viernes, 10 de mayo de 2013

GUADALUPE PLATA: PLATA CORROSIVA

Parecía que, en plena era digital, el blues estaba abocado a convertirse en pasto del revival y que el maridaje entre el rock más atrevido y este venerable género musical ya no daba para más. Pues no. Resulta que un trío de músicos kamikazes oriundos de Úbeda (Jaén) ha hecho que incluso el más sofisticado público indie se desgañite coreando estribillos salvajes y baile desenfrenado pogo al ritmo del blues más primitivo. ¿Cómo han conseguido semejante gesta Guadalupe Plata? Pues exhumando el blues rural más descarnado (especialmente el Hill country blues del norte de Mississippi, el más africano y rítmico) e inyectándole una potente dosis de punk (en el sentido más lato del término, por supuesto). Algo así como lo que hicieron, salvando las distancias, Gun Club en los 80 y Jon Spencer Blues Explosion en los 90. El resto del secreto del éxito de los Guadalupe es cosa de Radio 3 y su decidida promoción de estas tres bestias pardas.


Pedro (“Perico”) de Dios, Paco Luis Martos y Carlos Jimena perpetraron su primera grabación en 2008, un mini LP en el que se incluyen algunos temas que luego serían retomados en su segundo LP y algún clásico (como “The Devil Got My Woman” de Skip James), temas que, sorprendentemente, tienen un sonido mucho más limpio que sus grabaciones posteriores. Aun así, aquí ya están las líneas básicas del sonido de Guadalupe Plata: blues desenfrenado tocado a 1000 por hora mayormente con slide guitar y letras breves pero intensas. Un año después, en 2009, la banda andaluza graba un LP a medias con los granadinos Chin Yi que muy convenientemente es titulado Split. En el disco tenemos un anticipo de lo que será su primer gran LP y así nos encontramos con cañonazos como “Lorena”, “Como una serpiente”,  “Gatito” o “Estoy roto”.



¿Qué se siente al matar una guitarra?

Y por fin, en 2011, llega el esperado primer LP, que no decepciona. Muy al contrario, el sonido se vuelve mucho más salvaje y primitivo de tal manera que no deja a ningún oyente (le guste o no el blues) indiferente. Garajera 100%, la grabación recuerda a la crudeza de los primeros discos de los Cramps o los Gun Club, no en vano una de las influencias más palpables de los Guadalupe, aparte del blues pantanoso, es el psychobilly. Ya desde su portada el LP advierte de su carácter maligno, con ese dibujo que parece sacado del show de Rasca y Pica. Abre el disco, un instrumental, “Serpiente negra”, que va ganando velocidad hasta desembocar en una atronadora orgía de slides. Además, no va a ser la primera vez que en el disco se invoque este símbolo sexual-fálico. Le sigue, "Lorena", una de las canciones más emblemáticas de Guadalupe Plata y también de las más originales, me explico: partiendo de las raíces blues de su música la banda se adentra en un territorio dominado por los acoples y la distorsión limítrofe con ese arriesgado noise-blues que practicaban Jon Spencer Blues Explosion en la década de lo 90. “Estoy roto”, es algo más clásico, con un riff típicamente blusero pero con un estribillo en el que Perico se desgañita en la más pura tradición garajera de los 60 y también tiene un final apoteósico repleto de punteos incandescentes. En cuanto a “Pollo Podrío” (curioso título para una canción cantada en inglés), los Guadalupe optan por el psychobilly de la vena Cramps/Gun Club. Con "Gatito" vuelven al blues a todo trapo que tan solo hace una pausa para que Pedro de Dios nos sobrecoja con una pregunta tan cruel como sus guitarrazos: “¿Qué se siente al matar un gatito?”. Algo más extraña es la canción que le sigue, “El tigre y la Yedra”, un inquietante instrumental en el que la guitarra acústica se mezcla con un siniestro teclado que al autor de este texto le recuerdan al Tom Waits más expresionista. También es un tema harto curioso “Esqueleto” porque en él el blues de los Guadalupe Plata no bebe de EE.UU. sino del Rhythm’n’Blues británico de los 60, en especial de los Yardbirds, con esa base rítmica que remite claramente a temas como “I’m A Man” o “Shapes of Things”. Por su parte, “Como una serpiente” invoca el espíritu de John Lee Hooker y su sinuoso boogie y además redunda en el símbolo sexual de la serpiente (de hecho, hay un vídeo del combo andaluz con una stripper que da un uso insólito a un collar de perlas). También en la línea del boogie a lo John Lee Hooker, están “Veneno” y “El boogie de la muerte”. “Rai” es un instrumental cercano a la slide guitar de Ry Cooder y “Satánica” es más psychobilly/cow punk pasado de revoluciones. Para terminar, “Habichuelas del Oeste” es un pausado instrumental de aires spaghetti western morriconiano que deja muy buen sabor de boca en el oyente.




