Siempre se había relacionado a los países nórdicos con estilos más cafres del rock, como el metal, el punk o el garage. Recuerdo que en los 80 se estilaba el tópico de que los nórdicos nacían con una guitarra bajo el brazo. Pues bien, en el caso de Kristian Matsson, alias The Tallest Man On Earth, esta guitarra es acústica. En efecto, lejos de los conocidos excesos sonoros escandinavos este músico sueco ha optado por el folk inmaculado, aunque eso sí, de nuevo cuño.
No está tocado con los dedos sino con la púa, sin embargo, el siguiente tema "1904", un tema pop absolutamente pegadizo y redondo que si no viviéramos en un mundo rematadamente hortera habría sido canción del verano. Además es una de las canciones del disco en las que la voz de este cantautor sueco recuerda más a la de Bob Dylan. Más lenta y evocativa es "Bright Lanterns", tema que quizá remite más a la obra mas barroca (Pleasures of the Harbor, Rehearsals for Retirement), de otro de los grandes del folk americano, Phil Ochs. Y con la sexta canción, la que da título al LP, el disco llega a su clímax emocional con Matsson al piano exprimiendo toda su melancolía.
A partir de ahí el disco tiene que renacer de sus cenizas. Y lo hace con "Wind And Walls", donde The Tallest Man On Earth retoma los aires dylanianos y la guitarra a la que le imprime con la púa un ritmo irresistiblemente pop. Otra canción del verano, de un verano paradisíaco. Por su parte, el finger-picking de "Little Brother" recuerda al de "Power and Glory" de Ochs aunque el tema de Matsson es menos épico y mucho más íntimo, de hecho es otro prodigio de sensibilidad. Le sigue "Criminals" donde Kristian Matsson conjura por enésima vez a Dylan y se dedica a picar con los dedos una guitarra eléctrica en este caso. El broche final lo pone "On Every Page", donde la guitarra tiene un toque más bluesy o jazzy y The Tallest Man On Earth se acerca más a Tom Waits (¿quizá estaba pensando en el "Blue Valentines" del californiano?).
Quién iba a decir que en las duras tierras nórdicas, las del invierno perpetuo alguien pudiera tocar una música tan dedicada, luminosa y primaveral. Ya lo decía mi abuela: "en todos sitios cuecen habas".
Quién iba a decir que en las duras tierras nórdicas, las del invierno perpetuo alguien pudiera tocar una música tan dedicada, luminosa y primaveral. Ya lo decía mi abuela: "en todos sitios cuecen habas".