Milos De Azaola
A mediados de los años 60 grupos británicos como los Beatles, los Rolling Stones, los Kinks o los Animals hacían furor, no sólo en el Reino Unido, sino también en Estados Unidos, por lo que fueron conocidos como “la invasión británica”. Como respuesta a esta “invasión”, en los USA de repente surgieron bandas de rock hasta de debajo de las piedras. Todos los jovenzuelos con inquietudes musicales, muchos de ellos todavía en el instituto, formaron su propia banda. Casi todos ensayaban en los típicos garajes de las casas americanas, de ahí que se conociese su música como garage-rock. En su mayoría eran bandas aficionadas, por lo que no destacaban por su virtuosismo musical, pero precisamente en su sencillez residía gran parte de su encanto. Muchos de ellos recurrían a versiones de temas conocidos o imitaban descaradamente el sonido de una banda famosa, pero la frescura y calidad de sus canciones eran innegables. Su medio de expresión eran los singles, eran pocos los grupos que llegaban a grabar un disco, y si lo hacían, no solían pasar del primero o el segundo.
En 1972, cuando ya había pasado el fenómeno del garage-rock, el crítico y músico Jenny Kaye y Jac Holzman, el fundador del sello Elektra, decidieron sacar un recopilatorio con algunas de las canciones más emblemáticas de estos grupos: el legendario Nuggets. En 1998 este recopilatorio fue expandido por Rhino, pasando a ser una caja de cuatro discos.
Algunas de estas bandas tuvieron un éxito fugaz (Count Five, Strawberry Alarm Clock o Sam the Sham & the Pharaohs), otras se convirtieron en bandas de culto tras la publicación del recopilatorio (los 13th Floor Elevators, los Electric Prunes o la Chocolate Watchband), y muchas pasaron sin pena ni gloria. Pero no todas las bandas eran americanas o británicas, en aquella época el garage-rock se convirtió en un fenómeno mundial. Las había de Alemania (los Monks, procedentes de una base militar), Irlanda (los Wheels), Holanda (los Outsiders), Canadá (The Guess Who), Australia (los Easybeats), Nueva Zelanda (The Smoke) o Brasil (Os Mutantes). Estas bandas fueron recopiladas en el Volumen 2 de los Nuggets, centrado en los grupos que no eran americanos.
En esta caja de sorpresas que son los Nuggets hay de todo: grupos que cogen sus nombres de La máquina del tiempo de H.G. Wells (los Elois) o de El Libro Tibetano de los Muertos (The Third Bardo), que se visten con siniestras capas de Drácula (Count Five), que se disfrazan de cosacos (los Golliwogs), de soldados de la época colonial (Paul Revere & the Raiders, New Colony Six), de monjes (los Monks), de jeques árabes (Sam the Sham & the Pharaohs), de guerreros africanos (los Strangeloves), de charlatanes del Oeste vendedores de pócimas milagrosas (los Charlatans), o que directamente son agredidos por sus pintas (los Squires). Grupos que protestan sobre la gente que te dice lo que tienes que hacer, lo que tienes que pensar, lo que tienes que comprar, cómo vestirte, cómo vivir tu vida (los Leaves con su tema Too many people), revolucionarios que hablan de anarquía (Tomorrow), que se burlan de la revista Life (The Idle Race), que le dedican una canción al cuerpo de bomberos (The Move), que se proclaman cavernícolas (los Groupies, los Troggs) o se hacen pasar por ingleses siendo de Texas (Sir Douglas Quintet), que se ven investigados por el FBI (los Kingsmen por su hit Louie Louie) o permanecen en el anonimato (The Magic Mushrooms, The Rare Breed), que se empeñan en imitar a los Beatles (los Knickerbockers) o a Bob Dylan (Mouse), que suenan insólitamente modernos (The Lollipop Shoppe) o aseguran que están cinco años por delante de su tiempo (otra vez The Third Bardo), que se adelantan al nacimiento oficial del rock duro (The Litter) o incluso al rap (The Elastik Band), que hacen perfectas canciones pop (los Easybeats) o blues mutante (Captain Beefheart & His Magic Band), o que directamente parecen salidos de otro universo (los 13th Floor Elevators, The Human Expression). Hay guitarristas que saltan sobre los amplificadores mientras tocan (Larry Parypa, de los Sonics), que graban las guitarras al revés (Ken Williams y James Spagnola, de los Electric Prunes) o hacen que su instrumento imite el mugido de una vaca (Ted Nugent, de los Amboy Dukes); cantantes que hablan sobre cómo perdieron la mano en un accidente (Moulty, de los Barbarians, que encima era batería), que recitan poesía alucinada inspirados por las drogas (Kim Fowley o Sonny Casella, de los Magic Mushrooms) o muestran una agresividad punk (Sean Bonniwell, de The Music Machine), etc.