Úbeda Blues Again

En 2012, el trío de músicos jiennenses tuvieron la buena idea de grabar un EP con el armonicista norteamericano Walter Daniels con el que hacen cuatro apocalípticas versiones: el “Ghost Rider” de (¡ahí es nada!) Suicide, el explosivo “Black Train” de los Gun Club y los algo más previsibles “She’s Gone” de Hound Dog Taylor (uno de los reyes de la slide guitar) y “Married Woman” del bluesman tejano Frankie Lee Sims. Ni que decir tiene que con semejante repertorio el resultado final es sencillamente brutal.




Pero vayamos a la última grabación hasta la fecha. El disco que los Guadalupe sacaron a principios del presente año y que como el primero no lleva título (estos chicos son parcos en palabras hasta para eso). Su portada, con un fantasmal galgo negro y una aparición mariana en un cielo nublado de un pueblo (¿andaluz? ¿mexicano?), parece anunciarnos que el trío de Úbeda ha acentuado el lado oscuro de su música. Grabado en Austin (Texas), cuenta con la colaboración de la armónica de Walter Daniels en algún tema y tiene un sonido aún más áspero que el primero si es que eso es posible. Ya lo advirtieron ellos mismos, “el carácter de la grabación es más oscuro y podrío (sic) que nunca”. El LP arranca con un lento instrumental (“Lamento”) a lo Ry Cooder que desemboca en el corte“Rezando”, un tema con una hipnótica base rítmica que suena muy parecida a la del “Break On Through” de los Doors y en el que Perico se explaya algo más de lo habitual con la letra. “Rata” es una perfecta declaración de odio para cantarle a nuestro peor enemigo a ritmo del más corrosivo Hill country blues. “Oh My Bey” que ya estaba incluida en el mini LP de 2008 es una apisonadora de blues selvático a lo Bo Diddley que hace a la gente bailar enfebrecido pogo en los conciertos. “Demasiado” es una de las piezas más africanas del disco, ya que no solo está cerca del blues del norte de Mississippi sino también de los griots de Mali y Senegal. Con “El funeral de John Fahey” el LP abandona momentáneamente el blues y hace una incursión en un oscuro voodoobilly próximo al que practicaban los 16 Horsepower, todo ello coloreado por un pedal de trémolo muy oportunamente incorporado al sonido de la banda. “Esclavo” es un boggie con un ritmo tan milimétrico que recuerda a los sintetizadores chatarreros de los Suicide del primer álbum; la canción que, por cierto, fue el primer single extraído de este segundo LP va acompañada de un excelente vídeo de estética futurista realizado por Beatriz Sánchez. Le sigue “El blues es mi amigo”, una estampida de cow-punk y blues desbocado que recuerda poderosamente a Gun Club (en especial a esa gloriosa versión del “Preaching The Blues” de Robert Johnson). Otra pieza de blues siniestro es “Voy Caminando”, que nos hace pensar que si el primer LP se centraba en el sexo este segundo se centra más en la muerte; y por cierto, el teclado de este tema literalmente hiela la sangre. Más boogie del bueno y con una letra encantadoramente paleta es “Milana” (sí, esa milana, la de los Santos Inocentes). Por su parte “Jesús está llorando” y “No me ama” son dos blues más clásicos (el primero de los cuales estaba incluido en el mini LP de 2008) y de ritmo más pausado. Y para terminar este disco de aires fúnebres qué mejor que un ritmo de Semana Santa, un título relacionado con ella (“Santo entierro”) y unos silbidos de spaghetti western. En definitiva, tanto el primer LP como el segundo hacen de Guadalupe Plata una cotizada rara avis en el panorama del rock español.








Plata fundida

Si los discos de Guadalupe Plata son demoledores es en los conciertos, como puede uno imaginarse, donde la música del trío alcanza su punto de fusión. Envueltos en una luz rojiza, el espectador tiene el privilegio de contemplar a tres músicos de lo más singular: Carlos, hace tiritar una ristra de cascabeles o golpea los tambores con maracas, Perico extrae acoples de su Fender Squier Jazzmasters armado con un cuello de botella y Paco Luis toca un bajo de fabricación casera, consistente en un barreño del revés del que sale una cuerda que es tensada por un palo de fregona. Precisamente, el autor de este texto pudo hablar con Paco Luis después de un concierto y encontró un tipo muy modesto, que minimizaba el impresionante concierto que acababa de sacudir los tímpanos del público y preguntaba si su barreño había sondado bien. Por supuesto que había sonado bien. Y además el espectáculo de ver a un músico esforzarse en hacer sonar tan rústico instrumento es impagable. Hablamos de Robert Johnson y de la afinación que usaba Perico. “Re mayor abierto”, me dijo. Claro, la afinación más clásica para tocar la slide guitar, la que usaba el propio Johnson en “Preaching The Blues.” En realidad, hablamos poco porque unas jovencitas le asediaban con copias en vinilo del último disco de Guadalupe Plata para que se las autografiara. Entonces comprendí que gracias a Guadalupe Plata la vigencia del blues está asegurada. Al menos por una generación más.

Sorrow.