Teenage Fanclub llevaban seis años sin sacar disco. Desde aquel "The Shadows" de 2010 en el que sonaban algo cansados y desganados pero que nos obsequió con aquel maravilloso "Baby Lee", una de las canciones con mas gancho (sí, me refiero a gancho "comercial") de su carrera. Esta nueva entrega salió el mes pasado, el 9 de septiembre, y he de admitir que me temía un disco menor con un buen puñado de cortes de relleno de una banda que, no nos engañemos, ya ha grabado sus mejores temas. Sin embargo, en el mes y medio largo que llevo escuchando este disco tengo que decir que si bien el disco no sorprende (quién podría a estas alturas) sí que embelesa. Y de qué manera.
Para empezar los cuatro primeros temas son cuatro hits que recuperan el espíritu más vital de sus mejores años (los años 90) con unas guitarras que vuelven a crujir y a ponerse al servicio de la melodía más pegadiza. Y esto es quizá algo que le faltaba a "The Shadoaws". algo más de power pop y algo de menos de indie desvaído. Pues bien, el disco se abre con un temazo de Norman Blake ("I'm In Love") en el que los TFC vuelven a hacer sus característicos guiños a los Beatles y a Big Star. El solo de guitarra es pura adrenalina. Se echaba en falta. El segundo tema "Thin Air" es de Gerard Love y a mí me parece el mejor del disco. La introducción con esos riff de guitarra setentera (de nuevo el fantasma de Chilton hace su aparición) me hace subir por las paredes. Y el estribillo es pura golosina. Por no hablar de ese solo que te derrite los tímpanos. Qué gran compositor es Gerry. Le sigue un tema de Raymond McGinley. Raymond siempre ha sido el que ha escrito los cortes más arriesgados y más indies pero también los de más difícil escucha. Sin embargo, aquí se marca un pelotazo pop que pone el cerebro del oyente a revés. De hecho es uno de los temas que más directos y pegadizos del álbum. Para mí el segundo mejor de todo el LP. Chapeau, Raymond. Cierra esta primera parte del disco un tema del gran hit-maker Norman Blake "The Darkest Part Of The Night", un tema romántico y delicado que te convence que este no es un disco más de TFC.
Y después de este desfile de auténticos hits llega un tema algo más lento y discreto, "I Have Nothing More To Say" de Gerry Love, que puede enfriar al oyente en la primera escucha pero que sin duda gana con el tiempo. De cadencia aún más lenta es "I Was Beautiful When I Was Alive", compuesto por McGinley, que no obstante sorprende por lo bien que transita la banda por la senda de la psicodelia a lo Syd Barrett, un terreno que no es ni mucho menos el suyo. Nada que envidiar a Stone Roses o a Rain Parade. Y el LP se prepara para alcanzar otro climax con "The First Sight", un tema de Gerry en el que hace guiños al Sunshine Pop y al soul de los 60 y que vuelve a enamorar al oyente. Y para rematar este otro momento álgido del disco le sigue un tema de Blake en el que conjura a los Beatles más pegadizos y directos: "Live In The Moment".
El segundo anticlímax llega con otro artefacto psicodélico de McGinley: "Steady State". Aquí hay que decir que Raymond roza la estratosfera porque el tema es puro zumo de peyote. No recuerdo una canción de TFC más lisérgica que ésta. Cuatro minutos largos de paseo por las nubes. Y entonces Love nos devuelve a la tierra con otra tierna tonada pop, "It's A Sign", que contiene unas armonías vocales dignas de los Beach Boys. La voz dolida de McGinley vuelve con un tema jazzy y crepuscular que confirma lo que ya apuntábamos más arriba, a saber, que en este disco Raymond McGinley está intratable. El broche final lo pone el folk psicotrópico de "Conneted To Life" en el que los TFC parecen la versión escocesa de los mismísimos Byrds.
En resumen, quienes habían dado por muertos creativamente hablando a TFC tendrán que esperar a que un mal disco del combo escocés confirme su teoría. No ofrecen nada nuevo, cierto, pero sí algo muy muy bueno. Como solo ellos son capaces de hacerlo.