Jaime Lorite
El País, 28/08/2024
La banda ‘rockabilly’ de Talavera celebra cuatro décadas de carrera. Su polifacético líder, que entre otras cosas ha creado una guitarra muy especial, recuerda cuatro décadas de anécdotas
En Nueva Orleans (EE UU) hay cerámica de Talavera. El conjunto de placas, instalado en 1957, recuerda los nombres que las calles de la ciudad tuvieron siglos atrás. Cuna del jazz y el rhythm & blues, el legado cultural de Nueva Orleans también llega a todos los lugares del mundo y, para completar la correspondencia, eso incluye Talavera. El sonido pantanoso de la banda Lobos Negros, nacida en la ciudad castellanomanchega, continúa activo a 40 años de su fundación, si bien su cantante, guitarrista y único miembro fijo durante toda la trayectoria, Luis Martín (Talavera de la Reina, 62 años), habla como si estuviesen empezando: “Cada vez tenemos más fans, sacamos mejores discos y viajamos más. Vamos subiendo poco a poco, porque lo que sube rápido luego baja rápido”. La celebración de sus cuatro décadas viene con disco nuevo, La Ruta de la Plata (llamado así porque se grabó en parte en el Puerto de Santa María, y publicado por Rated-X, su sello independiente), previsto para septiembre, y una gira que incluye fechas en Latinoamérica para 2025.
“Para estar 40 años en la música es necesario mantener la ilusión por encima de todo, porque me gusta el rock & roll y para mí es imposible bajarme de este tren”, explica Martín, que es, entre otros, titulado en Sociología, actor, inventor de la primera guitarra de cerámica electroacústica del mundo y cinturón marrón de kárate (se examina del negro a principios del año que viene, dice). En Talavera fue pionero fundando una pandilla de rockers, Los Rockadillos, y, tras varios proyectos frustrados, logró en 1984 poner en marcha Lobos Negros, con la desaprobación de su padre, uno de los dueños de la destacada sombrerería local Cándido Martín. “Me decía, ‘¿Te he estado pagando seis años de carrera para esto? ¡Ese pendiente quítatelo ya!’. Luego le llevaba los billetes de lo que había ganado en una noche para que los contase y viera lo bien que me iba. Al final se enorgulleció, era muy conservador, pero también muy cariñoso y buena persona”.
Aunque el rockabilly pueda parecer una apuesta más romántica que comercial, el músico apela al contexto de la Movida Madrileña, donde el tirón de conciertos y discos permitía convivir a bandas de diversas corrientes por los muchos tipos distintos de público que coexistían. “Éramos varios en España haciendo rockabilly, como Los Coyotes, Mario Tenia y Los Solitarios, Mississippi o un poco Mermelada al principio. Un día en Texas, de Parálisis Permanente, es prácticamente una canción de rockabilly”, apunta. “En nuestro caso, lo que hacíamos era psychobilly, más acelerado, con letras de películas de terror. A mí me molaban mucho los Meteors y los Cramps, que hacían eso mismo”. Martín reivindica un gusto musicalmente omnívoro como clave para formar un grupo: “Si solo tienes lechuga y cebolla para mezclar, pues haces una ensalada de cebolla. Pero cuando has escuchado 30.000 discos diferentes, tienes 30.000 ingredientes para elegir tu mezcla”.
En el artista parece darse un equilibrio entre, por un lado, un melómano de conocimiento enciclopédico y, por otro, un aficionado a los mitos y a formar parte de ellos, con Lobos Negros como hijo bastardo. Por ejemplo, se le iluminan los ojos solo con mencionar la anécdota de un conocido suyo que echó una partida de billar con John Lennon en el edificio Dakota, porque “eso es como decirle a un sacerdote que un colega tuyo estuvo con Jesucristo el otro día”. “El llegar de Talavera a Madrid y conectar con gente así, que había ido a Woodstock o había visto a Bob Dylan... eso te va entrando y hace que quieras estar ahí”, ratifica. “Un domingo me acuerdo de que llegó Eduardo Benavente [cantante de Parálisis Permanente, fallecido en 1983] y nos puso los dientes largos a Víctor Aparicio [de Los Coyotes] y a mí, porque venía de Inglaterra, se había comprado ropa y había visto a los Stray Cats. Él fue el primero que nos habló de los Clash”.
Perseverante en las relaciones públicas y emprendedor apasionado, Luis Martín afirma que vive de la música, los derechos de autor y los conciertos, además de trabajos puntuales para la SGAE, proyectos culturales y múltiples figuraciones en series y películas. Menciona con frecuencia su amistad desde los noventa con el cineasta Álex de la Iglesia, en cuyas producciones los cameos de Martín son una especie de chiste interno, desde que apareció tocando el arpa de boca en 800 balas (2002) o caracterizado de Elvis en Crimen ferpecto (2004). En la serie Plutón BRB Nero (2008) actuó recurrentemente e incluso aportó una canción, mientras en 30 monedas (2020) De la Iglesia introdujo otra visible referencia a Lobos Negros. Para un grupo que, según Martín, mete en una sala “como muchísimo a 300 o 400 personas”, el rastro de Lobos Negros llega lejos: han tocado en lugares tan remotos como Estonia y cuentan con ciertos seguidores en Alemania, donde sus discos se vendieron por mediación del dueño de Mental Disorder Records, sello teutón de rockabilly.