Esta efervescencia musical duraría más o menos hasta 1969. Para entonces la mayoría de estos grupos ya habían dejado de existir o habían sido asimilados por la industria discográfica, convirtiéndose en algo inofensivo. Nunca volvería a repetirse un fenómeno como éste, por lo menos a escala tan grande. Si algo queda claro después de oír estos grupos es que éste fue uno de los períodos más cool de la historia del rock. Como dijo en su día el crítico Greg Shaw, lo bueno del rock es que cualquiera puede hacerlo, sólo es cuestión de ponerse. Lo que pasa es que esto no le hace ninguna gracia a la industria discográfica, claro, que quiere que sólo oigamos lo que ellos nos digan, por eso en su día les molestó tanto que los chicos se pusieran a hacer su propia música y se gastaron una fortuna en domesticarlos.
A continuación hacemos un repaso de los grupos más destacados que aparecen en los Nuggets (hablar de todos y cada uno de ellos sería una tarea fatigosa):
THE 13TH FLOOR ELEVATORS: psicodélicos gafados
Dicen que la psicodelia nació en California, pero no, si nos atenemos a la cronología resulta que nació en lo más profundo de Texas, un estado cuyas gentes nunca han sido famosas por sus mentes abiertas precisamente, sino más bien por sus miras estrechas. Por eso el hecho de que la psicodelia tuviera uno de sus puntos de origen aquí parece casi milagroso. ¿Los responsables de ello? Un grupo que bien podría haber venido de Marte: los 13th Floor Elevators. Su nombre ya es toda una declaración de intenciones: por aquel entonces los ascensores de Texas omitían la planta 13 por superstición, con lo que ellos daban a entender al oyente que le llevarían a territorios desconocidos… y puede que peligrosos. Y es cierto, escuchar su música es como introducirse en un extraño universo alternativo. Pero en la Texas de los años 60 no era fácil ser un joven contracultural, como comprobaría el grupo en más de una ocasión. En 1969, tras publicar tan sólo tres discos, comenzó el infierno personal para Roky Erickson, el cantante. Detenido por la posesión de un porro de marihuana, se enfrentaba a una pena de ¡diez años de cárcel! Para librarse del trullo, Roky optó por declararse mentalmente incapaz. Craso error: le ingresaron durante tres años en el Rusk State Hospital para delincuentes con problemas mentales. Allí fue sometido a una tortura de electroshocks y thorazina que le convirtió en un vegetal. Desde entonces, Erickson sólo abrió la boca para soltar frases inconexas y monólogos sobre vampiros, alienígenas y conspiraciones. Como puede verse, un caso al más puro estilo Jack Nicholson en Alguien voló sobre el nido del cuco. Los demás miembros del grupo no acabaron mucho mejor, como si de una maldición gitana por jugar con fuerzas desconocidas se tratase (¿tendrán razón los que dicen que el 13 da mala suerte…?). Al guitarrista del grupo, Stacy Sutherland, le mató su mujer en 1978 pegándole cuatro tiros.
THE AMBOY DUKES: los Duques de Detroit
Alguien definió acertadamente a los Amboy Dukes ccomo lobos con piel de cordero, ya que, aunque se apuntaron a la psicodelia hippy de la época, su sonido proto-heavy y su actitud de tipos duros no hacían pensar precisamente en flores, paz y amor. Los chicos de Ted Nugent eran los más salvajes del Detroit sixties antes de que apareciera Iggy Pop con sus Stooges, lo cual equivale a decir que eran de los más salvajes de todos los USA, ya que Detroit siempre fue la ciudad americana de sonidos más duros, tal vez por su condición de deprimente urbe industrial de la que los jóvenes necesitaban evadirse (y eso que entonces todavía no había llegado al grado de degradación al que ha llegado actualmente). Ted Nugent, que posteriormente se haría más famoso en solitario con su look neandertal y sus opiniones igual de retrógradas, era un guitarrista incendiario, capaz de hacer que su instrumento sonara como el mugido de una vaca en celo. El grupo tuvo su mayor éxito con la canción Journey to the Center of the Mind, una especie de boogie psicodélico cuyo título lo dice todo, y que dio nombre a su segundo disco. Además de este tema, en los Nuggets también hay una potente versión suya del célebre blues Baby please don’t go.
