Yorokobu, 29/02/2015
A mediados de los años 30 del siglo pasado, Herman Sonny Blount tuvo una revelación que cambiaría su vida y transformaría el mundo del jazz: el planeta Tierra no era su lugar de nacimiento. Es cierto que muchos afroamericanos como él, criados en la racista Alabama a principios del siglo XX, hubieran preferido nacer en cualquier otra parte del mundo. Sin embargo, a ninguno se le había ocurrido llegar al extremo de este talentoso artista que, a partir de entonces, afirmaría haber nacido en Saturno. Comenzaba así la leyenda de Sun Ra.
Herman Sonny Blount era un pequeño genio del piano que, a pesar de su formación autodidacta, era capaz de transcribir de memoria partituras para los diferentes instrumentos de una big band y tocar desde muy joven en diferentes orquestas de jazz. Estudiante aplicado, interesado por la Biblia, las teorías cabalísticas, la lingüística y la etimología, Sonny consiguió una beca para estudiar composición, orquestación y teoría musical, pero abandonó la escuela poco tiempo después porque, según reconocería, su cuerpo empezó a sufrir extrañas transformaciones, fue teletransportado hasta Saturno y allí, unos seres le aconsejaron abandonarlo todo y dedicarse a la música porque, según dijo: «Yo debía hablar a través de la música y el mundo me escucharía».
Finalizada la II Guerra Mundial y tras pasar una temporada en prisión por haberse declarado objetor de conciencia, Sonny se trasladó a Chicago, donde, además de compaginar trabajos en bandas como la de Fletcher Henderson, ya por entonces muy venida a menos, actuaría en clubes de strip tease, teatros de variedades –donde entendería la importancia de una buena puesta en escena–, comenzaría a familiarizarse con los estudios de grabación, entraría en contacto con los movimientos políticos que comenzaban a surgir en la ciudad y fundaría su propia logia secreta, Thmei Research.
Ahí hacían lecturas alternativas de la Biblia, charlaban de numerología, estudiaban la historia del antiguo Egipto, se interesaban por los avances tecnológicos y por ese atractivo futuro que prometían los satélites y cohetes espaciales que comenzaban a explorar el cosmos, además de plantear teorías de liberación racial que, en lugar de pasar por la integración de los negros en la sociedad blanca, se decantaban por el separatismo.
No en vano, Sonny afirmaría que la posición de los negros afroamericanos respecto de los blancos siempre había sido semejante a una sociedad secreta, con su propio lenguaje, sus propios códigos y sus propias manifestaciones culturales, totalmente herméticas para aquellos que no eran negros.
1952 fue el año de la completa transformación. Después de décadas manteniendo más o menos en secreto sus visiones futuristas y espaciales, Sonny logró cambiar legalmente su nombre terrestre por el de Le Sony’r Ra –el que él consideraba su nombre verdadero– y a partir de entonces no tendría ningún problema en declarar abiertamente su origen cósmico.
Una valiente decisión que empaparía todas las actividades que realizó a partir de entonces, desde sus poemas a sus ensayos filosóficos y políticos, sin olvidar su música, para lo cual fundó la Sun Ra Arkestra, un grupo poco habitual para los escenarios de la época, no solo por el gran número de intérpretes que la componían –en un momento en el que los grupos de jazz se habían reducido a tríos, cuartetos o quintetos–, sino por lo experimental de su música y los extravagantes ropajes que acostumbraban a vestir en las actuaciones.
Por si esto no fuera suficiente, convivían todos en un mismo edificio como si fueran una comunidad religiosa, en la que la libertad creativa caminaba de la mano de una férrea disciplina porque según Ra, el jazz requería, a partes iguales, de una mente abierta y una alta precisión.
Saturno, Egipto, asonancias, minimalismo, pianos eléctricos, primitivos sintetizadores, percusiones étnicas, bailarines en escena, letras sobre cohetes espaciales, sombreros raros, túnicas brillantes… La propuesta de Sun Ra no era precisamente fácil de entender para el gran público. Incluso para los aficionados al jazz, la música de la Arkestra –que sugería elementos del free jazz varios años antes de la aparición de este estilo–, era algo, nunca mejor dicho, de otro planeta.
