jueves, 16 de octubre de 2014

JOHN FAHEY: EL GUITARRISTA QUE ERA DEMASIADO MISTERIOSO PARA EL MUNDO

Sean O'Hagan
The Guardian, 26/11/2013

[Ha sido una suerte haber podido encontrar y traducir un artículo sobre uno de mis guitarristas favoritos, John Fahey, escrito por otro músico al que admiro, Sean O'Hagan líder de The High Llamas y ex guitarrista de Stereolab. Dicha circunstancia compensa el hecho de que el artículo tenga un año de antigüedad y que por tanto la referencia al estreno del documental In Search of Joe Death: The Saga of Blind John Fahey en el canal 4 de la BBC haya perdido su vigencia. ]



Adoptó pseudónimos cuando nadie había oído hablar de él y fue hundiéndose en la pobreza y el alcoholismo. Pero Fahey era uno de los pioneros del blues y del folk americano como muestra una nueva película .

Compré mi primer álbum de John Fahey en la misma época en que descubrí las novelas y cuentos de Richard Brautigan y los dos americanos inconformistas están relacionados en mi conciencia hasta hoy. El álbum en cuestión era The Transfiguration of Blind Joe Death, originalmente publicado en 1965 con su portada adornada con iconografía gótica en el propio sello Takoma de Fahey y más tarde reeditado en el sello Transatlantic.



El nombre parecía evocar la mitología de una América antigua y perdida que me hizo conectarlo de una manera vaga con los títulos de los libros de Brautigan como Trout Fishing In America, In Watermelon Sugar o A Confederate General From Big Sur.

Tanto Fahey como Brautigan eran responsables de travesuras y también de mitos, que jugaban con la forma y la tradición. Ambos parecían pertenecer a una era más antigua - en la portada del libro de la editorial Picador de Trout Fishing In America. Bautigan parece como si le hubiera encantado juntarse con The Band en Big Pink. En muchos aspectos eran artistas esclavos de lo que Greil Marcus solía llamar "la extraña vieja América", cuyo rastro solo permanece en cuantos populares y baladas, en las versiones más antiguas y de sonido más primitivo del folk, blues y country. Pero también eran, cada uno a su manera, experimentadores abriéndose camino de manera gamberra y no muy reverente a través de nuevas formas y nuevos lenguajes.



Como descubrí más tarde, The Transfiguration of Blind Joe Death era un título pensado para confundir. Asimismo, en las extrañas y pretenciosas notas de la carátula del disco - "un repugnante, degenerado, insípido y joven folclorista de la Fundación Croata Isaiah Nettles para la Investigación Etnológica deambuló hipnotizado entre las mansiones de mármol en Mattapon, Massachussetts"... - Fahey se lo estaba pasando bien a su manera a costa de los coleccionistas de música blues y folk, de los cuales, irónicamente, él era uno. La música, sin embargo, era otra cosa: intricada, intrigante, con múltiples capas, resonante. Ha permanecido conmigo desde entonces, convirtiéndose, a través de los años, en una constante.

Esa música es principalmente solista y acústica, tocada con una guitarra de cuerdas de acero. Recuerdo perfectamente cuando era un joven receloso de comprar un álbum entero de instrumentales de guitarra acústica pero cuanto más escuchabaThe Transfiguration of Blind Joe Death de fondo mientras echaba un vistazo a los estantes de una tienda de discos de segunda mano desaparecida hace tiempo en Camden Town, más proyectaba su hechizo.




En las manos de Fahey, un único tema puede llevar ecos de todos los viejos músicos a los que admiró -baladas folk tradicionales, blues, bluegrass, gospel, espirituales- pero simultáneamente suena bastante nuevo y único. Cuando interpreta una vieja canción como "John Henry" o incluso "Bicycle Built For Two", la revitaliza con la incansable imaginación de su música. En "Old Southern Medley" incluida en The Transfiguration of Blind Joe Death, incluso enumera los músicos que está evocando: el gran escritor de canciones americano Stephen Foster, el adorado por Fahey Charley Patton y también Daniel Decatur Emmett, un escritor de canciones autodidacta y músico que fundó la primera compañía de mistrel de cara teñida de betún en 1843.

