Ulises Fuente
La Razón, 18/02/2024
Una película retrata la vida del líder del grupo zaragozano Más Birras y su cruzada unipersonal por traer a España la chacarera argentina: una historia de amor puro por la música
La película está dedicada «a las estrellas anónimas», a las vidas irrepetibles de artistas sin público, genios incomprendidos o marcados por los designios del infortunio que se encuentran en cualquier esquina del mundo. Pero en realidad habla de Mauricio Aznar Müller, líder de la banda Más Birras y una especie de John Lennon aragonés, como lo define Javier Macipe, director del filme que cuenta su historia, «La estrella azul», que llega a las salas de cine el próximo día 23 de febrero después de haber sido reconocida en el último festival de Cine de San Sebastián. Estas son las andanzas de un rockabilly quijotesco que se enamoró de la chacarera argentina e inició una cruzada unipersonal por traerla a España. Y todo, como Don Quijote, por amor. A la música.
Aunque prácticamente desconocido en el resto de España, Mauricio y su grupo eran célebres en Zaragoza. Logró el mejor estatus que se puede tener en la música: ser un héroe local. Con el suficiente reconocimiento donde más importa y sin los peajes del estrellato. Sus canciones, su sentido del humor y su personalidad le convierten en alguien muy popular en la capital aragonesa. Su carrera, como cuenta la película, está siempre a punto de pasar a un estadio mayor, pero Mauricio no es feliz. Busca un tipo de música verdadera que no ve a su alrededor y que ni siquiera siente ya en sus propias canciones. Tiene hábitos tóxicos y comienza a asfixiarse. En cambio, cuando escucha a Atahualpa Yupanqui siente la trascendencia. Está a punto de perderse a sí mismo y decide hacer un viaje en la búsqueda de Atahualpa, a Argentina.
Devoción musical
Sin embargo, como le sucede a Alonso Quijano, el viaje es impredecible y en el camino se topa con un ritmo desconocido: en una peña a la que accede por casualidad se deslumbra con un hombre que está interpretando las canciones de su padre, otro héroe local musical sin el reconocimiento merecido. Mauricio pierde todo el equipaje salvo la guitarra, y solo con ella inicia su búsqueda en Santiago del Estero, una localidad al norte del país donde Carlos Carabajal guarda las verdades de la chacarera. Allí encontrará una comunidad gozosa que vive por la música, con la alegría sencilla del tiempo lento. Mauricio aprende de Carlos durante un proceso de deslumbramiento y devoción. «Sé bien lo que sintió allí porque tengo las cartas que enviaba a su novia. Está en un remanso de paz y en un lugar donde la música se vive con devoción religiosa y no como un mero entretenimiento. Es el centro de la familia», dice Macipe sobre un ambiente opuesto al de su vida anterior (el padre de Mauricio fue muy poco comprensivo con sus inclinaciones musicales) y sobre un viaje que, veinte años después, él mismo realizó. «Carlos había fallecido, pero yo me alojé con su hermano Cuti Carabajal (que interpreta a su hermano en la película), con quien conviví varias semanas aprendiendo yo mismo la chacarera, porque también soy músico. Respiré ese ambiente y conocí a toda la familia, que guardaba un recuerdo muy vivo de Mauricio, al que definían sobre todo por su respeto y atención. Se preguntaban: ‘‘¿Qué estará mirando este español?’’», ríe el cineasta, que de alguna manera se convirtió a sí mismo en Mauricio Aznar. «Viví meses allí y aprendí el rasguido de la chacarera. Cuando preparamos el rodaje, regresé con Pepe para que él también aprendiera», explica en referencia a Pepe Lorente, que se pone en la piel de Mauricio en el filme. En la película participa toda la familia Carabajal interpretándose a sí misma, tres décadas después. «Fue una de las experiencias más bonitas de mi vida. Al casting se presentaron 500 personas de Santiago del Estero porque querían apoyar lo que hacíamos por su cultura», explica el director debutante.
La vida del músico aragonés cambia completamente a pesar de que nunca llega a ver ni siquiera la casa museo de Atahualpa Yupanqui. Pero tiene un billete de regreso a Zaragoza. Cuando aterriza, la ciudad está poseída por Michael Jackson, que va a ofrecer un concierto en La Romareda con una nave espacial incluida. Mauricio asiste atónico a la grandilocuencia de las estrellas mientras solo piensa en lo que ha aprendido, en la verdad de esas canciones sencillas. Más Birras participa en una gala musical con el Pabellón Príncipe Felipe lleno, pero Mauricio interpreta ajeno. Su única obsesión es traer a España al padre oculto de la chacarera y su profunda lírica popular. «Ese contraste de realidades representa muy bien la vida Mauricio –dice Macipe–. Cuando ve toda esa locura, se pregunta: ‘‘¿Yo hago música para esto o por otra cosa?’’. Él era muy quijotesco en su espíritu. Se había leído varias veces el libro y a veces hablando metía frases cervantinas. Y, por supuesto, hacía algo que todo el mundo juzgaba como una locura». Pide dinero, se endeuda e incluso, siendo muy conocido, toca en la calle para conseguir que Carlos Carabajal pueda actuar en España. Lo logra una vez. Mientras tanto, Héroes del Silencio se han convertido en el grupo español más internacional. Enrique Bunbury, fan confeso de Más Birras, le pide permiso para versionar «Apuesta por el rock & roll», la única versión que llevarán a cabo en su carrera. Podría haber sido una plataforma de despegue para el grupo, pero Mauricio solo tenía una misión. «No estoy seguro de que él tratase de huir del éxito como tal, sino que no le interesaba como objetivo. Él quería dar a conocer la riqueza que descubrió en Argentina y le habría encantado que eso tuviera mucho éxito. Pero creo que solo le interesaba con la condición de la honestidad de su obra», explica Macipe.
El sueño incumplido
La película tenía la bendición de la madre de Mauricio, Inge Müller, quien mantuvo contactos con Carlos Saura, que le propuso hacer la película sobre su hijo, pero no prosperaron. «Lo mejor que me han dicho de la película fue ella, que me dijo que a los diez minutos veía a su hijo en pantalla todo el tiempo. Eso, y que la historia que sucedió fue tal y como está contada. Eso para mí tenía mucho valor, porque la idea era hacer una historia universal pero que respetase los hechos». Una de las figuras fundamentales de la vida de Mauricio Aznar tiene clave familiar. Fue la de Pedro, su hermano mayor, casi un platónico de la música. Un hombre con enorme sensibilidad y conocimiento para la música. «Era el verdadero genio. Pero debió de ser muy incomprendido en su infancia porque entonces no había esa sensibilidad para tratar con la gente de inteligencias múltiples, como se dice hoy. Dicen que era tan genio que siendo un adolescente se sabía todos los instrumentos de todas las canciones de los Beatles y todas las suites de Bach para guitarra. Tocaba en orquestas y lo compaginaba con otro trabajo de pintor de casas», apunta Macipe. Pedro se quitó la vida y apenas una semana después Mauricio fue hallado muerto después de haber consumido drogas. «Muere porque era su hora», apunta el director de la película, que no abunda en las circunstancias físicas del fallecimiento. Era el 2 de octubre de 2000. Unas semanas antes, Mauricio había conseguido que Carlos Carabajal actuase en la Plaza del Pilar durante las fiestas del 12 de octubre de su ciudad. Aquel concierto, su sueño, nunca llegó a producirse. «Los ‘‘biopic’’ siempre terminan con la muerte, pero yo creo que este, no. Porque algo importante debió de hacer Mauricio para que sigamos hablando de él. Ahí está su trascendencia».