historial como batería de sesión: Iggy Pop, Level 42, Kevin Ayers, Franco Battiato, Mick Karn o Fates Warning. Pero destaca su participación en la última encarnación de King Crimson y en The Pineapple Thief.

Además tiene un proyecto junto al multiinstrumentista 05Rc, y un disco en solitario donde revisita la música de PT en curiosa clave Big Band: Cheating the Polygraph (2015). Barbieri destaca por sus dos discos junto a Steve Hogarth (cantante de Marillion), Not the Weapon but the Hand (2012) y Arc Light (2014), además de varios trabajos como solista llenos de paisajes sonoros. Podemos mencionar también a John Wesley, guitarrista y coros en algunas giras de PT (¿por qué Wilson no lo llamó para la última gira de la banda en 2022-23?). Colaboró con Fish (ex cantante de Marillion), tocando en directo y ayudándole a componer las canciones del disco Fellini Days (2001). Y tiene varios discos en solitario, como el recomendable A Way You’ll Never Be… (2015).

Naturalmente, no podemos olvidarnos del principal artífice de Porcupine Tree, Steven Wilson. Además de su carrera como solista (su último disco es el estupendo The Harmony Codex, de 2023, y en breve sacará The Overview), ha hecho un sinfín de remezclas de discos de King Crimson, Yes, Jethro Tull, Black Sabbath o XTC. Y como parece tener un montón de tiempo libre, ha participado en proyectos paralelos como No-Man, Blackfield o Storm Corrosion. Tiene además un interesantísimo podcast en Youtube, The Album Years, mano a mano con su colega Tim Bowness. Así, es poco probable que Wilson resucite a PT, pero nunca se sabe, porque los pasos de este hombre son impredecibles.

A continuación, los once discos en estudio oficiales, pero merece la pena comentar además cuatro trabajos que complementan la evolución de la banda: una compilación de material primerizo grabado por Wilson (Yellow Hedgerow Dreamscape), un viaje lisérgico en toda regla (Voyage 34), un bonito disco de improvisaciones (Metanoia) y un estupendo recopilatorio con material inédito (Recordings).

Y una curiosidad para los muy completistas (odisea casi imposible para quien quiera tenerlo todo de Porcupine Tree y de los múltiples proyectos de Wilson): PT participaron en un disco de tributo a… Yoko Ono. Sí, la viudísima de John Lennon. Grabaron la canción de Yoko “Death of Samantha” para el disco colectivo Yes, I’m a Witch (2007). Y no solo es de las mejores versiones del álbum, sino que PT consiguen llevar la canción a su terreno. Y es que para Mr. Wilson no existen fronteras estilísticas de ningún tipo…

15 – ON THE SUNDAY OF LIFE… (1992)

Selección de las primeras grabaciones caseras hechas por Steven Wilson entre 1989 y 1991 (el resto está en Yellow Hedgerow Dreamscape), cuando Porcupine Tree nació como proyecto casi unipersonal. Y aquí tenemos dieciocho variopintas piezas, que van desde el ambient primigenio de los Tangerine Dream de Zeit o Atem (“Music for the Head”) a un pop bizarro y divertido (“Jupiter Island”, “The Nostalgia Factory”, “Linton Samuel Dawson”), casi emulando a los Dukes of Stratosphear (la estupenda banda tras la que se escondían XTC). También hay jazz fusión proveniente de Orión (“Third Eye Surfer”), momentos loquísimos tipo Gong o Hawkwind (“Hymn”, “Footprints”), temas semi-acústicos (“Nine Cats”, “Begonia Seduction Scene”), música de baile mezclada con Can (“And the Swallows Dance Above the Sun”), ovnis del planeta Zappa (“Queen Quotes Crowley”) o los primeros The Cure (“This Long Silence” conecta con “Killing an Arab”).

Lo mejor, dos largos temas que avanzaban el posterior sonido de la banda: una versión remozada de “Radioactive Toy”, (habitual en los posteriores directos del grupo) y la floydiana “It Will Rain for a Million Years”. Todo ello bañado con una generosa capa de psicodelia y un aderezo de space-rock no apto para todos los paladares. Y es que los principales referentes de Steven Wilson venían de otra galaxia, lejos del prog-rock clásico de los años 70.

