Víctor Lenore
Revista Minerva, Nº 4
ARRANQUE CON THE MODERN LOVERS
Su primer grupo nació a comienzos de los setenta en Massachusetts (Estados Unidos). Se les considera pioneros de casi todo: desde el punk a la nueva ola, pasando por el indie. Canciones básicas y sustanciosas sobre la vida cotidiana de adolescentes revoltosos. Su único álbum propiamente dicho, The Modern Lovers (1976), es una colección de maquetas producidas por John Cale (miembro de la Velvet Underground, grupo preferido de Richman). La «Enciclopedia Spin del rock alternativo» define este disco como «uno de los mejores momentos del punk estadounidense: el grupo de Boston conducía la agresión guitarrera de los Stones y Stooges a nuevas perspectivas emocionales. Capturaron la energía ambivalente de unos chicos dulces de barrio residencial en pleno proceso de enamorarse del sonido del centro de la ciudad».
Muchas veces se le echa en cara a Richman el olvido de estas primeras canciones en sus conciertos. ¿Su respuesta? «Los que se preguntan por qué no estoy tan orgulloso del disco de The Modern Lovers deberían saber que en una buena noche tocábamos “Road-runner” diez veces mejor que en cualquier versión que jamás vayas a escuchar grabada. A veces conseguíamos esa especie de rollo rítmico oscuro a lo Rolling Stones. Ernie, Jerry y David eran muy guapos y las chicas flipaban. Mi pinta era más rígidamente convencional, pero bailaba bien. Yo era incluso más engreído que los otros tres, así que siempre estaba fastidiado por lo falso que era todo el mundo. No nos llevábamos bien todo el rato y no siempre nos gustaba cómo tocaba el resto del grupo, pero no éramos músicos, éramos una banda con un objetivo. Más bien nos recuerdo como cuatro hermanos. Nuestra relación tenía algo de romance. Adoro cada minuto que pasamos juntos».
EL GLAMOUR DEL ANTIGLAMOUR
La media hora previa a la prueba de sonido de Richman en el Círculo de Bellas Artes es un hervidero de especulaciones (de la organización y de media docena de fans que han venido a recibirle, alguno con la camiseta a rayas tan característica del cantante). Alguien comenta el rechazo de Richman a llevar el modo de vida de una estrella de rock: «No permite a su mánager que le reserve hoteles de más de tres estrellas. Le propusieron entrevistas para medios de gran tirada y él las rechazó. En cambio, no puso problemas para hablar con Radio Círculo, seguramente por ser una emisora no comercial». Cuando entra en antena, le preguntan cómo definiría su música: «Lo que hago no es ni blues ni folk ni pop ni rock. No sé lo que es, aunque sé lo que no es». Luego fuera de micro añade: «No necesito tener un nuevo disco para salir de gira y ni siquiera sé lo que haré cada noche. Es algo natural, no premeditado. Intento trasmitir sensaciones antes que sentimientos. No me importa que la gente no aplauda, si no le gusta la canción es lógico que no lo haga».
Un contertulio de la radio le pregunta si se siente una especie de don Quijote de la música y si considera a Tommy Larkins su Sancho Panza (Larkins es el batería que le acompaña desde hace años: en 1998 ya habían tocado cuatrocientas veces juntos y no se han separado desde entonces). Su respuesta: «Hacemos lo que hacemos. Una vez necesitaba un batería y pregunté a unos amigos de Tucson (Arizona). Me dijeron que tenían uno técnico y otro más emocional. Les pedí el teléfono del segundo y era Tommy. Nos adaptamos perfectamente». Una chica en la pecera de la radio comenta el aspecto de Richman: «Parece un vagabundo». Algunos miembros del equipo técnico se ríen y otros la miran en plan «qué hereje». En todo caso, «Jojo» (apodo cariñoso para referirse a nuestro héroe) representa mejor que nadie el glamour del antiglamour. Como dice el rapero Tote King: «La naturalidad es la más difícil de las poses». Tiene incluso más carisma que gancho pop: no duden de que muchos de sus fans preferirían cenar con él antes que verle tocar.
CONCIERTOS QUE NO SON CONCIERTOS
Darío Manrique Núñez, periodista freelance, habitual en las páginas de Rolling Stone y Efe eme, opinaba a la salida del recital que «la clave para disfrutar de su concierto es darte cuenta de que no es un concierto. Es más un show. Comienza una canción y de pronto la para, se pone a hablar o a bailar. Hace lo que le da la gana». Santiago Segurola, que firmó la crónica de El País, se mostraba rendido ante Richman: «Su éxito en Madrid fue el de un artista sin prejuicios, que abrumó por su capacidad para sacar el máximo rendimiento a su precaria puesta en escena. ¿Por qué? Porque en Richman se observa la raíz que le conecta a la gran tradición judía de artistas. Al mismo tiempo parece el emigrante desvalido que llegaba a la isla de Ellis, o el pícaro contador de fábulas, o el desinhibido bailón que no parece tener ninguna facilidad para bailar, pero que hasta en eso resulta creativo. Era el personaje de cualquier cuento de Isaac Bashevis Singer, uno de esos artistas que llenan de fiesta los lugares adonde van».
¿COMPLEJO DE PETER PAN?
