Everlong Magazine, 03/08/2015
Acerca de aquellos días de ácido y rosas decía Michael Stuart (batería de la banda en su etapa más creativa y kamikaze) con la perspectiva y la distancia que da el tiempo: “No tiene importancia si el recuerdo del grupo Love sigue en la memoria colectiva. En cambio, el efecto tan devastador que tuvieron las drogas en las vidas de los artistas si es digno de mención, porque ilustra la lección sobre lo rápido que tu creatividad puede desaparecer cuando se coloca al lado de algo mucho más poderoso y mortal“. Desde luego tener un vicio no significa exactamente darle un beso a la muerte, pero se acerca. En el caso de Love, la banda que mal lideraba Arthur Lee, tenían todos los vicios pero estos convivieron frenéticamente con sus virtudes, las cuales tampoco les faltaban a la hora de crear una música que solo podía brotar desde ese lugar del mundo y desde una banda donde confluían con soltura diferentes personalidades, razas, etnias y estados de ánimo.
En el año 1965 y en la ciudad de Los Ángeles, Arthur Lee, de carácter solitario y amante de la música, formó varios combos de nulo éxito como The L.A.G.’s o The American Four mientras trabajaba como compositor y músico de sesión, tarea mediante la cual conoció y se hizo íntimo de Jimi Hendrix, quien tocó la guitarra en ‘My Diary’, una canción que Lee escribió para Rosa Lee Brooks. Posteriormente montó la banda Grass Roots pero tuvo que cambiar su nombre para no coincidir con el grupo americano de idéntico apelativo cuando esta formación logró triunfar en las listas americanas. Así terminaron llamándose como la respuesta a todas las preguntas: LOVE, escrito con rojo sangre.
Coliderando la banda junto a Lee, el imprescindible Bryan MacLean cerraba el círculo sobre el que giraba el amor y, sobre todo, el odio, muy a pesar de Arthur. Suya es la composición más popular de la banda, ‘Alone Again Or’, y esta surgió, según el propio autor, mientras esperaba a su novia. Curioso que algo tan trivial dé como resultado una de las mejores canciones de la historia. Claro que hay esperas y esperas y por el tono, aquí lo que se esperaba era el desastre, convertido finalmente en delirio. La alegría, la vitalidad y la emoción que transmite este tema y a la vez ese poso de amargura que te deja, hacen de ella más que una canción una pieza de dinamita emocional. Al calor de su hermosa música y su romántica melodía he llorado, he reído y me he enamorado, pero sobre todo he sentido que ya nunca más estaría solo, contradiciendo así a su propio título.
A finales de 1966 y tras un seguimiento de culto en los clubs de Los Ángeles, Love fue el primer grupo en fichar con Jac Holzman y su sello Elektra. Su sencillo de debut fue la adaptación de un tema compuesto por Burt Bacharach titulado ‘My Little Red Book’, ejecutado de una manera personalísima y alejado de los habituales sonidos del mítico compositor. Tras éste, su primer y más que destacable LP, titulado simplemente “Love”, en 1966, ponía de manifiesto el liderazgo de Lee y su apego por el folk y la psicodelia de la costa oeste. Un sonido siempre pasado por el filtro del rock más puro y mestizo.
El primer disco de Love es de esas obras cercanas, para cantar acompañado, fácil de entender para los jóvenes de la época. Y es que era normal identificarse con esa preocupación por la era nuclear (‘Mushroom Clouds’), la frustración al intentar conseguir drogas (‘You I’ll Be Following’) o el lamento por un amigo enganchado al caballo (‘Signed DC’, seguramente inspirada esta en Don Conka, primer batería de la banda y del que se dijo en su momento que era uno de los mejores de la época pero que cambió su trono de hierro en Love por la heroína, siendo así el primer hombre del brazo de oro). El disco se completaba con canciones de amor como ‘A Message To Pretty’ o ‘No Matter What You Do’, conceptos universales vinculados a todo el mundo, al menos en ese espacio de tiempo, y la violenta urgencia de ‘My Little Red Book’ o la explosión salvaje de ‘Can’t Explain’, que daba un toque proto-punk al álbum inexistente en las bandas contemporáneas. Un toque que más tarde clavarían en ‘7 And 7 Is’, canción en la que invito a prestar la atención que se merece a lo que el gran maestro del psycho-blues Johnny Echols hace con la guitarra, disparando por ella rayos y centellas.
Pero el gran salto de calidad le llegaría al grupo con su segundo disco, con el que cerrarían definitivamente la formación tras sufrir algunos cambios en la banda, quedando Alban “Snoopy” Pfisterer relegado a los teclados, labor que gracias a su formación como pianista solventó de una forma increíble, y entrando a ocupar la batería que este último había dejado vacía Michael Stuart. Otro miembro que también se incorporó al grupo en este momento fue Tjay Cantrelli, especialista en instrumentos de viento que iba a brillar en este segundo LP con la flauta y el saxo.
“Da Capo” es una hoja musical con una dirección que te devuelve al principio del pasaje, con la experimentación lírica y acústica llena de agresividad e inventiva que es ‘Stephanie Knows Who’, el barroquismo psicodélico de ‘Orange Skies’, el trallazo mil veces versionada ‘7 And 7 Is’, del que hablamos anteriormente, o esa maravilla sedante y optimista que es ‘¡Qué Vida!’, con su magistral comienzo punteando y seguido de un rasgueo sincopado parecido a un ritmo de bossa. Imagina por un momento el penúltimo chiringuito de la cala más perdida de Baleares mientras suena esta joya acompañando a los cielos de color vino en la más larga puesta de sol Bloody Mary en mano. No puede haber mejor sensación para beberse la vida, el aquí y ahora, y solo sentir nostalgia del futuro. Tras estas, la cara b del álbum se vio sacrificada en favor de ‘Revelation’, un lienzo de jazz-rock basado en las largas improvisaciones que el grupo desarrollaba en sus nocturnas veladas e inspirado en los trabajos de los viejos bluesman, una fuerza motriz que unía sus dos mundos en una única y explosiva plataforma.
