Luis Arteaga
Everlong Magazine, 23/02/2016
Con casi un siglo de historia visto desde el retrovisor, raro es el melómano que no haya escuchado alguna mítica historia de aquellos músicos errantes que vagaban por las carreteras probando fortuna en Estados Unidos. Talentos redescubiertos décadas después de su muerte. A la memoria nos vienen los más recientes homenajes cinematográficos a leyendas olvidadas en su tiempo, como el superviviente Sixto Rodríguez o ese retrato de Dave Van Ronk que desenterraron los hermanos Coen en “Inside Lewyn Davis”. Sin la menor de las dudas, como sucedía precisamente en esta película, muchos artistas quedaron en el olvido mientras la escena de la música folk americana determinaba el devenir de sus vidas con una relación tan simple como aleatoria: estar en el momento adecuado tocando en el garito adecuado.
Esperando a ser descubiertos por un astuto cazatalentos en alguna de las mecas sagradas de la música en Estados Unidos, aún quedaba superar el escollo comercial, una aventura de peregrinaje que en muchos casos terminaba antes de lo previsto, y en las que de la fama y la fortuna solo quedaban el reconocimiento y la admiración de sus propios compañeros de viaje.
Más allá de Dylan, en las raíces del folk americano aparecen figuras desdibujadas a lo largo de los años, que únicamente el tiempo, y solo en algunos casos, ha conseguido darles algo de luz. El resurgir del llamado folk alternativo en los albores del nuevo siglo también nos hizo volver la vista atrás e indagar en los referentes de grupos como Wilco, Ryan Adams (sobretodo al frente de Whiskeytown) o, poniendo un ejemplo más cercano, Nacho Vegas. Y es que desde Gijón, y ya embarcado en su carrera en solitario lejos del amparo de Manta Ray, Nacho Vegas debió de ser uno de los pocos en este país que homenajeó hasta la saciedad a Townes Van Zandt, el poeta maldito al que hoy dedicamos estas merecidas líneas. Siguiendo con Vegas, en 2004 el asturiano participaba en un concierto en Palma de Mallorca que conmemoraba el 70 aniversario del nacimiento de Van Zandt bajo el nombre de “Waiting for Waits”, un paso más después de marcarse una magnífica versión de Townes en su debut en solitario, de la mano de Limbo Starr y que daba como fruto sus “Actos Inexplicables”. Hablamos de ‘Que Te Vaya Bien Miss Carrusel’, una de las canciones más brillantes del álbum y que sin embargo muy pocos reconocen como versión a la obra original de Townes Van Zandt.
Desafiando el destino prestablecido
Nacido 3 años después que Bob Dylan en el otro extremo del país, Townes Van Zandt llegaba a este mundo en 1944 en pleno corazón de Texas en el seno de una familia adinerada y establecida en el negocio del petróleo. Con la vida resuelta y criado en un entorno familiar cálido, el joven Townes no tarda en fijar su atención en otros clásicos olvidados del género como el imprescindible Woody Guthrie, así como en artistas locales como Ligthnin’ Hopkings. Músicos de folk, country y blues de quienes heredará su particular técnica de fingerpicking en la guitarra.
Por aquellos años Bob Dylan ya publicaba sus primeros álbumes y llegaban las locuras de la juventud, algo que en los sesenta y en las décadas venideras se traduciría con facilidad en el coqueteo con las drogas. Un acontecimiento que si bien se ha estereotipado hasta el hartazgo en el mundo de la música, es absolutamente imposible de pasar por alto al contar la historia y la obra de Townes Van Zandt, quien lejos de flirtear, se sumergió hasta las más oscuras profundidades de prácticamente cualquier adicción conocida por el ser humano. Heroína, cocaína, marihuana, pegamento y cantidades ingentes de alcohol que administraba a su cuerpo de todas las maneras posibles. Cuenta la mitología que incluso llegó a inyectarse bourbon con coca cola en varias ocasiones.
Una lista interminable de adicciones que fue in crescendo a lo largo de su vida y que daba comienzo en sus primeros años de universidad, donde las fiestas y el alcohol fueron el día a día en su diario de abordo. Fue precisamente a raíz de una de esas parrandas cuando el destino de Townes Van Zandt quedaría descarrilado para siempre al caer desde un cuarto piso mientras trataba de experimentar la sensación de “la pérdida del control y la caída”, según sus propias palabras. Un accidente que fue interpretado por sus padres como un intento de suicidio, y que le llevó directo al ingreso en una prestigiosa clínica de Texas en la que le sometieron a “terapias” de electroshock durante 3 meses. Unas sesiones de tortura que acabaron por borrar todos sus recuerdos de la infancia, algo que jamás recuperaría y que marcaría aún más su carácter solitario, además de agravar sus problemas mentales.
