En julio de 1967, un mes después de la edición de Sgt Pepper’s Lonely Heart Club Band, el disco casi temático sobre la expansión de conciencias con el que los Beatles nos mostraban lo que el LSD hacía en sus cabezas (excepto en la de Ringo, donde no había cambio perceptible), apareció el primero de los dos discos de la Incredible String Band que rescato hoy de mi baúl emocional, The 5000 Spirits Or The Layers Of The Onion.
Los dos músicos del grupo eran entonces Mike Heron y Robin Williamson. Ambos habían nacido en Edimburgo y tenían 25 años. La procedencia geográfica les aseguraba entender el idioma de los bosques. En 1967, la edad no podía conducir a otra cosa que al viaje.
Cuando grabaron el disco -bajo la producción del mago Joe Boyd, el yanqui que hizo flotar el sonido visionario inglés y que describió su experiencia en la bonita crónica Blancas bicicletas-, Williamson todavía retenía la pulsión embelesada de los cuatro meses que había pasado vagando por Marruecos con su novia, Christina McKechnie, a la que todos pronto conoceríamos por su seudónimo, Licorice (regaliz), una de las musas de la sicodelia británica.
La Incredible String Band fecundó el disco en una casa de campo de Balmore, no lejos de Glasgow. Al igual que los poetas del romanticismo tardío inglés, el grupo intentaba sincronizarse con el ritmo de la naturaleza. También jugaban al chamanismo panteista e introducían en las fórmulas del folk estructuras más dúctiles y, sobre todo, una visión sicodélica del mundo.
El objetivo era musical y, por causa-efecto, vital. La banda estaba planteada como una familia abierta y nómada, de la que formaban parte, según reglas nada precisas, amigos, novias e hijos. Les gustaba alardear de que eran una “comuna vital antes que un grupo musical”.
El siguiente disco, The Hangman’s Beautiful Daughter, editado en marzo de 1968, era más radical que el anterior en complejidad, texturas musicales, uso de instrumentos de culturas exóticas -entonces no se usaba el término étnico– y alcance de la fusión.
Los Beatles dijeron en esos días que la Incredible String Band era su grupo favorito y Robin Williamson, que siempre ha sido un poco bocazas, respondió que no le extrañaba, porque Sgt Pepper’s … era una “copia”.
En 1969 actuaron en el festival de Woodstock -fueron la única banda de folk inglés invitada- y sus muchos y cambiantes participantes se establecieron, entre caballos y ceremonias druídicas, en una granja de Gales.
Siguieron grabando discos durante décadas -se reunieron por última vez en 2006- y fueron pioneros en el uso del teatro y las proyecciones multi-media. El eco de su huella, que está muy presente en la vena folk de Led Zeppelin, llega hasta nuestros días (Devendra Banhart y sus colegas imitan bastante bien a la Incredible), pero nunca lograron superar la frescura de estos dos discos para rituales pagano-siderales.