14 – YELLOW HEDGEROW DREAMSCAPE (1994)

Curiosamente, esta segunda selección de las grabaciones caseras que hizo Wilson a finales de los 80 suena más coherente y consistente que On the Sunday of Life… , a pesar de que solo se ha publicado en ediciones limitadas para saciar el hambre de los muy completistas. Este bonito artefacto psicodélico es casi enteramente instrumental, compuesto, tocado y grabado por Steven Wilson, con alguna ayuda puntual de su amigo de la adolescencia Malcolm Stocks. Bebe mucho de los Pink Floyd época 66-67 con Syd Barrett y el mítico Piper at the Gates of Dawn, pero también del infravalorado A Saucerful of Secrets (algo patente en temas como «Daughters in Excess»).

Y es que, como ha confesado Wilson, los Floyd fueron sus Beatles particulares. También hay referencias sonoras a los Tangerine Dream más planeadores (“Landscare” o “Prayer”), y varios pasajes no desentonarían en lo que estaban haciendo entonces bandas como Ozric Tentacles. También tenemos esa breve marcianada de un minuto, «Wastecoat», que parece diseñada por el no menos extraterrestre Adrian Belew (recuerda a “Dig Me”, de King Crimson), o un tema de pop-cutre alucinógeno, el divertido «Track Eleven». Además, una primera versión de «Radioactive Toy», pieza clave de la primera época de la banda.

En la primera edición del disco aparecía una versión de Prince, “The Cross”, pero en posteriores ediciones fue sustituida por «Out», que suena como si Nirvana hubiesen abusado (todavía más) de diversos estupefacientes. Pero las piezas más destacables son las estupendas “Mute” y “No Reason to Die”, dos de esas joyas ocultas del catálogo de PT que ya tardas en buscar en Youtube.

13 – VOYAGE 34 – THE COMPLETE TRIP (2000)

Un muy bizarro proyecto compuesto, interpretado y grabado por Wilson (con algo de teclados por parte de Barbieri en la cuarta pieza). El origen del disco era un largo tema de media hora con el título «Voyage 34», previsto para el segundo álbum de Porcupine Tree (Up the Donwstair, 1993), pero finalmente lo publicó en forma recortada en dos singles. Más tarde, se hicieron dos remezclas adicionales y finalmente apareció el disco con las cuatro versiones juntas. A modo de álbum conceptual, se narra la experiencia psicodélica de un tal Brian el cual, tras ingerir 33 veces LSD sin efectos adversos, se enfrenta a un mal viaje durante su 34ª ingesta.

Sin embargo, musicalmente no es un disco oscuro, al contrario, suena bastante relajante, impera la música ambiental. Solo se aprecia cierta tensión sonora en su primera parte, gracias en parte a un persistente riff de guitarra que, ay, roza el plagio de “Another Brick in the Wall, pt. 2”, de unos tales Pink Floyd… Uno de los textos del disco reza: “Si fuera posible durante un disturbio esparcir al aire pequeñas dosis de LSD desde un helicóptero… la gente pronto se calmaría”. Venga, Wilson, tú dale ideas al gobierno de turno, a ver qué pasa.

12 – CLOSURE/CONTINUATION (2022)

Cuando el grupo parecía disuelto desde 2010, y con Steven Wilson con una ascendente carrera en solitario, Porcupine Tree volvieron por sorpresa con un nuevo álbum en estudio. Ya la primera pieza, «Harridan», empieza con una declaración de intenciones, porque es el propio Wilson quien toca el bajo (con un riff de corte funky). Y es que Wilson contó con Barbieri a las teclas y Harrison a la batería, pero no con Edwin, ni siquiera para la posterior gira… El trío restante hace un trabajo que parece seguir allí donde lo dejaron con The Incident, de ahí el ambiguo título del disco, Closure/Continuation. Con «Rats Return» vuelven a ese sonido áspero y metálico deudor de Opeth y similares, aunque cuando menos te lo esperas rebajan los decibelios y parece una banda distinta. Pero es que uno de los puntos fuertes de P.T. es su variedad estilística, a veces en una misma composición. El problema general del disco es que no sorprende, hay momentos con una sensación de déjà vu, caso de “Herd Culling”, mientras que “Of the New Day” parece un descarte de The Incident.

