Diego A. Manrique
El País, 17/01/2021
Inventor del Muro de Sonido en los sesenta, su caída creativa y una condena por asesinato caracterizaron sus años finales. Falleció el sábado a los 81 años
Phil Spector falleció el sábado por complicaciones de la covid-19 en un hospital penitenciario de California. Tenía 81 años y, según sus allegados, estaba muy deteriorado por diversas dolencias. Aún hoy, 40 años después de sus últimos éxitos, Spector es el paradigma universal del productor discográfico, celebrado por su apabullante Muro de Sonido. Una fama que se mantiene incluso después de su estrepitosa caída: en 2009 condenado por el asesinato en segundo grado de una camarera con la que ligó en el club House of Blues, en Los Ángeles.
Inmortalizado por Tom Wolfe en un reportaje de 1965 como “el primer magnate de lo adolescente”, su aire de triunfador neurótico escondía un pasado tortuoso. Nacido en 1939 en el Bronx de una pareja de judíos ucranianos, su padre se quitó la vida en 1949. El primer éxito de Phil, como parte del trío los Teddy Bears, fue To Know Him Is to Love Him (1958), frase tomada de la lápida de su progenitor. Enseguida se introdujo en las bambalinas del negocio musical, como compositor, músico de estudio y, eventualmente, productor. Oscilando entre Nueva York y Los Ángeles, aprendió que el dinero estaba en conservar todos los derechos —editoriales y fonográficos— de las grabaciones, aumentando su tajada sin complejos: exigía figurar como coautor de muchos temas, incluyendo pelotazos del calibre de Be My Baby o Spanish Harlem. También firmaba trivialidades instrumentales que colocaba como cara B de los singles de sus producidos.
Logró imponer su voluntad a partir de fundar su discográfica Philles. Desarrolló su Muro de Sonido aprovechando las características técnicas del estudio Gold Star: arreglos con anhelos wagnerianos, plasmados por el Wrecking Crew, posiblemente los mejores músicos de estudio californianos, a veces amontonados (guitarristas, abundantes pianistas y bateristas...). Su especialidad eran los dramas de amor y desamor, escenificados por las muy convincentes voces de las Crystals, las Ronettes o los Righteous Brothers. Tipo sentimental, elaboró una colección de villancicos, A Christmas Gift for You from Phil Spector (1963), un clásico navideño referenciado por Springsteen y otros devotos. Para saber más sobre sus imitadores, se recomiendan la serie de recopilatorios del sello Ace, Phil’s Spectre.
Adiós al rey Midas
Su racha de éxitos terminó hacia 1966, cuando produjo River Deep Mountain High con Ike and Tina Turner (en realidad, Phil pagó a Ike para que no acudiera al estudio). Era su apoteosis emocional y sonora, pero no funcionó en Estados Unidos. Sí arrasó en Gran Bretaña, donde Phil era imitado por muchos productores e idolatrado por los nuevos grupos. Había tocado en una sesión de los Rolling Stones en 1964, aunque sus agudos consejos sobre el negocio musical no impidieron que Jagger y compañía perdieran la propiedad de toda su discografía de los años sesenta, a favor de su representante neoyorquino, Allen Klein. Extrañamente, fue Klein quien le puso en contacto con John Lennon, al que produjo con eficacia en Instant Karma. De resultas de ese éxito se le encomendó adecentar las cintas de lo que se publicaría como álbum final de The Beatles, Let It Be. Para consternación de Paul McCartney, añadió paletadas de coros y orquestas; en 2003, Paul eliminó esos elementos en lo que título Let It Be…Naked.
Se convirtió en el productor de Lennon y George Harrison cuando iniciaban sus carreras en solitario, consiguiendo aciertos como Imagine o All Things Must Pass. Daba el pego: funcionaba como fiel servidor y hasta embaucó a Yoko Ono; no logró su fantasía de producir a Bob Dylan. Siempre le gustaba sugerir que tenía un lado escabroso: aparecía haciendo una compra de cocaína, una droga entonces poco cool, en Easy Rider. Ya en 1975, definitivamente perdió la brújula: tuvo maneras erráticas durante las sesiones del disco Rock ‘N’ Roll, que Lennon debió repetir en Nueva York. Lo que parecían excentricidades se revelaron como tendencias peligrosas: escamoteo de cintas, intentos de chantaje, gusto por amenazar (¡y disparar!) con armas de fuego. Lo sufrieron tanto Leonard Cohen en 1978 como los Ramones en 1980, que difundieron avisos sobre sus arrebatos.
Resumiendo: había perdido el toque de rey Midas y se comportaba como un psicópata y un megalómano. Be My Baby: How I Survived Mascara, Miniskirts and Madness, la autobiografía de su segunda esposa, Ronnie, confirmó que en la intimidad era aún peor. Se le perdonaba todo por la creatividad de su época dorada, explorada en abundantes libros y documentales. Apenas trabajaba, pero no lo necesitaba: gestionaba hábilmente su tesoro musical.
Hasta esa noche de 2003 en que se llevó a Lana Clarkson al Castillo de los Pirineos, su tenebrosa mansión en la ciudad de Alhambra, en el valle de San Gabriel. Su posterior explicación de que la camarera había decidido suicidarse con una de sus pistolas no coló. Fue condenado a un mínimo de 19 años y un máximo de cadena perpetua. Nadie del mundo de la música se atrevió a defenderle en público. Solo el dramaturgo David Mamet, fiel a su reputación de conservador a la contra, le intentó disculpar con Phil Spector, un drama para televisión con Al Pacino y Helen Mirren.
SUS CINCO DISCOS MÁS EMBLEMÁTICOS
Let It Be (1970) - The Beatles
End of the Century (1980) - Ramones
The Concert for Bangladesh (1971) - George Harrison & Friends
Death of a Ladies Man (1977) - Leonard Cohen
Born to Be with You (1975) - Dion