La solitaria vida en la carretera
Después del traumático episodio, Townes Van Zandt se casa por primera vez y sus padres, arrepentidos por lo sucedido y, asentados en una comodidad económica abultada, deciden comprarle un piso con gastos pagados. Al mismo tiempo el joven Townes empieza a tocar en pequeños clubs para seguir pagándose comida y priva, algo que no dejaría de lado pese a los esfuerzos de sus progenitores. Un ambiente en el que conocerá a otros músicos coetáneos como el propio Ligthnin’ Hopkings, Guy Clark o la desdichada y eterna Janis Joplin.
Por aquel entonces, el tan afortunado como talentoso Bob Dylan se consolidaba con “The Time They Are A-Changin”, un disco que serviría de inspiración a toda una generación y con el que Townes Van Zandt comenzaría a descifrar esas letras misteriosas que dan que pensar una vez escuchadas. En definitiva, un álbum que marcaría de manera inequívoca su forma de escribir música, don que le llevaría años más tarde a ser considerado por los propios artistas del género como el mejor compositor de canciones que jamás haya existido.
Alentado por su propia madre, a quien siempre tuvo muy presente, Townes Van Zandt empieza a componer su propia música y a probar fortuna lejos de los ambientes locales, después de un intento fallido por formalizar su vida alistándose en el ejército. Algo que jamás llegaría a suceder puesto que el destino guardaba otros planes para él. Townes fue declarado no apto por un psiquiatra que llegó a definirle en el informe como “un maniaco depresivo mínimamente adaptado a la vida”, a la vez que le recomendó viajar para encontrarse a sí mismo.
Como reza en una de sus más conocidas canciones: “Vivir en la carretera amigo mío, te mantendrá libre y limpio. Tienes la piel como el hierro y tu aliento es como el queroseno”. Arrojado a la carretera por los avatares del destino en busca de fortuna y renunciando así a un matrimonio y a toda una vida de comodidades, Townes se embarca en una aventura musical en la que como tantos otros no conocería ni el éxito ni la fortuna.
Considerado un alma agrietada y solitaria, el trovador tejano apuntaba con clarividencia que; “estar solo es un hecho pero la soledad es un sentimiento. Es como arruinarse o ser pobre. Yo siempre estoy solo pero apenas me siento así de día…”. Sin duda a estas alturas sabía muy bien de lo que hablaba. La miserable vida errante y al límite de la pobreza que había elegido encontraba en Nashville su primera oportunidad.
El nacimiento de la leyenda
Conocido como el Cowboy de Nashville, el productor Jack Clement y Kevin Eggers como manager a su cargo, le brindan la posibilidad de grabar su primer disco: “Fort the Shake of the Song”. Un LP en el que evidencia su inmenso talento como escritor de canciones y que muestra al mundo un compendio de 11 temas con un eminente tono melancólico. Por el disco desfilan un montón de personajes acabados pero llenos dignidad. Historias de perdedores entre las que nos encontramos con algunas de las joyas más brillantes y tristes de su tremendo legado. En especial cabe destacar la desgarradora historia detrás de ‘Tecumseh Valley’, ‘For the Shake of the Song’ o la demoledora ‘Waiting ‘Round to Die’, capaz de hacer llorar a cualquier hombre con sus primeras estrofas tal y como muestra este fragmento del documental “Heartworn Highways”:
De la mano de Clement y Eggers también llegarán sus próximos 5 discos de estudio. En ellos consolida aún más su faceta de songwriter con más letras duras y rotundas. Pese a la calidad de las composiciones y de las propias canciones, Townes Van Zandt en todos estos álbumes suena a un folk más moderno, más melódico, algo que le aleja bastante de las contundentes letras que escribe, y que por el contrario gana enteros en sus directos, donde en muchas ocasiones aparece en solitario. Un terreno en el que su voz desgarrada y su guitarra como única compañera hacen que sintamos en nuestras propias carnes esas historias que nos hacen reflexionar y que impactan de forma directa en nuestros corazones.
En estos discos encontramos canciones repetidas, en las que el propio Van Zandt variaba las letras en busca de mejorarlas, y por supuesto la mayor parte de temas nuevos de lo que vino a ser la etapa más prolífica y brillante del poeta tejano. Entre ellas, reliquias de la música folk y country como ‘Colorado Girl’, ‘Lungs’, ‘Fare Thee Well, Miss Carousel’, ‘Katlheen’, ‘Poncho & Lefty’ o las baladas ‘To Live is to Fly’, de la que dicen haber sido escrita como un precioso homenaje a su ya difunta amiga Janis Joplin, o la magnífica ‘If I Needed You’, que el propio artista reconoció haber escrito durante un sueño lúcido en el que soñaba ser un cantante de folk que componía esta canción.