Los gustos de Fahey tendían hacia lo añejo y minusvalorado, lo extraño y lo primitivo, y su manera de tocar la guitarra parece invocar el espíritu de los ya desaparecidos pioneros del blues y del ragtime. Nadie más que él, salvo el Dylan de The Basement Tapes, es quizá el vínculo central entre las diversas y casi olvidadas músicas folclóricas de otra América más antigua y los cantantes y los músicos contemporáneos libremente agrupados bajo el epígrafe de "Americana".




En un nuevo documento sobre Fahey, In Search of Joe Death: The Saga of John Fahey que está circulando por festivales de cine independientes y será emitida por la BBC4 en diciembre, el musicólogo Rod Bowman señala: "es difícil de imaginar cómo sería la música contemporánea si la gente como John Fahey no hubieran estado obsesivamente fascinada con la música americana de raíces de los años 20 y 30. Ese es el secreto de una hornada de rock'n'roll moderno. Era su sentido del collage, del paisaje sonoro y la disonancia lo que influencia a gente como [Pete] Townshend, Thurston Moore y Beck."

Sorprendentemente es quizá Townshend quien es más laudatorio en su evocación de Fahey, diciendo a los realizadores de la película que "¿Podría llegar a decir que él es el innovador? Creo que sí... Él es a todas luces merecedor del término iconoclasta. Ésta es su propia burbuja". Esa última parte es cierta no solo en cuanto a la manera de tocar de Fahey sino de su vida singular y singularmente excéntrica. Nació en Takoma Park, Maryland el 28 de febrero de 1939. Compró su primera guitarra en Sears & Roebuck por 17 $ a los 14 años y su nacimiento musical tuvo lugar cuando oyó "Praise God I'm Satisfied" de Blind Willie Johnson en vinilo de 78 r.p.m. en casa de un amigo.



"Me entraron nauseas así que le hice quitarlo pero siguió atravesándome la cabeza así que lo tuve que escuchar otra vez", le dijo al compositor musical Edwin Pouncey en una ilustrativa entrevista para la revista Wire en 1998. "Cuando la puso por segunda vez me eché a llorar. De repente era muy hermosa. Fue una especie de experiencia de conversión histérica que demostraba que me había gustado ese tipo de música desde siempre aunque yo no quería. De modo que me permití a mi mismo que me gustara".

Unos pocos años más tarde Fahey tuvo un encuentro incluso de más transcendencia con la música de Charlie Patton. Cuando descubrió una copia de High Water Everywhere. Su consiguiente obsesión con Patton fue tal que convirtió al músico de blues en el tema de una tesis para la obtención de un título de un máster. Esa obsesión le llevó a imitar la música que le gustaba a la guitarra, un talento que sorprendió a sus amigos y le llevó a la grabación de temas de blues en 78 r.p.m. en el sello Fonotone bajo el pseudónimo de Blind Thomas. Así que fue de esta manera, propiamente, con una elaborada broma, como comenzó la gran aventura que es la música de John Fahey en un estilo proto-postmoderno.

La grabación de Blind Thomas fue una especie de borrador accidental para The Transfiguration of Blind Joe Death y mucho de lo que sucedería después. "Él no paraba de elaborar el mito de John Fahey", dijo su ex-mujer, Melody, en el documental. "En cierto momento decidió que no era un cantante negro de blues, pero se lo pasó muy bien en cierta época haciéndose pasar por ello". Como incluso una rápida ojeada a la discografía de Fahey revela, él era también alguien que, consciente o inconscientemente, continuó haciendo gamberradas a costa de coleccionistas y forofos. Su mismo álbum de debut de 1959,  Blind Joe Death, no hay confundirlo con el mencionado The Transfiguration of Blind Joe Death (1965). Y para volver todo más confuso, The Legend of Blind Joe Deathpublicado en CD en 1996, es una versión ampliada de su debut.