Por su parte, la larga “Chimera’s Wreck” tiene a la mitad interesantes ecos de Rush pero poco más. Se agradece que haya canciones que suenen un tanto diferentes, caso de la estupenda “Dignity” (quizás la mejor del disco) o “Walk the Plank” (con pinceladas electrónicas), que conectan más con Wilson en solitario. Curiosamente dos de los mejores temas fueron relegados a un segundo CD en la versión especial del disco (ambas con un bonito espíritu pop): “Never Have” (recuerda a Blackfield, uno de los proyectos paralelos de Wilson) y “Love in the Past Tense”.

11 – METANOIA (1998)

El término metanoia (que no figura en la Real Academia Española) tiene diversas acepciones: teológica, psicológica o en el habla cotidiana. Pudiera ser que Wilson hiciera referencia a la tercera: un cambio de mentalidad para empezar a ver el mundo desde una perspectiva diferente. Y es que Wilson necesitaba abrir su mente y pensar dentro de los parámetros de una banda, habida cuenta que hasta la grabación de The Sky Moves Sideways (1995) la música de Porcupine Tree la hizo básicamente él solo. Y fue durante las sesiones del siguiente disco, Signify, cuando el grupo desarrolló una serie de improvisaciones, seguramente para que Wilson comprobara el potencial de la banda recién formada de cara a los conciertos. Muchos momentos (caso de «Mesmer I» y «Mesmer II») recuerdan a diversos proyectos que montaron ex miembros de Japan (con el común denominador de Richard Barbieri como teclista, tanto de Japan como de PT). De hecho, la base rítmica formada por Colin Edwin y Chris Maitland suena aquí similar al tándem Mick Karn (uno de los bajistas más originales que puedas escuchar) y Steve Jansen. Incluso Wilson llegó a tocar en vivo con el trío Jansen, Barbieri & Karn, así que quizás buscaba un sonido similar.

Una de las piezas donde más destacan Edwin y Maitland es «Metanoia II», que conecta con otro proyecto de Wilson, I.E.M. (acrónimo de Incredible Expansion Mindfuck). El tono general del disco es muy homogéneo, pero puestos a desatacar, ahí está la larga y fascinante «Mesmer III/Coma Divine». La primera parte es un collage experimental que entronca con otro proyecto paralelo más de Wilson (¿este hombre no duerme?), Bass Communion, y la subyugante continuación es una pura delicia, sorprende que sea totalmente improvisada. Metanoia, en fin, es una bonita colección de hipnóticos paisajes sonoros en los que poder perderse a gusto.

10 – UP THE DOWNSTAIR (1993)

Fíjate en la portada y dime que no ves un ectoplasma, una aparición sacada de una sesión de espiritismo… Pues esta imagen define varios momentos del contenido de este disco a ratos inquietante (ya puestos, así es mucha de la música de los primeros trabajos del grupo). Steven Wilson sigue ocupándose de casi todas las voces e instrumentos, aunque ya aparecen en un par de temas Barbieri a las teclas y Edwin al bajo. Y la música, además de referencias floydianas y ambient, contiene pinceladas de techno pop (caso de “Synesthesia” o el tema que da título al disco) y algunas guitarras afiladas, avanzando sendas más duras que seguirá el grupo en un futuro (“Not Beautiful Anymore”).

Destacan “Always Never”, el tema que da título al disco (aunque ambos se disfrutan aún más en las versiones del álbum en vivo Coma Divine), la pop-melancólica “Small Fish” y la larga “Burning Sky” (esa profunda respiración a mitad de la pieza hace pensar realmente en un médium espiritista…).

