El País, 22/12/2012
Los saicos, demoledores.
¡Al carajo el CBGB’s, Sid Vicious, el Ain’t it Fun de los Dead Boys y el No Future! En 2006, Lince, uno de los 43 distritos que conforma la provincia de Lima, se convirtió en el foco del acto más transgresor del que haya tenido registro la cultura rock en tiempos recientes. El entonces alcalde del municipio peruano, César Darío González Arribas, a partir de una idea propia del manual de provocaciones de Malcolm Mclaren, intentó atentar contra la memoria y cuenta del otrora del manager de los Sex Pistols al autorizar la colocación de una placa que afirmaba que el punk había nacido en la intersección de las calles Miguel Iglesias y Julio C. Tello. Y es que cuarenta años antes, luego de pararse en ese trocito de la nación sudamericana, los integrantes de Los Saicos, al acordar su separación, desencadenaron una leyenda musical poderosa no solo en América Latina, sino en el resto del mundo. Al punto de que al cuarteto se le ha llegado a considerar el precursor del género que hasta ahora tenía a los Ramones y a los artífices de God Save the Queen entre sus principales tótems, y a Nueva York y Londres como los principales bastiones de la escena. El debate se instaló hasta en los medios ingleses. El periodista Jonathan Watts, de The Guardian, publicó en setiembre último el artículo Where did punk begin?, en el que abre la polémica.
A fines del año pasado, la editorial zaragozana Zona de Obras, referente de la cultura latinoamericana en España mediante su homónima revista, presentó el primer Diccionario de Punk y Hardcore (España y Latinoamérica) en el que, tras el culto creado en torno a Los Saicos, desarrolló la hipótesis de que el punk es un invento de esta orilla del charco. Se trataría de una afirmación descabellada si no fuera porque fundamenta la conjetura a través de argumentos, datos y fechas que invitan a la duda. Además de las fichas biográficas que sostienen a este trabajo titánico y único en su tipo, el libro enumera y describe las razones por las cuales la manifestación ostentó desde sus inicios una connotación diferente a la del universo angloparlante (junto con el heavy metal se tornó en banda de sonido de los jóvenes hastiados por la violencia desatada por las guerras civiles y dictaduras, altavoz de los marginados y la pobreza, punto de quiebre del anacronismo y virtuosismo musical, así como razón de ser del imperante “hazlo tú mismo” que existía en la región más por obligación que por repudio al sistema).
No obstante, aparte de establecer el punto de partida del punk en 1964, con el nacimiento de Los Saicos, que coincide con la aparición la Velvet Underground y MC5, y se adelanta a influencias para esta corriente del tamaño de The Stooges y New York Dolls, otra de las alegaciones del Diccionario tiene que ver con el nombre del género. Si bien existen versiones que aseguran que la etiqueta ya daba vueltas a principio de los setenta para referirse al sonido de artistas como The Fugs o el grupo encabezado por Iggy Pop, la primera vez que un crítico de rock la utilizó concienzudamente para llamar al estilo de una agrupación ocurrió en 1971. En mayo de ese año, en la revista neoyorquina Creem, el periodista estadounidense Dave Marsh catalogó de “histórica explosión de punk rock” la propuesta sonora de Question Mark & the Mysterians, uno de los nombres icónicos del garage rock de los sesenta (hoy todavía en actividad), oriundo de la ciudad de Bay City (estado de Míchigan), y conformado en su mayoría por integrantes de ascendencia mexicana.
¡DEMOLER, DEMOLER, DEMOLER!
Curiosamente, fue España el país que detonó la saicomanía, en 1999, con la edición, de parte del sello local Electro-Harmonix, del compilado Wild Teen Punk from Peru, que reúne los seis discos de 45 R.P.M. que inmortalizaron al cuarteto. Luego de que corriera como pólvora la obra de uno de los secretos mejor guardados del rock, en 2010 el grupo se reunió en Lima, pero sin su guitarrista Rolando Carpio, quien murió en 2006, para ofrecer su primer show tras cuatro décadas. Lo que derivó en su debut en los escenarios internacionales a los pocos meses, en octubre, en la alicantina Benidorm, al que le siguieron actuaciones en 2011 en Ciudad de México y Buenos Aires. Marcelo Pocavida, figura histórica del punk de la nación rioplatense, ofició de maestro de ceremonias en los dos conciertos que el conjunto altiplánico llevó adelante en la capital porteña. “Los Saicos fue una revelación. Cuando los escuché, me pregunté dónde se había metido esa gente”, afirma el ex integrante de Los Baraja. “Argentina tiene una raigambre en su esencia muy primitiva, aunque no hay nada tan jugado y visceral que se le asemeje”.
