lunes, 6 de julio de 2015

QUILT: TAPIZ PSICODÉLICO



Pocas bandas a las que se cataloga como "psicodélicas" son merecedoras de tal etiqueta. La mayoría intentan sonar raro y su "psicodelia" no es más que pura pose. Sin embargo, a Quilt, joven banda originaria de Brookline, Massachussetts, no se les puede meter en el saco del oportunismo o la superficialidad. Lo suyo es psicodelia de la de verdad, de la que te transporta a otro plano de la realidad a través del sonido.

Formada en torno al final de la pasada década, esta banda practica un folk-rock experimental que revive el espíritu de los grupos de rock ácido de los 60 la costa oeste norteamericana como pocas son capaces de hacerlo hoy en día. Sus orígenes se remontan a cuando Anna Fox Rochinski, cantante y guitarrista de la banda e hija del guitarrista de jazz Steve Rochinski, empezó a aporrear su guitarra en directo. En algún escenario se cruzó en 2008 con el guitarrista Shane Butler, quien como ella había asistido a la School of the Museum of Fine Arts de Boston. Un año después el dúo se convirtió en trío con el fichaje de Taylor McVay con el que empezaron a actuar localmente por los circuitos de música improvisada.

Como suele suceder en estos casos el siguiente paso fue grabar unos temas que formaron parte de un EP llamado Agents of Play que editó un pequeño sello bostoniano. La grabación consistía en cinco temas con un alto contenido en improvisación. Por entonces el batería dejaría la formación y John Andrews, un músico de New Jersey, le sustituiría a las baquetas.

Verano mexicano

Ya con el nuevo batería los Quilt se centran en grabar temas en estudio. Ayudados por su amigo, el ingeniero de sonido Jesse Gallagher, empiezan a grabar una serie de canciones que más tarde, en noviembre de 2011, se convertirían en su disco debut autotitulado y grabado para la compañía de Nueva York Mexican Summer. El disco es una bonita colección de folk rock naive y decididamente ácido que hace evidentes guiños a grupos sesenteros de la costa oeste como Moby Grape o Jefferson Airplane. Sin demasiados trucos de estudio, hecho a base de pequeños escorzos sonoros repetidos hasta dejar al oyente en un estado de hipnosis, su naturalidad y frescura al más puro estilo "do it yourself" resulta aleccionadora. Lo que algunos solo consiguen con toneladas de tecnología y artificiosidad a ellos les sale espontáneamente.

Dentro del álbum podemos encontrar joyas de psicodélicas como "Cowboys in the Void" donde las guitarras tamizadas por un pedal de delay unidas a las armonías vocales esbozan lo que es la base del sonido de Quilt: repetición de riffs hipnóticoss que forman un tupido tapiz psicodélico con la narcótica voz de sirena de Anna. Es por tanto una música jazzística, que busca crear ambiente más que buscar un hit memorable como lo haría el pop. En esa misma línea está "Children of Light", que suena como si un grupo de seguidores del hare krishna se metiera a tocar en un oscuro garaje lleno de guitarras, pedales y eco. Algo más folkie suena, por esos obsesivos acordes arpegiados, "Penobska Oakwalk", un tema donde las armonías vocales chica-chico recuerdan a las de Grace Silck y Jorma Kaukonen en el legendario Surrealistic Pillow de Jefferson Airplane. También está en esta onda, digamos algo más asequible, "Young Gold", cuyas guitarras eléctricas son bastante garajeras y están próximas a los 13th Floor Elevators. Junto a estos temas también los hay más experimentales e improvisados como "Rabid Love", "Lost & Lewd" o "The Silver Stairs of Kechikan", con más elemento raga, y por lo tanto más difícil de digerir para el público más popero.


El disco le valió a la banda un puñado de buenas críticas por parte de la prensa especializada, y atrajo el interés de figuras consagradas del indie como (ahí es nada) Laetitia Sadier de Stereolab. Por otra parte, la banda se embarca en una gira por toda la nación e incluso por partes de Canadá. La cosa, por tanto, empezaba con buen pie.