En la reedición de 2004 Gavin Harrison sustituía las programaciones originales con una batería estupenda que en ocasiones (caso de la dinámica “Synesthesia”) recuerda al Phil Collins de la época Duke o Abacab. Y como extra, un disco de media hora, Staircase Infinities, con piezas sobrantes de las mismas sesiones de Up the Downstair, como “The Joke’s on You” (la melodía parece el lamento de un alma en pena) o la hipnótica “Rainy Taxi”. En la versión de doble vinilo de Up the Donwstair aún hay una pieza más titulada “Phantoms”, por lo que se confirma el tono espectral del disco. Recomendable escuchar Up the Downstair/Staircase Infinities a solas de noche y con la mínima luz posible. Pero si ves alguna figura extraña en las sombras, pídele explicaciones a Wilson, no a mí.

[Nota: la misma noche en que escribí esta última frase, soñé que una mujer desconocida me miraba fijamente desde los pies de la cama, despertándome con el corazón a mil…]

9 – SIGNIFY (1996)

Tras The Sky Moves Sideways, primer disco realmente grupal, en Signify ya tenemos a la banda desarrollando todo su potencial, con Barbieri creando esos hipnóticos pasajes ambientales de teclados, Edwin con sus sinuosos bajos y Maitland con una batería a menudo sobria pero efectiva (y haciendo muy bien las segundas voces, como en “Sever”). El disco contiene una de las piezas fundamentales de la primera etapa del grupo, “Signify”, con un claro acento metálico que anunciaba el sonido que adoptarían plenamente seis años después.

Pero hay más temas memorables, como la balsámica “Waiting”, su segunda y subyugante parte instrumental o “Dark Matter”. Sí, el disco aún tiene muchos momentos psicodélicos que para alguna gente podrían tratarse de simple relleno, como “Pagan”, “Idiot Prayer” (casi parece una continuación de “The Sky Moves Sideways”), “Intermediate Jesus” (aquí con una batería más suelta) o “Light Mass Prayers” (puro ambient). Pero esos pasajes instrumentales a menudo desvelan una belleza oculta que se aprecia tras sucesivas escuchas.

Signify se reeditó años después con un disco de rarezas aparecido originalmente en cassette en 1997, Insignificance (la incontinencia creativa de Wilson no tiene fin). Una interesante colección de maquetas y bonitas caras B, caso de “Wake as Gun 1”, “Smiling Not Smiling” (podría haberla compuesto Syd Barrett) o la versión acústica de “Nine Cats”, una canción de On the Sunday of Life. Por cierto, de la gira de Signify salió el estupendo disco en vivo Coma Divine, grabado en Roma en marzo de 1997. Proveniente de las mismas fechas, en el 2020 se publicó Coma: Coda (aunque solo en Bandcamp, debido a un sonido un tanto deficiente), con otra de esas perlas que no están en ningún disco en estudio, una pieza con curiosos ecos de la banda de neoprog Jadis: “Cryogenics”.

8 – THE SKY MOVES SIDEWAYS (1995)

Seguramente el disco de Porcupine Tree donde la influencia de Pink Floyd es más evidente. Tanto es así que la larga pieza que da título al disco (dividida en dos partes) entronca directamente con la suite floydiana “Shine On You Crazy Diamond” (con pinceladas adicionales de Tangerine Dream o The Orb), con una introducción atmosférica, un desarrollo lánguido y guitarras líquidas, además de momentos cercanos al trip-hop. Sin embargo, a Wilson llegó a disgustarle esa asociación con Pink Floyd, hasta el punto que, inquieto como siempre ha sido, fue incorporando en sucesivos discos más elementos metálicos por un lado y pop por otro, dejando atrás los desarrollos psicodélicos. El disco se completa con cuatro piezas menores en comparación del tema titular: la tensa “Dislocated Day”, la tristona “The Moon Touches Your Shoulder”, el breve apunte guitarrístico “Prepare Yourself” y la instrumental e improvisada “Moonloop”, una vez más de carácter floydiano.

En la reedición de 2004 se añadió también “Stars Die” (que mejora el disco en su conjunto) y una versión alternativa de “The Sky Moves Sideways”. Y las percusiones programadas por Wilson en “Dislocated…” y “The Moon…” fueron sustituidas por la batería de Gavin Harrison. Para los coleccionistas, es interesante el recopilatorio Stars Die – The Delerium Years 1991-1997, con algunas piezas inéditas, además de “Fuse the Sky”, un exquisito remix comprimido de “The Sky Moves Sideways”.