Lo que es más, las notas originales de la carátula de Blind Joe Death fueron atribuidas por un lado a un oscuro guitarrista de blues llamado Blind Joe Death y por otro lado a Fahey. En sus notas de la carátula a la edición de 1966, Glen Jones escribe: "Éste es el primero de muchos subterfugios ideados por Fahey, cuyas futuras notas interiores (y las de su ayudante, Ed Denson) estarían llenas de mentiras, chistes privados, referencias oscuras y otras cosas absurdas a menudo escritas en un tono que se burlaba de los textos de estudiosos del blues y folcloristas de la época. Considerando el hecho de que Fahey era tan conocido entonces como su inventado colega blusero, uno se maravilla de cuánta gente fuera del inmediato círculo de amigos de Fahey 'captó' la broma (o le gustó) o de por qué él se molestó en llevar a cabo ese engaño en primer lugar. Aunque las respuestas más profundas a esa pregunta deben residir en los recovecos del coco de Fahey, el caso es que John siempre ha hecho lo que le ha dado la gana y antes que nada ha buscado pasárselo bien él."

El elemento bromista enmascaró una seriedad más profunda en la intención, no obstante. Fahey era también un perfeccionista que regrabó algunos de sus álbumes incluyendo el gran Death Chants, Breakdowns and Military Waltzes, inicialmente grabado en 1964 y después en una versión mejorada en 1967. (Se pueden oír varias versiones en la reedición de lujo del CD de 1999, y mira tú por dónde, la primera suena más atemporal y misteriosa.) En YouTube se le puede oír tocar la imponente "In Christ There Is No East Or West" en su versión original de Blind Joe Death y en una grabación en vivo más completa de 1968. Se puede incluso ver a un gimoteante Fahey más viejo tocándola y desglosándola para nosotros, pobres mortales.


Para el no iniciado The Transfiguration of Blind Joe Death Deathchants, Breakdowns and Military Waltzes son quizá los mejores lugares para empezar a adentrarse en la variada y extensa producción de Fahey aunque varias recopilaciones también proporcionan una buena valoración de su estilo. (Por suerte, YouTube está lleno de cosas de Fahey, de joven y de viejo, inspirado e indulgente.)

Tengo que admitir que, después de todos estos años, permanece siendo un misterio para mí lo que hace Fahey para hipnotizarme a pesar de que me lo explicaran varios experimentados guitarristas y fans de Fahey. Para mí la evidente destreza y la brillantez de la técnica aparentemente sin esfuerzo de la manera de tocar de Fahey es sólo una parte de la ecuación de su grandeza. Sus canciones a menudo actúan sobre mí como un hechizo a través del uso de extrañas afinaciones, su apoyo en la repetición, la disonancia y la melodía a capas y también la manera en que introduce constantemente nuevas variaciones sobre un mismo patrón. En pocas palabras, su manera de tocar me atrae en todo momento y me transporta a otro lugar: a un lugar que está cerca de la atenta ensoñación . (John Martyn en sus momentos de exploración más divagantes y neblinosas hace lo mismo de otra forma.)

"Pienso en mí como en un guitarrista clásico", Fahey dijo una vez, sonando arrepentido. "Pero se me clasifica como músico folk". Para mí sin embargo él es las dos cosas y ninguna. Su manera de tocar es demasiado singular para ser etiquetado de manera general. En Fare Forward Voyagers, por ejemplo, incorpora elementos de raga oriental (uno de los cuales se extiende a lo largo de una cara entera del vinilo) a sus ya complejos patrones musicales y el resultado es incluso más meditativo e hipnótico.

Tristemente, la vida de Fahey, en una época al menos, se inscribe en la desgraciada trayectoria de muchos de los olvidados músicos de blues que él admiraba. Cuando Pouncey se reencontró con Fahey en 1998, el músico estaba viviendo en una "caótica habitación de hotel" en Woodburn, Oregon. Había sobrevivido a un largo periodo de declive y dejadez en los 80 en el cual había sucumbido al alcoholismo y le habían diagnosticado diabetes. También había contraído el virus Epstein Barr, que le dejó demasiado cansado para actuar. Las cosas le iban tan mal que se había visto forzado a empeñar sus guitarras y rastrear mercadillos y tiendas de segunda mano para buscar discos clásicos raros para revender a coleccionistas.

Cansado del mundo y estoico, Fahey parecía despreciativo de su mejor música y mostraba a las claras el profundo pozo de tristeza y desesperación que subyacían a su a menudo serenas composiciones. "Yo estaba creando por mí mismo un mundo imaginario y hermoso y hacía ver que vivía allí, pero yo no me sentía hermoso", le dijo a Pouncey, "Estaba enfadado pero no era consciente de ello. También estaba muy triste, asustado y solo."