THE ELECTRIC PRUNES: las ciruelas soñadoras
Estos californianos tuvieron un par de éxitos notables en su época, especialmente con I had too much to dream (last night), un diamante en bruto de la psicodelia sixties con guitarras grabadas al revés. Curiosamente este tema no estaba compuesto por ellos, sino por dos chicas, Annette Tucker y Nancie Mantz, que compusieron la mayoría de las primeras canciones de las Ciruelas. Tal vez por eso la historia que cuenta la canción, sobre alguien que sueña con la persona que ama, es tan ambigua, ya que en ningún momento te aclara de qué sexo es esa persona; es una canción cuya letra vale para los dos sexos (Annette y Nancie compusieron canciones para otros grupos de garage de la época, como el I ain’t no miracle worker de los Brogues, también presente en los Nuggets). Las Ciruelas Eléctricas sólo duraron dos años, separándose poco después de grabar un mediocre disco conceptual que mezclaba música gregoriana y psicodelia (mala idea). Una de las pocas canciones aceptables de ese álbum, Kyrie Eleison, sale en la banda sonora de la película de culto Easy Rider, en la alucinógena y angustiosa escena del cementerio.
THE SEEDS: los Doors de segunda división
A mediados de los 60, Los Ángeles era un hervidero de ideas y caras nuevas. Sobrevivir en esa jungla era algo al alcance de pocos grupos: Doors, Love, Byrds… Pero “las Semillas” (de marihuana, se entiende) fueron capaces de hacerse un hueco en los escenarios angelinos y saborear las mieles del éxito en un par de ocasiones. Con su inconfundible voz y su genio compositivo, Sky Saxon fue el alma de los Seeds. De verdadero nombre Richard Marsh, Saxon nació en Salt Lake City, pero se trasladó a Los Ángeles al ver que los singles que publicaba en la ciudad de los mormones pasaban sin pena ni gloria. Al poco de llegar a California montó los Seeds, y su música pegadiza de estilo crudo hizo el resto. Cuando el grupo se quedó sin ideas, les dio por sacar un falso disco en directo (atención a los chillidos enlatados de fans desatadas, para mearse de la risa); además de inspirarse en el tema The End de los Doors para crear su tórrida réplica, 900 million people daily (all making love)… me pregunto de dónde sacaron la estadística para el título.
THE STRANGELOVES: los granjeros de la Gran Manzana
La de los Strangeloves es una extraña historia, ya que es uno de los pocos casos en la historia de la música pop en la que unos productores se meten a músicos, y no al revés. Y más extraño es el delirante cuento que contaban en las notas de su disco de debut: que el grupo estaba formado por los hermanos Miles, Niles y Giles Strange, que crecieron en una granja australiana y se hicieron ricos al criar una nueva raza de ovejas, lo que les permitió dedicarse a la música, disfrazándose de guerreros africanos e inventando el Afro-English sound (¡toma ya!) En realidad, los Strangeloves no eran australianos, y menos africanos, sino tres judíos de Nueva York llamados Bob Feldman, Jerry Goldstein y Richard Gottehrer, que hasta entonces se habían dedicado a producir y componer canciones para otros grupos. Después de protagonizar este curioso experimento musical siguieron con su carrera de productores, con bastante éxito.
THE CHARLATANS: los feriantes del rock
The Charlatans, pioneros olvidados de lo que se conoció como el “San Francisco sound”, se llamaban así porque se vestían como los típicos charlatanes de las películas del oeste que venden pócimas “milagrosas” a los ingenuos. La Codine de su canción más famosa era el nombre de su medicina particular (una forma ingeniosa de cantarle a las drogas, supongo). La medicina se vendió bastante bien, siendo objeto de todo tipo de versiones. A destacar la del grupo galés Man.
CHOCOLATE WATCHBAND: adictos al dulce
La Banda del Reloj de Chocolate (obsérvese el juego de palabras chorra) eran algo así como los Rolling Stones del sur de la bahía de San Francisco. Sus canciones, muy sexuales y potentes, estaban llenas de agresividad adolescente. La verdad es que pasaban de todo, menos de fumar porros, tomar ácido y ligarse a las tías, por lo que no duraron mucho en el negocio musical. Salen en un par de films cutres de la época (Riot on Sunset Strip y The Love-In), plagiando a otros y haciendo playback. Y su cantante, el latino Dave Aguilar, manejaba las maracas mejor que Machín. Con un par.