Exiliado con su segunda mujer en Clarksville, Townes vive en una caravana en unas condiciones al borde de la miseria y envuelto siempre en drogas y alcohol, un problema que se acentuaba cada vez más. Ninguno de sus discos superó la barrera de las 7.000 copias vendidas, algo que Townes se tomaba con ese sentido del humor que siempre le caracterizó. En una ocasión le preguntaron en televisión si se podían comprar sus discos, ya que nadie los encontraba, a lo que contestó: “Bueno, mi mujer los tiene todos y mi madre los tenía todos”. En estas cortas apariciones en pequeños shows de televisión locales ya dejaba patente su deterioro físico a causa de una vida plagada de excesos.
Relegado a la categoría de músico de culto para una minoría de fans y artistas coetáneos como el propio Bob Dylan, Townes Van Zandt acepta su fracaso comercial, del que se ríe con sorna en el título de su sexto disco: “The Late Great Townes Van Zandt”.
El precio del exceso
Corre el año 1973 y Townes Van Zandt vive sus momentos más bajos. El abuso de estupefacientes y alcohol acaba por costarle la relación con su manager Kevin Eggers. Esta ruptura deja en el olvido un disco ya grabado, “Seven Come Eleven”, álbum que vio la luz 20 años después bajo el nombre de “The Nashville Sessions”. En él encontramos al menos otros dos temas imperdibles en su discografía: ‘Rex’s Blues’ y ‘Snake Song’.
Townes se muda a un pequeño terreno donde por fin se asienta en una cabaña y deja de componer. Sumido en una crisis creativa y en un océano de adicciones, baila con la muerte en varias ocasiones. Como relata su amigo Steve Earle, para quien Townes Van Zandt fue un auténtico mentor, un buen día fue a su finca a cazar y a la vuelta se encontró a Townes en el porche con un revolver. Metió una bala en el tambor y jugó a la ruleta rusa delante de él apretando el gatillo hasta en tres ocasiones.
En ese mismo año Townes Van Zandt había grabado un directo que no obstante se publicará en 1977 con el nombre de “Live at the Old Quarter, Houston, Texas”. Tal vez la mejor muestra que ha llegado hasta nuestros días de la esencia que destilaba la música del trovador tejano. En solitario, con su guitarra y entre bromas, toses del público y tintineos de la barra, Townes Van Zandt ofrece sus canciones a pelo, sin mezclas ni artificios y con esa nostalgia capaz de hacerte reflexionar sus letras y desgarrarte por dentro una vez asimiladas. En esta grabación interpreta en directo algunos de sus mejores temas así como algunas versiones de clásicos tradicionales del género como la obsesiva y maravillosa ‘Cocaine Blues’. Si alguien quiere acercarse a la auténtica figura de Van Zandt, este es el disco que debería escuchar.
Tras su separación de Kevin Eggers, John Lomax III empieza a representarle y de esta unión nace su séptimo álbum de estudio, “Flyin’ Shoes”, en el que registra algunas de las canciones perdidas en ese disco que no llegó a materializarse a su debido tiempo por sus problemas con Eggers. El nuevo manager también decide, en un intento desesperado por dar a conocer la obra de Townes, poner un anuncio clasificado en la revista Rolling Stone en el que alienta sin demasiadas esperanzas a la creación de una especie de club de fans de Van Zandt. Como si de un profeta de la música se tratase, el resultado de este experimento resultó sorprendente, y es que contra todo pronóstico empezaron a recibir centenares de cartas con mensajes muy profundos, llegadas desde todos los rincones del mundo. En algunas de estas misivas se agradecía a Van Zandt su legado musical, llegando incluso a decir que sus canciones habían evitado suicidios o servido como remedio natural para muchas personas deprimidas.
Sin embargo esta nueva unión duraría poco y Lomax dejaba de representarle un año más tarde. Estamos en 1978, Bob Dylan ya es una estrella consagrada tras publicar discos como “Blood on the Tracks” o “Desire”, mientras que Van Zandt dejará de grabar hasta pasados 9 años. Entre medias Kevin Eggers siente la culpabilidad de estar dejando de lado a un talento como el de Townes y decide preparar una gira en la que invierte mucho dinero. Pero una vez más los excesos hacen que el tejano se rompa un brazo tras una juerga que acaba con un accidente de tráfico. La carrera del chico pródigo de Texas toca fondo tras una nueva sucesión de desdichas provocadas por sus adicciones.