Por entonces, a pesar de todo, su fortuna habían cambiado una vez más a mejor. La publicación de una doble retrospectiva, The Return Of The Repressed, en el sello Rhino en 1994, había reavivado el interés por su música y le convirtió en centro de atención de una generación de jóvenes, muchos de los cuales habían oído su nombre de boca de gente como Jim O'Rouke o Thurston Moore o Beck. Había algo de justicia poética en esto dado que Fahey había sido de los primeros independientes, fundando Takoma a finales de los 50 y publicando sus propios discos y los de los músicos injustamente olvidados que el adoraba, desde el, como él, maestro de la guitarra de cuerdas de acero Leo Kottke hasta excepcionales talentos como Robbie Basho y veteranos cantantes de blues como Bukka White.

Fahey, entonces, era un prisionero en todos los sentidos, pero es su música la que ha perdurado. Parte de ella, como los dos álbumes que grabó para el sello Reprise en los setenta, Of Rivers and ReligionAfter the Ball, con el  principal atractivo de una orquesta de Dixieland, son en gran medida un gusto adquirido. Y lo mismo ocurre, por diferentes razones, con los últimos trabajos que grabó en los 90 en el sello Revenant, en los cuales tocó guitarras eléctricas cargadas de efectos y se deslizó a una zona marginal con la que en ocasiones era difícil para el oyente más entregado conectar. Una vez más, Fahey volvía a ser impulsivo e impredecible.  Una vez hizo un inspirado álbum de Navidad, The New Possibility (1969), que se convirtió en un éxito sorpresa y el, a menudo, hechizante Fare Forward Voyager (1973) era un conjunto de extensas meditaciones con solos de guitarra inspiradas por Los Cuatro Cuartetos de T. S. Eliot y dedicadas a un gurú hindú, el swami Satchidananda. Más tarde, Fahey reconoció que su breve inmersión en el misticismo asiático fue precipitada por haberse enamorado de la secretaria de el swami.



John Fahey siguió siendo un explorador y un iconoclasta hasta el final, publicando incluso unos cuantos volúmenes de escritos autobiográficos, incluyendo el maravilloso título Cómo la música Bluegrass destruyó mi vida. Su último álbum, Red Cross, fue póstumamente publicado en 2003 tras su muerte durante una operación para ponerle un bypass dos años antes, a la edad de 61. Es un cajón de sastre pero hay algunas piezas eléctricas divagantes y fantasmales que son obsesivas, incluso elegíacas. Desde entonces, el sello Dust to Digital ha publicado Your Pat Comes Back To Haunt You: the Fonotone Years 1958-1965, una ilustrativa y brillantemente comentada caja de 5 CDs de su primeras obras y otro testimonio de su singular talento. 

Bromista serio, cuyo genio le llevó por algunas carreteras oscuras, hacía música sin letras con una guitarra de seis cuerdas, música rebosante de ideas y de invención, tan constante y firme, que parece evocar toda la historia de la música popular y sin embargo sugiere un lugar más allá de ella, un lugar a la vez real y mítico, atemporal y resonante. Él una vez describió su don como "inspiración divina y un subconsciente abierto". Era, y sigue siendo, conmovedor: un gran universo evocado a través de seis cuerdas de acero y una portentosa imaginación. 




Traducción. Sorrow

lunes, 6 de octubre de 2014

MUERE PAUL REVERE, PIONERO DEL ROCK DE GARAJE

ABC, 05/10/2014

Paul Revere en 2007

Con su grupo Paul Revere & The Raiders obtuvo un enorme éxito en Estados Unidos durante los años sesenta

La página oficial de Paul Revere & the Raiders anunció hoy la muerte de su líder y organista a los 76 años de edad. La banda se hizo muy popular en Estados Unidos durante los años sesenta y primeros setenta. De hecho, las ventas de sus discos en este país podían competir en aquellos tiempos con las de los Beatles o los Rolling Stones.