7 – RECORDINGS (2001)

¿Puede un recopilatorio con material inédito ser más recomendable que varios de los discos oficiales en estudio de una banda? Pues un rotundo sí cuando hablamos de este estupendo Recordings, una hora de material que dista muchísimo de ser de relleno. Básicamente está compuesto por temas grabados durante las sesiones de los discos Stupid Dream y Lightbulb Sun (esto es, entre 1998 y 2000, uno de los períodos más fecundos del grupo) y varios aparecieron como caras B de singles (los más completistas deberán rastrear todavía más grabaciones ocultas de su catálogo, caso de “I Fail”, “Novak” o “Godfearing”).

Así, tenemos la versión extendida hasta los catorce minutos de la sensacional “Even Less”, el pop bizarro de “Access Denied” (no entró en Lightbulb Sun porque solo le gustaba a Wilson: un raro momento democrático en el grupo), la espectral “A Cure for Optimism”, la estupenda “Disappear” (podría haber figurado sin problemas en Lightbulb Sun), la inquietante “Ambulance Chasing”, la improvisada y atmosférica “Untitled” o la calmada “Oceans Have no Memory”.

Pero la mejor pieza es sin duda la ingrávida y subyugante “Buying New Soul”, diez minutos de pura magia sonora (con Edwin tocando el contrabajo). Si uno tuviera que elegir una docena de temas de toda la discografía de la banda, éste no podría faltar.

6 – DEADWING (2005)

Tras la nueva etapa más metálica iniciada por In Absentia, el grupo grabó Deadwing, un álbum que gira en torno a un concepto, aunque algo desdibujado: una historia de fantasmas (escrita por Wilson y Mike Bennion) cuyo destino iba a ser una película que nunca se filmó. Es un disco un tanto descompensado, porque por un lado hay temas potentes, caso de “Shallow”, “Open Car” o “Halo”, pero con más hincapié en riffs poderosos que en melodías inspiradas. De hecho, Wilson compuso “Shallow” (que a Barbieri nunca le gustó) presionado por la discográfica de cara a un single, y confesó luego que había algo forzado en ella, así que tras esa gira nunca más la ha vuelto a tocar. “Glass Arm Shattering”, que cierra el disco, parece querer recuperar la atmósfera de ciertos temas de Stupid Dream pero con menos gancho.

Sin embargo, tenemos material de primera calidad, como el formidable tema que da título al disco, con la guitarra de Adrian Belew (King Crimson) y una programación inicial que conecta con el comienzo de Hand. Cannot. Erase. (2015), el  magnífico cuarto disco de Wilson en solitario. “Lazarus”, por su parte, cumple a la perfección con el cupo de balada pop (casi acercándose a Coldplay).

Destacan tres piezas que valen por todo el disco: “Mellotron Scratch” (para Wilson, de lo mejor que ha compuesto nunca para PT), “The Start of Something Beautiful” (aquí sí hay un gran equilibrio entre riffs contundentes, buenas melodías y desarrollos trabajados) y la larga “Arriving Somewhere But Not Here”, con Mikael Åkerfeldt (de Opeth) aportando segundas voces y un solo de guitarra. Una de esas piezas que merece figurar en el top 10 de la banda.

Durante las sesiones se probaron más canciones, algunas aparecieron como extras de singles y otras se quedaron como maquetas, caso de “Godfearing” o “Vapour Trail” (con un curioso aire a Oasis). Mención especial para la descartada “Christenings”, que Wilson utilizó al año siguiente para Blackfield (uno de sus proyectos paralelos) y que acabaría siendo la mejor canción de su segundo álbum, Blackfield II.