COUNT FIVE: los vampiros de California
Se llamaban así porque eran cinco y se vestían como el conde (count) Drácula; es un juego de palabras, ya que su nombre también significa Cuenta Cinco. El alma creativa de este grupo californiano era Sean Byrne, un chaval recién llegado de Irlanda. A él se le ocurrió la canción de amor no correspondido Psychotic reaction, que se convirtió en un hit. Pero, pese al éxito de la canción, al poco tiempo Count Five decidieron disolverse… ¡para terminar sus estudios! Increíble. Vamos, que sólo les dio tiempo de contar un éxito. Me pregunto si siguieron mordiendo cuellos en la universidad…
JOHN’S CHILDREN: los hijos bastardos de Shakespeare
Antes de hacerse famoso con T.Rex, Marc Bolan, el ídolo del glam, tenía un grupo llamado John’s Children. Estos gamberros vestidos de blanco, que por sus pintas parecían los primos de los Small Faces o unos duendes malévolos salidos de una obra de Shakespeare, estaban encuadrados en el movimiento mod. Sus canciones más conocidas, como Desdemona o esa pequeña joya psicodélica llamada A midsummer’s night scene, estaban inspiradas precisamente en obras del bardo inglés. Con Desdemona intentaron ingresar en los charts, pero fueron censurados debido a que la letra, compuesta por Bolan, decía levántate tu falda y vuela (algo que puede resultar inocente hoy en día, pero que no se oía en la radio en 1967). Aunque Bolan estaba en el grupo, el cantante era Andy Ellison, que con su actitud salvaje se adelantó varios años al punk, tirándose sobre el público durante sus actuaciones. De hecho, años más tarde, Ellison montaría su propio grupo punk, Radio Stars, con el que volvería a grabar Desdemona.
THE KINGSMEN: los Enemigos Públicos Números 1
La historia de lo que les pasó a los Kingsmen con su único hit, la versión más famosa del Louie Louie, tiene su gracia. Muchas emisoras de radio se negaron a poner la canción por considerarla obscena. Las marujas malpensadas de la época estaban convencidas de que su incomprensible letra encubría relaciones sexuales entre el marinero de la canción y su novia. El colmo del absurdo fue cuando Matthew Welsh, gobernador de Indiana, prohibió la canción en todo el estado y solicitó un informe al FBI con la intención de prohibirla en todo el país (sí, eran otros tiempos). Resultado: el FBI investigó a fondo a los Kingsmen y analizó concienzudamente la canción, contrastando la letra con el argot de la calle durante 31 meses de investigación. ¡Increíble pero cierto! La conclusión a la que llegaron no es ningún secreto de estado: el FBI aseguró que la letra de la canción era completamente inofensiva. Pero el caso es que el grupo no conoció más éxitos…
THE LITTER: la basura de Minneapolis
“La Basura”, los tíos más duros y guarros del Minneapolis sixties, llevaron este nombre con orgullo como respuesta a los carcas que se metían con sus pintas. Y de paso se adelantaron un par de años al nacimiento oficial del rock duro con su abrasadora canción Action woman, single en noviembre de 1966 (curiosamente estaba compuesta por su productor, por aquel entonces colado por una chica que no le hacía mucho caso). A ver quién era el guapo que se metía con ellos después de parir semejante trallazo.
THE MAGIC MUSHROOMS: las setas alucinógenas
No se sabe mucho de “los Hongos Mágicos”, ya que permanecieron en un semianonimato: sólo que un tal Sonny Casella fue el alma del grupo, que el segundo guitarrista se llamaba David Rice y que eran de Filadelfia. Su single It’s-a-happening entró en las listas de los más vendidos y todo, aunque bien es cierto que sólo duró una semana, lo cual ya tiene su mérito, teniendo en cuenta que la canción es una marcianada psicodélica en la que Sonny se pone a recitar poesía alucinada ¿inspirado por los hongos mágicos? Les dio para dos discos más.
THE MONKS: los monjes-soldados
¿Qué puede hacer un grupo de soldados americanos destinados a una base militar alemana para matar el aburrimiento? Pues está claro: ¡vestirse de monjes, afeitarse las cabezas y tocar canciones-protesta troglodíticas! Ver para creer. Su disco Black Monk Time, publicado en 1966, se adelantó diez años al punk, tanto por la ejecución musical desmañada como por el feedback estridente de guitarra y las letras rabiosas con mala baba. Llamar música a su sonido minimalista y torpe tal vez es ser demasiado benévolo… el virtuosismo no era lo suyo, pero armar ruido y comportarse como unos cafres se les daba bien. Por supuesto acabaron dejando el ejército, pero no fue para meterse en un monasterio, sino para emborracharse y ligar con las alemanas. Como se suele decir, el hábito no hace al monje…
THE MOVE: los vanguardistas de la Ciudad Celestial
The Move eran los culos inquietos de Celestial City (Birmingham), y estaban liderados por el genio poeta Roy Wood, “el Rey del Bosque”, una especie de chamán del rock. Lo mismo le dedicaban un tema al cuerpo de bomberos (Fire Brigade) que le cantaban a la marihuana (I can hear the grass grow). Su puesta en escena, la más impactante y rompedora del momento en el Reino Unido (con la excepción de Pink Floyd), incluía televisores que explotaban y un hacha que se balanceaba de forma salvaje. Sólo ellos podían atreverse a empaquetar uno de sus singles con una caricatura del primer ministro Harold Wilson, lo cual no le hizo ninguna gracia a éste, que les llevó a juicio y se quedó con los royalties del single.