Ante semejante panorama, las discográficas no estaban muy dispuestas a registrar sus creaciones por miedo a no conseguir hacer negocio con ellas. Un inconveniente que no lo fue tanto para la mente aventurera de Sun Ra, que decidió solucionar el problema fundando su propio sello: El Saturn.
En la edad de oro de la industria discográfica del jazz, no era habitual que un músico, y mucho menos negro, fuera propietario de un sello de grabación. Tan solo aquellos que estaban muy concienciados con la lucha política, como Charlie Mingus y Max Roach, fundadores de Debut records, se atrevieron a poner en marcha una empresa como esa, que requería, además de inversión económica, mucho trabajo de tipo administrativo, logístico e incluso alianzas con otras compañías, por entonces dirigidas por blancos. Una vez más, Sun Ra resolvió todos esos inconvenientes con más imaginación que recursos y mientras que Debut apenas resistió cinco años, el suyo aguantó casi dos décadas.
La formula era aparentemente sencilla: los discos se ensayaban en la casa común y en las actuaciones de la Arkestra. Las grabaciones se hacían en una sola noche. Las portadas se imprimían una a una de manera artesanal y la venta se realizaba en los conciertos, en los cuales se ensayaban nuevas canciones, que se grababan en una noche… y vuelta a empezar.
En apenas una década, la Arkestra registró más de veinte LP, algunos de los cuales tenían tiradas muy reducidas, realizadas por encargo gracias a un acuerdo que Sun Ra consiguió firmar con RCA, compañía multinacional que, sorprendentemente, se avenía a prensar veinte o treinta discos cada vez a medida que se iban agotando.
Después de años actuando para públicos minoritarios y beatniks de la costa Este de Estados Unidos –e incluso enfermos psiquiátricos del Hines Hospital, experiencia que daría lugar a disco Cosmic tunes for mental therapy–, los años 60 supusieron el despegue para la Sun Ra Arkestra.
La aparición del free jazz, el fenómeno hippie y la efervescencia psicodelia permitieron que el público estuviera más receptivo hacia propuestas heterogéneas y originales como esta, en la que, además de la música, tenían un papel muy importante otras muchas disciplinas artísticas.
Este repentino éxito dio pie a giras por diferentes lugares de los Estados Unidos y la aparición en medios de comunicación masivos que propiciaron que, en 1971, se organizase la primera gira internacional que llevó al grupo por diferentes países de Europa, hito al que siguieron la filmación de una película –Space is the place, dirigida por John Coney en 1972–, la actuación en el popular Saturday Night Live en 1978 y un concierto en Walt Disney World en 1980, año en el que se rodó también el documental A Joyful Noise de Robert Mugge.
En 1993, Sun Ra abandonó el planeta Tierra rumbo al espacio a consecuencia de una neumonía. Su marcha no supuso el final de su obra pues, además de las múltiples grabaciones realizadas, muchas de las cuales aún continúan inéditas, la Arkestra continuó tocando y transmitiendo el mensaje del fundador bajo el liderazgo de sus amigos y discípulos más cercanos, primero John Gilmore y, a la muerte de este, Marshall Allen.
Además de la actividad de la Arkestra, varios homenajes han mantenido viva la memoria de Sun Ra, como la recuperación y edición de sus manuscritos filosóficos y poéticos o la exposición sobre el diseño de sus discos organizada por la Universidad de Chicago. De hecho, esta misma semana «Noticias de Saturno», la sección de la web oficial que informa de las novedades relacionadas con la formación, ha anunciado para el próximo mes de agosto una gira europea que llevará a la Arkestra por Alemania, Suiza, Reino Unido, Polonia y Serbia. Una buena oportunidad para encontrarse o re-encontrarse con Sun Ra, o tal vez no, porque como él mismo dijo: «Tengo que ser totalmente sincero. Poner mi música ahí y decir cógela o déjala». Pues eso, decídanlo ustedes.