Tras el tiburón ártico

A comienzos de 2013 el grupo se plantea grabar un segundo LP. Esta vez la banda se plantea acabar más las canciones e improvisar menos. Así nace Held in Splendor un disco que a nuestro juicio supera a su antecesor, con un sonido más maduro de una banda completa (ya cuentan con un bajista, Kevin Lareau), con más variedad en la instrumentación (ahora hay, por ejemplo, teclados y algo de vientos).

El álbum se abre con una auténtica joya del dream pop y la psicodelia llamada "Arctic Shark", en la que el tiburón ártico funciona como símbolo de exotismo y extrañeza, igual que lo hizo ese "Octopus" de Syd Barrett. Con poco más de 2 minutos de canción Quilt desgrana toda su magia con escuetos toques de raga rock y una voz, la de Anna, que embruja como nunca y nos transporta a un surreal paisaje ártico.



Al tema más emblemático del disco le sigue "Saturday Bride" donde las guitarras crujientes y reverberantes suenan más garajeras que de costumbre, algo así como las del tercer disco en estudio de los 13th Floor Elevators. Por su parte, en "Eye of the Pearl" Quilt vulelven a sus hipnóticos riffs y al sonido más acústico para acercarse de nuevo a la psicodelia más folkie de Jefferson Airplane o Pentangle. Pero para torpedo de garage ácido "Mary Mountain", que vuelve a sonar a los Elevators por su envoltorio de distorsión y de efectos de sonido.  Y tampoco conviene olvidarse de "Tie Up Tides", en la que la voz mágica de Anna y los efectos de delay de la guitarra eléctrica nos devuelven al San Francisco ácido del periodo 67/68. El tema además está acompañado por un magnífico vídeo clip que pone al día todos los tópicos visuales de la psicodelia (efectos caleidoscópicos, superposición de imágenes, proyecciones, imágenes laberínticas como la de un cubo de Rubick que sostiene Anna, etc.)





Se vuelve a los aires folkies con "The Hollow", con acústicas, violines, un misterioso riff de guitarra eléctrica y un juego de voces fantasmales. Y todo ello reducido a la mínima expresión de un par de minutos de duración. Pero pronto vuelven los guitarrazos y los desgarros garajeros con "A Mirror", un tema que catapulta al oyente a otro mundo a base de venenosos solos de fuzztone. Y siguiendo la misma línea, la de combinar el desgarro y la sutileza, los Quilt nos colocan otra delicada perla de enigmático folk-rock titulada "Just Dust" para seguir derritiendo el cerebro del que escucha.


Con el sugenrente título de "The World is Flat", Quilt se adentra más en la improvisación y el experimentalismo. El tema es instrumental, está lleno de efectos de trémolos y distorsión y aparece un saxo que le da un aire muy free jazz. A pesar de eso no se abusa del minutaje, más bien todo lo contrario: el tema dura 2 minutos clavados. Más directo e incisivo es "Tired & Buttered", un tema donde aparecen unos teclados (lo que parece un Moog) que le da un aire muy Krautrock. Además hay que destacar el recurso a los cambios de ritmo que acentúa ese efecto collage típico del sonido de la banda. 


Pero las lentas cadencias y los ambientes densos del raga surca el disco de principio, y eso se ve en el comienzo de "Second Swan", donde también tenemos espectaculares cambios de ritmos y donde vuelven a florecer impresionantes teclados. Quedan únicamente dos temas: uno predominantemente acústico y folkie, "Talking Trains", donde hacen guiños al folk rock ácido de gente como Pentangle o Fairport Convention y otro, "I Sleep in Nature", que cierra el disco y que, esta vez sí, con generoso minutaje es una suerte de suit psicodélica al estilo de los Pink Floyd de Barrett (su influencia es innegable sobre todo a partir del minuto 3). Es como transportarse en el tiempo a aquel 1967 mítico. Grandioso.