The Raiders en 1966


El grupo destacaba por su vestimenta antigua (aprovechando que su nombre, Paul Revere, coincidía con el de un célebre personaje de la guerra de independencia), y el carácter desenfadado de su cabecilla. En 1963 se convirtió en la primera banda de rock que fichó el sello Columbia, y entre sus grandes éxitos se encuentra una canción en contra del consumo de drogas titulada «Kicks», además de «Hungry» y «Good Thing» o su versión de «Louie, Louie».

Todavía en activo la formación, y a pesar de las dolencias de las que habló el propio Paul en su cuenta en Facebook, tenían actuaciones ya previstas para 2015. El sonido de Paul Revere & The Raiders es hoy reivindicado por las nuevas generaciones de músicos garajeros.

sábado, 4 de octubre de 2014

MC5, LOS SECRETOS DE LA BANDA DE ROCK MÁS PELIGROSA

Ivar Muñoz Rojas
Rolling Stone, 23/07/2014

Se cumplen 50 años del nacimiento de MC5, el grupo que juntó rock y revolución y sacó al FBI de sus casillas. ‘RS’ habla con Wayne Kramer, guitarra fundador, y con John Sinclair, su polémico mánager.

1. Héroes de clase trabajadora

El verano de 1964, mientras las cosas se ponían feas en Vietnam y los Beatles conquistaban el mundo, Fred ‘Sonic’ Smith y Wayne Kramer lo pasaron rasgando sus guitarras. Estos dos adolescentes querían escapar de las fábricas de coches de Lincoln Parc, la ciudad dormitorio pegada a Detroit donde vivían. Y una banda era la única manera. Al juntarse con Rob Tyner, cantante, nació MC5. “Veníamos de familias trabajadoras puteadas”, explica Kramer (EE UU, 66). John Sinclair (EE UU, 72), el mánager que lanzó al grupo, corrobora: “No eran chicos blancos buenos de suburbios. Estaban curtidos en una ciudad jodida como Detroit”, recalca. La formación clásica la completaron Michael Davis, al bajo, y Dennis Thompson, en los tambores.




2. La culpa fue del jazz 

MC5 pronto arrasó en los concursos de bandas locales por su distorsión ensordecedora y disonante. Pero detrás del caos había una intención: “Buscaba una nueva manera de tocar, como los músicos de jazz entonces”, cuenta el guitarrista. El cantante, Rob, estaba tan obsesionado con John Coltrane, que cambió su apellido (Derminer en su DNI) por el segundo de Alfred McCoy Tyner, reconocido pianista que acompañó al legendario saxofonista. “También les influyeron los beatniks, como Ginsberg o Kerouac”, recuerda Sinclair, que se enamoró de la banda, cuando la vio por la primera vez en otoño de 1966.


3. No llevaron flores en el pelo 

El verano del amor no llegó a Detroit. O al menos no como a San Francisco: su paisaje industrial poco tenía que ver con la soleada California. El rock de la ciudad del motor no tenía florituras, como se comprueba escuchando los discos de Bob Seger, The Rationals o los Stooges. “Nuestra prioridad no eran los pantalones de campana. Hablábamos el lenguaje de los chavales, que en los 60 estábamos más unidos que ahora. Era más fácil identificar al enemigo”, recalca Wayne. A ello les ayudó Sinclair, entonces un popular activista de extrema izquierda, que vio el filón de estos héroes locales. “No teníamos miedo a nada. Y tampoco pensábamos mucho en el futuro”, recalca quien se convirtió en el sexto miembro de MC5. Influidos por su nuevo mánager, incluyeron discursos incitadores en sus conciertos. ¿Un grito de guerra? “Kick out the jams, motherfuckers” [fuera la puta quincalla]. “Mi visión marxista de la economía es hoy la misma. Los ricos tienen demasiado y el trabajador merece más”, dice el guitarrista.

4. Se curtieron en un antiguo salón de baile 

Si los Beatles tuvieron el Cavern Club o los Ramones el CBGB, estos melenudos crecieron en Grande Ballroom, un antiguo salón de baile de Detroit convertido en espacio para conciertos rock. Sobre este escenario, ahora en ruinas, tocaron Led Zeppelin, los Who…  “Venían 3.000 fans y hacía un calor tremendo. Éramos jóvenes sudorosos, excitados y fraternizados”, recuerda Kramer para Rolling Stone.