En 1979 se edita Back in your life bajo la etiqueta Jonathan Richman & The Modern Lovers. Fue el primer paso para una carrera en solitario que iría orillando el rock. Tras unos cuantos años sabáticos, vuelve con Jonathan sings (1984). Poco a poco, se va consolidando como un solista que apuesta por la sencillez del formato acústico, la espontaneidad y las historias cotidianas. En 1990 edita un disco country y en 1993 un disco en español titulado Jonathan... Te vas a emocionar. Ha sido descrito frecuentemente como un Peter Pan: el adolescente que se niega a ingresar en el mundo adulto. A medida que ha ido cumpliendo años, las definiciones se han vuelto más amargas, llegando a tildarle de freak. A pesar de su estatus de culto, muchos creen que ha entrado en un período de estancamiento. Le ven como una rara avis respetable, pero muy por debajo del prestigio de Neil Young, Patti Smith o Bruce Springsteen. En todo caso, el cómico televisivo Joaquín Reyes, uno de los responsables de La hora chanante, lo defendía hace poco con un argumento muy sólido: «El humor en la música está muy mal visto, parece que desprestigia. Un personaje atormentado va a ser siempre mejor considerado. A mí Jonathan Rich man me encanta pero a la gente le parece un friki. Se valora más la solemnidad».
LEGIÓN DE FANS VIP
No es un artista de masas, pero hay legiones de músicos que le adoran. John Cale (Velvet Underground) terminó su último concierto madrileño de 2006 con una versión de «Pablo Picasso». David Bowie también se atrevió con esa canción. El grupo Burning Sensations se la apropió para la banda sonora de la película de culto Repo Man (Alex Cox, 1984). Tanto los Sex Pistols como Joan Jett (Runaways) han hecho versiones de «Roadrunner». El crítico estadounidense Greil Marcus es devoto de esta pieza. Bandas universitarias como Violent Femmes, They Might Be Giants, Weezer o The Feelies han bebido de Richman. También se cuenta entre sus fans Frank Black (Pixies), que le dedicó la canción «The man who was too loud». Últimamente está de moda en el cine: los hermanos Farrelly lo llamaron para actuar en el taquillazo Algo pasa con Mary (1998) y luego se incluyó «Roadrunner» en la banda sonora de la comedia School of Rock (2003). El nominado a los Oscar a mejor cortometraje Nacho Vigalondo es otro de sus fieles. Entre los artistas que le han versionado destacan también Galaxie 500 («Don’t let our youth go to the waste»), Television Personalities («Pablo Picasso»), Echo & The Bunnymen («She cracked»), Young Fresh Fellows («Someone I care about» ), Pansy Division («Song of remembrance for old girlfriends»), Cornershop («Angels watching over me») y los donostiarras La Buena Vida («That summer feeling»).
SIETE CANCIONES TÍPICAS
ROADRUNNER
Inspirándose en el riff de «Sister Ray» (Velvet Underground), los Modern construyen una viñeta sobre la liberación adolescente: conducir tu coche pisando a fondo desde tu barrio hacia el centro, escuchando rock and roll a máximo volumen en la radio del coche. «Me siento como un correcaminos», canta Richman. Así de simplón, así de emocionante.
PABLO PICASSO
Un cursillo acelerado de cómo triunfar con ellas: «Algunos chicos intentan ligar / y les llaman gilipollas / eso nunca le pasó a Pablo Picasso / era realmente bajito / pero las chicas no le aguantaban la mirada / a Pablo Picasso no lo llamaban gilipollas». Para ser un don Juan, más vale intensidad que buena planta. La canción más versionada de su repertorio.
FENDER STRATOCASTER
Un tributo en toda regla a una guitarra clásica: «Nacida en los cincuenta / pareces muy valiente / eres todo lo que los padres odian sobre el rock and roll / con tus sonidos y tañidos / con ese timbre tan duro / Fender, Fender, Fender / como el viento en tu pelo en un descapotable». En toda la canción a Jonathan no se le acaban las metáforas para describir su guitarra preferida: «como una motocicleta junto a un puesto de perritos calientes», «como un gato tirado en un callejón» o «como un sonido delgado y barato».
THE GIRL STANDS UP TO ME NOW
La mayoría de los chicos han pasado por este momento: tu novia, ésa que te daba siempre la razón, empieza a cuestionarte cada vez más. «Ahora cuando dice sí significa que sí / y cuando dice que no significa que no». Al final la cosa se arregla: «la primera vez que me dijo no / me pareció desagradable / pero ahora la prefiero así / en plan chica dura».
THAT SUMMER FEELING
Una sencilla descripción del subidón veraniego. El tiempo se hace más lento y se ven las cosas más claras. Puedes hablar con más calma con los amigos, mirar con detalle las cosas y repasar mejor tus recuerdos: «Esa sensación del verano / te atrapa al menos una vez en tu vida».
THE NEIGHBOURS
Un conflicto doméstico en forma de dueto. Una amiga que ha ido a visitar a Jonathan le dice que se retira: «Se está haciendo tarde / ¿no crees que debo irme? / si salgo por la mañana / ¿qué le dirán los vecinos a tu mujer?». Éste, como siempre, se rebela contra las convenciones sociales: «La conversación estaba empezando a llegar a algo / no tienes por qué irte / a estas alturas / mi mujer debería conocerme / no veo la necesidad de que los vecinos / comiencen a controlar mi vida» .
PARTIES IN THE USA
Muchos son los músicos que han tratado de retratar Estados Unidos, con sus problemas y sus contradicciones. Ajeno siempre a soluciones complicadas, «Jojo» suelta su diagnóstico naíf: «Necesitamos más fiestas / en los Estados Unidos de América». El problema es que «la gente está demasiado en casa», que «prefieren ver TV / a escuchar cantar a una persona real» y que «se mudan a California sin que les guste la playa». También critica, claro, a los policías que disuelven los fiestones.