5 – STUPID DREAM (1999)

Poco a poco la banda va dejando sus largos pasajes instrumentales preñados de psicodelia para dar paso a canciones más estructuradas. Esto coincide con el fichaje de una nueva discográfica, Snapper/Kscope, sello de gran calidad con muchos artistas de un rock progresivo contemporáneo y renovador (muy diferente al de décadas anteriores), caso de Anathema, Lunatic Soul, North Atlantic Oscillation, Nordic Giants o The Pineapple Thief. Hay que añadir que el sello también ha acogido proyectos paralelos de Porcupine Tree, como Steven Wilson en solitario, No-Man, Blackfield, Richard Barbieri o Gavin Harrison. Así, Stupid Dream supone una ampliación de la paleta sonora de PT, con algunas canciones con un claro acento pop (“Piano Lessons”, la bellísima “Pure Narcotic” o “Stranger By the Minute”).

Para los fans de su etapa anterior más aventurera, ahí están “Don’t Hate Me” o la instrumental “Tinto Brass”, ambas con la flauta y el saxo de Theo Travis. Pero también hay piezas cortas, híbridas e inclasificables como las estupendas “This is No Rehearsal” y “Baby Dream in Cellophane”. Lo mejor, la espectacular “Even Less”, una de las mejores piezas de la discografía de la banda.

4 – LIGHTBULB SUN (2000)

Si Porcupine Tree tienen un disco esencialmente pop (estilo que empezaron a abordar con el anterior trabajo, Stupid Dream), es Lightbulb Sun. ¿Estaba Wilson tratando de crear canciones potencialmente comerciales? Probablemente, porque aquí hay muchos menos desarrollos instrumentales. De las diez canciones (muchas son medios tiempos) solo dos son largas, y no necesariamente las mejores: la tensa “Hatesong” (con reminiscencias psicodélicas y un acento metálico) y la floydiana “Russia on Ice” (en la estela de “The Sky Moves Sideways”), con una batería final a cargo de Maitland que nada tiene que envidiar a su substituto, Gavin Harrison.

El disco se abre con la radiable “Lightbulb Sun” (con un bajo de Colin Edwin muy logrado), y tiene un puñado de canciones sensacionales: “How is Your Life Today?”, “Shesmovedon”, “Last Chance to Evacuate Planet Earth Before It Is Recycled” (con un discurso al final del líder de una secta suicida), “The Rest Will Flow” (estupendos arreglos de cuerda a cargo de Dave Gregory, guitarrista de XTC) o la muy melancólica “Feel So Low” (una de las mejores canciones que puedas escuchar sobre una ruptura sentimental). La producción del disco es exquisita, así como la riqueza de armonías vocales, muchas a cargo del batería Chris Maitland.

Seguramente Wilson estaba más que harto de que PT fuera una banda de culto y buscaba ampliar su base de seguidores. Y lo consiguió, porque dos años después fichaban con Lava Records (sello del grupo Universal), virando el sonido hacia el metal con In Absentia. Y quizás son este disco y Lightbulb Sun los más recomendables para iniciarse en Porcupine Tree.


3 – THE INCIDENT (2009)

El álbum más infravalorado del grupo, ya que mucha gente considera que no podían mejorar los muchos logros de su discografía anterior y que quizás las ideas se estaban agotando… Es cierto que The Incident sigue la estela más metálica de sus últimos tres discos, con riffs cortantes, pero el disco gana enteros con sucesivas escuchas, de hecho tiene muchas partes melódicas de gran calado. Es un álbum conceptual (que viene con otro CD con cuatro temas extra, entre los que destaca “Flicker”), inspirado en una secta de Texas, de la que la policía liberó a unas cuantas chicas que no habían tenido nunca conexión con el mundo exterior.

Pero para Wilson el título del disco también hace referencia a esos “incidentes” o momentos clave en nuestras vidas que suponen un antes y un después, sean negativos o positivos, y tras los cuales nuestro curso vital cambia. El álbum está lleno de grandes canciones, como “The Blind House”, “Drawing the Line”, “The Incident” (con influencia de Nine Inch Nails), “Your Unpleasant Family”, “Time Flies” (los rasgueos de guitarra recuerdan a “Dogs”, de Pink Floyd) o “I Drive the Hearse”.