THE MUSIC MACHINE: los Hombres de Negro
Los miembros de este curioso grupo tenían todos una cosa en común: su pelo era negro, sus ropas eran negras, sus instrumentos eran negros y sus amplificadores… ¿adivinan? ¡Sí, también eran negros! Y todos llevaban un único guante de cuero, en vez de dos. Negro, por supuesto. Pero dejando a un lado su particular estética, su música era aún más radical. Tenían un sonido original y contundente que les hacía sobresalir por encima de otras bandas de la época, destacando la amenazadora voz grave del cantante Sean Bonniwell (que fue el visionario al que se le ocurrió todo lo del negro, por cierto). Su álbum Turn On es uno de los mejores discos de garage de los años 60.
SAM THE SHAM & THE PHARAOHS: los cachondos de la Quinta Dinastía
Banda de Memphis que arrasó con su mundialmente famoso Wooly Bully, tema pegadizo donde los haya, de esos que no pueden faltar en ninguna fiesta. Su cantante, Domingo “Sam” Samudio, era un latino que se vestía de rajá indio (de ahí la mítica cuenta en espanglis con la que empieza la canción), mientras que sus colegas optaban por disfrazarse de jeques árabes, así que lo de “Sam el Farsante y los Faraones” tiene su coña…
THE SMOKE: no sólo fumamos tabaco…
Grupo británico que cosechó más éxitos en el resto de Europa que en su propio país. Su tema más famoso, My friend Jack, fue censurado en el Reino Unido por verse en su letra una referencia al consumo de LSD, ya que la canción dice: “My friend Jack eats sugar lumps” (Mi amigo Jack come azucarillos… ejem). Pero en Alemania, que al parecer era más permisiva con esos temas, la canción se convirtió en un gran éxito, situándose durante 16 semanas en el 2º puesto de las listas. Viendo que ahí se les trataba mejor, su único disco salió solamente en el país teutón. (NOTA: no hay que confundir a este grupo con una banda de garage del mismo nombre, natural de Nueva Zelanda y también presente en los Nuggets).
THE SONICS: rompiendo la barrera del sonido
Su nombre lo dice todo: estos tíos rompían tímpanos. Entre los berridos psicóticos del cantante y que el guitarrista saltaba sobre los amplificadores se adelantaron unas cuantas décadas al grunge, siendo de la misma zona. Su canción The Witch sería la banda sonora ideal para una peli de terror descerebrado, y salvajadas como Psycho y Strychnine tampoco se quedan atrás. Por cierto, tanto para el nombre del grupo como para su sonido se inspiraron en las fábricas de aviones de su ciudad natal (Tacoma, Washington).
THE WAILERS: “castellanos viejos”
Colegas de los Sonics, y casi igual de ruidosos y salvajes que ellos, los Wailers (nada que ver con el grupo de Bob Marley de mismo nombre) solían armarla todas las noches en el club Spanish Castle, al que Jimi Hendrix acudía como espectador cuando sólo era un adolescente con granos. Más tarde, ya famoso, Hendrix le dedicó al club la canción Spanish Castle Magic… y es que ya avisa en la letra que este castillo no está en España. Efectivamente, estaba en el estado de Washington.
STRAWBERRY ALARM CLOCK: hippies prefabricados
Strawberry Alarm Clock se hicieron famosos con su hit Incense and peppermints, número uno en los USA de 1967 tras seis meses de intensa promoción. Con su nombre estrambótico, sus chillonas ropas orientales y sus letras sobre incienso y pastillas de menta (ejem), encarnaban el perfecto tópico hippy, aunque lo suyo era más una pose que otra cosa. Salieron en varias películas de la época, como Psych-Out, con Jack Nicholson y los Seeds. Curiosamente en los 70 su guitarrista, Ed King, entró en un grupo heavy formado por paletos sureños, Lynyrd Skynyrd, haciéndose famoso tocando Sweet Home Alabama. Las vueltas que da la vida.