Un pequeño affaire con algo parecido a la gloria
Comienza la nueva década de los 80 y paradójicamente, como si hablásemos del fracaso mismo hecho historia, dos de sus mejores canciones alcanzan la fama cuando son versionadas por artistas consagrados del mundo del country. Convertidos ya en estrellas dentro de su género, Emmylou Harris, y más tarde Willie Nelson, versionan la canción ‘Pancho & Lefty’, llevando la misma en el caso de Nelson hasta el nº1 de las listas. Un par de años antes de este éxito, la propia Harris exprimía de nuevo el talento compositivo de Twones, alcanzando el nº3 de la listas de country con ‘If I Needed You’. Dos bombazos que pese a llevar más de una década escritos y grabados, fueron reconocidos por la crítica y el público en las voces de otros artistas, quedando el nombre de Townes Van Zandt en la sombra, como mero compositor de dichas canciones.
Mientras tanto, Townes seguía sumido en unos años creativamente muy pobres en los que solo consiguió sacar al mercado “At My Window”, un álbum bastante mediocre si tenemos en cuenta todos los anteriores. Sin embargo a finales de los 80 los éxitos reportados por Harris y Nelson le dan algo más de visibilidad y un buen montante de dinero.
En 1988 vive lo más parecido a un resurgir, deja la bebida, empieza a tocar para audiencias más amplias y cruza por fin el charco para realizar una gira europea. A su regreso de ésta, un año más tarde, volverá a encontrarse irremediablemente con el alcohol, su eterno enemigo y fiel compañero que habría de acompañarle hasta sus últimos días.
También desde otros géneros musicales se ensalza la figura de Van Zandt. Una generación de jóvenes músicos que ven en sus letras una gran fuente de inspiración. Prueba de ello es la versión de los Tinderstick de ‘Kathleen’, la cual, una vez más lejos de la voz de Van Zandt, llegó a ser nº1 en Europa. En esta misma línea Townes se embarca a principios de los 90 en una gira junto a Cowboy Junkies. Una unión para la que el artista tejano les regala la canción ‘Cowboy Junkies Lament’, a la que el grupo canadiense correspondió con otro homenaje: ‘Townes Blues’.
Curiosamente desde un mundo aparentemente tan alejado al folk, como es el noise y el rock experimental, aparece una nueva oportunidad para grabar otro disco. La propuesta llega de manos de Steve Shelley, quien en aquel entonces vivía la época dorada de Sonic Youth como batería de la banda. Con los estudios ya contratados, Townes sufre una fuerte caía por las escaleras días antes. Pese a que se desplaza en silla de ruedas a los estudios, Shelley acaba cancelando definitivamente la grabación y Townes vuelve a casa, donde sería operado 8 días después de haberse roto la cadera. Otro capítulo más dentro del libro maldito que fue la biografía de Van Zandt.
Ya en el ocaso de su carrera, Townes graba otros dos discos que se publican en 1994: “No Deeper Blue” y “Roadsongs”, un álbum, este último, de covers de clásicos como Bruce Springsteen, quien también versionó en numerosas ocasiones a Townes, o los mismísimos Rolling Stones, de quienes extrae todo el jugo de una sus mejores canciones como es ‘Dead Flowers’ y la convierte en suya, demostrando al mundo de una vez por todas que no solo es un gran compositor, sino también un excelso intérprete. Quizás el único artista que ha sido capaz a lo largo de la historia de mejorar una canción de los Stones.
Precisamente con esta versión de ‘Dead Flowers’, Townes Van Zandt entraría de manera póstuma en el mundo del cine de la mano de los ya citados hermanos Coen. Lo haría como parte de la banda sonora de esa historia de parias que maravilló al mundo bajo el nombre de “El Gran Lebowski”. Un nuevo escenario en el que redescubrir su música que sigue muy activo gracias a cintas modernas como “Calvary”, “Corazón Rebelde” o la exitosa serie “True Detective” y la siempre seminal “Six Feet Under”. Mención aparte para el documental, también de público minoritario, “Be Here to Love Me”, dedicado a su figura.
Volviendo a la cronología de los acontecimientos, un primero de año de 1997, después de sanar con su música multitud de corazones y desgarrar otros tantos, el suyo se paraba definitivamente a los 52 años. Siempre bajo la atenta mirada de La Parca y con un destino tan convulso como maldito, Townes Van Zandt dedicó su vida entera a la música. Una andanza que terminaba con un deseo cumplido, como el mismo llegó a decir: “Me gustaría escribir algunas canciones tan buenas que nadie entendiese, incluido yo”. Y vaya si lo conseguiste vaquero, vaya si lo conseguiste…