Pero es de esas obras para escuchar y disfrutar como un todo, como Tommy y Quadrophenia de los Who, The Lamb Lies Down on Broadway de Genesis, The Wall de Pink Floyd o Brave de Marillion. Y de alguna manera supuso un trampolín para que Wilson siguiera su carrera en solitario, grabando años después otro disco conceptual de gran calado: Hand. Cannot. Erase. Muy recomendable también la versión de The Incident entero incluida en el directo Octane Twisted (doble CD y DVD), con el añadido de, entre otras piezas, la versión larga de “Even Less”.

2 – IN ABSENTIA (2002)

El disco que marcó un antes y un después en la carrera del grupo: ficharon por una multinacional, entró el magnífico batería Gavin Harrison y además liquidaban su pasado psicodélico, acortando considerablemente la duración de los temas, con una inyección notable de riffs metálicos (en la onda de Nine Inch Nails). Wilson estaba escuchando mucho metal en esa época, y en concreto bandas suecas como Meshuggah y Opeth (a quienes acababa de producir Blackwater Park). Además, el ingeniero de sonido fue Paul Northfield, que había trabajado con Rush o Queensrÿche. Y ese sonido endurecido también conecta con la inspiración global para el álbum que Wilson extrajo tras leer varios libros sobre asesinos en serie… In Absentia está preñado de grandes canciones, como “Blackest Eyes”, “Trains”, “Lips of Ashes”, “The Sound of Muzak” o “Prodigal”.

Cuando menos te lo esperas hay cambios agresivos, sutiles, instrumentales… Por ejemplo, “Trains” (aunque no es de las preferidas de Wilson) empieza como una balada, luego despega y más tarde se interrumpe con unas palmas flamencas (sección que nunca fue del agrado de Barbieri), todo ello con una naturalidad increíble. Solo desentonan un poco “Strip the Soul” o “The Creator Has a Masterplan”, que personalmente hubiera cambiado por alguna de las canciones que grabaron en esas sesiones, como “Drown With Me” (que Wilson lamenta no haber incluido en el disco) o “Chloroform”.

Pero incluso los momentos más agresivos se ven contrarrestados por armonías vocales pop, y esa combinación es lo que hace que In Absentia sea tan original. A destacar los arreglos de cuerda a cargo de Dave Gregory en un par de temas (como ya hizo en Lightbulb Sun), y la aportación en el apartado gráfico del danés Laisse Hoile, complementando a la perfección la música a menudo inquietante y melancólica, tanto de PT como de Steven Wilson en solitario.

1 – FEAR OF A BLANK PLANET (2007)

¿Pasas demasiado tiempo surfeando por internet, en las redes sociales o enganchado a los videojuegos? ¿Dependes de ansiolíticos o sustancias alternativas para soportar el estrés del día a día o el insomnio? Pues eso es lo que denunciaba Steven Wilson en el año 2007, sobre todo entre los adolescentes, pero que es aplicable a la población en general. Y esto es algo que, muchos años después, no ha ido a mejor precisamente… El disco (inspirado en Lunar Park, libro de Bret Easton Ellis) incide en los riffs potentes de su última etapa (caso del tema que da título al disco) y melodías suaves, más pop (“My Ashes” y “Sentimental”, siguiendo la estela de “Lazarus”). Incluso mezclan ambas facetas en “Way Out of Here”, que gana aún más en el DVD en vivo Anesthetize.

La final y tensa “Sleep Together” tiene un bonito crescendo orquestado por Dave Stewart (teclista de gente como Hatfield and the North o Bill Bruford), con reminiscencias de “Signal to Noise”, de Peter Gabriel. Durante las sesiones del disco se grabaron cuatro piezas más que irían a parar al EP Nil Recurring, entre las que destacan la muy metálica que da título al disco (con guitarra de Robert Fripp) y “Normal”, una especie de versión alternativa de “Sentimental”.

Pero lo mejor de Fear of a Blank Planet es la monumental “Anesthetize”, con un solo de guitarra de Alex Lifeson (Rush) y una de las mejores baterías tocadas por el gran Gavin Harrison. Se trata de un auténtico viaje de 18 minutos con cambios y sorpresas constantes, una de las mejores piezas que ha compuesto Wilson en toda su carrera, dentro y fuera de Porcupine Tree.