5. Tocaron enchufados a un puesto de perritos

Su discurso de izquierdas no gustó a la policía, siempre merodeando alrededor del grupo. Y nunca tan cerca, como cuando participaron en la célebre y violenta protesta contra la guerra de Vietnam durante la convención del Partido Demócrata de Chicago, en agosto de 1968. Tocaron a ras de suelo y con el equipo enchufado a un puesto de perritos. Pero la unión con el público duró poco. “La policía empezó a disparar bolas y tuvimos que salir por patas”, recuerda Sinclair. El FBI no tardó en ficharles.

6. De puertas adentro eran “unos cerdos sexistas”

La banda montó una comuna en Ann Arbor, ciudad apaciguada 80 kilómetros al oeste de Detroit. En una casa con decenas de habitaciones, compartían techo con sus novias, la banda The UP, su mánager y cualquiera que simpatizase con los White Panthers Party, el colectivo anti racista, de extrema izquierda y armado formado por este último. Con lo que sacaba MC5, tocando había comida y canutos para todos. De puertas adentro la realidad era más estancada que sus proclamas revolucionarias: “Éramos unos cerdos sexistas. Las mujeres hacían todo el trabajo del hogar”, confiesa Wayne. Esto incluía coserles camisas con grandes cuellos que, junto a greñas y banderas estadounidenses, marcaron su estética.


Wayne Kramer (derecha), junto a John Sinclair (en el centro), mánager de MC5 y fundador del partido White Panters junto a Pun Plamondon (a la izquierda) y Leni Sinclair, que tomó esta foto. 

7. Un universitario les hizo famosos 

La mezcla de rock y radicalismo político de MC5 pronto hizo eco en todo EE UU. “Con los cinco en el escenario, nunca se puede prever lo que va a ocurrir”, escribió el conocido periodista Eric Ehrmann, entonces universitario, en un reportaje para Rolling Stone, publicado en enero de 1969. El grupo fue portada del gran medio de la contracultura sin haber sacado su primer álbum aún.

8. Cobraron 20.000 dólares por inventar el punk 

Elektra fichó a MC5 por 20.000 dólares. Este sello con gusto por el folk había perdido el miedo a los rockeros asilvestrados, tras forrarse con los Doors. Contra toda norma no escrita en la música, su primer álbum fue un ruidoso directo, Kick out the jams, publicado en febrero de 1969. No pasó de lo más bajo de las listas pero es clave en la historia del rock. “Dicen que fuimos la primera banda punk”, recalca Wayne. Sinclair, en cambio, no está de acuerdo: “Eso del punk es una chorrada. Simplemente era una gran banda de rock and roll salvaje”, sentencia.

9. Los radicales sabotearon su carrera 

Iba a ser su peaje al estrellato pero fue su gran batacazo. Su discográfica había organizado un concierto en el Fillmore East neoyorquino, donde solía congregarse la flor y nata del undeground de izquierdas. El grupo del pueblo iba a tocar gratis, al día siguiente de la Navidad del 68. Pero la maniobra de marketing no pudo empezar peor: la banda llegó en limusina y los abucheos fueron ensordecedores. Durante el concierto hubo peleas entre el público, que acabó destrozando el escenario. Kramer reflexiona, no sin cierto resentimiento: “La izquierda más extrema nos criticó mucho, como hace con las Pussy Riot ahora. En el momento me hizo daño porque era joven”. Fue el principio del fin: se corrió la voz y muchos promotores no quisieron contratarles.



10. Mordieron la mano que les dio de comer 

Cuando una tienda se negó a vender su incendiario primer álbum, el propio grupo puso un anuncio en un periódico underground, atacando al comercio con el lema Fuck Hudson’s [que jodan a Hudson’s]. Este respondió retirando todas las referencias de la discográfica de la banda, a la que tampoco le tembló el pulso y puso a la banda de patitas en la calle. Lección: no muerdas la mano que te da de comer.