Martín recuerda con cariño las alocadas fiestas de presentación de los números del fanzine, un espíritu de serie B burlesque que importó a los conciertos de Lobos Negros, con desigual resultado. “Hicimos un show instrumental a lo Link Wray. Yo llevaba una guadaña de cartón pegada en el mástil de la guitarra y un artista, Ismael Ballesteros, echaba fuego por la boca, como representando una lucha del bien contra el mal”, rememora. “Hasta que tocamos en un bar de Talavera que se llamaba The Beat, muy pequeño. No podía echar tanto fuego porque quemaba a la gente, así que lo echó para arriba y se le prendió la cabeza. El que nos alquilaba el equipo llevaba una cazadora de cuero, se la quitó y pudo apagarle rápido, afortunadamente”. El vídeo del suceso, ocurrido en 1996, llegó a aparecer en el programa Impacto TV, de Antena 3. “No fue grave, como si se hubiera hecho un lifting, se le quedó como el culito de un niño. Le dije ‘Ismael, cabrón, al final vas a coger un lanzallamas y montar una clínica de esteticién’. Se le cayó la piel vieja, se dio cremas y le quedó mejor todavía”.
El rock de la cárcel
Las referencias a Talavera por parte de Lobos Negros son constantes a lo largo de su discografía. A 116 km de Talavera, Bronca en Talavera o Cuando la humedad del Tajo nos condiciona son algunos de los títulos que la sazonan. Acorde a la conformación de una mitología local y personal, Lobos Negros publicó en 2014 Soy el hombre de la guitarra de cerámica, canción instrumental grabada con la guitarra en cuestión, patentada por él y creada por el ceramista Manuel Carrillo y el lutier Carlos Sabrafén. La idea nació de Víctor Aparicio, diseñador de la portada de un libro de Luis Martín, Aquellos primeros pasos del pop y rock en Talavera de la Reina (2002). “Pensamos, ¿qué caracteriza al rock? La guitarra eléctrica. ¿Y qué caracteriza a Talavera? La cerámica. Así que él pintó una guitarra de cerámica. Se me encendió la bombilla, porque me preguntaba cómo sonaría eso”.
¿Y cómo suena? “Hicimos dos prototipos. La primera era un poco más tosca, más dura y en esa el sonido era más blues. La segunda es delgadita y suena muy brillante, muy Mark Knopfler. Es toda de cerámica, hueca por dentro, como una vasija de cerámica cerrada”. La guitarra, adquirida por el Ayuntamiento de Talavera de la Reina, se encuentra actualmente expuesta en el Centro Social Polivalente La Milagrosa. Martín, no obstante, aspira a seguir perfeccionando el instrumento, puesto que es muy frágil: “El proyecto está parado porque necesitamos encontrar un elemento que la endurezca sin perder el sonido, carbono, grafito o algo así. Porque la gente se echa atrás. Pero Carlos Santana la quiso. Solamente te digo eso”. Tras pedirle detalles, la historia adquiere considerables matices. Cuenta que un músico español le encargó una personalizada con sus iniciales, C.S., pero a última hora le plantó. “Dije, ¿C.S.? ¡C.S. puede ser Carlos Santana! Así que contacté a una agencia de management suya, les interesó, pero cuando les dije que había que pagar 2.400 euros ya no me contestaron más. Se pensarían que se la íbamos a regalar para hacer promoción, que era lo suyo, pero tío, estamos empezando, ¡y tú estás forrado!”.
En 2019, Martín impartió clases de música en la cárcel de Valdemoro, dentro del programa SGAE Actúa, para ayudar a personas en riesgo de exclusión social. Se integró allí en un grupo formado por presidiarios, Cal Viva: “En dos horas semanales teníamos para intimar, me contaban su vida. Cuando tocábamos se relajaban, se olvidaban de todo, me decían que para ellos era la libertad”. La experiencia fue tan gratificante que el músico repetirá proyecto en otoño y, además, presentará el 5 de octubre en el centro penitenciario su disco, que incluye una canción dedicada a los reclusos, Dos horas de libertad. El álbum, en el que acompañan a Luis el batería Ricardo Virtanen –que acumula 35 años en la banda, con suplencias de por medio– y el bajista David Merino, su última incorporación, también será presentado en la sala Rockville de Madrid el 19 de octubre.
El líder de Lobos Negros se encuentra preparando un nuevo documental, que se sumará al que previamente le dedicó Aure Roces, El hijo del sombrerero (2008), conducido por el periodista Diego A. Manrique. Preguntado por otro músico de Talavera más mediático y que igualmente tuvo película hace poco, Luixy Toledo, Martín confiesa mantener amistad con él. “Cuando hice el libro del rock en Talavera, le tuve que buscar, porque en los sesenta él era cantante de Los Aracaris”, cuenta sobre el polifacético artista, que adquirió notoriedad tras acusar a Michael Jackson de plagiarle Thriller y aparecer en los noventa en platós como el de Crónicas marcianas, hablando de la vida en Marte. “Dice cosas de ciencia ficción, pero lo de Michael Jackson yo lo veo factible. Que no significa que sea verdad”, opina. “Vino a Talavera un grupo de góspel americano y luego tocaron Los Aracaris. En el góspel había un tío que, según él, luego fue corista de Michael Jackson. Lo último que me contó es que los herederos le habían ingresado 50 millones de pesetas en un banco filipino que no conoce ni san Pedro, porque la mujer de Luixy es filipina”. Como muchos en la industria, Luis sabe que los éxitos pueden ser relativos, pero los mitos y las leyendas no.