Esta serie de presentaciones en directo, la aparición de otros compilados, la salida del Diccionario y la adición de una nueva pata en la alimentación del mito, el documental Saicomanía, lanzado en febrero de 2011, y dirigido por el cineasta peruano radicado en Ámsterdam Héctor Chávez, desbordó a Los Saicos, a tal instancia que sus integrantes salieron a poner paños fríos al asunto. “En la película que hicieron sobre nosotros, tengo la sensación de que alguien llegó y le dijo a Iggy Pop: ‘escúchate esto’. Se aparecieron con una cámara, llevaron nuestras canciones y les preguntaron qué les parecía”, especula Erwin Sánchez, vocalista y guitarrista del conjunto. “Así como me acerqué al trabajo de los Ramones con curiosidad, creo que el público tuvo la inquietud por saber qué hacían Los Saicos. El punk es una bola de ruido, y pienso que no sonábamos así. Teníamos arreglos, armonías vocales. Nuestros temas eran surrealistas, dadaístas, nada locos. Tanto jodían con eso que en un momento dije que éramos un grupo de proto punk. Es el calificativo que mejor nos describe”.
Félix Allueva, referente clave al momento de repasar la memorabilia de la escena de la música popular contemporánea latinoamericana, coincide con el líder de Los Saicos. “Como toda manifestación artística, siempre hay un antecedente, así sea el núcleo París, Nueva York o Berlín, que puede servir de referencia. En el caso del punk, hay ciertas alusiones a las que hace mención ese diccionario”, explica el asimismo presidente de la Fundación Nuevas Bandas, la institución que agita, redime y promueve el rock venezolano. “Mi país, por ejemplo, es un caso particular porque los fenómenos musicales vinculados al rock nunca llegaron instantáneamente. Incluso, han demorado hasta cinco años. Cuando el género estaba en pleno auge a nivel internacional, nosotros seguíamos haciendo heavy metal, rock sinfónico o jazz fusión. Estábamos desfasados. El punk, luego de su aparición local, en el 82, fue una tendencia marginal. Aunque me atrevo a decir que algunos grupos se adelantaron en el sentido de que hicieron un tema en su discografía que si tú lo oyes con detenimiento dices: ‘Esto es proto punk”.
El analista y catedrático de la nación caribeña, autor de Crónicas del rock fabricado acá, colección de libros que rememora la historia del movimiento venezolano, y que hasta la fecha lanzó los volúmenes dedicados a las décadas del sesenta y setenta, comparte además la siguiente revelación. “En Venezuela también se hizo proto punk”, sostiene Allueva. “Cuando la agrupación estadounidense The Trashmen, que había alcanzado la popularidad con su bendito Surfin’ Bird, nos visitó, después de tocar en varios lugares, se transformó en una referencia para las bandas nacionales de la primera etapa de la escena. Esto impactó hasta en grupos atrasados como Los Dinámicos, que en 1964 copió la canción, aunque con el nombre de El pájaro bañista. Ellos querían hacer surf, pero se terminó convirtiendo en algo muy primitivo. Y eso estuvo más vinculado a la deficiencia en la ejecución de los instrumentos y en la creación sonora que a la intención de querer hacer algo así. El punk originario era algo similar: carajitos que no sabían tocar, y que igual echaban para adelante”.
Junto con Brasil, Argentina es pionera del punk, tal cual se conoce, en América Latina. “En los ochenta, con el advenimiento de la democracia, la escena underground fue influyente en el país”, expone Pocavida. “En esa época nos dimos cuenta de que el punk no era solo de Estados Unidos e Inglaterra, sino mundial. Descubrimos pares nuestros en lugares más cerca de los que nos imaginábamos”. Sin embargo, el artista seminal en la movida del país rioplatense, que acaba de lanzar su primer disco solista, Irreversible, con el que tributa al punk argentino de entre el 82 y el 86, advierte la carencia de visceralidad en la movida actual. “El punk se murió cuando se politizó. Hoy que está todo muy frío y abanderizado, se tendría que regresar al nihilismo y a hacer ruido por el ruido mismo. Y Los Saicos son un estupendo parámetro. Hay que volver a molestar”. Aunque para los miembros del combinado peruano, que tiene en Demolición su mayor himno, y cuyas canciones han sido versionadas por artistas como los catalanes Mujeres, el mito que los rodea a veces puede llegar a ser insostenible. “Lo encuentro interesante y agradable, me lisonjea, lo siento bárbaro”, señala Erwin Flores, quien trabajó en la NASA luego de dejar la banda. “Me encanta pararme sobre un escenario, pero está interfiriendo con mi vida a esta edad. Y eso es complicado”