11. Despidieron a su mentor 

Hartos de discursos políticos, MC5 despidió a John Sinclair. “No me lo esperaba para nada, estuve muy jodido. Hicieron caso a malos consejeros y la cagaron: querían ser como Led Zeppelin, pero traicionaron a muchos que les apoyaron por su discurso político”, explica a Rolling Stone cuatro décadas después. Vinieron vacas flacas para el revolucionario mánager: a la vez le condenaron a diez años por llevar dos porros encima. Cuando la comunidad rockera (incluido John Lennon) se juntó para protestar en un concierto, no quiso que sus ex protegidos participasen. Quedó libre (“Lennon me salvó”, dice ahora) pero hubo rencor. Ahora, sin embargo, no queda. “Hablo con Sinclair cada semana. Es uno de mis mejores amigos”, revela Kramer.  “Es difícil perdonar a quien ha deseado tu muerte en público, pero soy una persona feliz y no guardo malos sentimientos”, dice Sinclair, sobre el guitarrista con el que se reconcilió a principios de los 90.

12. Odiaron a su productor 

Su segundo álbum, Back in the USA (1970), lo produjo Jon Landau, conocido periodista de Rolling Stone entonces (y futuro mánager de Springsteen). El grupo sudó tinta hasta conseguir el sonido pulcro que quería. Nada que ver con el ruidoso debut: suena a rock and roll de los 50 acelerado. John Sinclair no se corta un pelo: “Parecen los putos Monkees en ese disco. Lo grabó ese tipo que después apadrinó a Bruce Springsteen. Me descojono, como si eso fuese rock and roll”, dice riendo. No fue el único descontento: muchos periodistas lo pusieron a parir y no fue considerado de culto hasta muchos años después.

13. La heroína les destrozó 

Como a tantos otros músicos en los primeros 70, la heroína desgastó a estos rockeros. “Eso vino después de que el grupo me despidiera. Mientras yo estaba con ellos, sólo había porros y ácidos”, recuerda Sinclair. Cuando MC5 sacó su sólido tercer disco, High time (1971), ya habían perdido el rumbo y la disciplina. En su concierto de despedida en Detroit, en la Nochevieja de 1972, Kramer se fue del escenario a la mitad y salió escopetado a pillar caballo. A mediados de aquella década, ingresó dos años en prisión por traficar con ella. El guitarrista habla sin filtros de la adicción que superó: “Muchos experimentan con la heroína y no van a más. Pero hay quien vive con dolor emocional y esto lo mata. Sabíamos que era mala: la gente la toma por sus efectos, no por leer a Burroughs. Te desordena y recuperarse es muy jodido. No pienso en ella pero es algo que siempre está ahí”.

14.  Quedó algún resquemor 

Rob Tyner murió por un ataque al corazón, a los 46, en 1991. Tres años después pereció por el mismo motivo Fred ‘Sonic ‘ Smith (esposo de Patti Smith), con 45. “Les echo de menos, es raro que no estén en este mundo”, dice el único fundador vivo de MC5, sobre sus ex compinches. Algún resquemor queda: “Me duele que Rob con los años se desvinculara de lo político, después de haber incitado a la acción tantas noches”, añade.

15. “Skrillex es el equivalente a MC5 ahora”

“Skrillex es el equivalente a MC5 ahora. Rompe con lo de antes”, suelta Kramer. Su razonamiento escocerá a algún purista. Incluso al propio Sinclair: “No hay nada equiparable a ellos ahora”, espeta. El otrora mánager sacó a principios de año Mohawk, álbum con recitales sobre improvisaciones jazzeras. “Soy pobre pero mi vida es ideal”, bromea este barbudo, que encadena un porro con otro durante la entrevista. El guitarrista, por su parte, también le da al jazz, pero más eléctrico, en Lexington, su nuevo disco, que se llama como la cárcel en la que estuvo de joven. Kramer visita muchas prisiones con Jail Guitar Doors, la organización que lleva con Billy Bragg y con la que regala guitarras a encarcelados. También compone música para anuncios y documentales. Aunque la prioridad de este señor de 66 años, calvo, pausado y sonriente es otra: su primer hijo. “Le encanta cuando toco y canto”, cuenta sobre su bebé de nueve meses. Cuando enseña a través de Skype la impresionante colección de instrumentos en su pequeño estudio en Los Ángeles, hace la aclaración más reveladora. “No guardo ninguna guitarra de mis años con MC5. Soy retrofóbico”.