En noviembre del 67, justo después del verano del amor, iba a ver la luz “Forever Changes”, el tercer álbum del grupo. Una obra de arte única y absoluta que combina unas intensas cotas de brillante, eterna e indescriptible belleza con unos tremendos toques de oscuridad directamente susurrados por los demonios de Arthur Lee, empeñados en convencer al carismático y genial líder de la banda californiana de que la muerte le esperaba de forma infranqueable a la vuelta de la esquina. El álbum estuvo muy lejos de ser un éxito de ventas en su día, como tantas veces ha ocurrido en la historia de la música en todas sus formas y estilos, pero la leyenda, influencia y magia de esas canciones no ha hecho más que crecer desde el mismo segundo en que fueron compuestas, hace ya casi cincuenta años. Cuna del folk rock psicodélico de la vida y del amor, habrá cosas en eterno cambio pero lo que es seguro es que esta maravilla siempre enamorará.
Perfecto reflejo del punto álgido del verano del amor y los 60 y al mismo tiempo capaz de predecir y vislumbrar desde su grandeza el fin de esos breves tiempos, “Forever Changes” se abre con las serpenteantes guitarras acústicas de ‘Alone Again Or’, aires hispanos que acompañan a una letra sencilla y espectacular, pasando en apenas unos versos de una descorazonadora y nostálgica angustia a un corrosivo sentido del humor con un viaje perenne de ida y vuelta (“Dijo todo está bien, no olvidaré todas las veces que esperé pacientemente por ti y tu harás solo lo que elijas hacer, y estaré solo otra vez esta noche, mi amor. Escuché algo gracioso, alguien me dijo: sabes que podría estar enamorada de casi todos. Creo que estas personas son las más divertidas“). El tema acaba explotando a través de sus trompetas mariachis y los preciosos arreglos de orquesta y la sensación que te deja probablemente sea similar a lo que encripta la letra: esa tristeza postcoital que aguardaba su momento para embriagar a los amantes del amor libre.
Tras ésta, ‘A House Is Not A Motel’ incluye imágenes de guerra y muerte que colisionan con una preciosa música. Lee, convencido de que iba a morir, entregaba sus visiones del mundo y de su realidad, casi como si de epitafios se tratasen, con la claridad y la contundencia del que ya nada tiene que esconder. Con sincera urgencia para marcar a fuego sus últimas palabras y con la sombra del temor que sobrevuela su existencia ya nada es lo que parece y, en aquel momento, las noticias de hoy serán las películas de mañana. La sombra de Vietnam y las alucinadas drogas planean por esta poderosa pieza sónica.
‘Andmoregain’ es pura emoción, un pedazo de cielo y una de las canciones más bonitas que te puedes echar al alma, sin importar a que se refería Lee con ella. ¿Amor? ¿Adicciones? Seguramente obsesiones en general. ‘The Daily Planet’ por su parte maneja una psicodelia pop de la más majestuosa y elegante, con el repetitivo ciclo de la vida de fondo y la muerte como un hombre de hielo acechando. ‘Old Man’, compuesta y cantada por MacLean, supone otra bellísima canción de amor y redención especialmente recomendable para el más escéptico ante el más loable de los sentimientos. Y con ‘The Red Telephone’ llegamos al ecuador de la obra, siendo esta la cumbre de un disco lleno de ellas. Una sensacional canción llena de matices y poderosos detalles acompañada de un texto brillante: “La vida sigue adelante aquí, día tras día. No sé si estoy viviendo o si se supone que lo hago. A veces mi vida es tan extraña… Y si crees que soy feliz píntame de blanco“.
La segunda mitad del disco arranca con ‘Maybe The People Would Be The Times Or Between Clark And Hilldale’, que es una auténtica vacilada en la que Lee enlaza con una facilidad pasmosa cada estrofa y cada verso y donde juega con su voz y los metálicos arreglos de viento a su antojo. Aun hoy, tras escuchar esa parte miles de veces, se me sigue erizando el alma. En ‘Live And Let Live’ derrocha un sentido del humor tan irrepetible como su magnífico genio además de cierta intuición para predecir acontecimientos mientras que en ‘The Good Humor Man He Sees Everything Like This’ encontramos imaginería hippie por doquier. Pero además de flores, verano, chicas y pájaros hay algo retorcido en esta canción. Se puede sentir en ella cierto malestar y desasosiego desde la lindura más exquisita de su música y ese premeditado fallo final, como si de algo inesperado se tratase. ¿Quizás se acababa el resplandeciente sueño de una época? No lo sabemos, pero sobre este tema y a su manera vuelve a incidir en ‘Bummer In The Summer’, una suerte de crítica al amor libre.
Por último, ‘You Set The Scene’ no es solo el broche perfecto a una obra excepcional, es que además es una de las mejores canciones que existen. Casi siete minutos de absoluta grandeza, con una letra increíble llena de ácidas reflexiones de un genio dando lo mejor de sí mismo. Y no podemos olvidarnos de la gran línea de bajo que atraviesa la canción, con Ken Forssi comiéndose el mástil. Una vez más el sofisticado